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Abogado, con estudios de Maestría en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la
Universidad Nacional de Piura, Especialista Judicial de la Corte Superior de Justicia de Piura.
Colaborador de Artículos Jurídicos de la Revista Gaceta Jurídica S.A.
2
Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el expediente número 728-2008-PHC/TC –
caso: Giuliana Llamoja.
derecho que lo sustente, y la invocación de las citas legales
correspondientes” 3.
1.- INTRODUCCIÓN
Las medidas de coerción procesal y, sobre todo, la referida a la prisión preventiva ocupa un lugar
especial en la mesa de discusiones del Derecho Procesal Penal. Tan es así que el magistrado
del Tribunal Supremo español ANDRÉS IBÁÑEZ ha calificado a la prisión preventiva como el
verdadero “problema” por antonomasia del proceso penal 5 .
El artículo 268 del Código Procesal Penal (D. Leg. 957, modificado por la Ley 30076), aplicable
al caso penal de autos, establece que para el dictado de la medida cautelar de la prisión
preventiva es necesaria la concurrencia de tres presupuestos: a) que existan fundados y
graves elementos de convicción para estimar razonablemente la comisión de un delito
que vincule al imputado como autor o partícipe de este; b) que la sanción a imponer sea
superior a cuatro años de pena privativa de libertad; y c) que los antecedentes del
imputado, y otras circunstancias del caso particular, permitan colegir razonablemente que
tratará de eludir la acción de la justicia (peligro de fuga) u obstaculizar la averiguación de
la verdad (peligro de obstaculización). Al respecto, el Tribunal Constitucional ha señalado,
en la sentencia recaída en el Expediente 1091-2002-HC/TC, que la judicatura constitucional no
es competente para determinar la configuración de cada presupuesto legal que legitima la
adopción de la detención judicial preventiva, lo cual es tarea que le concierne a la judicatura
penal ordinaria. Sin embargo, sí es su atribución verificar si estos presupuestos concurren de
manera simultánea y que su imposición sea acorde a los fines y el carácter subsidiario y
proporcional de dicha institución, lo que debe estar motivado la resolución judicial que la decreta.
No hay que olvidar, pues, que, por un lado, los efectos de su impo sición son semejantes a los
efectos propios de la pena, ya que produce una innegable afectación del derecho a la libertad del
3
Gálvez Villegas, Tomás. “Medidas de coerción personales y reales en el proceso penal”, p. 42.
4
Casación 70-2010, Lambayeque – Sala Penal Permanente, 26 de abril del 2011.
5
ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto, “Presunción de inocencia y prisión sin condena”, Cuadernos de
Derecho Judicial: Detención y prisión provisional, 1996/XVIII, p. 17
justiciable que deviene justamente en irreparable a diferencia de lo que sucede con la
imposición de medidas de coerción procesal de carácter real–; mientras que, por el otro, la
prisión preventiva constituye una medida necesaria para garantizar la consecución de los fines
del proceso 6 . A razón de esto último, PASTOR considera a la prisión preventiva como una
“amarga necesidad”7 .
Esta breve descripción no hace otra cosa que evidenciar la situación de diálogo tensional entre la
prisión preventiva y la presunción de inocencia como regla de tratamiento que asiste al imputado.
Desde hace mucho se escucha la denuncia del uso inadecuado y antojadizo de la prisión
preventiva, que a todas luces supone la negación al sentido garantista y constitucional que debe
existir dentro de una sociedad. Es por ello que la regulación legal de la prisión preventiva no
puede ser vista como una cuestión ideológica o políticamente indiferente o neutral. De hecho,
garantizar la coexistencia de ambas figuras exige, desde el ámbito legislativo, someter la
aplicación de la medida cautelar a una serie de límites infranqueables que, de ser correctamente
aplicados en la práctica, la imposición de la medida presumirá de cobijo bajo el manto
constitucional.
Así, un nuevo problema aparece: si bien, por un lado, en el marco de un Estado Constitucional
de Derecho, se exige que la prisión preventiva asuma una regulación legal inspirada en el
principio de la presunción de inocencia que determina su aplicación de manera residual y
excepcional -como expresión clara de los principios constitucionales y de los diversos tratados
internacionales; por el otro, se ha observado, en la práctica, y pese a estos estándares mínimos
basados en la excepcionalidad de la prisión preventiva, el uso generalizado, sistemático y
muchas veces escasamente motivada de esta figura en diversos países de Latinoamérica; en
donde el Perú no es la excepción.
Esta tensa problemática ha sido recogida y debatida por la Corte Suprema, y ha conllevado a la
emisión de la Casación Nº 626-2013, Moquegua, en la que, como intento de remediar el uso
desmesurado de la prisión preventiva, se ha establecido doctrina jurisprudencial sobre los
6
ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal Penal. Las medidas de coerción en el
proceso penal. Tomo II. Editorial Reforma, Lima, 2014, p. 121.
7
PASTOR, Daniel, “La prisión preventiva. Problemas actuales y soluciones”, en AA.VV., La
prueba, reforma del proceso penal y derechos fundamentales, Lima, Jurista, 2007, p. 166.
8
BINDER, Alberto, ¿Qué significa implementar un nuevo sistema de justicia penal?,
http://inecip.org/documentos/ alberto-binder-que-significa-implementar-un-nuevo-sistema-
de-justicia-penal/ (última visita, 05 de junio de 2017).
elementos sustanciales a tener en cuenta para la legítima imposición de la mencionada medida
cautelar.
Nuestra norma adjetiva del 2004 acierta al destacar la relevancia constitucional que esta garantía
mantiene en nuestro ordenamiento jurídico, más aún si lo hace en su Título Preliminar, por
cuanto como bien refiere el artículo X de dicho Título, las normas contenidas en la sección
referida prevalecen sobre cualquier otra disposición de dicho código; en ese sentido, si cualquier
norma procesal resulta deslegitimada en relación a esta garantía, deberá entonces prevalecer lo
establecido en el artículo II9 del Título Preliminar, y para el caso concreto estimo que el inciso “b”
del artículo 268º del CPP2004, tergiversa la función cautelar de la prisión preventiva,
convirtiéndola en un anticipo de pena, ante lo cual la presunción de inocencia debería
prevalecer.
