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Los 14 días en los que 150.000 mujeres no se callaron


El hashtag 'cuéntalo' produjo cerca de tres millones de tuits que han sido
analizados por un equipo de analistas de datos, de ellos, más de 50.000 son
testimonios de violaciones, abusos o acoso

Manifestación frente al Ministerio de Justicia el pasado 26 de abril, cuando se conoció la sentencia de La Manada.
SAMUEL SÁNCHEZ

ISABEL VALDÉS

Madrid - 13 DIC 2018 - 09:34 CET

Cuenta Paula que cuando ella era muy, muy pequeña, su padre abría la puerta de la
habitación y se "colaba" en mitad de sus noches. El edredón desaparecía y ese era el
pistoletazo de salida a recuerdos que guarda "como diapositivas". No hay rencor ni ira ni
deseo de venganza. "Pero están ahí", dice después de un breve silencio al teléfono. El 27
de abril, a las 21.06, usó 219 de los 280 caracteres que permite Twitter: "Tengo 32 años
y me despierto con miedo cuando se me cae el edredón por las noches. Cuando era
pequeña me pasaba igual. El hombre que más tenía que haberme querido tiraba el
edredón al suelo y ahí empezaba todo #cuéntalo". Quiso formar parte de aquel hashtag
que se había vuelto viral en cuestión de horas: "Decirlo de forma tan abierta fue una
catarsis, difícil, pero catarsis".

Ella fue una de las 790.000 mujeres —en su mayoría lo fueron, aunque también hubo
hombres— que entre el 26 de abril y el 9 de mayo escribieron casi tres millones de tuits
contando, compartiendo o contestando a historias como la suya. Un torrente que cruzó
a América Latina. Más de 50.000 de aquellos mensajes fueron testimonios en primera y
segunda persona: hablaban de asesinatos (9,8%), de violaciones (14%), de agresiones
sexuales (28%), de maltrato (15,7%), de acoso (35,5%) o del miedo a salir de noche, a
caminar sola, a llegar tarde a casa (29,5%). Hubo más de 3.500 relatos sobre
violaciones a menores de 18 años y más de 1.000 a menores de 12.

Estas cifras son una radiografía del movimiento, espontáneo y de denuncia, en más de
60 países —34% de los testimonios se escribieron desde España, 32% desde Argentina,
8% de Colombia, 5% de Chile y Mexico— y se conocen este 12 de diciembre después del
trabajo de diez analistas del Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC por sus
siglas en inglés), que, además, han creado una herramienta para que albergue los datos,
permita su consulta y sirva para seguir recopilando testimonios; y una web que los
recoge, Proyecto Cuéntalo. Y el origen de todo ello está en La Manada.
Aquel 26 de abril la Audiencia Provincial de Pamplona dictó sentencia: abuso sexual con
prevalimiento para los cinco hombres que abusaron de una chica de 18 años durante la
primera noche de San Fermín en 2016. Mientras las calles de decenas de ciudades se
llenaban con una queja unánime sobre el delito —pedían una condena por agresión y no
por abuso—, la periodista Virginia P. Alonso publicó La 'no violación', el relato de la
agresión que sufrió cuando tenía 13 años, y Cristina Fallarás, también periodista,
pensaba "me muero" al escuchar el veredicto.

"Creer o no creer es un acto consciente, y ni los hombres ni la justicia estaban creyendo


en su relato [se refiere a la víctima de La Manada]. Y en parte es porque no existe este
relato común. Decidí que tenía que llamar a la gente a contarlo", cuenta Fallarás, que
publicó el tuit que hizo nacer el movimiento #Cuéntalo esa misma tarde: "Este relato nos
lo han hurtado. Debemos construirlo para que otras reconozcan...". La respuesta masiva
a su llamamiento produjo un documento que Fallarás califica como "una nueva memoria
colectiva nunca antes narrada" que tiene números "abrumadores" y que "no se parece al
Me Too porque no hay nadie conocido detrás". Para ella este es un chorro horizontal en
el que hubo 2,6 millones de retuits y 9.500 retuits con comentarios, 128.400 con
contenido propio, y 22.500 respuestas.

Cuando Fallarás se dio cuenta de las dimensiones del hashtag, le pareció "una
irresponsabilidad" llamar a las mujeres a "contar sus violencias" y que aquello pudiera
desaparecer. Las historias de novios que violan a sus novias cuando ellas se
emborrachan, tíos que soban a sus sobrinas durante una cena familiar, padres que se
meten a hurtadillas en la habitación de sus hijas, desconocidos que se abalanzan sobre
mujeres en un bar, que se masturban a escasos metros de alguna adolescente que
camina por la calle, que arrinconan de madrugada, que arrancan los dientes de una
mujer para obligarla después a practicar una felación. 

