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Historia misa de dedicación de las iglesias.

A lo largo de la historia, las diferentes manifestaciones religiosas del ser humano han
respondido a su necesidad de trascendencia, de superación de la mismidad y la inmediatez.
Bien dice Friedrich Schleiermacher: «Tomar cada cosa particular como parte del todo, cada
cosa limitada como una representación del Absoluto e Infinito, esto es religión (...) Lo
importante para cada uno es solamente encontrar el punto desde donde puede descubrir su
relación con este Infinito» (Sahagún, pp.84-85). El hombre religioso se pone en camino hacia
la Omnipotencia, la omnicomprensión y el sentido último de las cosas. Todo esto corresponde
a una dimensión existencial, la numinosidad que develan los actos particulares y la
intencionalidad del sujeto que direcciona toda su estructura vital al encuentro con lo sublime.
Esta cohesión del hombre religioso que se transparenta en la interdependencia con la
universalidad se ve explicitada en actos externos de constatación empírica como los ritos y
el aparato cultual, donde se desenvuelve la dimensión íntima (del sujeto con su propia
conciencia espiritual) y la social/comunitaria, pues también tiene lugar una repetición de lo
que se considera sagrado y se arraiga en los valores propios de una cultura. Max Müller
sentencia:
Una disposición espiritual o un don natural que independiente de la razón y de los
sentidos, hace a los hombres capaces de percibir el Infinito. Sin esta percepción de
lo divino no habría religión posible, ni siquiera el menor culto a un ídolo o a un
fetiche. Y, si prestamos atención, podemos percibir en todas las religiones un gemido
del espíritu, una lucha por captar lo inaprehensible, por expresar lo inexpresable, un
ardiente deseo de infinito, un amor a Dios (Sahagún, p.93)
Es pues, que los diversos lugares sagrados no se pueden entender simplemente como sitios
físicos, obras arquitectónicas que solo responden a niveles primarios de estética o utilidad
social (lugar de reuniones), sino que se debe elucidar su papel desde la relación racional y
sentimental del hombre con lo absoluto y lo que lo desborda. El lugar sagrado históricamente
ha cumplido la función de brindar al ser humano de cualquier cultura, la esperanza de poder
comunicarse con las fuerzas que regulan el cosmos y la vida. Asimismo, la localización física
de estos sitios rompe con el esquema del espacio y permite que la experiencia trascendental
ligue a los asistentes al culto en un vínculo intersubjetivo; incluso, también más allá del
mismo tiempo, pues la historia se lee en clave sacra, se vinculan los eventos del pasado en
una constante actualización.
Los pueblos semitas como el hebreo se enraízan en una gran tradición de santuarios y lugares
para celebrar la vida comunitaria y la identidad de pueblo. El pasaje bíblico de Génesis 23,
3-4, que recoge una tradición antigua, utiliza el artefacto narrativo para anudar la idea e lo
que significa constituir identificación social y con la deidad, es una praxis que determina el
ser histórico, social y cosmológico del hombre; una ontología que lo devuelve a la unidad
con su dimensión existencial divina. Un repaso a este fragmento veterotestamentario nos
puede brindar algunas luces sobre el estudio de la religión y los ritos:
3 Después Abraham dejó a su[a] difunta, y habló a los hijos de Het: 4 “Yo soy extranjero y
peregrino entre ustedes; denme en propiedad una sepultura entre ustedes, para que pueda
sepultar a mi difunta y separarla de delante de mí.”
El patriarca no quería dejar a Sara en la tumba de alguien más, quería una propia. Esto no es
simplemente un capricho, ni buscaba resolver únicamente una necesidad inmediata. La
relación que existe acá entre muerte y tierra nos sugiere algo bastante diciente: la experiencia
humana con algo que es insondable para él desde el mero raciocinio o desde su experiencia
empírica, lo obliga a pensar cuál es su relación con algo que es más grande, pero que se
manifiesta en su vida, que, de una u otra forma, parece que interviene. Efectivamente,
ritualizar la muerte, implica racionalizar los lazos con la deidad, incluso de una forma más
compleja a como lo hacía como ser humano trashumante. Después de que el hombre pudo
lograr cierto nivel de abstracción, estuvo en la capacidad de darle sentido y significado a cada
uno de sus actos. La adquisición de la tumba por parte del patriarca ya daba uno visos
primigenios de lo que significaría una estructura cultual más organizada y compleja en el
pueblo de Israel. Celebrar a Yahvé en un ligar sagrado es celebrar la vida misma, la vida
social y material de una colectividad organizada, es celebrar los valores más propios, resarcir
los vínculos más estrechos. Indica Alfredo D. Roitman:
Los templos han cumplido desde siempre un rol central en la vida de los individuos
