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Cipolla, Carlo M. Entre la Historia y la Economía.

Introducción al a Historia
Económica. Barcelona: Crítica, 1991, 279 pp.

La crisis de la historia económica, que parte desde finales del siglo pasado, puede
apreciarse en la notable disminución de trabajos y de investigadores dedicados a ella.
Carlo Cipolla buscó, con este libro, remediarlo acercando a esta alicaída disciplina a la
sociedad y buscando que las nuevas generaciones de científicos sociales se dediquen a
su estudio. Para lograr su cometido nos invita a apreciar cómo se desarrolla el trabajo
del historiador económico, pocas personas son más idóneas para este trabajo como el
historiador italiano, ya que le dedicó su vida a la disciplina siendo unos de sus mejores
representantes.

El libro está dividido en dos partes, la primera se concentra en la disciplina en sí,


definiéndola y dedicándole espacio a su metodología, la reflexión está presente en todo
el trayecto. La segunda parte es una introducción a las fuentes para el estudio de la
historia económica de Europa. Ambas secciones están muy bien escritas, Cipolla tiene
una facilidad para explicar los temas más complicados con un lenguaje ameno y
divertido, además da ejemplos que enriquecen el texto.

La primera parte consta de cinco capítulos y una pequeña conclusión. El primer capítulo
define brevemente a la disciplina, como una ciencia que estudia los hechos y procesos
económicos del hombre, siendo la naturaleza del mismo lo que complejiza esta
definición. La economía brinda modelos y paradigmas, pero más importante es que
provee una forma de pensar, una lógica particular. Las diferencias entre el historiador
económico y el economista son un punto central del capítulo, parte de la aproximación
que tienen a la teoría y a las fuentes. El historiador económico no busca regularidades
como el economista, presta atención a las anomalías y se interesa en ellas, el economista
se siente incómodo con ellas, ensucia sus modelos. Ambos están condicionados por su
enfoque, los paradigmas generalizadores del economista no le permiten apreciar más
allá de lo que le dicta el modelo y el historiador luchar por ir más allá de lo particular.

Dos elementos son desarrollados en este primer capítulo y serán centrales a lo largo del
libro, es el manejo de la variable a largo plazo y la esprit de finesse. El primero es casi
obstáculo insalvable para los economistas, ya que carecen de la formación del
historiador. El segundo es una característica que para el autor los diferencia, la esprit de
finesse se desarrolla a partir de la lectura de las fuentes primarias, Cipolla considera
esencial acudir siempre a ellas. Es tener conciencia de que existen más variables, que
siempre se nos escapará algo. Esta sensación es característica de la esprit de finesse,
debe ser transmitida a los lectores, para el autor un historiador que no lo logra fracasa.
La misma impide al historiador ser rígido en sus conclusiones y cerrado en sus
explicaciones. Cipolla está criticando solapadamente a la escuela norteamericana y sus
métodos, tan totalizantes y seguro de sí mismos. El libro también puede servir como
fuente para la historiografía, Cipolla fue testigo de primera mano en Estado Unidos del
ascenso de la cliometría y la criticó fuertemente.

El segundo capítulo aborda la problemática de la disciplina, esta es diferente a la del


economista, pues revista una lógica que se ha desarrollado. Si bien los problemas que el
historiador económico aborda pueden ser de carácter económico este los analiza en sus
circunstancias históricas particulares, les brinda una singularidad que el economista no
recoge. Tiene la ventaja de poder adaptar sus modelos a las fuentes y con esto sus
preguntas. Cipolla tiene una visión sobre la teoría que en mi opinión es limitada,
aspecto que se desarrollará a continuación.

El tercer capítulo y cuarto capítulo son de carácter metodológico, se centran en la


utilización de las fuentes. Esta sección presenta algunos planteamientos débiles, como
es el uso de la teoría. El autor se refiere a la teoría como algo que se puede adaptar a
nuestras fuentes, no al contrario, debe ser moldeada. Ciertamente esto no es del todo
errado, pero reduce a los historiadores a simples usuarios de la teoría. La esprit de
finesse lleva a ubicar a los historiadores por encima de los economistas y de los
teóricos, por tener esa capacidad para analizar el largo plazo obtenida con la
familiaridad con las fuentes. No obstante, es sabido que los historiadores también
pueden crear conceptos y modelos, siendo más que simples usuarios. Burke afirma que
el historiador es un perfeccionador de los modelos, son mejorados a partir de
investigaciones. Hay que tomar en cuenta que es un trabajo de inicios de los noventa, la
teoría económica ha mejorado muchísimo y los economistas han aportado muchos
trabajos históricos en los que la noción de largo plazo es bien utilizada.

