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Categoría: Especiales
Publicado: 05 Marzo 2012

En El Salvador el 9,4 por ciento de la población es de la tercera edad, se prevé


que para el 2050 sea el 24 por ciento.
Por Gloria Morán
SAN SALVADOR – A las siete de la noche don Oscar López está sentado a
las puertas de un almacén del centro de San Salvador y no precisamente
esperando el bus que lo llevará a su casa, sino aguardando al cierre de los
demás almacenes para ir y tomar un pedacito de la acera que hace casi doce
años se ha convertido en su dormitorio.
La quinta avenida norte del centro de San Salvador es su hogar desde el 2000.
A veces lo comparte con más de 30 personas, muchas de ellas de la tercera
edad, al igual que él.
Don Óscar tiene 67 años, es de piel trigueña, cabello liso y cano, en sus
manos tiene claras muestras de la artritis que padece, pero su ojos color miel
delatan la tristeza que soporta, el cansancio de vivir en la calles y de andar
recorriéndolas para recoger latas, plásticos y papel para poder venderlo.
Dice que lo más que ha ganado en un día son cinco dólares.
El Salvador es un país con mucha gente excluida, pero existe además una
marea de personas mayores invisibles, sin atención alguna más allá de la que
pueden conseguir en algunas instituciones benéficas que no son suficientes.
Muchos viven en la calle, duermen bajo soportales, buscan sustento
recogiendo basura. Su avanzada edad, su salud, tanto física como mental, su
posibilidad de acabar sus días de forma digan, son cuestiones que pasan
desapercibidas en un país siempre demasiado pendiente de otros problemas
sumamente magnificados como para ocuparse de la gente que peor lo pasa.
Personas de más de 70 años de edad tienen que trabajar a diario en el sector
informal porque esta sociedad, tan inmersa en el mito del desarrollismo, no ha
no ha sido capaz, por tener otras prioridades, de articular un sistema de
protección para ellos.
Otros muchos tienen además que cuidar de sus nietos, hijos de migrantes que
con suerte han llegado a su destino y envían cada mes una remesa que mitiga
la situación, aunque les condena a la dependencia. Otros cuidan nietos cuyos
padres se fueron y nunca volvieron a dar señales de vida.
Don Oscar está en otra situación; asegura que tiene dos hijas pero no sabe

cuántos nietos, y dice que prefiere


“no molestarlas, ¿para qué? Sus esposos son delicados. Mejor me quedo en la
calle y hago lo que quiero, bueno no todo”, dice sonriendo como quien cae en
la cuenta.
Él dice que prefiere andar sin “un alero porque lo que logra uno es que lo
metan en problemas”. Lo único que lo acompaña es una bolsa de yute y una
maleta en la que anda ropa “porque trato de andar limpio en lo que puedo”,
dice y sonríe. Además dice que dentro de la maleta anda unos libros que le
ayudan a pasar el rato.
En otra esquina de San Salvador, con un vestido negro y flores blancas,
delantal amarrado a su cintura, con un color de piel que la delata como amiga
del sol, está doña Ada Rivera, de pie con su venta en las manos.
A sus 75 años, los pies se le cansan rápidamente, por eso recuesta su cuerpo
de 1,57 metros de estatura a una pared -y no se sabe si ella detiene a la pared
o la pared la detiene a ella-. Se ha adueñado de un pedacito de acera en el
Parque Infantil de San Salvador.
A diferencia de don Oscar, ella no espera a que desocupen algún lugar para
dormir, sino que espera por clientes quienes puedan comprarle cortaúñas,
hisopos, lupas o sacabocados.
Su mirada está cubierta por una cortina de humo que opaca el negro de sus
ojos pero no la tristeza que delata que no le ha ido bien en el día, mucho
menos en la semana y según parece ni en la vida. Ha trabajado en las ventas
ambulantes desde los siete años. Nunca estudió. A sumar y a restar
aprendió vendiendo.
Doña Ada sí sabe muy bien cuántos nietos tiene. Son tres y están a su cargo.
Debe darles de comer, pagar su educación y vestirlos; no tiene a nadie quien
la apoye, la madre de los niños los abandonó.
Doña Ada es parte del 9,4 por ciento de personas de la tercera edad que
conforman la población salvadoreña, según el censo elaborado en 2007 por la
Dirección General de Estadísticas y Censos (Digestyc).
El investigador Víctor Tablas, de la Fundación Dr. Guillermo Manuel Ungo
(Fundaungo) asegura, en su libro “La población adulta en El Salvador”, que la
cifra ha aumentado y se prevé que para el año 2050 las personas mayores de
60 años representen el 24 por ciento de la población salvadoreña.
Sin embargo, don Oscar ni siquiera forma parte de las estadísticas brindadas
por el censo, pues solo son tomados en cuenta aquellos individuos que tienen
un hogar donde vivir,

