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Transformación social y crisis de la política Juan Carlos Portantiero

Desde el momento en que un periodista nacionalista los bautizó así, los años que nacen
con elderrocamiento de Yrigoyen, han quedado fijados en la política argentina, como la
década infame.Pero el epíteto limita, con el juicio moral descalificante, la posibilidad de
analizar racionalmente unode los momentos más complejos de la historia nacional. La
Argentina moderna nace en la crisis del30. En esos años se definen las características
fundamentales del crecimiento industrial, seestructuran los mecanismos para la
intervención del estado sobre el mercado, creceimpetuosamente la clase obrera
industrial
.
La opción elegida en la Argentina no difiere demasiado de la adoptada por otros países
de parecidonivel de desarrollo, en los que se lanzará un proceso de modernización que
los economistas hanconsagrado como de “industrialización sustitutiva de las
importaciones”.La particularidad del caso argentino consiste en que esos cambios
se realizaron bajo la dirección dela misma élite que ha conducido la integración del país
al modo de crecimiento del capitalismomundial característico de la etapa
anterior.Hacendados poderosos, viejos caudillejos urbanos o rurales, abogados,
profesores de la universidadanterior a la Reforma, representantes de compañías
extranjeras, venales competentes de una judicatura descaradamente clasista y de un
parlamento cada vez menos representativo, constituiránlos cuadros de una clase
política decadente, incapaz de asumir la novedad de las tareas que lasituación
planteaba. Contribuir al derrocamiento de Yrigoyen y su “chusma” radical había sido
tareasimple; reconstruir el capitalismo en un momento de crisis mundial desbordaba a
esa caducaaristocracia criolla.En la mañana del cuatro de junio de 1943 la convención
del Partido demócrata nacional debía iniciarlas sesiones en las que sería proclamada la
fórmula presidencial integrada por Robustiano PatrónCostas (conservador salteño) y
Manuel de Iriondo (“antipersonalista” santafesino); en medio deldescrédito general
nadie dudaba que ambos prohombres del régimen ocuparían a partir de 1944
lasprimeras magistraturas de la república: el “fraude patriótico” garantizaba los
resultados.Pero la convención no pudo reunirse jamás: a la misma hora de
su convocatoria las tropasmarchaban desde Campo de Mayo a la Casa Rosada. Un
heterogéneo golpe militar acababa deestallar y de él habría de surgir, tras zigzagueos,
idas y vueltas, una nueva edad en la historiaargentina que sepultará a personajes
valetudinarios como Patrón Costas y como Iriondo perotambién a las estructuras sobre
las que se sostenían.La crisis que precipitó el golpe militar de 1943 se dio en el interior
de un sistema político incapaz degobernar – salvo a través de de la violencia y de la
corrupción – a una sociedad que se estabatransformando.Entre 1862 y 1930 la
burguesía argentina había intentado la aventura exitosa de fundar en eldesierto un
estado liberal, fuero 62 años de estabilidad institucional en los que la Argentina
logrócolocarse entre los diez primeros países del mundo. En 1916 el conservadorismo,
que con RoqueSáenz Peña había consumado una experiencia transformista de
ampliación del liberalismooligárquico, pierde la presidencia y se inicia el ciclo radical que
abrirá la participación en el sistemapolítico, pero que agotará sus metas en esa
redistribución, sin preparar al país para el inevitable finde una era cuyo anuncio para el
capitalismo mundial había sido la primera guerra.El ingreso de Argentina a la crisis
mundial concluirá esa fase de la historia. La caída de Yrigoyenhabría de marcar el
comienzo del fin del estado liberal. Desde el 6 de septiembre reaparecerántodos los
fantasmas de un tiempo que se creyó muerto en 1916; el viejo conservadurismo
intentarála reconstrucción de la República oligárquica, después de frustrados devaneos
corporativistas deUriburu. En ese proyecto, el general Justo tratará de ocupar el lugar
fundador que había tenido Rocay, repitiendo el ciclo hasta el detalle, Ortiz buscará ser
el Sáenz Peña. Todo esto en un lapso muchomás breve: en 1945, un segundo
gran movimiento popular, pero cuya base ya no sería la libreta deenrolamiento sino el
carnet sindical, cerraría este intento de restauración.Pero esta última palabra no define
bien lo que pasó en la década ¿La década del treinta puede sercalificada meramente
como una restauración? En rigor y bajo control de los conservadores, laArgentina
burguesa se reorganizará para adecuarse a las nuevas condiciones que generaba la
grandepresión. En muchos de sus rasgos la Argentina contemporánea se debate entre
los restos de lastransformaciones puestas en marcha en esos años.Estas serán
particularmente claras en el nivel de relaciones entre estado y mercado, esto es, en
laforma de gobierno político de de la economía. Con el ascenso de Justo a la presidencia,
en 1932, lafracción mas poderosa de a burguesía agraria tomará las riendas del estado.
