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TOTALITARISMOS DE CERCA

(¿ES LA NOCION DE TOTALITARISMO AÚN RELEVANTE?


SU RECEPCIÓN FILOSOFICA EN THEODOR W. ADORNO Y HANNAH
ARENDT)

La historia es la disciplina del “autoconocimiento humano […] conocerse a sí mismo


significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta
que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha
hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el
hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el hombre”.

R. G. COLLINGWOOD, Idea de la historia

¿Por qué el totalitarismo? Porque con frecuencia porta la marca de lo incomprensible, el


limite insondable de una experiencia única que resiste cualquier intento de comprensión.
Elie Wiesel: ¿Cómo se puede narrar el acontecimiento, cuando por la dimensión y la carga
de su honor, éste desafía al lenguaje?

Žižek establece formas de la sobrevivencia del espectro del ‘totalitarismo’ al final del
mismo: i) los nuevos fundamentalismos étnico-religiosos;
ii) los populismos de la nueva derecha en el mundo occidental; y
iii) la digitalización de nuestra vida como amenaza definitiva para nuestra libertad
(Žižek, 2002: 271

reflexiones filosóficas más influyentes, aquellas que le otorgaron la calidad


de ser un concepto teórico efectivo con el cual comprender la realidad histórica en la que
vivimos,

No en vano Guy Hermet ha dicho que “el totalitarismo identifica menos al objeto designado
que a quien lo emplea, hasta el punto de que podríamos interrogarnos sobre lo bien fundado
que pueda estar un libro consagrado a una noción tan subjetiva” (Hermet, 1991: 7).

Me interesa comprender qué fue lo que sucedió durante la vigencia de este tipo de
regímenes que los hizo tan únicos y desafiantes al pensamiento exigiéndole acuñar un
nuevo termino para dar cuenta de la ruptura producida.

El tipo de régimen político que se instaura con el totalitarismo mediante una descripción de
las formas en que se ejerce la política, la violencia y el gobierno de los individuos en él, y
del tipo de sujeto (a)político que se crea mediante las relaciones sociales que se
(des)establecen, todo ello a partir de la recepción que tuvo el fenómeno-
Un nuevo tipo de régimen político en el que convergen el terror, la ideología y
la experiencia de la soledad de una forma singular
Traverso concluyó esta reconstrucción constatando una polémica finalidad presente en el
seno de la categoría a lo largo de su historia, en la que al mismo tiempo la noción servía
como arma de lucha y como instrumento analítico; de ahí que afirmara:
“el destino paradójico de este concepto es quizá el de ser al mismo tiempo insustituible e
inutilizable. Insustituible para la teoría, enfrentada a la novedad radical de regímenes
orientados al aniquilamiento de la política; inutilizable por la historiografía, que busca
reconstruir y analizar los eventos concretos”

La gran mayoría de los historiadores de la noción ubican su nacimiento en el seno de la


sociedad italiana de la década de los veinte, profundamente permeada por el fascismo.
Otros sostienen que los primeros en emplear el término totalitarismo habían sido los
adversarios de Mussolini en 1922.
La dictadura del fascismo es carismática, nacionalista y permanente;
la del comunismo es racionalista, universalista y transitoria”

Fue realmente Hannah Arendt quien le otorgo el estatuto de una categoría conceptual
definitiva para la teoría política

No sólo es difícilmente aceptable interpretar ambos regímenes como el resultado de una


reacción común al liberalismo burgués, sino que resulta del todo más interesante
observarlos a partir de sus diferencias y no de sus discutibles semejanzas en relación con tal
posición.
Es importante destacar el énfasis que le otorga al rol que jugó la inscripción de la violencia
en un discurso biológico de la raza a la hora de extenderse indiscriminadamente en la
sociedad. Furet, reconocen que el personaje del judío fue sin lugar a dudas central para la
reproducción y el reforzamiento del régimen, ofreciéndole al menos dos funciones: en
primer lugar, el judío encarnó, para el nazi, los dos enemigos del nacionalsocialismo: el
burgués y el bolchevique; en segundo lugar, el judío fue la figura por medio de la cual el
destino “ario” pudo atribuirse una dimensión universal, a pesar de reivindicar una
particularidad sustentada en la raza, la sangre y la nación.

