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La Edad Moderna
Conforme transcurrían los años, las ciudades fueron creciendo, y es así como durante el
período medieval, ya en el siglo XV, Europa presentaba un gran desarrollo urbano.
Respectivamente toda esta actividad condujo a la necesidad de buscar nuevas tierras donde
conseguir las materias primas, necesarias para fabricar los productos. Además, significó la
apertura de nuevos mercados donde venderlos.
Durante esta época, el comercio mediterráneo estaba bloqueado por los turcos, y todos los
progresos logrados con las técnicas de navegación, impulsaron a los hombres del siglo XV a
las exploraciones de ultramar.
España y Portugal
Desde principios del siglo XV, Portugal exploró las costas africanas para buscar una ruta
hacia India, pero sólo en 1487 Bartolomé Díaz descubrió el cabo de Buena Esperanza, y en
1498 la expedición de Vasco de Gama llegó a la ciudad de Calicut. Estos hitos van a
consolidar la presencia portuguesa en el Océano Indico y van a transformar a Lisboa en
centro de comercio de las especies.
España, por su parte, obtuvo un gran éxito cuando la primera expedición de Cristóbal Colón
descubrió América. Este triunfo se debió al esfuerzo personal de Colón, y al apoyo oficial de
los Reyes Católicos. La idea de Colón era llegar a las costas orientales de Asia, pero estaba
equivocado en el cálculo de la distancia que separaba a Europa de estas tierras, razón por la
cual pensó que era India el territorio al que había llegado, cuando realmente era América.
El día 3 de agosto de 1492, Colón partió del puerto de Palos con tres carabelas: la Pinta, la
Niña y la Santa María. Realizó una escala en las islas Canarias para aprovisionarse de agua
y alimentos, y después de mucho navegar llegó, el día 12 de octubre, a la isla de Guanahani,
que bautizó como San Salvador.
Desde el descubrimiento de América en 1492, hasta la primera vuelta al mundo en 1522, los
conocimientos geográficos sobre la Tierra avanzaron muchísimo.
- Cerca del año 1500 se descubrió el golfo del Darien, la costa de Venezue-la, las Antillas y
las costas de Brasil.
- En 1513, Vasco Núñez de Balboa descubrió el Mar del Sur, Oceáno Pacífico,
confirmándose que América era un nuevo continente.
- Entre los años 1519 - 1522 se realiza la primera vuelta al mundo, realizada por Hernando
de Magallanes, y que finaliza Sebastián Elcano, debido a la muerte del primero. Con este
viaje se confirma la redondez de la Tierra y se descubre el paso que une el Océano Atlántico
y el Pacífico en América del Sur, llamado, posteriormente, Estrecho de Magallanes.
EXPANSIÓN EUROPEA
El comercio tuvo mucho que ver con los orígenes de la Era de las Exploraciones. Se trataba de
encontrar una ruta marítima para llegar a Asia y traer a Europa occidental las especias de
Oriente, que hasta ese momento llegaban por tierra, en caravanas que tenían que cruzar los
territorios de los países árabes y turcos, y cuyo comercio en Europa era prácticamente un
monopolio de los mercaderes italianos, fundamentalmente venecianos y genoveses.
Los europeos no podían llegar a oriente directamente. Pero a lo largo del S.XV y S.XVI.
Europa hizo una gran cantidad de descubrimientos geográficos, estos iban a significar un
cambio en la historia Europea. Los descubrimientos se producen por los siguientes motivos:
Los avances técnicos, mejoras en los sistemas de construcción de los barcos. Carabela era un
nuevo barco más rápido, con más capacidad de carga, con un mejor sistema de velas, y junto a
las mejoras de orientación como la brújula permitían ahorrar tiempo de navegación.
Por las posibilidades de llegar a oriente, ya que por tierra son muy difíciles por el control de los
musulmanes de la posibilidad de acceso directo. La única posibilidad es encontrar una nueva
ruta marítima que necesariamente tiene que bordear África.
Descubrimientos Españoles.
Sin tener tanta tradición marinera como Portugal, España superó a su rival convirtiéndose en
la más importante nación descubridora.
Cristóbal Colón.
Descubrimiento
Colón consiguió tres carabelas: la Santa María, la Niña y la Pinta, llevando a bordo a 90
marineros. El 3 de agosto de 1492 salió de Puerto de Palos navegando hacia el oeste. El 12 de
octubre llegaron a una de las islas Lucayas a la que llamaron "San Salvador". Al principio el
almirante llamó "indios" a los nativos de la región ya que creyó que había llegado a las Indias
Orientales.
