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La discapacidad implica posibilidades limitadas de desarrollo; pero esa limitación no está dada
solamente por las carencias físicas, mentales o de otro tipo de las personas impedidas, sino
también por la comunidad a la que pertenece que no ofrece medios suficientes para la
superación, la rehabilitación y la integración.
Este planteo nos lleva a asumir la discapacidad como un problema social, y a poner el foco de
atención en dos elementos:
El discapacitado, y
la comunidad en la que está inmerso
Atender a la comunidad donde vive el discapacitado, significa preguntarse por le medio social
en el que se halla y generar las condiciones para llevar a la practica la necesidad de proteger y
desarrollar el respeto y la dignidad hacia todos los integrantes de la sociedad.
Como en otros casos tratados debemos señalar el papel central de la Legislación y Nacional
sobre el tema, como la Convención Internacional sobre los Derechos de las personas con
discapacidad, ratificada por la Ley N° 26.378 del año 2008.
Existen Instituciones que se dedican a llevar a la práctica esos principios a través de políticas
inclusivas. Es el caso de la CONADIS (comisión nacional asesora para la integración de personas
discapacitadas).
Desde los organismos públicos, es fundamental la labor para la integración de los
discapacitados a través de acciones concretas:
Esta forma de discriminación afecta a toda la sociedad, pero especialmente a los jóvenes y
adolescentes. Es uno de los problemas más importantes en la comunicación e integración
social en esas etapas de la vida, en la que se desarrolla la identidad de las personas.
Muchas veces, para ser aceptado o rechazado como parte de un grupo se ponen en juego los
prejuicios y estereotipos y, en consecuencia, la discriminación. Así, una persona que no se
ajusta a los ideales de belleza o a los rasgos considerados prestigiosos por un grupo o una
sociedad puede quedar marginada.
Como en otros casos, el análisis hay que ponerlo en las prácticas sociales; por ejemplo, un ideal
de belleza no existe como tal, sino que es una elaboración cultural, definida por relaciones
sociales en las que tienen una fuerte influencia las relaciones de poder. Por ejemplo, en el
Renacimiento, e incluso en las primeras décadas del Siglo XX, la gordura era sinónimo de
belleza y salud, y la delgadez se asociaba con la pobreza y la enfermedad.
Reconocer que estos criterios son una construcción social permite analizarlos desde una
manera crítica, asumiendo que la diversidad es lo que nos hace únicos e irrepetibles. Esto es
fundamental al interpretar los mensajes que se transmiten a través de los medios de
comunicación y publicitarios. En ellos se promueve el adelgazamiento, el rechazo a los rasgos
heredados y a los signos de envejecimiento; así se alientan con responsabilidad tratamientos y
cirugías que ponen en riesgo la salud, cambios extremos y otras fórmulas que en el fondo
defienden intereses comerciales y de mercado.
La Escuela no debe ser mera repetidora de estereotipos, sino ser el lugar para la
transformación.