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5. Ideas nonnatas 137
minos que más p�recen metafóricos que otra cosa, tanto una teoría lingüís
tica que especifique la forma de la gramática de cualquier lengua humana
posible como una estrategia para seleccionar una gramática de la forma
apropiada y que sea compatfüle con esos datos lingüísticos originales y
primarios (Aspectos, cap. 1 1 secc. 4). Considerado con más detalle, el ins
trumento de adquisición del lenguaje habrá de poseer un contenido que sea
el correlato de lo que contenga una teoría lingüística que aspire a la jus
tificación explicativa. La razón -como vimos en la sección 4.7- es el
paralelismo que Chomsky asume entre el lingüista que está intentando
formular la gramática de una lengua y el nifi.o que se halla en el proceso
de aprenderla. Si. se comparan los cinco puntos enumerados en aquel lugar
con los cinco aspectos siguieintes del instrumento de adquisición del len
guaje, se verá que corresponde:o uno a uno. Este instrumento debe, en suma,
contener lo siguiente (Aspectos, cap. 1, secc. 6):
-
Experiencia Universales G1- Función Gompetencia
Gi-
lingüística ljngüísticos G3- evaluadora lingüística
para cualquier lengua. Pero, a pesru· de todo, el valor gue la teoría grnma
tica1 de Chomsky posee, valor que nunca le hemos negado en el carítulo
mterior, desgraciadamente no ha ak:inzado todavía un grado Hpreciable
de confirmación empírica, y las propias modificaciones gul! ha sufrido du
rante los últimos años (que brevemente revisamos en la sección 4.5) no
contribuyen precisarnenle a que podamos sentirnos cercanos a un conoci
miento adecuado de los universales lingüísticos.
Pero además hay aquí una cautela metodológica digna de consideración.
Como ha señalado Putnam ( «The 'lnnateness HypOLhesis' ... » ), es f,ici.l exa
gerat los hechos por lo que se refiere. a los universales lingüísticos. ¿Cuán
tas categorías sintácticas, por ejemplo, son universales? Siguiendo e.1 análisis
propio de Jas gramáticas catcgoriales, puede mostrarse que todas las cate
¡orías son reducibles a dos: nombre y oración. Pues un sintagma nominal
r.o es sino una expresión que ocupa el lugar de un nombre; un sintagma
v �rbaJ, es la frase que, combinada con un nombre o con un sintagma
ntminal, da como resultado una oración; y así sucesivamente. Y esto supo
nkndo que sepamos permanecer sensibles al carácter hipotético de los
unjversales lingüísticos. Porque podría bien ocurrir que los introdujéramos
por definición inadvettidamente y nos resistiéramos a aceptar contraejem
plo5, eventualidad sobre la que ha avisado Black («Comment»). Hasta po
dría darse el caso, mencionado por Quine («Methodological Reílections on
Curr�nt Linguistic Theory») 1 de que, buscando confirmación de m1estros
hipot�ticos universales en otras lenguas, los impusiéramos en ellas al tradu
cirlas a la nuestra; es decir, podría acontecer que al investigar otras lenguas
las in:erpretáramos desde las categodas apropiadas para la nuestra.
5. Lo anterior no son sino objeciones periféricas en comparación con
la cue�tión central metodológica que expresa la siguiente interrogación: ¿es
confirn•able empíricamente el modelo chomskiano de adqu?Sición del len
guaje? Goodman (op. cit.) lo ha negado, como también Quine (op. cit.).