"Era imprescindible conservar esa información, un aluvión como este da como resultado
una realidad irrefutable", explica. Mientras buscaba una forma de extraer y guardar
aquellas narraciones, Aniol Maria y Vicenç Ruiz, dos archiveros de Barcelona, habían
recuperado, uno a uno, todos aquellos tuits. A Fallarás se lo comunicó otra periodista,
Karma Peiró, a través de la cual llegó también Fernando Cuchietti, un doctor en Física
Cuántica dedicado al análisis y visualización de datos en el BSC. Acababa de nacer un
equipo que, durante siete meses y de forma totalmente voluntaria, recopiló, clasificó y
limpió los datos que presentan este jueves en el Teatro del Barrio, en Madrid.

"¿Quién puede atreverse a pensar que cientos de miles de historias son inventadas?
Esta nueva memoria colectiva no depende de poderes patriarcales como el judicial o el
policial, que es de donde salen las estadísticas oficiales [cifras que, reconocen las
fuerzas y cuerpos de seguridad en España y el resto de Europa, están muy por debajo de
la realidad, porque se calcula que solo denuncia la violencia alrededor de un 20%]. Esta
sale directamente de las víctimas, que han visto en las redes sociales un lugar seguro y
gratuito para denunciar. Nos estamos narrando ahí". Un relato que habla de una
violencia extendida, a cualquier edad y en cualquier parte y, sobre todo, perpetrada por
conocidos y que genera una pregunta, según la periodista: "¿Contra qué luchamos
cuando hablamos de la lucha contra la batalla de género?".

Para ella es algo que tiene que ver con la cantidad de casos que hay sin denunciar. "Es
un hueco gordísimo que hace que la realidad que conocemos sea sesgada, y hemos
construido nuestra idea de la violencia sobre esa realidad, una que ya no podemos
negar. No después de esto. Ya no puede haber ese desentendimiento social, político,
económico...". Fallarás está convencida de que hay que eliminar la duda continua sobre
las mujeres y basar todo el pensamiento que se articula alrededor de la violencia de
género en la credibilidad de las víctimas: "Y para eso hay que saber cuántas son de
verdad, para tomar medidas y decisiones basándose en el conocimiento. Esto es una
forma de censar la violencia. Por eso estos datos y la herramienta que han creado desde
el BSC quedan a disposición de la Administración. Esto debe estar en manos públicas".

Ahora, dice Fallarás, el camino es preguntarse cuántas de aquellas mujeres, después de


decidir no callar más a golpe de tuit, lo hicieron a golpe de denuncia. "También cuánta
responsabilidad tienen los medios y las instituciones públicas y los organismos en esa
especie de silencio que se ha creado durante décadas". Y que ya no existe.

CENSAR LA VIOLENCIA
Fernando Cuchietti (Córdoba, Argentina,
1976) lleva casi ocho años en el Centro de
Supercomputación de Barcelona, es él quien
ha liderado este proyecto de "horas extras y
compromiso personal" para recoger, limpiar,
clasificar y analizar los casi tres millones de
tuits que se publicaron durante los primeros
14 días del movimiento #Cuéntalo, en el que la
mayoría de testimonios fueron de mujeres
anónimas, aunque también las hubo
conocidas como Leticia Dolera, Teresa
Rodríguez, Barbijaputa, Paula Bonet, Mónica
Carrillo o Carme Chaparro.

Lo primero que llegó a sus manos, antes del


verano, fueron 15 gigabytes de información deslavazada. Y dijo sí inmediatamente, porque
es consciente, explica, de lo diferente que es su vida de la de cualquier mujer. "Hubo una
primera fase en la que se identificaron las usuarias, la fecha, la hora e intentamos que todos
tuvieran también la localización", cuenta Cuchietti. Para ellos era importante no solo
recoger la información al uso sino saber desde dónde se movía, hacia dónde, cuál era el
flujo... Para después pasar a la segunda parte. "Entender qué escribían y cómo
participaban. Entonces se puso difícil, porque las mejores herramientas para analizar el
contenido están en inglés. De ahí que acabáramos configurando una herramienta propia".
Aunque, dice el analista, "podría ser mucho, mucho mejor".

Ahora están buscando financiación, porque quieren seguir desarrollando una forma de
recopilar datos como los del #Cuéntalo al alcance de periodistas, investigadores "o quien
sea" que quiera conocer cualquier corriente que se produzca en Internet, ese mundo virtual
del que, en los últimos años, han nacido la mayoría de movimientos, manifestaciones y
protestas multitudinarias en todo el mundo.
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