Professional Documents
Culture Documents
(https://cajigalweb.files.wordpress.com/2017/01/encomienda.jpg)
Prehispánico
Si bien el hombre fabricó artefactos desde hace más de 1.000.000 de años, las primeras
plantas y animales domesticados tienen una antigüedad que escasamente sobrepasa los
10.000 años. Con la domesticación, el hombre logró controlar el ambiente físico, es decir,
la fuente básica de energía alimenticia, lo cual permitió un modo de vida que no sólo
solucionaba el problema de la obtención de alimentos, sino que promovía la noción de
que él podía modificar el ambiente físico y adaptarlo a sus propias necesidades. La
especialización alimenticia que se produjo a través de la domesticación no sólo trajo
consigo un aumento considerable en la cantidad de alimentos, sino una mayor
estabilidad en su suministro y esto, frecuentemente, permitió el aumento poblacional. La
agricultura forma parte del medio ambiente en el cual se practica y por ello, los diversos
sistemas agrícolas, ya sean cultivos primitivos (paleotécnicos) o modernos (neotécnicos),
son tipos distintivos de ecosistemas modificados por el hombre. Cuando se estudian los
ecosistemas naturales se puede hacer una distinción entre los ecosistemas generalizados
y los especializados, lo cual también es aplicable a los agrícolas. Los ecosistemas
naturales generalizados son aquellos que contienen un gran número de especies
animales y vegetales, cada una de las cuales está representada por un reducido número
de organismos. Por el contrario, los ecosistemas especializados se caracterizan por una
limitada variedad de especies, integradas por un elevado número de individuos. Se ha
pensado que el surgimiento de la agricultura se relaciona con los grupos recolectores,
cazadores y pescadores generalizados, quienes subsistían con base en la explotación de
una variada gama de plantas y animales terrestres y acuáticos. Dadas las características
de su explotación alimenticia, estos grupos deben haber sido más sedentarios, un hecho
que debe haber permitido un mejor conocimiento de su medio ambiente, favoreciendo
en esta forma, los experimentos hacia la domesticación. Igualmente, se ha inferido que
las zonas más propicias para la invención de la agricultura hayan sido las áreas
marginales de transición, como por ejemplo las zonas limítrofes entre selva y sabana, o
entre tierras altas y bajas, ya que las mismas generalmente tienen una alta
productividad así como una mayor variedad y disponibilidad de especies; también
algunas zonas costeras del mar, ríos y lagos donde la explotación de peces y otros
animales acuáticos pueda mantener un modo de subsistencia más sedentario del que
permite la caza de pequeños mamíferos. La aparición de la agricultura llevó aparejada
una mayor sedentariedad, lo cual posibilitó un aumento poblacional y de relaciones
sociales más complejas.
A.Z.
Siglos XVI-XVIII
E.Ar.F.
Siglo XIX
Durante este siglo, la agricultura venezolana reafirmó rasgos que ya se advertían desde
la segunda mitad del siglo XVIII, entre los cuales cabe destacar: la vocación
monoproductora, su orientación predominante hacia el mercado externo y su
dependencia de éste, así como las dificultades para mantener rendimientos crecientes.
Circunscrito a un ámbito geográfico de escasas proporciones en relación con la
disponibilidad de tierras, para la primera década del siglo XIX la agroexportación
afianzó su predominio en el cuadro de la producción, bajo el liderazgo del cacao y con la
participación de otros bienes, como el tabaco, el café, el añil y los cueros de res. Con la
desorganización de la base productiva como consecuencia de la Guerra de
Independencia, esta expansión se frenó y la agricultura entró en una situación de
estancamiento de difícil y lenta superación hasta los años de 1870, cuando, al atenuarse
los factores críticos, se produjo una nueva expansión de la producción que mantuvo su
impulso hasta el cierre del siglo. Aunque al redefinirse la agroexportación, esta vez bajo
el predominio del café, se amplió la frontera agrícola, la persistencia de la carencia de
capitales y de la escasez de mano de obra contribuyeron a mantener sin muchos
cambios las formas de producción. El latifundio se consolidó como el patrón
fundamental de organización del espacio agrario, pese a que la producción familiar
amplió su alcance geográfico y su importancia en la actividad para el mercado externo.
