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Empresarial
“El apogeo de la gran empresa y del capitalismo gerencial” :
Jesús María Valdaliso y Santiago López – Cap.8 - pp. 353-413
(Sep_05: 2018-1)
La “Gran Depresión” de los años treinta puso en evidencia los límites de la lógica de la
producción a gran escala. Tanto los empresarios como los trabajadores, por distintos motivos,
recurrieron al Estado para que paliase, en la medida de lo posible, los efectos negativos del libre
mercado.
La estabilización macroeconómica de la posguerra intentó, en el exterior, restablecer un sistema
multilateral en las relaciones económicas internacionales e impulsar una apertura de los
mercados y, en el plano interno, poner en práctica políticas que redujeran las fluctuaciones de la
demanda a través de una mayor intervención gubernamental.
En Europa el símbolo de esta política fue la creación del llamado Estado del bienestar, que se
tradujo en una mejora apreciable en el nivel de vida y consumo de la gran mayoría de la
población.
En USA fue la vinculación de los salarios a la productividad y al nivel de precios, que
garantizaba que el poder adquisitivo de los trabajadores crecería al mismo ritmo que la capacidad
productiva nacional.
Sobre las bases de este nuevo marco institucional se edificó el crecimiento económico del
período 1950 -1973 que algunos han llamado la “edad dorada” del capitalismo.
El crecimiento del producto, el empleo y el comercio fueron acompañados por un cambio
tecnológico que permitió un notable incremento de la productividad. Los sectores más intensivos
en tecnología (química, electrónica) y aquellos que fabricaban bienes de consumo duradero de
elevada elasticidad-renta en este período (automóviles, productos farmacéuticos) fueron los que
experimentaron un crecimiento más rápido.
El crecimiento sostenido de los mercados y la estabilización de la demanda durante este periodo
permiten explicar el apogeo de la gran empresa gerencial y la creciente popularidad de los
sistemas de planificación corporativa.
Los planes quinquenales fueron adoptados tanto por Stalin como por Unilever, General Motors u
otras empresas capitalistas.
La notoria superioridad económica de los Estados Unidos y sus empresas al término de la
Segunda Guerra Mundial, permite comprender la última característica distintiva del mundo de
los negocios en este periodo, su “americanización”.
En Europa occidental, Estados Unidos y Japón el número y tamaño de las grandes empresas
aumentó, al igual que su participación en el producto y el empleo total.
La distribución por países no se alteró respecto a la etapa anterior: en 1973, el número de
empresas industriales con más de 20.000 empleados en los países de economía capitalista era de
401, de las que 211 tenían su sede en Estados Unidos; por detrás, seguían Inglaterra con 50,
Alemania occidental con 29, Japón con 28 y Francia con 24.
[1]
Estos cinco países concentraban el 85% de las grandes empresas mundiales.
Por sectores, petróleo, automóvil y maquinaria y material eléctrico y electrónico concentraba las
mayores empresas del mundo.
El capitalismo gerencial, cuyo símbolo más visible era la gran empresa con una estructura
multidivisional y una estrategia de diversificación, se generalizó en Estados Unidos y se
extendió, con desigual intensidad, por Europa y Japón.
Esta difusión del capitalismo gerencial y los métodos norteamericanos, en general, se explica
sobre todo por la clara situación de superioridad política y económica de estados Unidos al
término de la Segunda Guerra Mundial y la propia labor difusora de la administración
norteamericana.
No es casual que los países que más imiten el modelo de administración americano sea la
República Federal alemana y Japón, ambos dirigidos en la inmediata posguerra por el gobierno
de Estados Unidos.
Paradójicamente, en las mismas fechas en las que la superioridad de la gran empresa
norteamericana parecía más visible, a mediados de los años 60, comenzó su declive relativo
frente a la competencia de Europa occidental y Japón.
