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Lazos que liberan

(Curso para ser


libres)

P. Carlos Triana CJM

Contenido

Introducción
I. Los lazos de satanás

1. Los lazos de Satanás son mordazas que atan


2. Los lazos de Satanás son las ligaduras del pecado
3. Los lazos de Satanás son cuerdas de vanidad
4. Los lazos de Satanás son trampas, son redes
5. Los lazos de Satanás son los lazos de la muerte

II. Dios ata a satanás

III. Dios desata de los lazos de satanás

IV. Los lazos de dios


1. Los lazos de Dios son lazos de Alianza
2. Los lazos de Dios son lazos de ternura
3. Los lazos de Dios son lazos de amor
4. Los lazos de Dios son lazos de corrección
5. Los lazos de Dios son los lazos de la Palabra
6. Los lazos de Dios son los lazos de la Iglesia
7. Los lazos de Dios se resumen en Espíritu Santo

V. Los lazos de maría


• María Desatanudos

VI. Oraciones para vencer los lazos de satanás

VII. Conclusiones

H ay dos clases de lazos:


1. Los que te flagelan y castigan, los que te amordazan, los que te detienen,
los que te esclavizan, los que te dominan, los que te ahorcan o matan… Son
los lazos del verdugo, lazos satánicos.

2. Los que te sostienen para que no caigas y te salvan de la muerte


(pregúntenle al alpinista), los que te sacan de la fosa donde has caído, los
que te ayudan a ascender, los que como resorte te impulsan, los que te
atraen hacia la persona amada, los que te corrigen, los que te unen en amor
(lazo matrimonial)…Son los lazos del Amado, lazos de Dios.

Los primeros atan y aprietan, sofocan y asfixian… Los segundos salvan y


dan libertad.

El pueblo de Israel estaba esclavo en Egipto, atado a los lazos del Faraón,
amarrado a las cadenas del duro trabajo.

Introducción
Estaba tan atado, que ya en el desierto, cuando sentía brisas de libertad,
añoraba las cadenas de Egipto: “Mejor nos hubiéramos quedado en Egipto”
(Cfr. Ex 16, 3).

Pero Dios lo atrajo hacia él con cuerdas de amor (Os 11, 4), lo fue atando a
su Palabra y a su presencia santa, y lo liberó con el lazo de Rajab. Se trata
del lazo que esta mujer descolgó por la ventana al lado de la muralla donde
vivía para que los espías de Josué, allí escondidos y protegidos, salieran
ilesos, fueran donde Josué y pudieran tomar Jericó. Por su parte, Rajab
colocó un cordón, otra cuerda de libertad y vida, en su ventana, en señal de
que los israelitas dejarían con vida su casa y su familia, como bien sabemos
que sucedió (Cfr. Jos 2, 8-21).

Así Dios se le reveló al Pueblo como un Dios liberador: “Yo soy Yahveh, tu
Dios, que te saqué del país de Egipto, para que no fueras su esclavo, rompí
las coyundas de tu yugo y te hice andar con la cabeza bien alta” (Lev 27,
13).

La vida del creyente es como la vida de un alpinista. Un alpinista es el que


tiene que escalar montañas hasta llegar a la cima. La subida es difícil y
peligrosa. Necesita cuerdas que le den seguridad y protección. Las cuerdas
del alpinista son las que garantizan la resistencia y dan seguridad a la
persona que efectúa la escalada. Aunque la persona se resbale, pierda el
equilibrio y se suelte de la pared de la montaña, la cuerda le sostiene y no le
permite caer. Una buena cuerda puede salvar la vida de un alpinista en
peligro, y también es el recurso clave para ascender, para vencer obstáculos
y alcanzar la meta, llegar a la cima donde se siente la libertad.

Pregúntate conmigo al comenzar esta enseñanza, imaginándote que


eres un ave hecha para volar libremente: ¿Qué lazos te tienen
aprisionado? ¿Qué lazos amarran tu vida, como ave atrapada, y no te
dejan ser libre?

Eso que has descubierto en tu vida son los lazos del demonio que no te
dejan ser libre. El demonio no te quiere libre, te quiere esclavo. Pero te
anuncio en esta catequesis que Jesucristo tiene el poder para desatarte. El es
tu liberador.

Ahora pregúntate conmigo, pensando que eres un alpinista llamado a


escalar las montañas de la vida y llegar a la meta, a la cima, al cielo:

¿Cuál es la cuerda que te sirve de apoyo, de sostén, que tiene la resistencia


necesaria para sostenerte sin correr el riesgo de caerte? ¿Cuál es la cuerda
fuerte en que puedes confiar?

No es la cuerda del dinero, ni del éxito, ni de la fama. No es la cuerda de la


ciencia ni siquiera de la religión, entonces ¿cuál es?

A ti te anuncio en esta catequesis que Jesucristo es la cuerda poderosa que


te saca de los abismos de la oscuridad, del pecado y de la muerte donde
hayas caído, y a la vez es el lazo poderoso que te ayuda a escalar bien alto
y llegar hasta el cielo. Sus lazos son lazos que liberan.

Dedico esta catequesis,


que me ha salido del alma,
a quien ha envuelto mi vida
con cuerdas de amor y de ternura.

I. Los Lazos de Satanás


S ATANÁS ES UN CAZADOR QUE TIENDE TRAMPAS

1 Tim 3,7 habla de los lazos del diablo, pide que el encargado de la
comunidad tenga buena fama para que no caiga en las redes de Satanás; y 2
Tim 2, 26 dice que los lazos del diablo mantienen cautivas a las personas.
¿Cuáles son esos lazos de Satanás?

1. Los lazos de Satanás son mordazas que atan

Los lazos de Satanás son mordazas que atan a hombres y mujeres y los
hacen esclavos del vicio, de las adicciones, del mal. Además de los vicios
nos hace esclavos de obsesiones y enfermedades. El Señor mismo se refiere
a una hija de Abraham a quien Satanás tenía atada hace dieciocho años, y
pregunta: “¿No convenía soltarla de su atadura en Sábado?” (Cfr Lc 13, 15-
16).
Un sordomudo estaba atado por el Maligno, pero cuando Cristo dijo
“Effeta” sobre él, “en seguida se abrieron sus oídos y al instante se soltó la
atadura de su lengua y hablaba correctamente” (Mc 7, 34-35).

2. Los lazos de Satanás son las ligaduras del pecado

Por el tentador, entró el pecado en el mundo.