Entre 1800 y 1810, el cultivo del cacao continuaba en ascenso alcanzando mayor
importancia en la provincia de Caracas, seguido muy de lejos por las de Maracaibo y
Barcelona y finalmente por la de Cumaná·, de incorporación tardía. Alejandro de
Humboldt estimaba que durante el período 1800-1806 la producción de cacao de la
capitanía general de Venezuela era de 193.000 fanegas, a la cual las provincias
contribuían en 77, 10, y 2% respectivamente. El cacao superaba con mucha distancia a
otros bienes de exportación que, incorporados en un momento más reciente, parecían
abrir mejores opciones frente a las desventajas que presentaba dicho producto. A juicio
del mismo Humboldt, los problemas residían en la rápida descomposición del fruto y las
dificultades para almacenarlo más allá de un cierto tiempo, así como al largo período
entre siembra y cosecha. Asimismo, François Depons destacaba el constante ataque de
insectos, aves y otros animales y los bruscos cambios climáticos. A pesar de ello, la
producción de otros cultivos, aunque creciente, se mantuvo en niveles limitados,
obedeciendo sobre todo a las condiciones del mercado y a las políticas metropolitanas.
Bajo los auspicios de la Compañía Guipuzcoana desde la década de 1770, el añil se había
extendido particularmente en los valles de Aragua impulsando el crecimiento de
Maracay, La Victoria y Turmero. Sin embargo, su auge cesó rápidamente y en la última
década colonial ya era notorio el decaimiento de su cultivo que Humboldt atribuía al
empobrecimiento de los suelos ocasionado por la planta, a las dificultades de su
comercio por las guerras y a la competencia de la producción asiática. El algodón, que se
exportaba desde la década de 1780, se cultivaba principalmente en los valles de Aragua,
aunque también se había expandido hacia las provincias de Maracaibo y Cumaná. En la
década siguiente, el café comenzó a cobrar significación favorecido por ciertas medidas
de liberación de su comercio. Su mayor rentabilidad comparada con la del cacao y su
adaptación a tierras hasta el momento sin valor económico, contribuyeron a difundir
rápidamente su cultivo en los valles de Caracas y Aragua, así como a intentarse en otras
zonas del país. El tabaco, a pesar de su importancia fiscal, seguía teniendo escasa
presencia en las exportaciones y, sometido al control del Estado, su cultivo se localizaba
en determinadas zonas en las provincias de Barinas y de Cumaná. Aunque la caña de
azúcar se encontraba bastante difundida en el espacio agrícola, se destinaba
mayormente al consumo interno con exportaciones ocasionales y de escasa magnitud.
Más importancia tenía la exportación de productos ganaderos, principalmente cueros, a
pesar de que, desde fines del siglo XVIII, parecía experimentar un descenso, del cual
podía ser responsable en gran medida el abigeato. Junto a estas producciones, se hallaba
una extendida actividad agropecuaria de subsistencia orientada hacia el mercado
interno que, aunque de difícil cuantificación, debió ampliarse en el período considerado,
tanto para atender la alimentación de la mano de obra vinculada a la agroexportación,
como para suplir el consumo de los principales centros poblados. A Humboldt le llamaba
la atención que, en el valle de Caracas, «manzanas y membrillos» fueran reemplazados
por «maíz y legumbres» al «aumentar el número de negros labradores» con el café.
El prolongado enfrentamiento bélico que afectó con mayor intensidad las provincias de
Caracas y de Cumaná contrajo considerablemente la producción agropecuaria y las
exportaciones. El cultivo del café, cuyo descenso fue menor que el experimentado por
los otros productos de exportación, alcanzó en 1830 niveles similares a los de inicios del
siglo, logrando desplazar al cacao en el primer lugar de las exportaciones. Durante la
década de 1830, dichos productos representaron entre el 50 y el 60% del valor total de
las exportaciones. Aunque incompleta, la información recopilada por la Sociedad
Económica de Amigos del País en su Anuario de la provincia de Caracas permite advertir
la importancia que en esos años llegó a alcanzar el cultivo del café, ya que señala la
existencia de 701 gs de cultivo con 7.364 matas, y 356 de cacao con 7.197 matas en
promedio. Junto con el cacao, cuya producción de acuerdo con Agustín Codazzi en 1840
alcanzaba a la mitad del nivel de 1810, la de añil, algodón y tabaco también decreció en
los años que siguieron a la guerra y el deterioro sufrido a la ganadería llevó a que, en
1826, se prohibiese la exportación de caballos, yeguas, mulas y asnos. Igualmente fue
afectada la producción agropecuaria para el consumo interno, lo cual agravó los
problemas de desabastecimiento sobre todo en la provincia de Caracas y originó la
subida de precios en bienes de la dieta diaria de la mayoría de la población, como
ocurrió con la carne, el maíz y otros granos. El agudo desabastecimiento de éstos y otros
bienes de consumo alimenticio y el aumento de los precios ocurridos en 1837 reflejan la
persistencia del problema.
