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-Marco Iacoboni-
-Giacomo Rizzolatti-
Giacomo Rizzolatti
-Giacomo Rizzolatti-
Otro dato curioso es que el neurocientífico V. Ramachandram se
refiere a ellas como “neuronas Gandhi” por su capacidad de facilitar el
entendimiento, la solidaridad y la cooperación con los demás. Incluso, las
neuronas espejo son las encargadas de hacernos bostezar cuando otra
persona bosteza o de que nos encontramos imitando un gesto de la persona
con la que estamos tomando un café, sin saber por qué.
Como vemos, las neuronas espejo nos aportan una explicación
neurofisiológica plausible sobre algunos aspectos de las
relaciones sociales. Nos ayudan no solo a reconocer las acciones de los
demás sino también a comprenderlas, teniendo un papel fundamental en
procesos como la empatía, la imitación y la teoría de la mente. Estas neuronas
son una prueba más de que somos seres sociales.
¿Qué aplicaciones pueden tener las
neuronas espejo?
Rizzolatti, en una entrevista concedida a un medio digital, asegura que las
neuronas espejo juegan un papel muy importante en procesos de rehabilitación
mediante el uso de la realidad virtual. Según el autor, tanto en accidentes
cerebrovasculares como en aquellos que causan problemas en el sistema
motor, a través de la realidad virtual podría verse beneficiada la recuperación.
¿Cómo se produce dicho beneficio? A través de las gafas de realidad virtual “el
paciente visualiza los movimientos correctos que debe realizar y
el mecanismo espejo se activa” y de esta forma “con la realidad
virtual podría avanzarse en una semana el equivalente a un mes
de rehabilitación“.
“La tecnología es maravillosa. Antes usábamos películas y los estímulos eran
más débiles, pero ahora con estas gafas realmente parece que estás
caminando tú. Te hace sentirlo”.
-Giacomo Rizzolatti-
Las neuronas espejo son un grupo de células que fueron descubiertas por el equipo del
neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y que parecen estar relacionadas con
los comportamientos empáticos, sociales e imitativos. Se descubrieron mientras
pretendían estudiar las neuronas encargadas de los movimientos de las manos en los
monos. Para sorpresa de los investigadores, estas neuronas no sólo mostraban actividad
cuando el simio realizaba algún movimiento concreto con sus manos, también se
activaban cuando el mono en cuestión veía a otro miembro de su especie realizar ese
mismo gesto ―como si él mismo estuviese llevándolo a cabo―.
La misión de estas células es reflejar la actividad que estamos observando. Se activan
cuando ejecutamos una acción determinada, y también cuando observamos a otro
individuo realizando esa misma acción. Permiten “reflejar” la acción de otro en nuestro
propio cerebro, de ahí su nombre. Como ya hemos comentado fueron observadas en
primer lugar en primates, y luego se descubrieron en humanos y algunas aves. En el ser
humano se las encuentra en el área de Broca y en la corteza parietal.
Los expertos en neurociencia suponen que estas neuronas desempeñan una función
importante dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como
la empatía ―capacidad de ponerse en el lugar de otro― y la imitación ―fundamental en
los procesos de aprendizaje―. De aquí que algunos científicos consideran que la neurona
espejo es uno de los descubrimientos más importantes de las neurociencias en la última
década.
Por ejemplo, cuando escuchamos hablar a alguien y le vemos gesticular, se activan
nuestras neuronas espejo encargadas del control de la lengua y los labios durante el habla.
Las regiones cerebrales que controlan los músculos fonadores están tan activas como si
estuviésemos hablando nosotros mismos. Incluso antes de la adquisición del lenguaje, los
seres humanos ya hacían uso de estas células especializadas para comunicar e interpretar
la gesticulación que configuraba un medio rudimentario de comunicación.
La peculiaridad de estas células es que no solo permiten reflejar aquello que vemos fuera
en nuestro interior a nivel motor, sino también a nivel emocional. Estas neuronas están
conectadas al sistema límbico ―relacionado con la regulación de las emociones, la
memoria y la atención―. Marco Lacoboni, neurocientífico de la Universidad de
California, mantiene que hay estudios que demuestran que los niños que imitan y
observan las expresiones faciales presentan una mayor activación de estas neuronas, y a
mayor activación de éstas mayor empatía muestran. Esto ocurre porque si el niño ve a
alguien sonreír, sus neuronas espejo crean una simulación interna de esa sonrisa en su
cerebro, envían estas señales al sistema límbico y acaban por sentir lo mismo que la
persona que sonríe.