Durante los tres meses siguientes descubrió nuevas islas. Luego regresó a España llevando a
bordo a varios indígenas y productos desconocidos. Los Reyes lo colmaron de honores. Seis
meses después, partió Colón en un segundo viaje. Llegado a Santo Domingo fundó Isabela, la
primera población en el nuevo Mundo. Murió en Valladolid, en 1506, sin saber que había
descubierto un nuevo continente.
La supuesta llegada de colón a las Indias disgustó a Portugal. Al llegar Colón a Lisboa tuvo que
hacer frente a los reclamos de Juan II. Cuando las protestas portuguesas llegaron a España, el
monarca Fernando había hecho legitimar el descubrimiento. A las pocas semanas del regreso
de Colón, el Pontífice Alejandro VI expedía las Bulas de Donación concediendo a los Reyes
Católicos las tierras descubiertas.
El Pontífice estableció también un límite en las actividades marítimas entre España y Portugal,
una línea imaginaria trazada de polo a polo delimitaría la zona de exploración para cada país. Al
este del Meridiano sería portuguesa y el resto Española. Esta separación no satisfizo a Portugal,
por lo que España y este país llegaron a un acuerdo y firmaron el Tratado De Tordesillas. Este
tratado estableció la calma pero perjudicó a España ya que en esta nueva delimitación, Portugal
obtenía gran parte de América del Sur, quien fue acrecentando hasta apoderarse del actual
Brasil.
No debemos creer que las personas que llegaron a América, eran intelectuales humanistas
deseosos de comprender y aprender la extensión real de la superficie terrestre y nuevas
culturas, sino que eran hombres prácticos y aventureros, que aprovecharon los avances
científicos que esa corriente ideológica había producido, para hallar nuevas rutas que los
condujeran por otros caminos más seguros a tierras que creían conocer.
Además de los viajes de Colón, se realizaron varias expediciones hacia las nuevas tierras. El
primero en afirmar que América era un nuevo continente fue Américo Vespucio. Las cartas y
mapas que Américo había enviado a los Médicis, fueron publicadas como "Tierras de América".
Pronto se confirmó, en 1513 un capitán español atravesó América Central y comprobó que
América era un nuevo continente y que faltaba mucho para llegar a las Indias.
El mundo se enriqueció con el descubrimiento definitivo de la Tierra y el contacto con las nuevas
razas humanas. También se conocieron numerosos productos como alimentos o medicinas.
España, gracias a las riquezas extraídas de América, se convirtió en la principal nación europea.
Aunque también la perjudicaron ya que la llevó a descuidar el trabajo del campo y sus
industrias.
La economía mundial se renovó: las grandes cantidades de oro y plata llevadas a los
comercios favorecieron el desarrollo del gran comercio que enriqueció a muchas ciudades y
empobreció a otras. El centro económico se trasladó a los puertos del
3. Habitantes Americanos
Cuando los españoles llegaron a América, el continente se hallaba habitado por numerosos
grupos indígenas: Había indígenas organizados en Estados, como los Aztecas, en México, los
Mayas en Yucatán y los Incas en Perú. Pero junto a ellos vagaban otros grupos nómades, como
nuestros indios chaqueños y fueguinos. Esta diversidad de culturas señala que los indígenas
americanos estaban integrados por distintos elementos raciales. Continúa siendo una incógnita
de la Historia. Florentino Ameghino, sabio ítalo-argentino, afirmó que los indígenas americanos
eran autóctonos, es decir, originarios de nuestro Continente. Según sus investigaciones, la
cuna de la humanidad, se hallaría en las pampas argentinas. Esta teoría ha sido desechada.
El antropólogo Alex Hrdlicka sostuvo que la cuna de la humanidad se hallaba en Siberia, y que
algunos aborígenes pasaron por el Estrecho de Bering, hacia América. La teoría más aceptable
es la de Paul Rivet que afirma que los aborígenes americanos llegaron al continente en cuatro
corrientes migratorias, dos desde Asia, a través de Alaska, y otras dos desde Australia y
Oceanía a través del Océano Pacífico. Los primeros en llegar fueron los Fueguinos y
Patagones, quienes penetraron al continente desde Asia. Desplazados por las siguientes
oleadas, que se fueron desplazando hacia el sur, hasta legar a los Andes Australes y Tierra del
Fuego, donde los encontró Magallanes.
Luego llegaron indios Pampéanos, venidos de Asia, se extendieron por las llanuras americanas.
Los "Pieles Rojas" se establecieron en las llanuras del Misisipi y Misurí. Los araucanos,
Tehuelches y Querandíes, ocuparon las pampas argentinas, mientras que los Tobas, Abipones
y Matacos se establecieron en el Chaco.
Consecuencias...
El impacto que el descubrimiento de América significó para el mundo fue grande: las
consecuencias demográficas, económicas y culturales se dejaron sentir inmediatamente:
-Culturales: los pueblos europeos trajeron a América su forma de pensar, valores, idioma,
religión, arte y sentido del derecho, entre otros aspectos.
