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Universidad El Bosque – Programa de Filosofía

Filosofía de la física - Carlos Mario Moreno

La metafísica como plataforma explicativa de la física en Descartes

Introducción

Con el desarrollo de la teoría cuántica en los últimos años, la física ha venido planteando
grandes preguntas acerca de la realidad. La mecánica cuántica ha hecho que los científicos duden
respecto a los temas que antes se creían zanjados con certeza. ¿Qué es aquello de lo que está
compuesta la materia? ¿Qué es materia? ¿Qué es realidad y cuál es su composición? Son algunas
preguntas que han venido tomando gran fuerza, e inquietando a muchos pensadores e
interesados en la ciencia, desde inicios del siglo XX. Aún hoy siguen teniendo la misma vigencia.
Por este motivo, enhorabuena es preciso traer a colación al filósofo de la Modernidad, René
Descartes (1596-1650), reconocido como el padre de la duda al poner en interrogantes todas
aquellas cosas que para nosotros parecen estar dadas por seguras y confiables, como las
matemáticas. Debido al panorama actual de las ciencias física, es preciso conocer qué tiene que
decir Descartes respecto al debate acerca de la naturaleza de la realidad física.

El proyecto de investigación cartesiano.

El proyecto cartesiano inicial consistía en establecer unos fundamentos tan firmes en la


ciencia de los cuales nadie pudiera dudar nunca, para que todo lo que se deduzca de esos
fundamentos o principios sean aceptados de manera general por todos los seres racionales. Por
lo tanto, “[…] la obtención de unos fundamentos últimos será sinónimo de superar los argumentos
escépticos, es decir, adquirir un conocimiento cierto y seguro…”. (García, 98).

No obstante, aunque Descartes tiene como propósito fundamentar todo conocimiento de


la naturaleza en unos principios generales que permitirán deducir de ahí las causas de todo lo
que existe en el mundo, él luego abandona este proyecto inicial (Arango. 1993, 177):
[…]Pero el orden que he llevado en esto ha sido el siguiente: primero he procurado hallar,
en general, los principios o primeras causas de todo lo que en el mundo es o puede ser,
sin considerar para este efecto nada más que Dios sólo, que lo ha creado, ni sacarlas de
otro origen, sino de ciertas semillas de verdades, que están naturalmente en nuestras
almas[…] Pero debo asimismo confesar que es tan amplia y tan vasta la potencia de la
naturaleza, y que no observo casi ningún efecto particular sin en seguida conocer qué
puede derivarse de ellos en varias diferentes maneras, y mi mayor dificultad es, por lo
común, encontrar por cuál de esas maneras depende de aquellos principios… (Descartes.
2011, 143-144).
Descartes modifica el proyecto analítico que inicialmente se proponía en Reglas para la dirección
del espíritu que pretendía abarcar todo el conocimiento bajo una racionalidad analítica de un
único método, para trazarse la tarea menos extensa de justificar y fundamentar ontológicamente
el conocimiento del mundo natural. Ahora, en su nuevo proyecto, la metafísica le va a servir como
una plataforma explicativa de las condiciones que hacen posible la experiencia con el mundo
natural y de la posibilidad de un conocimiento verdadero acerca de ellas. En otras palabras,
Esta precisión nos permite desde un principio no creer ingenuamente que a partir de los
principios tan generales de la metafísica vamos a investigar y a comprender algún
fenómeno en sus detalles.
Ante la generalidad de estos principios y ante la complejidad de un efecto particular,
Descartes no encuentra otra vía que la experimentación e incluso, curiosamente, llega a
invertir el orden propuesto inicialmente y a sostener que se trata entonces “de conocer
las causas por los efectos, sirviéndonos con este fin de múltiples experiencias
particulares”. (Arango. 1993, 181).
Es así, que el verdadero proyecto cartesiano no trata de deslegitimar la experiencia sensorial.
Tampoco es desautorizar la investigación científica, sino darle un fundamento certero a los datos
que nos arroja el mundo natural por medio de la experimentación, a través de la metafísica.

En su libro, La filosofía de la ciencia de Descartes, Desmond M. Clarke cree que, para


Descartes, la física es deducible de la metafísica, que a partir de la metafísica se puede deducir
lógicamente la física y en su libro propone “reexaminar hasta qué punto las suposiciones básicas
de la física cartesiana son derivadas por Descartes a partir de bases metafísicas y también aclarar
el sentido en el que Descartes afirma haberlas justificado de este modo”. (Clarke, 89). Desmond
M. Clarke confunde el propósito de la metafísica en la física cartesiana ya que la metafísica a
Descartes le sirve para dar un contexto de justificación a sus investigaciones y postulados físicos.
La metafísica le sirve como un orden para explicar sus hipótesis, para probarlas y fundarlas
ontológicamente. Es en ese sentido que se debe entender la palabra “deducir” en el Discurso del
Método (2011) y en Los principios de la filosofía (1995), como Clarke mismo reconoce que
“deducir” es un término de difícil interpretación en estas dos obras de René Descartes. (Clarke,
90).