Esta doble funcionalidad del judío excede, sin subsumirlo, las particularidades del caso
Nazi. El antisemitismo no era una excepcionalidad alemana, ni tampoco era la única
expresión material de un discurso racista. El judío expresó, durante el régimen nazi, una
variante histórica determinada de una tendencia histórica de la modernidad europea,
la de intentar autodeterminarse mediante la negación de los “otros” sobre los cuales
recorta y asegura su identidad.
Esta tendencia a afirmar la propia identidad negando al Otro se puede encontrar
también en la violenta exterminación de los indígenas en la colonización de América y
en la institución de la esclavitud con la colonización de África: dos complejos procesos
históricos en los que la alteridad de los ‘otros’ se inscribió en un discurso racial que se
vivió como riesgo y amenaza.
No ha habido una sola lógica en la regulación policial de esta otredad, de su repertorio hace
parte la absorción de lo “no-occidental” en un expansivo y victorioso “Occidente”, pero
también su radical negación al desconocer su rol constitutivo en la propia modernidad
“occidental”, que se re-escribe falsamente como autosuficiente (relegando lo “no-
occidental” al polo negativo, pasivo e inerte de la diferenciación, en la que sólo funciona
como expresión de todo aquello que “Occidente” no es.
El otro, racializado, es discursivamente construido como inferior, imperfecto y deteriorado.
Un inferior que no tarda en convertirse, como lo demostró el régimen nazi y en tanto
depositario de los referentes negativos por medio de los cuales se reafirman los rasgos
positivos de un etnos ciego a sus propios procesos de producción, en una amenaza que se
debe eliminar a riesgo de contaminar el ‘nosotros’ de la identidad fundada
Schapiro: En su concepto, estas cinco características adquirieron corporeidad en tres
instituciones centrales del régimen: la ideología, que aseguraba una triple función de
legitimidad, anestesia y movilización, mediante la eliminación de los sistemas ideológicos
rivales y su apelación a conceptos fuertemente identitarios como los de enemigo, raza y
nacionalidad; un partido-único centralizado, burocrático y disciplinado que dependía del
líder; y una maquinaria burocrático administrativa que se subordinaba al partido y, por
intermedio de éste, finalmente al líder.

Soporte ideológico: La posibilidad de sustituir útiles descripciones con eufemismos


lingüísticos en los que ya no pueden nombrarse los daños producidos por el horror sobre el
que se reproduce el sistema, como sucede cuando el masivo asesinato de millones de seres
humanos se re-significa como una ‘solución final’ en donde todo rastro de la violencia
queda eliminado del lenguaje que vacía y
neutraliza su horror.
la tentación capitalista de la mercantilización del pensamiento.
el pensamiento mismo se ha convertido en una mercancía.
el objetivo de estos proyectos arquitectónicos era el de posibilitar el continuo crecimiento
de la masa, potenciando su entusiasmo mediante dicho aumento en un modo tal que cada
individuo terminara comportándose de la misma forma que cualquier otro individuo de la
misma masa (principio de intercambiabilidad).
Estos proyectos también buscaban proyectar la inmortal durabilidad de su idea a través de
la monumentalidad de su arquitectura. Un modo de asegurar la constante reproducción del
eterno culto al líder –a lo largo de las generaciones por venir– en lo que Walter Benjamin
denominó el tiempo vacio de siempre-lo-mismo.

No toda forma de masificación es totalitaria, pero no existe totalitarismo sin masa y en la


masificación reside la posibilidad totalitaria de estetizar la política: hacer la guerra sublime
y la destrucción total una experiencia de lo bello, disponiendo a los individuos en cierta
forma en que las disonantes voces solo afirmen un mismo slogan y, por qué no, incluso
solo una misma frase: “Heil Hitler”.

“Escribir poesía después de Auschwitz es una barbaridad”

Arendt, una concepción nueva de la política que contrarrestara el que ella considera como
el régimen más apolítico de todos: el totalitarismo.
Lo diluye en una generalización descuidada que busca reconducir lo desconocido a la
conocido (o sea, concebirlo como tiranía, dictadura o despotismo).
Comprender el totalitarismo significa destacar su especificidad sin demonizarlo, y su
generalidad sin disolverlo…la tesis según la cual el totalitarismo inaugura una nueva forma
de gobierno, comience destacando su especificidad y concluya remitiéndose a la
experiencia básica que le permite surgir: la soledad.

Kateb concluye: “En suma, el totalitarismo no es concebible ni conceptualmente


posible, no es superficialmente reconocible ni experiencialmente familiar, incapaz de ser
bienvenido y recibir adhesión y cooperación sin contar con varias generaciones de
antisemitismo, otros tipos de racismo e imperialismo (no solo en África). Al mismo tiempo,
el totalitarismo no es su derivado causal ni su consecuencia lógica” (Kateb, 1984: 57)
Arendt concibió el totalitarismo como una “forma enteramente nueva de gobierno”, y al
mismo tiempo como el síntoma más claro e inequívoco de la crisis de nuestro tiempo.
Según su interpretación: “al margen de su derrota temporal, puede permanecer con nosotros
a partir de ahora como potencialidad y peligro siempre presente”
Arendt tuvo que demostrar que el totalitarismo se diferenciaba de otras formas de
gobierno –principalmente de la tiranía, con la que comparte diferentes prácticas y
mecanismos en sus primeras fases de desarrollo–. Compleja tarea, si tenemos en cuenta que
ni el terror político ni los campos de concentración, en donde terminaría por hacer residir su
esencia, eran un invento del totalitarismo…
dos características más distintivas de la tiranía, que no pueden extrapolarse al
totalitarismo, son la ‘ilegalidad’ y la ‘unipersonalidad’ de quien detenta el poder. Por un
lado, el totalitarismo a diferencia de la tiranía, no se establece en interés del gobernante por
oposición al interés de los gobernados; es más, la noción misma de interés como subsidiaria
de algún tipo de utilidad, parece entrar en crisis bajo este régimen político.
El totalitarismo no puede ser considerado arbitrario e ilegal en el mismo sentido en el que
se considera de esa forma la tiranía, pues de hecho afirma obedecer las leyes de la
Naturaleza o de la Historia de las que, supuestamente, proceden todas las leyes positivas.

Página 135 Ver legalidad en las tiranías y en el totalitarismo.

Clausewitz

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