Se trata entonces, del reconocimiento de un estatus que se materializa desde que la persona es
imputada de un delito y que por supuesto se mantiene hasta la declaración, en una sentencia
firme, de su grado de culpabilidad. Sobre la inocencia no hay prueba alguna que realizar, por ello
el reconocimiento legal que el legislador hace sobre la misma es indiscutiblemente aceptada; de
ahí que con acierto exprese Odone SANGUINÉ que “(…) la falta de prueba de culpa equivale a
la prueba legal de la inocencia mientras que no se produzca prueba en contrario ”10; por
supuesto, esto no implica que no se adopten medidas de naturaleza cautelar dentro del
9
Art. II.- Presunción de Inocencia.
1. “Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada inocente, y
debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre lo contrario y se haya declarado su
responsabilidad mediante sentencia firme debidamente motivada. Para estos efectos, se
requiere de una suficiente actividad probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas
garantías procesales. En caso de duda sobre la responsabilidad debe resolverse a favor del
imputado.
10
SANGUINÉ, Odone. “Prisión Provisional y Derechos Fundamentales”. Valencia: Tirant Lo
Blanch, 2003. Pág.431.
proceso, puesto que ello implicaría, como precisa el referido autor “imaginar un proceso
penal desarmado, inoperante y estéril para alcanzar sus fines primordiales” 11.
Así entonces, en materia de adopción de medidas cautelares existirá una estrecha vinculación
con el contenido de la presunción de inocencia, que a decir de Mercedes FERNÁNDEZ LÓP EZ,
se traduce en las siguientes exigencias: “En primer lugar, la presunción de inocencia actúa
como criterio o principio informador del proceso penal de corte liberal; en segundo lugar,
determina el tratamiento que debe recibir el imputado durante el procedimiento; en tercer
lugar, la presunción de inocencia constituye una importante regla con efectos en el
ámbito de la prueba (…)”12. De todos estos postulados, me interesa destacar aquel que
determina el tratamiento que debe recibir el imputado durante el procedimiento, por cuanto bajo
esta expresión “la presunción de inocencia comporta la prohibición que las medidas cautelares, y
en especial, la prisión preventiva, sean utilizadas como castigos”13.
Para estos efectos será necesario que esta “confrontación” existente entre ambas instituciones
(prisión preventiva y presunción de inocencia) se vea clarificada con el establecimiento de
presupuestos materiales tendientes a mirar a la prisión preventiva como una verdadera medida
cautelar y no como un anticipo de pena. Por suerte nuestra norma procesal si ha sido clara
dentro de los preceptos generales que rigen a las medidas cautelares adoptad as en el
CPP200414, dado que textualmente precisa que la restricción de un derecho fundamental sólo
tendrá lugar para prevenir: los riesgos de fuga, de ocultamiento de bienes o de insolvencia
sobrevenida, así como para impedir la obstaculización de la averiguación de la verdad y evitar el
peligro de reiteración delictiva; claro está, dependiendo del tipo de medida que se adopte de
todas las que se recogen en nuestra norma procesal.
Entonces, la idea es que tales presupuestos por nada deben encerrar un significado de
prevención de comisión de delitos, de amenaza de pena u otros, puesto que ello no puede
fundamentar una medida cautelar tendiente a asegurar el normal desarrollo del proceso; por el
contrario, éstos deben evidenciar que están referidos a riesgos concretos, esto es, referidos a
situaciones que a través de tal o cual conducta implique una obstaculización en dicho desarrollo.
Por ello, los riesgos de fuga y obstaculización si pueden fundamentar una medida cautelar, y no
resultan distantes de mantener intacta la presunción de inocencia, pese a que el imputado sea
sometido a una prisión preventiva.
11
SANGUINÉ, Odone. Ob. Cit. Pág. 433.
12
FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mercedes. “Prueba y Presunción de Inocencia”. Madrid: Iustel, 2005.
Pág. 118.
13
SANGUINÉ ODONE. Ob. Cit. Pág. 433.
14
Artículo 253.- Principios y finalidad.
(…)
3. “La restricción de un derecho fundamental sólo tendrá lugar cuando fuese
indispensable, en la medida y por el tiempo estrictamente necesario, para prevenir, según los
casos, los riesgos de fuga, de ocultamiento de bienes o de insolvencia sobrevenida, así como
para impedir la obstaculización de la averiguación de la verdad y evitar el peligro de reiteración
delictiva”.
En conclusión, la prevalencia de la presunción de inocencia y la necesidad de que el proceso
penal se desarrolle sin mayores contratiempos que no sean los que surgen del propio proceso,
no nos permite optar por recurrir a medidas cautelares cuya estructura no se haya edificado
sobre la base de riesgos concretos, particularmente de aquellos que impliquen la fuga del
imputado y su alta incidencia para impedir la actuación de fuentes de prueba. Insistimos en que
tales criterios limitadores no se alejan de lo que el proceso pretende, ni mucho menos buscan
asegurar una represión adelantada para minimizar cualquier impacto surgido por el delito
cometido; de ahí que Javier SÁNCHEZ VERA GÓMEZ TRELLES, precise con acierto que “sólo
desde una presunción de inocencia protectora del proceso, en el sentido visto, se justifica la
prisión preventiva”15.
Si la idea básica destacada es precisamente que la prisión preventiva no debe entenderse como
un anticipo de pena ni mucho menos que ésta se encuentra estructurada en base a criterios de
carácter punitivo, entonces su finalidad debe ser consecuente con tal acepción. Ya hemos
destacado en líneas precedentes que nuestra norma procesal vigente recurre a criterios
cautelares y punitivos cuando se trata de restringir derechos fundamentales, siendo el caso que
la diferencia estriba en el tipo de medida que se pretenda imponer, y ello se desprende no sólo
por la gama de medidas acogidas en dicha norma adjetiva, sino también porque el propio artículo
253º utiliza la expresión discriminativa “según el caso” precisamente para justificar la imposición
de tal o cual medida, dependiendo, claro está, de lo que se pretenda prevenir.
