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La época y la cultura-
La época
En 476 Odoacro depone al Emperador Rómulo Augústulo, se instala en el palacio de Rávena y envía a Bi-
zancio las insignias imperiales. Teóricamente, este gesto devuelve al Imperio su unidad. En cada reino la se-
paración entre romanos y bárbaros es, al principio, muy clara; incluso en algunos sitios se prohíben los matri-
monios entre unos y otros, y los bárbaros, que son arrianos, no aceptan la jerarquía católica.
En el siglo VII los árabes se apoderan del norte de África y de España. Por tanto, el ámbito geográfico que-
da reducido y fraccionado.
Entonces, el centro de gravedad de Occidente bascula hacia Francia, donde en 751 Pipino se convierte en
rey de los francos. El día de Navidad del año 800 Carlomagno es ungido por el Papa y adamado empera-
dor de romanos. Bizancio reconoce doce años más tarde la restauración del Imperio occidental: la alianza en-
tre el Emperador y el Papa restablece durante breve tiempo la unidad política (aunque no total) y espiritual
de Occidente: en 843 el tratado de Verdún divide de nuevo el Imperio en tres reinos.
Nuevas invasiones, en los siglos IX y x,sacuden Europa:
los normandos (vikingos) arrasan las costas, destruyen los monasterios y provocan una nueva paralización de
la cultura.
Fragmentado el nuevo Imperio y debilitados los monarcas, llega a su apogeo la sociedad feudal.
Pero todavía se realiza una nueva restauración en la parte oriental del antiguo Imperio carolingio gracias a
Otón el Grande (t973), quien en 962 es coronado por el Papa como Emperador y Protector de la Iglesia:
Sacro Imperio Romano Germánico.
El nuevo Imperio es geográficamente más reducido que el Imperio carolingio y se enfrenta pronto con el Pa-
pado (lucha de las investiduras entre 1075 y 1125).
El pese de la Iglesia en la cultura y en la política es muy grande.
En primer lugar, el primado del obispo de Roma es ya reconocido sin discusión, y la doctrina del llamado
«agustinismo político» declara la subordinación de los reyes --En cuanto que son también miembros de la Igle-
sia- a la disciplina eclesiástica. El papa Gregario Magno pone ya las bases del poder territorial del Papado
y se convierte en soberano temporal de la ciudad de Roma.
Más tarde, con la «donación de Pipino, (756),nacen los Estados pontificios, y en 852 se proclama la suprema-
cía temporal del Papado.
Pero, además, esta iglesia es misionera: no sólo los diversos pueblos germanos se convierten del arrianismo al
catolicismo. sino que Gregario Magno envía al monje Agustín a Inglaterra y se consigue la conversión de
los8.nglosa1ones. Ya desde San Patricio (s. v), Irlanda era católica, y desde finales del s. VI los monjes irlan-
deses y escoceses penetraron en los pueblos francos y germánicos. Este movimiento misionero tendrá impor-
tantes repercusiones culturales.
Por fin surge un fuerte movimiento monacal, gracias a San Benito(t 543) y a las reformas de Cluny (910) y Ci-
teaux (Orden cisterciense,1098).
Los monasterios serán los principales centros de conservación y difusión de la cultura.
La situación cultural.
En los siglos VI-Vll se realiza una labor importante de conservación de la cultura --aunque inferior, sin duda,
que en Bizancio- en Italia, en España, en los monasterios y abadías de Irlanda e Inglaterra, y, en general, en
todos los monasterios.