En mayo de 1933 elImperio Británico y la Argentina suscribirán el pacto Roca-Runciman,
que aseguraba a esa fracción –los ganaderos “invernadores”- la cuota de exportación de
carnes al mercado inglés en los nivelesanteriores al estallido de la crisis, mientras
desamparaba al resto de los productores agrarios,

consolidando así una nueva división profunda en el sector rural que estará en el núcleo
de lascontradicciones políticas de la década. Ni la actitud en el Senado de Lisandro de
la Torre, ni buenaparte de la oposición mantenida por el radicalismo durante el período,
podrían ser explicadas sinrecurrir a esa base material de fragmentación objetiva de
intereses en el frente agrario.A partir de esa consolidación de sus metas económicas, la
fracción de os hacendados “invernadores”será capaz de conducir un proceso de
reconversión del que surgirá la expansión de un sectorindustrial moderno y de un nuevo
proletariado.El instrumento para obtener esa transformación será el estado, que desde
1933 –momento deinstalación de Federico Pinedo en el ministerio de Hacienda.
Comienza a intervenir sobre el mercadoabandonado a la ortodoxia liberal clásica. El
equipo tecnocrático que rodea a Pinedo –señaladamenteel joven Raúl Prebisch, cuyas
huellas están en todas las iniciativas y en la literatura oficial con queson explicadas-
comenzará a aplicar un keynesianismo avant la lettre, tratando de ajustar losproyectos
locales de crecimiento a la opción de proteccionista con que los países
imperialistasacomodaban su salida de la gran crisis.En 1940 –otra vez ministro- Pinedo
resumía así el sentido de esa política: “No creemos que seaposible ni conveniente
cambiar las bases económicas del país (…). No pensamos llegar a unaindustrialización
total, masiva del país [ ] La vida económica del país gira alrededor de una granrueda
maestra que es el comercio exportador. Nosotros no estamos en condiciones
de reemplazaresa rueda maestra, pero estamos en condiciones de crear, al lado de ese
mecanismo, algunasruedas menores que permitan cierta circulación de la riqueza, cierta
actividad económica, la sumade la cuela mantenga el nivel del pueblo a la altura”.Carlos
Díaz Alejandro en sus Ensayos sobre la historia económica argentina consigna algunos
datosque ilustran acerca de esa transformación: el valor agregado por la manufactura
argentina seexpandió un 62% entre 1932 y 1939 y el PBI en esa última fecha estaba casi
un 15% por encima de1929 y un 33% más alto que el de 1932.Pero esta reorganización
del capitalismo, expresada por una política económica que por primera vezcolocaba a la
industria como un elemento dinámico del sistema, superando el dilema
entreproteccionismo y librecambio que había dividido antes de la crisis a agrarios e
industriales, y querecomponían el cuadro de las alianzas de clase al marginar a un sector
rural mientras favorecía laemergencia de una coalición entre grades industriales,
compañías financieras y hacendadospoderosos, se sostenían políticamente sobre un
endeble esquema de violencia y corrupción.Entre 1932 y 1938 Justo cree que el pacto
entre conservadores y radicales antipersonalistas (con lapresencia subordinada de
sindicalistas y demócratas progresistas que aprovechan la abstenciónelectoral del
radicalismo) alcanza para dar barniz parlamentario a un sistema político que vive
enrealidad del sostén que le dan las Fuerzas Armadas y los grandes grupos organizados
del podereconómico. Pero ese modelo era insanablemente frágil porque no
podía sostenerse sino sobre labase de fraude electoral y la represión de toda
manifestación de protesta social.Cuando a partir de 1935 el sistema productivo se
recupera de la crisis y los datos sociales, políticos yculturales de la Argentina comienzan
a mostrar la magnitud de los cambios con respecto a la décadaanterior, la ilegitimidad
de ese poder conservador montado sobre la corrupción política comienza adesnudarse.
