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CONTENIDO

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
EPÍLOGO
SINOPSIS
La mamá de Angelica Rose siempre le dijo que tiempos desesperados llaman por
medidas desesperadas. Entrar a un club de estriptis y preguntar por una audición
ciertamente califica como desesperado, pero cuando la batalla de su mamá con el
cáncer terminó meses antes de que Angelica comenzara la universidad, ella no siente
como que tenga mucha opción.
En el momento en que Morgan Cadwell la ve en el escenario, él sabe que ella es la
mujer que lo hará romper todas las reglas. No hay forma de que él vaya a dejar que
Angelica baile para otros hombres, así que en su lugar la contrata como su asistente
residente.
La oferta de Morgan deja que Angelica mantenga su ropa puesta… pero poco ella sabe
de eso, al final, él hará que desnude su alma en su lugar.

Advertencia: Este libro es sobre un alfa cavernícola y una heroína dulce, pero feroz
virgen quien se enamora ridículamente rápido. Si estás bien con eso, ¡entonces disfruta!
CAPÍTULO 1

Mientras observaba a la chica bailando en el escenario, no pude evitar temblar de miedo,


mis hombros cayendo en la derrota. Con el fin del año escolar, necesitaba saber qué iba
a hacer con el desastre en el que se había convertido mi vida. Si alguien me hubiera dicho
hace unos años que estaría aquí en un club de striptease contemplando mi futuro, me
habría reído a carcajadas.
Siempre había sido la hija de papi, así que cuando él se fue durante mi segundo año
de preparatoria, fue una gran conmoción para mí. Ya había estado luchando con el
conocimiento de que mi mamá no iba a durar mucho más tiempo. Había sido
diagnosticada con cáncer el año anterior y había comenzado a perder la batalla. Los
médicos nos habían dicho que nos preparáramos para lo peor y nos habían aconsejado
que probablemente sólo tendría otros seis a doce meses.
Mis padres se casaron al salir de la preparatoria cuando mi mamá se quedó 4
embarazada de mí. Siempre había sentido cierta distancia entre ellos, ya que nunca se
comportaban con amor alrededor de mí, pero nunca esperé que mi padre huyera como
un cobarde como lo había hecho. Siempre había dicho que yo era lo mejor que le había
pasado, aun así no tenía problemas para alejarse cuando las cosas se ponían difíciles.
Pero mamá se lo había tomado con calma. Se negó a mudarse a pesar de que no
teníamos familia en la ciudad. Mi mamá había insistido en que nos quedáramos en
nuestra casa porque había sido importante para ella que yo tuviera tanta sensación de
normalidad en mi vida como pudiera con todo lo que había pasado. Sus padres habían
muerto varios años antes, y ella era hija única, así que no había nadie de su parte de la
familia a quien recurrir de todos modos. Y la familia de mi papá siempre había sido lo
suficientemente disfuncional como para que rara vez viajáramos para verlos. Su partida
significaba que sólo teníamos la una a la otra para apoyarnos.
Ella había sido una guerrera y aguantó mucho más de lo que nadie esperaba,
finalmente yéndose una semana antes de la graduación. Ella lo había hecho con la
seguridad de que yo sólo tendría el verano para arreglármelas antes de ir a la
universidad. Lo que ella no sabía es que yo había agotado mis ahorros para la universidad
mientras nos mantenía a flote el año pasado. Aunque me dejó en un arroyo sin mucho
remo, sabía sin lugar a dudas que tampoco me arrepentiría de mi decisión. Así que me
encontré de pie en un club de striptease, intentando averiguar si debía intentarlo.
Tuve que mudarme de nuestra casa rentada a fin de mes porque el propietario sólo
estaba dispuesto a darme hasta entonces para vender o deshacerse de los muebles que
no me iba a llevar conmigo. Habíamos vivido allí durante siete años, pero eso no parecía
importar ahora que sólo era yo. No es que quisiera malgastar el poco dinero que quedaba
en la renta para el resto del verano. La póliza de seguro de vida no me dejó mucho
después de pagar las cuentas médicas de mi madre.
Sabía que necesitaba conseguir un trabajo, y pensé también que podría conseguir
uno más cerca de la escuela por la posibilidad de que me las arreglé para averiguar cómo
pagar mi matrícula antes de que comenzara el semestre. Afortunadamente, mi mamá ya
me había transferido el título de su auto, así que no tenía que preocuparme por el
transporte. Mientras conducía por la ciudad, tratando de averiguar quién estaría
dispuesto a contratar a una chica de diecinueve años sin antecedentes laborales, el cartel
de Morgan's Gentleman's Club and Steakhouse prácticamente me saltó por los aires. Se
proclamaban a sí mismos como “de clase mundial” y nunca había oído hablar de un club
de striptease que ofreciera comida de alta calidad. No es que supiera mucho sobre los
clubes de striptease, pero los que había pasado en mi ciudad natal no se parecían en nada
a este lugar.
Me pasé unos días en la acera tratando de encontrar un trabajo que pagara mis
gastos de subsistencia y dejara suficiente dinero para la escuela antes de que finalmente
perdiera la esperanza. Necesitaba idear un plan mejor, y mientras hacía algunas
investigaciones en línea, me encontré escribiendo el nombre de ese club de striptease en
el motor de búsqueda. Me sorprendió ver que tenía grandes críticas en línea de las 5
mujeres, así como los hombres. Así que me encontré mirando alrededor tratando de
averiguar si podía poner mis años de lecciones de gimnasia en buen uso en el tubo y
hacer suficiente dinero para salvarme de la ruina.
Puede que yo estuviera un poco protegida, pero era una buena estudiante, así que
hice mi investigación antes de entrar por la puerta. No estaba lista para la audición esta
noche, sólo quería asegurarme de que me pareciera un lugar seguro para trabajar si lo
iba a considerar seriamente. Tenía la esperanza de que si lo comprobaba a la hora del
almuerzo, gastaría menos y tendría la oportunidad de hablar con algunas de las chicas
sin tener que gastar un par de cientos de dólares como lo haría si viniera por la noche.
Me sorprendió ver tanta gente adentro. Realmente no sabía qué esperaba, pero no fue
lo que encontré.
El lugar era relativamente lujoso por lo que podía ver con las tenues luces. Estaba
claro dónde querían que te concentraras ya que los escenarios eran muy bien todo, y mis
ojos se fijaron en el escenario más grande mientras la anfitriona me acompañaba a una
mesa. Me sonrojé al darme cuenta de que era la única chica en la habitación, aparte de
las bailarinas. Mi mesera en bikini era linda con pelo castaño largo, ojos castaños claros
y un cuerpo decente. Parecía muy amable, ya que me cuidaba bien mientras yo estaba
allí, ayudándome a defenderme de los tipos que me preguntaban si podían acompañarme.
Después de un par de horas, decidí que si me iba a desnudar, este era el lugar para
hacerlo, ya que los chicos aparentemente venían aquí a gastar dinero basado en lo que
yo había visto y aprendido. Ojalá no fuera un club de desnudos, pero si quisiera ganar
suficiente dinero para pagar la escuela, tendría que tomar medidas drásticas. Al menos
los bailes privados que había visto eran sólo en topless.
—¿Puedo hablar con su gerente? —le pregunté a la mesera mientras pagaba mi
cuenta.
Su amable sonrisa cayó de su cara—. ¿Hubo algún problema?
—No, nada de eso —le aseguré—. Esperaba preguntar sobre una audición.
—De imaginar —murmuró en voz baja antes de darme una mirada letal y alejarse.
La vi mientras se acercaba a un tipo rubio vestido con pantalones negros y una
camisa gris abotonada junto al bar. Me miró antes de asentir con la cabeza y venir.
—Hola, nena. Soy Brian —me saludó—. ¿Candy dice que te interesa bailar?
Respiré hondo para reunir mi coraje antes de responder—. Sí. ¿Estás contratando?
Sus ojos miraron mi pecho y prácticamente podía sentir cómo me desvestía
mentalmente—. Siempre estamos contratando. ¿Alguna vez te has desnudado?
—No —le contesté—. Pero he bailado un poco. Solía ser gimnasta.
Sus ojos se iluminaron ante mi respuesta y se movieron hacia mis piernas como si
estuviera tratando de averiguar exactamente qué tan flexible era yo. Ya había visto esa 6
mirada de los chicos en la escuela antes de dejar la gimnasia cuando las cosas se pusieron
muy mal para mi mamá.
—Una gimnasta, ¿eh? —preguntó con una sonrisa en la cara—. Creo que podemos
trabajar con eso. Ven mañana a las diez de la mañana y puedes hacer una audición para
mí.
No recordé mucho después de eso excepto pensar que era una idiota. ¿De verdad
iba a desnudarme para este tipo?
CAPÍTULO 2

Siendo el dueño de un club de striptease de lujo, pasaba mis días rodeado de coños de
clase alta. Hice regla no follar nunca donde trabajo, para consternación de muchas
bailarinas que eran contratadas con la esperanza de meterse en mi cama. Aún no había
conocido a una que me hiciera querer romper mi regla número uno: no cagas donde
comes.
Todo eso cambió en cuanto la vi. Cuando decidí pasar por el club esta mañana para
sorprender a Brian, no sabía que era yo el que se iba a llevar la sorpresa de mi vida.
—¿Quién coño es esa? —pregunté, mirando con ira a mi manager mientras hacía
un gesto de enojo a la pequeña morena estirándose en el escenario.
El pelo castaño oscuro fluía por su espalda en olas, balanceándose con cada
movimiento que hacía. Ella medía un poco más de un metro cincuenta, pero a pesar de
su altura, todavía parecía tener unas piernas largas y hermosas. Llevaba tacones tipo 7
‘fóllame’ y un vestido azul con botones en el frente. Se veía inocente y sexy al mismo
tiempo, y mi verga saltó al verla. Ante mis palabras, ella me miró, sus ojos verdes
creciendo cuando se dio cuenta de que había alguien más en el club.
—Sí, jefe. Ella está aquí para la audición —respondió él—. No es que ella realmente
lo necesite con ese aspecto. Vino ayer y les robó mucha atención a las bailarinas con sólo
sentarse en una mesa para almorzar.
—Sin audición —gruñí.
—Eso es lo que estaba diciendo. ¿Una chica como esa? Joder, podía quedarse ahí
parada y los tipos pagarían dinero por mirar. Pero de ninguna manera iba a rechazar la
oportunidad de un espectáculo privado —admitió.
Brian había trabajado para mí desde que compré el club hace cinco años. Era mi
empleado, pero con el tiempo nos hicimos amigos. En el pasado, nunca me importó si se
acostaba con las chicas siempre y cuando no causara ningún drama, pero la mera
mención de que quería estar a solas con la chica en el escenario me encabronó como el
infierno.
—Gracias al carajo, no vivo según tus reglas —dijo sin saber que yo estaba
furioso—. Porque puedes estar seguro de que haré lo que pueda para meterla en mi
cama. Demonios, incluso podría mantenerla allí.
—¡Vete al carajo de aquí! —rugí cuando vi rojo ante sus palabras. El solo hecho de
pensar en él en la cama con ella me hizo perder el control. La chica sacudió cabeza y
perdió todo el color en la cara al tropezar hacia la bolsa que había dejado en la esquina
del escenario—. Tú no —ladré—. Él.
La miré fijamente para asegurarme de que entendiera que quería que se quedara
quieta antes de volver a Brian—. ¿Qué coño, viejo? —murmuró.
—Ya me oíste. Fuera —repetí.
Giró la cabeza hacia el escenario para mirar a la chica y luego hacia mí—. Me
imagino que ahora es el momento de que decides mojarte la verga con una chica que
conociste en el club. Maldita sea —refunfuñó mientras se alejaba, dejándonos solos.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, me dirigí a los escalones conduciendo al
escenario—. Abajo —le ordené—. Ahora.
Ella recogió su bolsa y se lo apretó al pecho mientras caminaba hacia mí. Extendí
mi mano para ayudarla a bajar las escaleras, preocupada de que se cayera de culo con
esos ridículos zapatos. No importaba que las chicas que bailaban aquí los usaran y
subieran y bajaran las escaleras todo el tiempo. No me gustaba la idea de que arriesgara
su precioso cuello. Además, me daba una excusa para tocarla.
Por supuesto que no solté su mano mientras caminaba hacia una de las mesas e 8
hice que la chica se sentara. Acerqué la silla a su lado antes de unirme a ella.
—¿Cómo te llamas? —pregunté.
—Angelica —tartamudeó, ruborizándose y mirando sus manos en su regazo.
—Angélica —repetí, me gustaba el sonido de su nombre en mis labios—. Pareces
demasiado inocente para estar aquí.
Si la mirada que me dirigió era una indicación, no le gustó mucho mi comentario—
. No puede ser tan malo. No es que usara una tonelada de ropa cuando hacía gimnasia.
¿Una gimnasta? ¡Puta mierda! Mi verga prácticamente estalló a través de mi
cremallera al pensar en lo lejos que podía empujar sus piernas mientras chocaba contra
su apretado cuerpo.
—Hacer volteretas y mierdas vestida con leotardos y mallas no es nada como
pavonearse desnuda en mi escenario, Ángel —argumenté.
—Angélica —me corrigió con un toque de descaro en su tono.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté, esperando que fuera mayor de lo que parecía.
—Diecinueve —murmuró en voz baja.
Jodidamente diecinueve. Lo suficiente como para no ir a la cárcel, pero algo muy
diferente a mis treinta años.
—¿No deberías estar en la escuela o algo así? —pregunté en voz alta, ganándome
unos ojos en blanco.
—Me gradué de la preparatoria, y la universidad no comienza hasta dentro de unos
meses —explicó.
—¿Entonces imaginaste que pasarías el tiempo desnudándote por mientras? —
pregunté.
Angélica se cruzó de brazos y atrayendo mi atención a sus tetas—. No, lo que pensé
era que si quería poder pagar la escuela, entonces sería mejor encontrar un trabajo que
pagara lo suficiente para cubrir la matrícula, el alojamiento y la comida.
—Una cosa tan dulce como tú sería comida viva en un lugar como éste —advertí—
. ¿Por qué no corres de vuelta a casa con mami y papi, y les pides que te ayuden?
Sus bonitos ojos verdes se llenaron de lágrimas, e inclinó su cabeza lejos de mí—.
Ojalá pudiera volver corriendo a casa con mami, pero perdió su batalla ante el cáncer. Y
papi se fue hace unos años, así que tampoco es exactamente una opción. Soy todo lo que
tengo y si quiero pagar la escuela, no tengo muchas opciones. Así que si no me vas a
dejar hacer la audición, entonces me voy de aquí para encontrar otro club que lo haga.
Puta madre. ¿Qué demonios se supone que tenía que hacer con ella sentada ahí
pareciendo tan jodidamente dulce y demasiado follable al mismo tiempo? Estaba seguro 9
que iba a arder en el infierno por lo que estaba a punto de hacer.
—¿Quieres una audición? —pregunté. Ella asintió en sí—. Bien —espeté.
Angelica se levantó para subir al escenario, pero yo agarré su muñeca para
detenerla—. Pensé que querías decir que podía bailar para ti —preguntó con un toque
de confusión en la cara.
—Y lo harás —concordé—. Pero no ahí arriba. Estoy seguro de que puedes causar
un montón de erecciones bailando en mi escenario sin tener que hacer mucho de nada.
Pero si quieres un trabajo aquí, tienes que convencerme de que también puedes hacerlo
en el suelo.
—¿Y cómo se supone que voy a convencerte de eso si no me dejas bailar? —
preguntó.
—No dije que no podrías bailar. Sólo dije que no lo harías desde allí arriba —
corregí.
Angelica miró al escenario y luego me miró a mí mientras yo empujaba la silla
hacia atrás y tumbé en ella—. ¿Quieres que te dé un baile en el regazo? —susurró.
El solo pensamiento de su cuerpo moviéndose contra el mío hizo que mi verga
goteara. Un rubor había trepado por su cuello cuando dije “erecciones”, así que no creí
que fuera a seguir la corriente. Pensé que la asustaría como la mierda y que cambiaría
de opinión.
—Si quieres ganar suficiente dinero para pagar la escuela, tendrás que hacer algo
más que el tubo. ¿Una cosita como tú aquí abajo ofreciendo bailes en el regazo? Si eres
buena en eso, tienes la garantía de que ganarás una tonelada de dinero —expliqué.
Vi como sus tetas se elevaban y caían mientras ella respiraba hondo un par de
veces—. Nunca he hecho esto antes —admitió.
—Y no tienes que hacerlo ahora si no quieres el trabajo —le recordé, con la
esperanza de que ella dejara esta mierda y saliera por mi puerta.
Ella miró al suelo y pensé por un segundo que había logrado hacerlo. Entonces ella
me miró a los ojos y pude ver la resolución en los suyos. Angelica había tomado su
decisión y caminó hacia mí con determinación en sus pasos. En el momento en que se
sentó en mi regazo, supe que si la contrataba, entonces mi regla número uno iba a salir
volando por la ventana. Ella iba a terminar sobre su espalda y en mi cama en un
santiamén.

10
CAPÍTULO 3

Puedes hacer esto, canté en mi cabeza mientras subía a la silla. Había entrado en el club
esta mañana emocionada por la oportunidad de ganar suficiente dinero para pagar la
escuela, y asustada de quitarme la ropa en el escenario. La emoción se había ido, pero
todavía estaba asustada.
Antes de que las cosas se fueran al infierno, nunca fui de las que se arrepienten. A
mis padres les volvía locos que hiciera cosas estúpidas porque uno de mis amigos me
convenció. Supongo que no lo había superado desde que me encontré en esta situación,
a punto bailarle en el regazo un tipo que no conocía y que tenía el poder de mi destino
en sus manos. Y por supuesto que estaba muy bueno. El Sr. Alto, Oscuro y Guapo en
persona como si hubiera salido de uno de los romances que me gustaba leer en mi Kindle.
Podía sentir el calor que se desprendía de su cuerpo musculoso a medida que me
acercaba. Yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero pensé que no podía ser tan
difícil. Sacó su teléfono del bolsillo de su camisa y apretó un par de botones. La música
11
comenzó a sonar.
—Baila para mí —ordenó en tono áspero. El músculo saltando en su mandíbula
era la única señal de que tenerme en su regazo le estaba afectando.
Así que empecé a moverme. Lentamente al principio. Sentí el pulso de la música en
mi torrente sanguíneo y fingí ser sólo un personaje de un libro. Una mujer que había
conocido al hombre de sus sueños y lo estaba volviendo loco de lujuria. Puse mis rodillas
a cada lado de sus piernas y me levanté, así que me coloqué sobre su cuerpo. La falda de
mi vestido fluía alrededor de él, cubriendo su regazo.
Desabroché los botones superiores y dejé que el material se cayera de un hombro
antes de inclinarme hacia él y susurrarle al oído—: ¿Cómo te llamas?
—Morgan —resonó su respuesta.
Soplé en su oreja y me aseguré de acercarme para que mis pechos estuvieran muy
cerca de su cara mientras me movía hacia el otro lado. Quería este trabajo e iba a jugarlo
por todo lo que valía la pena—. ¿Y tu apellido?
—Cadwell —contestó.
Me incliné hacia atrás y miré sus oscuros y ardientes ojos—. Oh, Sr. Cadwell. He
sido una niña muy traviesa —dije con una risita mientras me daba vueltas un mechón
de pelo alrededor de mi dedo.
—¿Qué tan mala has sido, Ángel? —preguntó.
Desabroché otro botón antes de responder, sin saber de dónde venía todo esto,
aparte de los romances eróticos que habían alimentado mis fantasías en los últimos dos
años—. Muy, muy mala.
—Sabes lo que les pasa a las chicas malas, ¿no? —gruñó mientras sus manos
agarraban mis caderas, bajándome con fuerza contra su excitación.
—Oye, creí que no se tocaba en los bailes eróticos —intenté protestar.
—Siempre habrá contacto entre tú y yo —respondió.
Sabía que no debería afectarme. Yo no conocía a este tipo y estaba actuando un
papel para tratar de conseguir un trabajo. Pero sus palabras y su toque estaban
excitándome y confundiéndome. Si era honesta conmigo misma, admitiría que había una
química loca entre nosotros y tal vez—sólo tal vez—yo estaba usando esta situación a
mi favor para ver qué pasaba.
—No hay tú y yo —respondí mientras inclinaba mi cuerpo lejos de él.
—Lo habrá —insistió.
Parte de mi incertidumbre debe haberse mostrado en mi cara porque sus manos se
movieron suavemente y él las pasó desde mis caderas hasta mi espalda y las acariciaba 12
suavemente. Tiró ligeramente de la tela, pero no cayó más lejos—. Muéstrame más.
Podía sentir su verga dura debajo de mí, mi coño descansando sobre ella y
volviéndome más que un poco salvaje. Nunca antes había estado en una situación como
ésta. Sus oscuros ojos quemaban los míos y lancé todas mis precauciones al viento
mientras desabrochaba el resto de los botones de mi vestido. Se cayó, la tela se juntó
alrededor de mi cintura. Morgan sostuvo mis ojos mientras sus manos se alejaron de mí
para agarrar mi vestido y tirarlo al suelo.
Él prácticamente gruñó mientras su mirada recorría mi cuerpo. Había elegido
cuidadosamente mi ropa interior esta mañana, escogiendo el mejor juego que tenía. Era
encaje blanco, así que me preocupaba que me hiciera parecer demasiado inocente cuando
lo elegí, pero no tenía muchas opciones. Ahora estaba encantada con mi selección porque
encajaba a la perfección con el papel que estaba interpretando.
—Tal vez si eres muy buena para mí, te perdonaré por haberte portado mal —dijo
mientras él arrastraba un dedo por mi pecho y abría el broche delantero del sostén.
Su acción me sorprendió, y moví mis manos para cubrir mi pecho sin darme cuenta
de lo que había hecho. Alzó una ceja hacia mí en un sutil desafío, como si supiera desde
el principio que yo no podría mantenerme en el personaje. Respirando hondo, recordé el
papel que tenía que desempeñar si yo quería este trabajo y me obligué a bajar los brazos.
—¿Y si quiero ser mala por una vez? —pregunté mientras deslizaba los tirantes
de mi sostén por mis brazos.
Era como si él hubiera tejido un hechizo seductor alrededor de mí, haciéndome
olvidar por qué estaba aquí y todos mis problemas. Nunca había sentido algo así antes.
Mi piel estaba en llamas y se me ponía la piel de gallina. Mis bragas estaban húmedas y
no podía evitar frotarme ligeramente sobre su longitud. Mi cuerpo se estaba apretando
en anticipación a lo que vendría después.
—Mientras estés conmigo, puedes ser tan mala como quieras, Ángel —susurró
antes de cerrar su boca sobre uno de mis pezones. Cada mano sostenía uno de mis pechos,
apretando ligeramente. Rodó el otro con el dedo y el pulgar, haciéndolo fruncir el ceño
con necesidad.
—Oh por Dios —jadeé ante la sensación, cerrando los ojos para poder fingir que
esto en realidad no estaba pasando.
—Mírame —ordenó, y mis ojos se abrieron de nuevo para encontrarlo mirándome
fijamente—. Mantén tus ojos en mí, Ángel. Quiero ver cada pensamiento que se te pase
por la cabeza. No te escondas.
No podía responder, las palabras estaban atascadas en mi garganta, así que asentí
y enganché la mirada con la suya. La música cambió a algo con un ritmo más profundo
y mis caderas empezaron a moverse por sí solas. Me deslicé sobre su cuerpo, su boca
moviéndose entre mis pechos y sus ojos ardiendo en los míos. Podía sentir que algo se
acumulaba dentro de mí y lloré con necesidad. El triunfo llameó en su mirada antes de 13
que él bajara una mano por mi espalda y me levantara un poco para poder pasar su dedo
por el borde de mis bragas.
—Por favor —jadeé, abriendo mis piernas aún más, tan ancho como la silla me
permitía.
Él amplió su postura, con los muslos firmes atrapándome mientras él movía mis
bragas a un lado y sostuvo su palma contra mi coño—. Tan húmeda por mí.
Intenté moverme contra su mano, necesitando algún tipo de fricción porque estaba
a punto de deshacerme. Bajó más su mano hasta que uno de sus dedos se deslizó dentro
de mí hasta el primer nudillo, y así mi cuerpo comenzó a temblar cuando las olas de
placer me golpeaban y mi coño se apretó contra su invasión.

—Morgan —jadeé antes de cerrar los ojos de golpe, sin poder manejar la intimidad
de este momento con él.
Sacó su dedo de mí, y mis bragas volvieron a su lugar. Sentí sus caderas subir, su
verga chocando contra mi entrepierna húmeda. Sus manos agarraron mis caderas con
fuerza mientras él bombeaba sus caderas y gemía.
—¿Quién demonios es ella? —oí detrás de mí. Me giré para mirar y había un grupo
de mujeres escasamente vestidas mirándome fijamente mientras estaba sentada medio
desnuda en el regazo de Morgan, mi pecho agitado mientras intentaba respirar de nuevo
después de mi clímax, el primero que alguna vez había tenido no completamente sola.
—Creí que dijiste que él estaba fuera de nuestros límites —una de ellas se quejó
con otra.
—Siempre lo ha estado —contestó una rubia tetona—. Confía en mí, he intentado
meterme en sus pantalones sin suerte. Creo que todas nosotras lo hemos hecho.
Me congelé cuando sus palabras me golpearon y me di cuenta de que estaba
temblando en los brazos de un hombre que no conocía y que aparentemente le
coqueteaban las strippers todos los días de la semana. Empecé a moverme para poder
agarrar mi ropa y ponérmela.
—Puta madre —rugió antes de levantarme en sus brazos y salir de la habitación y
atravesar una puerta que decía Sólo Empleados.

14
CAPÍTULO 4

Supe al segundo que la vi que esta chica iba a ser un problema. Su mezcla de inocencia
y seducción era aparentemente mi kryptonita basada en lo que acababa de pasar allí.
Puede que no moje mi verga con las chicas de aquí, pero estoy seguro de que había
conseguido más que mi parte justa de bailes en el regazo en mi vida. Ni uno solo de ellos
me tuvo corriéndome en mis pantalones como un colegial, hasta mi Ángel.
El olor de su excitación me había estado volviendo loco, y luego vi la sorpresa en
sus ojos mientras su coño se apretaba alrededor de mi dedo. Mi verga explotó tan pronto
como sentí el chorro de humedad cuando ella se vino por mí, temblando en mis brazos.
Nunca antes me había metido con una virgen, ni siquiera en la preparatoria. Demasiado
trabajo para meterse en sus bragas y siempre querían algo más que una cogida rápida.
Pero apostaría mi último dólar a que mi ángel era una basado en lo apretada que estaba
para mí y la expresión de asombro en su cara. Parecía que mi verga quería entrar en
esta, desesperadamente. Y ya la estaba llamando mía en mi cabeza. ¿Qué carajo pasaba 15
con eso?
La llevé a mi oficina y cerré la puerta de golpe. Estaba enojado porque había
perdido el control. Enojado porque otros la habían visto medio desnuda en mi regazo,
aunque fueran todas mujeres. Y asombrado de que soltara mi carga en mis pantalones
favoritos de quinientos dólares.
La dejé caer en el sofá y entré en el baño privado para agarrar una muda de ropa
del armario, pantalón para mí y una camisa de vestir para Angelica. Sólo me fui por un
minuto, pero ella estaba levantada y cavando en su bolso cerca de la puerta cuando volví
a entrar.
—¿Adónde diablos crees que vas? —demandé, acechando hacia ella y jalándola de
vuelta al sofá. Le puse mi camisa de vestir y empecé a abrocharle los botones.
—De vuelta a mi motel —murmuró mientras intentaba bajar la camisa para cubrir
más sus piernas.
Mis dedos se detuvieron en los botones—. ¿No vives por aquí? —pregunté.
Angelica sacudió su cabeza, y la miré fijamente. Ella sabía muy bien que yo quería
más información que un simple no—. Crecí a unas horas de distancia, pero la universidad
está aquí, así que pensé que debería encontrar un trabajo más cerca del campus.
—¿Dónde te estás quedando? —exigí. Cuando mencionó el nombre de un motel
barato en una parte cuestionable de la ciudad, supe que no la iba a dejar salir de aquí sola
hoy. Pero seguro como la mierda que no la iba a contratar para bailar. Sólo la idea de
que sujetos la vieran desnudarse era suficiente para hacerme perder la cabeza.
—No hay manera de que te quites la ropa por dinero en mi club —expliqué.
—Entonces encontraré otro lugar que me contrate —dijo enfadada.
—No, no lo harás —respondí—. Porque nadie te tocará si les digo que estás fuera
de los límites. Me conocen lo suficiente como para no querer meterse en mi lado malo.
No por alguna chica que ellos no conocen cuando hay otras que puede contratar sin la
molestia de tener que tratar conmigo.
Ella parecía deshecha cuando se dio cuenta de que yo tenía el poder de destruirla.
Eso no era lo que yo quería, pero mi Ángel necesitaba entender quién estaba a cargo
aquí. Yo. Ella no. Ella podría tener mi verga atada en nudos, pero yo seguía siendo el
que tomaba las decisiones sobre nosotros.
—Carajo —siseó, lágrimas de enfado empezaron a rodar por sus mejillas—. No
hay manera de que pueda pagar la escuela, y tengo que mudarme de la casa de mi mamá
a fin de mes. ¿Qué demonios voy a hacer?
Aunque estaba claro que estaba hablando sola y no esperaba que le contestara, hice
algunos cálculos rápidos en mi cabeza. Tenía dos semanas antes de no tener un lugar
para vivir y otras seis antes de que empezara la escuela. Muchas de mis bailarinas eran 16
estudiantes, así que estaba bastante familiarizado con sus horarios. Y yo sabía cuánto
tenían que ganar para pagar su inscripción porque siempre estaban presionando para
conseguir más tiempo en el escenario si se quedaban cortas.
—Vas a ser mi asistente personal —lancé, queriendo tenerla cerca de mí.
Su cabeza giró de golpe ante mi oferta de trabajo—. ¿Tu asistente?
—Sí, es un puesto de convivencia, así que no tienes que preocuparte por pagar un
departamento. Y si las cosas salen bien, seré flexible en el horario para que puedas ir y
venir entre mi casa, la escuela y aquí —expliqué.
—Pero eso no pagará lo suficiente —argumentó—. Créeme. Miré otras opciones
antes de decidir venir aquí a la audición.
—Gano más dinero que las otras personas para las que habrías trabajado, así que
puedo permitirme el lujo de pagarte más —dije de manera convincente—. Además,
estarás disponible para mí veinticuatro horas al día, siete días a la semana, por lo que
mereces más compensación que con un trabajo normal de nueve a cinco días.
Prácticamente pude ver la chispa de esperanza en sus ojos y entonces ella miró mi
camisa cubriendo su cuerpo con sus bragas blancas asomándose—. Pero no puedo
trabajar para ti —murmuró—. No después de lo que acaba de pasar ahí fuera.
Esa era una de las mayores diferencias entre nosotros. Ella esta tímida porque la
había tenido en mis brazos y la hice venirse. ¿Pero yo? La quería en mi casa, trabajando
para mí y dependiendo de mi generosidad por la misma razón. Había pasado la mitad de
mis treinta años persiguiendo la cola, así que sabía que lo que había pasado entre
nosotros no era sólo lujuria. No había manera de dejar que ella se alejara de mí hasta
que pudiera explorar lo que sea que fuera, y decidir lo que quería hacer al respecto y a
ella.
—Por supuesto que puedes —le aseguré—. Te pago para que me ayudes, no para
que te acuestes conmigo. Lo que sea que pase entre nosotros está separado de que seas
mi asistente.
—Si trabajo para ti, entonces no va a pasar nada más —insistió, su columna
vertebral enderezándose mientras me lanzaba dagas con los ojos. Parecía una gatita
siseando e incluso eso me volvió a poner duro.
—Confía en mí cuando te digo que te equivocas, Ángel —no concordé—. Puede
que seas demasiado joven para saberlo, pero yo soy lo suficientemente mayor para
saberlo mejor. ¿Si tú y yo pasamos más tiempo juntos? Vamos a follar. Porque no hay
forma de que vaya a andar por ahí con una erección todo el día, y mi verga se pone dura
sólo con tu olor.
Tragó ante mi crudeza—. ¿Y crees que eso me hará querer aceptar tu oferta de
trabajo?
17
—No, creo que ya quieres aceptarme por diferentes razones. No tendrás que
preocuparte por un buen lugar para vivir. Te pagaré lo suficiente para que puedas cubrir
tu matrícula y algo más. Cuando empiece la escuela, ya habrás aprendido las reglas y me
aseguraré de que tengas tiempo para las clases y el estudio. Además, te daré una
prestación para ropa para que puedas vestirte apropiadamente —expliqué—. Y puedes
negarlo todo lo que quieras, pero la mayor razón por la que quieres decir que sí es porque
quieres estar cerca de mí. Sientes esta atracción entre nosotros igual que yo.
—¿Y si digo que no? —respondió ella.
Decidí que era más fácil probar que tenía razón que hacer que lo admitiera. Me
incliné y estrellé mis labios contra los de ella, saboreándola por primera vez. Su boca se
abrió mientras ella jadeaba en sorpresa, y me aproveché mientras mi lengua entraba.
Enredé su pelo en un puño y sostuve su mandíbula en el otro mientras saqueaba su boca,
exigiendo la respuesta que merecía. No pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo se
suavizara en rendición, su lengua apareándose con la mía y sus manos agarraron mis
hombros.
Me permití saborear su dulzura antes de marcharme.
—No intentes jugar conmigo, niña —gruñí—. Porque yo ganaré y tú perderás
siempre.
—Sin juegos —prometió, sus ojos nublados por el deseo.
—¿Quieres el trabajo o no? —pregunté.
Me miró directamente a los ojos e inclinó su cabeza mientras buscaba algo en mi
mirada mientras consideraba mi oferta. Cuando contestó, selló su destino—. Sí, lo
quiero.

18
CAPÍTULO 5

No esperé que toda mi vida cambiara para siempre cuando le dije esas tres palabras a
Morgan. Me sacó de su oficina después de llamar a alguien para que trajera mi ropa a su
puerta. Mientras me cambiaba en su baño, se cambió los pantalones y me dio vergüenza
al darme cuenta de que debí haber dejado una mancha mojada en su regazo. Me disculpé
por arruinarlos antes de que él me corrigiera y luego sentí otro rubor en mi piel cuando
escuché su explicación.
Sólo habían pasado un par de horas desde que dejé mi motel esta mañana y, sin
embargo, aquí estaba, empacando y entrando por la puerta de la casa de Morgan. Él no
quería que condujera mi propio coche y de alguna manera me encontré viajando con él.
No estaba segura de qué era lo que me hacía querer obedecer. Tal vez era la situación
en la que me encontraba y el estricto control bajo el que había vivido en los últimos
años. No lo sabía con seguridad y me asustaba un poco que honestamente tampoco me
importara. Sólo quería soltarme un poco y ver qué pasaba después sin preocuparme 19
tanto.
—¡Puta mierda! —me quedé boquiabierta al ver por primera vez mi nuevo hogar
después de que Morgan pulsara un botón en el visor de su Maserati. Las puertas se
abrieron para revelar una inmensa propiedad que estaba escondida de miradas curiosas
detrás de la cerca alta y de las palmeras que se alineaban en la calle.
—Lenguaje —gruñó.
No pude evitar el giro de ojos que fue mi respuesta a su orden, ya que lo había oído
maldecir muchas veces ya hoy—. ¿O sea que tú puedes maldecir, pero yo no?
—Oh, tú jodidamente maldecirás. En la cama. Conmigo. Mientras te enloquezco
con necesidad y me suplicas que te folla —prometió—. Pero fuera del dormitorio, no
quiero oír lenguaje soez saliendo de tu linda boquita.
Quería protestar por sus palabras, pero el torrente de humedad que causaron me
hizo detenerme mientras pensaba en lo que me estaba pidiendo. No era sólo un hombre
que quería meterse en mis bragas. Era mi nuevo jefe que actuaba como si supiera que
iba a entrar ahí. Y si era honesta conmigo misma, yo sabía que él también lo haría.
Entonces, ¿qué daño hacía seguirle el juego por el momento?
—¿Entonces quieres que sea una buena chica para ti, Morgan? —respiré.
Dejó caer mis maletas donde él estaba y se dirigió hacia mí—. Tal vez no fui lo
suficientemente claro antes, Ángel —dijo con voz ronca mientras me levantaba y
envolvía mis piernas alrededor de su cintura antes de apoyarme contra la puerta—.
Atravesaste esa puerta por tu propia voluntad. Fue tu decisión, bebé. Y ahora que lo
lograste, no hay marcha atrás. Tú eres mía.
—Pensé que la esclavitud era ilegal —señalé.
Puso sus caderas contra mí y pude sentir lo duro que estaba. Sentí un poco de alivio
al saber que la locura que yo estaba sintiendo no era unilateral. Él sentía la misma
atracción loca hacia mí que yo sentía con él.
—Oh, las cosas que quiero hacerte definitivamente rozan lo ilegal. Pero esperaré
hasta que me ruegues por ellas —prometió antes de que sus labios se abalanzaran sobre
los míos.
Me estremecí ante su toque, y por mucho que sus palabras inflamaran mi deseo,
también me asustaban. No tenía experiencia con esto. Estaba segura de que mis acciones
lo llevaron a creer de manera diferente debido a cómo había actuado desde el momento
en que lo conocí. Ciertamente nada como la virgen que yo era. Pero en mi defensa, no
me había aferrado a mi virginidad porque no estuviera interesada. No había habido
tiempo suficiente para hacer nada al respecto. Ahora tenía todo el tiempo del mundo y
ninguna razón para luchar contra la química ardiente entre nosotros. Ninguna excepto
que él era mi jefe y que me había puesto en una posición en la que dependía de él para
todo: comida, refugio, ropa y colegiatura. 20
—Morgan —protesté un poco cuando el miedo se apoderó de mí. Me alejé para
poder dar un paso atrás—. No sé si puedo hacer esto.
Sus oscuros ojos brillaban con lujuria desenfrenada mientras él me miraba
fijamente. Mi confusión debe haberse manifestado en mi expresión porque sus ojos se
suavizaron—. Dame cinco minutos para probar que te equivocas. Para mostrarte lo
increíble que va a ser entre nosotros. Ni siquiera me bajaré la cremallera, lo juro.
La risa que salió de mi boca me sorprendió tanto a mí como a Morgan, pero él sonó
exactamente igual que los chicos adolescentes con los que me acababa de graduar. Puede
que no haya tenido tiempo de salir con alguien últimamente, pero ciertamente había
escuchado promesas como esa en mi segundo año antes de que mi mundo se convirtiera
en una mierda.
—¿Las líneas como esa de verdad funcionan para ti? —me burlé.
Morgan me sonrió, sus ojos cayendo a mis labios antes de volver a mirarme a los
ojos y respondió—: No lo sé. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve que molestarme
en usar una. Dime, ¿va a funcionar?
Su respuesta fue como un chorro de agua fría contra mi cara mientras recordaba la
diferencia entre nosotros. Él era sexy, seguro de sí mismo y rico. Yo sabía más allá de
toda duda que las mujeres probablemente se lanzaban sobre él de forma regular.
Mientras tanto, yo era joven, en bancarrota y sin experiencia. ¿Cómo diablos podría
funcionar algo entre nosotros? Especialmente si él era mi jefe.
—Voy a suponer que no por la mirada en tu cara ahora mismo —escuché a Morgan
murmurar antes de que me empujara hacia su pecho—. Entiendo que esto puede
asustarte. No puedo prometerte nada excepto que no tienes nada que temer de mí. No
importa lo que pase o no pase entre nosotros, te he hecho una promesa. Una que
mantendré.
—¿Y qué promesa es esa?
—Tienes un trabajo que pagará tus estudios y un lugar seguro para descansar tu
cabeza por la noche —juró.
Mi mente era una mezcla de pensamientos. Había dejado mi cuarto de motel barato
esta mañana esperando desnudarme para extraños para poder llegar a fin de mes, y de
repente tenía frente a mí a un hombre precioso que prometía mejorarlo todo. Era difícil
creer que las cosas pudieran cambiar para mejor tan rápidamente. No con la suerte que
he tenido últimamente—. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
Los ojos de Morgan se iluminaron y su sonrisa se convirtió en una sonrisa
completa—. Claro que sí, estoy seguro.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —pregunté, sacudiendo mi cabeza con 21
incredulidad—. Literalmente me conociste hace menos de dos horas.
—¿Segura que quieres saber por qué? —preguntó, su voz cayendo en un susurro
ronco. Asentí en respuesta—. Tienes que saber que eres jodidamente hermosa. He visto
muchas mujeres hermosas, pero hay algo en ti que supera a todas y cada una de ellas.
Mi corazón martillea ante sus palabras—. Pero eso no puede ser —argumenté.
Morgan puso su dedo sobre mis labios para que yo no pudiera continuar—. El
hecho de que estés discutiendo conmigo por algo que la mayoría de las mujeres saltan
ante la oportunidad de obtener de mí es otra razón.
Yo sonreí y él movió el dedo—. Hay muchas mujeres honestas en el mundo,
Morgan.
—En mi mundo no, Ángel —respondió—. Y ninguna que se parezca a ti, pero que
también tenga un espíritu de lucha. Has estado lidiando con un montón de mierda
últimamente, y no has dejado que eso te impida ir tras lo que quieres. No tienes idea de
lo caliente que es eso, bebé.
—Simplemente no estoy segura de qué pensar de todo esto. Vas a ser mi jefe. Voy
a vivir en tu casa. Puede que esté dispuesta a luchar por lo que quiero, pero parece que
estaría arriesgando demasiado si aceptara acostarme contigo también —me preocupé en
voz alta.
—Entonces tendré que encontrar la manera de convencerte de que valgo el riesgo,
Ángel —dijo Morgan, antes de que rozara sus labios con los míos.
—Eso va a llevar tiempo —le advertí—. No te conozco y estoy en una posición
vulnerable aquí. No me hace sentir cómoda. Especialmente desde que aprendí por las
malas que no siempre puedo confiar en que los hombres se queden.
—Te daré tiempo para que te acostumbres a mí, pero no puedo prometer que va a
ser muy largo —dijo—. Y haré lo que pueda para que te sientas un poco más segura en
nuestra situación.
Incliné mi cabeza a un lado, estudiando su cara y buscando cualquier signo de
deshonestidad. Respiré profundo cuando no encontré ninguno—. Creo que lo dices en
serio.
—Lo hago —me prometió, extendiendo su mano hacia mí. Sus cálidos dedos se
apretaron contra los míos mientras yo ponía la palma de mi mano contra la suya—.
Déjame mostrarte tu nuevo hogar.

22
CAPÍTULO 6

Con la mano de Angelica unida a la mía, le di un recorrido por la casa. Un lugar donde
ninguna de las mujeres con las que me acosté en el pasado había cruzado el umbral. Y
sin embargo, ahí estaba yo, conduciéndola tranquilamente a mi territorio sin pensarlo
dos veces. No sólo para una visita. No, me había vuelto completamente loco y la había
invitado, sin prácticamente forzarla a mudarse conmigo.
Ella estaba bastante callada, sólo hacía una pregunta al azar aquí y allá mientras
caminábamos por el primer piso. No fue hasta que subimos las escaleras y abrí la puerta
de la suite principal que ella dudó de nuevo.
—Yo estoy aquí —le dije mientras veía su mirada explorar la habitación y
detenerse cuando vio mi cama. Era una enorme cama de cuatro pósters con husillos de
roble oscuro en cada esquina. El colchón California king size era lo suficientemente
grande para que yo pudiera dormir cómodamente y el armazón era lo suficientemente
masculino como para satisfacer mis gustos. Nunca había pensado mucho en mi selección
23
hasta ahora, cuando podía imaginarme tan fácilmente atándola de águila sobre él,
dejándola a mi merced.
—Es hermoso —susurró, un bonito rubor rosa manchando sus mejillas.
Le di un empujón para que caminara por el pasillo, dándome un momento para
ajustar mi verga, ya que estaba tirando de mi cremallera al pensar que ella estaba
desnuda y me rogaba que la tomara. Sin pensar en las implicaciones, la detuve en la
puerta de al lado y la abrí. Por muy masculino que fuera mi decorado, el cuarto de
huéspedes era femenino. Una cama matrimonial era el principal punto focal con
cabeceras de tela de color champán y cortinas con brisa.
—Y tú estás aquí —le dije, tirando suavemente de ella a través de la puerta
mientras ella se quedaba allí de pie con la boca abierta ante la habitación.
—No, Morgan —argumentó—. No puedo quedarme en esta habitación. Debe
haber algo más pequeño que pueda usar en su lugar.
Por supuesto que había otras habitaciones que ella podía usar, pero yo la quería
cerca de mí mientras yo esperaba mi momento hasta que ella compartiera mi cama. Y
no iba a aceptar un no por respuesta—. Me temo que no tienes suerte, porque esta es tu
habitación. Tengo horas extrañas y ponerte lejos de mí sería difícil si necesitara tu ayuda
en medio de la noche.
—¿En medio de la noche? —repitió.
—Te lo advertí, veinticuatro horas. Y ninguna de las otras habitaciones tiene este
beneficio adicional —dije mientras abría la puerta de conexión entre su habitación y mi
suite. Nunca entendí realmente el atractivo de la puerta hasta este momento, pero
ciertamente me vendría bien con mi pequeño Ángel durmiendo al lado mío.
—Una puerta que conecta —tartamudeó, mirándome con inocentes ojos verdes.
—Sí, así que puedes venir a mí en cualquier momento. Esta puerta siempre está
abierta para ti, pero no para mí hasta que vengas a mí por tu cuenta —le aseguré.
—Cuando me ofreciste el trabajo como tu asistente residente, no esperaba tanto
lujo —suspiró, mirando con asombro por toda la habitación.
—Te prometí que te daría tiempo, pero nunca dije nada sobre que te resultara fácil
resistirte a mí —expliqué.
Sus ojos verdes brillaron mientras me miraba de nuevo—. No pienses ni por un
segundo que puedes comprar tu entrada por mis afectos.
Sentí mi sangre bombear por mis venas ante sus palabras y mi verga se hinchó en
mis pantalones otra vez. No quería nada más que arrastrarla a mi cama, pero aún no
estaba lista para eso.
—Yo no pago por sexo —la regañé—. Pero asegurarme de que estés cómoda es 24
mi responsabilidad, Angel.
—He sido responsable de mí misma durante mucho tiempo —replicó, su columna
vertebral enderezándose ante la sugerencia de que no podía cuidar de sí misma.
—Ahora me tienes a mí para aligerar tu carga.

***

Dejé a Angelica para instalarme en su habitación y me dirigí directamente a mi


oficina. Podría haberle permitido a mi pito que pensara por mí al traerla a mi casa, pero
eso no significaba que no fuera a tratar de ser inteligente al respecto después del hecho.
Sabía a quién llamar para asegurarme de que no la había cagado al traerla aquí.
—Mucho tiempo sin hablar —contestó Brecken—. Sólo porque me mudé al otro
lado del país no significa que ya no seamos amigos.
—El teléfono funciona en ambos sentidos —respondí, aunque sabía que él tenía las
manos ocupadas abriendo un nuevo negocio.
—Eso hace. Así es —murmuró—. Las cosas han estado un poco locas aquí, sacando
todo del suelo.
—¿Va todo bien?
—Sí —confirmó—. Tengo más trabajos que hacer en mi camino de los que puedo
manejar. Mierda, ya necesito contratar a más hombres y sólo han pasado dos meses
desde que abrí la tienda.
—Me alegra oír que las cosas están bien—lo felicité—. Pero no me sorprende,
considerando el tipo de influencias que puedes mover.
Brecken y yo fuimos amigos de la infancia y tomamos caminos muy diferentes en
la vida. Mientras yo disfrutaba de todos los beneficios de ser dueño de los restaurantes,
clubes nocturnos y locales de striptease que había heredado de mi padre, él se había
unido al ejército para alejarse de su familia. Había hecho un excelente trabajo al servicio
de nuestro país, casi demasiado bueno, y no estuvieron contentos cuando él decidió no
volver a enlistarse hace unos meses. Por suerte para él, se las arregló para sobrevivir a
los agujeros del infierno a los que lo habían enviado y aprendió un conjunto único de
habilidades que esperaba convertir en un negocio de seguridad rentable en Chicago.
—¿Cuándo vas a venir a hacer una visita y comprobar tu inversión?
—No seas imbécil —dije—. No fue una inversión y lo sabes. Fue un puto regalo.
—Llámalo como quieras, pero será mejor que cobres los cheques que te envíe para
devolverte el dinero —advirtió. 25
—¿Qué tal si me ayudas con algo en vez de enviarme un maldito cheque? —gruñí.
—¿Estás en problemas? —preguntó Brecken, su tono volviéndose serio.
—Yo no lo llamaría necesariamente problema —murmuré—. Pero necesito que
hagas una investigación de antecedentes por mí.
—¿Una comprobación de antecedentes? —dijo.
—Sí —confirmé antes de darle toda la información que tenía sobre Angelica.
—Sólo he estado fuera unos meses, Morgan —me recordó—. ¿Cómo coño te has
puesto tan serio con una chica que necesitas que la investigue? La chica debe tener un
coño dorado o algo que te haga pensar en renunciar a todas las mujeres que se te tiran
encima.
—No hables así de ella —gruñí—. Y no dije nada sobre renunciar a otras mujeres
—puede que no haya dicho nada, pero estoy seguro de que ya lo había pensado, lo que
era aterrador como el carajo.
—Me acabas de arrancar la cabeza por decir algo que no habrías pensado dos veces
antes que ella —señaló—. Y nunca te has molestado en comprobar los antecedentes de
ninguna de las mujeres que han estado en tu cama antes. Así que no te molestes en
intentar convencerme de que no hay nada diferente en este caso.
—Bien —escupí—. Ella es diferente.
—¿Cómo la conociste? Por favor, dime que no es una de esas chicas frías de la alta
sociedad a las que les encanta gastar tu dinero.
Pensé en cómo ella ardió en mis brazos mientras su inocencia se mostraba en sus
ojos—. No, ella es la cosa más lejana a ello —murmuré—. Considerando que la conocí
hoy cuando vino al restaurante para probar un puesto de bailarina.
—¿Pensé que tenías una regla de no desnudistas? —preguntó.
—No la contraté para que se desnudara —respondí—. Va a ser mi asistente
personal.
—¿Desde cuándo necesitas un asistente?
—Desde que quería asegurarme de que no se me escapara y me di cuenta de que
estaba viviendo en un motel de mierda mientras esperaba que empezara la universidad
—respondí.
—¡Puta madre, viejo! —aulló—. ¿La conociste hoy y ya vive en tu casa? ¿Por qué
molestarse con la investigación de antecedentes? Ya estás perdido. Te va a tener
envuelto en un abrir y cerrar de ojos. Recuerda mis palabras.
—Cierra la puta boca y haz tu maldito trabajo —me quejé. 26
—Claro, no hay problema, hombre —se rió—. Me pondré manos a la obra para
que sepas si la chica que ya has movido a tu casa, horas después de conocerla, tiene algo
o no. Diablos, es bastante fácil que estoy seguro de que podré hacerlo desde el avión
mientras nos dirigimos a un trabajo de K&R que acaba de ser llamado esta mañana.
—No hay prisa. Llámame cuando puedas.
—Al ritmo que vas con ella, si no te llamo mañana, puede que te cases con ella
antes de que yo pueda —bromeó.
Quería decirle que estaba siendo ridículo, pero las palabras no llegaron. Él tenía
razón en una cosa, no entendía cómo era posible, pero estaba bastante seguro de que
Angelica ya me tenía envuelto en un abrir y cerrar de ojos.
CAPÍTULO 7

Mis primeros días viviendo en la casa de Morgan y trabajando para él fueron bastante
aburridos. Rápidamente me di cuenta de que él no había estado preparado para contratar
a un asistente residente cuando hizo la oferta porque no tenía ni idea de lo que quería
que yo hiciera. Debería haberme dado cuenta cuando vi el coche y la casa de que no sólo
tenía un club de striptease porque, por muy bueno que Morgan fuera, no pagaba por
todo lo que él poseía. Un hombre en su posición ya tenía un equipo de ayudantes para
hacer su trabajo, incluyendo un asistente administrativo en la oficina que se encargaba
de su agenda y de la mayor parte de su correspondencia, un servicio de limpieza que
venía cada dos días y un servicio de comestibles que entregaba todo lo que quería a la
casa.
Me tomó casi otra semana antes de que se me ocurrieran suficientes cosas que
hacer para que Morgan fuera capaz de fingir que yo me estaba ganando el ridículo salario
que me estaba pagando. No era una tarea fácil porque parecía que mi deber número uno 27
era estar a su lado. Mantenía los ojos abiertos y anotaba todo lo que pensaba que yo
podía hacer y le presenté mi lista esta mañana. Parecía aturdido por mi lista antes de
sonreír con suficiencia y estar de acuerdo con mis ideas, justo antes de sugerir que
fuéramos de compras para que yo estuviera bien vestida para el trabajo. Cuando traté de
discutir, él me dijo que yo lo estaba representando, ya que la mayor parte de lo que se
me había ocurrido era que yo fuera un medio entre él y su ejército de ayudantes. Él había
hecho imposible decir que no, y yo me había encontrado en su coche y había ido a
Nordstrom's antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando.
—Bienvenido a Nordstrom’s, señora Cadwell —una elegante pelirroja más cercana
a la edad de Morgan lo saludó mientras me llevaba a un vestuario que se encontraba a
un costado. Sus ojos verdes brillaban mientras lo miraba, sus pestañas revoloteando de
una manera que yo creía que ya había dejado de existir.
—Marla, ella es la señorita Rose —contestó él, llamando su atención sobre mí.
—Sí —suspiró—. Encantada de conocerte.
—Igualmente —le contesté, sin decirlo en serio, ya que era imposible perderse la
molestia que brillaba en sus ojos mientras me miraba de arriba a abajo. Me arrepiento
profundamente de no haber tenido más cuidado en este viaje de compras porque mis
pantalones cortos y mi camiseta me hicieron sentir increíblemente joven y nada atractiva
en comparación con lo bien arreglada que ella estaba.
—Tengo la habitación preparada con opciones seleccionadas sólo para la Srta.
Rose en base a nuestra conversación, Sr. Cadwell —dijo sonriendo.
—Una revisión completa, ¿correcto? —aclaró él.
—Sí, he incluido de todo, desde zapatos hasta gafas de sol, y tengo un par de chicas
que pueden ayudar con las tallas y tomar otros artículos si es necesario —dijo,
aplaudiendo para indicar a los otros compradores que deberían unirse a nosotros.
Era como si hubiera entrado en el set de una sesión de fotos de modelos de alta
gama con la forma en que todos estaban vestidos. Dudaba mucho de que pusieran tanto
esfuerzo en lo que llevaban puesto para trabajar y pensé que habían esperado llamar la
atención de Morgan por las miradas astutas que daban. Aunque habíamos pasado casi
todas las horas juntos durante la semana pasada, él no había hecho más avances hacia
mí, así que ya no estaba segura de cómo actuar. Quería reclamar mi derecho y dejar claro
que él era mío, pero simplemente no era cierto.
Algo de mi indecisión debe haber sido clara en mi cara porque las mujeres parecían
triunfantes y aumentaron el coqueteo mientras me probaba diferentes trajes. Sin
embargo, Morgan no les prestó atención. Me había probado algunas opciones y habría
estado feliz de parar allí hasta que vi el vestido que lo cambió todo. El sedoso material
era un remolino de varios tonos de verde. Sabía que haría resaltar mis ojos y una vez
que me lo puse me enamoré de él y no podía esperar a ver la cara de Morgan cuando me 28
viera con él.
Cuando salí del probador, Morgan estaba mirando su teléfono mientras Marla se
inclinaba sobre su hombro para hablarle al oído. Él asentía despreocupado, y yo aclaré
mi garganta para llamar su atención—. ¡Puto Dios! —respiró.
—No estoy segura dónde me lo pondría, pero me encanta este vestido —murmuré,
caminando hacia él con mis ojos enganchados en los suyos.
—Encontraremos un lugar —me aseguró—. Incluso si tengo que dar una puta
fiesta. Vas a agarrar vestido.
—Probablemente debería decir que no porque es ridículamente caro, pero no creo
que pueda resistirme a esto —admití.
Él miró a Marla y la corrió antes de volver a hablar—. Aprenderás pronto que no
tiene sentido decirme que no, Ángel, porque tendré que encontrar la forma de hacerte
cambiar de opinión si lo haces.
Extendió un dedo y lo arrastró a lo largo de mi pierna desnuda mientras hablaba.
Con él tumbado en una silla, y yo con tacones, probablemente él podía mirar bajo la falda
del vestido si quisiera hacerlo. Levantó un poco el dobladillo y sus ojos se calentaron
mientras me miraba.
—¿Por qué tengo la sensación de que me gustaría tu método de persuasión? —le
pregunté gravemente.
—Porque me aseguraría de que lo hicieras —prometió, mirando su reloj después—
. Desafortunadamente, este no es el momento ni el lugar para una lección de persuasión.
—Aún no me he probado nada —objeté—. Sólo he pasado quizá por una cuarta
parte hasta ahora.
Agarró mi mano con la suya, y frotó el pulgar en círculos alrededor de mi palma—
. ¿Hubo algo que te probaste que no te quedara bien?
—Todo encajaba perfectamente —respondí, con dificultad para respirar.
Los círculos continuaron, la punta de su dedo sumergiéndose entre los míos con
cada golpe hacia arriba—. ¿Algo que no te haya gustado? ¿Algo que no fuera tu estilo?
—Nada de esto es realmente mi estilo ya que cualquiera de estos atuendos
probablemente cueste más que todo mi guardarropa —confesé mientras miraba el
vestido que llevaba puesto, sintiéndome culpable por amarlo tanto.
Su mano apretó la mía hasta que mis ojos volvieron a encontrar los suyos—. Pero
si el dinero no fuera un problema, ¿estas son el tipo de cosas que te comprarías a ti
misma?
—Tal vez —admití—. Pero probablemente iría por cosas más informales: jeans,
sandalias, pantalones de yoga. No soy una persona muy formal —él asintió, como si 29
estuviera de acuerdo con mi valoración de mí misma—. Es una de las cosas que más me
gustan de ti.
—¿Cuál?
—Cuán cómoda te ves siendo tú misma.
En serio, ¿cómo podría discutir con un tipo que decía cosas así? ¿A quien le gustaba
por mí? No podías, lo cual era como me encontré siendo llevada a su coche sin ninguna
discusión sobre cuánto dinero había gastado en mí.
—Tenemos una parada más —dijo Morgan mientras se dirigía en la dirección
opuesta de la casa.
—No estoy seguro de cómo es posible, considerando todo lo que ya me has
comprado hoy —respondí.
—No es que no pueda permitírmelo —respondió—. Además, son todas las cosas
que necesitas porque te has convertido en parte de mi vida. Por favor, tenlo en cuenta
durante esta parada.
—No puedes comprarme un coche —protesté mientras Morgan entraba en el
concesionario de Audi.
—Puedo hacer lo que me dé la gana —respondió, estacionando el Maserati delante
del edificio antes de girarse para mirarme.
—Ya tengo un coche.
Se rió un poco y el sonido áspero me puso la piel de gallina en mis brazos—. No
creo que sea justo llamar coche a ese cubo oxidado.
—¡Oye! A mi madre le encantaba ese coche —me quejé.
—Ángel —suspiró mientras usaba su dedo índice para levantar mi barbilla hasta
que lo miré a los ojos—. No digo que tengas que deshacerte del coche de tu madre si
significa algo para ti. Tengo mucho espacio en el garaje para guardarlo, pero cuando no
vayas conmigo, conducirás un auto que sé que es seguro.
—Tan mandón —murmuré.
—Mejor que te acostumbres —replicó mientras se llevaba mi mano a su boca para
poner un beso en mi palma—. Ahora vamos a buscarte un coche.
—¿Al menos puedo elegir cuál? —pregunté sarcásticamente, bastante seguro de
que sabía la respuesta.
—Mientras sea el A7 más nuevo con todas las campanas y silbatos y lo quieras en
blanco o plata, entonces sí puedes elegir el que quieras —contestó con un toque de
humor en su tono.
Cuando salimos de su coche y entramos en el concesionario, nos estaba esperando 30
una rubia preciosa vestida con un sexy traje de negocios con falda corta. Sus ojos se
arrastraron por el cuerpo de Morgan y la apreciación relampagueó en ellos antes de que
vieran su brazo envuelto alrededor de mi espalda mientras él me guiaba hacia ella.
Después de pasar el día viendo a todas las chicas de la tienda coqueteando, me
impresionó lo rápido que su expresión se aclaró mientras me sonreía y me tendía la
mano.
—Bienvenidos a Audi —nos saludó—. Soy Reagan.
Morgan y yo le dimos la mano y él rápidamente volvió la conversación hacia el
coche que quería comprarme. Ella nos acompañó a un modelo de exhibición y nos habló
de todas las características y de las tonterías mecánicas mientras yo me sentaba en el
asiento del conductor y trataba de levantar la mandíbula del suelo después de ver el
precio de la calcomanía en la ventana. Eran casi seis cifras y el costo de este auto pagaría
toda mi educación universitaria.
—Realmente no puedes comprarme este auto —le susurré a Morgan—. Reconozco
la necesidad de algo más seguro, pero hay literalmente otros mil coches que podrías
comprarme, lo que sería una gran mejora en mi coche, pero no costaría una pequeña
fortuna.
No había bajado la voz lo suficiente y Reagan me escuchó. Su mirada se dirigió
hacia la ventana, mirando el Maserati de Morgan antes de volver a mi cara. Una sonrisa
divertida alzó sus labios y sus ojos se iluminaron con humor—. Estoy bastante segura
de que si discutes demasiado, él podría encontrar otro modelo que cueste más.
La risilla de Morgan alejó mi atención de ella. Él parecía relajado y feliz, pero yo
sabía que había un núcleo de acero escondido bajo la superficie. Reagan tenía razón. La
resistencia probablemente lo llevaría a elegir algo aún más extravagante. Así que, cedí
y dejé que me comprara un Audi.

31
CAPÍTULO 8

Si alguien me hubiera dicho hace dos semanas que tendría a mi Ángel viviendo en mi
casa y conmigo las 24 horas del día, les habría dicho que estaban locos. Especialmente
si me hubieran dicho que no me habría acostado con ella todavía, ya que ni siquiera tenía
el hábito de pasar tanto tiempo con las mujeres a las que llevaba a la cama. Pero aquí
estaba yo, llevándola de vuelta de una visita a su ciudad natal para empacar lo último de
sus pertenencias porque no podía soportar la idea de que lo hiciera sola. Incluso insistí
en que trajera los pocos muebles que dijo que quería quedarse de su mamá. Las
probabilidades de que algo de esto encajara con toda la mierda que el diseñador había
puesto en mi casa eran mínimas o nulas, pero valió la pena ver cómo se iluminaron sus
ojos cuando le hice la oferta.
—Te dije que yo podía manejar esto por mí misma —el objeto de mi nueva
obsesión murmuró desde el asiento del pasajero de la camioneta que había rentado para
el día. 32
Mi esperanza cuando habíamos salido temprano esta mañana fue que ella durmiera
la mayor parte del camino ya que se veía muy cansada, pero eso no había sucedido, así
que puse un poco de música clásica con la esperanza de que finalmente tomara una siesta
en el camino a casa—. Y yo te dije que eso no iba a pasar de ninguna manera.
La cabeza de Angelica se movió en mi dirección cuando el chasquido en mi tono
dejó claro que estaba empezando a molestarme—. Sí, lo hiciste, pero luego te quedaste
muy callado hasta llegar a casa de mi madre. Y aunque fue bueno tener tu ayuda, no
tuviste mucho que decir cuando empacamos mis cosas y cargamos el camión, y no me
has dicho una sola palabra en todo el camino a casa.
—Mierda —murmuré, sabiendo mejor que decirle que la siesta que esperaba que
hubiera tomado habría hecho maravillas para mejorar el estado de ánimo de mierda con
el que se había despertado esta mañana—. Parecías tan frágil cuando salimos de casa
esta mañana. No quería hacer nada para que el día de hoy fuera peor de lo que ya era.
—Tienes razón —susurró ella—. Hoy apestó, pero no por las razones que pensé
que sería cuando me desperté esta mañana. En vez de sentirme triste por dejar la casa
que compartí con mi mamá, me he estado preocupando por lo que está pasando dentro
de tu cabeza y por qué has estado todo el día meditando en silencio y pensando que tal
vez es porque sientes que tienes mejores cosas que hacer que perder el día ayudándome.
Su sincronización era impecable porque yo acababa de entrar en nuestra entrada y
estacioné el coche para poder prestarle toda mi atención—. El tiempo que paso contigo
nunca es una pérdida de tiempo, Ángel.
—Entonces, ¿por qué parecía que deseabas estar en otro lugar que no fuera
conmigo hoy? —preguntó ella, sonando herida y perdida.
—Porque no había nada que pudiera hacer para quitarte el dolor —admití en voz
baja.
—No te lo pedí —murmuró, lágrimas cayendo en sus ojos.
—Tienes que acostumbrarte a que yo te cuide.
Me miró con tanta confusión en la cara que me entristeció—. ¿Pero por qué?
—Porque siempre me ocupo de lo que es mío.
—Puede que trabaje para ti, pero eso no me hace tuya —resopló.
Mis ojos se entrecerraron al sentir la necesidad de probar cuán equivocadas eran
sus palabras—. Supongo que entonces necesito mostrarte que eres mía.
Sus labios se abrieron, probablemente para que pudiera discutir conmigo, pero no
le di una oportunidad ya que aproveché al máximo la apertura. Envolviendo sus dedos 33
en su pelo, la sostuve en su lugar mientras mis labios rozaban contra los suyos. Su boca
se cerró de golpe y jalé ligeramente de su pelo hasta que jadeó. Mi lengua se deslizó
hacia adentro y encontró la suya, y se enredaron, sus manos se deslizaron lentamente
por mi espalda y su cuerpo se ablandó contra el mío.
Mi verga palpitaba con necesidad y si no me alejaba pronto, no estaba seguro de
poder parar. Por mucho que estuviera disfrutando de este beso, sabía que no podía
tomarla en la cabina de un camión rentado mientras estaba estacionado en mi entrada.
Aunque estuviéramos en otro lugar, no era el momento porque ella estaba vulnerable.
Quería que ella viniera a mí con los ojos bien abiertos.
Mientras arranco mi boca de la suya, un gemido se deslizó por mi garganta. Nunca
había tenido problemas con el control antes de conocerla, pero ella lo hacía pedazos cada
vez que estaba cerca. El sabor de sus labios era suficiente para hacer que mi verga se
pusiera dura, y mirando lo hinchados que estaban por mi beso, era virtualmente
imposible alejarse de ella. Mirándola a los ojos y viendo la duda mezclada con pasión, de
alguna manera encontré la fuerza para alejarme.

—¿Por qué no vas a tu habitación y te das un baño antes de intentar tomar una
siesta? —sugerí.
Lentamente asintió en concordancia, y la ayudé a salir de la camioneta y la observé
mientras subía las escaleras antes de entrar a mi oficina. Una vez que llegué allí, miré
ciegamente a mi computadora, reviviendo el beso que acababa de compartir con
Angelica. Yo no era un niño verde, pero el sabor de sus labios era suficiente para casi
hacer que me viniera en mis pantalones, una puta ganancia. Yo no era un inocente, me
había acostado con más mujeres de las que me correspondía en el pasado, pero ni siquiera
había mirado a otra mujer desde que ella entró en mi vida. Si fuera inteligente, le daría
una beca para pagar la escuela y la instalaría en un departamento en algún lugar lejos,
muy lejos de mí.
Con mi corazón latiendo salvajemente en mi pecho, abrí el navegador de mi
computadora y saqué listados de rentas disponibles cerca del campus. Descarté varios
de ellos antes de que sonara mi teléfono. Tomé la llamada sin mirar para ver quién era,
ya que distraídamente hice clic en más opciones, pero ninguna de ellas era lo
suficientemente buena para Angelica.
—Cadwell —respondí, y me sorprendió escuchar la respuesta de la voz de Brecken,
ya que se suponía que él estaba fuera de la ciudad y ya me había enviado por correo
electrónico la verificación de antecedentes de Angelica la mañana siguiente a la
conversación que tuvimos hace un par de semanas.
—Acabo de llegar a EUA y quería asegurarme de que las cosas iban bien con tu
chica.
—Mi chica —murmuré en respuesta, sorprendido por la sacudida que sentí al 34
escuchar que alguien más la llamaba mía.
—Sí, seguro que sonaba como si fuera tuya cuando me llamaste para que
investigara sus antecedentes —se rió.
—¿Tienes tanta puta curiosidad por mi mierda que tuviste que llamarme en cuanto
volviste? —me quejé.
—Ojalá fuera eso —admitió—. Pero tengo nueva información y estoy un poco
preocupado.
—Joder —suspiré—. ¿Qué pasa?
—¿Estás seguro de que Angelica es tan inocente como parece en papel? —
preguntó.
No había nada en su informe que me preocupara. Nada más que una jovencita a la
que le habían dado una mano de mierda, y que estaba haciendo todo lo posible para
superar la muerte de su madre. No sabía de dónde venía su preocupación, pero no tenía
dudas de que ella era exactamente lo que parecía ser. La inocencia en sus ojos no era
mentira. Su resistencia cuando fuimos de compras fue real. Ni una sola vez me había
pedido una sola cosa, excepto pasar tiempo juntos.
—Estoy seguro —respondí—. Pero me gustaría saber de qué te enteraste que te
hace dudar de ella.
—Su padre está conectado con algunas personas malas, y yo no sería tu amigo si
al menos no me detuviera a considerar que tal vez la está usando para llegar a tu billetera
—explicó él—. He visto su foto, hombre. Es joven, sexy e inteligente como el demonio,
basándome en lo que aprendí antes. No es imposible creer que alguien haya pensado que
sería el cebo perfecto para ti y la haya puesto en tu club para que la encuentres.
—Es imposible una vez que la conoces, Brecken. Podría haber tomado el camino
fácil y apenas haber levantado un dedo como mi asistente, pero en vez de eso se las ha
arreglado para descubrir todo lo que puede hacer para hacerme la vida más fácil.
Además, si ese fuera el caso, ya habría encontrado el camino a mi cama, ¿no crees?
La risa de Brecken chisporroteó a través de la línea—. Han pasado semanas,
hombre. ¿Intentas decirme que tienes a esa chica sexy en tu casa y ni siquiera te la has
follado todavía?
—No hables jodidamente así de ella —te lo advertí.
—Cálmate, Morgan. No quise decir nada con eso —se disculpó—. Pero debo
admitir que me sorprende que no te hayas acostado con ella cuando vive en tu casa.
—Tú mismo escribiste el maldito informe sobre ella. Dime, ¿qué le faltaba?
Hubo silencio en el otro extremo de la línea mientras Brecken consideraba lo que
yo estaba insinuando—. No novios —murmuró finalmente al darse cuenta de lo que eso 35
significaba—. No profundicé mucho, pero ¿me estás diciendo que la razón por la que no
encontré uno es porque ella nunca ha estado con nadie más?
—Sí, eso es exactamente lo que te estoy diciendo.
—Bueno, ahí va mi teoría del tarro de miel, ya que sólo un idiota usaría a una
virgen para engatusar a un playboy como tú —admitió.
CAPÍTULO 9

Vivir y trabajar con Morgan había sido una lección de tortura. Verlo día tras día evocaba
sentimientos en mí con los que no estaba familiarizada. Había empezado a soñar con él
noche tras noche, fantasías calientes y sucias de Morgan quitándome la virginidad y
dándome orgasmo tras orgasmo. Durante una semana, me había estado despertando
jadeando, con el corazón acelerado y las bragas empapadas. Y muy a menudo con la
mano en esas bragas.
Esta mañana no fue diferente. Mi cabeza estaba llena de todas las imágenes de mis
sueños de anoche mientras mi dedo daba vueltas frenéticamente alrededor de mi clítoris.
No iba a llevar mucho tiempo enviarme al límite. Ya había estado tan cerca cuando me
desperté.
Mis piernas acababan de empezar a temblar cuando hubo un fuerte golpe en mi 36
puerta. Quité mi mano de mis bragas, pero no fui lo suficientemente rápida. Mis ojos se
dirigieron hacia la mirada conocedora de Morgan. Había sido atrapada masturbándome
pensando en él a primera hora de la mañana. Me habría mortificado si él no estuviera
acechando hacía mí con un brillo determinado en sus ojos mientras se arrodillaba en la
cama y trepaba por encima de mí.
—¿Necesitas venirte? —ronroneó, sus dedos alrededor de mi muñeca,
manteniendo mi mano lejos de mi coño—. Lo haces en alguna parte de mi cuerpo. Mis
dedos, mi lengua o mi verga. Tú eliges.
—Ni siquiera hemos hecho nada todavía —prácticamente lloriqueé.
—Cuando finalmente hunda mi verga dentro de ese dulce coño tuyo, será
simplemente una vez que yo sepa que no te arrepentirás después. Estarás conmigo todo
el tiempo y disfrutando cada segundo —explicó.
La promesa en su voz dejó muy claro que decía en serio cada palabra de lo que
acababa de decir. Aunque Morgan me mantenía alejada de las bailarinas la mayor parte
del tiempo, había oído hablar en el club sobre cómo él había sido antes de que yo llegara.
Aparentemente, solía tener una puerta giratoria en su cama, pero no había visto ninguna
evidencia de ello desde que yo había estado por ahí. Nada de cenas con otras mujeres o
conversaciones susurradas. Su atención se centraba únicamente en mí y él no había
sacado nada de ello todavía.
Saber que él estaba dispuesto a esperar tanto tiempo sin presionarme me hacía
desear estar lista, pero había una parte de mí que no lo estaba. Era difícil entender lo que
Morgan veía en mí, lo que me diferenciaba de todas las demás mujeres con las que había
estado antes de conocernos. Las dudas se habían desvanecido en el último mes, pero no
habían desaparecido del todo—. Creo que ya casi estoy ahí.
Sus labios se inclinaron con una sonrisa engreída—. Me alegra oírlo, pero no voy
a dejar irte mientras resuelves esta mierda. No cuando puedo hacer algo al respecto.
—¿Como qué? —tragué.
—Te voy a dar el mejor orgasmo de tu vida —prometió.
—¿Pero nada de sexo? —pregunté incrédula, aturdida de que estuviera ofreciendo
hacerme correrme sin tomarme.
—Por eso te voy a dejar las bragas puestas —sopló mi oído—. Necesito esa barrera
visible para recordarme que ahora no es el momento de tomar tu cereza. Pero no te
preocupes, bebé, te lo haré bien.
Su cuerpo me presionó contra el colchón mientras capturaba mis labios en un beso
castigador, su lengua enredada con la mía. Gemí en su boca y tiré de su camisa para que
yo pudiera pasar mis dedos sobre su piel caliente. Morgan rompió el beso y me dejó
arrastrar su camisa sobre su cabeza. Cuando vi esos músculos tensos y flexibles, todo lo 37
que quería hacer era lamer sus crestas. Antes de que tuviera la oportunidad, se deslizó
hacia abajo por mi cuerpo y tiró de mi camisa hasta que su lengua fue capaz de pasar por
encima de mi pezón.
—Morgan —gemí, agarrándole el pelo en un esfuerzo por acercarlo.
—Tus tetas saben jodidamente muy bien —murmuró—. Durante semanas, he
visto a otros hombres mientras prácticamente lamían sus labios mirándolas, queriendo
estar donde estoy ahora mismo. Pero nunca tendrán la oportunidad porque son mías.
¿No lo son?
—Sí —siseé cuando chupó mi fruncido pezón, tirando hasta tocó en el techo de su
boca. Sentía cada tirón profundo en mi vientre, haciendo que mi coño se mojara más con
cada tirón. Al poco tiempo, mis piernas se abrieron y abrazaron sus caderas.
—Extiéndelas lo más que puedas —instruyó, con una mano agarrándome la rodilla
y apretando—. Muéstrame cuánto me deseas.
Su mirada acalorada se encendió aún más cuando dejé que mis piernas se abrieran,
hasta que estuve extendida en la cama con la tela sedosa de mis bragas empapadas,
estiradas tensamente contra mi carne húmeda. Sus ojos bajaron y sus labios se alzaron
en una sonrisa satisfecha antes de que trazara las puntas de sus dedos sobre mi coño. Al
principio su tacto era ligero, pero aun así hizo que mis caderas saltaran en respuesta.
Era mucho más sexy que cuando yo me tocaba, sin saber exactamente qué iba a pasar
después.
—Por favor, Morgan —lloré.
Se arrodilló entre mis piernas y agarró mi cadera con una mano, mientras que la
otra movía mis bragas a un lado. Observé embelesada como su cabeza bajaba, mis ojos
finalmente se cerraron cuando su lengua se metió entre los labios de mi coño y luego se
deslizó hacia arriba para acariciar mi clítoris.
—Santo cielo —jadeé. Se rió un poco, su aliento caliente contra mi piel. Me sentí
bien, pero quería su boca de vuelta. Y la quería ahora. Estiré mi mano y pasé mis dedos
por su pelo, tirando ligeramente mientras mis caderas se levantaban del colchón.
—Mi Ángel sabe tan bien —susurró antes de demostrar exactamente lo mucho
que le gustaba comerme. Me lamió, atormentándome al enfocar su atención en mi
clítoris hasta que estuve a punto de venirme. Entonces, cada vez que estaba al borde, se
movía hacia abajo para meter su lengua en mi coño. Para cuando estaba apretando su
lengua, él ya había vuelto a mi clítoris. Sentía como si él hubiera estado haciendo esto
repetidamente durante horas cuando le rogué que me dejara venirme.
—Por favor, Morgan. No creo que pueda aguantar mucho más.
Levantó la cabeza, haciéndome mirar hacia abajo mientras yo lloriqueaba—.
Supongo que será mejor que no te haga esperar más.
Él sostuvo mi mirada mientras introducía un dedo dentro de mi coño y rodeaba mi 38
clítoris con su lengua. Mis piernas se tensaron en respuesta y mis dedos se apretaron
más fuerte en su pelo. Cuando mis caderas se inclinaban hacia adelante, él chupaba mi
clítoris y tiraba de él, manteniendo sus ojos en los míos todo el tiempo. Y luego me
deshice, gritando su nombre mientras me venía en su mano y en su cara. Después de una
última lamida, se alejó de mi coño.
—Eso es lo que yo llamo desayuno —murmuró—. Ahora que he probado tu dulce
coño, quiero empezar todas mis mañanas de la misma manera.
—Morgan —jadeé, bajando mi mirada de la suya.
—Siempre eres hermosa cuando te ruborizas, pero ver cómo se extiende por toda
tu pálida piel es lo mejor que he visto —me dio un beso rápido en la parte interior de mi
muslo antes de saltar del colchón—. Creo que tendré que susurrar cosas sucias en tu
oído en la gala de caridad esta noche para poder ver ese bonito color rosa contra la seda
verde del vestido que vas a llevar.
Salté de la cama y jalé mi camisa hasta que me cubrió las piernas—. ¿Me vas a
llevar a una gala? ¿Esta noche?
—Por supuesto que sí, Ángel. ¿A quién más podría traer como mi cita?
Quién más en efecto.
CAPÍTULO 10

—Me siento como un pez fuera del agua —murmuró Angelica en voz baja mientras la
mantenía cerca de la pista de baile. La alejé de nuestra mesa tan pronto como terminó la
cena. Había sido una hora y media increíblemente larga con tres perras de alta sociedad
tratando de afilar sus garras en mi Ángel mientras sus esposos prácticamente la
devoraban con sus ojos. Si nos hubiéramos quedado un minuto más, podría haberle dado
una paliza a uno de ellos, o incluso a todos, por haberla hecho sentir incómoda.
Deslicé una mano por su cadera, disfrutando de la sensación de su cuerpo bajo el
material sedoso—. Sólo porque eres tan jodidamente hermosa, te destacas sin importar
a dónde vayas.
Vi cómo el rubor trepó su pecho y cuello por mi cumplido—. No lo soy —negó.
Me detuve en medio de la pista de baile, envolviéndola más fuerte en mis brazos
para que no se topara con ninguna otra pareja mientras bailaban alrededor de 39
nosotros—. Tu belleza natural brilla como un faro en esta multitud, atrayendo la mirada
de todos los hombres de la habitación. Esas mujeres fueron consumidas por los celos
mientras sus hombres te deseaban. Les tomó horas prepararse esta noche y aun así no
se veían ni la mitad de bien como cuando tú te despiertas por la mañana.
El rosa se movió hacia sus mejillas mientras me miraba fijamente—. Sólo me has
visto así una vez. Esta mañana.
Me encantaba cómo tembló su voz al final, sus ojos se calentaron con el recuerdo
exacto de lo que le había hecho.
—Supongo que tendré que asegurarme de que sea algo que vea todas las mañanas
a partir de ahora.
Sus hermosos ojos verdes se ensancharon cuando una sonrisa complacida inclinó
los bordes de sus gruesos labios—. Todas las mañanas, ¿eh?
—No creerás que voy a dejarte ir ahora que te tengo justo donde te quiero,
¿verdad?
—Creo que deberíamos irnos a casa para que puedas mostrarme un poco más
acerca de dónde es exactamente —sugirió. No perdí tiempo en meterla en la limosina y
volver a mi casa en un abrir y cerrar de ojos.
—Me encanta ese vestido en ti, pero voy a disfrutar viéndote quitártelo por mí aún
más —exclamé mientras me quitaba los zapatos, los calcetines, la camisa y los
pantalones hasta que me paré frente a ella en mis bóxers—. Nunca llegué a disfrutar
plenamente de la experiencia cuando te desnudaste para mí la última vez, ¿verdad?
—Supongo que no lo hiciste —concordó.
Mientras ella me sonreía, me sorprendió una vez más lo increíblemente bella que
era. Mi Ángel era un puto nocaut, pero no era sólo en el exterior con ella. Ella acababa
de lidiar con un montón de basura por estar conmigo en la gala benéfica de esta noche,
pero aquí estaba, dispuesta a hacer lo que le pedí a pesar de que sabía muy bien que
ningún otro hombre había visto su cuerpo desnudo antes que yo. No había engaño en
ella. Trataba de complacerme, y esta noche iba a demostrarle lo mucho que la necesitaba.
Y que Dios me ayude, pero yo estaba decidido a hacerlo sin de verdad tomarla, ya que
había tomado varias copas de champán con la cena.
Tirando de su mano, la llevé al borde de la cama mientras me sentaba con ella de
pie entre mis rodillas—. Quítate el vestido para mí, mi Ángel.
La pizca de inocencia brillando en sus ojos estaba mezclada con necesidad ardiente
y tenía mi verga en alto, incluso antes de que ella deslizara la cremallera por el costado
de su vestido. La sedosa tela se apartó de su cuerpo y se agrupó en sus pies, dejándola
con nada más que un sujetador negro de encaje y bragas a juego. Pequeñas que apenas
le cubrían el coño. Mis ojos se dirigieron hacia sus piernas y fácilmente me las imaginé
envueltas alrededor de mis caderas mientras me adentraba en su cuerpo. Los tacones de 40
ocho centímetros que llevaba puestos hacían que sus piernas parecieran aún más largas,
y levanté cada una de ellas para deslizarlos de sus pies.
—Morgan —exhaló mientras yo extendía mi mano y corría un dedo por sus
muslos y por encima de sus bragas. Eran una barrera que me mantenía alejado de lo que
era mío hasta que le di un fuerte tirón y se las arranqué de su cuerpo antes de
arrodillarme frente a ella. Oí su grito ahogado cuando sus dedos agarraron mis hombros
y sus uñas mordieron mi piel mientras mi lengua se deslizaba a lo largo de los pliegues
de su coño.
—Sabes tan bien —murmuré contra su carne húmeda.
Mis manos sostuvieron sus piernas en su lugar y sentí que temblaron cuando moví
mi lengua contra su clítoris. A pesar de que la necesidad de tirarla al suelo y zambullirme
en lo profundo estaba empujándome con fuerza, deslicé suavemente la punta de un dedo
en su humedad y gemí ante lo caliente y lista que se sentía. Acaricié su coño lentamente,
con cuidado de no ir demasiado profundo porque quería que esa barrera siguiera ahí
cuando finalmente la follara y la hiciera completamente mía.
Mi verga estaba tan dura que dolía, y supe por el ardor de sus uñas que iba a dejar
marcas en mi piel, pero eso no me detuvo de mi necesidad implacable de empujarla al
límite. Continué moviendo mi lengua sobre su endurecido nódulo mientras curvaba mi
dedo dentro de ella y frotaba. Sentí su coño revolotear contra mí y sus caderas saltar
hacia adelante antes de que deje salir un profundo gemido. Decidido a hacerla venirse,
chupé más fuerte su clítoris y moví mi dedo más rápido hasta que ella soltó un grito.
—Jesús, Ángel —gemí mientras su coño se apretaba contra mi dedo, y ella se
inclinó para apoyarse contra mi cuerpo. Cuando sentí su aliento caliente contra mi piel,
esperaba que me dijera lo bien que se sentía. En vez de eso, me sorprendió muchísimo al
morderme y su coño se apretó más fuerte contra mí.
Una vez que los últimos toques de su clímax terminaron, sentí su mano mientras
se estiraba entre nosotros y acariciaba mi polla. Coloqué la mía sobre la suya para
detener lo que estaba haciendo y esperé hasta que me miró a los ojos—. Verte deshacerte
en pedazos es todo el placer que necesito.
—¿Qué si quiero el mismo placer? Quiero hacerte venir, y también quiero saber si
sabes tan bien para mí como yo a ti —su respuesta hizo que mi verga se tensara contra
mis bóxers. La determinación que vi en su mirada me dijo que estaba lista para dar este
paso conmigo, y no pude detener el gemido desesperado que trepó por mi garganta.
Mientras Angelica se ponía de rodillas frente a mí, yo deslicé mis bóxers por mis
piernas y mi verga se liberó. Se veía nerviosa mientras asimilaba mi tamaño, y miró de
regreso a mi cara—. Lámeme —alenté, envolviendo su pelo alrededor de mi mano y
guiando su boca más cerca de mi verga hasta que empujé en los labios rellenos.
41
Cuando se inclinó hacia adelante y lamió la cuenta de pre-semen de la punta, mi
respiración siseó fuera de mis pulmones y mi mano se agarró fuertemente a su cabello
mientras me mantenía tan quieto como me era posible. Me resistí a la necesidad de
empujar mis caderas hacia adelante para enviar mi verga profundamente en su garganta.
Esto era nuevo para ella y quería que lo disfrutara tanto que quisiera chupármela todo
el tiempo, al igual que yo quería comerme su coño cada minuto de cada día.
—Chúpame y llévate todo lo que puedas a la boca —ordené.
Ella complació ansiosamente, abriendo la boca y deslizándose sobre mi verga,
metiendo unos centímetros en su húmedo calor. Se sentía tan bien que no sabía cuánto
tiempo iba a poder aguantar para no venirme. Cuando ella me tomó aún más sin tener
arcadas, no pude evitar el involuntario movimiento de mis caderas, lo que me llevó más
adentro hasta que empujé en la parte posterior de su garganta.
—Mmm —tarareó. La vista de ella de rodillas ante mí con su boca envuelta
alrededor de mi verga y sus ojos oscuros mirándome fue suficiente para que mis bolas
se apretaran y un hormigueo corriera por mi espina dorsal. Sabía que su primera
mamada no iba a durar mucho. Se sentía demasiado bien y hacía mucho tiempo que no
me venía con otra cosa que no fuera mi mano.
—Deslízame dentro y fuera de tu boca —instruí, agarrando la base de mi verga
para ralentizar mi inminente orgasmo y para asegurarme de que no follara demasiado
profundo en su garganta.
Resbaladiza por su saliva, mi verga se deslizó suavemente entre sus labios mientras
me chupaba. Su lengua se sumergió en la punta de la misma, haciendo que me retorciera
cada vez que mi verga volvía a entrar. Mis empujes eran tranquilos, mis caderas
bombeando a un ritmo lento y constante mientras disfrutaba de la sensación de su boca
envuelta alrededor de mí. Cuando levantó la mirada y sus brillantes ojos verdes me
miraron fijamente, mi control se fragmentó. Agarré su cabeza y la mantuve en su lugar
mientras empujaba por última vez. Mi verga saltó, y me vine vertiendo en su garganta
mientras su boca se apretaba alrededor de mí. Cuando solté mi agarre, ella lentamente
quitó su boca de mí y se mojó los labios. Era el espectáculo más sexy que había visto en
mi vida, y yo estaba aún más decidido a hacer lo que fuera necesario para asegurarme de
que fuera uno que vería por el resto de mi vida.

42
CAPÍTULO 11

Mientras caminaba por la librería del campus, suavicé la falda que llevaba puesta,
irritada al darme cuenta de que Morgan tenía razón. También tenía el hábito de tener
razón, y eso me volvía loca. Esta tarde, antes de salir de casa para volver a la oficina
después del almuerzo, me sugirió que subiera y me cambiara de ropa, ya que iba a venir
al campus yo sola. Lo escogí deliberadamente con la esperanza de tentarlo para que me
quitara la virginidad, y él tuvo el valor de decirme que debía cambiarme.
Por supuesto que no me había cambiado de ropa, sólo por frustración. Estaba
pagando por ello porque me sentía muy incómoda estando fuera de casa con una falda
tan reveladora. Era por eso que estaba ignorando el sonido de mi teléfono celular
mientras mensaje tras mensaje llegaba.
—Un mes entero —murmuré, pensando en todas las formas que Morgan había
encontrado para torturarme cuando día tras día había pasado con mi virginidad todavía
intacta. El testarudo mojaba mis bragas con sólo una mirada. Él podía hacer que me
43
viniera con el más mínimo toque. Había tocado cada centímetro de su piel con mis manos
y la probé con mis labios y mi lengua. Él me había hecho lo mismo, dándome demasiados
orgasmos para contar. Y sin embargo, siguió negándose a darme el máximo alivio por
mucho que le rogara—. Bastardo tenaz.
—Quienquiera que él sea, parece que su pérdida es mi ganancia —la voz masculina
me asustó, aparentemente saliendo de la nada. Giré la cabeza, sólo para encontrar a un
universitario de aspecto arreglado a mi derecha.
—¿Perdón?
—No pude evitar notar que pareces un poco molesta. Por la forma en que
murmurabas, pensé que tenía que ser un novio —se detuvo, mostrándome una sonrisa
arrogante—. ¿Quizás un ex?
—Mucho menos un ex —gruñó Morgan detrás de mí.
Oh mierda. Morgan me había perseguido a la librería sólo para encontrarme aquí
de pie, mientras un tipo universitario al azar trataba de coquetear conmigo,
probablemente porque estaba vestida como una puta. Me di la vuelta, y allí estaba él,
lanzando dagas con los ojos por encima mi cabeza.
—¿Pensé que nos encontraríamos en la casa más tarde? —pregunté, esperando
llamar su atención hacia mí antes de que hiciera algo estúpido como golpear al tipo.
Cuando bajó la mirada para mirarme fijamente, no pude evitar lamentar el cambio de
enfoque.
—Me preocupé cuando no pude comunicarme contigo —jaló mi teléfono de mi
bolso, examinando la pantalla antes de dármelo—. Lo cual es extraño porque no parece
que la batería esté muerta o que el timbre esté apagado.
Me encogí, sabiendo que me había atrapado ignorándolo—. Sí, sobre eso--
—Aquí no —me cortó, me puso una mano alrededor del brazo y me sacó de la
tienda y me llevó a su auto que estaba estacionado ilegalmente en la acera.
—Sabes que lo que viste ahí dentro fue perfectamente inocente, ¿verdad? —le
pregunté después de que saliera del estacionamiento.
—Estoy acostumbrado a tratar con tipos que tratan de coquetear contigo, Ángel
—gruñó—. Pero no estoy acostumbrado a que salgas vestida así cuando no estoy
contigo. Tampoco estoy acostumbrado a que olvides de devolverme los mensajes o las
llamadas.
—¿Cómo pudiste acostumbrarte cuando casi nunca me pierdes de vista? —me
quejé.
—Mira lo que pasa cuando lo hago. 44
No podía decir mucho en mi defensa, así que crucé los brazos y miré por la ventana
durante el resto del viaje de regreso a casa.
—¿Qué hay de mi coche? —pregunté mientras cerraba la puerta principal detrás
de nosotros.
—Me aseguraré de que tu coche vuelva a la casa, pero no esperes encontrar las
llaves en tu mano en un futuro cercano. No después del truco que acabas de hacer.
—Pero pensé que era mi auto, no uno que sólo me dejabas usar —me opuse.
—Yo no me presionaría ahora mismo, Ángel —advirtió—. Conducirás el coche de
nuevo cuando te diga que puedes y ni un momento antes.
—Puede que seas mi jefe, pero no eres mi jefe fuera del trabajo—espeté,
sorprendiéndome a mí misma cuando las palabras salieron de mi boca, ya que su firmeza
era una de las cosas que me gustaba de él. Normalmente me volvía loca de buena manera,
pero hoy no tanto. Por alguna razón, quería picar a la bestia hasta que perdiera el control
que siempre parecía tener cerca de mí, cuando a menudo yo no lo encontraba. Mientras
sus ojos se iluminaban y se dirigía hacia mí, empecé a preguntarme qué tan inteligente
era esta idea, a pesar de que había conseguido exactamente lo que creía que quería.
—Te vas a arrepentir de haber dicho eso —gruñó Morgan, su mirada bajando por
mi cuerpo y haciéndome sentir que podría arder por el calor de su mirada.
No se detuvo cuando me alcanzó. En vez de eso, él siguió moviéndose hasta que
me apoyó contra la pared. Enjaulándome mientras descansaba sus manos a cada lado de
mi cabeza, sus ojos fijos en los míos. Había una pizca de dolor en sus profundidades y
agité la cabeza en negación porque eso no era lo que yo había estado tratando de lograr.
—Parece que he dejado que te salgas con la tuya, pero no dejes que eso te engañe
—advirtió—. Aún no te he tomado porque no estabas lista para lo que va a pasar cuando
te tenga debajo de mí.
Mis pezones se fruncieron y se me puso la piel de gallina al ver la acalorada
promesa en su tono—. Estoy más que lista para ti, Morgan —susurré, frotándome
contra él en un esfuerzo por acercarme aún más, necesitando que finalmente pierda el
control y me tome.
Asintió, sus fosas nasales se ensancharon y sus ojos se calentaron, antes de
levantarme y arrojarme sobre su hombro. Solté una risita impotente mientras me
agarraba a su cinturón mientras él subía las escaleras y entraba en su habitación. Nuestra
habitación, me corrijo, ya que él me había movido a su habitación.
Me tiró al colchón y agarró uno de mis tobillos cuando reboté. Sus ojos estaban
fijos en los míos mientras me quitó los zapatos y la falda de mi cuerpo. Observé indefensa
cuando tiró de su camisa sobre su cabeza y seguí su ejemplo cuando él alzó su barbilla a
la parte superior de mi cuerpo. Para cuando tuve mi camisa sobre mi cabeza y la tiré al 45
piso, él estaba completamente desnudo con una mano envuelta alrededor de mi espalda
para desabrocharme el sostén. Me quedé sólo en bragas cuando deslizó su verga contra
mí, haciéndome gemir ante la increíble sensación.
Presionó su cuerpo contra el mío, atrapándome debajo de él con sus brazos
apoyados en el colchón un par de centímetros a cada lado de mi cabeza—. Prométeme
que no me volverás a ignorar así, Ángel.
—Lo prometo —susurré, sabiendo que haría cualquier cosa para no lastimarlo—.
Pero por favor, te lo ruego, tómame y hazme tuya.
—¿Crees que no eres mía ya? —contestó con una risa estrangulada—. No es por
eso que he esperado para tomarte, Ángel. Has sido mía desde el momento en que te
subiste a mi regazo.
Deslicé mis manos por su pecho y abrí mis piernas, envolviéndolas alrededor de
sus caderas hasta que se acostó entre mis muslos. Su verga descansaba contra mi coño,
la tela húmeda de mis bragas era la única barrera entre nosotros.
—Entonces muéstrame exactamente cuánto soy tuyo.
—Ángel —suspiró, su aliento caliente contra mis labios antes de que su boca
capturara la mía. Me devoró, con la cabeza inclinada mientras su lengua se metía dentro
y reivindicaba su derecho. Me estremecí al sentir su mano cuando se deslizó por mi
costado, deteniéndose para acariciar mi pecho antes de bajar a mi cadera. Cuando tiró de
la cintura de mis bragas, se apretaron y se rompieron bajo la presión, dándole acceso a
mi coño cuando su mano se movió entre nosotros. Empujó el material inútil hacia un
lado y me clavó un dedo, seguido rápidamente por un segundo. Giró la mano y tijereteó
los dedos, estirándome. Preparándome para lo que vendría después. Me mojé aún más
al pensarlo.
—Estás lista para mí, ¿verdad, Ángel?
—Muy lista —gemí.
Cuando su verga tocó mi entrada, me puse tensa, sintiendo un momento de miedo
a pesar de que esto era algo que yo sabía que quería—. Te tengo, Angel. Se supone que
sólo debe doler al principio, y luego te compensaré con creces.
Pensando en todo el placer que ya me había dado con su boca y sus manos, me
relajé un poco—. Sé que lo harás.
Se quedó quieto durante otro momento, sus ojos fijos en los míos antes de moverse
hacia delante, deslizando profundo su verga en mí. Mis ojos lloraron por el dolor, y me
mordí el labio para no llorar.
—Shhhhh, Angel —murmuró, manteniéndose quieto y dándome tiempo para
adaptarme a la sensación que tenía dentro de mí. Sentí como si me estuviera partiendo
en dos. 46
—Eres muy grande —gemí.
—Joder, Ángel. No puedes decirme esa mierda cuando estoy en tu pequeño coño
apretado por primera vez —gimió—. Hago lo que puedo para no lastimarte cuando todo
lo que quiero es follarte duro.
Me moví un poco, girando mis caderas y probando para ver cuánto me dolía. Me
sorprendió ver que el ardor del dolor había desaparecido, reemplazado por una dolorosa
necesidad de ser llenada por él—. Tómame como sea que quieras, Morgan. Soy tuya.
—Claro que eres mía —comenzó a moverse dentro de mí, moviendo lentamente
sus caderas con empujes superficiales.
—Más —gemí contra sus labios.
—Ten cuidado de no lastimarte porque te juro que me vas a tomar mi verga todos
los días hasta que me muera.
Mi coño se mojó más ante su voto, ofreciendo menos resistencia cuando se deslizó
hacia adentro. Se agachó y ensanchó mis muslos para poder ir más profundo. Moví mis
caderas al ritmo de las suyas, saboreando el sonido de la cabecera golpeando la pared—
. Lo estás haciendo muy bien, Ángel. Tomando mi verga como si estuvieras hecha para
mí.
Morgan embistió en mí, más fuerte y más profundo. Con cada empuje, la tensión
dentro de mí aumentó hasta que mis dedos de los pies se curvaron en el colchón y mis
uñas se clavaron en su espalda.
—Córrete para mí, Ángel —murmuró en mi oído, su pulgar apretado contra mi
clítoris mientras él giraba sus caderas.
—¡Morgan! —grité. Mi coño se apretó alrededor de su verga mientras mi orgasmo
se mecía a través de mí. Mi cuerpo temblando bajo el suyo, Morgan empujó
profundamente un par de veces más antes de gemir en mi oído. Sentí su verga sacudirse
y luego un chorro de calor mientras él se venía dentro de mí.
—Mierda —siseé—. No usaste condón.
Y no estaba tomando anticonceptivos.

47
CAPÍTULO 12

Reaciamente salí de ella, hipnotizado por la vista de su sangre virgen mezclada con mi
venida, cubriendo mi verga y derramando de su coño. Tan concentrado como estaba en
la vista, aun así no me pasó por alto que se estremeció cuando dejé su cuerpo. Todavía
estaba duro y quería tomarla de nuevo, pero sabía que pasaría un tiempo antes de que
pudiera volver a entrar en ella sin causarle dolor. Le di un beso en la nariz, sentándome
y tirando de ella sobre mi regazo. La posicioné con sus piernas alrededor de mi cintura
y deslicé mis brazos alrededor de su espalda, uniendo mis dedos. No quería que ella
pudiera alejarse de mí durante esta conversación.
—¿De quién es tu pequeño y apretado coño, Angel? —sus ojos se posaron en su
regazo mientras un tono rosado cubría sus mejillas.
—Tú —su voz era suave como un susurro.
—Mírame cuando hablamos. 48
Levantó la cabeza y puso los ojos en blanco—. Sólo tú puedes convertir una
conversación sobre la falta de protección en una oportunidad para darme órdenes.
—Pero te gusta mi tipo mandón.
Se meneó en mi regazo, confirmando lo mucho que disfrutaba de mi conducta
autoritaria. Era algo bueno también, porque no iba a actuar de forma diferente con ella.
Ella sacó al hombre de las cavernas que había en mí desde el primer momento en que la
vi, y me había acostumbrado a ese sentimiento. No había vuelta atrás, para mí o para
ella.
—Deja de intentar distraerme de todo eso de los condones, Morgan.
Mi verga se endureció aún más, sólo con escucharla hablar de nosotros teniendo
sexo. Esta dulzura lograba para hacer lo imposible, ella era la puta flautista de Hamelin
y mi verga felizmente seguía su dirección. Lo que fue parte de la razón por la que tomé
sin nada. Por eso siempre la tomaría sin nada—. Necesitaba sentirte envuelta alrededor
de mí sin que hubiera nada entre nosotros.
—Pero usarás un condón de aquí en adelante. ¿Verdad?
Maldición, me encantaba cuando peleaba, a pesar de que apestaba que no estuviera
dispuesta a dejar pasar este asunto—. Nop.
Se movió en mi regazo, empujando contra mi pecho—. ¿Qué quieres decir con
‘nop’?
—Ahora que te he tenido sin nada, no voy a tomarte con nada entre nosotros,
Ángel.
—Soy demasiado joven para tener un bebé, Morgan —prácticamente gritó—.
Tengo diecinueve años. Acabo de perder a mi madre. No tengo ni idea de dónde está mi
padre y me estoy preparando para empezar la universidad en una semana y media. Los
bebés no están en ningún lugar de mi plan de vida durante al menos una década.
—Cinco años como máximo —respondí.
—¿Cinco años qué?
Bajé la cabeza, reclamando sus labios en un beso profundo hasta que sus ojos se
empañaron de pasión antes de que me alejara—. Haré una cita para que mañana te
pongas las píldoras anticonceptivas. Incluso usaré condones hasta que el doctor diga que
estás protegida del embarazo. Pero estarás de acuerdo en alterar tu plan de vida para
que los bebés sean una posibilidad en cinco años, no en diez.
—¿Intentas decirme que quieres que tenga a tus hijos? —jadeó.
No entendí la mirada de sorpresa ni por qué le resultaba difícil entender 49
exactamente lo que estaba diciendo—. ¿Qué carajo crees que he estado tratando de
mostrarte los últimos dos meses, Ángel? Te mudé a mi casa y luego a mi recámara.
Esperé hasta que supiera que estabas lista al cien por cien para que te quitara la
virginidad. Tomé la decisión de tomarte sin nada cuando nunca he estado sin un condón
en mi vida. Nunca —enfaticé—. Ni siquiera cuando era adolescente.
—Me estás diciendo que quieres que tenga a tus bebés —esta vez su voz estaba
llena de asombro.
—No, Ángel. Te estoy diciendo que vas a tener a mis bebés —corrijo. Era una
diferencia sutil en la redacción, pero importante para que ella entendiera.
Dejó caer su cabeza sobre mi hombro, sus brazos y piernas apretándose alrededor
de mí en un breve abrazo antes de retroceder y hacer una mueca de dolor.
—¿Sabes lo que necesitas?
—Se me ocurren un par de cosas que quiero —contestó ella, guiñándome el ojo.
—Eres demasiado jodidamente adorable para tu propio bien.
Su sonrisa se hizo más amplia ante mi cumplido—. Parece que me ha funcionado
bastante bien hasta ahora.
—No trates de distraerme —murmuré contra sus labios, dándoles un beso rápido
antes de moverla de mi regazo. Me bajé de la cama y me metí al baño, antes de hacer
algo loco como follarla de nuevo. Comencé el baño, jugueteando con el grifo hasta que
tenía la temperatura perfecta.
—¿Un baño? —Angélica me preguntó desde la puerta, la sábana envuelta
alrededor de su cuerpo.
—No sólo un baño, un baño de burbujas —le corregí, buscando debajo del
fregadero para agarrar la botella que había comprado hace unas semanas. Vertí un poco
en el agua corriendo mientras ella se acercaba a mí.
—No recuerdo la última vez que me di un baño de burbujas —ella tomó la botella
de mi mano y miró la etiqueta—. ¿Calmar y dormir? ¿Por qué siento como que no tenías
esto por ahí nada más?
Para mi sorpresa, sentí que calor se elevaba en mis mejillas—. Me preocupaba que
pudieras estar adolorida.
—Creo que eres tú el que es demasiado adorable para su propio bien.
—No soy adorable —refunfuñé.
—Eres también —replicó juguetonamente.
Le arranqué la sábana de su cuerpo, palmeando sus tetas en mis manos—. No me
hagas mostrarte lo poco adorable que soy. 50
—Sexy —jadeó—. Quise decir que eres demasiado sexy para tu propio bien.
—Eso es lo que pensé —murmuré, levantándola y colocándola en el agua caliente.
Me paré a su lado, mirando cómo se llenaba la bañera, burbujas cubriendo su
cuerpo desnudo y escondiéndolo de mi vista. Tenía muchas ganas de unirme a ella, pero
sabía lo que pasaría si lo hacía. No podría resistir la sensación de su piel mojada contra
la mía y la volvería a tomar. Mi verga saltó al pensarlo, y salí de la habitación para
ponerme mis bóxers. Luego tomé una silla y la llevé al baño para estar cómodo mientras
la observaba bañarse.
Ignoré mi teléfono la primera vez que sonó, dejándolo ir al buzón de voz mientras
la veía sumergirse en la bañera. Miré a la recámara la segunda vez, pensando que tal vez
necesitaba responder, pero no fue suficiente para alejarme de la vista del cuerpo desnudo
de mi ángel debajo de las burbujas.
Un ángel enojado me miró con ira cuando mi teléfono sonó por tercera vez—. Es
difícil relajarse cuando el teléfono no para de sonar.
—Supongo que entonces será mejor que lo responda —murmuré, soltando un beso
rápido en sus labios antes de salir del baño. La pantalla de mi teléfono se iluminó con el
nombre de Brecken cuando volvió a sonar. Cuatro llamadas en tantos minutos era
definitivamente una mala señal.
—Espera un segundo —contesté, cerrando la puerta del baño y bajando la voz para
que Angelica no pudiera escuchar nuestra conversación—. Más vale que sea una
emergencia.
—Su padre tiene grandes deudas de juego y se dice que ha ofrecido a su hija como
garantía.
—Hijo de puta —siseé.
—Se pone peor —murmuró Brecken.
—¿Cómo coño puede ser peor?
Brecken suspiró profundamente—. Les debe a los chechenos.
—¿Cuánto? —gruñí.
—Uno de los contactos con los que me puse en contacto mientras investigaba un
poco sobre ella me dio una pista sobre la situación. Sin embargo, no tenía muchos
detalles. No he podido obtener una cifra exacta para ti todavía, pero por lo que he oído,
está en un nivel bajo de seis cifras.
Pensé en el estado de mis inversiones actuales, haciendo algunos cálculos
rápidos—. Acércate a ellos. Diles que su deuda será pagada.
51
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Morgan? No estamos hablando de
cambios tontos aquí, y siempre existe la posibilidad de que su padre vuelva a hacer algo
así.
—Sabes de lo que son capaces los chechenos, Brecken —siseé—. No hay ninguna
posibilidad en el infierno de que deje que el padre de Angelica la mezcle con una banda
involucrada en el tráfico de personas y la prostitución.
Oí un jadeo femenino detrás de mí. Me di la vuelta y encontré a Angelica en la
puerta del baño, con una bata de seda verde que le había comprado, con una toalla
envuelta en el pelo. Había estado tan concentrado en mi conversación con Brecken, que
no había oído que la puerta se abriera. Me acerqué a ella, viendo lo pálida que estaba su
cara y las lágrimas que llenaron sus hermosos ojos verdes. Su puto padre se las había
arreglado para arruinar una noche que debería haber sido especial para ella.
CAPÍTULO 13

—Encuentra la cantidad exacta que debes y organiza una reunión —él gruñó al teléfono
después de que me acomodara de nuevo en el colchón de su cama gigante. Observé cómo
frunció el ceño ante lo que la otra persona le estaba diciendo—. Por supuesto que puedes
venir conmigo. No soy un imbécil.
Él se rió bajamente, y sus ojos se elevaron hacia los míos, aunque no tenían ninguna
señal de humor—. Sí, lo admito. Estar con Angelica me ha cambiado, pero es para mejor.
No significa que haya perdido todas mis neuronas.
Me halagaba la idea de hacer a este hombre increíble aún mejor. Pero eso no me
disuadió de concentrarme en lo que había oído cuando abrí la puerta del baño. Esperé,
semipacientemente, a que terminara su llamada antes de preguntarle sobre la frase que
llamó mi atención en primer lugar.
—¿Mi padre? —no es posible que lo haya oído correctamente—. ¿Por qué estarías 52
hablando con alguien sobre él si no ha sido parte de mi vida durante años?
—Ese era un viejo amigo mío, Brecken. Es ex-militar, acaba de mudarse a Chicago
para abrir su propio negocio de seguridad.
—Y te estaba llamando por lo de mi padre, ¿por qué exactamente?
Morgan se frotó la cara con las manos y se sentó en el borde de la cama junto a mí,
su mano agarrándome el muslo—. Le pedí que investigara tus antecedentes.
—¿Revisaste mis antecedentes? —no estaba segura de cómo sentirme al respecto.
No juzgaría a una mujer por hacer un chequeo de Internet de un tipo antes de salir con
él para asegurarme de que está a salvo. Tan rico como él era, Morgan tenía mucho que
perder. Sería hipócrita por mi parte juzgarlo con más dureza, pero aun así ardió saber
que su confianza sólo venía porque fue verificada.
—Sí, lo hice —confirmó, y su agarre en mi pierna como si pensara que yo trataría
de alejarme de él—. No sabía nada de ti en ese entonces. Nada excepto que te deseaba
más de lo que nunca he deseado nada en mi vida. Tal vez no debí hacerlo, pero no voy a
disculparme cuando mi decisión de hacerte el chequeo es la razón por la que Brecken se
enteró del problema en el que tu padre te ha metido.
—¿Problema? —repetí, mi cabeza dando vueltas ante este giro de
acontecimientos—. ¿Qué clase de problema?
—El tipo de problema del que no tienes por qué formar parte.
Me moví, poniéndome de rodillas en el colchón junto a él para poder mirarlo
directamente a los ojos—. Tú tampoco, pero eso no parece que te impida meterte de
todas formas.
—Porque eres mía, Ángel, y haré lo que sea para mantenerte a salvo.
—No entiendo de qué necesitas protegerme —lloré—. Mi padre no ha sido parte
de mi vida en años. ¿Qué podría haber hecho él que me llevaría a algo de lo que
necesitaría ser rescatada?
Se frotó la cara con las palmas de las manos antes de acercarse más al colchón y
girarse para mirarme de frente—. Aparentemente tiene un problema con el juego. Uno
grande —enfatizó—. Y junto con su problema viene una deuda con una banda de
hombres que no pensarán dos veces en secuestrarte y venderte al mejor postor si eso
significa conseguir el dinero que les debe.
—Santo cielo —gemí, cayendo de espaldas sobre el colchón y pasando el brazo por
encima de mi cara. Sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago o me
hubiera atropellado un coche o algo así. Apenas podía respirar y lágrimas estaban
derramándose por mis mejillas. Cuando el colchón se hundió a mi lado, rodé hacia el
cuerpo de Morgan, desesperado por el calor que él podía proporcionar.
—No creí que fuera posible odiarlo más de lo que ya lo odiaba cuando nos 53
abandonó a mi madre y a mí —murmuré en su pecho—. Pero ahora lo hago, de verdad
que sí. Y me mata saber que si ella estuviera viva hoy, mi madre también lo odiaría.
—Con la cantidad de deudas que consiguió acumular y la gente a la que le debe,
está bastante claro que tiene un problema serio, Ángel.
Sabía que Morgan estaba tratando de hacerme sentir mejor, pero no iba a
funcionar. El hombre al que adoré de niña se había ido. Realmente no importaba por
qué. Ya había demasiada agua bajo ese puente después de pasar por la enfermedad y
muerte de mi madre por mi cuenta—. ¿Cuánto debe?
—Brecken está trabajando para averiguarlo. Con suerte tendrá más detalles para
mí cuando llegue a la ciudad por la mañana. Mientras tanto, voy a necesitar que te
quedes cerca de la casa los próximos días mientras resolvemos esto.
—Deberíamos llamar a la policía. No puedes ocuparte de esto por mí —lloré,
pensando en el peligro en el que se estaría poniendo en mi nombre.
—No me ocuparé de esto por mi cuenta, Ángel. Tendré a Brecken a mi espalda. Él
era un soldado excelente y probablemente el único hombre en el mundo al que le
confiaría tu seguridad —él me tranquilizó—. Si me dice que nuestra mejor jugada es
llamar a la policía, entonces eso es lo que haré. Pero si dice que debo pagarles para que
quitártelos de encima, lo haré y no puedes detenerme.
Ni siquiera había pensado en cuánto le costaría arreglarlo si estos tipos querían un
ser humano a cambio de un pago—. Es demasiado, Morgan. Hubieras estado mejor si
no me hubieras conocido en primer lugar.
Morgan agarró mi barbilla y la alzó hasta que le miré directamente a los ojos—.
El día que bajaste de mi escenario y te arrastraste a mi regazo, te convertiste en mía—
gruñó, tirando de mí con más fuerza contra su cuerpo—. Puede que no lo supieras
entonces, pero cuando abriste tus piernas y te hice venir la primera vez te lo advertí.
Pero las abriste una y otra vez, profundizando mi control sobre ti. Esta noche, me dejaste
tomar tu cereza, y lo hiciste con los ojos bien abiertos.
Sacudiendo mi cabeza, traté de negar lo que ambos sabíamos que era verdad. Sólo
parecía estar más decidido a hacer que me retractara de lo que había dicho. Rodó sobre
su espalda, llevándome con él y colocándome encima de él con mis piernas a horcajadas
sobre sus caderas.
—Eres mía y desafiaré a cualquiera que intente decirme lo contrario. Tú incluida
—gruñó, elevándose y empalándome en su verga. Me tomó un momento ajustarme a su
tamaño cuando entró en mí. A pesar de que él había estado muy dentro de mí, todavía
se sentía como si fuera la primera vez.
Él yacía debajo de mí, manteniéndose completamente quieto. Sus manos apretaron
mis caderas con fuerza, lo suficientemente fuerte como para estar segura de que tendría 54
moretones mañana por la mañana. Mi respiración era rápida cuando lo miré fijamente,
tratando de adaptarme a la sensación que tenía dentro de mí en esta posición. El baño
había hecho maravillas para mi dolor, pero había un pinchazo de dolor por su verga
llenándome tan pronto después de mi primera vez.
—Joder —gimió—. No quise tomarte así. No hasta que tuvieras la oportunidad de
curarte.
Empezó a levantarme de su cuerpo, pero agarré sus brazos y me bajé—. No, no
pares. Ya está empezando a sentirse mejor.
—Entonces muéstrame que quieres esto tanto como yo.
Mis movimientos eran torpes porque no sabía qué hacer, pero empecé a moverme
lentamente, deslizándome hacia arriba y hacia abajo y rodeando mis caderas.
Inclinándome un poco hacia adelante, apoyé mis manos en sus hombros y busqué el
ritmo correcto, observando su rostro en busca de señales de lo que sentía mejor para él.
Cuando sus pupilas se expandieron y sus fosas nasales se abrieron, supe que estaba en el
camino correcto. Aceleré mi paso, rodeando mis caderas en cada empuje hacia abajo. Mis
muslos temblaban mientras lo montaba con fuerza, un brillo de sudor cubriendo mi piel.
Mi núcleo se estrechaba alrededor de él a medida que me acercaba a mi orgasmo, lo que
hacía más difícil empujar hacia abajo sobre su verga.
—Voy a hacer que te vengas antes de que me envíes al borde del abismo —dijo
con voz ronca mientras él perdía el control, alzándose, sus caderas frotándome.
Me folló, metiendo su verga profundamente dentro de mí, sus bolas azotando
contra mi culo. Era exactamente lo que necesitaba para desencadenar mi orgasmo.
Morgan no retuvo nada, estampando su verga dentro de mí, una y otra vez, hasta que
él también estuvo viniéndose. Cuando sus manos dejaron mis caderas, caí sobre su pecho,
sin fuerzas. Mi cabeza anidada en su hombro y mis piernas se deslizaron entre las suyas.
Mis ojos se estaban cerrando cuando sentí sus labios en la parte superior de mi
cabeza—. Duerme, mi Ángel. Todo saldrá bien. Yo lo haré así.

55
CAPÍTULO 14

Nunca he estado más agradecido por lo bien que dormía Angelica que cuando mi celular
vibró contra la mesita de noche en medio de la noche. Saqué mi brazo de debajo de su
cabeza y me bajé del colchón, agarré mi teléfono y salí silenciosamente de la habitación
antes de contestar la llamada sin molestarme en ver quién era. Considerando el tiempo,
ya sabía que no iba a ser nada bueno—. Cadwell.
—¿Es esa la forma de saludar a tu mejor amigo cuando se rompió el culo para volar
a través de medio país y venir a rescatar a tu chica?
Elegí ignorar cualquier referencia a él salvando a mi Ángel porque sólo resultaría
en que yo quisiera darle un puñetazo en la cara—. ¿Estás aquí?
—Traje un equipo conmigo también.
—Espera un segundo —le dije, volviendo al dormitorio para agarrar algo de ropa 56
del clóset. No quería conocer a sus chicos desnudos como el día que nací. Después de
comprobar que Angelica seguía durmiendo, salí de la habitación y cerré suavemente la
puerta tras de mí—. ¿A qué distancia estás?
—Estaremos en tu casa en cinco minutos.
Si su vuelo nocturno con un equipo de sus empleados no me hubiera informado de
la gravedad de la situación, entonces el hecho de que hubiera tenido que usar la pista de
aterrizaje privada al final de la calle de mi casa lo habría hecho—. Usa la puerta trasera.
Tendré café esperando.
Tomé mi arma de la caja fuerte de mi oficina y la metí en la cintura de mis jeans
antes de ir a la cocina. Fiel a su palabra, Brecken llegó cinco minutos después, seguido
de dos hombres fuertes y una mujer alta y atlética.
—Me alegro de verte, hombre —le di un abrazo rápido antes de dar un paso atrás
y escanear las caras de su equipo—. Ojalá fuera en mejores circunstancias o al menos
con un poco más de advertencia.
—No hay tiempo que perder —murmuró, haciendo un gesto a su equipo para que
se sentara en los taburetes de la barra de granito mientras él me empujaba hacia un
lado—. Tengo confirmación de que planean atacarla en las próximas 24 horas. Tenemos
que ocuparnos de esto ahora, antes de que envíen un equipo propio tras ella.
—¿Cuál es el plan? —pregunté, aferrándome a mi temperamento por el más
mínimo detalle, sabiendo que no serviría de nada perderlo. Las únicas razones por las
que podía mantener la calma eran saber que mi Ángel estaba segura arriba en mi cama
y que yo siempre podía contar con mi mejor amigo para tener un plan.
—¿Cuánto dinero tienes por ahí?
Hice un recuento rápido en mi cabeza—. Cerca de un cuarto de millón si tiene que
ser en efectivo, casi dos si aceptan diamantes y bonos al portador.
Silbó suavemente—. Debí haberte pedido más dinero cuando empecé el negocio.
—Ayúdame a sacar a mi Ángel de este lío y puedes pedir lo que quieras.
—Puede que no seas mi hermano de sangre, pero eres mi hermano en lo que cuenta
—se golpeó el pecho, sobre el corazón—. De ninguna puta manera aceptaré tu pago para
salvar a tu chica.
—Creo que el jefe se ha vuelto loco —murmuró uno de sus hombres detrás de
nosotros—. Nunca miras a un caballo regalado en la boca.
—Cierra la puta boca —contestó la agente femenina—. Sabes muy bien que su
lealtad es la razón por la que firmamos con él en primer lugar.
—Sí, sí, sí —refunfuñó el otro tipo—. Pero la promesa de ganar una tonelada más
de lo que ganamos en el ejército, ciertamente no hacía daño.
57
—Suficiente —les ladró Brecken antes de volver su atención hacia mí—. El plan
es dejar a Sera atrás para que cuide a tu chica mientras nosotros salimos a pagar a los
chechenos. Y esperemos que acepten diamantes, porque el dinero por sí solo no servirá.
—¿Su padre está así de metido con ellos?
—Más profundo —murmuró—. El dinero y los diamantes sacarán a tu chica de
este lío, pero los chechenos aún quieren su culo una vez que lo localicen.
—Pueden tenerlo—gruñí—. Siempre y cuando él se mantenga alejado de Angelica,
me importa un bledo lo que le pase a ese pedazo de mierda.
—Entonces tomemos lo que necesitamos y salgamos —contestó Brecken, bajando
la vista a su reloj—. Porque nos reuniremos con ellos en menos de una hora.
Me siguió a mi oficina. Abrí la caja fuerte de nuevo, esta vez sacando todo el dinero
que tenía a la mano, y un par de bolsas de terciopelo negro con cordón lleno de
diamantes. La riqueza de mis padres había hecho mucho por mí en mi vida, pero nunca
estuve más agradecido por ello que hoy, sabiendo que el dinero que me habían dado iba
a salvar la vida de Angelica.
Mientras Brecken empacaba el bolso, me arrastré hacia el piso de arriba y la vi
dormir. No me di mucho tiempo para saborear la vista, sólo un momento. Luego saqué
un par de esposas de piel de la mesita de noche y las deslicé alrededor de su muñeca. Mi
esperanza era que ella nunca supiera que estaban allí, pero no confiaba en que ella no
convenciera a los empleados de Brecken de que tenían que ir tras nosotros. El poder de
las chicas y todo eso.
La quería sana y salva en mi casa mientras yo limpiaba el desastre que su padre
dejó atrás. Si la forma en que lo manejé la encabronaba, que así sea. Ya se me ocurrirá
una manera de compensarla más tarde.

***

Llegar a la reunión fue bastante fácil. Aceptaron verme en el cuarto trasero de un


club de striptease de clase baja que era un mundo aparte de los lugares que yo tenía.
Uno de los chicos de Brecken se quedó con el auto mientras nosotros tres entrábamos.
El viejo sentado detrás del escritorio no era muy intimidante, pero los cuatro tipos que
nos rodeaban con sus manos en las pistolas en sus fundas, seguro que lo eran. Era bueno
que Brecken estuviera parado detrás de mí porque sabía que él me cubría la espalda,
literal y figuradamente. También sabía que era el mejor tirador de la sala porque él ya
había sido mejor que nadie antes de que los militares le pusieran las manos encima.
—¿Estás aquí para pagar la deuda del señor Rose? —el hombre preguntó, alejando 58
mi atención de sus matones y de vuelta hacia él.
—No, estoy aquí para asegurarme de que te mantengas alejado de mi mujer —
corregí—. Me importa un bledo la deuda de su padre contigo.
Sus ojos se posaron en la bolsa de lona que tenía en la mano. Me adelanté y lo tiré
al escritorio. Me miró fijamente, presumiblemente evaluando mis fortalezas y
debilidades, antes de abrir la cremallera de la bolsa y mirar dentro. Primero sacó las
pilas de dinero en efectivo, su pulgar abanicando los bordes de los billetes en cada pila
antes de colocarlas en el escritorio. Luego se trasladó a las bolsas de diamantes.
Abriendo una y vertiendo el contenido en su mano y luego volviendo a verterlo dentro
para moverse a la otra.
—No puedo evitar preguntarme por la chica —dijo, con un brillo calculado en sus
ojos—. Que su padre la arrojara tan insensiblemente a alguien como yo, pero un hombre
como tú pagaría generosamente para mantenerla alejada de mis garras.
—Hay suficiente dinero para que olvides que alguna vez oíste su nombre.
Él inclinó la cabeza hacia un lado—. No puedo evitar estar intrigado. ¿Quién dice
que no valdría más para mí que lo que me has traído hoy?
—Si un solo pelo de su cabeza es lastimado, te costará mucho más de lo que había
en esa bolsa —advertí.
Se recostó en su silla, una leve sonrisa de satisfacción inclinó el costado de su
boca—. Elegiría sus palabras más sabiamente, Sr. Cadwell. Puede que seas rico, pero
eres demasiado blando para aceptarme.
Sentí más que oír a Brecken dar un paso adelante, moviéndose a mi lado—. No es
blando, y él no estaría solo.
—Ah, sí, he oído que eres más que un músculo pagado para el Sr. Cadwell —
estudió a Brecken, asintiendo después de un rato como si hubiera tomado una decisión—
. Bien, considera el trato hecho. Aceptaré el dinero y los diamantes a cambio de la chica
que podría haber tomado como garantía de su padre.
—Vas a correr la voz de que ella no está conectada con él de ninguna manera en el
futuro —insistió Brecken.
—Sí, sí —contestó, haciéndonos señas para que nos fuéramos—. Lo último que
necesito es que las autoridades me respiren en la nuca porque la chica se dio un golpe en
el dedo del pie o algo así. Me aseguraré de que su padre no pueda volver a usarla como
garantía.
—Gracias —forcé las palabras más allá de mis labios, aliviado de saber que
Angelica estaría a salvo, pero enojado al pensar en lo que este hombre le habría hecho si
ella no hubiera sido mía. 59
Mi hermoso ángel, a quien había dejado encadenada a mi cama.
CAPÍTULO 15

Me di la vuelta, aún dormida, y sentí un tirón en mi muñeca—. Deja que me dé la vuelta


—murmuré en mi almohada, tratando de sacudir mi muñeca para que Morgan no la
agarrara. Sólo que no cedió nada. Nada en absoluto. Levanté la cabeza y miré claramente
a mi mano.
¿Qué rayos?
Froté mi mano libre sobre mis ojos y luego los abrí más. Tenía que estar viendo
cosas. Sacudí mi muñeca y sentí el suave deslizamiento de material peludo en mi piel.
Miré a la cabecera, y tan seguro como que el sol sale cada mañana, el otro extremo de
un conjunto de esposas estaba envuelto alrededor del poste de la cama más cercano.
—Esto no puede estar pasándome a mí —gruñí.
—Mierda —murmuró Morgan desde el otro lado de la habitación—. Esperaba 60
volver antes de que te despertaras.
—¿De vuelta de dónde y por qué estoy esposada a la cama en primer lugar?
—Fui con Brecken y un par de sus muchachos para ocuparme de la situación —
explicó, moviéndose alrededor de la cama para arrodillarse en el colchón a mi lado.
Observé con atención cómo sacaba una llave de su bolsillo y soltaba mi muñeca,
frotándola ligeramente con el pulgar.
—¿Pensaste que era una buena idea no despertarme y decirme qué estaba pasando,
sino dejarme durmiendo en nuestra cama con la muñeca pegada al poste? —grité.
—Tenía que asegurarme de que te quedaras aquí. Eran hombres peligrosos y no
quería que te vieran. Nunca.
Respiré profundamente varias veces, tratando de concentrarme primero en lo que
era más importante—. ¿Cómo salió la reunión?
—Bien —gruñó—. No tendrás que preocuparte por ellos o por tu padre otra vez.
Probablemente debería haberme sentido culpable por el hecho de que Morgan me
había sacado del lío en el que mi padre seguía metido, pero no lo hice. Él se lo había
buscado y él ya no era parte de mi vida por su elección. No la mía. En cambio, concentré
toda mi frustración en el hombre que tenía enfrente.
—¡Eres controlador, exigente y posesivo, y casi todo de lo que mi madre me
advirtió que me mantuviera alejada de los hombres! —grité, la montaña rusa emocional
en la que me encontraba con él, finalmente sacando lo mejor de mí.
—Ángel —susurró, una disculpa apareciendo en sus ojos mientras me miraba.
Él no me detuvo de arremeter y eso me enfureció aún más porque no quería que
me entendiera. Quería una pelea, gritar y enfurecer al mundo. Aunque yo sabía que lo
que había pasado con mi padre no era culpa de Morgan, quería echarle toda la culpa a
sus pies. Dolía mucho saber que el hombre que me había criado, a quien había adorado
incluso después de que nos abandonara a mi madre y a mí, me había visto como nada
más que un pedazo de garantía para usar cuando se metió en problemas. Mis gritos
eventualmente cambiaron a sollozos y Morgan me sostuvo durante todo el proceso.
Cuando empecé a sentarme, él besó mi garganta y se abrió camino a través de mi
barbilla y alrededor de mi oreja—. Nunca fui ninguna de esas cosas hasta que llegaste a
mi vida, mi Ángel.
—¿Pero por qué? —susurré, insegura de lo que él podría ver en mí que mi propio
padre no podía.
—Déjame mostrarte.
Agarrando mi cuello para acercarme más a su cuerpo, me envolvió con su otro 61
brazo alrededor de la parte baja de mi espalda para poder bajarme a la cama. Tan pronto
como mi espalda golpeó el colchón, su lengua se deslizó en mi boca y acarició la mía
lentamente. Su beso era suave y profundo, una exploración pausada que prolongó
mordisqueando suavemente mis labios antes de romper.
Sus oscuros ojos se iluminaron con aprecio mientras me miraba tumbaba debajo de
él. Mis pezones se endurecieron mientras él me miraba fijamente antes de empujar hacia
atrás en el colchón. Descansando sobre un brazo, uno de sus dedos dejó un rastro de piel
de gallina a lo largo de mi piel mientras trazaba un camino desde mis pechos hasta el
hueso de mi cadera y viceversa. Mi aliento se quedó atrapado en mi garganta cuando él
trazó ligeramente mi pezón y éste alcanzó su punto máximo bajo su tacto.
No pude parar el gemido que se escapó de mis labios cuando su barba raspó contra
mi sensible piel mientras mordía mi cuerpo, su palma acunando mi coño—. Esto es mío
—murmuró—. Toda tú, cada centímetro, es mío para apreciar. Para proteger.
La promesa en su tono me asustaba porque me hacía sentir segura y protegida.
Estaba abrumada por la intensidad de mis sentimientos por Morgan y lo había estado
desde el día en que nos conocimos. Todos los días desde entonces, él había hecho todo
lo que estaba en su poder para darme todo lo que yo pudiera desear. Pero no sólo cosas.
Él también se entregó a mí, y eso es lo que más me asustaba porque había logrado que
yo lo necesitara como nunca había necesitado a nadie más en mi vida.
Levantándose, rápidamente se bajó los pantalones por las piernas y se movió hasta
que estuvo acunado entre mis muslos. Su verga empujó en mí, pero no se movió para
tomarme como lo haría normalmente. En vez de eso, se quedó quieto y me miró a los
ojos con una mirada de tal anhelo que mis manos se alzaron para acunar su cara en
confianza antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo. Fui inundada con
emoción mientras este hombre increíble, que podía tener a cualquier mujer que quisiera,
me miraba como si yo fuera la única cosa que existía en el mundo entero.
—Te amo —susurró justo antes de levantar sus caderas y deslizarse lentamente
dentro de mí.
Jadeé ante su admisión, las palabras que había querido escuchar de él desde el día
en que le di mi cuerpo. Lágrimas nadaban en mis ojos mientras sacudía mi cabeza, segura
de que lo había oído mal. Mis emociones se salieron de control y cerré los ojos en un
esfuerzo por controlarlas.
—Ángel, mírame —exigió y mis ojos se abrieron de nuevo—. Eres mía y te amo.
—¿Estás seguro? —susurré vacilante, asustada de creer lo que le oí decir y lo que
podía ver brillar en sus ojos.
En lugar de responder de inmediato, giró sus caderas antes de retirarse de mi
cuerpo sólo para volver a sumergirse—. Estoy seguro —me prometió—. Nunca me 62
había sentido así antes, pero no tengo dudas de que fuiste hecha para mí, mi Ángel. Mía
y sólo mía.
—Tuya —jadeé mientras él se retiraba y volvía a entrar.
—Te amo —repitió.
—De verdad lo haces —exhalé, finalmente dispuesta a aceptarlo como la verdad.
—Como tú me amas —dijo con voz ronca, frotando su pelvis contra mí mientras
su verga golpeaba mi cérvix.
—¿Quién lo dice? —gemí, mis piernas tensándose mientras mi cuerpo se apretaba
de placer.
—¡Yo! —sus ojos ardían con una intensidad que nunca antes había visto mientras
me miraba mientras me follaba despacio y con fuerza—. Y tú porque vas a admitirlo
ahora mismo o no dejaré que te vengas.
Dejó de moverse, su verga enterrada en mi interior. Comencé a retorcerme y traté
de rotar mis caderas porque mi orgasmo estaba a sólo un pelo de distancia, pero él
continuó manteniéndose quieto encima de mí. Una de mis manos serpenteó hacia mi
clítoris mientras yo estaba desesperada por llegar al clímax, pero él la agarró y la
sostuvo con fuerza. Mi respiración era desigual, sudor goteaba por su frente y me
sorprendió ver lágrimas en sus ojos.
—Si algo te pasara, no sé qué haría. Te amo jodidamente demasiado.
Ya no había forma de negar nuestros sentimientos y las palabras salieron de mi
boca—. Yo también te amo.
Sus ojos se iluminaron de alegría y sus labios se retorcieron en una sonrisa
satisfecha—. Mi Ángel —exhaló—. Soy tu primero, último, siempre y para siempre.
Sus caderas volvieron a girar y un gemido burbujeó por mi garganta mientras se
mecía suavemente hacia mí. El sexo entre nosotros siempre había sido increíble, pero el
saber que me amaba añadía una intensidad a nuestra unión que hacía que mi corazón
latiera con fuerza y que la sangre pulsara más fuerte por mis venas. El clímax que antes
había estado tan cerca se mantuvo a raya mientras él se lanzaba y salía de mí. Nuestros
ojos estaban cerrados, las caras a pocos centímetros una de la otra mientras él empujaba
profundamente y yo empecé a estremecerme debajo de él. Mis manos estaban apretadas
sobre la piel húmeda de su espalda, acercando su cuerpo lo más posible a mí.
—Córrete para mí —instó.
—Juntos —jadeé de vuelta.
—Sí, siseó mientras inclinaba mis caderas hacia arriba en su siguiente golpe y gemí
cuando me llenó por completo, y mi coño revoloteó alrededor de su verga. Su cuerpo se
puso rígido, y finalmente caí de cabeza sobre el borde por el que me había mantenido
suspendida durante tanto tiempo. Mi cuerpo temblaba bajo el suyo mientras él empujaba 63
hacia adentro por última vez, sujetándose profundamente y llenándome con su venida.
Yacimos allí, envueltos juntos y en silencio durante mucho tiempo. Llena de
satisfacción mientras trazaba mis dedos a lo largo de su tensa piel y apoyaba mi cabeza
en su pecho, escuchando el latido constante de su corazón.
—Te amo tanto —suspiré.
—Sé que lo haces, Ángel. Nunca lo dudé ni por un momento.
—¿Ni siquiera cuando llevé mi falda más corta a la librería del campus y atrapaste
a ese chico coqueteando conmigo? —me burlé.
—No dudé de lo que sentías por mí, sólo de si alguna vez lo admitirías —
respondió—. Y estoy seguro de que no confiaba en ese chico cerca de ti.
—No confías en nadie cerca de mí —señalé.
—No esperes que eso cambie alguna vez —advirtió—. Es parte de ser mía y de mí
protegiendo lo que me pertenece.
—No cambiaría nada de ti. Te amo tal como eres.
—Malditamente sí lo haces —dijo con suficiencia.
EPÍLOGO

Mirar el vientre de mi Ángel hinchado con nuestro hijo era algo de lo que nunca me
cansaría. Especialmente cuando conseguía verlo rebotar mientras ella me llevaba al
orgasmo. Su embarazo la puso increíblemente cachonda y quería subirse a mi verga a
cualquier hora del día.
Mantuve mi mano en su vientre mientras ella se movía hacia arriba y hacia abajo
sobre mi verga. No se necesitaba mucho para hacer que se viniera hoy en día, lo que era
algo bueno teniendo en cuenta que mi verga normalmente terminaba adolorida cuando
me quedaba dormido por la noche. Ella era realmente insaciable.
—Ángel —gemí mientras giraba sus caderas en un deslizamiento hacia abajo. Vi
como mi verga entera desapareció en su coño. Estaba empapada y mi verga brillaba con
sus jugos.
—Necesito venirme —gimió. 64
—Tenemos tiempo, mi pequeño y codicioso ángel.
—Oh, no, no lo tenemos —dijo ella—. No pude venirme esta mañana porque su
hijo decidió que no necesitaba una siesta después de todo. Me debes un orgasmo y me lo
vas a dar. ¡Ahora!
Amé lo exigente que se puso cuando estaba embarazada. Tan impaciente por sus
orgasmos. No es que no lo haya estado durante los cinco años antes de quedar
embarazada de nuestro hijo. Aunque era mi ángel, la paciencia no era una virtud que
Angelica tuviera.
La volteé sobre sus manos y rodillas y embestí en ella otra vez. Esta era la mejor
posición para acabarla rápidamente. Lo que sea que mi Ángel quería, me aseguraba de
que ella lo recibiera. Especialmente cuando era un orgasmo.
Deslicé una mano entre nosotros, girando su clítoris al ritmo de mis duros
empujones, mis bolas golpeando su húmeda piel. Cuando la sentí apretándose alrededor
de mí, pellizqué su clítoris entre mi índice y pulgar. La estimulación adicional la envió
al límite mientras yo la follaba más fuerte hasta que la llené con mi venida. Esa fue una
batalla que yo había ganado, nunca había nada entre el coño de mi ángel y mi verga
cuando me la follaba. Un hecho por el que me había gritado cuando se enteró de que
estaba embarazada sólo cuatro meses después de dar a luz a nuestro primer hijo.
Ella podía gritar todo lo que quisiera, yo sabía que no estaba realmente enojada,
especialmente cuando el doctor nos dijo que esta vez íbamos a tener una niña. Yo tenía
la esposa más hermosa del mundo, un adorable bebé dormido en su cuarto al final del
pasillo y nuestra hija crecía en el vientre de mi Ángel. Realmente lo tenía todo.

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