[2]
Existe una relación entre la estrategia y los resultados de las empresas norteamericanas entre
1949 y 1969. En líneas generales se puede decir que aquellas que siguieron una estrategia de
negocio dominante y la diversificación reducida y relacionada fueron las que obtuvieron mejores
resultados, mientras que los peores correspondieron a las empresas integradas verticalmente y a
las que siguieron una estrategia de diversificación no relacionada.
La estrategia y el comportamiento de las empresas norteamericanas, no obstante, varió según los
sectores. En las empresas tecnológicamente más complejas se mantuvo su posición competitiva,
gracias a sus capacidades en I+D. Las empresas químicas respondieron a la creciente
competencia europea diversificándose hacia nuevos productos. En la industria farmacéutica y,
sobre todo, en la industria informática aeronáutica el comportamiento de las empresas
norteamericanas fue mejor.
Por el contrario, en maquinaria eléctrica y electrónica perdieron terreno frente los japoneses. Las
pérdidas mayores se dieron en electrónica de consumo y en la industria de semiconductores. En
los sectores poco intensivos en tecnología muchas de las compañías emprendieron una estrategia
de excesiva diversificación a través de fusiones y adquisiciones de empresas. La reducida
competencia internacional les permitió abandonar posteriormente aquella estrategia sin excesivas
pérdidas y manteniendo su posición de liderazgo internacional. Por último, fue en las industrias
maduras donde la competencia resultó más intensa, tanto de competidores europeos como de
empresas que estaban en sectores relacionados
[3]
En Francia en cambio, se presenta una experiencia muy peculiar, difícilmente clasificables. Por
un lado, se detectan algunas tendencias de convergencia con la gran empresa de otros países
desarrollados, como el aumento de su relevancia la actividad económica, el declive del
capitalismo personal y la pérdida de importancia de las familias en la gestión y propiedad, o el
incremento de la inversión extranjera en Francia y de la inversión francesa en el extranjero. Por
otro lado, la estrategia y estructura de la gran empresa francesa también experimenta las mismas
tendencias que se observan en Estados Unidos. Aun así, en 1970 la diversificación estaba menos
generalizada entre las firmas francesas que entre las norteamericanas o las británicas.
Entre los rasgos distintivos de la experiencia francesa cabe destacar la estrecha relación entre el
Estado y las empresas, que se tradujo en la nacionalización de compañías privadas, la creación
de empresas públicas o bien en la promoción de la fusión entre grandes compañías privadas, en
todos los casos con el objeto de convertirlas en campeones nacionales que hicieran frente al
desafío americano.
Italia y España comparten en este periodo, al menos, dos características, la acusada intervención
del estado en la actividad económica y, en parte muy relacionado con lo anterior, la relevancia
del sector público empresarial.
[4]
La densidad de las relaciones en la industria japonesa, junto con el importante papel del Estado,
permiten calificar al capitalismo japonés como un capitalismo gerencial cooperativo, que al
mismo tiempo permitió y estimuló la competencia entre las diferentes empresas.
El término empresa multinacional (EMN) se acuñó en Estados Unidos en 1960 para definir
aquellas empresas que poseían y controlaban activos productivos en más de un país, y
rápidamente se difundió y popularizó por todo el mundo.
La aparición de las EMN tiene lugar a partir de 1870, por varios factores. La tecnología de la
segunda revolución industrial trajo consigo una mejora de los transportes y comunicaciones, pero
también un notable incremento de la capacidad productiva de las empresas y la necesidad de
mayores competencias y capacidades organizativas en la producción, distribución y dirección.
Los factores de localización desempeñaron un papel de igual o mayor importancia: en particular,
el aumento del tamaño de los mercados nacionales y un notable incremento de la protección
arancelaria en la mayor parte de los países. Para muchos empresarios, la decisión de instalar
fábricas en otros países tuvo como primer objetivo sobrepasar el muro arancelario.
