Professional Documents
Culture Documents
METODOLOGÍA (RESUMIDO)
Por otro lado Ricardo (1993, 53) plantea que “la tierra no es el único agente de la
naturaleza que tiene aptitudes productivas pero es el único o casi el único en el que un
conjunto de hombres puede apropiarse para ellos, excluyendo a los demás, apropiándose,
por tanto, los beneficios”. De esta afirmación puede inferirse, en primer lugar, que los
agentes de la naturaleza (sus componentes) poseen las características de los bienes
públicos puros.
Sin embargo, para Ricardo (1993, 56) con el progreso de la sociedad y, por tanto, con el
crecimiento de la población, se empiezan a utilizar tierras de menor fertilidad a las
inicialmente colonizadas y cultivadas, con lo cual aparece la renta en las primeras tierras.
La magnitud de esta renta dependerá de la diferencia en las calidades o fuerzas
productivas entre estos dos tipos de tierras. Este proceso se repetirá en la medida que siga
aumentado la población, es decir, cada vez se utilizará tierra menos fértil con mayor
utilización de trabajo. Según Costanza et al. (1999, 30), esto se traduce en la agricultura
moderna en mayor utilización de fertilizantes y plaguicidas en tierras cultivadas de buenas
calidades. Sin embargo, un vínculo más estrecho entre la teoría de Ricardo y la ciencia
económica contemporánea se encuentra en la economía de los recursos naturales no
renovables.
Desde esta área de la economía se plantea que la renta de los recursos es el total de la
renta diferencial y la renta de escasez o costo de usuario). La renta diferencial es la
asociada al grado de productividad de la tierra, denominada renta ricardiana.
Hoy el concepto de renta de Ricardo sigue siendo el más utilizado. No obstante, debe
resaltarse que otros autores han adicionado conceptos relevantes a esta definición. En
particular, Hotelling (1931, 142) indica que el agotamiento de los recursos naturales
genera una renta que se manifiesta en el tiempo. Esta renta vinculada con el agotamiento
es la que se conoce como renta de escasez o renta de Hotelling (Mendoza, 2011, 17). Esta
renta de escasez se origina en el hecho de que la decisión de extracción debe considerar,
además de sus costos de producción, los costos de oportunidad. Estos últimos se
relacionan con la decisión intertemporal de extraer el recurso versus la alternativa de no
extraerlo y por ello obtener una renta debido a que el recurso se hace escaso en el tiempo.
Se plantea que los economistas posteriores han interpretado el criterio de Ricardo acerca
de “las fuerzas indestructibles de la tierra” con más rigor del que tuvo Ricardo (Gray,
1914). Pero después de pasar por un proceso de refinamiento gradual a lo largo del
tiempo, la definición de renta de Ricardo (1993) se ha reducido a su forma más extrema.
Al respecto, siguiendo a Gray (1914, 467), se resalta un interrogante ¿Por qué la renta
debe ser un pago por una propiedad original e indestructible para ser renta?. La razón será
entonces evidente para una reconsideración de la teoría de la renta bajo el supuesto de
agotabilidad, característica central de muchos de los recursos naturales no renovables, y
aún de algunos renovables.
En un sentido, no existe una base o fuente de la renta que sea no perecedera, ya que no
hay una fuente concebible que no pierda utilidad con su uso y, por tanto, no pierda su
capacidad para producir una renta. Un cambio en la demanda de la sociedad puede causar
incluso que la propiedad de extensión pierda la capacidad de generar una renta (Gray,
1914, 467).
Sin embargo, puede discutirse, “con justicia” según Gray (1914, 467), que la palabra
indestructible ha sido empleada por Ricardo y sus seguidores en todo otro sentido: en el
sentido que el uso por el cual la renta es pagada no causa el deterioro de la fuente de renta.
Bajo este entorno la fuente de la renta puede ser indestructible.
Siguiendo a Huerta (2001, 75), se puede afirmar que la explicación de Ricardo (1993, 70)
al fenómeno de los rendimientos decrecientes es una explicación a un problema creciente
en su época: el acelerado crecimiento de la población y la posibilidad de no llegar a
proveer la producción adecuada de alimentos, a partir de una cantidad fija de tierra, que
respondiera a una demanda de bienes cada vez mayor, y a un precio que ya no generara
renta a los propietarios de las tierras. Este problema se vinculaba pues con rendimientos
decrecientes en el mediano y largo plazo a causa de unas cantidades fijas de tierra y, por
tanto, terminaba por impactar a los ingresos de los terratenientes (Huerta, 2001, 75).