Pues ) en definitiva, el único control empírico para las afirmaciones de la
teoría l·ngüística es el qué procede a través del requisito de adecuación
descriptiva. Lo único que se puede comprobar es que la teoría define gra
máticas que son descriptivamen te adecuadas en cuanto que corresponden a
las intukiones que los hablantes poseen sobre su lengua; pero que estas
intuicioms, para desarrollarse, tequieran la posesión innata de la gramática
universal no se ve cómo pueda comprobarse. Pues supóngase que tenemos
dos gram,;ticas distintas que so:n descriptivamente adecuadas pata una len
gua detetininada 1 ¿cómo saber cuál de ellas seleccionan los hablantes de
dicha JengJa? Puesto que ambas corresponden a las intuiciones de éstos,
tampoco h1brá nada en su comportamiento lingüístico que nos suministre
la prueba que buscarnos (la sugerencia es de Quine). De otra parte, ¿qué
restricciones impone la gramática universal? Por los trabajos de Peters y
Richtie, comentados en la sección 4 .6 ) sabemos que con cualquiera de los
modelos trwsformatodos corrientes puede construfrse, para toda lengua,
una gramári::a que tiene una base universaJ. En consecuencia, el postulado
de una grarr.ática universal ha de confirmarse empíricamente por separado
142 Principios de Filosofía efe/ Lenguaje
Experiencia
lingüística
----- Instrumento de adquisición
del lenguaje
Competencia
lingüística
144 Principios de Filosofía del Lenguaje
con los Jiferentes tipos de c:stímulos, ramo internos como externos. Pero
es t,1mbién patente que su consideración no basta para explicar el proceso
Je adqujsición del lenguaje, para Jo que hay que tener en cuenta además
los complejos problemas que se refieren a la estructura sintáctíca, scmán
tid1 y fonológjca de las expresiones. No es, por eso, de extrañar que los
textos de psicolingüística cor.npleten las referencias al análisis funcionalista
de Skinncr con consideraciones estructuraJistas (véanse, por ejemplo, los de
llerriot y List).
Indudablemente, el conductismo radical de Skinner no es más que una
forma, particularmente extremosa, de la posición empirista en general y
Jel conductismo en particular. Tanto que, para algunos como List, no
puede LU11rnrse como representativo de] empirismo (Introducción a la psico
lingliistica) p. 116). De aguí que convenga tener en cuenta que las críticas
de Chornsky a Skinner, en cuanto que se hallan estrechamente vinculadas
a las categorías de la metodt0logía skinneríana, no afectan de por sí, y en
principio, a otros psicólogos conductistas o simple .mente no mentalistas.
Hay otros enfoques alternativos del problema de la adquisición del lenguaje
que, totalmente alejados del planteamie!)tO de Skinner, son igualmente in
compatibles con el ingenuo innatismo chomskiano. Por ejemplo, la teoría
de Piaget.
Es característico de Piaget subordinar el lenguaje al pensamiento y,
con un enfoque también funcionaHsta 1 considerar la función verbaJ como
parte de la función sjmbólica general, explicando la aparición de aquélla
sobre la base de un nivel de conocimiento previamente adquirido (Psico
logia del niño, III.VI; Seis estudios de psicologí.a, 3.I; Problemas de psi
cología genética, 6) . El nivel de la inteligencia que es prevjo al lenguaje
y que lo hace posible es el que corresponde al primero de los cuatro perío
dos en que Piaget ha dividido el desarrollf> psicológico, a saber, el período
sensomotriz, que va desde el nacimiento a los dos años. Este período se
caracteriza por la progresiva diferenciación entre el sujeto y los objetos
a base de la manipulación y trato directo con ellos, y tiene como fuentes
de conocimfonto fundamentaltes la coordinación de percepciones y movimien
tos. Dentro de este período pueden distinguirse hasta seis estadios, que
van desde la mera consolidlación de los esquemas sensomottices innatos
hasta la interiorización de estos esquemas por medio de combinaciones
mentales que permiten al sujeto salir de los límites de la pura acc.ión. Re
cordemos que los otros perfodos son: el preoperacional, que va de los dos a
los siete años y en el que se distinguen dos estadios, el preconceptual,
en el que el niño mantiene una actitud egocéntrica y hace generalizaciones
incorrectas a causa de u11a ]Parcial incapacidad de abstraer, y el intuitivo,
en el que, alcanzada esta capacidad, el niño utiliza conceptos de clases y
relaciones, a la vez que el egocentrismo deja paso a la socialización; el
período de las operaciones concretas, caracterizado por el uso de operaciones
lógicas como la reversibílida.d, la clasificación y la seriaciÓ!'1, y que alcanza
de los siete a los once añrn;, y, finalmente, el período de las operaciones
152 Principios de Filosofía del Lenguaje
Esta tesis, que Piaget expuso en una de sus primeras obras ( 192.3),
recibió pocos años después una importante crítka por parte de Vygotsky.