Por ejemplo, la teoría del ímpetu, que habían elaborado los escolásticos en la Edad Media
para explicar el movimiento de los cuerpos en la física aristotélica, indicaba que el movimiento
natural de los cuerpos es el que los devuelve a sus lugares de origen y que el movimiento violento
es el impulsado por un objeto a otro. Lo implícito en esta teoría escolástica era la creencia que
un cuerpo se resiste al cambio de estado de reposo, ya que, al agotarse el ímpetu generado por
el otro cuerpo, la condición original del cuerpo que estaba en movimiento retorna. (Slowik, 2017).
Pero no podemos mostrar físicamente que esta resistencia en los cuerpos como algo intrínseco
en ellos. De tal manera que Descartes ve a esta teoría como problemática porque no hay un
fundamento físico para sostener la creencia de que los cuerpos se resisten al cambio de estado
de reposo, así que Descartes resuelve esa dificultad de la persistencia del movimiento con un
principio metafísico. Pasa a postular que el reposo es también un movimiento (Descartes. 1995,
88-89) y que toda la realidad material se debe entender en términos del movimiento que Dios
impartió en la materia al crearla (Descartes. 1995, 96).

Clarke indica que algunos filósofos y autores recientes entienden a Descartes como si
dedujera de la metafísica las leyes básicas de la física (Clarke, 90). Algunos son A. Kenny, E.
McMullin y E. J. Aiton. No obstante, Iván Darío Arango y Bernard Williams se acercan más a la
posición que yo defiendo:

“hay lugar para la sugerencia (no puedo ir más allá) de que Descartes no contempló sus
leyes básicas de la naturaleza, o todas ellas, ni como intrínsecamente auto-evidentes, ni
tampoco como derivables mediante un razonamiento completamente lógico de premisas
metafísicas auto-evidentes” (Williams, 268).

Por lo cual, voy a mostrar como Descartes usa la metafísica en Los principios de la filosofía
como una plataforma explicativa en donde cimenta el conocimiento del mundo físico. Es decir,
que la metafísica es condición de posibilidad para que se pueda dar por inconcuso el conocimiento
que tenemos del mundo natural, y no solo eso, sino que también para entenderlo. Además,
intentaré señalar que la expresión “deducir” en esta misma obra de Descartes es usada en el
sentido de “exponer” “demostrar” y no en el sentido estrictamente lógico como lo quiere
interpretar Clarke. Aunque no quiero ser concluyente en este segundo aspecto de este ensayo,
puesto que no cuento con las herramientas y los conocimientos lingüísticos necesarios para esta
labor exegética. De tal manera, que solo será la expresión mi lectura de esta obra de Descartes
en particular.

La necesidad de una plataforma o contexto explicativo en la física.

A principios del siglo XVII ya se empezaba a criticar la lógica silogística con la que se venía
haciendo ciencia, Bacon fue el primero en proponer que se precisaba de un nuevo método para
estudiar la naturaleza. Un método que permitiera a la ciencia descubrir nuevas cosas de la
naturaleza, uno que consintiera observar e interpretar los hechos naturales de manera ordenada
para que nos indujera a nuevos hallazgos del mundo natural. El escepticismo también estaba en
boga en esta época, había surgido la idea de que no existe un criterio objetivo para determinar
si en cualquier asunto estamos errados o no. (García, 98). El escepticismo, propio de los
humanistas y renacentistas, señalaba que el juicio dependía de la experiencia de cada persona y
que lo correcto no debía ser algo impuesto por alguien distinto a uno mismo, trataban de huir del
dogmatismo y el adoctrinamiento, era una especie de relativismo.

Por otro lado, el surgimiento de una nueva manera de hacer ciencia representada por
Galileo, Kepler y Harvey estaba dando indicios del comienzo de una racionalidad científica que
experimentaba con la naturaleza, observaba y obtenía datos de ella para ordenarlos e
interpretarlos buscando descubrir algo nuevo de ellos. En fin, el comienzo del siglo XVII era una
época de especial énfasis en el mundo natural, los cuerpos físicos del universo y las muchas
opiniones acerca de ellos.