El período conocido como Época Moderna significó para Europa importantes cambios en su
ordenamiento político. El fenómeno más destacado fue el surgimiento del Estado Moderno:
un territorio con fronteras determinadas, un gobierno común y un sentimiento de
identificación cultural y nacional de sus habitantes.
Los reyes fueron quienes iniciaron este proceso a lo largo de los siglos XIV y XV. Interesados
en concentrar el poder en su persona, debieron negociar con los señores feudales, quienes
cedieron sus derechos individuales sobre sus feudos, a cambio de una serie de privilegios.
Los que no estuvieron dispuestos a transar, fueron sometidos a través de violentas guerras.
Para éstas, los reyes contaron con el apoyo de los burgueses, a quienes les intersaba dejar
de depender del señor feudal. De este modo, el concepto feudal de lealtad fue reemplazado
por los de autoridad y obediencia, propios de un Estado con poder centralizado.
En el siglo XVII, el poder político de los monarcas se fortaleció hasta eliminar cualquier
representatividad, dando lugar a las monarquías absolutas.
La monarquía constituyó un estado moderno sobre la base de una dirección fuerte, contando
con los medios para sostenerla. Con esto, el rey consiguió la resignación de la sociedad, a
cambio de un cierto orden y progreso.
Uno de los más claros ejemplos del absolutismo fue Francia. Durante el siglo XVII, este país
se convirtió en la mayor potencia europea, después de consolidar sus fronteras, gracias a
innumerables guerras con los países vecinos. El rey Luis XIV (1643-1715) fue la mejor
personificación de la imagen del monarca absoluto. A él se atribuye la frase: "El Estado soy
yo".
El Renacimiento...
Italia fue el lugar donde surgió el proceso renacentista. Sin embargo, el Renacimiento se
convirtió en un fenómeno europeo que potenció y difundió las grandes conquistas de la
cultura clásica, como la forma de pensar, el idioma y el arte del mundo greco-romano.
En lo que se refiere al arte, muchos son los artistas que destacaron en este período, sobre
todo pintores y escultores: Botticelli, Miguel Angel, Rafael, Durero, El Greco. Pero fue
Leonardo da Vinci quien con mayor fuerza representó el espíritu renacentista. En él se
mezclan la curiosidad científica y la inclinación al arte. Leonardo diseñó máquinas muy
ingeniosas para su época, como lo muestran sus bocetos de helicópteros. Realizó estudios
de anatomía, y se consagró como pintor.
La Crisis Religiosa
Los vientos de modernidad no sólo trajeron cambios a nivel político y económico. La crisis
que sufrió la Iglesia Católica en el siglo XVI fue uno de los acontecimientos relevantes del
período, que posteriormente se llamó Reforma.
Este proceso dividió a la Iglesia entre católicos y protestantes. Las razones que explican la
división del catolicismo son numerosas.
En el aspecto político, el desarrollo del sentimiento nacional y soberano hizo que los Estados
se rebelaran contra la autoridad del Papa. El motivo era la profunda crisis moral que
afectaba a la Iglesia: venta de indulgencias, la simonía (compraventa de situaciones de
orden espiritual o religioso), el incumplimiento de los votos sacerdotales, los abusos de
poder, etcétera.
En el ámbito económico, las extensas tierras que estaban en poder de la Iglesia y los
impuestos que cobraba en cada rincón de Europa, fueron motivos suficientes para que los
Estados nacientes buscaran desligarse de estas obligaciones tributarias, y pretendieran
anexar al territorio nacional los dominios eclesiásticos.
Quien inició el proceso de ruptura definitiva con la Iglesia Católica fue el monje alemán
Martín Lutero (1483-1546). Muy molesto por la venta de indulgencias en Wittemberg, pueblo
donde enseñaba en una Universidad, Lutero redactó 95 razones, las 95 tesis, con las que
acusó a la Iglesia de corrupta. El Papa León X lo excomulgó, pues Lutero se negó a
arrepentirse de sus acusaciones.
Los príncipes alemanes apoyaron al monje, puesto que en la lucha del sacerdote, vieron la
posibilidad de desligarse del dominio de la Iglesia. Rápidamente, los seguidores de Lutero
aumentaron, y surgió la nueva doctrina.
El luteranismo eliminó algunos sacramentos, negó la adoración a los santos, suprimió el latín
como idioma oficial de la Iglesia Católica y desconoció la autoridad del Papa como máximo
representante de Dios en la Tierra.
En otros países, las ideas protestantes se difundieron rápidamente; en Suiza, Juan Calvino
dio origen al Calvinismo; y en Inglaterra, el rey Enrique VIII se separó de la Iglesia Católica y
formuló una nueva religión, el Anglicanismo.