El hecho de que la obra principal de Vygotsky, Pensamiento y lenguaje,
publicada póstumamente el año de su muerte, 1934, estuviera ret.irada de
la circulación durante veinte años, hizo gue su influjo y recepción en los
países occidentales haya sido tardío; el propio Piaget no pudo conocer
dicha obra hasta su traducción inglesa de 1962. La posición de Vygotsky
es que no tiene sentido distinguir entre un lenguaje egocéntrico y un k::n
guaje socializado posterio.t. Una mayor atención a la estructura de las
expresiooes lingüísticas empleadas, le conduce a encontrar tales diferencias
entre e1 lenguaje comunicativo y .el lenguaje egocéntrico que no cabe p,en
sar que aquél derive de éste. Tanto en el niño como en el adulto, dirá
Vygocsky (op. cit., cap. 2), la función primaria del lenguaje es la comuni
cación, el contacto social, y en este sentido, las formas más primitivas ,del
lenguaje infantil son también sociales. Pero pronto se distinguen en él dos
usos diferentes, el comunicativo y el egocéntrico, ambos, desde luego, igual
mente sociales. El discurso egocéntrico aparece cuando el niño trans.fi..ere
las formas propias del comportamiento social al ámbit0 de sus funciones
psíquicas internas. Así, el niño que antes había conversado con otros, co
mienza a hablar consigo mismo, como pensando en voz alta. El discurso
egocéntrico conducirá ulteriormente al lenguaje interior, que en el adlul
to posee gran importancia y sirve tanto a propósitos autísticos como al
pensamiento lógico. La linea del desarrollo no es, pues, desde el lengua
je individual al lenguaje social, como parecería serlo en Piaget, sino des
de el lenguaje social al .lenguaje individual. El lenguaje egocéntrico es,
por tanto, «un fenómeno de transición desde el funcionamiento interpsí
quico al funcionamiento intraps1quico, esto es, desde la actividad social
y colectiva del niño a su actividad más individualizada» (op. cit. capi[tu
1
etapa infanül, aproximadamente enrre los tres y los seis arios, con propcí
siros que no son frecuentemente comunicativos, pues result:1 ser él mismo
al tiempo emisor y destinatario de sus palabras ( todo lo cual nn es mt1y
llamativo sj se repara en lo gue al aprendizaje del lenguaje puede.: ,1y11clar
la ecolalia y el monólogo); adquirido hacia los siete años un dominio su
ficiente Je la lengua 1 las formas del lenguaje egocéntrico pe1·derían interés
rara el niño y daría¡, paso progresivamente al lenguaje interior. El desacier
to de Piagct esraría en haber sugerido con su terminología que la L1se ego
céntrica no es, desde el punto de vista lingüístico, social, mientras qtte sí
lo es la fase posterior. De otra parte, es cierto que la teoría de Piaget
no ha concedido atención suficiente a los factores culturales para l0s que
el lenguaje constüuye el medfo más idóneo de transmisión, ni a la aporta
ción de aquéllos a la formación de los conocimientos y a la estrucrnración
de la inteligencia, que parecería resultar exclusivamente de procesos in
dividuales de adaptación.