Mc 5, 1ss nos cuenta el episodio de un hombre poseído con un espíritu


impuro que nadie puede atar ni siquiera con cadenas. Es la imagen del
hombre atado con los lazos del pecado. Muchas veces lo habían sujetado
con argollas y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado las
argollas. Entonces se presenta donde Jesús, se postra ante él y grita con
todas sus fuerzas: “no me atormentes”. Pero Jesús le mandó: “Sal de ese
hombre” y el hombre fue liberado.

Que los pecados son cadenas que atan nos lo dice la Palabra:

“Mis pecados los ha visto el Señor;


me han sido atados por él mismo,
y como un yugo pesan sobre mí:
¡acaban con mis fuerzas!
El Señor me ha puesto en manos de gente ante la cual no puedo resistir”
(Lam 1, 14).

“Efraín se ha unido a sus ídolos” (Os 4, 17).


“amarrada está la culpa de Efraín” (Os 13, 12).

“Los pecados del malvado son una trampa para él” (Prov 29, 6).

“Su propia maldad atrapa al malvado, queda preso en los lazos de su


pecado” (Prov 5, 22).

Por eso decimos que los pecados esclavizan, atan, amarran, amordazan.

3. Los lazos de Satanás son cuerdas de vanidad

Los lazos de Satanás son cuerdas de vanidad, son ligaduras de impiedad,


son “coyundas de esclavitud” (Is 58, 6), son “cuerdas de falsedad” (Is 5,
18): “! Ay de los que arrastran la culpa con coyundas de engaños, y el
pecado como con bridas de novilla!” (Is 5, 18).

Se refiere a todas las cadenas con que el mundo nos atrae y seduce. En
otras palabras, son las seducciones del mundo que encadenan.

4. Los lazos de Satanás son trampas, son redes

Los lazos de Satanás son tentaciones, son trampas, son las redes del
cazador que hacen caer. Satanás es un cazador, es un tramposo. Y el
cazador atrapa las víctimas para darles muerte.

En el Salmo 124 leemos sobre cazadores y sus lazos o redes. Varios pasajes
bíblicos hacen referencia a nuestra alma como un ave: “Nuestra alma
escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo y escapamos”
(Sal 124,7).

La imagen del cazador se aplica a Satanás quien está absolutamente


resuelto a destruir a todo creyente que se encamina en santidad y en entrega
total a Jesucristo. Es como un cazador, un león cazando su presa, pues
“anda como león rugiente buscando a quien devorar” (2 Pe 5, 8).

El salmista a propósito de los lazos del cazador, escribe:

• “Guárdame, Oh Dios, de manos del impío; líbrame de hombres injuriosos,


que han pensado trastornar mis pasos. Me ha escondido lazo y cuerdas los
soberbios; han tendido una red junto a la senda; me han puesto lazos.” (Sal
140, 4-5).
• “…En el camino en que andaba, me escondieron lazo.” (Sal 142,3).

• “Me pusieron lazo los impíos, pero yo no me desvié de tus


mandamientos.” (Sal 119,110).

La Biblia lo dice claramente: ¡los poderes demoníacos están trabajando


tendiéndoles trampas a los cristianos, para atraparlos y darles muerte!

Es cierto, Satanás es el gran cazador y para ello tiene un ejército de


cazadores astutos y preparados en la tierra para tentarnos y ponernos
trampas en su nombre:

• Gen 43, 18: “nos han traído para ponernos un lazo…”

• 1 Sam 18, 21: Saúl le ofreció su Hija a David, como esposa: “se la daré
como un lazo… como una trampa, haber si lo matan los filisteos”

• Sal 38, 13: “Los que buscan matarme me tienden lazos”

• Sal 140, 39: “Los soberbios me ponen trampas, tienden una red bajo mis
pies, y en mi sendero colocan lazos”

• Sal 64, 5: “los malvados esconden lazos con astucia”

• Ecl 7, 26: “el pecador queda atrapado en los lazos de la mujer”

• 1 Tim 6:9 “Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en


muchos deseos necios y dañinos que hunden a los hombres en la ruina y en
la perdición”

• Sal 69, 23; 142. 4; Job 18, 8-9 y 22, 10 son otros textos que aluden al lazo
como trampa.

5. Los lazos de Satanás son los lazos de la muerte

Por el pecado entró la muerte en el mundo.


Los lazos del demonio son las ligaduras del Seol, son los lazos de la muerte
(2 Sam 22, 6), como el que llevó a Judas a la horca.

“Lázaro sal fuera”, y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas.
Jesús les dice: “desátenlo y déjenlo andar”. JESUS DESATA LAS
ATADURAS DE LA MUERTE ( Jn 11, 43ss), también desató de las
ataduras de la muerte al joven hijo único de una pobre viuda y a la hija de
Jairo, y a todos aquellos a quienes resucitó cuando murió en la cruz, pues
cuando murió: “se abrieron los sepulcros y muchos santos que habían
muerto resucitaron y salieron de los sepulcros” (Mt 27, 52-53).

Pero el mismo Cristo fue desatado por Dios de los lazos de la muerte, en el
sepulcro, donde yacía atado por los pecados de los hombres.

Lázaro y Cristo, y todos los resucitados, atados antes por los lazos de la
muerte, pudieron recitar el salmo 18 y profesar que Dios libra de los lazos
de la muerte:

“Yahveh mi Roca y mi baluarte,


Mi libertador y mi Dios;
La roca en que me amparo,
Mi escudo y mi fuerza salvadora,
Mi ciudadela y mi refugio.
Invoco a Yahveh, digno de alabanza,
Y me veo libre de mis enemigos.
Las olas de la muerte me envolvían,
Me espantaban los torrentes destructores,
Los lazos del Seol me rodeaban,
Me aguardaban los cepos de la muerte.
En mi angustia grité a Yahveh
Pedí socorro a mi Dios;
Desde su templo escuchó mi voz

Resonó su socorro en mis oídos…


Y me libró de un enemigo poderoso,
De adversarios más fuertes que yo.
Me aguardaban el día de mi ruina
Mas Yahveh fue un apoyo para mí
Me sacó a campo abierto
Me quería y me salvó” (Sal 18).

Medita esta Palabra santa:

“El que tiene miedo del hombre cae en una trampa, pero el que se
apoya en la verdad, y pone su confianza en el Señor estará seguro y
será puesto en lo alto” (Prov 29, 25)
Renuncia, como lo hiciste el día de tu bautismo, a los lazos de Satanás, a
los lazos del mundo, a los lazos del pecado.