En relación a este punto, el Tribunal Constitucional ha sido claro en establecer, como lo viene
haciendo desde la sentencia del Caso Silva Checa (Exp. Nº 1091-2002-HC) y reiterando su
posición en la declaratoria de inconstitucionalidad del artículo único de la Ley Nº 28568
que modificó el artículo 47º del Código Penal (Exp. Nº 0019-2005-PI/TC), que “la detención
preventiva es una medida cautelar limitativa del derecho fundamental a la libertad
personal, válida en la medida que se encuentre en riesgo el éxito del proceso penal, sea
porque existe certeza o presunción fundada y razonable de que se pretende obstruir la
actividad probatoria, sea porque se tienen los mismos elementos para temer la evasión en
la aplicación de una eventual sentencia condenatoria; y siempre que su dictado resulte
compatible con los principios de subsidiariedad, razonabilidad y proporcionalidad”
(resaltado nuestro).
15
SÁNCHEZ VERA GÓMEZ TRELLES, Javier. “Variaciones sobre la Presunción de Inocencia” –
Análisis Funcional desde el Derecho Penal. Madrid: Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales
S.A, 2012. Pág. 46.
El Informe sobre el Uso de la Prisión Preventiva en las Américas del 30 de Diciembre de 2013,
emitido por la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), detalla que uno de los
estándares contenidos en el Art. 7.5 de la Convención Americana de Derechos Humanos, está
referido a la finalidad legítima de la prisión preventiva; y en ese sentido, se precisa en el numeral
21 de dicho Informe que “(…) los fines legítimos y permisibles de la detención preventiva
deben tener carácter procesal, tales como evitar el peligro de fuga o la obstaculización del
proceso” 16.
Pese a que en algunas legislaciones comparadas todavía se mantienen causales que definen a
la prisión preventiva bajo criterios de pronóstico de pena, protección a los intereses de la
sociedad, reiterancia delictiva, entre otros, la tendencia doctrinaria actual converge en establecer
que ésta sólo será válida y por ende legítima, únicamente cuando dicha medida cautelar no se
vincule a fines que persigue el uso de la fuerza pública en el derecho material 17. Así entonces,
para Jorge A. MIRANDA y Miguel LEDESMA “el derecho constitucional a permanecer en
libertad durante la sustanciación del proceso penal, sólo puede ceder en situaciones
excepcionales, en orden a que el imputado intentará eludir la acción de la justicia, estas
causales habilitantes del periculum in mora (peligro en la demora), único presupuesto
limitante de la medida cautelar, por esto es necesario contar con pruebas, una
interpretación restrictiva, la subsidiaria de la medida y el favor libertatis, con fundamento
en la previsión constitucional antes precitada” 18.
Más contundentes aún resultan siendo las afirmaciones de Odone SANGUINE, para quien desde
el punto de vista de la presunción de inocencia, los dos únicos fines cautelares
constitucionalmente legítimos que puede cumplir la prisión provisional consisten: “a) en asegurar
la presencia física del inculpado en el proceso, a lo largo de todas las actuaciones y
especialmente en el juicio oral, con la finalidad de garantizar el éxito de la instrucción y
evitar que el imputado pueda obstaculizar la investigación del delito, ocultando o
destruyendo elementos probatorios; b) y, en su caso, impedir la fuga del imputado,
permitiendo así la ejecución de una pena que eventualmente llegará a imponerse al
acusado” 19. Aunque desde una óptica más crítica20, Javier SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES
es enfático en señalar que el único fin que puede perseguir lícitamente la prisión es el desarrollo
normal del proceso y el aseguramiento del fallo”21.
16
Estos fundamentos se repiten en los numerales 143 y 144 de dicho Informe.
17
MIRANDA, Jorge A./LEDESMA, Miguel. “La Prisión Preventiva como Anticipo de Condena”.
En: DA ROCHA, Javier P./DE LUCA, Javier A. “La Prisión Preventiva como Anticipo de Pena en
América Latina”. Buenos Aires: Ad Hoc, 2011, Pág. 60
18
MIRANDA, Jorge A./LEDESMA, Miguel: Ob. Cit. Pág. 58.
19
SANGUINE, Odone: Ob. Cit. Pág. 452.
20
Este autor ha llegado a proponer incluso la exclusión del requisito riesgo de obstrucción, por
cuanto desde el plano de la garantía a la no autoincriminación se forma una barrera en la que
el juzgador no puede presumir ni mucho menos aducir que se pone en peligro el desarrollo
normal del proceso.
21
SÁNCHEZ VERA GÓMEZ TRELLES, Javier: Ob. Cit. Pág. 48.
hincapié en la opinión precisada por Víctor BURGOS MARIÑOS, quien al efectuar una diferencia
entre los fines del proceso y los fines de la prisión preventiva, refie re textualmente que
“efectivamente, en la doctrina es unánime la posición de que la prisión preventiva no tiene por
finalidad garantizar la ejecución de la futura condena”22. Yo estimo que esta posición es errada,
porque, además de que dicho autor no precisa la fuente de aquella “doctrina unánime” a la que
hace referencia, deja de lado una de las finalidades del proceso consistente en hacer viable la
aplicación del derecho sustantivo. Si esta es una de las finalidades del proceso, entonces si
resulta legítimo que a través de la prisión preventiva se busque el aseguramiento de dicha
finalidad. No obstante, líneas siguientes el citado autor refiere que esto ha generado, primero,
confusión de los fines de la prisión preventiva, y segundo, que al incorporar como uno de sus
requisitos sustanciales, que la pena probable sea superior a 4 años de pena, se otorga
abiertamente la finalidad de aseguramiento de la pena a la prisión preventiva23.
Por ello, mi posición, conforme lo analizaré más adelante, es que este criterio (prognosis de
pena) forme parte de una gama de criterios formales, no materiales, de la prisión preventiva.
Pero, volviendo al tema que nos ocupa en este apartado, no existe duda alguna de que la
finalidad de la prisión preventiva está en función a evitar inconvenientes en el desarrollo
normal del proceso, siempre y cuando se presenten situaciones de riesgo de fuga o de
obstaculización en la actuación de la prueba, pero también siempre que su petición e
imposición resulte proporcional. Por eso, me parece acertado tomar como conclusión
para este apartado la opinión conjunta que expresan Valeria A. LANCMAN, Lorena LÓPEZ
y Sebastián ZANAZZI, en el sentido que “resulta ilegítimo detener preventivamente a una
persona con fines retributivos o preventivos (especiales o generales) propios de la pena,
o considerando criterios tales como la peligrosidad del imputado, la repercusión social
del hecho o la necesidad de impedir que el imputado cometa nuevos delitos. Tales
criterios no se encuentran dirigidos a realizar la finalidad procesal del encarcelamiento
preventivo y, por ello, su consideración resulta ilegítima para decidir acerca de la
necesidad de la prisión preventiva” 24.