Después de este duro golpe, la Iglesia Católica determinó hacer una profunda revisión
interna. Para ello, convocó a un Concilio en la ciudad de Trento, el que se inició en 1545.
Tras esta reunión, que duró varios años, la Iglesia definió su doctrina:
Concilio de Trento
El tremendo revuelo que habían provocado las acciones de Lutero, Calvino, los Anglicanos y
los Presbiterianos, motivó una reacción de la Iglesia Católica, que tomó una serie de
iniciativas con el propósito de combatir la Reforma.
No hay que dejarse engañar por la palabra renacimiento, en el sentido de que antes de ese
período las artes estaban poco desarrolladas o que no existían, y que después se produjo
una repentina resurrección. La Edad Media había tenido su arte original, el arte ojival en la
arquitectura. Del siglo XIII al XIV se construyeron grandes monumentos, como las catedrales
francesas, que Europa entera imitó y que el Renacimiento no tuvo bastante poder para
hacerlas mejores aún. Ese grado de perfección al que habían llegado las artes,
principalmente en los siglos XIV y XV, motivaron a describir esos siglos como los
precursores del Renacimiento.
También se produjo un cambio en las ideas. En la Edad Media, los hombres habían
pensado más en el cielo que en la Tierra. Sometidos a la doctrina de la Iglesia católica,
habían aceptado el lugar que el nacimiento y la tradición les habían impuesto en la sociedad.
El político no puede cambiar a los seres humanos, sino que los debe tomar como son y,
por lo tanto, debe usar cualquier medio siempre que obtenga éxito. Eso dejaba abierta la
posibilidad de utilizar el engaño, la mentira e, incluso, el asesinato, pues todo se justificaba
si servía a los objetivos del gobernante para conservar y aumentar el poder. Para el
político solo debía regir la razón de estado.
La divulgación de la Biblia
La otra causa del movimiento de la Reforma fue la difusión de la Biblia, que puso los
Evangelios, fuente misma de la doctrina cristiana, al alcance de todos. Entre 1457 y 1518 se
habían publicado más de cuatrocientas ediciones de este libro.
Era la palabra misma de Cristo enviada a los cristianos. Pero esta palabra hablaba de la
renuncia a los bienes de este mundo, de la pobreza y la humildad; ella hacía aparecer más
escandaloso aún el orgullo y el lujo de los príncipes eclesiásticos; ella debía hacer aún más
vivo el deseo de una reforma que, según el lenguaje de aquel tiempo, condujera a la Iglesia
a su simplicidad primitiva.
Tal como el Renacimiento, la Reforma tuvo sus precursores. La gran revolución del siglo XVI
no fue un hecho nuevo y sin precedentes; fue la conclusión o el término de una larga
historia.
Los escándalos del Gran Cisma en el siglo XIV habían turbado profundamente a las almas
piadosas. Durante cincuenta años, desde 1378 a 1417, Europa se había encontrado dividida
y disputada entre dos papas, y en ciertos momentos existieron hasta tres. Entonces
aparecieron reformadores como Juan Wyclif (1324-1384) en Inglaterra, y Juan Hus (1369-
1415) en Bohemia (actual República Checa). Ambos querían lo que quisieron los
reformadores del siglo XVI, o sea, conducir la Iglesia a su simplicidad primitiva y atenerse
estrechamente a la palabra de Dios tal como estaba escrita en los Evangelios. Pero los
discípulos de Wyclif, los “sacerdotes pobres” o lolardos, fueron exterminados, y Juan Hus,
muerto en una hoguera, no tuvo partidarios -los husitas- más que en Bohemia. A Wyclif no
se le ahorró una afrenta póstuma: por orden del concilio de Constanza, treinta y un años
después de muerto sus restos fueron exhumados (sacados de la tumba) y tirados a un
arroyo, a la vez que eran entregados a las llamas todos sus escritos.
En el seno de la misma Iglesia hubo, a principios del siglo XV, un poderoso movimiento de
reforma dirigido por doctores de la Universidad de París, que era entonces la mayor escuela
de teología del mundo. La impotencia en que se encontraba el papado les inspiró la idea de
subordinarlo a la autoridad de los Concilios, es decir, de transformar la Iglesia, de monarquía
absoluta, en una especie de monarquía constitucional; los concilios debían forzar en seguida
a los papas a reformar los abusos. Esta es la doctrina que los doctores parisienses
ensayaron hacer triunfar en los concilios ecuménicos; el concilio de Constanza (1414-1417)
y el concilio de Basilea (1431-1443); pero no consiguieron su objetivo. Los papas
consiguieron desembarazarse de los concilios, permanecer dueños de la Iglesia y no hacer
ninguna reforma. Pero esta larga crisis había debilitado su autoridad, hecho vacilar la Iglesia
y la cristiandad, y por esta razón preparado el camino para la revolución del siglo XVI.