II. Dios Ata a Satanás

1. El demonio quiso con sus lazos enlazar a Jesús, ponerle una trampa.
Como cuenta el Evangelio (Lc 4, 1ss), lo llevó al desierto y le puso una red,
una trampa, para que sucumbiera. Pero Jesús rompió el lazo y la red de
Satanás. Jesús no sucumbió porque él es quien ha venido a vencer a
Satanás, el príncipe de este mundo. Y de hecho lo venció en el desierto con
la fuerza del Espíritu Santo que lo conducía.

2. Luego el demonio le agredió con lazos de castigo, de sufrimiento, son


los lazos de la flagelación, los cuales Jesús enfrentó con valentía, lleno de
la fuerza del Espíritu Santo que lo asistía. Más adelante diré que el Espíritu
es el lazo del Padre y del Hijo, es un sello.

3. Luego el demonio lo ató para que lo acusaran: “Los judíos prendieron


a Jesús y le ataron, y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de
Caifás” ( Jn 18, 12-13) “lo ataron y lo llevaron y entregaron al procurador
Pilato” (Mt 27, 2); Anás lo envió atado a Caifás ( Jn 18, 24), y finalmente
fue acusado de forma injusta

4. El demonio lo ató a la cruz, con cuerdas y clavos y después con


lienzos lo ató en un sepulcro… “se cumple así lo que dice Melitón de
Sardes, que Cristo estuvo atado en la persona de Isaac (Gen 22, 8).Pero
Dios rompió el lazo que ataba a su H ijo y lo resucitó, y venció a Satanás.
Con razón, cuando Cristo iba a entregarse a la muerte dijo: “hoy va a ser
echado el príncipe de este mundo” ( Jn 12, 31). Y el día que resucitó bien
pudo aplicarse el salmo 124, 7 “la trampa se rompió y escapé”

Cristo ató a Satanás

Y ¿cómo venció los lazos de la muerte? Con la fuerza del Espíritu Santo:
“Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en ustedes, aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la
vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes” (Ro 8,
11).

Entonces el lazo del demonio no es invencible, ni irrompible… Cristo lo


venció, Cristo lo rompió con la fuerza de su Espíritu. Incluso, Cristo
mismo con su lazo todopoderoso, nos lo afirma el Evangelio, ha atado a
Satanás y lo ha saqueado, le ha quitado lo que ya se había apropiado, a los
hombres, y lo ha vencido:

Jesús fue acusado de obrar milagros por el poder de Beelzebul, príncipe de


los demonios. Entonces dice: “todo reino dividido contra sí mismo queda
asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir.
Si Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿cómo pues,
va a subsistir su reino?” (Mt 12, 24-27), y es en este contexto en el que
Jesús se revela como el hombre más fuerte que Satanás, capaz de atarlo:

“¿Cómo puede uno entrar en la casa del fuerte (Satanás) y saquear sus
tesoros, si no ata primero al fuerte? Entonces podrá saquear su casa” (Mt
12, 19). Cristo es el hombre más fuerte que ha sujetado a Satanás, y lo
ha saqueado.

Satanás está amarrado como perro rabioso y sólo puede hacerle mal al
incauto que se le acerque o entre en sus terrenos.

El profeta Isaías, cuando anuncia el nacimiento del Mesías, lo presenta


como el que vino a liberarnos del yugo: “El pueblo que andaba a oscuras
vio una luz grande, sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz
brilló… porque ha roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que
castigaba sus espaldas, el látigo del opresor que los hería” (9, 1-3).

El Señor es el único que tiene poder, el poder del Espíritu, para atar al
demonio, por medio de sus ángeles:

“Luego vi a un ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave


del abismo y una gran cadena. Dominó al Dragón, la serpiente
antigua – que es el diablo y Satanás – y lo encadenó por mil años. Lo
arrojó al abismo, lo encerró y puso encima los sellos, para que no
seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años.
Después tiene que ser soltado por poco tiempo” (Ap 20, 1-3).

Tú y yo tenemos que unirnos, con un lazo fuerte, a Cristo el Señor y a su


Espíritu, para que junto con él podamos vencer las trampas que Satanás ha
tendido y tenderá en nuestro camino: “El te librará de la red del cazador”
(Sal 91, 3).

Entrégate a Jesús para que con él puedas vencer al Enemigo Malo, a


nuestro Adversario el Diablo, que anda como león rugiente buscando a
quien devorar (2 Pe 5, 8).

III. Dios Desata de los Lazos de Satanás

Dios nos libra de los lazos y de la red del cazador. Esto es lo que nos
afirma su Palabra:

“Diré yo a Dios: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.


Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Por cuanto en mí
ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha
conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; lo libraré y le
glorificaré.” (Sal. 91,2-3, 14-15).

Descubramos cómo varios personajes maravillosos de la historia de la


salvación nos muestran que Dios desata de los lazos de Satanás, y
alegrémonos de su testimonio, y llenémonos de esperanza:

- Un hombre de fe, un salmista cree y nos da testimonio de que Dios justo


rompe las coyundas de los impíos (Sal 29, 4) y por eso pide a Dios que lo
libre de las cuerdas de los soberbios:

“Presérvame de las manos del malvado,


Guárdame del hombre violento,
De los que proyectan trastornar mis pasos,
Y tienden una red bajo mis pies,
De los insolentes que me ocultan lazos
Que me ponen trampas al borde del sendero”
(Sal 140, 5).
- El rey David escapó de la trampa que le habían tendido y oró a Dios,
dándonos así testimonio de que El es quien nos libra de las ataduras del
Maligno:

“Tú, Señor, eres mi protector,


mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite,
mi más alto refugio,
mi salvador.
¡Me salvaste de la violencia!
Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.
“Pues la muerte me enredó en sus olas;
sentí miedo ante el torrente destructor.
La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
En mi angustia llamé al Señor, pedí ayuda a mi Dios, y él me escuchó
desde su templo; ¡mis gritos llegaron a sus oídos!”
(2 Sam 22, 2-7. Esta oración de David es también el salmo 18).

- Los enemigos atan a Sansón y cuando lo van a entregar a los filisteos, el


Espíritu de Dios impregna a Sansón de su poder, las cuerdas se convierten
como en hilo de lino abrasado por el fuego, y las ligaduras de sus manos se
deshacen, entonces toma la quijada de un burro y mata a mil… (Cfr. Jue 15,
12-16). Todo esto nos revela que Dios desata.