Otro elemento, en mi opinión débil, es la imaginación. Al encontrarnos con grandes


vacíos en la documentación el historiador económico apela a la imaginación, también la
utiliza, aunque no es algo explicito, al manipular los modelos. Sin embargo, no
desarrolla más la idea y encierra un elemento más historiográfico. La
interdisciplinariedad, pese a que el libro se centra un producto de ella que se forjó su
propio lugar, no es desarrollada. Muchos de los vacíos y problemas que se plantean al
historiador económico pueden ser tratados a partir de la utilización de otras disciplinas,
la Historia no puede por sí sola. Las ventajas que Cipolla le atribuye, justamente por
cierto, pueden ser utilizadas por otros científicos sociales y viceversa.

El quinto capítulo desarrolla las dificultades al momento de la reconstrucción del


pasado. Los errores típicos que desarrolla Cipolla ya han sido señalado ampliamente por
otros autores. Por ejemplo, el caso del error de simplificar. La reflexión que involucra al
historiador económico en sí tiene que ver con señalar que el esprit géométrique es el que
prima y no el esprit de finesse, ha perdido su carácter histórico, humanista. Nuevamente
enfila sus dardos contra la escuela norteamericana como símbolo de los errores
metodológicos, pero menciona algo más. Que la misma teoría no se desarrolla con la
rapidez deseada y que las mismas preguntas tampoco, se sigue buscando ese “algo” que
mueve las cosas y claramente afirma que la economía no es ese “algo”, es parte de un
todo.

Una crítica a este capítulo y del libro en general, es que Cipolla no reflexiona, aunque
sea unos párrafos, sobre el desarrollo de la disciplina. No encontramos referencias a
textos o corrientes que dejaron huella, si se menciona a la cliometría es para criticar. Si
bien no se presenta necesaria en la argumentación, si hubiera resultado útil para lograr
su objetivo, que es atraer a que la gente se interese, que mejor manera que historizando
la misma disciplina. Este capítulo y las conclusiones son las que más nos dicen acerca
de lo que Cipolla no quiere que un historiador económico haga, en general cualquier
historiador. Es vital evitar caer en las corrientes y modelos de moda, por esto se debe ser
flexible en las explicaciones. Debe acercar su trabajo a las personas, utilizando un
lenguaje fácil y ameno, evitar la sobre especialización y terminar hablando de algo que
no genere interés, en resumen, comunicarse con el lector compartiendo ese esprit de
finesse.

La segunda parte es una introducción a las fuentes para la historia económica de


Europa, acompañados por buenos ejemplos enriquecidos por la experiencia de Cipolla.
No obstante, hay un mensaje subyacente, el historiador económico debe cruzar
fronteras, Cipolla en todo momento sugiere esto. El evitar concentrarse en casos
particulares que no permitan apreciar todo el panorama, la historia económica implica
conexión, siempre. Justamente la obra del historiador económico italiano resalta por su
carácter de visión amplia, no solo territorial sino de largo plazo, por esto su intención de
ser lo más exhaustivo posible. La historia que el practicaba, al momento de escribir el
libro, se estaba dejando de lado.

En conclusión es un libro de lectura obligatoria, no solo para los interesados en la


Historia Económica. Producto de su tiempo y por esto fuente útil para el estudio de la
historiografía. Un libro bien escrito y que se pone como ejemplo mismo de lo que
enuncia, la Historia trata sobre el hombre, cualquier tipo de historia. Es compleja por
naturaleza, un buen trabajo es el que deja claro esto. Incluso un libro que se refiera al
mismo quehacer el historiador económico. Invita, a los foráneos de la disciplina a leer
más trabajos, a los pretendientes a ser historiadores a que vean a la Historia Económica
en toda su complejidad, como las demás.

Victor Quiroz

Pontificia Universidad Católica del Perú

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