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1Este texto está basado en la conferencia inaugural del IV Simposio sobre el habla y la literatura nicaragüenses, Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua, 27 y 28 de abril de 2006.
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2Al respecto de estos temas, Cf. el libro de Erick Blandón, Barroco descalzo.
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tiva nacionalista, que es en cierto sentido una mera maniobra narcisista por medio
de la cual la literatura se proclama a sí misma espacio de la utopía. Pero quizá
convenga adelantar unas ideas acerca del rol especial que Coronel tiene en la
instalación de estas ideas de la literatura como objeto trascendente. Hay que
partir de una aparente paradoja: Coronel (1993, p. 95) trabajó en contra del
instinto sublime del modernismo (la glorificación de la suntuosidad moderna), de-
mostrando, por ejemplo, que el león funeral de Darío es de cemento, o recomen-
dando las naranjas en cambio del pastel de chocolate3. Coronel fue, en este
sentido, un singular anti-moderno, y no dejó de sentir en cierto momento que la
taxonomía y los objetos de la modernidad penetraban de manera flagrante todos
los discursos, incluso aquellos que, como la literatura, se pretendían trascendentes.
De ahí que la consagración sublime de la literatura que lleva a cabo Coronel, se
hace en nombre de una literatura que está aparentemente fuera del texto: en un
retiro natural semi-monástico que sus discípulos llaman el río, en un orden patriar-
cal en que la crítica moderna no tiene sentido de ser, en un espacio dominado por
lo que Coronel llama “la conversación” (y todos, por supuesto, hemos escuchado
el tópico de que Coronel fue un gran conversador).
La agenda crítica sobre Coronel tendría que valorar, pues, el lugar que
éste tuvo en la creación de esta literatura de sentido nacional. Para eso pueden
apuntarse los siguientes elementos:
sión política de Coronel, sobre todo, su apoyo a la dictadura de Somoza. Por otra
parte, Coronel y su uso frecuente del discurso autobiográfico. De hecho, como
otros importantes escritores centroamericanos, Coronel fue un constante escritor
de textos autobiográficos. Sus incursiones en el ensayo y la historiografía (Rápido
tránsito y las Reflexiones sobre la historia de Nicaragua) son también casos au-
tobiográficos, para no referirse a su poesía (con la autobiografía indirecta en que
se constituye la “Pequeña biografía de mi mujer”, y el tono confesional de la “Con-
versación con Carlos”), y a otra cantidad de artículos y “conversaciones” pasadas
por escrito.
Como se ve, se trata de una agenda muy compleja, y, por cierto, incom-
pleta, que, sin embargo, podría ser unificada en torno a una narrativa como la
un punto traumático, que Coronel llama la “guerra civil”, codificación tanto de las
guerras entre partidos, como de las revueltas populares campesinas, y de las que
la guerra de Sandino había estado cerca de las preocupaciones de los vanguar-
distas en los años 1920s y 30s. La “guerra civil” y su tradición (que es también
historiográfica) interrumpe el diálogo entre las elites liberales y conservadoras. En
el “Prólogo retrospectivo” del último tomo de las Reflexiones, una de sus estrate-
gias retóricas parece ser discutir la posibilidad de hablar de la historia nacional
en primera persona. El “Prólogo” propone, de hecho, una excusa. Si es el “estilo
objetivo” e impersonal, el que debe imponerse en la escritura de la historia, en
cambio “un prólogo es una especie de carta al lector y necesariamente ha de
tener carácter personal. Lo natural es escribirlo en primera persona.” (Coronel,
2001. p. 569). Esta excusa pretende alterar la estructura “objetiva” de la obra
histórica convirtiéndola en algo personal (o decisivamente autobiográfico), impli-
cando, a la vez, el programa fundamental de Coronel en las Reflexiones: la nece-
sidad de escribir la historia nacional “como conversación”.
Es bueno volver aquí a una cita dejada en suspenso arriba. Coronel se refiere a
la eventual conversación con su padre, y a la instalación de la conversación
transhistórica de los ilustrados:
Si yo hubiera podido conversar con mi padre—que murió cuando
apenas tenía yo cuatro años—pude haber escuchado los ecos de sus
conversaciones con su maestro don Lorenzo Montúfar y de las de
éste con los liberales guatemaltecos de la independencia, como
Barrundia. No es que la historia sea únicamente una tradición o dos
más bien, como sucede entre nosotros. Es que la historia es también
la presencia de las conversaciones del pasado en nuestra propia
conversación. (p. 585).
versó a su vez con hombres [del gobierno conservador de] los Trein-
ta Años... se percibían reminiscencias de sus otras conversaciones,
como en la nuestra se perciben ecos de las suyas (2001, p. 584).