Es significativa la escena entre Sansón y Dalila que nos cuenta Jue 16.
Sansón es atado en varias ocasiones: atado con cuerdas de ramas sin secar,
con cuerdas nuevas sin usar, con cuerdas entrenzadas con su cabellera… Y
de las tres lo libra el Señor, porque el Señor estaba con él, dice la Palabra.
Pero cuando le cuenta el secreto a Dalila de su fortaleza, y le cortan el
cabello, pierde sus fuerzas, los filisteos lo aprisionan, porque el Señor lo
había abandonado, recalca la Palabra. El objetivo de este pasaje es
mostrarnos que quien nos libra de las ataduras del Maligno es el Señor
Dios.

- Una escena realmente simbólica para revelarnos que Dios es nuestro


liberador es la de los tres jóvenes de Dios en el horno:

“Nabucodonosor lleno de cólera y con el semblante alterado mandó


encender el horno sietes veces más fuerte que de costumbre, y ordenó que
algunos de los hombres más fornidos de su ejército ataran a Sidac, Misac y
Abdénago y los arrojaran al horno de fuego abrasador”… Ellos oraron: “…
Trátanos conforme a tu bondad y a tu gran misericordia; sálvanos como en
tus maravillosas gestas y engrandece tu fama, Señor… que sea destruido el
poder de los que maltratan a tus siervos y que sepan que tú eres el Señor y
el Dios único, glorioso en toda la tierra”… Entonces el Angel del Señor
bajó al horno, los liberó, expulsó las llamas de fuego e hizo que una brisa
refrescante recorriera el interior del horno, de modo que el fuego no los
tocó lo más mínimo, ni les causó ningún daño o molestia” (Cfr. Dan 3, 20-
50)… y cuando se vieron libres cantaron al Señor: “… Alabad y ensalzad al
Señor, por los siglos, pues nos ha rescatado del abismo, nos ha salvado del
poder de la muerte, nos ha sacado del horno de llamar ardiente, nos ha
sacado de en medio del fuego. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia” (Cfr Dan 3, 88-90).

Entonces Nabucodonosor preguntó. “¿no hemos arrojado al fuego a tres


hombres atados? Pues ahora estoy viendo cuatro hombres desatados
que caminan entre el fuego sin sufrir daño, y el cuarto parece un ser divino”
Entonces el rey los hizo salir y exclamó: “Bendito sea el Dios de Sidrac,
Misac y Abdénago, que ha enviado a su ángel para salvar a sus siervos…
en verdad no hay otro Dios que pueda salvar como éste” (Dan 3, 28-29).

- Y hay una maravillosa escena en el Evangelio que nos muestra a Cristo


como Aquel que vino a desatarnos de las cadenas de Satanás: “Un
hombre estaba atado a un espíritu inmundo… y era alguien que nadie podía
tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado
con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los
grillos, y nadie podía dominarle… Al ver a Jesús se postró ante él. Jesús le
pidió que saliera de ese hombre, Jesús lo desenmascaró, se llamaba legión,
los envió a su lugar, los puercos, animales símbolo de lo impuro, y al
hombre lo encontraron bien vestido, sentado y en su sano juicio” (cfr Mc 5,
1-20).

- Cristo desató en sábado también a una enferma, atada por el demonio


durante dieciocho años. Dice el Evangelio que había una mujer a la que
el demonio tenía atada a la enfermedad hacía dieciocho años; estaba
encorvada y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla tan atada,
Jesús la llamó y le dijo: “mujer quedas libre de tu enfermedad”, y le impuso
las manos y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

El Jefe de la sinagoga se indignó porque Jesús hizo eso en sábado y le dijo


a la gente: “hay seis días en que se puede trabajar, vengan pues esos días a
que los curen”. Es entonces cuando Jesús aprovecha la ocasión para
revelarse como nuestro gran liberador:

“¿No desatan de su pesebre ustedes a sus bueyes y burros los sábados para
llevarlos a abrevar? Y a ésta que no es un buey ni un asno sino una hija de
Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no está bien
desatarla de esta ligadura en día de sábado?” (Cfr Lc 13, 10-17).

Cristo ayudó a Pablo a escapar, como a los israelitas en la casa de Rajab,


para que no lo arrestaran, a través de una cuerda: “Cuando estuve en
Damasco, el gobernador que servía al rey Aretas puso guardias a las puertas
de la ciudad, para que me arrestaran; pero hubo quienes me bajaron en un
canasto por una ventana de la muralla de la ciudad, y así escapé de sus
manos” (2 Cor 11, 32-33).

La lección es clara: el diablo ata pero Dios desata. El Señor desata del
lazo del pecado, de los lazos de la muerte, de los lazos del Maligno ( Jer 40,
4), el Señor es nuestro liberador.

Y ese Dios que desata nos manda a desatar a los demás de los lazos del
mal:

“El ayuno que a mí me agrada consiste en esto:


en que rompas las cadenas de la injusticia
y desates los nudos que aprietan el yugo;
en que dejes libres a los oprimidos
y acabes, en fin, con toda tiranía;
en que compartas tu pan con el hambriento
y recibas en tu casa al pobre sin techo;
en que vistas al que no tiene ropa
y no dejes de socorrer a tus semejantes.
Entonces brillará tu luz como el amanecer
y tus heridas sanarán muy pronto” (Is 58, 6).

Dios nos manda a que no esclavicemos a nadie y a que no seamos


instrumentos de Satanás para atar a las personas. Pues para ser libres nos
liberó Cristo (Gal 5, 1).
Meditemos esta Palabra santa:

La enseñanza del sabio es fuente de vida y libra de los lazos de la muerte


(Prov 13,14).
El temor del Señor es fuente de vida y libra de los lazos de la muerte (Prov
14, 27).

IV. Los Lazos de Dios

NUESTRO DIOS ES UN DIOS LIBERADOR, NOS ATRAE HACIA EL


CON LAZOS DE AMOR

Los lazos de Satanás dispersan, alejan, duelen, humillan… ahora


contemplemos los lazos con que Dios nos atrae hacia El.

1. Los lazos de Dios son lazos de Alianza

El primer gran lazo de Dios es la Alianza. La Alianza que hace con su


pueblo es un gran lazo de amor. A través de él se une a su pueblo y lo atrae
hacia Sí. La Alianza es un lazo profundo y personal que une a Dios y a su
pueblo, y Dios renovó ese lazo de manera definitiva en la Nueva Alianza
que hizo a través de Jesucristo.

En Cristo Dios quedó unido plenamente a nosotros y nosotros a él. ¡Qué


gran misterio! El cielo y la tierra se besan, lo humano y lo divino se
entrelazan, Dios y hombre se hacen uno. ¡Qué lazo más maravilloso de
amor! Cristo es el gran lazo que une a Dios y a los hombres, es la Alianza
nueva y eterna.

