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Los tigres azules y el problema del conocimiento.

Van algunos de los pasajes que me parecen más significativos en Los tigres azules. El cuento se
inscribe claramente en una línea escéptica, más bien nietzscheana, de crítica a la concepción
de la ciencia moderna del conocimiento como acceso a la realidad del mundo, pero en ese
sentido se puede vincular con el momento de la duda cartesiana con respecto a la existencia
del mundo externo y también con el modo en que Hume se monta sobre ese escepticismo (la
idea de hábito es importante en el cuento). Sin embargo, más que para ilustrar el planteo de
Descartes o de Hume, me parece que sirve para dar cuenta de ese problema, de si en el
conocimiento hay un acceso del sujeto a la realidad el objeto, o de si, por el contrario, el
objeto siempre se resiste y en todo caso el conocimiento es la proyección de nuestras
estructuras sobre un objeto que no nos corresponde ni en definitiva sabemos si existe. (Aclaro:
personalmente, no me simpatiza particularmente esa posición nietzscheana que está en
germen en la duda de Descartes, pero me parece que es un problema importante en filosofía).

- “Mi llegada coincidía invariablemente con el momento exacto en que el tigre acababa de huir.
Siempre me indicaban la huella y algún destrozo, pero el puño de un hombre puede falsificar
los rastros de un tigre”.
Momento de la duda escéptica en Descartes (argumento del sueño): mis sentidos no dan con
el objeto en el mundo externo, sólo tenemos impresiones sensibles que no sabemos si se
corresponden con un objeto independiente de nuestra percepción, huellas que no sabemos si
son tales, el objeto se nos escapa, se nos difiere cada vez.

- “Ya dije que el cerro boscoso a cuyo pie se amontonaba la aldea no era muy alto; una meseta
lo truncaba. Del otro lado, hacia el Oeste y el Norte, seguía la jungla. Ya que la pendiente no
era áspera, les propuse una tarde escalar el cerro. Mis sencillas palabras los consternaron. Uno
exclamó que la ladera era muy escarpada. El más anciano dijo con gravedad que mi propósito
era de ejecución imposible. La cumbre era sagrada y estaba vedada a los hombres por
obstáculos mágicos. Quienes la hollaban con pies mortales corrían el albur de ver la divinidad y
de quedarse locos o ciegos.”
Referencia a la “selva que está subiendo el cerro” como el lugar donde se encuentra con las
piedras que son “los tigres azules”. Y “la selva” es el lugar “prohibido” en el cuento ¿Por qué la
selva? La selva es el lugar-otro de la civilización occidental. Si la civilización occidental se
embandera con la afirmación de la razón y del conocimiento, la selva representa ese límite,
ese más allá del conocimiento, el desastre del conocimiento, el lugar a donde no accede y que
lo socava, que socava sus supuestos. Que las piedras, estos objetos que no se dejan capturar
de ningún modo por el conocimiento, aparezcan en la selva, es algo que da cuenta de su
condición de inapropiables por el conocimiento.

- “Me sentí libre como si mi permanencia en la aldea hubiera sido una prisión”. Acceder a ese
lugar que está más allá de nuestro conocimiento se siente como una liberación, y entonces
caemos en la cuenta de que lo que llamamos conocimiento es en todo caso el modo en que el
mundo queda atrapado en nuestras estructuras, en las que a su vez nosotrxs estamos
atrapadxs: no podemos salir de ellas para ver el mundo tal como es.
- “En un sueño vi tigres de un azul que no había visto nunca y para el cual no hallo la palabra
justa (…) El suelo era agrietado y arenoso. En una de las grietas, que por cierto no eran
profundas y que se ramificaban en otras, reconocí un color. Era, increíblemente, el azul del tigre
de mi sueño. Ojalá no lo hubiera visto nunca (…) Tienen ese color que sólo es permitido ver en
sueños”.
El “azul” aparece sólo en “sueños”. El sueño, durante la modernidad, hasta Freud, fue
concebido como el lugar de la sinrazón. De nuevo, “los tigres azules” son el imposible del
conocimiento que cuando irrumpe los desbarata, son el desastre del conocimiento.