¿Qué tenemos aquí? ¿una “teoría” sobre autobiografía? Sí, pero tremenda-
mente esquemática, ya que presenta unas equivalencias controversiales que se
pueden resumir así: la culpa social /guerra civil es a la historia (nacional) lo que la
culpa individual es a la autobiografía. Así como la culpa social por la guerra civil
modela la escritura de la historia nacional, también la culpa personal modela la
escritura de la autobiografía. De manera que toda autobiografía oculta una incur-
sión política específica, o para seguir su lógica, toda autobiografía política es
partidista y está motivada por la historia como guerra civil. En el caso de Coronel,
él parece proponerse esa escritura sin la ideología, sin la falsa conciencia que
implica la culpa. La Introducción a Mea Culpa se llama “Resistencia de la Memo-
ria”; la memoria, en efecto, se resiste a la expresión de la culpa. Esto explica, según
Coronel, la ausencia de escrituras realmente históricas o autobiográficas en Nica-
ragua. Todas están teñidas por la guerra civil. Toda historia es autobiográfica, de
manera que podría decirse que la política (de guerra civil) articula la historia. En
ese sentido, toda autobiografía es política, y la política (en tanto guerra civil) es
culpa, por lo que conviene pensar la relación entre política y autobiografía. En el
caso específico de Coronel, la política es una ausencia (del padre); implica una
orfandad y una crítica moral (ya apuntada desde, por lo menos, las “noveletas” y
la orfandad generacional tanto de Narciso como del ahijado del Hombre Sím-
bolo). Y el texto de Coronel que leemos no es menos: articula todas estas contra-
dicciones sin encontrar una salida populista (como sí la encontró posteriormente
Pablo Antonio Cuadra, y, en general, toda la llamada literatura nacional)5. ¿En qué
habría consistido lo que llamo una salida populista? Básicamente, en ver encar-
nada la problemática de la representación en un símbolo o personaje “popular”:
el Güegüense, Cifar, el “Dios de los pobres” de la Misa Campesina. Es curioso
notar cómo la literatura de Coronel es refractaria a este tipo de símbolos, y su
tropología conduce, más bien, a una representación de sí (la obstinación auto-
biográfica) que termina en textos posteriores en la escatología, el juzgamiento
propio y una especie de coqueteo con la nada.
5También aparece en “Resistencia de la memoria” la acusación que le hace Carlos Fonseca a Coronel, como responsable
junto con Somoza de la desgracia del país. Coronel se defiende diciendo: 1. Yo no inventé a Somoza. 2. Yo tenía buenas
intenciones, pensaba que se podía controlar a Somoza. El tópico es retomado en la “Conversación con Carlos”, pero con
un sentido profundamente escatológico (Coronel, 1993, pp.331 y ss.).
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biblioteca de clásicos universales, por otra parte, ha sido invadida por la literatura
policial, en La muerte del hombre símbolo, (re)presentando así la ambigüedad de
la belleza en el contexto moderno.
• De manera que en Coronel gravita mucho lo que podría llamarse una in-
terpretación teológica (y, por supuesto, teleológica) de la narración o de la histo-
ria, comparable con la preocupación de T.S. Eliot, en los Four Quartets, con
respecto a la posibilidad de redimir el tiempo. Atendiendo la escritura de Coronel
hay, pues, un hiato entre su concepción teológica/teleológica de individualidad
(que sólo adquiere sentido en una narración de la totalidad) y la idea narcisista
de individualidad típica de la autobiografía. Pero ¿cómo se podrá articular a esta
concepción teológica de la narración autobiográfica con la transformación princi-
pal que encabeza Coronel, es decir, la adaptación del coloquialismo como contra-
relato cultural? Una explicación genealógica, que está todavía por estudiarse,
podría referir a la importancia que tuvo la educación jesuita en el Colegio Cen-
troamérica, que formó, en cierto sentido, a la generación vanguardista (Arellano,
1992, p. 133). En un sentido más general, según explica Barthes, los Ejercicios
Espirituales constituyen una vía para garantizar el encuentro con la divinidad por
medio del lenguaje llano (Barthes, 1997). Y siguiendo esta combinación retórica y
teológica, hay que pensar que otra parte de la respuesta está en que por medio
de esta aspiración a un lenguaje llano o popular, opera una idealización de las
comunidades primitivas, “coloniales” u “orales” como identidad verdadera de los
nicaragüenses, ideologemas que se podrán hallar en toda la obra de Coronel.
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