Bajo ese contexto surge la pregunta que recorre todo el proyecto de investigación
cartesiano, ¿Qué es aquello de lo que podemos estar seguros sin ninguna duda? Y esta pregunta
ha dado vueltas a toda la historia de la epistemología porque su posible respuesta determina la
manera en que fundamentamos el conocimiento. Esta pregunta ha tenido varias respuestas que
han marcado las grandes corrientes filosóficas de la Edad Moderna. El empirismo pone un fuerte
énfasis en la seguridad con que percibimos las cosas a través de los sentidos. El racionalismo
confía en el análisis formal de las ideas. Sin embargo,
¿qué es lo que creemos con mayor certeza? La primera respuesta que surge es que lo que
creemos con mayor certeza es lo que vemos; pero entonces puede objetarse: ¿acaso no
ocurre constantemente que vemos algo y luego verificamos que lo que habíamos visto era
un engaño o una ilusión? (Serrano, 153).

La física1 que es la ciencia que estudia “[…]las propiedades y leyes del movimiento de las
partículas materiales, la substancia y el campo[…] las regularidades del movimiento de los
cuerpos (mecánica) y de las causas de los fenómenos acústicos, térmicos, eléctricos, magnéticos
y ópticos” (Frolov, 1984:182). La física hace parte de las ciencias naturales y se encarga de
estudiar los objetos físicos que se encuentran en la naturaleza o el universo y las leyes que los
rigen, sea su movimiento, sus transformaciones y su origen. Creo que todos podemos estar de
acuerdo en que estos objetos físicos son percibidos a través de los sentidos, es decir, que
podemos observarlos y hacernos alguna idea de ellos únicamente a través de nuestras
sensaciones y no de ninguna otra manera. Pero, las percepciones que recibimos del mundo físico
son ocasión de algunas dudas para los racionalistas, debido a que no podemos asegurar que esas
cosas que percibimos a través de ellos puedan ser reales o tener existencia objetiva, ya que
podría ser una ilusión. Los sentidos no son fuentes de certeza porque, así como en los sueños,
pueden engañarnos o podemos confundir nuestras sensaciones. Por lo cual, se hace necesaria
una mejor manera de conocer el mundo y la naturaleza.

[…] si los sentidos nos engañan alguna vez, entonces no podemos confiar en ellos; luego,
no podemos asegurar que lo que percibimos por medio de los sentidos realmente exista,
o sea como lo vemos, pues podría ser una ilusión. (Serrano, 153).

La física, que en ese tiempo se conocía como filosofía natural, refería concretamente al
conocimiento que tenemos del mundo natural y en la Edad Moderna no podía ser admitido un
error en el conocimiento porque entonces este era deslegitimado. Para Descartes, el juicio es la
facultad que permite al ser humano juzgar bien las cosas, diferenciar entre el error y la verdad,
es el buen sentido o la razón. (Descartes, 2011: 101). Todo el proyecto cartesiano consiste en
esta preocupación acerca de lo que es verdadero y lo que es falso, no puede ser admitido como
conocimiento aquello que es falso. Por lo tanto, para Descartes es indispensable reconstituir el

1
(gr. physis: naturaleza) (Frolov, 1984).
conocimiento que se tenía del mundo natural hasta entonces y redefinir el juicio para distinguir
lo verdadero de lo falso. (Arango 1993:167).

Entonces, Descartes se propone fundamentar la ciencia del mundo natural bajo


fundamentos inconcusos. Sus nociones del mundo físico son abstracciones racionales que tratan
de seguir su método para llegar a conocimientos certeros, y sin lugar a dudas, acerca del mundo
natural.

La naturaleza humana es susceptible al error, por esa razón Descartes desconfía de todo
lo que se da por sentado de parte de ella. Es decir, el conocimiento matemático que parece
certero y universal, debido a que no depende de sensaciones o percepciones, puede ser puesto
en duda para que también sea establecido luego bajo el fundamento en que debiera descansar
la física y todo otro conocimiento. Gonzalo Serrano describe la certeza matemática para Descartes
así:

Si hubiera una ciencia de esas formas se vería claramente que, por ejemplo, un triángulo
soñado es exactamente igual a los triángulos de la vigilia, por lo que a sus propiedades
geométricas se refiere, así que, sin importar que estemos dormidos o despiertos, las
verdades que sepamos de los triángulos son verdaderas, despiertos o dormidos; y así es
como Descartes salva al saber matemático de toda duda. (Serrano, 154).

Ya en este punto, poniendo en duda el saber matemático, Descartes busca la certeza


metafísica o fundamento ultimo de toda ciencia. Descartes establece unos criterios que explica
en sus Meditaciones metafísicas, y bajo esos criterios trata de alcanzar la totalidad de la certezas
acerca de todo lo aquello de lo que pueda estar seguro, en otras palabras, sobre ese cimiento
construirá deductivamente el resto de conocimiento. (García, 99). Es así que solo puede no
dudar, solo se tiene absoluta certeza de una sola cosa, el “yo soy, yo existo”. El “cogito encarna
el ejemplo paradigmático de certeza metafísica, donde, después de rechazar todo aquello
dubitable, surge una proposición que supera el argumento escéptico…”. (García, 99).