Recuperación de la producción:
La carencia de capital:
Estancamiento de la agroexportación:
Condicionada por los factores mencionados, la agroexportación pareció encontrar un
techo a su crecimiento hacia la última década del siglo XIX. En 1889, las exportaciones de
café alcanzaron un nivel que, con alzas ocasionales y poco sostenidas, se mantuvo hasta
la década de 1930 y los rendimientos por hectárea acentuaron su descenso iniciado a
fines de la década de 1870. Para 1875, la producción por hectárea era de 2.225 kg, según
las estimaciones realizadas por J.A. Barral en su obra Porvenir de las grandes
explotaciones en Venezuela, publicada en 1881, mientras que en la década de 1890
Delgado Palacios la estimaba en 658 kg en la zona central. Esta tendencia decreciente era
producto de la expansión hacia terrenos poco aptos para el cultivo y fundamentalmente,
de los sistemas de trabajo basados en un escaso laboreo, adecuándose a la carencia de
capitales y a la escasez de mano de obra. Aunque en los primeros momentos, la
incorporación de nuevas tierras había permitido atenuar el efecto del descenso de la
productividad en los volúmenes de producción, a fines de siglo, el ritmo de ocupación de
este tipo de tierras comenzó a disminuir, ya que sólo quedaban disponibles aquellas
tierras de más difícil acceso donde la producción se encarecería por los costos de
transporte a los puertos de embarque. Por otra parte, no había mano de obra utilizable
en las condiciones requeridas. El cambio de ritmo era aún apreciable en las áreas de los
Andes y del macizo Oriental donde el proceso continuaba con más intensidad. Al
finalizar el siglo XIX, la agricultura del café se hallaba incapacitada para competir con
otras regiones de América Latina, como Brasil que, contando con ventajas comparativas
que hacían más rentable su producción y le daban mayor posibilidad para tolerar los
períodos de bajos precios, habían generado una considerable expansión de la oferta
mundial. En esas condiciones, el café venezolano comenzó a perder significación en el
mercado mundial, aunque hasta 1909 se mantuvo como segundo productor, muy
distante del primer lugar ocupado por Brasil. Con altibajos, la situación de
estancamiento se prolongó hasta 1929 cuando por la aguda caída de los precios
internacionales, la producción de café y la agroexportación en general, entraron en una
crisis que arrastró tras sí al resto de las actividades agropecuarias.
