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Una secuencia didáctica con TIC es aquella en la que se integran diversas herramientas
tecnológicas (pc, teléfonos móviles, tabletas, netbooks, etc) y sus aplicaciones
(buscadores, servicios web, software específico como simuladores o laboratorios
virtuales, etc.).
A continuación les presentamos sintéticamente las distintas partes en que están divididas
las secuencias.
Propósitos
Objetivos
Contenidos
Recursos
Evaluación
Evaluación Final
Feldman (2010) señala que los propósitos y los objetivos son dos maneras diferentes de
definir finalidades. Los propósitos remarcan la intención; los objetivos, el logro posible.
Indica, además, que todo programa debería ofrecer alguno de estos elementos, o bien
ambos.
Los propósitos son los enunciados que presentan los rasgos centrales de una propuesta;
definen lo que, como docentes, pretendemos del curso y orientan y dirigen la selección de
los contenidos. Esto es importante de remarcar en los alumnos de profesorado a la hora
de escribir secuencias didácticas.
Los objetivos definen las intenciones en términos de lo que los alumnos obtendrán,
sabrán o serán capaces de hacer.
Los objetivos deberían ser pocos, básicos y concretos, en consonancia con el tiempo
previsto de enseñanza. Los largos listados no funcionan porque no se pueden llegar a
cumplir y, además, no demuestran ninguna prioridad. Por otro lado al buscar permitir el
desarrollo de las capacidades de los alumnos para explicar, hacer o valorar, no es algo
próximo a conseguir. En muchas oportunidades, especialmente en lo que se refiere a
contenidos relacionados con procesos y actitudes, es habitual citar muchos objetivos que
no se pretenden enseñar, sino que ya son conocidos por los estudiantes. Sanmartí
comenta el siguiente ejemplo: muchas veces se tiene como objetivo que el alumno “sea
capaz de leer gráficos“, aunque no se diseña ninguna actividad con tal finalidad y, en
cambio, sí se incluye alguna en la que deben aplicar dicho conocimiento y, por ello se
supone que ya lo han aprendido. Enseñar a leer gráficos científicos requiere bastantes
horas de clase, y es importante determinar en qué momento de la escolaridad se
introduce por primera vez su conocimiento y cuándo y en qué aspectos se aumentará el
grado de complejidad en su uso y comprensión, así como su reflexión sobre sus usos en
el ejercicio de la práctica docente.
Las actividades
Las tareas y actividades enfrentan a los alumnos con experiencias, modos de apropiación
del conocimiento y desarrollo de competencias. Ellas mismas tienen valor formativo, es
decir, no son solo un vehículo para el logro de un fin. Las actividades son las que crean
oportunidades de aprendizaje. Por eso, la pregunta que debemos adoptar como guía en
esta etapa de diseño es: ¿qué deberían hacer los estudiantes para comprender este
problema?, ¿qué experiencias debemos ofrecerles para que puedan construir dichas
comprensiones?, ¿cómo los futuros docentes deben hacer para incorporar actividades
basadas en los lineamientos actuales de la enseñanza de las ciencias, y no repetir
modelos tradicionales de transmisión del conocimiento? Debemos tener siempre presente
que la propuesta de actividades conlleva la definición del tipo de experiencias que se
ofrecerá a los alumnos.
Es por ello que, a la hora del diseño, puede ser útil considerar las siguientes preguntas
orientadoras:
La secuencia de las actividades de cada una de las clases deberá explicitar los diferentes
momentos. María Cristina Davini (2008) lo plantea de la siguiente forma:
Momento de apertura: actividades que introduzcan las tareas y promuevan la
implicación de los alumnos para desarrollarlas.
Momento de desarrollo: actividades en las que gradualmente se afirman las
tareas, con mayor participación del profesor o con su guía y que anticipen las
dificultades posibles y las intervenciones de los estudiantes.
Momento de cierre: actividades de integración final que sinteticen los logros y
faciliten la evaluación de lo alcanzado.
Actividades de revisión del proceso seguido, estimulando que los alumnos
analicen la experiencia desarrollada; ello favorecerá su capacidad para enfrentar
otros aprendizajes semejantes.
La evaluación
¿Qué, cómo y cuándo evaluamos? Estos interrogantes nos proponen repensar nuestras
prácticas de evaluación habituales.
¿Qué evaluar?