Por lo tanto, lo que se plantea Descartes es fundar ontológicamente la racionalidad


científica, es decir, el fundamento de la realidad, sobre la metafísica. El fundamento de la física
es la metafísica y es necesario que así lo sea para poder aceptar que nuestras percepciones
sensoriales son ciertas y verdaderas. La única manera de explicar el mundo físico, de atribuir una
realidad objetiva con fundamento ontológico al mundo externo, es fundándolo sobre una
metafísica. Para Descartes, el conocimiento es como un árbol y sus raíces, la metafísica; su tronco
es la física.

La metafísica es la ciencia que estudia lo que es en tanto que es, generalmente se entiende
esa definición como el estudio de las causas y los principios fundamentales de los entes, y el
estudio de la divinidad. Para Descartes, la metafísica es la estructura del conocimiento, es lo que
estudia los primeros principios; los cuales pueden ayudarnos a comprender la física, es decir, el
mundo natural.

Las cosas físicas existen con certeza.

Hay cosas externas a nuestra mente que afectan a nuestros sentidos, para nosotros eso
de que sentimos es claro y distinto (Descartes, 1995:71). Es decir, que tenemos experiencias
sensoriales es algo que entendemos en nuestra mente de manera diferenciada a otras ideas y
que no nos es confuso. Las experiencias que sufrimos con los sentidos nos dan sensaciones de
colores, olores, dolores, figuras, movimientos, etc. (Descartes, 1995:73). Por tal razón, podemos
concluir que lo que llamamos cuerpo es una cosa extensa que nos suministra sensaciones. Pero,
que esta cosa extensa está muy unida a la mente debido a que a través de ella se puede recibir
las sensaciones del mundo (Descartes, 1995:72). Sin embargo, el cuerpo es distinto a la mente
porque este tipo de sensaciones no surgen espontáneamente de la cosa pensante. El cuerpo es
una cosa extensa distinta a la cosa pensante.

La materia extensa solo es extensa en sus dimensiones y no cualitativamente. Si


admitimos que los sentidos pueden engañarnos, entonces no podemos asegurar con certeza las
sensaciones que recibimos de las cosas física, externas o materiales. Tales como: color, olor,
sabor, etc., estas son cosas cualitativas acerca de la materia, cualidades de la materia. Pero, no
podemos asegurar que sean características universales de ella. Lo que sí podemos asegurar es
que la cosa extensa, las cosas físicas, se extiende en sus dimensiones en anchura, longitud y
profundidad. Esto puede ser asegurado por toda mente racional.

Por lo tanto, la materia extensa solo es extensa cuantitativamente, es decir, en sus


magnitudes y no en sus cualidades. Las cualidades de la materia extensa son propiedades
secundarias, los colores, sonidos y sabores, son subjetivos; no son rasgos de las cosas físicas,
sino que son efectos de ciertas combinaciones de la materia sobre nuestras mentes. Las
propiedades primarias son las magnitudes objetivas, las propiedades que realmente poseen las
cosas (figura, número, tamaño y movimiento).

Hay propiedades que atribuimos a las cosas pero que en realidad son una mera
consecuencia de la constitución física de nuestros sentidos (las propiedades secundarias) y hay
otras propiedades que realmente se encuentran en las cosas, propiedades que se pueden
describir matemáticamente y de las que podemos estar seguros. Para Descartes la característica
básica de las cosas materiales es la extensión (longitud, anchura y profundidad), que es un rasgo
puramente geométrico y cuantitativo (Descartes, 1995:74).

Entonces, las cosas materiales existen con certeza porque nuestras y nuestras
percepciones acerca de ellas son claras y distintas, es decir, estas sensaciones no son confusas,
sino que para nuestra mente es claro de que hay algo ahí afuera, algo externo, que afecta
nuestros sentidos. Estamos seguros de esto porque en Meditaciones metafísicas se ha
demostrado por Descartes que Dios no puede ser engañador porque el engaño es una
imperfección y un ser perfecto, como es Dios, no puede engañarnos. Por lo tanto, podemos estar
seguros que de lo que tenemos sensaciones es de una materia extensa según sus dimensiones y
es obvio que esta cosa es distinta a lo que es Dios. (Descartes, 1995:74, 77).

Uso del término “deducción” en Descartes

Bibliografía

Arango, Iván. La reconstitución clásica del saber. Copérnico, Galileo, Descartes. Universidad de
Antioquia: Medellín, 1993.

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Frolov, Ivan. (Editor). Diccionario de filosofía. Traducido por O. Razinkov. Editorial Progreso:
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