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¿Revolución o reforma?

El proceso revolucionario como construcción de un nuevo


paradigma frente al imperialismo norteamericano. Caso Bolivia y Cuba

Reyes Arcos, Tania Belén


20173606

Durante mediados del siglo XX, Latinoamérica atravesó una serie de cambios tanto en su
estructura social como económica. Las revoluciones de corte socialista y nacionalista, signaron
el camino de una generación de gobiernos en pro del pueblo. Sin embargo, no todos los
procesos revolucionarios que se sucedieron en aquella época fueron similares. Los procesos
revolucionarios de América Latina tuvieron dinámicas propias de acuerdo al espacio
sociocultural en donde se estaban desarrollando. En este sentido, podemos afirmar que
existieron múltiples tendencias ideológicas y teóricas en los líderes revolucionarios. El
marxismo, el maoísmo, el nacionalismo, entre otras corrientes, fueron las principales
tendencias que estos grupos profesaban.
La Revolución Cubana y la Revolución Boliviana fueron dos de los procesos más interesantes y
emblemáticos de América Latina, por tratarse de procesos largos y en contra del imperialismo
norteamericano que, en aquella época, controlaba la economía y la dinámica social de ambos
países. Sin embargo, creemos que estos procesos se distanciaron en la forma de gobierno que
pretendían alcanzar. Mientras en el primero entendían que los cambios político-sociales
debían llegar con una revolución armada; los segundos, entendían los procesos de cambios a
través de gobiernos reformistas. Para identificar qué es lo que entendemos por revolución y
reformismo, emplearemos los criterios propuestos por Rosa de Luxemburgo.

I.- Reformismo vs revolución

En el marco de los debates dentro del Partido Social Demócrata Alemán, Rosa de Luxemburgo
plasmó en Reforma o revolución los lineamientos marxistas que combatirían el reformismo y
refutaban las bases del neokantismo bersteniano. Para la autora, el capitalismo no había
superado su constante tendencia a la crisis, pues los sistemas monopólicos “reformulados” en
beneficio de los trabajadores, no disminuían las contradicciones sociales del sistema; a la
larga, estos agudizaban las diferencias, lo que generaba un constante círculo inacabable de
problemas sociales. Por ello, según la autora, las premisas del socialismo marxista eran válidas.
Es decir, los procesos revolucionarios de corte socialista debían organizarse, en sus
condiciones subjetivas, con la acumulación de fuerzas en el proletariado y, en sus condiciones
objetivas, como una respuesta a las acumulaciones de la propiedad privada y las producciones
bajo las leyes del capitalismo. Asimismo, el papel del estado también fue identificado por Rosa.
Para ella, un estado reformista se volvería capitalista con el pasar del tiempo. El reformismo,
que abogaba por una transformación gradual y progresiva con la ampliación de la democracia
burguesa, no era sino un entrampamiento para la sociedad, pues nunca llegaría la consecución
del socialismo. Las relaciones políticas y jurídicas de este tipo de gobierno, elevaría un muro
insalvable entre las sociedades capitalistas y socialistas; este se vería fortalecido por las
reformas sociales y los procesos democráticos. Así, las estrategias de reformas sociales eran un
obstáculo para la conformación de sociedades nuevas que proponía el socialismo. Solo la
revolución del proletariado sería capaz de remover las bases y transformar el sistema social en
pos del pueblo. Y es precisamente este punto en el que difieren las revoluciones
latinoamericanas. Quizá por eso, algunas supieron perdurar a través de los años, mientras que
otras se diluyeron en el burocratismo y el intervencionismo.

II.-Por una patria libre: respuestas latinoamericanas a la presión del imperialismo


Desde las corrientes independentistas, hasta entrado el siglo XX, las jóvenes repúblicas
latinoamericanas han pasado por múltiples etapas de zozobra política, incentivadas por el
reciente trauma colonialista del que se intentaba salir y el real deseo de control de algunas
potencias mundiales. Es sabido que gran parte de las dictaduras militares persiguieron a la
oposición con ayuda de los EE. UU. Sin embargo, las corrientes socialistas y nacionalistas
lograron abrirse paso con ayuda del masivo apoyo popular para resistir a la influencia opresiva
del llamado imperialismo norteamericano.

Las cuatro revoluciones latinoamericanas más importantes fueron la mexicana de 1910, la


boliviana de 1952, la cubana de 1959 y finalmente la nicaragüense de 1970. De las
características comunes la más resaltante de todos estos movimientos es, sin duda, la
capacidad que tuvieron de cohesionar a diferentes grupos sociales con sus propias
aspiraciones y demandas en una sola fuerza colectiva para obtener cambios drásticos en
terreno político, cultural, económico y social (Grande, Wiurnos, Bidone y Rols, 2014). Los
deseos de independencia llegaban con una fuerte crítica a los espacios nacionales de poder
que se organizaban para cuidar los intereses propios que, a su vez, eran intereses
norteamericanos, por su capital. Los casos más resaltantes fueron el grupo de la Rosca, en
Bolivia: tres grandes familias mineras oligárquicas concentraban la riqueza boliviana y
respondían a capitales norteamericanas (familia Patiño), capital inglés (familia Aramayo) y
capital judío-austriaco (familia Hochschlid). Pero el imperialismo extranjero no solo se tradujo
en concentraciones de capital, sino también en concentraciones políticas como la Enmienda
Platt en Cuba, apéndice dentro de la constitución cubana, en épocas de ocupación militar
norteamericana (1899-1902). A pesar de que esta situación fue desestimada en la década del
30, el intervencionismo continuó mediante la imposición de capitales y mediante el apoyo a las
dictaduras militares.

