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Repensando el consumo
Resumen:
Finalmente, se puede reconocer una línea teórica que realiza una crítica a la
sociedad de consumo (Baudrillard, 1974; Bell, 1978; Jameson, 1999; Bauman,
2002) y que tiene como uno de sus referentes principales a la Escuela de Frankfurt
y su inspiración en Carl Marx y su teoría del fetichismo. Desde esta corriente se
pone el foco de análisis en la potencia manipuladora de la nueva cultura del
capitalismo consumista y se esboza una visión del consumidor que pivotea entre la
pasividad, la alienación y el hedonismo. Podríamos decir que tanto apocalípticos
como utilitaristas, niegan lo social y grupal en sus múltiples dimensiones y poco
avanzan en la comprensión del consumo como una práctica social.
El libro de Daniel Miller Ir de compras. Una teoría discute con la última de las
perspectivas mencionadas y de manera provocativa plantea que el consumo tiene
algo que ver con la religión. La teoría que allí se propone es un importante aporte
en los esfuerzos que se han realizado para reinscribir el consumo en la trama de
relaciones sociales. Podríamos decir que si las diferentes perspectivas sociológicas
y antropológicas lograron problematizar el homo economicus supuesto en las
teorías utilitaristas, el trabajo de Miller avanza un paso más logrando vincular el
consumo con el problema de la trascendencia y la devoción religiosa.
El libro de Daniel Miller es un ensayo que se basa en una etnografía de las compras
alrededor de una calle del norte de Londres. No es ésta una etnografía
convencional. Ausente por completo una “comunidad” -aquella que si alguna vez
existió constituyó el objeto clásico de la antropología- el trabajo de campo de
Miller se desarrolla en una calle de una metrópoli mundial donde hay una vida
intensamente privada en el interior de las casas particulares. Sin embargo, a
través de la conversación, de la presencia en los hogares y de acompañar a las
amas de casa durante sus compras, Miller logra inmiscuirse en la esfera privada de
setenta y seis hogares que residen en viviendas estatales y privadas, en casas
modestas y en grandes mansiones familiares. El libro de Miller es un ensayo
etnográfico sobre las compras rutinarias: aquellas que se realizan casi todos los
días para obtener bienes para las personas del hogar, tales como alimentos, ropa,
muebles y artículos domésticos. Al acompañar a sus entrevistados, Miller circula
por supermercados de diferentes tamaños y localizados en distintas zonas, así
como por tiendas especializas en la venta de electrodomésticos y muebles.
En sintonía con los trabajos que han abordado el consumo y su vinculación con los
procesos de diferenciación social –que como ya señalamos examinan la adquisición
de bienes como indicadores culturales de una situación de clase o rango social-
uno supondría que Miller busca una heterogeneidad en sus entrevistados para
mostrar, precisamente, la variabilidad que existe en la práctica de ir de compras.
Sin embargo, a través de las descripciones etnográficas, Miller no pretende dar
cuenta del modo en que los distintos clivajes –de género, etnia, clase y edad-
permean y diversifican el modo en que se realiza la práctica “ir de compras”. Su
trabajo, en este sentido, no se inscribe en la tradición del relativismo
antropológico que buscaría poner énfasis en las diferencias sino que lo hace en la
tradición de la generalización antropológica. La pregunta de Miller se orienta,
entonces, a indagar si existe “algún aspecto fundamental de las compras que
sugiera una normatividad sólida” que trascienda, al tiempo que oriente, la
decisiones cotidianas y particulares. Miller busca en el consumo una cosmología,
esto es, encontrar un conjunto de valores y creencias que señalan cómo deben ser
y cómo deben llevarse a cabo las relaciones sociales. El autor sostiene que abordar
las prácticas de consumo es un modo de revelar “las creencias cosmológicas de la
gente contemporánea en el norte de Londres” (Miller, 1999: 25-26). Se trata de
ver a través del consumo los valores que guían y producen esas prácticas sociales.
Miller postula, entonces, que las compras se han convertido en un medio para
objetivar ciertos valores.
Es en el segundo capítulo cuando Miller comienza a dar pistas hacia dónde quiere
conducir su teoría de las compras. Nos propone pensarlas como un ritual de
sacrificio. Miller no pretende poner en paralelo compras y sacrificio como si se
tratara sólo de una relación metafórica, una mera analogía. La apuesta de Miller
es convencernos de que ambas prácticas presentan una estructura similar que las
asocia e incluso –y ésta es una de las mayores apuestas del autor- que existe una
continuidad histórica encarnada en un habitus de sacrificio subyacente en ambas
prácticas. A lo largo de este capítulo, Miller pretende demostrar que “ir de
compras es un acto regular que convierte a las compras en un ritual devoto que
reafirma constantemente alguna fuerza trascendente, convirtiéndose así en un
medio principal para la constitución de lo trascendente” (1999: 103).
