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Ed. Epasa, España, 2009.
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Pico della Mirandola, Oratio de hominis dignitate. Fol.131r, págs.. 4 y 5 de la edición de August Buck, Felix
Meiner Verlag, Hamburgo, 1990.
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Prólogo, pág. 11.
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The origins of species by means of Natural Selection.
La teoría de la selección natural y la biología evolutiva muestran cómo el
código genético ha ido modificándose a lo largo de la historia a fin de adaptar a un
organismo determinado a su medio ambiente. Mosterín señala que no hay
intencionalidad o decreto divino en la selección natural, merced de lo cual se
presentan en la naturaleza lo que él denomina “chapuzas de la evolución de los
mamíferos”5 como la peligrosa conjunción del tracto digestivo con los canales de
respiración en el ser humano. Humildemente el autor afirma que “La selección
natural selecciona lo menos malo de entre lo que hay” 6 y si bien nunca podrá
predecir el curso de la evolución, es una postura afable a las leyes de la física que
no cae en la superstición y el animismo.
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Pág. 37.
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Pág 36.
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Pág. 40.
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Pág 42.
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Un ser vivo, a juicio de Mosterín, engloba los siguientes aspectos:
desequilibrio termodinámico (consumimos y gastamos energías), metabolismo,
reproducción y evolución por selección natural. Es fundamental para la
reproducción de un ser vivo un sistema de almacenamiento y transmisión de la
información genética, los seres vivos de la tierra poseen para estos efectos el
DNA, código genético de cuatro letras que mediante una arqueología del genoma
humano podría remitirnos hasta el último ancestro en común de todos los seres
vivos de la tierra. El ser humano en específico es un ser vivo multicelular que
posee un gran número de células eucariotas (poseen núcleo), surgidas hace
aproximadamente 2.000 millones de años, así también se reproduce sexualmente
lo que asegura la creación y preservación de variedad genética, que se traduce en
diversidad.
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El autor utiliza esta expresión para referirse al hombre en sentido genérico.
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Al final del 4° el autor regala este párrafo para la posteridad: “Todos los
animales navegamos por el espacio en la nave Tierra, compañeros todos de viaje,
de fatigas y emociones, linaje bendecido y abrumado por nuestra capacidad
compartida de sentir, gozar y sufrir. No hay otros compañeros. No hay otros seres
a los que mirar a los ojos. No hay otros ojos. En cualquier caso, la animalidad
constituye el estrato central de nuestra naturaleza. La asunción serena y sin
complejos de nuestra propia animalidad es la primera condición de una
autoconciencia esclarecida de lo que somos”.15
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desarrollarse hasta convertirse en el instrumento de precisión que hoy en día
poseemos17.
El género Homo, -clasificado por von Linné incluye a los sapiens (humanes)
y sylvestris (orangutanes). No está muy claro el motivo por el cual se separaron
estas dos especies pero en 2004 Hansell Stedman plantea que una mutación en el
gen de la miosina MYH16 habría dado paso al human. Este gen es el responsable
del desarrollo muscular de la mandíbula que en los seres humanos es más bien
precario, permitiendo un mayor desarrollo de la masa encefálica. Esta mutación
habría tenido lugar hace 2,4 millones de años.
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A este respecto el autor destaca la obra de José Gaos: “Dos exclusivas del hombre: la mano y el tiempo”.
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Luego en 2005 se da a conocer la del chimpancé que coincide en un 98% con la del humano.
podremos leer el libro entero de nuestra naturaleza. Tardaremos varias
generaciones en entenderlo.”20
Quizás la facultad más insigne del ser humano sea el lenguaje22. No hay duda
que en el reino animal ha existido desde hace larga data la comunicación, sea
está genética o bien a través de sonidos y señas. Dice Mosterín: “La parte más
original de nuestra capacidad comunicativa, la que caracteriza al lenguaje en
sentido estricto, es la sintaxis recursiva, que permite combinar las palabras en
frases y oraciones, que a su vez se combinan gramaticalmente con otras frases y
oraciones previamente formadas para crear una infinidad potencial de oraciones
distintas”.23 Se ha enseñado a distintos primates como chimpancés y orangutanes
códigos de signos que han sido adecuadamente asimilados por estos, sin
embargo ninguno de ellos evidencia algún atisbo de uso o comprensión de la
sintaxis del lenguaje humano.