El proceso será rápido: la decadencia de la élite política mostrará el rostro de
suirracionalidad estamental frente a la racionalidad de clase de quienes gobernaban la
economía. Peroesta contradicción era inevitable, aunque algunos azares habrán de
precipitarla. Hacia el final de ladécada el sistema busca generar un nuevo Sáenz Pela que
lo saque de marasmo crítico incapaz dearticular un modelo de desarrollo económico con
un modelo de hegemonía. Ese será el momento –fugaz – de la operación transformista
que intenta llevar a cabo Ortiz, el sucesor de tambiénfraudulento de Justo. Hace poco
un libro de Félix Luna (Ortiz, reportaje a la Argentina opulenta) vinoa rescatar el enorme
interés histórico del breve paso – poco mas de dos años – de Ortiz por lapresidencia.A
partir de 1935 varios elementos de la realidad política tenderán a modificar el cuadro
de situación.Por un lado el radicalismo irá abandonando su posición abstencionista; por
el otro, el movimientoobrero y dentro de él el Partido comunista comenzarán un
proceso de ascenso sostenido de susluchas tras la recuperación posterior de la crisis. Es
el momento, además en que poderosos factorescomenzarán a operar: ideológicamente,
primero a raíz de la guerra civil española y luego por laexpansión nazi en Europa el
tema de la democracia y el fascismo comenzará a distinguir a lasfuerzas políticas pero
sobre todo desde 1940, también al ejército hasta entonces baluarteinconmovible de la
voluntad de Justo.De este panorama, mucho mas complejo aún (al que debe sumarse la
intensificación de lasfricciones inter imperialistas en relación con la Argentina) tratará
de hacerse cargo Ortiz, quienadvierte que si el funcionamiento del sistema político no
cambia, si no se amplía la base del pactoestatal, la situación se tornará ingobernable a
corto plazo.Su proyecto no es de ningún momo democrático, postula una
transformación desde arriba que,como en 1912, sea capaz de hacer mas fluida
la relación entre estado y sociedad, dotando al

primero de una mayor capacidad de absorción con respecto a las fuerzas excluidas en
el acuerdopolítico del que el propio Ortiz había surgido.Es sabido que una clase social
sostiene su dominación sobre la pura violencia cuando “satura” suposibilidad de
incorporar fuerzas nuevas y pierde capacidad expansiva; la resultante de esasituación
es un semi-estado que no alcanza para consolidar una dirección estable sobre la
sociedad.Este agotamiento del impulso estatal de una clase tiene siempre como
motivación inmediata acausas políticas y no metafísicamente económicas sea el
crecimiento de la movilización autónomade las clases subalternas, sea la imposibilidad
de una élite para construir un modelo de hegemoníaque implique el sacrificio
de intereses estamentales.El diagnóstico que hace Ortiz es el segundo: la
“Concordancia”, el pacto político entre conservadoresy radicales “antipersonalistas”, no
alcanza ya para contener la necesidad de representación de lasfuerzas sociales
emergentes: es insanablemente ilegítimo y proyecta su ilegitimidad sobre elconjunto
del estado. La receta, es a partir de ahí, clara: la “vieja política” deberá replegarse,
dada suincapacidad para deshacerse de intereses corporativos que ponen en cuestión
la expansividad delsistema y tienden a disgregarlo.Su proyecto – que comienza a
implementar mediante la anulación de dos elecciones fraudulentas enSan Juan y
Catamarca y que culminará con el envío de la intervención federal, por la misma
razones,a la provincia de Buenos Aires, el principal de los feudos conservadores- busca,
en primer término,desmantelar los núcleos fundamentales de la corrupción sostenidos
sobre el “fraude patriótico”. Ensegundo lugar, se lanza a una intensa política de
capacitación de los radicales –sus excorreligionarios- liderados por Alvear, de quien
había sido ministro, para tratar de fundar un pactoestatal sobre nuevas bases. El éxito