Las razones concretas en cada sector, no obstante, fueron diferentes. En el sector de bienes de
consumo de marca (Unilever, Procter & Gamble, Colgate, Nestlé, Huntley-Palmers, Coca Cola)
una razón adicional del establecimiento de filiales en el extranjero fue el deseo de controlar la
calidad del producto. En sectores como la minería, siderurgia, petróleo o caucho, las empresas
invirtieron en el exterior no para conseguir nuevos mercados, si no para obtener materias primas
que no existían en su país de origen.
En 1914, las estimaciones de inversión extranjera directa señalan a gran Bretaña, el primer país
con un 45% del total seguido por Estados Unidos con un 18% y Francia con 12%. Casi dos
terceras partes de ese capital se invertido en países en vías de desarrollo, especialmente en
América Latina y Asia.
Tras la Primera Guerra Mundial la presencia de las empresas norteamericanas en Europa
comenzó a hacer cada vez más visible. El número de fábricas instaladas en Gran Bretaña por
compañías Americanas pasó de 22 en 1917 a 42 en 1929.
A partir de los años 50 las EMN experimentaron su mayor expansión, tanto por número, por
capital invertido. Más de las tres cuartas partes de las multinacionales norteamericanas y
británicas existentes a mediados de los años 70 comenzaron su expansión internacional a partir
de 1945.
El número de inversiones directas norteamericanas en Gran Bretaña o Alemania, sobre todo
mediante la compra de empresas locales, creció de forma espectacular respecto a los años de
entreguerras.
La abrumadora superioridad económica y tecnológica de Estados Unidos tras la Segunda Guerra
Mundial explica el desembarco masivo de sus empresas en Europa. Sin embargo, a partir del
decenio de 1960 las firmas norteamericanas comenzaron a perder cuotas de mercado en
beneficio de las empresas europeas y japonesas.
[5]
A partir de los años 60 las EMN tendieron a especializar la producción de sus filiales en una
zona geográfica determinada, intentando aprovechar economías de escala en la producción y
distribución, y a desarrollar líneas de productos específicos para esos mercados. Ahí radicó el
éxito de las multinacionales norteamericanas en Europa, luego imitadas por las empresas
europeas.
En líneas generales, en los decenios de 1960 y 1970 las EMN han disminuido su presencia en las
industrias maduras, Siendo ocupado su lugar por empresas autóctonas, pero se mantienen en
sectores jóvenes, con tecnologías idiosincrásicas y complejas.
En este apartado el autor demuestra que el empresario no desapareció del mundo de la gran
empresa, aunque en algunas ocasiones cambiara de apariencia.
[6]
8.3.3. La suerte diversa de las pymes, los distritos industriales y la especialización
flexible.
La figura del empresario continúa siendo central en las pequeñas y medianas empresas. Aunque
la importancia de las pymes barrio según el país, en todo se observa una tendencia descendente
de su número y participación en el empleo y el producto hasta mediados de los años 70. En los
sectores industriales maduros, las pymes continuaron existiendo especializándose en la
fabricación de productos de calidad para nichos de mercado diferenciados o como proveedores
para empresas de mayor tamaño en industrias jóvenes, las pymes fueron el medio habitual de
entrada al sector y tuvieron una participación nada desdeñable En las actividades de I+D y en la
generación de innovaciones.
En algunos sectores y regiones, las pymes se encuentran agrupadas en distritos industriales. En
líneas generales, este modelo de organización Industrial retrocedió durante este periodo ante el
avance de la producción en masa. Una de las acepciones más notables a esa tendencia general es
el caso de Italia y, sobre todo, la de la región de Emilia-Romaña, donde durante los decenios de
1950 y 1960 tuvo lugar un notable desarrollo económico basado en el modelo de distrito
industrial.