Hay que destacar los esfuerzos del rey ostrogodo Teodorico (s. VI) por restablecer en, Italia la civilización
romana: restaura monumentos, construye, en Ravena, iglesias y edificios al estilo bizantino, sostiene escuelas,
ayuda a los literatos. Sobre todo, se sirve de los mismos romanos para fomentarla cultura. En su corte desta-
can Boecio y Casiodoro. En España, la labor de conservación y transmisión cultural es realizada por Isidoro de
Sevilla, autor de una amplia enciclopedia, Las etimologías. En Irlanda los monasterios realizan una intensa la-
bor intelectual. Y en Inglaterra, en torno al arzobispado de Canterbury y las primeras catedrales, se organi-
zan escuelas para la formación de los clérigos. En 685 ingresa en el monasterio de Jarrow, donde entran en
contacto con una biblioteca rica en obras clásicas, otro de los grandes compiladores de esta época: Beda el
Venerable. Ninguno de estos hombres es verdaderamente original. Pero gracias a ellos los «renacimientos»
culturales que habrían de venir más tarde pudieron enlazar con el pasado. Desde finales del siglo Vlll y en el
siglo IX tiene lugar el llamado «renacimiento carolingio», que coincide con el inicio del florecimiento de la filo-
sofía árabe En realidad fue bastante modesto Y de escaso alcance: Carlomagno sólo pretendió la formación
de los hijos'.>de la nobleza y de los clérigos y monjes. Hizo venir de York a Alcuino (t 804), quien asumió la
dirección de la escuela palatina Y organizó la enseñanza según el triviun (gramática, retórica y dialéctia y el
quadrivium (aritmética, música, astronomía y geografía). Se realiza entonces una gran labor de copia de ma-
nuscritos, facilitada por la creación de un nuevo tipo de escritura, la minúscula carolina:
de obras magníficas que son atesoradas más que leídas, pero que conservan la cultura para los siglos poste-
riores. El latín vuelve a ser u n alengua correcta y culta e n un momento e n que las lenguas populares se indi-
vidualizan e imponen: en adelante toda Europa será bilingüe. Además surgen las escuelas monacales y cate-
dralicias. «Renacimiento», pues, centrado en las escuelas y que no alcanza al pueblo. Si se pr escinde de Juan
Escoto Eriúgena, los demás filósofos tienenmenor importancia: Rabano Mauro (monasterio de Fulda), Pasca-
sioRadberto y Godescalco (monasterio de Corbie), Enrique y Remigiode Auxerre (abadía de San Germán de
Auxerre).
El renacimiento carolingio no duró mucho y se vio pronto perturbado por la destrucción de los monasterios en
el momento de las invasiones normandas. En el siglo X, y bajo el Imperio de los Otones, vuelve a resurgir la
cultura. La reforma de Cluny impulsa los estudios, y los centros más activos vuelven a ser los monasterios.
También Otón el Grande funda una escuela en palacio, y en la escuela catedralicia de Reims destaca Ger-
berto de Aurillac, hombre de gran cultura que había viajado a España para conocer la ciencia árabe y que
era un entusiasta de la cultura clásica.
2. La filosofía
Destacaremos únicamente tres autores: Boecio, el Pseudo-Dionisia y Juan EscotoEriúgena
.• Boecio (cuyo nombre completo es Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio)nació en Roma hacia 480, de fa-
milia noble romana. Estudió filosofía en Atenas, donde permaneció unos 18 años. Allí conoció los textos de los
filósofos griegos que en Occidente ya eran ignorados, proponiéndose traducirlos al latín y realizar una con-
ciliación entre Platón y Aristóteles. En realidad sólo pudo traducir una buena parte de las obras lógicas de
Aristóteles, traducir y comentar las agogé de Porfirio, y escribir algunos tratados de lógica, opúsculos teoló-
gicos y el célebre diálogo De consolatione philosophiae. Sus ocupaciones políticas en la corte de Teodorico
(en Ravena), su encarcelamiento y su temprana muerte (525), le impidieron completar su tarea. No se trata,
desde luego, de un pensador origina, pero su influencia en toda la Edad Media fue enorme. Su De consola-
tione fue repetidamente imitado y comentado. Es la fuente principal de la lógica medieval, y fuente impor-
tante para la aritmética, geometría y música. En él se encuentra el origen de muchos de los problemas discu-
tidos por los filósofos medievales. Y algunas de sus definiciones se convirtieron en las definiciones clásicas:
persona (Rationalis naturae individua substantia), felicidad (Status bonorum ommumcongregatione pezfectúS)
y eternidad (lntennmabilis vitae tata simul et perfectapossessio).
• Contemporáneo de Boecio es un escritor griego, probablemente sirio, que se hace pasar por un discípulo de
San Pablo convertido en el Areópago de Atenas, y que por ello es conocido como el Pseudo-Dionisio Areo-
pagita. Sus obras deben ser posteriores al año 480 (puesto que se inspira en Proclo, t 485) y anteriores a
533 (en que son citadas por primera vez en una discusión teológica en Constantinopla). La atribución de estos
escritos -Teología mística, Los nombres divinos, La jerarquía celestial y La jerarquía eclesiástica- explica su
extraordinaria influencia en el mundo medieval: varias veces traducidos al latín, Tomás de Aquino, que fue
uno de sus muchos comentadores, los cita aproximadamente1700 veces.