2. Los lazos de Dios son lazos de ternura

Los lazos de Dios son lazos de Ternura como dice Oseas 11, 4:

“Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor y de ternura, y fui
para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les
di de comer”

Ese es Dios, el que nos atrae hacia él a punta de amor, de cariño, de perdón,
de bondad y misericordia.

3. Los lazos de Dios son lazos de amor


Los lazos de Dios son lazos de amor como canta Pablo en 1 Corintios 13,
que es un lazo más fuerte que la muerte (Cant 8, 6), porque todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, y porque nunca
pasará.

El amor es el lazo de la perfecta unión (Col 3, 14).

4. Los lazos de Dios son lazos de corrección

Los lazos de Dios son lazos de corrección como los que usó Jesús en el
templo ( Jn 2), o cuerdas de advertencia o aflicción ( Job 36, 8) para señalar
las llamadas de atención que nos hace a los hombres, para denunciar
nuestras acciones y delitos, como advertencias de Dios:

“Dios es poderoso e inmensamente sabio,


y no desprecia al inocente.
No perdona la vida al malvado,
pero hace justicia a los pobres;
siempre protege a los hombres rectos;
afirma a los reyes en sus tronos,
y los mantiene en alta posición.
Pero si son sujetados con cadenas
y el dolor los atormenta,
Dios les hace ver el mal que cometieron
y cómo se dejaron llevar por el orgullo.
Les habla para corregirlos
y pedirles que dejen su maldad.
Si le hacen caso y se someten,
gozan de dicha y felicidad
por el resto de sus días.
Pero si no hacen caso,
mueren y bajan al sepulcro
antes de que puedan darse cuenta” ( Job 36, 5-12)

En este mismo sentido podemos entender el siguiente texto:

“Si se apartan del Señor y se unen a estos pueblos, Dios no seguirá


expulsando de ustedes a estos pueblos, sino que los convertirá en red, lazo,
látigo en sus espaldas y espinas en sus ojos, hasta que desaparezcan de esta
tierra buena que Dios les ha dado” ( Jos 23, 13).

5. Los lazos de Dios son los lazos de la Palabra


Dios mismo ha querido que su Palabra sea como un lazo que atemos como
una brújula a nuestra vida para que nos dirija y oriente:

“Grábense estas palabras en la mente y en el pensamiento; átenlas como


señales en sus manos y en su frente. Instruyan a sus hijos hablándoles de
ellas tanto en la casa como en el camino, y cuando se acuesten y cuando se
levanten. Escríbanlas en los postes y en las puertas de su casa, para que su
vida y la de sus hijos en la tierra que el Señor prometió dar a sus
antepasados sea tan larga como la existencia del cielo sobre la tierra” (Deut
11, 18-21).

Vivir atado a la Palabra de Dios es principio de sabiduría, ella debe


constituirse para el creyente en el vademécum, en aquello que siempre debe
cargar, a lo que deben estar siempre unidos con gusto y alegría:

Escucha, hijo, y acepta mi enseñanza;


no rechaces mis consejos.
Acepta la sabiduría como cadenas para tus pies
y como yugo para tu cuello.
Recíbela como una carga sobre tus hombros,
y no rechaces sus ataduras.
Acércate a ella de todo corazón,
y sigue su camino con todas tus fuerzas.
Síguele los pasos, búscala, y la encontrarás;
cuando la tengas, ya no la sueltes.
Al fin ella te dará descanso
y se convertirá en tu alegría.
Sus cadenas serán tu protección,
y sus ataduras, tu adorno precioso.
Su yugo será diadema de oro,
y sus cuerdas, cintas de púrpura.
Te la pondrás como traje precioso,
y te adornarás con ella como con una espléndida corona.
(Prov 6, 23-31).

6. Los lazos de Dios son los lazos de la Iglesia

Dios le dio a la Iglesia el poder para atar y desatar (Mt 16, 19; Mt 18, 18),
la convirtió en lazo por medio del cual podemos unirnos a El.
Por medio de la Iglesia somos atraídos a Dios, unidos a él. Ella ha sido
constituida pescadora de hombres, para ayudarle a Cristo a extender su red
y atrapar hombres para él. Mientras Satanás es un cazador y atrapa con su
red víctimas para darles muerte, Cristo es un pescador que a través de la
Iglesia, busca con su red atrapar peces para darles vida, para llevarlos a
vivir en el océano de aguas límpidas y frescas.

La Iglesia debe actuar como Cristo Buen Pastor para atrapar con lazos de
amor y misericordia a las ovejitas y llevarlas al redil de Jesús, hasta que
haya “un solo rebaño bajo el cayado de un solo pastor” ( Jn 10, 16; Cfr. Jn
11, 52).

7. Los lazos de Dios se resumen en Espíritu Santo

El Espíritu Santo es un lazo, une al Padre y al Hijo, es vínculo de unidad.


Pues hay diversos servicios y diversos ministerios, pero un solo Espíritu
que da cohesión a todo ello. El Espíritu es un sello que une a Dios con el
hombre, al cuerpo con la Cabeza, a la rama con el tronco.

Por eso se nos pide “guardar la unidad del espíritu”


(Ef 4,3).

Pide Espíritu Santo, el lazo que une al Padre y al Hijo, y el que unió a Dios
con el hombre en el vientre de María, y el que, en la Iglesia, aunque tan
diversos los servicios, los carismas y ministerios, hace la unidad

En resumidas cuentas:

Satanás es un cazador, tiene lazos y redes para atrapar hombres y mujeres.


Y él caza a sus víctimas para darles muerte.

Cristo, el Dios encarnado, es un pescador, tiene lazos y redes para atrapar


pescados, hombres y mujeres que nadan en el sucio lago del mundo. Pero el
pescador no vino a darles muerte a los pescados, sino a darles vida y vida
abundante ( Jn 10, 10). Este pescador quiere atrapar muchos pescados (Cfr.
La pesca milagrosa y abundante donde las barcas casi se hundían según Lc
5, 1-11), para llevarlos al mar del cielo, al océano de aguas límpidas y
azules, para que tengan vida nueva. Y este pescador les dijo a otros
pescadores: “Desde ahora en adelante serán pescadores de hombres” (Mt 4,
19) Con estas palabras definió la misión de la Iglesia: ayudarle a Cristo a
extender redes de misericordia, lazos de amor en el mundo, para atrapar
muchos hombres y mujeres para la vida eterna.
Los lazos de Dios son lazos que liberan, son lazos que dan vida, son lazos
que salvan. Déjate atrapar por el Señor Dios, y colabórale en la tarea de
atrapar almas para el cielo.