8.4.1. Las variantes nacionales de las políticas keynesianas en los países desarrollados.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los estados de Europa occidental pusieron en marcha, de forma
concertada con empresarios y sindicatos, una economía mixta tendente a promover el
crecimiento económico y asegurar el pleno empleo. La política económica, de corte keynesiano,
otorgaba un papel básico al Estado y el sector público a través de las Políticas fiscal, monetaria y
de gasto.
Un rasgo distintivo de la política económica y la intervención del Estado en este periodo fue la
expansión de un sector público empresarial y el uso creciente de mecanismos de planificación
económica.
Las primeras empresas públicas en Europa surgieron de la transformación de antiguos servicios
públicos ofrecidos por el Estado o los municipios (transportes comunicaciones abastecimiento de
aguas etc.) o también de monopolios como por ejemplo el tabaco.
Otro motivo, visible en el decenio de 1930, fue el de combatir los efectos de la depresión y
promover el empleo. Tras la Segunda Guerra Mundial, otra modalidad de creación de empresas
públicas fue la de fue la nacionalización de empresas o sectores productivos de propiedad
privada, especialmente en los transportes y comunicaciones en el sector energético.
Las comparaciones realizadas sobre resultados y eficiencia entre empresas públicasY privadas
son pocas y no demasiado concluyentes salvo para subrayar que más que la propiedad de la
empresa, lo verdaderamente importante es el grado de competencia en los mercados donde
opera.
La productividad y los resultados de la empresa pública variaron según los países. En Francia las
empresas públicas tuviera un papel motor en la innovación tecnológica, la introducción de
nuevos métodos de gestión y administración y la orientación hacia el exterior. Las empresas
públicas británicas también fueron las pioneras en aplicar los sistemas de dirección
norteamericanos. En Italia y España la intervención del Estado en economía fue mucho más
acusada, aunque en el caso español el tamaño del sector público empresarial fue más reducido.
[7]
En ambos países las empresas públicas se articularon alrededor de poderosos Holdings
industriales dirigidos a veces más por criterios políticos que criterios técnicos.
La intervención del Estado en Japón se efectuó sobre todo a través del ministerio de Comercio
internacional e industria (MITI) quien regulaba los cambios de moneda la importación, la
importación de tecnología, la concesión de ayudas fiscales y que dices de las empresas, la
protección del mercado interno y otra serie de medidas destinadas a proteger o favorecer una
industria.
En Estados Unidos, donde el peso del Estado era menor, el ámbito de actuación estatal más
importante fue la política industrial y la regulación de los mercados..
En lo que respecta la regulación de los mercados, esta se extendió en los años 60 y 70 no solo
para combatir el poder de monopolio, sino también con otros objetivos como el control de
beneficios excesivos la necesidad de corregir las externalidades de algunas industrias off, ofrecer
más información a los consumidores, eliminar a la competencia excesiva o aliviar en el escasez
de determinados bienes.
Durante la Segunda Guerra Mundial América Latina se vio muy afectada por la falta de bienes
de equipo europeos y norteamericanos, de modo que la industria metalmecánica se desarrolló
copiando las máquinas instaladas de antes de la guerra. Fue de esta manera como se inició la
sustitución de importaciones, que pasó a ser apoyada por gobiernos de corte populista, y
ampararse dentro de grupos empresariales.
La organización empresarial más extendida los países de América Latina en este periodo es el
llamado grupo económico.
Los grupos económicos son grupos formados por empresas jurídicamente independientes, que
operan en diversos sectores industriales, pero que están bajo el control empresarial y financiero
de un grupo de familias, relacionadas entre sí por lazos de confianza. Las empresas de estos
grupos tienen un gran poder de mercado. Los más importantes incluso poseen un banco que le
sirve como intermediario financiero. La estrategia de crecimiento de estos grupos económicos se
basó en la integración vertical y la diversificación (relacionada y no relacionada), lo que les
permitió reducir los elevados costes de transacción existentes en mercados donde el riesgo y la
incertidumbre eran muy altos.