El Pseudo-Dionisia adapta al cristianismo la filosofía neoplatónica de Proclo -la misma tarea que hace Agus-
tín con Plotino-, entendiendo la emanación como creación de la libre voluntad divina.
De acuerdo con el neoplatonismo, sostiene que el único saber acerca de Dios es el no-saber, la Teología ne-
gativa: •La causa universal y que está por encima de todas las cosas no tiene esencia, ni vida, ni razón, ni
mente, ni posee cuerpo [ ... J ni es nada de las cosas que son, ni posee el ser, ni nada posee» (Teología místi-
ca, IV). Idea que pasará al pensamiento medieval (a los filósofos y, sobre todo, a los místicos), así como su vi-
sión jerárquica del Universo: por encima de todo se encuentra la absoluta trascendencia de Dios, quien está
presente y se comunica a cada uno de los seres que proceden de él, pero no del mismo modo: «Cada uno de
los órdenes que viven cerca de Dios es más conforme a Dios que aquel que está más lejos» (Carta 8).
Primero está la jerarquía celeste, compuesta por tres órdenes de ángeles (cada uno de los cuales se compone,
a su vez, de tres «coros»); luego, la jerarquía de la Iglesia (obispos, sacerdotes y diáconos); finalmente, el
resto de la humanidad.
Cada orden jerárquico es iluminado y gobernado por el orden superior: «Los seres del segundo orden reci-
ben la parte que les corresponde por mediación de los seres del primer orden [ ... } y es a ellos a quienes
Dios ha puesto como gobernantes de los demás y a quienes pertenece juzgar a sus subordinados» (ibíd.).
Esta visión estática y jerárquica dominará· toda la Edad Media, ejerciendo una seducción semejante a la que
ejerce actualmente la teoría de la evolución.•
En el Pseudo-Dionisio se inspira el autor más importante y original de esta época, Juan Escoto Eriúgena, laico
irlandés (como lo indican sus dos sobrenombres) que llega al continente hacia 845-847 por invitación de Car-
los II el Calvo, nieto de Carlomagno, quizá para dirigir su escuela palatina.
Entre 85ly 862 traduce al latín las obras del Pseudo-Dionisia, enviadas por el emperador bizantino Miguel el
Tartamudo. Escribe luego su obra principal, La división de la naturaleza, así como comentarios a La jerarquía
celestial y al Evangelio de Juan. El resto de su vida se desconoce por completo.
Escoto divide la «naturaleza» -es decir, la «realidad»- del siguiente modo:
A mi parecer, cuatro diferencias permiten la división de la naturaleza en cuatro especies. De ellas. la primera
es la que crea y no es creada (natura creans increata}, la segunda, aquella que es creada y crea (crea/a
creans}, la tercera, la que es creada y no crea (creata nec creans}, la cuarta, aquella que no crea ni es crea-
da (nec crea/a nec creans).
Las cuatro se oponen entre sí en parejas: la tercera se opone a la primera y la cuarta a la segunda,(De
div1sione nalurae, 1, Migne, PL i22, 44 l B).
Esta división aparentemente estática es, de hecho, dinámioca: es el círculo de la procesión y reversión, proce-
sión y retomo, de los neoplatónicos. Dios es la naturaleza increada y creadora, de la que todo procede y a
la que todo regresa (y entonces se le define como Naturaleza que ni crea ni es creada).
Pero aquí Escoto se desliza hacia el panteísmo -y por eso será condenado por la Iglesia a comienzos del siglo
XIII- al afirmar que «Dios es la esencia de todas las cosas, y que «se crea a sí mismo» al crear las cosas, que
son una «teofanía» de Dios. Por eso Dios es también «principio, medio y fin de todo». Dios, que «no existía
antes de crear todas las cosas», crea por medio de la segunda Naturaleza, que es el Verbo (segunda perso-
na de la Trinidad), en quien están las causas primordiales, es decir, las ideas o formas de todas las cosas. La
tercera naturaleza es el mundo, cuya multiplicidad y variedad procede del Espíritu Santo. Finalmente, Escoto
propone una síntesis de las teologías positiva y negativa). Los nombres que se predican de Dios con la adición
de las partículas·”super" y "más que' -tales como 'Superesencial", 'Más que Verdad", "Más que Sabiduría", y
similares- comportan en sí mismos de un modo pleno las dos mencionadas partes de la teología, de manera
que en una expresión afirmativa adquieren fuerza negativa.

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