El Gran Cisma
Se llama así a la disensión surgida en la Iglesia católica entre 1378 y 1417, y durante la cual hubo varios papas
a la vez, residiendo unos en Roma y otros en Aviñón (Francia). El concilio de Constanza (1415) y la elección de
Martín V (1417) pusieron fin a este cisma. Es conocido también como Cisma de Occidente, para diferenciarlo
del Cisma de Oriente, consumado a mediados del siglo XI.
Martín Lutero
Lutero nació en Sajonia (territorio del Sacro Imperio), en 1483, el mayor de siete hermanos,
hijos de un pobre leñador, anticlerical pero supersticioso. Cuando empezó sus estudios, tuvo
que cantar y mendigar de puerta en puerta para poder vivir, como muchos estudiantes de su
tiempo. Después, una persona caritativa le dio una pensión en la universidad de Erfurth
(Turingia), donde estudió latín, algo de griego y hebreo, filosofía y teología.
Tenía 22 años cuando, estando de paseo, fue sorprendido por una tempestad, y un rayo
mató a su lado a uno de sus compañeros. Asustado, Lutero hizo voto de hacerse fraile si
escapaba. Poco después (17 de julio de 1505) entraba en el convento de los agustinos en la
misma ciudad de Erfurth. Luego de recibir las órdenes sacerdotales, fue destinado al
monasterio de la ciudad de Wittenberg, en cuya universidad asumió la cátedra de teología.
En 1511 Lutero fue enviado a Roma, quedando profundamente trastornado por el lujo de la
corte pontifical y el relajamiento del clero italiano. Algunos años después, no teniendo el
papa León X dinero para continuar la construcción de la basílica de San Pedro (en la que ya
se habían gastado cerca de 70 millones de dólares actuales), decidió conseguirlo haciendo
vender indulgencias por toda la cristiandad. Se llama indulgencia (o perdón) a la facultad
dada a los fieles de redimirse (librarse), mediante una limosna, de las penitencias en que
habían incurrido por su pecados. En este caso, se podían redimir dando dicha limosna para
la construcción de la basílica de San Pedro; el efecto de las indulgencias podía aplicarse
tanto a los vivos como a las almas de los difuntos castigados por Dios en el purgatorio. La
predicación de las indulgencias en Alemania fue confiada a Johann Tetzel, fraile dominico.
Condenación de Lutero
Las secularizaciones
Desde que Lutero entró en conflicto con el papa, no cesó de buscar aliados. Había publicado
una Carta abierta a la nobleza cristiana de la nación alemana en la que indicaba que, para
conducir a la Iglesia a su pureza primitiva, era preciso quitarle sus riquezas, apoderarse de
los bienes eclesiásticos y secularizarlos, es decir, aplicarlos a los usos laicos. Así esperaba
obtener -y obtuvo- el apoyo de un gran número de príncipes.
Pero este llamado también fue oído por las clases necesitadas. En 1522 los nobles más
pobres -los caballeros- se arrojaron sobre las tierras del arzobispo de Tréveris, siendo
derrotados por la alta nobleza. La agitación ganó enseguida a los campesinos (guerra de
los campesinos,1525-1526); pero recibió la enfurecida condenación de Lutero, “porque -
decía- los súbditos no deben jamás sublevarse, aunque los superiores sean malos e
injustos”. El saldo de esta guerra social fue la muerte de unos 130 mil campesinos, cuya
derrota prolongó su condición de siervos durante casi tres siglos.
Los grandes señores hicieron con entera libertad lo que se había impedido por la fuerza a los
caballeros y a los campesinos. Los electores de Sajonia, de Brandenburgo y del Palatinado
secularizaron los bienes de la Iglesia enclavados en sus dominios Pero la más célebre de las
secularizaciones la llevó a efecto Alberto de Brandenburgo, gran maestre de los Caballeros
Teutónicos u Orden Germana, fuera de Alemania: se apoderó de los bienes de la Orden, de
la que era el jefe electo, y los transformó en un ducado hereditario, el ducado de Prusia,
primer núcleo del reino del mismo nombre.
La confesión de Augsburgo
Cuando Lutero salió de Wartburgo, el número de sus partidarios había crecido tanto que se
hizo imposible ejecutar la sentencia dictada contra él; muchos señores, y de los más
poderosos -como los electores de Sajonia y de Brandenburgo-, habían adoptado sus
doctrinas. Por otra parte, la guerra entre Francisco I, rey de Francia, y Carlos V, por
problemas territoriales, no dejaba a este último la libertad de obrar.