Miller recoge tres premisas centrales de la clásica obra de Henri Hubert y Marcel
Mauss (1964) (1). En primer lugar, la observación que hacen Hubert y Mauss acerca
de que el sacrificio está enfocado a la constitución de una relación entre los
involucrados y un mundo trascendente y sagrado. Es el sacrificio el que abre esta
relación con la trascendencia en la medida en que crea, en ese mismo acto, la
noción de lo trascendente encarnada en distintas figuras: los dioses, la deidad,
etc. El acto de abnegación implícito en todo sacrificio es un modo de recordarle al
individuo la presencia de fuerzas colectivas.
Luego de delinear estos rasgos centrales del ritual de sacrificio, Miller realiza un
análisis en paralelo de las compras y del sacrificio, para demostrar que comparten
la misma estructura ritual dividida en tres etapas fundamentales.
Tanto en las compras como en el sacrificio está presente una primera etapa donde
existe una visión del exceso que se encuentra principalmente en el discurso y no
en la práctica. El discurso de las compras como el del sacrificio representa una
fantasía de gasto y consumo extremos a manera de disipación. Todo lo que se ha
acumulado –dinero en un caso, la cosecha en otros- está a punto de gastarse. En
ese momento en que lo producido pasa a consumirse emerge una visión del exceso
puro. Ese es el discurso de las compras, un discurso sostenido por los entrevistados
que ven en las compras un momento destructivo, de desenfreno consumista sin
sentido. El estereotipo de género femenino agudiza esta fantasía. Mientras que el
momento de la producción es el momento de la acumulación y es realizado por los
hombres, el consumo -momento en que todo eso se gasta- corre por cuenta de las
mujeres.
Empuñando la etnografía como principal arma en los embates contra los teóricos
del consumo -y por qué no decirlo, contra sus propios nativos que ven en ello sólo
destrucción, gasto sin sentido, etcétera- Miller señala que la etnografía no mostró
evidencia alguna que este acto imaginario fuera también el ethos desplegado en
las prácticas. Al igual que en el ritual del sacrificio, en las compras estas visiones
del exceso son inmediatamente negadas en una segunda etapa, momento donde se
produce el gasto, que lejos de ser vacío, sin sentido, etc., se realiza en pos de una
meta trascendente hacia la cual se dedica. En el caso del sacrificio, el gasto –
guiado por una economía de la devoción- se dirige al receptor divino, mientras que
las compras -guiadas por el ahorro- se orientan al hogar.
El ahorro es una categoría nativa que refiere a un ethos que gobierna la práctica
de las compras y que supone la idea de que hay una fuerza trascendente –un
hogar- para el cual hay que conservar recursos. El mundo doméstico aparece en el
centro y las compras -lejos de ser actos individualizantes, egoístas o narcisistas- se
inscriben en un conjunto que lo trasciende y le da sentido. De tal modo, la visión
del exceso sostenido en el discurso de las compras, es negado en el momento de
las compras concretas, que resultan guiadas por el ahorro.
En la tercera etapa del ritual de sacrificio, los restos del animal sacrificado son
consumidos por los miembros de la comunidad. Todo lo que no se consumió en la
forma de humo, es resto del animal consumido por la comunidad. De igual manera,
Miller entiende el momento en que la mujer regresa al hogar con las bolsas llenas
del supermercado. Los miembros de la familia consumen los bienes que no fueron
entregados, en la forma de ahorros, a esa entidad moral y trascendente llamada
hogar.
Como ya adelantáramos, Miller no sólo plantea como tesis central que las compras
tienen una estructura ritual que las vincula al sacrificio, sino que además señala
que existe un habitus de sacrificio, constituido históricamente y que subyace en
ambas prácticas. Esto es lo que desarrolla en el capítulo tercero.
Notas
1. Miller trabaja con la siguiente edicion: Hubert, H. and Mauss, M. 1964. Sacrifie:
Its nature and functions, Chicago, University of Chicago Press. Volver
2. Las obras de Bataille con las que discute Miller son Bataille, 1987. Eroticism.
Londres, Marion Boyars; Bataille, 1988. The accursed share. Nueva York, Zone
Books y Bataille, 1990. “Hegel, death and sacrifice” en Yale French Studies 78: 9-
28. Volver
Bibliografía
Alonso, Luis Enrique, 2005. La era del consumo. Madrid, Siglo XXI.
Appadurai, Arjun, (1986) 1991. La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de
las mercancías. México, Grijalbo.
Baudrillard, Jean, 1974. Critica de la economía política del signo. México, Siglo
XXI.
Bell, Daniel, 1978. Las contradicciones culturales del capitalismo. Madrid, Alianza.
Bourdieu, Pierre, (1979) 1998. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto.
Madrid, Taurus.
Douglas, Mary and Baron Isherwood, 1979. The world of goods. Londres.
Weidenfeld and Nicolson.
Miller, Daniel, 1999. Ir de compras: una teoría. México, Siglo Veintiuno Editores.