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PUBLICADO: 2014-11-30
El gran Octavio Paz, sostenía que la diferencia entre las colonias hispanas
y sajonas fue radical: “Nueva España conoció muchos horrores, pero por
lo menos ignoro el más grave de todos: negarle un sitio, así fuere el último
en la escala social, a los hombres que la componían. Había clases, castas,
esclavos, pero no había parias, gente sin condición social determinada o
sin estado jurídico, moral o religioso”.
Cultura de la corrupción
Escribe Antonio Zapata
Así, la era colonial nos dejó dos grandes males éticos que
lamentablemente perduran hasta hoy. Estos son la transgresión de las
normas y el aprovechamiento de los cargos públicos para fines
privados. Estas costumbres son propias de las situaciones coloniales y
se han presentado en diversos países, sucede que entre nosotros no
hemos logrado sacudirnos de ellas, porque la república criolla se
fundó en ellas.
Otro tema capital son los funcionarios públicos mismos. Ellos están
sometidos a un régimen que propende a la corrupción, puesto que los
cargos de dirección muy frecuentemente son ocupados por personal
de confianza, que ingresa a los altos puestos en base a relaciones
personales o políticas con quien conduce el sector. Así, los altos
cargos del Estado son muy bien pagados, a diferencia de los demás
puestos de funcionarios medios y de base, y sobretodo son altamente
rotatorios. Los que toman decisiones en los ministerios se quedan
poco tiempo y no aspiran a una carrera pública, sino que saben de su
brevedad y con cierta facilidad esta condición los lleva a la
corrupción. Así, el establecimiento de una carrera pública y de la
noción del servicio al Estado y no al gobierno parecen indispensables
para encarar la elevada corrupción nacional.