CaPiTULo I
CONTEMPORANEIDAD DE PABLO
¢Por qué san Pablo? ¢Por qué requerir a este «apéstol», tan-
{o més sospechoso cuanto que, con toda evidencia, se autopro-
clamé como tal, y su nombre esté comtinmente asociado a las
dimensiones mas institucionales y menos abiertas del cristianis-
ino: la Iglesia, la disciplina moral, el conservadurismo social, la
sospecha contra los judfos? ¢Cémo inscribir su nombre en el
devenir de nuestra tentativa: re-fundar-suna, sco del Sujeto que
subordina ‘su existencia a la dimensién aleatoria del aconte-
imi
'o como se stibordina a Ta contingencia pura del ser-mal-
{iple, sin sacrificar el motivo de la verdad?
También se puede preguntar: ¢Qué uso pretendertios hacer
del dispositive de la fe cristiana, de Ia cual parece imposible
disociar claramente la figura y los textos de Pablo? Por qué
invocar y analizar esta fabula? Que quede claro: para nosotros,
trata exactamente de-tina fabula.¥ especialmente en el caso
de Pablo, quien, como veremos, por razones cruciales reduce el
cristianismo a un solo enunciado: Jesh menuclinde, Y éste es
cl punto fabuloso, puesto que todo To demas, nacimiento, predi-
cacién, muerte, puede, después de todo, sustentarse. Es «fabu-
Ja» lo que de un relato no toca para \da real, sino
segtin ese residuo invisible, y de acceso indirecto, que se pega a
{odo imaginario patente. Desde este punto de vista, Pablo redu-
5ce el relato cristiano a su solo punto de fabula, con la fuerza de
quien sabe que si se acepta ese punto como real se esta dispen-
sado de todo el imaginario que lo bordea. Si se nos permite
hablar inmediatamente de creencia (pero la creencia, 0 ka fe, 0
Jo que se supone bajo la palabra niotic es todo el problema de
Pablo), digamos que para nosotros es rigurosamente imposible
creer en la resurreccién del crucificado.
Pablo es, en un triple sentido, una figura lejans: ka loc
cién histérica, el papel de fundador de Iglesia, el centramiento
provocante del pensamiento sobre su elemento fabuloso,
Estamos obligados a explicar por qué hacemos que esa
nfa soporte Ja carga de una proximidad filoséfica, por qué el
forzamiento fabuloso de lo real nos sirve de mediacién ctiando
se trata, aquf y ahora, de restituir el universal en su pura la
dad. Sin duda nos ayuda que —por ejemplo— Hegel, Augusto
Comte, Nietzsche, Freud, Heidegger, y atin en nuestros dias
Jean-Frangois Lyotard, también hayan crefdo necesavio exami-
nar la figura de Pablo, siempre, por lo demas, segiin clisposicio-
nes extremas (fundadoras o regresivas, destinales u olvidadizas,
ejemplares 0 catastréficas) para organizar sui propio discurso
especulativo.
Lo que a nosotros va a detenernos en Ia obra de Pablo es
una conexién singular, que formalmente se puede desunir cle la
fabula, y de la cual Pablo es propiamente el inventor: la cone-
xién que establece un pasaje entre una proposigign sole ol su-
jglp.y pa jaserrogacién sobre la Jey. Digamos que, para Pablo,
se trata de explorar qué ley puede estructurar un sujeto ck
visto de toda identidad y suspendido a un acontecimicnto cuya
sola «prueba» es, justamente, que un sujeto lo declare.
Lo esencial para nosotros es que esta conexién paraddjica
entre un sujeto sin identidad y una ley sin soporte funda en la
historia la posibilidad de una predicacién universal. El gesto
inaudito de Pablo es sustraer la verdad del control comunitatio,
tritese-de un pueblo, de una ciudad, de un imperio, de un terri-
torio o de una clase social. Lo que es verdad (0 justo, en este
caso es lo mismo) no se remite a ningtin conjunto_objelivo, ni
segtin sui causa ni segtin su destinacién.
Se puede objetar que «verdad» designa aqui, para nosotros,
una simple fabula. Es exacto; pero lo que importa es el gesto
subjetivo tomado en su fuerza fundadora en cuanto a las condi-
ja
ro"ciones genéricas de la universalidad. Que sea necesario abando-
nar el contenido fabuloso deja de lado la forma de esas condi-
ciones, y singularmente la ruina de toda asignacién del discurso
de la verdad a conjuntos historicos preconstituidos.
Separar tajantemente cada proceso de verdad de la histori
dad «cultural» donde la opinion pretende disolverla: tal es la
operacién adonde nos gufa Pablo.
Volver a pensar este gesto, desplegar sus enredos, vivificar
su singularidad y su fuerza instituyente, eS, sin duda, una nece-
sidad contemporanea.
«De qué, en efecto, se compone nuestra actualidad? La re-
duccién progresiva de la cuestién de la verdad (luego del pensa-
miento) a la forma del lenguaje del juicio, punto sobre el que
concuerdan la ideologfa analitica anglosajona y la tradicién her-
menéutica (el doblete analitico/hermenéutico encerroja a la filo-
sofia académica contempordnea) termina en un relativismo cul-
tural e histérico que hoy en dia es, simulténeamente, un tema de
opinién, una motivacién «politica» y un marco de investigacion
para las ciencias humanas. Las formas extremas de este relati-
‘vismo, ya en obra, pretenden asignar la matematica misma a un
conjunto «occidental» al cual se puede hacer equivaler cualquier
dispositive oscurantista o simbélicamente irrisorio, con tal de
sue se sea capaz de nombrar el subconjunto humano que lleva
2se dispositivo, y mejor atin si se tiene razones para creer que
2se subconjunto esté compuesto de victimas, Es sometido a la
prueba de este cruce de Ja ideologfa culturalista y de la conce
sion victimaria del hombre como sucumbe todo acceso al uni
versal, el cual ni tolera que se le asigne a una particularidad ni
mantiene una relaci6n directa con el estatus —dominante o vic-
=imario— de los lugares donde emerge la proposicién.
¢Cudl es el unificador real de esta promocién de la virtud
cultural de los subconjuntos oprimidos, de este elogio, en el
enguaje, de los particularismos comunitarios (que siempre re-
mniten en definitiva més alla de la lengua a la raza, a la naci6n, a
-= religi6n o al sexo)? Es, de toda evidencia, la abstraccién mo-
zetaria, cuyo falso universal se acomoda perfectamente a los
ramientos comunitaristas. La larga experiencia de las
=sstaduras comunistas habré tenido el mérito de mostrar que la
undializacién financiera, el reino sin divisién de la universali-
ad vacia del capital, no tenfan como verdadero enemigo mas