Una teoría gue intenta superar estas deficiencias conservando los acier
tos básicos de la escuela de Piaget, es la que ha sugerido Rruner (en su
aportación a Studies in Cognitive Growth). La ptogtesíva independencia
que, con respecto a Jos estímulos inmediatos, caracteriza al desarrollo psi
cológico del niño, depende -según él- de procesos representativos que
se dan en tres niveles sucesivos. En el primero, se prolonga la acción mo
triz; las respuestas motoras adquiridas son reproducibles por el sujeto, aun
que los estímulos originales no estén presentes; a esto denomina Bruner
<<representación enactiva)>. En el segundo nivel se prolonga la organización
perceptiva, dando lugar los datos sensibles a imágenes, sin necesidad de
recurrir a la acción; a esta forma de representación le llama «icónica>>. En
el tercer nivel se recurre a símbolos, y se trata por tanto de una represen
tación simbólica, que incluye el uso del lenguaje. Característicamente, Bru
ner ha subrayado que, mientras que los dos primeros niveles suponen sim�
plemente la relación del organismo con e) medio, el tercer nivel requiere la
cultura, que es la que suministra los símbolos, y especialmente el lenguaje.
Una vez que aparece éste, el desarrollo del conocimiento no puede consi�
derarse separado de él, y, por consiguiente, tampoco separado de la cultura,
pues ésta va a operar justamente a través del lenguaje sobre el desarrollo
individual. Como ha señalado Richelle, la teoría de Bruner tiene un doble
mérito: no separa Ja adquisición del lenguaje del resto del desarro!Jo cog
noscitivo, y al propio tiempo inserta éste en el fenómeno cultura] del cual
es parte el lenguaje (Uacquisition du langage, VI.5, p. 159).
Teorías como las anteriores tienen, a mi juicio, la importante ventaja
sobre la de Chomsky de considerar la adquisición del lenguaje en un con
texto más amplio, psicológico y cultural, en el que sin duda aquélla tiene
Jugar. Podría defenderse a Chomsky manifestando qu� presta más atención
a los aspectos estructurales propiamente lingüísticos; pero entonces es obli
gado añadir que, al declarar innatos la mayor parte de estos aspectos, se ha
tenunciado propiamente a explicar su adquisición. Si la gramática universal
156 Principios de Filosofía del Lenguaje
5. 5 Biología y lenguaje
especie una función cognoscmva t1p1ca, llamando así a las funciones cere
brales gue median entre las estimulaciones sensibles y la respuesta mou·iz.
La neurofisiología de esta función es eo gran pm:te desconocida, pero pue
den seña.larse como sus correlatos de comportamiento la propensión a cate·
gotizar de modos específicos (que se basa en la extracción de semejanzas),
fo capacidad para resolver problemas, la tendencia a generaJizar en ciertas
direcciones y la facilidad pata memorizar ciertas condiciones. La interacción
de estas capacidades produce en cada especie sus particularidades cognos
citivas, que determinan, en última instancia, la peculi�r visión de la realidad
propia de cada una (cap. 9.1). Las capacidades cognoscitivas se diferencian
espontáneamente con la maduración, dada, naturalmente, la concurrencia
del medio adecuado. Sobre esta base, Lenneberg expone su concepción bio
lógica del lenguaje en los siguientes térrnj nos (cap. 9 .II).
El lenguaje es una manifestación de las tendencias cognoscitivas ( cog
nitive propensities) propias de la especie humana, es decir, viene determi
nado por la función cognoscitiva que caracteriza a aquélla. Esta función es
una adaptación del proceso, que puede notarse en los animales superiores,
de categorización y extracción de semejanzas. Según Lenneberg, esta última
no opera solamente sobre los estímulos físicos sino también sobre las ca
tegorías, puesto que las palabras, con excepción de los nombres propios, no
designan objetos directamente sino más bien clases y, por tanto, procesos
de categorización.
Ciertas especializaciones de la fisiología y anatomía perifé.tica explican
algunos de los rasgos universales de las lenguas humanas, pero no por ello
pueden remarse como una explicación de la filogénesis del lenguaje. Ya
en otro lugar Lenneberg había subrayado que eJ tamaño del cerebro no es
determinante para la capacidad de aprender una lengua con tal que se
trate de un cerebro humano, puesto que ciertos enanos, cuyo cerebro es
considerablemente más pequeño de lo normal, no por eso carecen de dicha
capacidad ( «A Biological Perspective of Language», y también en Funda
mentos biológicos ... , 2.III). Ciertos rasgos, sin embargo, como el desarro
llo de un tracto supralaríngeo dividido en dos conductos curvos, es consi
derado por otros como <<el estadio final crucial en la evolución del lenguaje
humano» (Lieberman, On the Origins of Language, cap. 11, p. 159). Esto
habría permitido desarrollar un lenguaje enteramente dependiente del com
ponente vocal, relegando los gestos a una función auxiliar, patalingüística.