Como don Oscar hay cientos en las


calles de El Salvador, algunos tienen la suerte de dormir en hospedajes para
indigentes, como el que está próximo a la iglesia católica Don Rúa; otros
tienen la dicha de comer uno o dos tiempos en lugares donde preparan
alimentos especialmente para ellos.
A niveles municipales
Víctor Tablas presenta en su investigación una serie de datos estadísticos que
revelan el porcentaje de la población adulta mayor de cada municipio de El
Salvador.
El documento desvela que es San Luis del Carmen, en Chalatenango, el
municipio con más adultos mayores. El índice de envejecimiento es la relación
entre la cantidad de adultos mayores y la cantidad de niños y jóvenes que hay
en una población.
El estudio también expone que Tacuba, en Ahuachapán, es el municipio donde
hay menos población de ancianos.
En San Luis del Carmen hay 1.173 habitantes y el 19 por ciento de ellos son
personas que ya superaron los 60 años; los datos señalan que el índice de
envejecimiento en dicho lugar es del 64,5 por ciento. Frente al municipio de
Tacuba que con 29.858 habitantes tiene el 5 por ciento de población adulta
mayor y un índice de envejecimiento de 15,2 por ciento.
Entre los 10 primeros municipios con mayor índice de envejecimiento se
ubican San Francisco Lempa, Azacualpa y Potonico, también en
Chalatenango; Antiguo Cuscatlán, de la Libertad: El Sauce y Bolívar en La
Unión; San Antonio Pajonal, en Santa Ana y El Rosario, en Morazán.
Limitantes de la población adulta mayor
La investigación señala que los principales problemas que encuentra este
sector de la población están relacionados con escolaridad, empleo, acceso a
vivienda y servicios básicos, entre otros.
EL documento indica que los desafíos deben ser asumidos por el gobierno
central y locales.
Otras necesidades que presentan los adultos mayores, según Jennifer
Soundy,

representante de la Secretaría de
Inclusión Social, es la falta de familiares o redes sociales de apoyo.
"La mayoría de mujeres al final pueden tener más espacio en un hogar, los
hombres no. Este tema muchas veces puede llevar a que sean víctimas de
accidentes de tránsito", comentó.
Una de las desventajas para las mujeres que pasan de los 60 años es el
acceso al empleo, problema que los hombres no tienen en sectores como la
agricultura.
Soundy señaló que como SIS están trabajando para incluir en las estadísticas
a los ancianos en situación de calle. Uno de los programas que está
implementando la Secretaría es Segunda Feria del Mayor 2012, denominada
“Dr. Héctor Silva”, en la ciudad de San Miguel.
Según la SIS “las personas adultas mayores no sólo exponen y comercializan
productos variados, sino que también pueden gozar de un momento de
esparcimiento y de acercamiento a la cultura; ya que se han preparado -
especialmente para ellas- presentaciones musicales y bailables; exposiciones
fotográficas, deportivas y culturales; servicios de peluquería y de masajes
relajantes y quiroprácticos.”
En las ferias los adultos mayores venden artesanías en barro, tela, tuza, tule,
cerámica y otros materiales. Además de los muebles de mimbre de
Nahuizalco.
Elena Zúñiga, representante del Fondo Mundial de Población de las Naciones
Unidas (UNFPA), indicó que hay 117 municipios donde las personas de este
sector de la población se encuentran en una situación precaria, es decir que
gozan de pocos beneficios.
Estas municipalidades están ubicadas en su mayoría en Ahuachapán, La
Libertad, Sonsonate y San Salvador. Zúñiga recaló la necesidad que existe en
el país de incluir en los censos poblacionales a los adultos mayores que se
encuentran en situación de calle.
La representante de UNFPA señaló que los gobiernos y la sociedad en
general deben poner atención a los procesos demográficos por los que están
pasando y uno de los fenómenos del siglo XXI es el envejecimiento de la
población.
“Un fenómeno demográfico como el antes descrito, en su versión presente y
futura, impone nuevos desafíos en el diseño de políticas, pues nuevas y más
pesadas pensiones recaerán sobre los sistemas de atención social, salud y
pensiones”, señala Tablas en su investigación.
Para don Oscar, quien dice haber trabajado en una institución de gobierno
durante diez años y en una privada cinco, ve la necesidad de tener una ley que
lo ampare en este momento en el que la calle es su único refugio.
Doña Ada y don Oscar coinciden en que ser anciano en El Salvador significa,
cuando no se tiene una familia y un Estado que vele por ellos, andar de calle
en calle unos viendo dormir y comer; otros rebuscándose para poder vender
los artículos que promocionan.
“Nosotros como viejitos hasta nos pasan llevando en la calle, no nos respetan,
acá donde yo vendo a veces me pasan pegando con las carteras o lo que
llevan, como si yo no existiera. Ser anciano en el país es buscar que le pierdan
el respeto”, recalcó doña Ada.

http://www.archivoscp.net/2008-2012/index.php/politica/98-news/especiales/8132-noticias-de-
el-salvador-contrapunto

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