y de las sociedades, confiriéndole al hombre un «centro» como punto de orientación.
La existencia de los mismos, con todos los rituales que se llevan a cabo en su interior,
garantizan el orden del universo, sirviendo como enclaves cargados de poder para
aventar a los malos espíritus, así como para servir como fuentes inagotables de
fertilidad y fecundidad. (p.26)
De acuerdo con Mircea Eliade, las peregrinaciones y visitas a lugares sagrados pueden
representar una nostalgia por el paraíso perdido. No resulta muy difícil de comprender esta
aseveración, el templo y los diferentes lugares sagrados pretenden emular un orden cósmico
en medio de todo el caos del mundo natural y de los hombres. Los seres humanos de todas
las eras han recurrido a movilizaciones hacia los sitios de veneración en aras de satisfacer las
necesidades psíquicas y materiales que muchas veces les son negadas: la tranquilidad, la
alimentación, incluso, el mismo hospedaje. El antropólogo colige: «entendemos por tal deseo
el de estar siempre y sin esfuerzo en el corazón del mundo, de la realidad y de la sacralidad,
y de superar en sí mismo de una manera natural la condición humana y recobrar la condición
divina...» (Roit, p.26). En diversas culturas, la aserción sobre la divinidad del templo o del
santuario, recae en el hecho de asimilar que estas han sido construidas por los mismos dioses,
por tanto, este representaba el punto de intersección de todos los niveles cósmicos: el cielo,
la tierra y los infiernos; entonces, es un punto de encuentro de todo el orden universal. En los
diversos pasajes bíblicos del Éxodo sobre el tabernáculo se exhibe todo este afán humano por
divinizar su existencia, por ser partícipes de lo más magnánimo y digno:
Y que hagan un santuario para mí, para que yo habite entre ellos. Conforme a todo lo que
te voy a mostrar, {conforme} al diseño del tabernáculo y al diseño de todo su mobiliario, así
{lo} haréis. Ex 25, 8-9
Aquello que es profano, que es artificial, en el sentido aristotélico, pues intenta imitar la
naturaleza, puede recibir el poder de la divinidad, toda su fuerza y su energeia. Otros relatos
del Antiguo Testamento traen a colación esta relación entre lo sagrado y lo profano. En el
sueño de Jacob, por ejemplo, se dice lo siguiente:
Jacob salió de Beršeba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí,
porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar; se la puso por cabezal,
y acostóse en aquel lugar. Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya
cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio
que Yahveh estaba sobre ella, y que le dijo [...] Despertó Jacob de su sueño y dijo: «¡Así
pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!». Y asustado dijo: «¡Qué terrible es este
lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!». Levantándose Jacob
de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela
y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la
ciudad era Luz. Gn 28,10-19
El artefacto narrativo utilizado por el autor sagrado, nos revela que la dimensión espacial de
los santuarios, otrora profanos y, por el toque de Dios, lugares de culto y solemnidad, no es
una cuestión arbitraria, pues depende en gran medida de cómo el ser humano se va
descubriendo a sí mismo como ser espiritual. El patriarca Jacob pudo consolidar su sueño en
la roca, esta fue un alivio para algo apremiante, no era simplemente un animal que
descansaba, un perro o un gato reposando en el ambiente natural, la roca, esto que puede
parecer algo muy inocente, era la materialización de una experiencia sagrada, de un hombre
que no se sentía solo, sino parte de un plan cósmico, de una historia sagrada.
Cuando el pueblo de Israel se encumbró más en la conciencia de una sociedad organizada y
de una colectividad cohesionada, también hizo grandes esfuerzos por formalizar su relación
son lo sagrado y los sitios de culto. Después de que David se hizo con Jerusalén, edificó
diversas construcciones (2 Sam 5, 6-12), a la vez que la instituyó capital del reino por todas
sus bondades geográficas y estratégicas. Ordenó el traslado del Arca de la Alianza, que era
el signo visible de la presencia de Dios dentro de la historia del pueblo (2 Sam 6, 1-23.), y
tomó la decisión de edificar en honor del Señor un templo que le sirviera de morada (Cfr. 2
Sam 7, 1-7. También 1 Cro 22, 1-19; 28, 1-21; y 29, 1-9), la convirtió en el centro religioso
de Israel. Según las fuentes bíblicas, su hijo Salomón empezó las obras del Templo en el
cuarto año de su reinado, y lo consagró en el undécimo (Cfr. 1 Re 6, 37-38.).
El templo representaba el lugar de encuentro con Dios, allí se efectuaban oraciones y
sacrificios. Era el centro de una sociedad compleja que se había explayado en un modo de
producción agrícola y veía en la tierra y sus frutos sinónimo de vida. La particularidad del