Como se ha observado, los capitales extranjeros y el intervencionismo norteamericano,


encontraron terreno fértil en una Latinoamérica joven, pero también este tipo de actitudes
crearon las condiciones para las revueltas y las revoluciones populares en pos de una patria
libre. Tal y como menciona Theda Skocpol, las revoluciones tienen como característica
fundamental un cambio radical y rápido de las estructuras socioculturales, donde el rol del
Estado es esencial en el surgimiento y en los resultados de la revolución, y donde el contexto
internacional es óptimo para llevar a cabo el proceso. Cuba y Bolivia fueron dos de los países
latinoamericanos que se inscribieron, en primera instancia, en estos lineamientos.

III.- ¡Patria o muerte!: Fidel y el paradigma de resistencia cubana


Hacía finales del siglo XIX, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, a fin de liberar
Cuba y Puerto Rico del dominio norteamericano. Sin embargo, no es sino hasta 1959, con el
levantamiento de la población cubana al mando de Fidel Castro, que el país experimenta una
verdadera independencia.
Si bien existieron gobiernos que pretendieron la reivindicación de los derechos sociales de los
menos favorecidos como el periodo de Gerardo Machado en 1924, quien favorecía demandas
reformistas, pero sin tocar los intereses norteamericanos, los intentos de corte reformista
terminaron por alejar al pueblo de una revolución que reformulase el sistema estructural en el
que se desenvolvían.
Con el apoyo de los movimientos sindicales, la sociedad civil y el Movimiento 26 de Julio, la
mañana del 1 de enero del 1959, Cuba inicia un periodo revolucionario a fin de liberarse del
yugo norteamericano. La concepción política que este proceso revolucionario inicial traía
consigo era una mezcla de nacionalismo, leninismo y pensamiento fidelista; después, la Cuba
castrista sería de un marcado corte socialista y marxista.
Castro comprendía la necesidad de “crear” un enemigo único y oscuro contra el que el
gobierno revolucionario debía batallar; de esta manera, no solo creó sobre sí la idea de héroe
mítico, sino que empleó tácticas políticas y culturales para que la población identificase a USA
como el gran enemigo de la patria nueva. En este sentido, Fidel Castro como líder y figura de
central de la revolución cubana, creó el paradigma de la revolución entorno a la idea de una
patria que se debía defenderse frente al imperialismo norteamericano que deseaba desbaratar
a la nación cubana.

IV.- Reivindicación étnica como vehículo para el nuevo paradigma nacional: Gobiernos
reformistas en Bolivia
Los antecedentes de este proceso revolucionario en Bolivia, se remontan a la Guerra del
Chaco, pues esta experiencia facilitó y difundió el conocimiento en el manejo de armas por
parte de la sociedad civil. A partir de esta situación, los diversos sindicatos obreros y mineros
se unieron a las milicias revolucionarias generando una militarización social. La conformación y
politización del MNR, generaban un marcado ambiente nacionalista en gran parte de la
sociedad y un resentimiento hacia las élites entreguistas. Hacia 1945, con el gobierno de
Gualberto Villarroel, se formó el primer congreso indígena de donde se darían algunas
modificaciones en el terreno agrario: se eliminaba el pongaje, se ampliaba la educación
indígena y se daban disposiciones transitorias para mejorar la producción nacional. Vemos
pues, que desde antes de la revolución, existieron gobiernos que, si bien no se asumían de
izquierda, entendían que las reformulaciones de la tierra ayudarían a mejorar la producción
del país eminentemente agrícola.
La revolución de 1952, luego del fraude electoral contra el MNR, fue de corte reformista y
revolucionario. Se formó una alianza heterogénea, con el fin de dar por terminado los
gobiernos militares que hasta entonces se veían sucediendo. Se conforma la COB con lo que se
da un cogobierno de fuerzas entre el MNR y Paz Estenssoro. Dentro de las reformas que este
cogobierno planteó se encontraron la reforma agraria y el proyecto de mestización de la
nación. Quizá, estos sean los puntos más resaltantes, pues mediante la primera se creó un
capitalismo agrario; mientras que con la segunda reforma propuesta por el gobierno de la
revolución, pretendía armonizar las clases sociales extendiendo la idea de una nación unieran
lo blanco y lo indio. La reivindicación étnica en este proceso revolucionario, ofrecía crear una
tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. El gobierno reformista, usó la idea de
fidelización étnica para acabar con las amenazas político-sociales que significaba contar con
una clase oprimida y subalternizada. Sin embargo, los régimenes de propiedad no se vieron
alterados, así como tampoco se vio alterado el modelo burgués que, finalmente, evitó que la
revolución nacional boliviana pudiese crear un modelo social nuevo tal y como sucedió en
Cuba.
V.- Conclusiones
Los ejes paradigmáticos de las revoluciones revisadas, parten de la idea de gobierno que
deseaban plantear. Si bien en ambos casos se trataron, inicialmente, de procesos
nacionalistas; Cuba optó por el camino de la revolución y de replantear una patria y un hombre
nuevo, de allí que el principal eje de sus reivindicaciones fuese la patria como ente que había
que defender. Mientras que en Bolivia, se deseaba crear un sistema reformista de corte
nacionalista, pero sin transformar las bases sociales y los intereses burgueses; por ello, y para
evitar conflictos de clase, se creó la nación mestiza, a fin de unificar a todo el pueblo boliviano
en un sentido de unidad étnica.

BIBLIOGRAFÍA:

Mansilla, H. C. F. (1980). La revolución de 1952 en Bolivia: un intento reformista de


modernización. Revista de estudios políticos, (17), 117-128.
Luxemburgo, R. (2015). Reforma o revolución (Vol. 304). Ediciones Akal.
Popa, Luis. El carisma de Fidel Castro. 1959-1962.

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