El objetivo de estos grupos era satisfacer la demanda interna, aunque ésta no fuera lo
suficientemente elevada como para obtener economías de escala. Por último dispusieron de un
acceso privilegiado a los gobiernos respectivos, factor que también les concedió notables
ventajas respecto al resto de posibles competidores.
En todos los países existe una estrecha alianza entre los grupos económicos y el Estado: en los
países más pequeños la influencia de los primeros sobre el segundo era determinante; en países
más grandes, por ejemplo Brasil la autonomía del poder político fue mucho mayor. En todo caso,
la política industrializadora de los países de América Latina y la estrategia de los grupos
económicos fueron de la mano.
Lamentablemente los resultados de esta política de sustitución de importaciones no fueron
buenos. La responsabilidad de este fracaso y los costos sociales que implicó tendió a recaer, a
ojo de la opinión pública, sobre los grupos económicos, a quienes se hacía responsables del
conjunto de la política económica
[8]
No obstante, pasado lo peor de la crisis de los 70 y 80, los grupos económicos han reanudado su
estrategia de crecimiento a partir de los años 90, en un entorno de mayor competencia interna y
de mayor orientación hacia el mercado internacional.
Algunos autores sostienen que no se puede aplicar el concepto de empresa a este tipo de
economías porque: 1) la propiedad de todos los medios de producido está en manos de un solo
agente, el estado. 2) los mecanismos De mercado han sido reemplazados por la planificación del
gobierno. Sin embargo también es cierto que en estos países la actividad económica se organizó
a través de unidades especializadas que, con todos los matices que se quieran, podríamos definir
como empresas, y que existió algún tipo de coordinación a través de los sistemas de precios.
Tras la revolución de 1917 las empresas rusas fueron nacionalizadas y agrupadas en trusts Que, a
finales de los años 20, controlaban más del 90% de la producción industrial.
Los nuevos gobernantes optaron por la gran empresa como la alternativa preferida para organizar
los negocios debido a su fascinación por las tecnologías de producción en masa.
La férrea dictadura de Stalin cercenó la escasa autonomía operativa de las empresas. Privadas del
control de la distribución, y dependientes del Estado para financiar su capital fijo, a partir de
1929 también lo fueron para fijar la producción los precios y salarios y la identidad de sus
proveedores y clientes la puesta en marcha de los planes quinquenales el Sustituyó el beneficio
como adjetivo de las empresas, por el del cumplimiento estricto de los planes de producción
previamente determinados.
La supresión del sistema de precios y la subordinación a los objetivos del plan introdujo un alto
grado de despilfarro los recursos: si los objetivos de fabricación de chapa se fijaban en toneladas
entonces lo más sencillo era fabricar piezas del grosor más elevado con independencia de los
costes si los servicios de transporte ferroviario se expresan en toneladas métricas por kilómetro
cuadrado entonces lo mejor es atrasar recorridos innecesariamente largos y desatender el
transporte de pasajeros.
A pesar del despilfarro existente en el empleo de los factores productivos, el crecimiento
económico fue considerable en los decenios de 1930 y 1940. Pero fue un crecimiento extensivo,
basado en un incremento de los factores y la escala de producción. Las tasas de crecimiento de la
productividad estuvieron siempre muy por debajo de las del crecimiento del producto nacional
las tasas de crecimiento del producto por unidad de capital fueron negativas salvo en los
decenios de 1930 y 1940.
La prioridad de los recursos productivos se dirigió a la industria, en particular a la industria
pesada. El capital provino básicamente de la agricultura.
En cuanto al trabajo, la disciplina del patrono fue reemplazada por la disciplina del Estado: desde
1932 los directores de las fábricas podían despedir libremente los trabajadores que faltase en un
solo día de al trabajo de forma injustificada lo que suponía también la retirada de la cartilla de
racionamiento y el desahucio de la vivienda.
