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Introducción
I. Los lazos de satanás
VII. Conclusiones
El pueblo de Israel estaba esclavo en Egipto, atado a los lazos del Faraón,
amarrado a las cadenas del duro trabajo.
Introducción
Estaba tan atado, que ya en el desierto, cuando sentía brisas de libertad,
añoraba las cadenas de Egipto: “Mejor nos hubiéramos quedado en Egipto”
(Cfr. Ex 16, 3).
Pero Dios lo atrajo hacia él con cuerdas de amor (Os 11, 4), lo fue atando a
su Palabra y a su presencia santa, y lo liberó con el lazo de Rajab. Se trata
del lazo que esta mujer descolgó por la ventana al lado de la muralla donde
vivía para que los espías de Josué, allí escondidos y protegidos, salieran
ilesos, fueran donde Josué y pudieran tomar Jericó. Por su parte, Rajab
colocó un cordón, otra cuerda de libertad y vida, en su ventana, en señal de
que los israelitas dejarían con vida su casa y su familia, como bien sabemos
que sucedió (Cfr. Jos 2, 8-21).
Así Dios se le reveló al Pueblo como un Dios liberador: “Yo soy Yahveh, tu
Dios, que te saqué del país de Egipto, para que no fueras su esclavo, rompí
las coyundas de tu yugo y te hice andar con la cabeza bien alta” (Lev 27,
13).
Eso que has descubierto en tu vida son los lazos del demonio que no te
dejan ser libre. El demonio no te quiere libre, te quiere esclavo. Pero te
anuncio en esta catequesis que Jesucristo tiene el poder para desatarte. El es
tu liberador.
1 Tim 3,7 habla de los lazos del diablo, pide que el encargado de la
comunidad tenga buena fama para que no caiga en las redes de Satanás; y 2
Tim 2, 26 dice que los lazos del diablo mantienen cautivas a las personas.
¿Cuáles son esos lazos de Satanás?
Los lazos de Satanás son mordazas que atan a hombres y mujeres y los
hacen esclavos del vicio, de las adicciones, del mal. Además de los vicios
nos hace esclavos de obsesiones y enfermedades. El Señor mismo se refiere
a una hija de Abraham a quien Satanás tenía atada hace dieciocho años, y
pregunta: “¿No convenía soltarla de su atadura en Sábado?” (Cfr Lc 13, 15-
16).
Un sordomudo estaba atado por el Maligno, pero cuando Cristo dijo
“Effeta” sobre él, “en seguida se abrieron sus oídos y al instante se soltó la
atadura de su lengua y hablaba correctamente” (Mc 7, 34-35).
Que los pecados son cadenas que atan nos lo dice la Palabra:
“Los pecados del malvado son una trampa para él” (Prov 29, 6).
Por eso decimos que los pecados esclavizan, atan, amarran, amordazan.
Se refiere a todas las cadenas con que el mundo nos atrae y seduce. En
otras palabras, son las seducciones del mundo que encadenan.
Los lazos de Satanás son tentaciones, son trampas, son las redes del
cazador que hacen caer. Satanás es un cazador, es un tramposo. Y el
cazador atrapa las víctimas para darles muerte.
En el Salmo 124 leemos sobre cazadores y sus lazos o redes. Varios pasajes
bíblicos hacen referencia a nuestra alma como un ave: “Nuestra alma
escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo y escapamos”
(Sal 124,7).
• 1 Sam 18, 21: Saúl le ofreció su Hija a David, como esposa: “se la daré
como un lazo… como una trampa, haber si lo matan los filisteos”
• Sal 140, 39: “Los soberbios me ponen trampas, tienden una red bajo mis
pies, y en mi sendero colocan lazos”
• Sal 69, 23; 142. 4; Job 18, 8-9 y 22, 10 son otros textos que aluden al lazo
como trampa.
“Lázaro sal fuera”, y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas.
Jesús les dice: “desátenlo y déjenlo andar”. JESUS DESATA LAS
ATADURAS DE LA MUERTE ( Jn 11, 43ss), también desató de las
ataduras de la muerte al joven hijo único de una pobre viuda y a la hija de
Jairo, y a todos aquellos a quienes resucitó cuando murió en la cruz, pues
cuando murió: “se abrieron los sepulcros y muchos santos que habían
muerto resucitaron y salieron de los sepulcros” (Mt 27, 52-53).
Pero el mismo Cristo fue desatado por Dios de los lazos de la muerte, en el
sepulcro, donde yacía atado por los pecados de los hombres.