Pero después de firmada la Paz de Cambrai o Paz de las Damas (negociada por la tía del
emperador y la madre de Francisco I), que puso término al conflicto, reunió la dieta en la
ciudad alemana de Espira, donde se decidió que se toleraría la nueva doctrina, llamada
luteranismo, del nombre de su fundador, donde quiera que estuviese ya establecida, pero
que no podría extenderse hacia otras partes (1529).
Cinco príncipes y catorce ciudades protestaron contra esta decisión, y de aquí el nombre de
protestantes dado desde entonces a los partidarios de las nuevas doctrinas, separados de
la Iglesia católica.
Al año siguiente Carlos V intentó atraer, por conciliación, a los protestantes al catolicismo. Se
reunió la dieta en la ciudad de Augsburgo (1530) para buscar un medio de entenderse y,
aunque la tentativa fracasó, tuvo dos resultados importantísimos.
En primer lugar, en vista de las discusiones que se iban a producir en la dieta, los luteranos
se vieron obligados a precisar y definir mejor su doctrina. Lutero dejó a Melanchton, el más
moderado de sus discípulos y partidario determinado de la conciliación, el cuidado de la
redacción de la profesión de fe luterana. Esta profesión de fe, en veintiocho artículos, es la
Confesión de Augsburgo, o sea el Credo de la primera iglesia reformada.
Por otra parte, como esta dieta renovó las condenaciones pronunciadas en Worms contra
Lutero, sus doctrinas y sus adherentes, para defenderse los protestantes se vieron obligados
a constituirse en un partido político, y se ligaron en la localidad de Esmalcalda (Turingia,
1531). La formación de la liga de Esmalcalda dividió en imperio en dos partidos: este fue el
primero de los grandes resultados políticos de la Reforma luterana. El segundo resultado se
produjo diez y seis años después de la formación de la liga: una guerra civil y religiosa.
Ocupado otra vez en la guerra contra Francisco I y contra los turcos, Carlos V había tenido
que dejar para más tarde la ejecución de las sentencias pronunciadas en la dieta de
Augsburgo; así es que no atacó a los coaligados de Esmalcalda sino en 1546, cuando Lutero
acababa de morir. El ejército protestante fue destrozado en el pueblo de Mühlbergh (1547), y
los principales jefes reformados hechos prisioneros. Pero la liga se reconstituyó, se alió con
el rey de Francia Enrique II, la lucha se reinició, y Carlos V estuvo a punto de ser apresado
en Innsbruck (1552). Tres años más tarde el Emperador pensó en abdicar, y antes de
hacerlo trató de dar la paz religiosa a Alemania. En 1555, en la dieta de Augsburgo,
concedió a los príncipes luteranos la libertad de culto, reconociéndoles, además, la
propiedad definitiva de las tierras que habían secularizado, es decir, tomado a la Iglesia.
Pero las secularizaciones quedaban prohibidas para el futuro.
Juan Calvino
Mientras que una parte de Alemania y otros Estados, como los reinos escandinavos,
adoptaban la Reforma de Lutero, una reforma más radical se predicaba por el francés Juan
Calvino, y se aplicaba por primera vez en Suiza, en Ginebra.
Calvino había nacido en la ciudad francesa de Noyón, en 1509. Estudió literaturas clásicas y
teología, pero no fue sacerdote. La lectura de unos sermones de Lutero lo conquistó a las
nuevas ideas religiosas. Pero en vez de ser un seguidor cualquiera, concibió un sistema
personal de teología, dentro del marco del protestantismo. En 1553, como Francisco I
empezase a perseguir a los reformados, huyó de París, y se refugió en Basilea (Suiza). Allí
fue donde concluyó y publicó su célebre obra Sistema de la religión cristiana, dedicada a
Francisco I.
Calvino en Ginebra
De Basilea, Calvino fue llamado a Ginebra para enseñar allí teología. Tenía entonces
veintiséis años y un carácter autoritario, áspero e inflexible. Trató de imponer sus creencias a
los ginebrinos y reformar tanto sus costumbres como su culto. Los ginebrinos lo expulsaron
al cabo de dos años. Pero los partidarios de sus doctrinas obtuvieron que fuese vuelto a
llamar en 1541. Desde entonces fue el dueño de Ginebra, y reinó allí como un tirano. Duro
consigo mismo, fue duro con los demás. Según él, era preciso procurar la salvación de los
ginebrinos aunque estos se opusieran. Vigilaba la vida privada de cada uno, reglamentaba la
manera de vestir y de cubrirse o adornarse la cabeza, y condenaba con multas a los que
oraban en latín, jugaban a los dados o reían en un sermón. Enviaba a la muerte a cualquier
que le combatía o no participaba de sus creencias. El teólogo y médico español Miguel
Servet, descubridor de la circulación de la sangre, que había publicado un libro donde
negaba la divinidad de Cristo, fue preso en Ginebra y quemado vivo (1553).