- “Si me dijeran que hay unicornios en la luna, yo aprobaría o rechazaría ese informe o
suspendería mi juicio, pero podría imaginarlos. En cambio, si me dijeran que en la luna seis o
siete unicornios pueden ser tres, yo afirmaría de antemano que el hecho era imposible. Quien
ha entendido que tres y uno son cuatro, no hace la prueba con monedas, con dados, con piezas
de ajedrez o con lápices. Lo entiende y basta. No puede concebir otra cifra. Hay matemáticos
que afirman que tres y uno es una tautología de cuatro, una manera diferente de decir cuatro...
A mí, Alexandre Craigie, me había tocado en suerte descubrir, entre todos los hombres de la
tierra, los únicos objetos que contradicen esa ley esencial de la mente humana.”
- “Estas operaciones me ayudaron a salvarme de la locura. Al manejar las piedras que
destruyen la ciencia matemática, pensé más de una vez en aquellas piedras del griego que
fueron los primeros guarismos y que han legado a tantos idiomas la palabra "cálculo". Las
matemáticas, dije, tienen su comienzo y ahora su fin en las piedras. Si Pitágoras hubiera
operado con éstas...”.
“Al principio yo había sufrido el temor de estar loco; con el tiempo creo que hubiera preferido
estar loco, ya que mi alucinación personal importaría menos que la prueba de que en el
universo cabe el desorden. Si tres y uno pueden ser dos o pueden ser catorce, entonces la razón
es una locura.”
La idea de que estas piedras representan el límite del conocimiento, que las matemáticas, que
son el modelo del conocimiento concebido en términos modernos, no puede capturar de
ningún modo la realidad que representan. Que allí no hay orden, medida, proporción, ley. De
nuevo, que el mundo excede y descalabra nuestro conocimiento, las estructuras de nuestro
conocimiento, de la razón, que la razón es locura en la medida en que es inadecuada para dar
cuenta de esa realidad independiente de nosotrxs mismxs.

- Ante la observación de las piedras: “La gente se agolpaba, presa de estupor y de horror. Los
hombres obligaban a sus mujeres a mirar el prodigio. Alguna se tapaba la cara con el
antebrazo, alguna apretaba los párpados. Ninguno se animó a tocar los discos, salvo un niño
feliz que jugó con ellos. En un momento sentí que ese desorden estaba profanando el milagro.
Junté todos los discos que pude y volví a la choza”.
¿Por qué un niño es inmune al horror de las piedras? Podemos pensar, con Hume, que porque
el conocimiento es una cuestión de hábito, de costumbres, y el niño está a salvo de ese hábito,
todo le asombra por igual y juega con todo por igual.

- “A mi lado estaba el mendigo. Descifré en el crepúsculo el turbante, los ojos apagados, la piel
cetrina y la barba gris. No era muy alto
Me tendió la mano y me dijo, siempre en voz baja:
- Una limosna, Protector de los Pobres.
Busqué, y le respondí:
-No tengo una sola moneda.
-Tienes muchas -fue la contestación.
En mi bolsillo derecho estaban las piedras. Saqué una y la dejé caer en la mano hueca. No se
oyó el menor ruido.
- Tienes que darme todas - me dijo-. El que no ha dado todo no ha dado nada.
Comprendí y le dije:
- Quiero que sepas que mi limosna puede ser espantosa.
Me contestó:
- Acaso esa limosna es la única que puedo recibir. He pecado.
Dejé caer todas las piedras en la cóncava mano. Cayeron como en el fondo del mar, sin el ruido
más leve.
Después me dijo:
- No sé aún cuál es tu limosna, pero la mía es espantosa. Te quedas con los días y las noches,
con la cordura, con los hábitos, con el mundo.
No oí los pasos del mendigo ciego ni lo vi perderse en el alba.”
En el diálogo final entre el protagonista y el mendigo, la idea, nietzscheana, de que finalmente,
por más terrible que pueda ser asumir que las cosas en realidad resultan ser heteróclitas
respecto al modo en que conocemos, es preferible vivir expuesto a esa verdad, como el niño
que juega inocentemente con las piedras, que refugiado en la tranquilidad negadora de
nuestro hábito y de nuestra costumbre (también fundamentales en la concepción humeana
del conocimimiento).

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