Presumiblemente, los australopitecinos poseían un lenguaje compuesto tan
to de gestos como de elementos vocales; a partir de ellos, algunos homí
nidos habrfan retenido ese tipo de lenguaje, mientras que otros habrían evo
lucionado, sobre la base de una modificación del tracto supralaríngeo, hacia
un lenguaje enteramente vocal (véase una clasificación de los restos fósiles
por razón de esta característica, en Lieberman, op. cit., p. 160, y en su
artículo <<Un enfoque unitario de la evolución del lenguaje», p. 187). Tal
modificación pei-mitiría definitivamente producir señales adrsticas óptimas,
aumentando el repertodo de sonidos producibles y haciéndolos más efica-
158 Principios de Filosofía del Lenguaje
c10n entre ellos y Washoe. Los resultados muestran que unos signos son
más fáciles de adquirir que otros, y que unos chimpancés tienen más habi
lidad o capacidad para adquirir signos que ot.ros. La comparación con
Washoe prueba que el caso de ésta no es en modo alguno excepcional.
Otro experimento semejance es el iniciado por los propios Gaxdner en
1972 ( «Si gnos tempranos de lenguaje en el niño y en el chimpancé», 1975).
La principal novedad es que los chimpancés sometidos a experimentación
(dos 1 según el informe que acabo de citar) eran recién nacidos, y estuvieron
sometidos al experimento desde el comienzo de sus vidas. Los ayudantes
del experimento eran, por su parte, o sordomudos o hijos de sordomudos,
y por ello mucho más expertos y Huidos en el uso del lenguaje de signos.
El informe relata que los simios comenzaron a usar signos cuando conta
ban w1os tres meses, y a los seis meses usaban ya unos quince signos. Para
estimar la diferencia con Washoe, piénsese que ésta, a los seis meses, sólo
utilizaba dos signos. La diferencia, claro está, no se debe a diferencias de
capacidad en los nuevos sujetos del experimento, sino al mayor dominio del
lenguaje manual que tienen los experimentadores y a la más temprana edad
en que iniciaron el experimento los chimpancés.
A resultados aún más espectaculares parece haber llegado el chimpancé,
también hembra, Sarah, sometido a experimentación por Prernack a partir
de 1966 (sobre este caso hay varfos informes y un voluminoso libro; en
castellano, «Algunas características generales de un método para enseñar
el lenguaje a organismos que normalmente no lo adquieren»; el libro, de
Premack, es lntelligence in Ape and Man). El lenguaje enseñado a Sarah
diEere notablemente del utilizado en los experimentos que hemos comen
tado . En este caso se trataba de piezas de plástico, de diferentes tamaños,
colores y formas, y con el reverso de metal, lo que permitía ad11erirlas a
una pizarra magnética. Los signos formaban secuencias que se representa
ban verticalmente sobre la pizarra; la tazón de esta escritura vertical, según
Premack, es que, desde un principio, el simio pareció preferirla. Propia
mente, pues, puede decirse que Sarah aprendió a leer y escribir. Cada pieza
de plástico representaba una palabra, y hacia 1972 Sarah utilizaba ciento
treinta piezas, con un índice de aciertos entre el 75 y el 80 por 100
(Premack; <�Teaching Language to An Ape>>, p. 92). Lo más llamt1tivo es
el amplio alcance semántico de algunas de estas pjczas. Por lo pronto habfa
dos que oficiaban como nombres propios para designar, respectivamente,
a Sarah y a la experimentadora. Otros símbolos representaban las habi
tuales clases de objetos:. plátano, cubo, plato ) manzana ... ; algunos verbos
c:omo dar, coger, colocar; propiedades como rojo y amarillo, grande y pe
q11eiio1 redondo y cuadrado; y términos cuantificadores corno todos. ningu
no, uno y varios. Había, además, piezas que reptesentaban relaciones corno
igual a y distinto de; había Lm sí.mbolo para la afumacíón, otro para la