Bajo la dirección de Calvino, Ginebra llegó a ser la Roma del protestantismo. La Academia
que Calvino creó allí, fue el gran seminario de donde salieron los misioneros de la nueva
religión, animados de la más ardiente fe. De Ginebra, más bien que de Alemania, fue de
donde se repartió el protestantismo en Francia, y después en los Países Bajos y Escocia.
La Reforma en Inglaterra
En Alemania y en Francia, la Reforma fue obra de los particulares. En Inglaterra fue decisión
del soberano: la voluntad del rey Enrique VIII (1509-1547) determinó la ruptura con el
papado.
En 1533 Enrique VIII, casado desde hacía ocho años con Catalina de Aragón, tía de Carlos
V, quiso divorciarse para volver a contraer matrimonio con Ana Bolena, una de las damas de
honor de la reina. No habiendo querido el papa Clemente VII anular este primer matrimonio
(el papa Alejandro VI había anulado tres), Enrique VIII hizo votar por el Parlamento el Acta
de Supremacía (1534), que proclamaba al rey “único y supremo jefe de la Iglesia de
Inglaterra”.
Enrique VIII desconocía la autoridad papal, pero pretendía conservar la doctrina católica;
quemaba a los protestantes por heréticos y ahorcaba a los católicos por traidores. Después
de su muerte, su reforma evolucionó de manera bastante inusual. Dejaba tres hijos que
reinaron sucesivamente y que tuvieron una política religiosa diferente. Inglaterra fue
calvinista durante el reinado de Eduardo VI (1547-1553), y católica en tiempos de María
Tudor (María la Sanguinaria, 1553-1558). Por último, Isabel (1558-1603) organizó
definitivamente el anglicanismo, es decir, la Iglesia inglesa (1562), una mezcla de
catolicismo y calvinismo. Del catolicismo, Isabel conservó el exterior, las ceremonias del
culto, la liturgia, es decir las oraciones, pero traducidas al inglés, las vestiduras de los
sacerdotes y la jerarquía de los obispos; pero el dogma fue calvinista y concretado a dos
sacramentos: el bautismo y la comunión. Por otra parte, Isabel no tomó para ella el título de
jefe supremo de la Iglesia, que había tenido su padre, pero conservó el gobierno de la
misma, e impuso por medio de suplicios a los verdaderos católicos y a los verdaderos
calvinistas la adhesión a “la Iglesia establecida por la ley”.
La contrarreforma católica
Para contrarrestar la Reforma protestante, la Iglesia católica se reformó a sí misma. Esta
contrarreforma fue la obra del Concilio de Trento (1545-1563).
Desde el principio de la Reforma, católicos y protestantes reclamaban un Concilio
ecuménico, es decir universal, para reglamentar las cuestiones en litigio. Pero el concilio no
se reunió hasta 1545, demasiado tarde para restablecer la unidad cristiana. Se disolvió en
1563, pero como sus trabajos habían sido interrumpidos por dos veces, a consecuencia de
las guerras, desde 1549 a 1551, y después desde 1552 a 1560, su duración real fue
solamente de ocho años.
La obra del Concilio de Trento se completó por diferentes medidas tomadas por los papas.
Establecieron una comisión encargada de hacer el catálogo o Índice de los libros cuya
lectura debía se prohibida, porque podían poner en peligro la fe de los fieles. Esto fue lo que
se llamó Congregación del Indice. Reorganizaron la Inquisición o Santo Oficio, encargada
especialmente de vigilar al clero y de perseguir y castigar hasta por el fuego a los autores de
doctrinas contrarias a los dogmas católicos.
Los jesuitas
Para combatir las doctrinas protestantes, los papas encontraron preciosos auxiliares en las
órdenes religiosas. De todas ellas, la que ocupó principal puesto en la historia fue la
Compañía de Jesús, fundada en 1540 por el español Ignacio de Loyola.
La compañía, creada para el combate, fue organizada como un cuerpo de ejército, regida
por la más severa disciplina, gobernada por un general que disponía de una autoridad
absoluta, y sometida enteramente al papa. La regla esencial es, como en un ejército, la
obediencia pasiva. El que deseaba ser soldado de Jesús, o jesuita, debía renunciar a tener
otra voluntad que la de sus jefes. Debe, dicen las Constituciones, “obedecer como el bastón
en manos del viajero” y ser, entre las manos de sus superiores, “como un cadáver”.
Los jesuitas obraron por la predicación, pero sobre todo por la confesión y educación.
Supieron atraer a sus colegios a los hijos de los nobles, y hasta a los hijos de los príncipes
soberanos. Por los jesuitas fue que Alemania del Sur, y especialmente Baviera y Austria,
fueron reconquistados al protestantismo. El mismo éxito tuvieron en la parte de los Países
Bajos que forma hoy Bélgica.