V. Los Lazos de María

Entre los lazos de Dios hay uno que quiero resaltar de manera especial:
los lazos de María.

Los lazos de María son fundamentalmente el Rosario y el escapulario.

Alguien bellamente comparó el rosario con un lazo que nos ayuda a


unirnos a todos los hombres entre sí y a todos los hombres con Jesús y
María.

El Rosario es un lazo maravilloso que nos puedes, a los alpinistas, ayudar a


escalar hacia el cielo.

Sobre el poder del Rosario invito a leer mi librito “El Rosario tiene poder”

María nos une a Cristo


María nos une a la Iglesia
María nos une al cielo
María une nuestra familia
En ella se dio la unión de Dios y del hombre.

María Desatanudos

La devoción a María es un arma poderosa para desatar los nudos de nuestra


existencia, especialmente a través del rezo del santo rosario. Por eso a
María se la ha llamado maravillosamente la Desatanudos. En la imagen que
a continuación presentamos, podemos verla con un lazo, los lazos con que
el demonio ha enredado nuestra vida y la ha llenado de nudos. Ella
pacientemente desata esos nudos. Ella ha recibido un poder especial del
Espíritu para ayudar a los hijos de Dios.

Las madres siempre están desatando nudos en el hogar. María Santísima, la


mejor de las madres, conoce muy bien los nudos que nos atan a pecados y a
problemas que parecen no tener solución. Como la vemos en la pintura, ella
desata nuestros nudos. Toma pues el lazo de Rosario para que ella tome los
lazos de tu vida llenos de nudos.
Nuestra Señora desatadora de nudos es la que nos ayuda, con su poder e
intercesión, a desatar nuestros males y aflicciones. Es que los problemas de
nuestra vida en general son como nudos, enredos, intrigas que sumergen
nuestra vida en dificultades, la enredan, la atan. Y ella que es nuestra
esperanza, nuestro refugio, nuestra consoladora, nuestra madre… se
empeña en desatar los nudos de nuestra vida.

Unámonos a María por medio del rezo y contemplación de los misterios del
Santo Rosario. Pero sobre todo démonos a ella con confianza, creyendo que
el Espíritu Santo la capacitó, como intercesora poderosa, para ayudarnos a
desatar los nudos que aprisionan nuestra vida.

Carguemos el Rosario y un escapulario. Dejémonos atrapar por estos lazos


marianos que nos unen a Cristo y a su salvación.

Promovamos también cadenas de oración. La oración hecha por hombres y


mujeres, con un mismo corazón y un mismo sentir, se convierte en una
cadena, en un lazo que lleva a los hombres al cielo, que los hace escalar
hacia Dios, que atrae para ellos la bendición del Señor.

VI. Oraciones para vencer los lazos de


Satanás

SALMO 31
Señor, en ti busco protección;
¡no me defraudes jamás!
¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!
Dígnate escucharme;
¡date prisa, líbrame ya!
Sé tú mi roca protectora,
¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!
¡Tú eres mi roca y mi castillo!

¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre!


¡Sácame de la trampa que me han tendido,
pues tú eres mi protector!
En tus manos encomiendo mi espíritu;
¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!
Odio a los que adoran ídolos inútiles.
He puesto mi confianza en el Señor.
Tu amor me trae gozo y alegría.

Tú has visto mis tristezas,


conoces mis aflicciones;
no me entregaste en manos del enemigo;
¡me hiciste poner pie en lugar seguro!

Señor, ten compasión de mí,


pues estoy en peligro.
El dolor debilita mis ojos,
mi cuerpo, ¡todo mi ser!
¡El dolor y los lamentos
acaban con los años de mi vida!
La tristeza acaba con mis fuerzas;
¡mi cuerpo se está debilitando!

Soy el hazmerreir de mis enemigos,


objeto de burla de mis vecinos,
horror de quienes me conocen.
¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle!
Me han olvidado por completo,
como si ya estuviera muerto.
Soy como un jarro hecho pedazos.
Puedo oír que la gente cuchichea:
“Hay terror por todas partes.”
Como un solo hombre, hacen planes contra mí;
¡hacen planes para quitarme la vida!

Pero yo, Señor, confío en ti;


yo he dicho: “¡Tú eres mi Dios!”
Mi vida está en tus manos;
¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen!
Mira con bondad a este siervo tuyo,
y sálvame, por tu amor.
A ti clamo, Señor;
¡no me hundas en la vergüenza!
¡Hunde en la vergüenza a los malvados;
húndelos en el silencio del sepulcro!
Queden en silencio los labios mentirosos,
que hablan con burla y desprecio,
y ofenden al hombre honrado.
¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te
honran!

La guardas como un tesoro


y, a la vista de los hombres,
la repartes a quienes confían en ti.
Con la protección de tu presencia
los libras de los planes malvados del hombre;
bajo tu techo los proteges
de los insultos de sus enemigos.

Bendito sea el Señor, que con su amor


hizo grandes cosas por mí
en momentos de angustia.

En mi inquietud llegué a pensar


que me habías echado de tu presencia;
pero cuando te pedí ayuda,
tú escuchaste mis gritos.

Amen al Señor, todos sus fieles.


El Señor cuida de los sinceros,
pero a los altaneros
les da con creces su merecido.
Den ánimo y valor a sus corazones
todos los que confían en el Señor.

Salmo 124

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte


—que lo diga ahora Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando los hombres se levantaron para
atacarnos,
nos habrían tragado vivos
al encenderse su furor contra nosotros.
Entonces las aguas nos habrían arrastrado;
¡un río habría pasado sobre nosotros!
¡Entonces las aguas turbulentas
habrían pasado sobre nosotros!
¡Bendito sea el Señor,
que no dejó que nos despedazaran con sus dientes!
Nos hemos escapado de la trampa
como un ave que escapa del cazador;
la trampa se rompió, y nosotros escapamos.
La ayuda nos viene del Señor,
creador del cielo y de la tierra.