negación y otro para la interrogación, así corno otra pieza representando
la relación condicional si ... entonces. Y más interesante aún: para cada uno
de 1os pares de propiedades mencionados existía una pieza que significaba
la correspondiente propiedad de segundo orden: ser-el-color-de, ser-el-tama·
164 Principios de Filosofía del Lenguaje
Brown (loe. cit.), Sarah no parecía interesarse por las piezas de plástico
salvo bajo estimulaciones previas del experimentador, y no demostró capa
cidad apreciable de iniciar la comunicación. Esto podrfa ser debido a fas
condiciones del experimento, que, a diferencia del realizado con Washoe,
tal vez no atendió al desarrollo de la iniciativa del chimpancé, pero no
deja de ser llamativo, y en este punto Sarah está, desde luego, muy por
debajo de Washoe. El índice de aciertos de aquéila 1 por otra parte y como
ya se mencionó antes, aunque tan aleo que llegó al 80 por 100 de los
casos, no alcanza aún al ideal 100 por 100. Aquí puede uno extrañarse,
por cierto, como hace Brown (loe. cit., p. 44), por el hecho de que el
índice de aciertos no varíe de acuerdo con la complejidad de las estructuras
y de los símbolos usados, de manera que Sarah acertaba lo mismo cual
quiera que fuera la aparente dificultad del caso propuesto. Brown sugiere,
a causa de ello, que los éxitos de aquélla acaso no obedezcan á una autén
tica comprensión semiósica de la función de las piezas de plástico tanto
como a su habilidad pata desarrollar un cierto comportamiento operante
en respuesta a ciertos estímulos que no se agotarían en las preguntas del
experiment4dor sino que incluirían también determinadas características
del entorno experimental. Es decir, que podría ser un caso semejante al
de los pichones que fueron entrenados para hacer algo parecido al juego
de ping-pong, aunque naturalmente no puede decirse que propiamente ,es
tuvieran jugando.
En última instancia, parece que fo que se ha ganado en cuanto a com
plejidad de las estructuras o a dificultad semántica de algunos de los símbo
los empleados, se h a perdido en cuanto a la riqueza y autonomía de las
formas de comportamiento adquiridas. En mi opinión, el balance final es
más favorable a Washoe que a Sarah. Y ello por estas razones. El compor
tam1ento de la primera era más activo y daba la clara impresión de estar
más libre de las condiciones experimentales inmediatas. De otra parte, su
lenguaje, aunque sintáctica y semánticamente era más senciJJo, era má� hu
mano, y' se utilizaba en más directa vinculación con las situaciones normales
de su vida cotidiana (una vida que, en algún grado, constituía un reflejo
de la vjda humana). No hace falta añadír que Premack tiene una opinión
considerablemente más alta de las capacidades de su chimpancé, y que
algún autor, como Sampson, piensa incluso que los resultados del expe
rimento de Sarah constituyen un contraejemplo para las afirmaciones de
Chomsky reproducidas al comiehzo de esta sección (Sampson, The Form of
Language, p. 126). La justificación para los juicios de Premack y Sampson
me parece pot demás obscura.
Muy diferente es el experimento desarrollado posteriormente con otro
chimpancé hembra, Lana, y sobre eJ gue han informado Rumbaugh, Gill
y von Glasersfeld ( «La lectura y el completado de oraciones realizados por
un chimpancé», 1973). Aquí la comunicación del chimpancé se realizaba
con una máquina, un ordenador de particulares características. Formaban
parte de él consolas provistas de teclas de palabras, así corno un dispositivo
para suministrar las recompensas (comida, bebidas, juguetes, etc.). Una de
166 Principios de Filosofía del L.enguaíe
lecturas .,,�:.'"'::."
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Vados de los temas tratados en este capítulo han sido cliscu tidos con <}:�.