La hacienda:
Siglo XX
A partir de 1959 comienzan a adquirir relevancia los planteamientos que los sectores
más progresistas habían venido haciendo, desde 1936, sobre la necesidad de modificar la
estructura agraria, poniendo especial énfasis en la adjudicación de tierras al
campesinado y eliminar regímenes indirectos y por ende, primitivos e injustos, de
tenencia de la tierra. Durante el año de 1959 se elabora el Informe de la Comisión de
Reforma Agraria y se presenta al Poder Ejecutivo un anteproyecto de ley. El 5 de marzo
de 1960 fue promulgada la Ley de Reforma Agraria por el presidente Rómulo
Betancourt, en el campo de la batalla de Carabobo. El cambio de los sistemas de vida
rural, la disminución, tanto de las formas indirectas de tenencia, como de la dispersión
de los pobladores del campo, el mejoramiento de las comunicaciones, de la vivienda y de
los servicios básicos, son algunos de los logros de la reforma agraria, la cual además,
hizo posible la expansión de la frontera agrícola mediante la incorporación de grandes
extensiones de tierras baldías y ejidos, pertenecientes al Estado o los municipios, y una
menor proporción de tierras de propiedad privada; como era de esperar, no siempre los
suelos de los predios adjudicados a los beneficiarios de la reforma agraria eran de buena
calidad, lo cual trajo como resultado la utilización de tierras marginales para
determinados sistemas agrícolas. Se incrementó el número de pequeños y medianos
productores, muchos de los cuales antes eran «conuqueros» o hijos de campesinos sin
tierra y constituyeron el germen de una categoría de profesionales y medianos
empresarios en ascenso. En el lapso 1960-1971 disminuyó sensiblemente la proporción
de productores que labraban la tierra bajo regímenes indirectos de tenencia y aumentó
la de propietarios. El producto interno agrícola (PIBA), entre 1959 y 1978, mostró una
leve tendencia a la disminución, al pasar de 5,6% entre los años 1959-1964, a 4,7% entre
1974-1979, con una tasa promedio de crecimiento interanual cercana al 4%, superior a la
tasa de crecimiento de la población. Aunque no es posible determinar el año de
culminación de este período, se puede inferir, a partir de la proporción de las
asignaciones presupuestarias correspondiente al IAN respecto a las asignaciones
dirigidas a organismos públicos del sector agrícola (1959-1963 = 67%; 1974-1978 = 12%),
que fue en este último lapso cuando terminó la etapa que se ha denominado como
agraria. En cuanto a la organización institucional de la agricultura, es en esta etapa
cuando se crea la mayor parte de los institutos autónomos de carácter público,
descentralizados o no, que tienen o tuvieron encomendadas funciones específicas en el
sector agrícola: el Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias (FONAIAP), los
fondos de Desarrollo Algodonero, del Ajonjolí, Frutícola, del Café, del Cacao, de Crédito
Agropecuario, la Corporación de Desarrollo Agrícola, el Banco de Desarrollo
Agropecuario y la Compañía Nacional de Reforestación. En el sector privado se destaca
la creación de la Fundación Servicio para el Agricultor (FUSAGRI) que tuvo su origen a
principios de la década de 1950 en el Servicio Shell, creado por la Compañía Shell de
Venezuela. En 1977 nace la Fundación Empresas Polar bajo el patrocinio de Empresas
Polar y en cuyas actividades tiene papel preponderante el apoyo a la investigación
agrícola y el desarrollo de metodologías para la transferencia tecnológica.
Constituye una etapa que se inició con los primeros síntomas que anunciaban el final,
inadvertido entonces, de la economía rentística petrolera, en la cual el crecimiento del
PIBA, presentó un crecimiento promedio anual de sólo 1,4%, inferior a la tasa de
crecimiento poblacional (3,1%) y muy por debajo de las tasas de crecimiento del PIBA
durante el período 1958-1978; disminuyó la superficie cosechada en más de 364.000 ha
(1978: 1.872.324 ha; 1983: 1.507.722 ha), es decir, a un ritmo de 4% interanual; disminuyó
la producción primaria agrícola de bienes destinados a la alimentación (arroz, maíz,
caña de azúcar, oleaginosas, etc.), aunque el abastecimiento aumentó, al recurrirse a
importaciones, factibles por la sobrevaluación del bolívar hasta 1983 y la abundante
disponibilidad de divisas, lo cual compensó la insuficiente producción nacional de
alimentos de origen agrícola. Durante el período ocurrieron cambios importantes de
política: colapsó la Corporación de Mercadeo Agrícola, creada el año de 1970; se
eliminaron los subsidios a los fertilizantes, con el consiguiente incremento de los costos
de producción; disminuyó el gasto público agrícola anual en más del 30% respecto al
quinquenio anterior; igualmente se observaron disminuciones en el monto promedio
anual (-26,5%) de créditos concedidos por la banca agrícola oficial (Banco de Desarrollo
Agropecuario, Fondo de Crédito Agropecuario e Instituto de Crédito Agrícola y Pecuario);
caída en la inversión agrícola real (-18,55%). La excepción fue el crecimiento del
subsector agrícola animal (3,8%) producto de la disminución de los precios
internacionales de las materias primas para la fabricación de alimentos balanceados
para animales, cuyos patrones de alimentación se basan en productos importados,
mayoritariamente sorgo y soya.
H.F.
REPORT THIS AD
REPORT THIS AD
Blog de WordPress.com.
REPORT THIS AD