Responder a esta pregunta supone reflexionar, en primer lugar, sobre qué queremos que
los alumnos comprendan y, en segundo, acerca de qué pretendemos que realicen con el
conocimiento adquirido. Recordemos que el aprendizaje se evalúa en términos de lo que
los alumnos adquirieron a partir de la experiencia educativa que les propusimos, por ello
los objetivos brindan criterios para evaluar ya que establecen los logros posibles:
¿obtuvieron eso que esperábamos que obtuvieran?
Hacer públicos y explicitar estos criterios posibilita poner en discusión qué se considera
un buen trabajo. Asimismo, ayuda a establecer una comunicación más democrática con
los alumnos y los orienta en sus procesos de aprendizaje.
¿Cómo evaluar?
La elección del instrumento adecuado constituye una de las decisiones más importantes
para garantizar la dimensión didáctica de la evaluación, y por ello su construcción debe
ser coherente con las habilidades cognitivas que buscamos desarrollar, los objetivos que
nos hemos formulado y las situaciones de aprendizaje que propongamos.
¿Cuándo evaluar?
Los avances que se han producido en los últimos años en el campo de la evaluación
didáctica han orientado los nuevos modelos de enseñanza de las ciencias. Geli (2000) ya
nos hablaba de la existencia de dos retos importantes en los que la evaluación juega un
papel fundamental en la enseñanza de las ciencias:
Siguiendo a esta autora, el reto que se plantea en segundo lugar a la enseñanza de las
ciencias es la adecuación de las actividades de aprendizaje al perfil de conocimientos de
cada alumno, de manera que puedan progresar individual y colectivamente en el
conocimiento científico a partir de una planificación del proceso de enseñanza-aprendizaje
adaptada a la diversidad de niveles y de intereses. La evaluación proporciona información
sobre la evolución del conocimiento de cada alumno, y permite orientar su secuencia de
aprendizaje de manera personalizada.
Una de las grandes tareas que debemos llevar a cabo es la promoción en los docentes
para traer a primer plano los procesos formativos que crean las condiciones para el
desarrollo de un sujeto competente en las ciencias. Existe la necesidad de un recorrido
hacia procesos formativos donde la evaluación no esté desconectada de los procesos de
aprendizaje, como ocurre en muchos casos, con la finalidad de que los alumnos
comprendan y aprendan a valorar sus potencialidades, generando indicadores que den
cuenta de su desarrollo y avances más allá de propuestas estandarizadas.
En síntesis, la mejor orientación para saber cómo, cuándo y a quiénes evaluar será
preguntarnos si la propuesta que estamos poniendo en acción brinda información valiosa
a docentes y alumnos sobre los aspectos en los que cada uno es fuerte y sobre los que
se requiere un mayor trabajo.
Las listas de control y de cotejo están formadas por una serie de aspectos,
caracterísiticas, cualidades, acciones, elementos observables sobre un proceso que
pueden registrarse en un cuadro de doble entrada. En donde se verifican si se cumplen o
no una serie de “criterios de evaluación“. En muchos casos, no es suficiente la
información obtenida y es por eso que se propone un nuevo instrumento de seguimiento
que permite monitorear y mejorar en lugar de controlar o verificar. Una de las propuestas
que puede aportar esta información es la denominada rúbrica o matricz de valoración.
Una rúbrica es una guía que busca evaluar el recorrido de los estudiantes, basado en la
explicitación de una serie de criterios que dan cuenta de lo actuado por los alumnos, en el
logro de una competencia o en la realización de una actividad. Constituye una guía de
trabajo tanto para los alumnos como para los docentes, puede ayudarlos a pensarsobre
los criterios con los cuales se evaluaran sus trabajos, y de esta manera favorecer el
proceso de autorregulación de sus acciones.
Anijovich explica que la rúbrica no se un instrumento solo para entregar al docente, sino
que es necesario que el alumnado sea partícipe, comprenda y se apropie de la matriz. Un
ejemplo de actividad para que ellos puedan proponer criterios para elaborar la matriz que
evalúe el trabajo experimental puede ser indicándoles:
“Ustedes son evaluadores en la Feria de Ciencias. Escriban una lista de los criterios
importantes para considerar. En sus carpetas tienen algunos trabajos experimentales que
hemos desarrollado en clase, pueden releerlos y cuando finalizan la lista de criterios, la
compartiremos para construir juntas/os la matriz de valoración ” (Anijovich, 2011)
Referencia bibliográfica: