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José María Gironella

En diciembre de 1994 tuve el placer de


entrevistar a D. José María Gironella para una
revista cultural. Con motivo de su fallecimiento
(a los 85 años recién cumplidos), me permito
recuperar aquella entrevista, realizada al hilo de
la publicación de su libro "Nuevos 100 españoles
y Dios",...

En diciembre de 1994 tuve el placer de entrevistar a D. José María


Gironella para una revista cultural. Con motivo de su fallecimiento (a
los 85 años recién cumplidos), me permito recuperar aquella
entrevista, realizada al hilo de la publicación de su libro “Nuevos 100
españoles y Dios”, como homenaje póstumo. Evidentemente la
entrevista es hija de su época y comentamos temas que ahora no
tienen tanta vigencia… o sí. D.E.P.

Diciembre 1994.
Publicado en las últimas semanas, el nuevo libro de José María
Gironella es un estudio a varios niveles de la España actual visto desde
la faceta que más brutalmente ha evolucionado desde los tiempos de
la dictadura de Franco: la religión de los españoles.

Desde sus páginas podremos conocer, no sólo el estado de la fe de los


españoles, representados en 100 personajes de nuestra vida pública,
sino también esa faceta íntima de cada uno de ellos, en la que nos
cuentan cuál es su situación personal y sus opiniones sobre la iglesia,
el Papa, las sectas, el pecado y, por supuesto, Dios.

Entrevistamos al señor Gironella en su casa, casi al asalto y sin previo


aviso, le sometemos a un interrogatorio que se extenderá casi
cuarenta y cinco minutos.

Muy amable y bien dispuesto, nos confiesa que tanto su mujer,


Magdalena, que acaba de sufrir una peligrosa operación de rodilla,
como él, se encuentran en un momento optimista, viviendo lo que él
mismo califica de una “tercera juventud” (¡a sus setenta y siete años!).
Después de muchos años, publicó una cuarta parte (Los hombres
lloran solos) de su (hasta entonces) trilogía más conocida: Los
cipreses creen en Dios, y ahora publica una segunda parte de otro
libro anterior suyo (100 españoles y Dios) ¿está el Gironella escritor
cerrando etapas?

No. Después del esfuerzo de “Los hombres lloran solos” me apetecía


cambiar de tema y escribir sobre otras cosas. Sin embargo, he de
volver sobre lo que es mi “obra definitiva” (Los cipreses…), que se
completará con el quinto y el sexto tomo. Ya tengo mucha
documentación, pero hay que redactarlo y terminará en 1975, con la
muerte de Franco. Serán una especie de Episodios Nacionales, pero a
mi modo, desde una perspectiva global.

El planteamiento del libro es de periodismo puro, simplemente


preguntas y respuestas, ¿cómo seleccionó a sus protagonistas?

El trabajo se ha alargado durante cinco meses y me ha dejado


exhausto, pues muchas personas se inhibían de contestar a mis
preguntas. Yo remitía el cuestionario con una carta personal mía en
la que le indicaba el porqué de ser “elegido” (por algo que había dicho,
por su trayectoria personal,…).

Lo bonito del libro es que gente que se declara atea, al tenerlo que
razonar, se quedan en blanco, y se convierten en vacilantes. Y otros,
que se suponían creyentes a rajatabla, al enfrentarse con el misterio
del más allá, han descubierto sus dudas.

En un corto espacio de tiempo le encontramos en dos libros de


temática similar. Uno, el suyo propio; otro, como entrevistado, en el
libro de D. José Luis Olaizola. En este último, usted se manifiesta en
un estado dubitativo con respecto a la fe. ¿No es paradójico que una
persona que duda sea el encargado de, a su vez, preguntar a otros por
su fe?

No. El fundamento, que además es común a todas las religiones, de


que existe un Ser Supremo, siempre lo he tenido claro. Es el concepto
de pertenecer a una única iglesia, poseedora de la única y gran verdad,
lo que se está desmoronando.