Salmo 18

“Yahveh mi Roca y mi baluarte,


Mi libertador y mi Dios;
La roca en que me amparo,
Mi escudo y mi fuerza salvadora,
Mi ciudadela y mi refugio.
Invoco a Yahveh, digno de alabanza,
Y me veo libre de mis enemigos.
Las olas de la muerte me envolvían,
Me espantaban los torrentes destructores,
Los lazos del Seol me rodeaban,
Me aguardaban los cepos de la muerte.
En mi angustia grité a Yahveh
Pedí socorro a mi Dios;
Desde su templo escuchó mi voz
Resonó su socorro en mis oídos…
Y me libró de un enemigo poderoso,
De adversarios más fuertes que yo.
Me aguardaban el día de mi ruina
Mas Yahveh fue un apoyo para mí
Me sacó a campo abierto
Me quería y me salvó

Salmo 141

Señor, Señor, mis ojos están puestos en ti.


En ti busco protección: no me abandones.
Líbrame de la trampa que me han puesto;
líbrame de la trampa de los malhechores.
Que caigan los malvados en su propia red,
mientras yo sigo adelante.
Oraciones a Nuestra Señora Desatanudos

Santa María desatadora de nudos


Santa María, llena de la presencia de Dios,
durante los días de tu vida aceptaste con
toda humildad la voluntad del Padre,
y el Maligno nunca fue capaz de enredarte con
sus confusiones.
Ya junto a tu Hijo
intercediste por nuestras dificultades y,
con toda sencillez y paciencia,
nos diste ejemplo de cómo desenredar
la madeja de nuestras vidas.
Y al quedarte para siempre como
Madre Nuestra, pones en orden y haces más
claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra,
Tú que con corazón materno desatas los
nudos que entorpecen nuestra vida
te pedimos que nos recibas en tus manos
y que nos libres de las ataduras y confusiones
con que nos hostiga el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo,
líbranos de todo mal, Señora Nuestra
y desata los nudos, que impiden nos unamos a Dios,
para que libres de toda confusión y error,
lo hallemos en todas las cosas,
tengamos en El puestos nuestros
corazones y podamos servirle
siempre en nuestros hermanos. Amén

Santa María, Madre de Dios, Virgen llena de gracia,


eres la desatadora de nuestros nudos.
Con tus manos rebosantes del amor de Dios, desatas
los obstáculos y te conviertes en camino directo
hacia el amor de Dios.
Desata, virgen y madre, santa y admirable, todos los
nudos que nosotros mismos nos hacemos por voluntad
propia y todos aquellos que se cruzan en nuestros
caminos y nos impiden avanzar.
Pon tus ojos en ellos e ilumínalos, para que todos
los nudos se tornen transparentes y, llenos de
gratitud, podamos con tus manos desatar lo que
parece imposible.
Nuestra Señora desatanudos, ruega por nosotros que
recurrimos a ti. Amén.

Oración de David

“Tú, Señor, eres mi protector,


mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite,
mi más alto refugio,
mi salvador.
¡Me salvaste de la violencia!
Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.
“Pues la muerte me enredó en sus olas;
sentí miedo ante el torrente destructor.
La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
En mi angustia llamé al Señor,
pedí ayuda a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mis gritos llegaron a sus oídos!

(2 Sam 22, 2-7. Esta oración de David es también el salmo 18).

VII. Conclusiones

PRIMERA CONCLUSION:

Esta hermosa enseñanza nos debe mover a varios compromisos:

1. Estar en la presencia del Señor con traje de boda, es decir, llenos de amor
y de alegría. De lo contrario nos va a decir: “cómo has entrado aquí sin
traje de boda. Atenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera”
(Mt 22, 12-13).
2. No escandalizar a nadie sino ser siempre buen testimonio para los otros:
“al que escandalice a un menor más le valdría que le ataran una piedra de
molino en el cuello y lo lanzaran al mar”… (Mt 18, 6).

3. No ponerles trampas a los demás, no hacerlos caer, no enredarles la vida


a los otros ni hacérsela más pesada: “los fariseos atan cargas difíciles de
llevar y ellos ni con el dedo quieren moverlas” (Mt 23, 4).

4. Al contrario, extender cuerdas de amor hacia las personas que nos


rodean: “Ata a tu cuello el amor y la lealtad, grábalas en la tablilla de tu
corazón, y así obtendrás estima y aceptación ante Dios y ante los hombres”
(Prov 3, 3-4).

5. Perdonar al prójimo: “Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor;
quien insiste en ella, aleja al amigo” (Prov 17, 9).

En fin, extender lazos de paciencia, prudencia, sabiduría, respeto hacia los


demás; extender cuerdas de servicio para ayudarla a todo el mundo con
amor y misericordia

Las cuerdas de Amor, hacen que las personas poco a poco vayan cediendo
al poder del Amor de Dios y se rompan las cadenas que tienen al alma
prisionera, enferma, herida, hundida…

Debemos procurar extender cuerdas de Amor a cinco niveles: cuerdas de


amor para con Dios, cuerdas de amor para con el prójimo, cuerdas de amor
para consigo mismo, cuerdas de amor para con nuestros enemigos. Es muy
fácil extender cuerdas de Amor al que nos ama, pero Dios dice “amen a
sus enemigos, y oren por los que los persiguen” (Mt 5, 44) “Bendigan a los
que los maldicen” (Lc 6, 28), y finalmente cuerdas de amor para con la
naturaleza, para con el universo y nuestro planeta tierra.

Recuerda: Jesucristo es nuestra cuerda de amor perfecta, con El eres


más que vencedor. El nos dice: “Vengan a mí los que están fatigados y
sobrecargados y yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo y
aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso
para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30)
Se refiere al nuevo “yugo de la ley”, a unirse a su doctrina que es más
suave y sabrosa, es la doctrina de las bienaventuranzas, la doctrina del
amor y de la misericordia.
Mientras, como dice el salmista, “los príncipes conspiran contra el Señor y
su Ungido: rompamos sus ataduras, librémonos de su yugo” (Sal 2, 2-3),
nosotros los cristianos replicamos: “Nunca dejes Señor que se rompa la
atadura que nos tiene a ti unidos, únenos más a tu yugo, queremos estar
asidos a tu yugo, envuélvenos con tus lazos, haznos caer más y más en tus
redes de misericordia, atráenos más y más a ti con cuerdas de amor. Amén”

SEGUNDA CONCLUSION: Esta maravillosa enseñanza nos recuerda


la gran verdad de la comunión:

1. Cristo quiere que estemos unidos a él

Por eso nos atrae con lazos de ternura y amor hacia él. El nos ha dicho que
si no estamos unidos a él no daremos fruto.

Tenemos que estar unidos a él porque nosotros somos sus miembros y él es


nuestra cabeza, y los miembros deben estar unidos a su cabeza: lo
importante es mantenernos unidos a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo,
por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición y cohesión para
realizar su crecimiento en Dios (Col 2, 19).

