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“Saqué puros veintes, mi deber como serrano”

“Yo saqué puros veintes porque ese era el deber de un serrano”, así afirmó el
notable profesor de las letras en prosa lírica, mostrando una vez más el perfil
andino aunque se sabe que aquel representante del indigenismo no se sentía por
completo un genuino indígena.

En profunda alegría cubierta de tristeza y con los ojos casi empapados de


emoción, escribo este ensayo que más que ensayo un homenaje en la memoria
del noble amauta José María Arguedas.

De pronto por un sentido mío logro apreciar en medio del silencio magistral, las
notas de “Agonía”, las notas brotadas en el espacio vacío del silencio inmenso que
embarga de tristeza al tener que redactar al maestro sin par,

Solloza corazón, échate a derramar y humedécete ante el mencionado hombre,


libere maestro Máximo Damián, libere “Guardián de la música serrana” allá en el
cielo esas notas de “Coca Kintucha” para su amigo entrañable para que disfrute y
baile nuestra música peruana, nuestra música serrana.

El literato dio el primer encuentro con su destinada tierra Andahuaylas y los


danzantes de tijeras ya lo esperaban, también lo esperaba una infancia no muy
cobijante, sin el cariño de una madre a cambio del desprecio de una madrastra, a
cambio de varios “no vales ni lo comes”, que se las dedicaba su hermanastro
indeseable hacia el pequeño Arguedas, pero así comienza la historia de uno de
los mejores escritores del Perú.

A pesar de la irreparable actitud de la familia no biológica de José, él encontraba


el afecto perdido y el cuidado en el humilde refugio de los campesinos,
servidumbre de aquella hacienda, y es así que el sentimiento abstracto del amor
se compartía y se inclinaba en el desafortunado niño, repetitivas fueron las
agresiones que enfrentaba el fiel admirador de Víctor Hugo, que un día decide
escapar no del refugio entrañable de los indígenas, sino de la actitud déspota de
su brutal hermanastro y madrastra.

El mal trato y el cariño de los indios fueron característicos en su formación, el


Quechua, el idioma de la ternura ya era parte de él.

José María Arguedas descubrió que era propenso a cierto malestar depresivo
relativamente a su infancia, un malestar que en tiempos futuros equivalentes lo
acompañaría hasta la muerte.
El mayor consuelo que tiernamente pudo el ilustre recordar, es el de su padre en
aquellas noches frías con el cielo estrellado, con la felicidad quebrada, con la
mirada postrada, tuvo que ser muy fuerte a pesar de desear la muerte en los
años de su niñez.

Cuando decide escapar, José María resuelve su vida los siguientes años con un
familiar, esta vez el destacado autor recibe nuevas muestras de cariño por parte
de su tío y los chacareros que al igual que a él reciben un trato familiar.

En aquella época, el huésped del tío no asiste al colegio, “fueron los dos años
más felices”, así lo relata nuestro buen amigo; en ese par de años aprendió el
gusto por la música, su huayno, su inseparable huayno y los hermosos cantares
que el mismo las aprendía y las pronunciaba, poco a poco entre hierbas incaicas,
entre el canto andino que abraza cálidamente el espíritu ferviente que se postra
ante melodías de gloria.

Todo esto lo va moldeando hasta que el distinguido abogado, su padre, lo recoge


para emprender, según Arguedas, el viaje más largo; de Cusco hasta Abancay
intersectados en el traslado por un hurto. El indigenista con raíces culturales llega
y estudia el último año de primaria, luego regresa donde su tío por las vacaciones,
aquí suceden dos hechos resaltantes, el estudiantes sufre la pérdida del dedo
meñique, pero este mal concretó con una pequeña amputación a cambio de
perder la mano y no fue un medico quien lo salvara de la posible desdicha, los
autores de su recuperación fueron los sabios indios, los que aplicaron la utilidad
de las propiedades curativas de sus hierbas, gracias a ellos Arguedas no pierde la
mano. Y en medio del inconveniente mencionado, el redactor de la obra “Rios
profundos” empieza a valorar las inspiradas letras de victor hugo, en la biblioteca
de su tio, lugar del amiente cobijante.

Continuamente se alterna a Ica, internándose por un par de años, es en este lapso


de meses donde se encuentra cara a cara con el nuevo mundo, uno de los
primeros encuentros donde se avista la realidad que se vivía cuando un indio
tendría que enfrentar la destinada e inevitable discriminación; tener que lidiar con
un serrano era imposible para la actitud costeña, Arguedas a pesar de tener la tez
mucho más clara que las de sus compañeros era lógicamente identificado como
tal, como un indio recién bajado de la puna, triste era la situación para los que
venían desde lo más elevado del Perú.

Arguedas entonces no fue bienvenido, pero en estas condiciones tenía que


estudiar y frente a un mensaje negativo expresado por un maestro del colegio,
demostró ser el mejor alumno con calificaciones excelentes, “porque era mi deber
como serrano sacar veintes, yo batí el record de veintes de la historia de aquel
colegio”, así lo refiere el maestro peruano; en esas fechas también experimentó
las voluntades del amor platónico, se enamoró de una chiquillas de su colegio, no
sabía cómo confesar su afecto mas que solo escribir algunas cartas, todas
inspiradas en ella, el joven estudiante muy enamorado al fin entregó su mensaje
pero terriblemente quedo una negativa muy cruel de su deseada amada.

Arguedas experimenta y vive en distintos pueblos estudiando, dándose cuenta


que el Perú estaba dividido en sus mismas entrañas, el sigue constantemente
cargando la depresión que lo ahorca, en alguna oportunidad pensando que iba a
morir de TBC.

“Levántate ponte de pie recibe ese ojo sin límites, tiembla con su luz, sacúdete
como los árboles de la gran selva, empieza a gritar, formen una sola sombra de mi
pueblo, todos juntos tiembla con la luz que llega” palabras hechas poesía del
literato indígena que expresa con afán de justicia contra el maltrato a los indios.

¿Qué hace una llama en la capital?, frases de burla encomendadas a los


pobladores de la serranía que llegaban desde sus tierras queridas para progresar,
frente a esto el notable Arguedas se manifiesta en sus obras, sabía que los indios
eran muy reconocidos, sabía que sus compatriotas no eran lidiados ni como
compatriotas, verdaderamente José María Arguedas Altamirano realizó un buen
trabajo pero la carga depresiva que con los años se volvía más pesada lo mató.

Hoy podemos recordarlo con mucho orgullo, el Perú ha progresado a diferencia de


aquellos años, pero no podemos afirmar que se ha eliminado la discriminación,
nuestra patria multicultural necesita unirse, como una verdadera y elegante
nación, tenemos muchos recursos y muchas desventajas. ¡Abracémonos
peruanos, hay una situación oscilante en nuestra nación!

Y al compás de ese huaynito de Don Máximo Damián, con las prosas de


Arguedas, y el canto de su tierra natal, saludo desde la tierra al maestro sin par.

Autor: Jhon Leyva López

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