22
BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La Prisión Preventiva en el Nuevo Código Procesal Peruano”. En:
BURGOS. “Estudios sobre la Prisión Preventiva Perú y América Latina”. Trujillo: Ediciones BLG,
2010, Pág. 20.
23
BURGOS MARIÑOS, Víctor. Ob. Cit. Pág. 21.
24
LANCMAN, Valeria/ LÓPEZ, Lorena/ ZANAZZI, Sebastián. “La Prisión Preventiva en la ciudad
autónoma de Buenos Aires”. En: DA ROCHA, Joaquín P. – DE LUCA, Javier A. Ob. Cit. Pág. 90.
4.- SOBRE LOS PRESUPUESTOS MATERIALES DE LA PRISIÓN PREVENTIVA
El Código Procesal Penal prescribe que, para que el juez, previo requerimiento del Ministerio
Público, pueda dictar mandato de prisión preventiva, tiene que verificar la concurrencia de los
presupuestos establecidos en el art. 268 del mencionado cuerpo normativo 25 . No solo se debe
observar los tres presupuestos materiales al momento de requerir –por el fiscal– e imponer –por
el juez la medida cautelar estudiada; también resulta de significativa importancia que se
observen los principios que guían la imposición de esta medida.
25
Debe destacarse que, acorde a lo establecido en la Ley Nº 30076, esta disposición normativa
se encuentra vigente en todo el territorio nacional.
necesario, para prevenir, según los casos, los riesgos de fuga, de ocultamiento de bienes o de
insolvencia sobrevenida, así como para impedir la obstaculización de la averiguación de la
verdad y evitar el peligro de reiteración delictiva”.
Ambas exigencias no constituyen otra cosa que criterios de valoración que deberán observarse
luego de valorar los tres presupuestos clásicos de la prisión preventiva y que, como ya se ha
indicado, no harían otra cosa que frenar aquella practica tendenciosa a promover el uso
generalizado, sistemático y, muchas veces, escasamente motivada de la prisión preventiva.
Como se puede observar, dado que los principios de proporcionalidad y plazo razonable se
encuentran recogidos en el mismo texto procesal penal, lo único que hace la Sala
Permanente de la Corte Suprema es recordar que estas dos exigencias deben
fundamentarse de manera exhaustiva por el representante del Ministerio Público al
momento de presentar su requerimiento de prisión preventiva. No olvidemos tampoco que
lo que se pone en juego con este requerimiento fiscal es la grave afectación de un
derecho fundamental de singular valía en el desarrollo de la persona, como es la libertad
ambulatoria, por lo que ambas exigencias son, a todas luces, coherentes e insostenible de
ser sometidas a discusión.
Lo dicho se corresponde, además, con el art. 203, inc. 2 del CPP de 2004 que establece lo
siguiente: “Los requerimientos del Ministerio Público serán motivados y debidamente
sustentados”. En consecuencia, por criterio de especialidad, el requerimiento del
Ministerio Público sobre la imposición de una medida de prisión preventiva también debe
encontrarse “debidamente” motivada y sustentada.
26
Sobre el particular, Barona Vilar sostiene que para la imposición de este tipo de medidas
cautelares debe respetarse el principio de proporcionalidad, entendida ésta como la
adecuación de la prisión provisional a los fines constitucionalmente legítimos (asegu rar el
normal desarrollo del proceso y la ejecución del fallo, así como evitar el riesgo de reiteración
delictiva), y el sacrificio que a la libertad de la persona se impone sea razonable en
comparación con la importancia del fin de la medida. Vid.: BARONA VILAR, Silvia. “Medidas
cautelares específicas”. En: MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan, BARONA VILAR,
Silvia, ESPARZA LEIBAR, Iñaki y ETXEBERRÍA GURIDI, José. Derecho Jurisdiccional III. Proceso
Penal. 24º edición. Valencia (Tirant lo Blanch), 2016, p. 293.
Al respecto, el Tribunal Constitucional ha manifestado que “(…) es posible afirmar que el
grado de discrecionalidad atribuido al fiscal para que realice la investigación sobre la
base de la cual determinará si existen elementos suficientes que justifiquen su denuncia
ante el juez penal, se encuentra sometida a principios constitucionales que proscriben: a)
actividades caprichosas, vagas e infundadas desde una perspectiva jurídica; b)
decisiones despóticas, tiránicas y carentes de toda fuente de legitimidad; y c) lo que es
contrario a los principios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica”, entendemos que
dicho razonamiento también es extrapolable al acto del Ministerio Público de realizar el
requerimiento de prisión preventiva, pues este no puede ser realizado de manera
caprichosa, por ello debe de realizarse una adecuada fundamentación del mismo 27.
Los jueces de investigación preparatoria deben pronunciarse sobre todos los presupuestos
materiales de la prisión preventiva que fueron objeto de debate por las partes en la audiencia. Si
consideran que no concurre el primer presupuesto de suficiencia probatoria del delito,
corresponderá igualmente pronunciarse sobre los demás presupuestos materiales (con especial
énfasis en el principio de proporcionalidad), para determinar si corresponde imponer una medida
de comparecencia simple o con restricciones, lo cual además permitirá la revisión integral de la
decisión judicial por la Sala Penal Superior en caso sea apelada.
27
Exp. Nº 616-2005-PHC/TC (FJ. 30).
delictivo y vulneración del imputado”. Esto supone que, para la imposición de la prisión
preventiva, debemos tener en consideración lo siguiente: a) alto grado de probabilidad de
la comisión de los hechos, b) análisis de suficiencia similar al que se hace en la etapa
intermedia y c) sustentación clara de los aspectos fácticos y su acreditación que
fundamentan el requerimiento fiscal de prisión preventiva.