Dios de Israel era que este no se encontraba mudo, como las deidades más gnósticas del
mundo persa (zoroastrismo), sino que siempre intervenía en la historia y estaba dispuesto a
la escucha de los hombres. Queda plasmado esto en las palabras que Dios dirigió a Salomón:
He escuchado tu oración y he elegido este lugar como Templo para mis sacrificios (...).
Desde ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la plegaria hecha en este lugar.
Pues ahora he elegido y he santificado este Templo para que permanezca mi nombre en él
eternamente, y mis ojos y mi corazón estarán siempre ahí. Si tú caminas en mi presencia
como caminó tu padre David, cumpliendo todo lo que te he mandado y guardando mis
normas y mis decretos, Yo consolidaré el trono de tu realeza como establecí con tu padre
David: «No te faltará un descendiente como soberano de Israel». Pero si vosotros me
abandonáis y no guardáis mis decretos y mis mandatos como os he propuesto, sino que
seguís y dais culto a otros dioses, y os postráis ante ellos, Yo os arrancaré de la tierra que
os he dado, apartaré de mi vista el Templo que he consagrado a mi nombre y haré de vosotros
motivo de burla y de fábula entre todos los pueblos. Este Templo, que era tan excelso a los
ojos de los que pasaban ante él, se convertirá en ruinas (2 Cro 7, 12-21. Cfr. 1 Re 9, 1-9)
Tras la muerte del rey Salomón hubo una división de Israel entre el reino del norte y el del
sur. Encima de todo esto, pueblos extranjeros como Asirios y Babilonios tuvieron una fuerte
injerencia en la vida del pueblo. Antes de la destrucción del Templo, el Señor mandó a sus
profetas para hacer una dura crítica a esos ritos llenos de parafernalia, y hacían un
llamamiento a un culto que implicase una limpieza interior y un estilo de vida santo. El
templo fue importante en la vida de Jesús, después de que los romanos tomaran esa región
del Medio Oriente, Herodes empezó un proceso de embellecimiento de la ciudad. Santa
María y san José habrían peregrinado a Jerusalén en su niñez, y por tanto ya conocerían el
Templo cuando, cumplidos los días de su purificación, fueron con Jesús para presentarlo al
Señor (Lc 2, 22). El catecismo de la Iglesia Católica dice: «la Presentación de Jesús en el
Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor» (Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 529). La presentación del primer hijo varón ya era una tradición del pueblo; esta
se realizaba para recordar la liberación de Egipto (Ex 13, 1-2); sus padres estaban llamados
a rescatarlo con una cantidad de plata que equivalía al pago de veinte jornales (20 días de
trabajo). María, a su vez, como madre hebrea, debía ir al ritual de purificación en las piscinas
del Templo (Lv 12, 2-8).
No se puede entender la misa de dedicación de las iglesias sin todo este contexto, que es
donde se aunada la historia de este rito, que tiene una riqueza inigualable. “Todos los ritos
de la solemne dedicación de una iglesia tienen por finalidad preparar el altar para disponerlo
a ser ara y mesa del Señor, el lugar donde se celebra la Eucaristía que es el sacramento del
sacrificio de Cristo y el alimento del pueblo de Dios” (página web del Opus Dei, rescatado
el 3 de noviembre de 2018). Todo recinto sagrado católico es más que una simple
construcción arquitectónica, pues el él confluye la reunión de los fieles en vida comunitaria,
dispuestos a los actos de culto y adoración de la Santísima Trinidad. Dios ha dispuesto estos
lugares por morada, no son solo sitios profanos hechos por la mano del hombre, sino, lugares
donde se renueva el sacrificio de Cristo en la Sant Cruz, se hace anamnesis de sus hechos y
palabras y se pone el corazón a disposición para explicitar toda la estructura vivencial
cristiana. La Iglesia ha preparado un acto litúrgico que nos permite celebrar nuestra
peregrinación hacia la Casa del Padre, agradeciendo por estos lugares de reunión y memoria
y consagrándolos. Se sigue la ritualidad ancestral de que las Iglesias están dedicadas a un
santo o a una advocación. Todas estas formas rituales nos recuerdan que somos parte del
Cuerpo místico de Cristo.
La misa de dedicación de una iglesia incluye:
Ritos iniciales . Se hacen en la forma acostumbrada, pero, en lugar del acto penitencial, el
obispo bendice el agua y rocía con ella al pueblo y el nuevo altar.
Liturgia de la palabra . Puede constar de tres lecturas conforme a las rúbricas. Después de
las lecturas, el obispo hace la homilía. Terminada la homilía, se dice el Credo. La oración
universal o de los fieles se omite, ya que en su lugar se cantan las letanías de los santos.
AQUÍ, EN EFECTO, TÚ MISMO TE CONSTRUYES ESTE TEMPLO QUE SOMOS
NOSOTROS Y ASÍ HACES QUE TU IGLESIA, CUERPO DE CRISTO, CREZCA
UNIDA (OFERTORIO).
Colocación de las reliquias de los santos . Con ella se expresa que todos los que han sido
bautizados en la muerte de Cristo, y especialmente los que han derramado su sangre por el