parece acompañarlo y no solo en su acercamiento con losradicales sino también con los
socialistas (proyecta ofrecerles una cartera en su gabinete) y aun conel movimiento
obrero que se recuperaba después de 1935, con el que empieza a tener, a través
deemisarios, algunas conversaciones, y con el partido comunista, también en pleno
crecimiento de susfuerzas que considera públicamente a Ortiz como una garantía para
la normalización constitucional.Las repercusiones locales del enfrentamiento
internacional entre el Eje y lo Aliados favorecen estaoperación transformista. El general
Justo – que en el mejor estilo roquista le había transferido elgobierno a Ortiz en
el sobreentendido que éste le devolviera el cetro en 1944- se ha convertido envocero
de la causa antinazi y eso de algún modo lima sus diferencias con Alvear que en
elradicalismo ha tomado activamente la misma posición. Justo, como reconocido líder
del ejército;Alvear como principal figura de la oposición y Ortiz con el poder que le
otorgaba el control delgobierno, tendrían que ser los puntales de ese proyecto de
reorganización política que se proponíaarticular, al modelo de desarrollo formulado por
Pinedo y su incipiente tecnocracia representada porPresbich un modelo de
hegemonía.Pero Ortiz deberá, a mediados de 1940, por razones de enfermedad delegar
el mando en suvicepresidente el conservador Castillo. El camino comienza a ser
desandado a partir de una revisiónpuntual de todos los pasos emprendidos, que tiene a
recomponer los mecanismos – empezando porel fraude que es otra vez escandaloso en
dos elecciones provinciales que se realizan bajo Castillo –que caracterizaban al
momento que Ortiz quería superar: la “vieja política” no entregaba fácilmenteel
terreno. Todavía en 1940 con Ortiz ya alejado del gobierno, Pinedo, otra vez ministro de
Hacienda, intentavolver al cuadro de alianzas proyectado por aquél al negociar con los
radicales –personalmente conAlvear- su Plan de reactivación de la economía, al plan
político de Ortiz. El plan que se planteaba elestimulo de las actividades industriales
mediante una política de créditos y protección frente a lacompetencia extranjera, al
tiempo que promovía la compra de por el estado de los excedentesagrícolas y la
formulación de un programa de viviendas, era ambiguo; simultáneamente expresabalas
bases de acuerdo probable entre los grupos económicos dominantes durante la década
yprefiguraba la posibilidad de nuevas alianzas. Mientras tranquilizaba a la élite de
hacendados ligadaa Inglaterra, abría las puertas para negociaciones con los Estados
Unidos, deseadas por la granburguesía industrial y financiera y por el sector de
propietarios rurales vinculados con el radicalismo.Su remate debía ser un reforzamiento
del intervencionismo estatal y su supuesto político el granacuerdo planeado por Ortiz.
Pero el Plan Pinedo cayó en el vacío: en la Argentina de Castillo elcompromiso político
que debía sustentarlo no podía ya reconstruirse.Ortiz finalmente muere en julio
de 1942. En marzo de ese año había muerto Alvear; en enero de1943, Justo. Cuatro años
antes se había suicidados Lisandro de la Torre. Toda posible reforma delsistema desde
adentro se había quedado sin líderes. Durante el proceso en que trata de recomponerla
dirección puramente conservadora del gobierno, Castillo para enfrentar al poder militar
de Justo,había alentado al sector neutralista del ejército que mezclaba anhelos
proindustriales y nacionalistasde las Fuerzas Armadas con una visión notoria de la
política teñida en lo internacional por fuertessimpatías hacía los alemanes. Serán esos
militares montados sobre el descreimiento ciudadano anteun sistema político hipócrita
y corrupto quienes devorarán a Castillo y con él a toda una década.Sobre el fracaso del
transformismo y los escombros de la política la Argentina comenzará un nuevo

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