Por otro lado, en cuanto a la afirmación de que el alto grado de probabilidad de ocurrencia de l os
hechos para la imposición de esta medida cautelar tiene que ser mayor al que se emplea para la
formalización de la investigación preparatoria, también ya había tenido acogida en la doctrina,
fundamentalmente, porque se entiende que solo con una constatación de un grado superior de
probabilidad que el empleado para la formalización de la investigación preparatoria se permitiría
satisfacer el requerimiento legal de razonabilidad de la prisión preventiva 29. Dicho de otro
modo, si se exigiera el mismo grado de probabilidad que el de la formalización, ya con la
mera formalización momento a partir del cual se puede requerir la prisión preventiva se
habría cumplido automáticamente con el primer presupuesto que exige esta medida.
28
En similares términos, Vid.: SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Lecciones.
Lima (INPECCP/ CENALES), 2015, pp. 457-458; y CÁCERES JULCA, Roberto. Las medidas de
coerción procesal. Sus exigencias constitucionales, procesales y su aplicación jurisprudencial.
Lima (Idemsa), 2008, p. 199.
29
CÁCERES JULCA, Roberto. Op. cit., p. 199.
valorar la concurrencia de los criterios contenidos en la ejecutoria vinculante recaída en el R.N.
Nº 1912-2009 Piura.
Ahora bien, consideramos que la refutación que pueda realizar la defensa del imputado podría tal
vez no centrarse en discutir el aspecto fáctico y la acreditación presentada por el fiscal, sino más
bien en discutir la existencia de causas de justificación, inculpabilidad, atipicidad, etc., que
30
BARONA VILAR, Silvia. Op. cit., p. 293.
conllevarían a que se completase de alguna forma el aspecto fáctico presentado por el fiscal
respecto del caso en concreto que, valorándose en su conjunto, podrían conseguir que el grado
de probabilidad de ocurrencia de los hechos disminuyese y, como consecuencia de ello,
decayese también dicho presupuesto.
Cabe indicar que lo señalado hasta aquí podría devenir en un contradicción con lo fijado en el
décimo octavo considerando –que por cierto no constituye doctrina jurisprudencial– de la
sentencia casatoria, ya que se establece que una de las funciones del órgano jurisdiccional en la
audiencia de prisión preventiva es evitar los desvíos en la discusión de derechos que no
corresponden a la naturaleza de la audiencia, como por ejemplo, que se discuta la “atipicidad o
causa de justificación, garantizados por las excepciones de improcedencia de acción”.
Particularmente, de una lectura conjunta y coherente de los argumentos expuestos por esta
sentencia, entendemos que en la práctica sí sería posible la discusión de aspectos como la
atipicidad de la conducta, por los siguientes fundamentos: a) porque si tal como se pretende,
se debe realizar un análisis de suficiencia similar al que se hace en la etapa intermedia del
nuevo proceso penal, cabría la posibilidad de que la defensa discutiese aspectos
vinculados a la atipicidad, irresponsabilidad, etc., factores que se evalúan también al
momento de determinar si procede o no la emisión de un auto de sobreseimiento; y, b)
porque si mediante la realización de determinados actos de investigación pudiese
determinarse la posibilidad de existencia de algunas de esas circunstancias, debería de
tenerse en cuenta, pues no debería pretenderse restringir derechos fundamentales sin
que, según los actos de investigación llevados a cabo hasta el momento, no haya podido
descartarse la concurrencia de dichas circunstancias, que de mantenerse y no
desvirtuarse, conllevaría a que se emitiese un auto de sobreseimiento o en su defecto,
que diesen lugar a una sentencia absolutoria.
Por ejemplo, tener en cuenta factores como la posible responsabilidad penal restringida del
sujeto imputado, permitiría determinar si se le podría imponer una pena inferior al mínimo legal,
que podría ser de cuatro años. Así pues, en dichos casos, la prognosis de pena concreta podría
diferir de la establecida en el mínimo legal (que por ejemplo, podría ser de cuatro años) y, por
tanto, aun cuando el mínimo legal estableciese que la pena a imponer se ría superior a cuatro
años, en el caso en concreto la expectativa de sanción penal a imponer podría ser menor a ésta
y en consecuencia, no se cumpliría con la concurrencia de este presupuesto y, por tanto, no
podría dar lugar a la imposición de una medida de prisión preventiva.
En el mismo sentido, examinar factores como la reincidencia permitirían que la imposición de
una pena pueda darse hasta en una mitad por encima del máximo legal fijado para el tipo penal.
Así pues, por ejemplo, si el máximo legal fijado para el tipo penal imputado fuese de tres años,
pero se tratase de una persona reincidente, la prognosis de la pena concreta a imponer podría
superar los cuatro años y, por tanto, cumplir con la concurrencia de este presupuesto y de
verificarse la de los demás, podría dar lugar a la imposición de una medida cautelar de prisión
preventiva.
La configuración del peligro procesal, no implica que, de manera simultánea, tengan que
concurrir los supuestos del peligro de fuga y de la obstaculización del proceso por parte del
inculpado, o que, respecto del peligro de fuga, tengan que, conjuntamente, concurrir la carencia
del arraigo domiciliario, familiar y laboral. Y es que resulta suficiente que se manifieste alguno de
los aludidos supuestos, concurrente con los presupuestos procesales de la pena probable y de
los elementos probatorios que vinculan al procesado, para que el juzgador determine el peligro
de la sujeción del inculpado al proceso penal y pueda decretar la medida de detención
provisional a través de una resolución motivada.
33
Cabe señalar que el inciso 5 del artículo 269 del CPP ha sido adicionado de conformidad con
el artículo 3 de la Ley Nº 30076, de fecha 19 de agosto de 2013.
cómo se estructura la organización criminal, 2) qué vinculación tiene el procesado con tal
organización, y 3) qué clase de peligro se configura en el caso concreto 34 (f. j. n.° 58).
8.1.- El arraigo
En cuanto al primer criterio (el arraigo), la Corte Suprema ha recogido en sus trigésimo noveno y
cuadragésimo considerandos los criterios que, desde el 13 de setiembre de 2011, por exigencias
de la Resolución Administrativa Nº 325-2011-P-PJ (Circular sobre prisión preventiva) se tienen
en cuenta para la valoración del arraigo. Y es que la mencionada circular, en su sétimo
considerando, ha afirmado que “… no existe ninguna razón jurídica ni legal -la norma no
expresa en ningún caso tal situación- para entender que la presencia del algún tipo de
arraigo descarta, a priori, la utilización de la prisión preventiva. De hecho, el arraigo no es
un concepto o requisito fijo que pueda evaluarse en términos absolutos. Es decir, la
expresión “existencia” o “inexistencia” de arraigo es, en realidad, un enunciado que
requiere de serios controles en el plano lógico y experimental. Toda persona, aún (sic.)
cuando se está frente a un indigente, tiene algún tipo de arraigo. El punto nodal estriba en
establecer cuando el arraigo -medido en términos cualitativos- descarta la aplicación de la
prisión preventiva.