Por donde quiera que los jesuitas ejercieron su acción, tuvieron en vista el interés general
del catolicismo, y no el interés particular de un soberano o de un Estado. Fueron únicamente
los soldados de Cristo; es decir, los soldados del papa, su vicario. Según su divisa,
combatieron ad majorem Dei gloriam, “por la mayor gloria de Dios” y por la Iglesia Universal.
En esto fueron internacionalistas, lo que despertó la desconfianza y la hostilidad de muchos
gobiernos respecto a ellos.
Redescubriendo el pasado
Los arquitectos del Renacimiento desecharon los modelo góticos, considerados como
toscos. Así, reaparecieron las líneas rectas de los templos griegos. El arco de medio punto
romano reemplazó al ojival. Las columnas con capiteles dórico, jónico y corintio decoraron
las estructuras sencillas de las construcciones del Renacimiento, y la cúpula relevó a la
bóveda gótica.
En la pintura, los artistas del Renacimiento se destacaron por su dibujo, es decir, por el uso
del trazo perfecto. Asimismo, redescubrieron las leyes de la perspectiva, ignoradas desde
la antigüedad, gracias a lo cual pudieron representar las figuras en una superficie plana, con
la forma con que aparecían a la vista.
Sin embargo, en este campo del arte, no quedaban obras de la antigüedad, por lo cual los
pintores renacentistas desarrollaron extensamente su poder creativo. Además, el invento del
óleo fue muy importante. Esta técnica consiste en el uso de colores disueltos en aceite, que
pueden ser aplicados sobre telas o maderas, lo que provocó el surgimiento del llamado
cuadro de caballete, es decir, en tela y fácilmente transportable. Gracias al óleo, se logró un
mayor colorido y minuciosidad, porque podía ser trabajado con más lentitud que los frescos,
que debían pintarse más rápidamente sobre un muro cuando este estaba todavía húmedo.
Por todo ello es que los pintores de esa época se destacaron en varias facetas distintas.
Fueron hábiles compositores, es decir, supieron agrupar armoniosamente las distintas
figuras y elementos de sus cuadros. Solucionaron también el problema de la conveniente
distribución de la luz y de las sombras que se conoce con el nombre de claroscuro.
Finalmente, fueron grandes coloristas, al saber disponer y graduar debidamente los colores.
Escritos antiguos
Sin embargo, la gran influencia de la Antigüedad se ejerció a través de los escritos de todo
género: literarios, históricos y filosóficos, latinos y griegos, que fueron hallados en los siglos
XIV y XV. Las obras latinas, por ejemplo Los Discursos y las Cartas de Cicerón (político,
pensador y orador romano) y una parte de las obras de Tácito (historiador latino), fueron
descubiertas principalmente en el siglo XIV en las bibliotecas de los conventos. En cuanto a
los autores griegos, Platón en particular, eran ignorados en la Europa Occidental, y recién
fueron revelados en el siglo XV.
Todo este material iluminó a los artistas de la época y sirvió para dar un apoyo fundamental a
sus obras, entregando nuevas visiones del mundo, que se ajustaban a los ideales que en
ese momento flotaban en el aire renacentista.
El italiano Francisco Petrarca ha sido calificado como el padre del Humanismo. Él dedicó
toda su vida al estudio de los clásicos, tratando de imitar a Cicerón y Virgilio, descubriendo
las cartas del primero, hasta entonces desconocidas. Al mismo tiempo, escribió sonetos en
lengua italiana, en los que cantó su amor por una mujer llamada Laura de Noves. Sus obras
más conocidas son el Cancionero y Triunfos. Por estos sonetos, Petrarca es considerado
unos de los más grandes poetas líricos de la literatura universal.
Otro humanista famoso fue Juan Boccaccio, también italiano, autor del Decamerón,
conjunto de cuentos que retratan al ser humano con sus vicios y virtudes y que reflejan las
costumbres de la época. En otra de sus obras, titulada De la genealogía de los dioses,
realizó uno de los estudios más completos que se conocen sobre la mitología grecorromana.
Uno de los personajes considerados como el más perfecto representante del Humanismo fue
Desiderio Erasmo, o también conocido como Erasmo de Rotterdam, por haber nacido en
esa ciudad holandesa. Fue un apasionado humanista y editó obras clásicas como la
Geografía de Ptolomeo y tradujo al latín varios autores griegos. Escribió también el Elogio
de la locura. En ella, la más alabada de todas sus obras, y que dedicó a su amigo, el
humanista inglés Tomás Moro, criticó las costumbres de sus contemporáneos, las
supersticiones, los prejuicios, la ignorancia y el fanatismo en todas sus formas.
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