Debemos estar unidos a él porque somos sus ramas y él es el tronco,


nosotros los sarmientos y él es la vid.

Y los lazos por los que nos podemos mantener unidos a Cristo son:

Palabra
Sacramentos
Visita al Santísimo
Oración
Sacramentales
Dirección espiritual
Retiros y momentos de silencio
Devoción mariana
Lectura hagiofráfica
Austeridad
Obras de amor y misericordia
Cumplir las reglas del propio estado: como cristiano, laicos, presbítero,
religioso, casado…
Un gran modelo de unión a Cristo es Pablo. Primero estaba bien separado
de él, pero cuando lo conoció se unió a él para siempre y llega a decir: “Yo
estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús” (Hch 21, 13).
Pablo habla muchas veces de que tiene cadenas por Cristo, que no se
avergüenza de sus cadenas, que son para el bien de Israel, que es embajador
del Evangelio entre cadenas (Hch 26, 29; 28, 20; Ef 6, 20; 2 Tim 1, 16).

Por eso con toda autoridad Pablo nos puede enseñar: “El que se une al
Señor se hace un solo espíritu con él” (1 Cor 6, 17).

Debemos pues unirnos a Cristo “hasta que lleguemos todos a la unidad de


la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a
la plena madurez de Cristo” (Ef 4, 13).

2. Cristo quiere que estemos unidos entre nosotros

Eso es lo que nos pide cuando nos dice que nos amemos los unos a los
otros y cuando ora al Padre pidiendo: “Que todos sean uno” ( Jn 17).

Juan Pablo II murió abogando por una espiritualidadde lazo, una


espiritualidad de comunión en la Iglesia, y repetía: “La Iglesia es la casa de
la comunión”

3. Cristo quiere que por sobre todo estemos unidos a Dios

Por eso el mandamiento único que nos dejó fue amar a Dios sobre todo. Y
San Pablo dirá que Dios ha derramado el amor en nuestros corazones con el
Espíritu Santo que se nos ha dado (Ro 5, 5) para que con ese lazo del amor
del Espíritu amemos a Dios y estemos unidos a él.

Quiere el Señor pues que estemos íntimamente unidos en el amor para que
alcancemos la riqueza del pleno conocimiento del misterio de Dios que es
amor (Col 2, 2).

TERCERA CONCLUSION: Esta catequesis nos hace pensar que tanto


Satanás con sus lazos y redes, como Dios con los suyos, ambos nos
están seduciendo, nos quieren hacer caer en sus redes, nos quieren
atrapar:

1. El diablo seduce:

Sedujo a Eva… a José a través de la mujer de Putifar… a Judas…a


Pedro… nos seduce todos los días con sus tentaciones y ofertas
mundanales.
Por eso la Palabra nos pone advertencia:

“Cuida de no dejarte sobornar,


de no dejarte seducir por el mucho dinero”
( Job 36).

“No te dejes seducir por la belleza de una mujer ni codicies lo que posee”
(Sir 25, 21).

“Cuando alguno se sienta tentado a hacer lo malo, no piense que es tentado


por Dios, porque Dios ni siente la tentación de hacer lo malo, ni tienta a
nadie para que lo haga. Al contrario, uno es tentado por sus propios malos
deseos, que lo atraen y lo seducen. De estos malos deseos nace el pecado; y
del pecado, cuando llega a su completo desarrollo, nace la muerte. (Stg 1,
13-15).

2. Dios seduce:

Sedujo a Abraham, a Moisés, a Jeremías (20), a Oseas, y en general a los


profetas; sedujo a su pueblo y con lazos de amor y ternura lo atrae
dulcemente hacia él, es un enamorador (Os 11, 4). A su amada, su esposa,
al pueblo, le dice: “yo la voy a enamorar, la llevaré al desierto y le hablaré
al corazón” (Os 2, 14).

Dios sedujo a María y a José.

Jesucristo, Dios encarnado, vino a seducirnos:

Sedujo a los discípulos quienes dejándolo todo lo siguieron;

De manera especial seduce a Pedro: “¿Me amas?” Le pregunta tres veces.


Jesús sedujo a Pablo de forma providencial, quien se enamoró locamente
de él, y llegó a vivir encadenado a causa suya: “Por Cristo sufro, hasta
verme encadenado como malhechor” (2 tim 2, 9).

Jesús sedujo a Vírgenes, mártires, santos, religiosos y religiosas; Sedujo a


San Juan Eudes, quien se enamoró de su Corazón amante y misericordioso;
Sedujo a Madre Teresa de Calcuta, a Juan Pablo II; Jesús seduce a laicos:
hombres y mujeres, parejas, jóvenes y adultos;
Y tú ¿te has dejado seducir, enamorar del Señor? ¿O te está seduciendo más
Satanás y el mundo? ¿De quién te estás dejando atrapar?

Recuerda que el mismo Jesús comparó el reino de los cielos con una red:
“También sucede con el reino de los cielos lo mismo que con una red que
echan al mar y recoge toda clase de peces, una vez llena, los pescadores la
sacan a la playa, se sientan, seleccionan los buenos en canastas, y tiran los
malos” (Mt 13, 47-48). El nos está insistentemente seduciendo para que
caigamos en sus redes, pero como buenos peces.

CUARTA CONCLUSION: Con esta sencilla enseñanza, el Señor nos


recuerda que nos quiere libres:

1. Por eso le prometió al pequeño resto fiel, azotado y esclavizada


por Asiria, la potencia enemiga, (y esto es hoy una promesa para
nosotros): “no temas pueblo mío, porque vendrá el día en que te
quitaré la carga de encima del hombro, arrancaré el yugo de tu
cerviz, y el yugo será destruido” (Cfr. Is 10, 24.27).

2. Otra promesa para Israel en el destierro es para nosotros hoy:


“Acontecerá aquél día, oráculo de yahveh, que romperé el yugo
de sobre tu cerviz y tus coyundas arrancaré, y no te servirán más
los extranjeros, sino que Israel y Judá servirán a Yahveh su Dios y
a David su rey, que yo les suscitaré ( Jer 30, 9).

3. “Sabrán que yo soy Yahveh cuando despedace las barras de su


yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados”
(Ez 34, 27).

La gran paradoja es: si quieres ser libre, déjate atrapar por Cristo, cae en
sus redes. El que vive atado a Cristo es libre, pues “para ser libres nos
liberó Cristo. Manténganse pues firmes. No se dejen oprimir nuevamente
bajo el yugo de la esclavitud” (Gal 5,1).

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