Esto es algo muy distinto a sostener que la presencia de cualquier tipo de arraigo descarta la
prisión preventiva”. Si bien es cierto que se debe hacer una evaluación conjunta del arraigo, a fin
de determinar si es de tal “calidad” como para evitar la imposición de la prisión preventiva, lo
cierto es que, a nuestro juicio, debe quedar claro que si la fiscalía –quien ostenta la carga de la
prueba– no acredita la ausencia de arraigo –sea laboral o familiar– o, lo que es lo mismo, el
imputado acredita fehacientemente –pese a no tener la carga probatoria– que cuenta tanto con
arraigo laboral como familiar, no cabe la posibilidad de imponer prisión preventiva bajo el
argumento de que hay peligro de fuga. Si se entendiera que el arraigo familiar y laboral son
insuficientes para disipar el peligro de fuga, entonces la pregunta sería, ¿cómo podría acreditar
el imputado que dicho peligro no se presenta?
Ello es acertado, pues aun cuando la prognosis de pena sea superior a los cuatro años, no
implicará per se que el sujeto imputado se sustraiga del proceso, ya que aquél puede tener un
34
Al respecto, véase: Chinchay Castillo, Alcides, “Requerimiento y audiencia de prisión
preventiva de la mano de la Casación 626-2013-Moquegua-SPP, del 30.JUN.15”, en Escuela de
Ministerio Público, Lima.
arraigo sustancial en términos cualitativos, que podría desvirtuar la posibilidad de peligro de fuga
de aquél.
Mediante el artículo 3 de la Ley Nº 30076 se modificó la redacción del inciso 3 del artículo 269
del CPP, se pasó de establecer como criterio a tener en cuenta a “la importancia del daño
resarcible y la actitud que el imputado adopta, voluntariamente, frente a él” por “la magnitud del
daño causado y la ausencia de una actitud voluntaria del imputado para repararlo”.
En primer lugar hemos de señalar que consideramos que la nueva redacción del inciso
mencionado no ha sido del todo satisfactoria, pues como ya ha apuntado la Sala Suprema en el
cuadragésimo sexto considerando de la casación comentada “[e]l contenido de la primera
parte de este criterio sigue siendo confuso, pues se podría entender como una referencia
a la forma de realización del ilícito penal, a la especial violencia o gravedad con que se ha
cometido, lo que directamente supondría un criterio que quiere evitar el riesgo de una
posible reiteración delictiva, lo que es inaceptable en una medida cautelar, que no se
orienta en fines preventivos propios de la pena, sino en el peligro procesal”.
A fin de subsanar la vaguedad del supuesto normativo mencionado, la Sala Penal Permanente
ha propuesto, en los considerandos cuadragésimo octavo al quincuagésimo, que la magnitud del
daño causado debe interpretarse como una referencia a la gravedad del delito, vinculada a las
circunstancias que agravarían la pena a imponer, y que la ausencia de una actitud voluntaria del
imputado para repararlo al daño, si bien hace referencia a un criterio de reparación civil
inaceptable, que teniendo en cuenta la naturaleza de esta medida poco tiene que ver con el
peligro procesal, debe interpretarse en el sentido de evaluar la actitud del imputado luego de
cometido el delito, para ayudar a acreditar su buena conducta en el proceso penal.
Así, consideramos que, si bien las interpretaciones propue stas por la Sala Penal Permanente
permiten en parte sobrellevar la mala redacción de la disposición normativa mencionada, es
necesario que se evalúe realizar una modificación de la misma a fin de cumplir con el principio
fundamental de la redacción de las normas jurídicas, el de claridad normativa, que
manifiestamente se ha vulnerado en la redacción de la disposición mencionada.
Así, si el imputado en virtud del derecho a la no autoincriminación opta por guardar silencio, no
debería en principio valorarse esta actitud como una que pudiese lindar con un peligro procesal
de fuga o con un mal comportamiento procesal. Por otro lado, en cuanto al análisis del
comportamiento en otro procedimiento anterior, la Sala Penal Permanente ha advertido que
dicho criterio debe analizarse con mayor rigurosidad, pues se hace la prognosis sobre un
comportamiento anterior y lejano.
Asimismo, se ha sostenido que el hecho que en un anterior proceso se haya impuesto una
medida de prisión preventiva (o mandato de detención), no autoriza al juez a imponer, por su
solo mérito, una en el actual proceso. De ello podemos desprender que en dicha sentencia
casatoria se resalta el carácter referencial de la conducta procesal del imputado en un
procedimiento anterior, pues este se ha producido en otro contexto y se reconoce implícitamente
que el imputado no necesariamente va a actuar del mismo modo; sin embargo, consideramos
que el comportamiento procesal al que se hace referencia debe ser uno actual, circunstanciado y
relacionado al proceso penal específico que se busca cautelar, pues es necesario que se evite la
realización de razonamientos que por analogía puedan llevar al juzgador a ordenar la prisión
preventiva de un imputado, por el mero hecho de advertir que en otro proceso penal sufrió la
misma medida cautelar.
Por ello, entendemos, que preferentemente se deb e tender a verificar el comportamiento del
imputado en el proceso actual y, en todo caso, solo de manera referencial, analizar el
comportamiento que este tuvo en un proceso anterior.
Mediante el artículo 3 de la Ley Nº 30076 se incorporó la redacción del inciso 5 del artículo 269
del CPP, que establecía como criterio a tener en cuenta a “la pertenencia del imputado a una
organización criminal o su reintegración a las mismas”.
En este sentido, la necesidad de que las resoluciones judiciales sean motivadas es un principio
que informa el ejercicio de la función jurisdiccional y, al mismo tiempo, es un derecho
fundamental de los justiciables. Mediante la debida motivación, por un lado, se garantiza que la
impartición de justicia se lleve a cabo de conformidad con la Constitución y las leyes (artículo 138
de la Constitución) y, por otro, que los justiciables puedan ejercer de manera efectiva su derecho
de defensa.