Señor, participan de la pasión de Cristo.
Oración de dedicación y unción del altar . La celebración de la eucaristía es el rito máximo
y el único necesario para dedicar un altar; no obstante, de acuerdo con la común tradición de
la Iglesia se dice también una peculiar oración de dedicación.
Unción, incensación, revestimiento e iluminación . Expresan con signos visibles algo de
aquella acción invisible que Dios realiza por medio de la Iglesia cuando ésta celebra los
sagrados misterios, en especial la eucaristía.
• Unción del altar: En virtud de la unción con el crisma, el altar se convierte en símbolo de
Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el «Ungido», puesto que el Padre lo ungió con el
Espíritu Santo y lo constituyó sumo Sacerdote para que, en el altar de su cuerpo, ofreciera el
sacrificio de su vida por la salvación de todos.
• Se quema incienso sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa
allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar que las
oraciones de los fieles llegan agradables y propiciatorias hasta el trono de Dios.
• El revestimiento del altar indica que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al
mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una
misma acción pero con funciones diversas, celebran el memorial de la muerte y resurrección
de Cristo y comen la Cena del Señor. Por eso el altar, como mesa del banquete sacrificial, se
viste y adorna festivamente. Ello significa claramente que es la mesa del Señor, a la cual
todos los fieles se acercan alegres para nutrirse con el alimento celestial que es el cuerpo y la
sangre de Cristo inmolado.
• La iluminación del altar nos advierte que Cristo es la «luz para alumbrar a las naciones»,
con cuya claridad brilla la Iglesia y por ella toda la familia
Una vez preparado el altar, el obispo celebra la Eucaristía, que es la parte principal y más
antigua del rito.
La celebración eucarística se relaciona íntimamente con él. Con la celebración del sacrificio
eucarístico se alcanza y se manifiesta el fin para el cual el altar ha sido construido.
Debido a que Cristo con su muerte y resurrección superó la “positividad” de la Ley judía,
que era heterónoma y alienante y acercó al hombre a la divinidad que puede hallar en su
propia libertad, se instituyó Él mismo como el templo por excelencia de la Nueva Alianza,
más allá de cualquier noción exclusivista del pacto. Este pueblo santo que celebra la
liberación del pecado está unificado bajo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es la misma
Iglesia, o sea, el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde se da culto al Padre con
espíritu y verdad. Con razón, pues, desde muy antiguo se llamó "Iglesia" el edificio en el cual
la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir
los sacramentos v celebrar la eucaristía. El templo de reunión es un signo visible de la Iglesia
peregrina terrenal que es la imagen de la Iglesia celeste, por eso debe haber un rito que siga
tales fórmulas solmenes.
Los ritos hallados en el segundo libro del Pontifical Romano fueron revisados en el año de
1961, pero se vio necesario revisarlos otra vez para adaptarlos a tiempos más modernos y al
propósito de la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II. En su autoridad, el
sumo pontífice Pablo VI aprobó el nuevo Ordo dedicationes ecclesiae et altaris preparado
por la Congregación para los Sacramentos y las Divinas solemnidades. La Congregación da
algunos aspectos que se deben tener en cuenta para este rito:
1. El rito del posicionamiento de la primera piedra debe hacerse en cualquier día, menos
durante el triduo pascual. Se recomienda que sea en un momento en que las personas
puedan atender a la liturgia de forma multitudinaria.
2. El rito debe ser celebrado por el Obispo, si esta no puede, debe investir con el poder
al Obispo de otra diócesis.
3. Se le debe avisar a las personas el día de la celebración con anticipación, y esto debe
estar acompañado de una labor pedagógica que instruya a la feligresía sobre la
importancia del rito.
4. Para la celebración se debe tener presente los siguientes elementos: el leccionario y
el Pontifical romanos, la silla del Obispo, agua bendita con su respectivo aspersor,
incensario, cruz procesional.
5. Las vestimentas pastorales son las siguientes; Obispo: alba, estola, mitra, capa
pluvial, bastón pastoral; sacerdote: alba, estola y capa pluvial; diáconos: alba, estila
y dalmática; para otros ministros: alba.
COMÚN DE LA DEDICACIÓN Al conmemorar el día
DE UNA IGLESIA
en que te dignaste llenar tu casa de gloria
y santidad,
EN EL DÍA DE LA DEDICACIÓN te rogamos, Señor, que hagas de nosotros
Los textos de las misas «En el día de la una ofrenda agradable a tus ojos.
dedicación de una iglesia» y «Para la
dedicación de un altar» se encuentran entre Por Jesucristo, nuestro Señor.
las misas rituales.

