A mediados de los setenta milité en un partido de izquierda que
se consideraba marxista y que dejé a los dos o tres años, no porque me decepcionara del marxismo sino de los compañeros que se decían revolucionarios y de vanguardia y eran por sus sentimientos y actitudes más católicos y cristianos que marxistas. Creían mucho más en la Teología de la Liberación, que, en el marxismo y en la liberación de toda teología, es decir, de toda alienación ideológica, como lo propugnara el Marx joven de “La Ideología Alemana”, “La Sagrada Familia” y “La tesis sobre Feuerbach” particularmente, (que hasta ahora me motivan y entusiasman) Creían mucho más en la igualdad, que en la libertad y la dignidad porque la igualdad ante dios se puede confundir con el principio de no discriminación y así das gato por liebre apareciendo como redentores del proletariado y el campesinado Cuando me fui enterando muy lentamente que la mayoría de compañeros eran simultáneamente militantes de nuestro clandestino partido izquierdista y UNEC (unión nacional de estudiantes católicos) comprendí o confirmé por qué, en los primeros días de militancia, un compañero con quien me crucé en las galerías “Gamesa” apenas me reconoció sacó el brazo súbitamente del hombro de su pareja que también era militante ¿Por qué me afectó tanto esta anécdota? Los contactos izquierdistas arequipeños en Santiago , que visité unos meses al terminar mi carrera en el 73, provocaron que yo sobrevalorara la preparación y la madurez de sus pares en el Perú y me pusiera a leer marxismo como loco, ocho horas al día y dejando mis dos chambas en nombre de “proletariado y la revolución”, para estar a la altura, Los nuevos dioses eran (Mariategui, Gramsci y Marx). Sin embargo, gracias a Mariátegui en la Presentación de 7 Ensayos (“mi trabajo se desenvuelve según el querer de Nietzsche…”) un año antes había empezado a leer al llamado “sicólogo de la modernidad”, (Octavio Paz), gracias a la magnífica traducción de Colli y Portinari en Alianza Editorial. Y gracias a esas lecturas puse en cuestión mi propia moral cristiana, que considero ahora y desde esos días como incompatible con toda posición renovadora y genuinamente democrática y, a fortiori, revolucionaria. Comprenderá el lector mi impresión al observar la actitud del compañero en las galerías “Gamesa”. Puedo decir entonces, como el Chapulín Colorado, que “lo sospeché desde un principio”. No se puede ser revolucionario ni reformista con una ideología de hace dos mil años y amparados en una institución con serias evidencias decadentes, como los milenarios y añejos delitos sexuales de una escandalosa cantidad de miembros de dicha institución, que lejos de entregarlos a la justicia los protege y socapa descaradamente. Lo que no sospeché desde un principio fue la utilización de la figura de Mariátegui por la izquierda setentera, que recién hoy veo clara porque en esos años creía que los compañeros compartían mi cariño y la admiración por Mariátegui lo que solo se puede demostrar si uno ha leído y releído toda su maravillosa obra y le ha dedicado por lo menos un artículo en su vida para tener el derecho a llamarse “mariateguista”, como se hacían llamar o comentar alguito verbalmente aunque sea , sobre “ El alma matinal” “el artista y la época “ o “signos y obras” En todos los años que milite eso no ocurrió ni una sola vez que recuerde A pesar de que una encuesta que se hizo al interior del partido arrojaba que los compañeros solo leían Pekín Informa, algo del Qué Hacer de Lenin, Martha Harnecker e Ideología Y política y algo de 7 ensayos de Mariátegui, me negaba a aceptar el evidente desprecio por las lecturas que no estrictamente indispensables para desarrollar la política leninista maoísta que era la realmente existente y no el espíritu y la obra de Mariátegui , cuya idea del marxismo era opuesta e incompatible con el marxismo-maoísmo: una dogmática y la otra crítica y creativa , una autoritaria , la otra profundamente democrática y pluralista; una ”científica”, la otra “mística y espiritual“
Tuve suerte de haber empezado la militancia cuando terminé la
universidad y ya tenía algunas lecturas de dogmatismo, autoritarismo y desprecio por los valores democráticos como el parlamento burgués y las elecciones que ellos consideraban superadas.