Esto es así en tanto hay grados de motivación, pues la motivación ausente resulta
inconstitucional; sin embargo, la fundamentación jurídica que presente una suficiente justificación
que sustente lo resuelto no resulta inconstitucional, lo que debe ser apreciado en el caso en
particular (Expediente 02004-2010-PHC/TC, fundamento 5). En la misma línea, este Tribunal
también ha dicho:
El artículo 203 del Código Procesal Penal señala “que las medidas que disponga
la autoridad (…) deben realizarse con arreglo al principio de proporcionalidad, y
en la medida que existan suficientes elementos de convicción. La resolución
que dicte el Juez de Investigación Preparatoria debe ser motivada al igual que
el Requerimiento del Ministerio Público. En el inciso 2) del mismo artículo se
precisa que “los Requerimientos del Ministerio Público serán motivados y
debidamente sustentados”. Este dispositivo legal es concordante con el
artículo 253 del Código Procesal Penal, que dice en su inciso 2) “que la
restricción de un derecho fundamental requiere expresa autorización legal y se
impondrá con respeto del Principio de Proporcionalidad”.
En ese sentido, tenemos que el deber de motivación no solo le corresponde al juez en sus
resoluciones judiciales, sino que también le alcanza al fiscal en sus requerimientos. Y es
en su requerimiento de prisión preventiva donde deberá el fiscal, motivar y fundamentar la
proporcionalidad de la medida, para luego sustentarla en la respectiva audiencia.
Sentencia del Tribunal Constitucional expediente 45-2004-PI/TC – caso Colegio de Abogados del Cono
35
36 Gálvez Villegas, Tomás. “Medidas de Coerción Personales y reales en el proceso penal”, p. 36.
El fiscal tiene la obligación de sustentar por escrito en su requerimiento como oralmente en la
respectiva audiencia, por qué y cómo, no es posible aplicarle al imputado medidas coercitivas
personales distintas a la prisión preventiva.
C.- Proporcionalidad. Aquí se tiene que sopesar entre el derecho que se pretende
restringir, que es la libertad personal, el derecho más importante que tiene una persona
después de la vida y el bien jurídico que se quiere proteger.
La norma no exige al Ministerio Público que requiera el máximo del plazo para c ada caso en
concreto, ni tampoco obliga al juez a imponer el plazo que requiere el Ministerio Público. El juez
puede aplicar un plazo menor al solicitado, pero nunca uno mayor 38. El juez debe analizar y
evaluar si el plazo que se solicita es proporcional y, sobre todo, razonable; observando
básicamente la naturaleza y complejidad de la causa, tomando en consideración factores como
la naturaleza y gravedad del delito, la complejidad de los hechos investigados, los alcances de la
actividad probatoria para el esclarecimiento de los eventos delictivos, la pluralidad de agraviados
o inculpados, o algún otro elemento que permita concluir, con un alto grado de objetividad, que la
dilucidación de una determinada causa resulta particularmente complicada y difícil 39.
Haciendo un análisis global de los presupuestos antes descritos, entendemos que la prisión
preventiva es la excepción y no la regla. Su aplicación como medida coercitiva personal que
busca asegurar la presencia del imputado en la investigación, debe ser la ultima ratio que
puede optar el juez para asegurar el fin objeto de la medida. Lamentablemente, este es un
principio que no se cumple en la mayoría de casos, pues muchos juzgadores confunden
el carácter excepcional de esta medida tan gravosa, invirtiendo la presunción de inocencia
por una presunción de culpabilidad.
37Artículo 272 del Código Procesal Penal: 1) la prisión preventiva no durará más de nueve (9) meses.
Tratándose de procesos complejos, el plazo límite de la prisión preventiva no durará más de dieciocho
(18) meses. Para los procesos de criminalidad organizada, el plazo de prisión preventiva no durará más
de treinta y seis (36) meses.
38
Del Río Labarthe, Gonzalo. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal”, p. 88.
39
Sentencia del Tribunal Constitucional 2915-2004-HC/TC – caso Berrocal Prudencio.
derecho fundamental a la libertad que tales normas restringen, lo cual ha de concluir a la
elección y aplicación, en caso de duda, de la norma menos restrictiva de la libertad 40.
El principio pro libertatis tiene como obligación el respeto a la libertad personal. Dada su
trascendencia jurídica, obliga a buscar medidas que favorezcan a la libertad, y la antepongan
ante cualquier medida coercitiva personal que la vulnere. Asimismo, delimitan la imposición de
una prisión preventiva, al tratarla como una decisión excepcional aplicable solo a casos
extremos.
En ese sentido, y para concluir, el principio pro libertatis o in dubio pro libertate, es un principio
del derecho universal, siendo tutelado por la comunidad internacional, a través de distintos
tratados internacionales con tendencia garantista, promoviendo de esta manera
una justicia penal más humana, más libre.
10.- CONCLUSIONES
- En líneas generales puede observarse que mediante la CAS Nº 626-2013 Moquegua se han
establecido acertadamente importantes criterios interpretativos a tener en cuenta para la
valoración de la concurrencia de los presupuestos para la imposición de la medida cautelar de la
prisión preventiva.
- El peligro procesal al cual se refiere el literal C) del artículo 268 de la norma de la prisión
preventiva, está representado por el peligro de fuga del procesado y el peligro de obstaculización
del proceso por parte del procesado (cfr. artículos. 269 y 270 del Código Procesal Penal).
a. El primer supuesto del peligro procesal (peligro de fuga) está determinado a partir del
análisis de una serie de circunstancias que pueden tener lugar antes o durante el
desarrollo del proceso penal, y que se encuentran relacionadas, entre otras cosas, con el
arraigo domiciliario, familiar y laboral del actor; la gravedad de la pena que se espera
como resultado del procedimiento; el comportamiento del imputado durante el
procedimiento o en otro anterior relacionado con su voluntad de someterse a la
persecución penal; y la pertenencia del imputado a una organización criminal o su
reintegración a esta. Estos aspectos crean juicio de convicción en el juzgador en cuanto
a la sujeción del actor al proceso y a que este no eludirá la acción de la justicia (cfr.