Prefacio:
EN EL ANIVERSARIO DE LA
DEDICACIÓN EL MISTERIO DEL TEMPLO DE DIOS,
QUE ES LA IGLESIA

A. En la misma iglesia dedicada


V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Antífona de entrada Sal 67, 36
Desde el santuario Dios impone
reverencia: es el Dios de Israel quien da V/. Levantemos el corazón.
fuerza y poder a su pueblo. ¡Dios sea R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
bendito!

V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


Oración colecta
R/. Es justo y necesario.
Señor, tú que nos haces revivir cada año
el día de la consagración de esta iglesia,
En verdad es justo y necesario,
escucha las plegarias de tu pueblo,
es nuestro deber y salvación
y haz que en este lugar
darte gracias
se te ofrezca siempre un servicio digno
siempre y en todo lugar,
y así tus fieles obtengan
señor, Padre santo,
los frutos de una plena redención.
Dios todopoderoso y eterno,
Por nuestro Señor Jesucristo.
por Cristo, Señor nuestro.

Oración sobre las ofrendas


Porque en esta casa visible que hemos reciba la gracia y el gozo de tu bendición,
construido,
para que consiga en el espíritu
donde reúnes y proteges sin cesar
los frutos de la conmemoración
a esta familia que hacia te peregrina,
que ha celebrado en esta eucaristía.
manifiestas y realizas de manera
Por Jesucristo, nuestro Señor.
admirable
el misterio de tu comunión con nosotros.
Bendición al final de la misa
En este lugar, Señor,
tú vas edificando aquel templo que somos Puede usarse el texto de la bendición
nosotros, solemne del núm. 25, con las
palabras: para celebrar el aniversario de la
y así la iglesia, extendida por toda la
dedicación de esta iglesia.
tierra,
crece unida, como Cuerpo de Cristo,
hasta llegar a ser la nueva Jerusalén,
B. Fuera de la iglesia dedicada
verdadera visión de paz.

Antífona de entrada Ap 21, 2


Por eso, Señor,
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que
te celebramos en el templo de tu gloria,
descendía del cielo, enviada por Dios,
y con todos los ángeles arreglada como una novia que se adorna
para su esposo.
te bendecimos y te glorificamos, diciendo:

Se dice Gloria.
Santo, Santo, Santo…

Oración colecta
Antífona de comunión 1 Co 3, 6-17
Señor, tú que edificas el templo de tu
Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios gloria
habita en vosotros. El templo de Dios es
santo: ese templo sois vosotros. con piedras vivas y elegidas,
multiplica en tu Iglesia

Oración después de la comunión los dones del Espíritu Santo,


Te rogamos, Señor, que tu pueblo santo a fin de que tu pueblo crezca siempre
para edificación de la Jerusalén celeste. V/. Levantemos el corazón.
Por nuestro Señor Jesucristo. R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

