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Antes de iniciar con el presente análisis, es preciso definir el concepto de Comunidad

Andina y Comunidad Nativa, su autonomía y los derechos que emanan de ellas, así
como también, determinar la finalidad que tuvieron los Decretos Legislativos 1064 y
1090, cuya aprobación, fuero el detonante del conflicto.

Nuestra Constitución Política, en su Artículo 89°, señala lo siguiente, respecto


Comunidades Andinas y Nativas:

“Las Comunidades Campesinas y las Nativas tienen existencia legal y sin


personas jurídicas.
Son autónomas en su organización, en el trabajo comunal y en el uso y libre
disposición de sus tierras, así como en lo económico, administrativo, dentro del
marco que la ley establece. La Propiedad de sus tierras es imprescriptible, salvo
en el caso de abandono previsto en el artículo anterior.
El Estado respeta la identidad cultural de las Comunidades Campesinas y
Nativas”

Aunado a ello, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),


regula derechos y obligaciones de las Comunidades Andinas y Nativas, entre los cuales
tenemos que, el Estado debe consultar y comunicar a las comunidades indígenas
cualquier decreto que pueda afectar directamente a sus tierras.

De ahí se desprende, que las comunidades Andinas y Nativas tienen existencia histórica
y legal, lo cual les otorga personería jurídica, derechos y facultades, tales como, el
derecho a la propiedad y el derecho a la disposición de sus tierras que el Estado, debe
respetar.

Respecto a los Decretos Legislativos 1064 y 1090, estos se basaban principalmente en


el aprovechamiento de las tierras agrícolas y en las facilidades para la implementación
del Tratado de Libre Comercio (TLC) en el Perú, asimismo, fueron el detonante que
inició el conflicto y el choque de dos mundos.

El choque de dos mundos, refleja dos posiciones muy marcadas: por un lado la
idiosincrasia, costumbres y autonomía de las Comunidades Andinas y Nativas, y por el
otro, el aparente bienestar de un país.

Partiremos entonces planteándonos las siguientes interrogantes: i) ¿hasta qué punto se


puede optar por cualquiera de las dos posiciones?, ¿hasta qué punto se puede ser
objetivo e imparcial respecto de una posible exclusión social de ambas partes?

Pues bien, a nuestro criterio, todo radica en una falta de entendimiento mutuo. Por un
lado los campesinos e indígenas, al estar amparados constitucionalmente, son amos y
señores de sus tierras y no permiten cambios, mejoras, ni intromisiones; y por otro lado,
el Estado peruano, que quiso decidir por ellos, prácticamente a la fuerza, violando sus
derechos, en aras del crecimiento nacional.

Sobre el particular, nuestra visión capitalina, nos hace cometer el error de pensar y
creer, que los nativos y campesinos, son seres incapaces de pensar en su propio
bienestar, incapaces de tomar sus propias decisiones e incapaces de vivir
civilizadamente, claro está, dentro de su cultura y creencias, pues, no entendemos, que
Lima no es el Perú.

La discriminación implícita, la soberbia y el desconocimiento de sus tradiciones y cultura,


no le permitieron al Estado darles el verdadero tratamiento a estas comunidades,
vulnerando su derecho a ser consultados e informados sobe algún cambio o intromisión
en sus tierras.

Por otro lado, que es más importante para una nación, ¿el bienestar de unos cuantos o
el bienestar de todo el país completo? tomando en cuenta que, el interés colectivo está
por encima del interés privado.

Estas comunidades nativas e indígenas, cuentan con privilegios que el ciudadano civil
no tiene. Uno de ellas es que no pueden ser juzgados, ni sancionados por las mismas
leyes que le son aplicadas a cualquier poblador, ya que por su condición, desconocen
la tipificación de cualquier delito o falta, asimismo, tienen el derecho de propiedad y a la
libre disposición de sus tierras, viven en un mundo aparte, con sus costumbres y
creencias, no permitiendo la intromisión de nadie, así está, sea para el bienestar
nacional.

De lo expuesto, se desprende que, en este conflicto, la exclusión social se dio en ambas


partes, por un lado, el Estado que creer que los campesinos y nativos no son capaces
de decidir por sí solos su bienestar y pretender decidir por ellos; y, por otro lado, las
comunidades campesinas y nativas, que al estar amparados constitucionalmente, no
permiten la intromisión de nadie, no permites cambios ni mejoras de ningún tipo, así
sean por el interés nacional.

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