Por eso, en el periodo de aprendizaje de las conductas y las respuestas emocionales, se
requiere de la observación y la imitación de las reacciones de quienes nos rodean, las
cuales acaban configurando nuestra propia experiencia. En diferentes disciplinas como
los deportes o el aprendizaje del lenguaje resulta imprescindible la imitación.
Si nos fijamos, los seres humanos nacemos dotados de mecanismos que nos permiten
imitar las acciones que percibimos. Ya desde muy pequeños, con tan solo unos días de
vida, somos capaces de representar expresiones faciales que facilitan nuestra
socialización; y a las pocas semanas ya podemos manifestar emociones básicas como
alegría o enfado.
Durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, estas células hacen posible que
«empaticemos» con los contenidos, habilidades o destrezas que vamos asimilando. La
existencia de estas neuronas nos convierte en seres sociales, y del mismo que una sociedad
se configura debido a unas acciones cooperativas, durante el aprendizaje también
debemos propiciar situaciones que favorezcan la cooperación.
Una educación excesivamente individualista y competitiva entre los alumnos, no es un
reflejo de lo que posteriormente debería ser una vida adulta en sociedad.
Debemos volver a incidir en que las neuronas espejo también reflejan las emociones de
los demás en nuestro cerebro, no solo sus acciones. Esto es de vital importancia para
comprender por qué nos emocionamos ante una representación teatral, una película o
durante la lectura de una novela, o un cuento en el caso de los niños. Y lo mismo ocurre
en el momento del aprendizaje. Por eso siempre recordamos más a los maestros que nos
supieron tratar con cariño y respeto, que a aquellos que eran unos grandes eruditos en sus
materias pero nos llamaban de forma fría por nuestro apellido.
En su libro Neuroeducación, el catedrático de Fisiología Humana de la Facultad de
Medicina de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Mora, nos habla de dos
estudios que se realizaron a este respecto:
En el primero, hace ya más de cuarenta años, unos maestros discutían sobre la importancia
de tener en cuenta los aspectos emocionales como la empatía durante la enseñanza. Para
ello contrataron a un actor para que diera una clase con un alto tono emocional, que fuese
entretenida, llena de entusiasmo y de acercamiento a su alumnado ―como se suele hacer
en las obras de teatro―, pero con poco contenido académico, incluso mostrando los
conceptos de forma algo confusa. Después se pidió a los alumnos que valorasen la tarea
del docente, y la mayoría coincidía en que aquel «profesor» era un buen profesional.
El segundo consistió en ponerle a unos estudiantes durante unos minutos una serie de
vídeos en los cuales aparecían grabaciones de profesores ―a los cuales nunca habían
visto antes― dando clase. Después se les pidió que clasificaran a estos maestros en
buenos docentes o malos docentes, según lo que les había inspirado el vídeo. Lo
sorprendente fue que cuando se comparó estas puntuaciones con otras de estudiantes que
habían sido alumnos de estos profesores durante un mínimo de seis meses, la mayoría
coincidían.
El resultado de ambos estudios se debe a que los profesores y maestros que son capaces
de dotar sus enseñanzas de cierta carga emocional, provocan una mayor activación de
nuestras neuronas espejo. Por este motivo empatizamos más con ellos y notamos que ellos
lo hacen con nosotros, lo cual parece ser una clara ventaja a la hora de asimilar los
contenidos o las habilidades que tratan de enseñarnos.
Es posible que en el futuro de la educación, el sistema actual de atender a una «clase
magistral» que imparte el maestro tenga sus días contados. Hoy sabemos que realizar una
clase en la que se fomente el debate y el diálogo entre los alumnos, así como el trabajo
cooperativo produce una mayor activación de las neuronas espejo, obteniendo un mejor
resultado en cuanto a la implicación de forma consciente del alumno. Además como nos
dice el propio Franciso Mora… ¡solo puede aprenderse aquello que se ama!
A continuación os dejamos un vídeo de Neuroeducación en el cual se comenta, entre otras
cosas, la importancia de las neuronas espejo en el proceso de aprendizaje. ¡Que lo
disfrutéis!