Lázaro y Cristo, y todos los resucitados, atados antes por los lazos de la
muerte, pudieron recitar el salmo 18 y profesar que Dios libra de los lazos
de la muerte:
“El que tiene miedo del hombre cae en una trampa, pero el que se
apoya en la verdad, y pone su confianza en el Señor estará seguro y
será puesto en lo alto” (Prov 29, 25)
Renuncia, como lo hiciste el día de tu bautismo, a los lazos de Satanás, a
los lazos del mundo, a los lazos del pecado.
1. El demonio quiso con sus lazos enlazar a Jesús, ponerle una trampa.
Como cuenta el Evangelio (Lc 4, 1ss), lo llevó al desierto y le puso una red,
una trampa, para que sucumbiera. Pero Jesús rompió el lazo y la red de
Satanás. Jesús no sucumbió porque él es quien ha venido a vencer a
Satanás, el príncipe de este mundo. Y de hecho lo venció en el desierto con
la fuerza del Espíritu Santo que lo conducía.
Y ¿cómo venció los lazos de la muerte? Con la fuerza del Espíritu Santo:
“Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en ustedes, aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la
vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes” (Ro 8,
11).
“¿Cómo puede uno entrar en la casa del fuerte (Satanás) y saquear sus
tesoros, si no ata primero al fuerte? Entonces podrá saquear su casa” (Mt
12, 19). Cristo es el hombre más fuerte que ha sujetado a Satanás, y lo
ha saqueado.
Satanás está amarrado como perro rabioso y sólo puede hacerle mal al
incauto que se le acerque o entre en sus terrenos.
El Señor es el único que tiene poder, el poder del Espíritu, para atar al
demonio, por medio de sus ángeles:
Dios nos libra de los lazos y de la red del cazador. Esto es lo que nos
afirma su Palabra:
Es significativa la escena entre Sansón y Dalila que nos cuenta Jue 16.
Sansón es atado en varias ocasiones: atado con cuerdas de ramas sin secar,
con cuerdas nuevas sin usar, con cuerdas entrenzadas con su cabellera… Y
de las tres lo libra el Señor, porque el Señor estaba con él, dice la Palabra.
Pero cuando le cuenta el secreto a Dalila de su fortaleza, y le cortan el
cabello, pierde sus fuerzas, los filisteos lo aprisionan, porque el Señor lo
había abandonado, recalca la Palabra. El objetivo de este pasaje es
mostrarnos que quien nos libra de las ataduras del Maligno es el Señor
Dios.
“¿No desatan de su pesebre ustedes a sus bueyes y burros los sábados para
llevarlos a abrevar? Y a ésta que no es un buey ni un asno sino una hija de
Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no está bien
desatarla de esta ligadura en día de sábado?” (Cfr Lc 13, 10-17).
La lección es clara: el diablo ata pero Dios desata. El Señor desata del
lazo del pecado, de los lazos de la muerte, de los lazos del Maligno ( Jer 40,
4), el Señor es nuestro liberador.
Y ese Dios que desata nos manda a desatar a los demás de los lazos del
mal:
Los lazos de Dios son lazos de Ternura como dice Oseas 11, 4:
“Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor y de ternura, y fui
para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les
di de comer”
Ese es Dios, el que nos atrae hacia él a punta de amor, de cariño, de perdón,
de bondad y misericordia.
Los lazos de Dios son lazos de corrección como los que usó Jesús en el
templo ( Jn 2), o cuerdas de advertencia o aflicción ( Job 36, 8) para señalar
las llamadas de atención que nos hace a los hombres, para denunciar
nuestras acciones y delitos, como advertencias de Dios:
Dios le dio a la Iglesia el poder para atar y desatar (Mt 16, 19; Mt 18, 18),
la convirtió en lazo por medio del cual podemos unirnos a El.
Por medio de la Iglesia somos atraídos a Dios, unidos a él. Ella ha sido
constituida pescadora de hombres, para ayudarle a Cristo a extender su red
y atrapar hombres para él. Mientras Satanás es un cazador y atrapa con su
red víctimas para darles muerte, Cristo es un pescador que a través de la
Iglesia, busca con su red atrapar peces para darles vida, para llevarlos a
vivir en el océano de aguas límpidas y frescas.
La Iglesia debe actuar como Cristo Buen Pastor para atrapar con lazos de
amor y misericordia a las ovejitas y llevarlas al redil de Jesús, hasta que
haya “un solo rebaño bajo el cayado de un solo pastor” ( Jn 10, 16; Cfr. Jn
11, 52).