¿Cómo vive usted, desde su perspectiva dominante de la


historia reciente de España, nuestra situación actual?
Pues mire, como conocí a los socialistas antes de la guerra (Largo
Caballero, etc.), cuando ganaron en el 82, yo preví la gran catástrofe
porque les conozco. Y, desde mi punto de vista, el tiempo me ha dado
la razón.
La situación actual se parece a la del año 1934 y 1935 que yo describo
en “Los cipreses creen en Dios”, salvo en que ahora hay una clase
media que impide que la crispación llegue a más, actuando como
colchón entre patrones y obreros, e impidiendo la guerra civil.

¿Qué siente cuando escucha la palabra “catalán” y


“catalanista” como arma arrojadiza?
Pues siento mucha preocupación, porque se están radicalizando de
una forma tan seria, tan grave… Es un error histórico monumental de
Jordi Pujol y Convergencia, a los que yo votaba al principio. Se han
entregado al PSOE. Sin ellos el PSOE ya no mandaría. Cederles los
diez escaños para que gobiernen con mayoría absoluta ha sido, a mi
entender, una especie de traición.

Y luego, acerca del idioma, se están radicalizando de un modo que no


tiene sentido. Si usted viera, en las escuelas están siempre con el
catalán. El castellano es casi una ofensa. Y cualquier cosa que se diga
contra el Barça es un ataque a Cataluña. Y ya no digamos si se dice
que Jordi Pujol es bajito. Siempre es un ataque a Cataluña.

¿Usted siempre escribe en castellano?


Siempre. Cuando yo comencé a escribir, en el año 46 (que gané el
premio Nadal) el catalán estaba prohibido; entonces lo escribí en
castellano porque en las bases del premio Nadal ponía “entregar
originales en castellano”. En mi segunda novela (La marea), ocurrió
igual.

Me fui a París a escribir “Los cipreses creen en Dios” y el catalán


impreso seguía prohibido. Me enamoré del castellano, y lejos de
superarlo, mi amor va en aumento, pues es un idioma prodigioso.

Alguna vez he cometido la “torpeza” de decir en público que quería


tocar el piano. Encontré un piano de cien teclas, que es el castellano,
y otro de ochenta, que es el catalán. Yo escogí el piano de cien teclas,
y el otro piano ya no lo toco más.

¿Qué hay de cierto en todas esas noticias que nos cuentan


los medios de comunicación sobre lo que ocurre en
Cataluña?
A veces el ABC exagera y pone cosas que no son verdad. Yo he escrito
varias veces al señor Ansón para decirle que tenga cuidado, porque si
pone cosas que no son verdad, pierde la autoridad moral para
denunciar las que son ciertas, sobre todo en cuestiones del idioma.
No hay ninguna necesidad de exagerar, sólo con decir la verdad basta.
Volviendo a su libro 100 Nuevos españoles y Dios ¿Usted
respondería a su propio cuestionario en público?
Pues mire, yo creo que a lo largo de mi obra he ido respondiendo
largamente a todas estas preguntas, pues ha sido un tema recurrente
en mis libros. Si usted lee “Carta a mi madre muerta”, “La duda
inquietante”, o “El escándalo de Tierra Santa”, podrá encontrar mis
opiniones al respecto.

No obstante, si Dios me da fuerzas para escribir algo más (después de


los volúmenes sobre la postguerra), sí que lo haré; escribiré una
especie de testamento espiritual.

Sin embargo, tiene que ser muy satisfactorio saber que ha dejado
libros de vigencia permanente para la posteridad.

Dios lo quiera. Sin embargo, estoy viendo que a gente mucho más
importante que yo, por ejemplo, de la Generación del 98 (Ortega y
Gasset, Gregorio Marañón, etc.) los jóvenes no los han oído nombrar
nunca.

De Marañón casi todos dicen que fue un futbolista. Los únicos que se
sostienen un poco son Pio Baroja y Galdós, pero de los demás no se
acuerda nadie. Y no digamos de gente como Álvaro Cunqueiro, o
González Ruano. ¿Por qué esos han desaparecido y yo voy a
permanecer? Una fotografía en las enciclopedias y poco más,
supongo.

¿Cuándo tiene usted planeado publicar esa quinta parte de


“Los cipreses creen en Dios”?
La quinta parte espero que se publique dentro de un par de años, y
luego la sexta dependerá de mis fuerzas. Antes trabajaba hasta diez
horas al día, pero ahora me canso mucho, y sólo puedo trabajar
cuatro, aunque ese tiempo, bien aprovechado, cunde mucho.

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