Las consecuencias de estas medidas fueron un aumento espectacular de la tasa de convictos en el
país y una disminución continuada de la productividad.
Por otro lado la tecnología y la producción en masa se veían como instrumentos de progreso y
bienestar para la población. La visión un tanto utópica de Lenin y Trotsky fue transformada por
completo por Stalin. La tecnología se puso al servicio, no de la sociedad, sino de la
consolidación del Estado soviético.
[9]
Las reformas introducidas a la muerte de Stalin persiguieron otorgaron una mayor autonomía
operativa las empresas y restablecer, parcialmente, el sistema de precios para los intercambios
intra e inter industriales. Sin embargo en líneas generales estas medidas fracasaron por la
resistencia de dos de los grupos privilegiados de esos regímenes: los miembros de la parato del
Partido Comunista y la burocracia económica, los directivos de las empresas.
A pesar del crecimiento del tamaño de las empresas y de su capital, y de la generalización del
directivo profesional en las tareas de dirección baja media y alta, propiedad dirección
continuaron siendo dos facetas muy unidas, ya que, 1) los antiguos propietarios o sus herederos
no siempre abandonaron las tareas directivas, y 2) los nuevos directivos, aunque no tuvieran
originalmente ninguna relación con el accionariado de la empresa, vieron como un porcentaje
cada vez más elevado de sus retribuciones se pagaba mediante una participación en la misma.
Por ejemplo en Estados Unidos en 1970, el 45% de los consejeros delegados (chief executive) de
las mayores empresas norteamericanas eran hijos de presidentes, consejeros fundadores de
empresas.
Al igual que en Estados Unidos, la mayor parte de los empresarios y altos directivos de las
grandes empresas europeas procedían de familias ya relacionadas con el mundo de los negocios
en su calidad de empresarios, directivos y profesionales muy cualificados.
La imagen de profesión agresiva y arriesgada que se tendió a dar del ejecutivo, especialmente en
el mundo anglosajón, debe ser matizada, al menos hasta los años 70 ya que se generó una
“tecnoestructura” que impuso un estilo de dirección en las grandes empresas que tendió a reducir
los riesgos y a maximizar la seguridad / estabilidad de sus empleos.
[10]
Además, el fichaje de directivos externos tendió a predominar sobre el reclutamiento directivos
formados en la empresa. La imagen del alto directivo profesional era la de un individuo no
especialmente familiarizado con un sector en particular, que podría dirigir cualquier tipo de
empresa mediante la aplicación de controles financieros, una adecuada planificación de la cartera
de inversiones y una estrategia dirigida por el mercado, conceptos que se convirtieron en la
ortodoxia del pensamiento directivo en ese periodo.
En Gran Bretaña a diferencia de Estados Unidos persistió una notable preferencia por la
educación práctica más que por la formal. El carácter y la capacidad de liderazgo eran atributos
más valorados que la competencia técnica. La escasa formación de los directivos británicos hizo
que permanecieran apegados a la intuición y el empirismo en cuestiones tales como la
planificación del ciclo del producto, la introducción de nuevos modelos, o las técnicas de
marketing, y que no fueran capaces de poner en práctica el control estadístico de calidad de
fabricación..
En Alemania, la facultad de ciencias, ingeniería y una institución equivalente a la escuela de
negocios norteamericana, las facultades de business economics, formaron a la mayor parte de
empresarios y directivos en este periodo.
En Francia en cambio los directivos eran los más calificados de toda Europa. El 90% de los
directivos franceses eran titulados universitarios, la gran mayoría en ciencia ingeniería.
En Italia, por el contrario, no hubo un gran avance de las escuelas de negocios dentro del sistema
universitario. En España, una tercera parte de los empresarios de la industria principios de los
años 60 tenía estudios universitarios, siendo los de ingeniería los más abundantes.
