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LITERATURA LIRICA

EL LIBRO DE LOS SALMOS.

Son 150 cánticos, casi todos relacionados con liturgia de Israel: los hay en forma de
súplica, Lamentaciones, himnos, salmodias, etc. Su variedad es tal que componen un
catálogo completo de las emociones hebreas y del modo en que ese pueblo afrontaba el
sufrimiento y la esperanza. Los autores son varios, algunos se atribuyen a Salomón, a
David y otros más.

I. PRIMERAS IMPRESIONES SOBRE EL SALTERIO

1. Obra compuesta

Una ojeada superficial al Salterio nos proporciona los suficientes datos como para poder
hablar de su carácter compuesto. Para empezar, está integrado por 150 poemas
individuales. Se tratan de pseudoepigrafías, que se le atribuyen a autores supuestos:
(David, Asaf, Etán, etc.).

Un tercer dato en la misma línea, situado también al comienzo de algunos poemas, está
representado por el supuesto tipo de salmo ofrecido probablemente por un recopilador: sir,
mizmor, miktam, maskil, etc.

El Salterio es una obra compuesta, en la que se perciben esfuerzos de reelaboración,


recopilación y edición.

2. Poesía cultual

En esta nota descubrimos algo relativo al uso de un salmo como fórmula litúrgica en un
caso particular, como si se tratara de la pieza de un “muestrario litúrgico”. (ejemp: sal
102).

El orante conoce dichas prescripciones, pero prefiere una alternativa: presentar un


documento (“libro”) referente a su propia experiencia de salvación. Así, la proclamación
sustituye al sacrificio; el salmo de alabanza, a los holocaustos.

El “documento”, en consecuencia, contendría el himno compuesto para ser recitado en el


templo por el orante y el grupo de acompañantes.
3. Refracción de la experiencia religiosa

No cabe duda que los salmos son fruto de una experiencia religiosa, aunque en ciertos casos
sea imposible determinar con un grado aceptable de precisión su naturaleza, su objeto y las
circunstancias que la provocaron.

El contacto con el Dios vivo se refracta a través del corazón del hombre en una rica
multiplicidad de actitudes y fórmulas.

4. Una encrucijada teológica

No supone exageración alguna afirmar que el Salterio constituye la más intrincada


encrucijada teológica de todo el AT. Si los salmos fueron compuestos, rezados y
recopilados en un arco de tiempo de unos ocho siglos, es fácil deducir que, además de
testigos de experiencias religiosas individuales o colectivas, son documentos que reflejan
las vicisitudes y la evolución del pensamiento religioso israelita.

Naturalmente, el Salterio no es un tratado de teología israelita, pues en ningún momento


ofrece al lector una exposición teórica y sistemática de Dios, sino su progresivo
desvelamiento poliédrico en categorías de relación.

II. CARACTERÍSTICAS GENERALES

1. NOMBRE DEL LIBRO

El nombre “salmos” de nuestra tradición literaria cristiana se remonta al término griego


psalmoi, canciones para instrumentos de cuerda, utilizado por la traducción griega de los
LXX. En el NT encontramos varias menciones del biblos psalmon referidas a la obra
canónica (Lc. 20,42; 24,44; Hch 1,20; 13,33). El término también griego psalterion,
instrumento de cuerdas o colección de cantos, sobrevive en nuestro “salterio”. Entre los
judíos, el libro de los salmos era conocido como sefer tehillim, libro de cantos, título que
sirvió de base a la tradición griega.

2. LA NUMERACIÓN EN TM Y LXX

A pesar de contener idéntico número de salmos, TM (texto masorético) y G, versión griega


de los LXX, no siguen la misma numeración. La razón es simple. Sal 9 y 10 TM, así como
114 y 115 TM, comprenden en cada caso un solo salmo en G; por otra parte, Sal 116 y 147
TM son divididos en dos partes en G. De tales desajustes se deduce el siguiente esquema:
TEXTO Y VERSIONES

A). TEXTO

Los salmos fueron compuestos en hebreo. Los manuscritos son relativamente tardíos, hacia
finales del primer milenio d.C.

El texto de numerosos salmos, defectuoso en múltiples ocasiones -como revela el aparato


crítico de BHS- refleja un complicado proceso de transmisión.
.

B). VERSIONES

La traducción más antigua e importante es la griega de los LXX, de finales del s. II a.C.
(por la fuente de un texto primitivo hebreo)

La primera traducción latina a partir de los textos originales se debe a Jerónimo. Antes de
proceder a esta tarea, se dedicó a la recensión de la Vetus Latina, sirviéndose en un primer
momento del texto de los LXX y más tarde de los Hexaplas de Orígenes.

La traducción, llevada a cabo en Palestina, se conoce como Psalterium Juxta hebraeos o


Salterio de san Jerónimo.

C. TRANSMISIÓN TEXTUAL

La crítica especializada distingue cuatro estadios de transmisión textual:

La composición del texto en su forma original; se pretende reconstruir éste


“limpiándolo” de las alteraciones a que ha podido verse sometido en el transcurso del
tiempo.

La forma textual más antigua. Como el texto, “editado” con carácter normativo para una
función determinada, ha sido copiado en numerosas ocasiones.

La regulación del texto consonántico a partir del 70 d.C. (textus receptus).

El cuarto estadio corresponde a la tarea de los masoretas (especialmente en Tiberíades, ss.


IX-X D.C): un sistema de vocalización y de acentos que pretende proteger el texto
sagrado de eventuales manipulaciones.
EL CANTAR DE LOS CANTARES

El Cantar de los Cantares es, en apariencia, una colección de cánticos de amor conyugal.
Por debajo de esta primera impresión, se percibe la alegoría: el judío canta su amor a Dios,
porque Yahveh es el esposo de Israel a través del matrimonio representado por el Pacto.

El Cantar de los Cantares es un libro bíblico cuyo mensaje es siempre actual, porque su
tema el amor se mantiene vivo a lo largo del tiempo y del espacio. Entrar en un
Comentario al Cantar de los Cantares supone dejarse llevar por el encanto que suscita la
numinosa belleza de este poema.

Características generales

El Cantar de los Cantares, por su naturaleza de obra literaria, comparte con casi todas las
obras de creación universal una serie de características que lo sitúan materialmente en
determinadas coordenadas espacio-temporales. Sin embargo, dada su naturaleza bíblica, el
Cantar deberá someterse a un interrogatorio del que se deduzcan los rasgos que lo
caracterizan como miembro del corpus del Antiguo Testamento.

El libro

Estamos ante una obra de escasas dimensiones: ocho breves capítulos sitúan al lector ante
una panorámica multicolor y aparentemente monotemática, ante una diversidad de
escenarios y frente a un lenguaje que, ya a primera vista, parece exigir una minuciosa
descodificación.

Un lector del Cantar que recorra atento sus páginas por vez primera tendrá que suspender
de vez en cuando su lectura, atraído por numerosos detalles que sin duda le sorprenderán.
Descubrirá a una pareja protagonista que confiesan continuamente su amor y se invitan al
abrazo íntimo de una forma desinhibida.

Llamará la atención del lector descubrir que en ese lance amoroso es la muchacha quien
lleva la voz cantante en la relación, quien toma decisiones de forma libre. Desde el primer
momento el lector se sentirá envuelto por la sensualidad de las imágenes, de los perfumes y
de los sabores, y será incapaz de ser un mero espectador, pues se irá implicado
progresivamente en esa vorágine de sensaciones, una implicación que desembocará
necesariamente en la interpretación.

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