O bien: V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


R/. Es justo y necesario.
Señor, Dios nuestro,
que has querido que tu pueblo se llamara En verdad es justo y necesario,
Iglesia,
es nuestro deber y salvación
haz que, reunida en tu nombre,
darte gracias
te venere, te ame y te siga
siempre y en todo lugar,
y, guiada por ti,
Señor, Padre santo,
alcance el reino que le has prometido.
Dios todopoderoso y eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Porque te has dignado habitar


Oración sobre las ofrendas
en toda casa consagrada a la oración,
Acepta, Señor, nuestras ofrendas
para hacer de nosotros, con la ayuda
y concede a tu pueblo, unido en la plegaria, constante de tu gracia,
recibir la gracia de estos sacramentos templos del Espíritu Santo,
y el fruto de sus ruegos y deseos. resplandecientes por la santidad de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Con tu acción constante, Señor,
santificas a la Iglesia, esposa de Cristo,
Prefacio: simbolizada en edificios visibles,
EL MISTERIO DE LA IGLESIA, para que así,
QUE ES ESPOSA DE CRISTO Y
como madre gozosa por la multitud de sus
TEMPLO DEL ESPÍRITU
hijos,
pueda ser presentada en la gloria de tu
V/. El Señor esté con vosotros. reino.
R/. Y con tu espíritu.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, Oración después de la comunión
te alabamos, proclamando sin cesar: Señor y Dios nuestro,
que has querido hacer de la Iglesia
Santo, Santo, Santo... signo temporal de la Jerusalén del cielo,
concede a tus siervos,
Antífona de la comunión 1 Pe 2, 5 por la participación en este sacramento,
Vosotros como piedras vivas, entráis en la ser transformados en templos del Espíritu
construcción del templo del Espíritu
y entrar en el reino de tu gloria.
formando un sacerdocio sagrado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

¿Qué desafíos pastorales implica la misa de la dedicación de las Iglesias?


Muchas veces las personas se imaginan a “la Iglesia” como algo externo a ellos, donde
simplemente van a cumplir un deber ritual, quizá más cerca aún de lo que los profetas
criticaban como un culto superficial. Se debería de explicar por qué el templo es un lugar
sagrado, pero también, de qué manera nosotros como Iglesia peregrina de Dios, Cuerpo
místico de Cristo, nos hacemos también divinos mimetizando la imagen trinitaria en nuestra
individualidad. Sería preciso hacer entender a la feligresía que la Iglesia no es solo una
extensión de su labor cotidiana: van a misa, lavan el carro, ven el partido…sino que cada una
de estas acciones se desarrollan en una dimensión existencial donde ya vivimos como Iglesia
caminante hacia el Padre.
Una buena catequesis debería de partir del siguiente aspecto: la sociedad posindustrial es
paradójica: a la vez que es fragmentaria y exacerba al individuo hasta el límite de las
posibilidades, en palabras de Theodor Adorno y Max Horkheimer, está totalmente
estandarizada y homogeneizada: cada quien es libre, aparentemente, de elegir lo que le
plazca, incluso, pareciera que el sujeto del malestar cultural freudiano ha muerto, pues no
tiene encima de sí las trabas de la civilización que le impiden saciar sus pulsiones más
primigenias, pero sus gustos, su manera de ver y vivir el mundo está sometido a la producción
industrial de entretenimiento y modos de vida; en términos de Heidegger, es el sujeto
sometido a lo “uno”, un ente que piensa entes y ya no se pregunta por el ser. El hombre cree
que ha abandonado a Dios por su libre voluntad, por el ejercicio libre de su razón, pero se ha
entregado a fuerzas heterónomas que le son ajenas, deifica la ideología del mercado. El rol
social que debe ocupar la Iglesia es sobre este hombre sometido y alienado.
La Iglesia debe volver a suscitar en las personas las grandes preguntas por su ser, por su
constitución ontológica, por su total interdependencia con lo Infinito y lo Sublime, de lo
contrario, seguirá endiosando prácticas inicuas que lo enajenan de su hermano y lo convierten
en una herramienta que se conecta con otras herramientas inertes. Si seguimos la línea de
reflexión de personas como Max Scheler, podemos darnos cuenta que el ser humano es
espiritual porque hace parte del Espíritu Absoluto, porque su libertad no es la libertad dada
desde fuera, sino desde su propia autonomía, como privilegiado dentro de la creación. El
templo, como lugar físico, debería poder hacer sentir al hombre como parte integral del plan
divino, como si estuviese en el paraíso y pudiese observar por solo un instante cómo se
maquina todo dentro de la mente de Dios, así realmente no pueda abocar ni lo más mínimo
de su magnificencia.

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