Un caso similar o incluso superior al de sus colegas franceses se encuentra entre los empresarios
directivos de Japón. Tras la Segunda Guerra Mundial y hasta finales de los años 50, los
japoneses trasplantaron los sistemas de formación norteamericanos, especialmente las escuelas
de negocios, a su país. No obstante, la formación universitaria fue solo un pre requisito para
acceder al empleo en las mejores empresas. La formación interna, efectuada por las propias
empresas, continuó desempeñando un papel muy importante.
8.6.1. Del trabajador autómata al trabajo humanizado. La difusión del modelo de relaciones
humanas.
[11]
Los sistemas basados en las relaciones humanas tuviera una rápida difusión en Estados Unidos.
Su difusión se intensificó durante el decenio de 1950, en una coyuntura que seguía siendo de
gran conflictividad laboral..
En Gran Bretaña la difusión de la organización científica del trabajo tiene lugar prácticamente al
mismo tiempo que la introducción del modelo de relaciones humanas, en la posguerra. Sin
embargo, fue el modelo de relaciones humanas el que verdadera mente triunfó en la economía
británica, ha cogido de forma entusiasta por los empresarios, los sindicatos, el Estado y las
corrientes intelectuales dominantes en el país.
En Alemania ni los empresarios, ni los sindicatos, ni el Estado Realizaron intento alguno de
introducir el modelo de relaciones humanas, permaneciendo, por el contrario, apegados a los
métodos de la organización científica. Por otro lado, se reforzó la colaboración entre los
trabajadores y la dirección de las empresas a través de los comités de empresa y la
representación de los trabajadores en los consejos de administración. Ello se tradujo en una muy
baja conflictividad laboral durante los decenios de 1940 y 1950.
A lo largo de este periodo tuvo lugar en los países desarrollados un aumento de la filiación
sindical, en cifras absolutas y porcentajes, y por lo tanto del poder de los sindicatos, la extensión
del mecanismo de negociación colectiva para fijar salarios y condiciones de trabajo a nivel
sectorial, y la generalización de un sistema de seguridad social. También aumentaron de forma
significativa los salarios reales y su participación en la renta nacional, más en Europa continental
y Japón en los Estados Unidos o en Inglaterra.
Fuera de estas tendencias generales, la organización del trabajo y las relaciones laborales
muéstrame unas características muy diversas, dependiendo de los países y de los sectores de
actividad.
En Estados Unidos hay dos fenómenos destacables: 1) el avance de la producción en serie y sus
repercusiones sobre la organización y el control del proceso de trabajo y 2) la generalización de
un modelo de relaciones laborales basado en la negociación colectiva entre sindicatos y
empresarios.
En Inglaterra los trabajadores continuaron controlando el proceso de producción de la mayor
parte de la industria británica. A diferencia de lo que sucedió en Estados Unidos, los encargados
de planta estuvieron alineados con los trabajadores, no con la dirección.
En Francia, fueron los empresarios y, sobre todo, el gobierno los que montaron el nuevo sistema
de relaciones laborales, teniendo los sindicatos un papel bastante secundario.
Italia es otro país donde gobierno y empresas fijan las nuevas condiciones laborales a la cavar la
Segunda Guerra Mundial, y donde se extienden los métodos foristas y la gran empresa a costa de
la producción artesanal y los trabajadores cualificados.
En Alemania se puso en marcha un sistema de colaboración entre trabajadores y directivos de las
empresas a través de la creación de consejos de trabajo, la representación de los trabajadores en
los consejos de administración y su participación en los beneficios de las empresas.
En Japón tanto la organización del trabajo como la relaciones laborales eran sustancialmente
diferentes de lo que sucedía en occidente: se mantuvo el sistema de grupos de trabajo, que
requerían un trabajador polivalente, capaz de operar más de una máquina, no especializado en
una sola; la formación se realizaba dentro de la empresa; la retribución no Se fijaba por puesto y
función, si no por antigüedad, y el empleo era de por vida.
[12]