Artículo 269 del Código Procesal Penal).
40
Salah Palacios, Emilio, “El Principio In dubio pro libertatis”.
el imputado actúe o influya en el ocultamiento, destrucción, alteración o falsificación de
los elementos de prueba, así como influya sobre sus coprocesados, las partes o peritos
del caso a fin de un equívoco resultado del proceso penal. Estos aspectos relacionados
con la obstaculización del proceso deben ser apreciados por el juzgador en cada caso
concreto, toda vez que, de determinarse indicios fundados de su concurrencia, a efectos
de la imposición de la medida de la prisión preventiva, será menester una especial
motivación que la justifique.
- En tal sentido, cabe precisar que el tribunal constitucional no determina ni valora los elementos
de convicción que vinculan al procesado con el hecho imputado, o de que configuran el peligro
procesal, sino verifica que su motivación resulte mínimamente suficiente a efectos de validar la
imposición de la medida cautelar de la libertad personal, pues una eventual ausencia de
motivación de alguno de los presupuestos procesales contenidos en el artículo 268 del Código
Procesal Pena, convierte a la prisión preventiva en arbitraria y, por tanto, vulneratoria del
derecho de la motivación de las resoluciones judiciales establecido en el artículo 139, numeral 3,
de la Constitución.
- El problema con la prisión preventiva, sin embargo, no tiene que ver con su regulación, sino
con la interpretación y aplicación de sus normas 41.
- Desde la publicación de esta sentencia se podía haber esperado, como comenta Espinoza
Ramos, “que se atempere la facilidad con que se piden las prisiones preventivas en nuestro
país”42, pero han transcurrido varios meses desde entonces y lo que podemos apreciar es un
rebrote y fortalecimiento del discurso de la seguridad y no impunidad, en desmedro de los
derechos del ciudadano, como la presunción de inocencia y la excepcionalidad de la detención
41
En el mismo sentido Villegas Paiva, Elky, “Los ejes temáticos a ser debatidos en la audiencia
de prisión preventiva. Consideraciones a partir de la Casación N° 626-2013-Moquegua”, en
Gaceta Penal & Procesal Penal, t. 82, Lima: abril del 2016, p. 12.
42
Espinoza Ramos, “La prisión preventiva como ultima ratio y la audiencia para su adopción”,
art. cit., p. 241.
- Lo que esta Casación además pone en evidencia es que seguimos manejando discursos
divergentes sobre la prisión preventiva43 y a excepción de algunos esfuerzos aislados 44 no existe
una política criminal enfocada en buscar medios alternativos a la prisión preventiva, sin
descuidar los fines del proceso. Esta desarticulación se pone en evidencia cuando pese a la
ausencia de elementos objetivos para imponer la medida se recurre a esta para satisfacer
presiones de determinados grupos de poder (presión mediática, presión jerárquica, presión
económica)45. En los hechos la prisión preventiva se impone cada vez más como anticipo de la
pena.
11.- BIBLIOGRAFÍA
- BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La Prisión Preventiva en el Nuevo Código Procesal Peruano”.
En: BURGOS. “Estudios sobre la Prisión Preventiva Perú y América Latina”. Trujillo: Ediciones
BLG, 2010, Pág. 20.
- DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal”, p.
88.
43
Tal como nos lo recuerda la Sala Penal Especial de la Corte Suprema en la Apelación N.° 03-
2015-28, del 21 de marzo del 2016, en el caso seguido contra Ricardo Raúl Castro Belapatiño:
“Es importante agregar que en nuestras facultades de derecho y en diversos e innumerables
certámenes académicos se dicta cátedra acerca de la excepcionalidad de la prisión preventiva;
una realidad judicial y social demuestra que las cárceles están colmadas de procesados y que la
prisión preventiva contrariamente a su naturaleza y fines, es la regla y no la excepción.
Actualmente, no hay proceso penal sin detenido pasa a ser un trámite más e ineludible, del
proceso”, (f. j. n.° 10).
44
Podríamos identificar un esfuerzo de coordinación interinstitucional en el art. 37.1 del D.
Leg. N.° 1328, del 6 de enero del 2017, que “Fortalece el Sistema Penitenciario Nacional y el
INPE”. Esta norma establece lo siguiente: “37.1 El Poder Judicial y el Instituto Nacional
Penitenciario establecen los mecanismos permanentes de coordinación para una adecuada
aplicación de la detención, prisión preventiva y las medidas alternativas a la pena privativa de
libertad, para evitar la sobrepoblación y el hacinamiento en las instalaciones penitenciarias, así
como mecanismos de vigilancia electrónica personal y videoconferencia”.
45
Vásquez Rodríguez, Miguel Ángel, “La toma de posición de la Corte Suprema respecto a la
prisión preventiva a través de la Casación N.° 626-2013-Moquegua”.p.53
- LANCMAN, Valeria/ LÓPEZ, Lorena/ ZANAZZI, Sebastián. “La Prisión Preventiva en la ciudad
autónoma de Buenos Aires”. En: DA ROCHA, Joaquín P. – DE LUCA, Javier A. Ob. Cit. Pág. 90.
- MIRANDA, Jorge A./LEDESMA, Miguel. “La Prisión Preventiva como Anticipo de Condena”.
En: DA ROCHA, Javier P./DE LUCA, Javier A. “La Prisión Preventiva como Anticipo de Pena en
América Latina”. Buenos Aires: Ad Hoc, 2011, Pág. 60
- MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan, BARONA VILAR, Silvia, ESPARZA
LEIBAR, Iñaki y ETXEBERRÍA GURIDI, José. Derecho Jurisdiccional III. Proceso Penal. 24º
edición. Valencia (Tirant lo Blanch), 2016, p. 293.
- ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal Penal. Las medidas de coerción en el
proceso penal. Tomo II. Editorial Reforma, Lima, 2014, p. 121.
- SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Lecciones. Lima (INPECCP/
CENALES), 2015, pp. 457-458; y CÁCERES JULCA, Roberto. Las medidas de coerción
procesal. Sus exigencias constitucionales, procesales y su aplicación jurisp rudencial. Lima
(Idemsa), 2008, p. 199.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Miguel Ángel, “La toma de posición de la Corte Suprema respecto a
la prisión preventiva a través de la Casación N.° 626-2013-Moquegua”.p.53