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Merced del sueño, estados de coma, borracheras, etc.
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Aristóteles lo manifiesta de manera explícita en La Política 1253ª, citado por Mosterín en la pág. 213.
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la capacidad lingüística hasta ahora descubierto y la primera diferencia genética
con aspecto funcional que se conoce (aunque la diferencia entre el FOXP2 del
humán difiera en solo 2 aminoácidos con respecto a los demás primates y tres del
ratón).
La cultura es captada por “aprendizaje social”, “vicario” como diría Vigotsky, entre
individuos de una misma especie que en cuanto tal poseen ciertas necesidades
que les son comunes. La transmisión de la cultura en sociedad se realiza a través
de actos miméticos, comunicativos o pedagógicos; animales que utilizan
herramientas (chimpancés, nutrias, etc.) se valen de este modelo para instruir a
las nuevas generaciones.
El autor hace una distinción muy interesante entre rasgos culturales ponderables
e imponderables: los primeros son instrumentos para realizar una función
adecuadamente definida, por tanto es posible determinar objetivamente lo bien o
mal que cumplen tal propósito. Los segundos reflejan las convenciones sociales
del grupo o los gustos de un individuo determinado, por lo que no hay forma de
compararlos unos con otros de un modo objetivo.
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aceptan ciertas prácticas médicas como operaciones o vacunas pero que se
cierran a los beneficios de una natalidad programada.
Con respecto al aborto, el autor destaca el rol que tiene el azar en la formación
del embrión y expresa que “El aborto, como el divorcio o los bomberos, se inventó
para cuando las cosas fallan”25. Según él, un embrión no es un hombre, como una
larva no es una mariposa y una bellota no es un roble. Por tanto al aborto no sería
un crimen sino una decisión que la madre debe tomar según su arbitrio y una
práctica que debe ser defendida por todo aquel que esté a favor de la libertad.
Más adelante introduce la discusión que han tenido Sloterdijk y Habermas sobre
la eutanasia. Sloterdijk en su conferencia Regeln für der Menschenpark se
muestra a favor de la eugenesia totalitaria dándole incluso un carácter imperativo.
Habermas reaccionó de inmediato con Die Zunkunft der menschlichen Natur
aduciendo que estas prácticas son contrarias a la dignidad humana y que atentan
contra la libertad en cuanto “la falta de disponibilidad del propio inicio” nos hace
morales, responsables e iguales. Mosterín se queja de actitud timorata de
Habermas reconociendo que la buena intención de los padres daría lugar a una
práctica responsable de la eugenesia liberal.
Nuestro autor señala que la muerte de un animal tiene lugar cuando su corazón y
pulmones dejan de funcionar, con el tiempo larvas y bacterias se alojan en el
cadáver reciclándolo, devolviéndoselo a la biosfera sustrato permanente de la
vida; todo ello producto de la finitud y temporalidad propios de los seres vivos.
Respecto al hombre el autor realiza una importantísima acotación: “Una persona
es un ser humano en el pleno uso de sus facultades mentales o corticales, tales
como la conciencia, la memoria, el lenguaje, el pensamiento, la toma de
decisiones y los sentimientos conscientes. Los embriones los fetos y los bebés no
son todavía personas. Tampoco lo son los humanos con una disminución mental
severa, los pacientes de la enfermedad de Alzheimer en estado avanzado, y los
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moribundos que sobreviven en hospitales (a veces, incluso años) en estado
vegetativo persistente o en coma, conectados a máquinas que suplen sus
funciones vitales. La vida personal es más corta que la vida organísmica, y la
muerte personal ocurre muchas veces antes que la muerte biológica”27.
Quisiera cerrar esta síntesis con la siguiente cuña del autor que caracteriza
adecuadamente su cosmovisión: “La vida es un estado excepcional de
desequilibrio termodinámico, de separación de la corriente principal de la realidad.
La muerte es la vuelta al equilibrio, a la normalidad. La individualidad del ser vivo
se construye sobre el desequilibrio con el entorno, es difícil de mantener,
improbable y frágil. La muerte es el colapso de la individualidad, el retorno a la
unidad, al equilibrio, al origen, al estado de indistinción previo a la existencia. Los
seres vivos somos espuma efímera y olas fugaces del profundo océano de la
realidad.”29
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