Pide Espíritu Santo, el lazo que une al Padre y al Hijo, y el que unió a Dios
con el hombre en el vientre de María, y el que, en la Iglesia, aunque tan
diversos los servicios, los carismas y ministerios, hace la unidad
En resumidas cuentas:
Entre los lazos de Dios hay uno que quiero resaltar de manera especial:
los lazos de María.
Sobre el poder del Rosario invito a leer mi librito “El Rosario tiene poder”
María Desatanudos
Unámonos a María por medio del rezo y contemplación de los misterios del
Santo Rosario. Pero sobre todo démonos a ella con confianza, creyendo que
el Espíritu Santo la capacitó, como intercesora poderosa, para ayudarnos a
desatar los nudos que aprisionan nuestra vida.
SALMO 31
Señor, en ti busco protección;
¡no me defraudes jamás!
¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!
Dígnate escucharme;
¡date prisa, líbrame ya!
Sé tú mi roca protectora,
¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!
¡Tú eres mi roca y mi castillo!
Salmo 124
Salmo 18
Salmo 141
Oración de David
VII. Conclusiones
PRIMERA CONCLUSION:
1. Estar en la presencia del Señor con traje de boda, es decir, llenos de amor
y de alegría. De lo contrario nos va a decir: “cómo has entrado aquí sin
traje de boda. Atenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera”
(Mt 22, 12-13).
2. No escandalizar a nadie sino ser siempre buen testimonio para los otros:
“al que escandalice a un menor más le valdría que le ataran una piedra de
molino en el cuello y lo lanzaran al mar”… (Mt 18, 6).
5. Perdonar al prójimo: “Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor;
quien insiste en ella, aleja al amigo” (Prov 17, 9).
Las cuerdas de Amor, hacen que las personas poco a poco vayan cediendo
al poder del Amor de Dios y se rompan las cadenas que tienen al alma
prisionera, enferma, herida, hundida…
Por eso nos atrae con lazos de ternura y amor hacia él. El nos ha dicho que
si no estamos unidos a él no daremos fruto.
Y los lazos por los que nos podemos mantener unidos a Cristo son:
Palabra
Sacramentos
Visita al Santísimo
Oración
Sacramentales
Dirección espiritual
Retiros y momentos de silencio
Devoción mariana
Lectura hagiofráfica
Austeridad
Obras de amor y misericordia
Cumplir las reglas del propio estado: como cristiano, laicos, presbítero,
religioso, casado…
Un gran modelo de unión a Cristo es Pablo. Primero estaba bien separado
de él, pero cuando lo conoció se unió a él para siempre y llega a decir: “Yo
estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús” (Hch 21, 13).
Pablo habla muchas veces de que tiene cadenas por Cristo, que no se
avergüenza de sus cadenas, que son para el bien de Israel, que es embajador
del Evangelio entre cadenas (Hch 26, 29; 28, 20; Ef 6, 20; 2 Tim 1, 16).
Por eso con toda autoridad Pablo nos puede enseñar: “El que se une al
Señor se hace un solo espíritu con él” (1 Cor 6, 17).
Eso es lo que nos pide cuando nos dice que nos amemos los unos a los
otros y cuando ora al Padre pidiendo: “Que todos sean uno” ( Jn 17).
Por eso el mandamiento único que nos dejó fue amar a Dios sobre todo. Y
San Pablo dirá que Dios ha derramado el amor en nuestros corazones con el
Espíritu Santo que se nos ha dado (Ro 5, 5) para que con ese lazo del amor
del Espíritu amemos a Dios y estemos unidos a él.
Quiere el Señor pues que estemos íntimamente unidos en el amor para que
alcancemos la riqueza del pleno conocimiento del misterio de Dios que es
amor (Col 2, 2).
1. El diablo seduce:
“No te dejes seducir por la belleza de una mujer ni codicies lo que posee”
(Sir 25, 21).
2. Dios seduce:
Recuerda que el mismo Jesús comparó el reino de los cielos con una red:
“También sucede con el reino de los cielos lo mismo que con una red que
echan al mar y recoge toda clase de peces, una vez llena, los pescadores la
sacan a la playa, se sientan, seleccionan los buenos en canastas, y tiran los
malos” (Mt 13, 47-48). El nos está insistentemente seduciendo para que
caigamos en sus redes, pero como buenos peces.
La gran paradoja es: si quieres ser libre, déjate atrapar por Cristo, cae en
sus redes. El que vive atado a Cristo es libre, pues “para ser libres nos
liberó Cristo. Manténganse pues firmes. No se dejen oprimir nuevamente
bajo el yugo de la esclavitud” (Gal 5,1).