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EL Geral y la colonización en el alto Río Negro -Vaupés. GERAL Y LA


COLONIZACIÓN

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Gabriel Cabrera Becerra


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EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN
EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

GABRIEL CABRERA BECERRA | Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín

H asta comienzos del siglo XX, un rasgo dominante en la aproximación ar-


queológica y etnográfica a la Amazonia fue la correlación simplista entre
lengua y cultura. La suposición de esta relación sufrió una fractura con el conocimien-
to de las regiones de carácter multiétnico o multilingüístico que evidenció que en ellas
se hallaban diferentes poblaciones cuyos sistemas productivos, formas de consumo
e instrumentos eran similares y cuyas lenguas eran distintas, aunque emparentadas
(Góes, 1999: 321). Dos regiones en especial, el alto Xingú y el alto río Negro, ilustran
muy bien los rasgos compartidos y las lenguas diversas. Pero ¿qué sucedió en aque-
llas regiones multiétnicas donde los agentes colonizadores introdujeron lenguas con
propósitos de dominación? Particularmente en una de estas regiones –la del alto río
Negro– el avance de religiosos promovió la introducción de una lengua franca o ve-
hicular conocida como geral o nheengatú1. Curt Nimuendajú (1950: 166) menciona
que en 1927, con “excepción hecha de los nacidos en la presente generación, toda la
población civilizada del Municipio de San Gabriel, blanca, mestiza o india usa entre sí
la lengua geral”. Otros autores reiteraron la presencia del geral durante las primeras
décadas del siglo XX (Ardila, 1989: 26; Grimes, 1986: 27) y las etnografías clásicas so-
bre los grupos de la región corroboraron su presencia y su uso hasta un pasado reciente
(Goldman, 1968: 19; Jackson, 1983a: 19; Correa, 1996: 7).
Mi hallazgo en la obra La France Équinoxiale del viajero Henri Anatole Coudreau
(Broc, 1999: 91-92)2 de un vocabulario de geral con más de 250 palabras y algunas

1 González de Pérez (1997: 498) anota al respecto: “se llamó lingua geral, en portugués, o
nheengatú, en tupí (nhee, ‘lengua’; katu, ‘buena’)”. Mosonyi et ál. (2003: 115) señalan otra
etimología para ñeengatú o ñengatú, que significaría “palabra verdadera”: “‘ñe´e’: palabra;
‘katú’: verdadero”.
2 Menciona este investigador que Henri Coudreau nació en Sonnac, Francia, en 1859. De origen
familiar humilde, estudió en la escuela normal de Cluny y posteriormente trabajó como maestro
de historia y geografía en la escuela profesional de Reims. En 1892 fue condecorado por la
Sociedad Geográfica de París y falleció en noviembre de 1899. Coudreau realizó varios viajes
por la Amazonia y llegó a determinar la altitud de más de un centenar de cúspides, hizo dos mil

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366 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

frases cortas recogidas durante su travesía por el río Vaupés, al que el autor acompañó
con la traducción al portugués, tucano y tariana (Coudreau, 1886: 464-476)3, llama-
ron mi atención sobre el geral4. Recientes esfuerzos por sistematizar el estado de las
lenguas indígenas en Colombia (González de Pérez, 2000), por recuperar información
sobre ellas en el exterior (Landaburu, 1996, 1998) o por trazar un panorama global de
las lenguas habladas en la región amazónica (Queixalos, 2000) no incluyen, o dedi-
can poco espacio –pese a su indiscutida presencia–, a la lengua geral o nheengatú. Es
justamente esta ausencia y la presencia actual de un grupo étnico en Venezuela que se
identifica con el nombre de geral, cuya población se estima en 731 individuos5 que hoy
se encuentran dispersos en comunidades interétnicas del estado de Amazonas, pero
cuyos poblados más importantes, San Pedro y Bulton, se encuentran en el bajo Guainía
(González, 2000: 389), lo que nos lleva a preguntarnos cuál ha sido el papel de esta
lengua a través del tiempo en la región y qué papel juega en los procesos identitarios.
Dar una respuesta a estos interrogantes es algo que se podría hacer explorando el sen-
tido que tiene la introducción y uso de esta lengua para los diversos actores regionales,
como los indígenas y los agentes colonizadores –religiosos, administradores, comer-
ciantes, etc.–, e incluso para los distintos investigadores sociales de hoy, como antro-
pólogos y lingüistas6. Empero, aquí solo nos ocuparemos de trazar, en la primera parte
del artículo, un panorama histórico de la actividad de religiosos que preliminarmente
permite identificar tres momentos relacionados con la presencia del geral en la región.
En la segunda parte, y basado en la propuesta de Pierre Bourdieu sobre la economía de
los intercambios lingüísticos y en enfoques de otros autores desde la sociolingüística,
apuntalaremos algunos elementos de análisis sobre la persistencia y el lugar de esta
lengua en la zona del alto río Negro-Vaupés7 en la actualidad.

medidas meteorológicas y recogió innumerables datos etnológicos, lingüísticos y económicos.


Sus recorridos por la Amazonia llegaron a sumar más de 4.000 km, 2.600 por río y 1.400 por
tierra. Entre las áreas que visitó se encuentran: la región de la Guyana Francesa y algunos
ríos, como el Amazonas, Esequibo, Branco, Negro, Vaupés, Trombetas, Tapajós (julio de 1895
a enero de 1896), Xingu (mayo a octubre de 1896) y Tocantins (julio a octubre de 1897). Como
parte de su legado, Coudreau dejó no solo los relatos de sus viajes, sino también un importante
atlas (Coudreau, 1887). El mapa de los ríos Negro y Vaupés de Coudreau ha sido recientemente
publicado (Cabrera, 2002: 113-114).
3 El itinerario del viaje hacia el río Vaupés inició por el Amazonas, partiendo de Belén de Pará, el 31
de diciembre de 1883, y llegó a Manaos, sobre el río Negro, el 6 de enero del año siguiente; desde
allí siguió el curso de este río, hasta alcanzar la desembocadura del Vaupés, el 20 de marzo. Dos
días después continuó por el curso del Vaupés hasta Panore –punto extremo de su viaje–, adonde
arribó el 1 de abril; allí permaneció todo el mes y realizó varios viajes hasta Taraquá.
4 Adicionalmente, Laucho (2000: 453) precisa que suele denominarse geral en zonas de influencia
lingüística portuguesa y yeral en zonas de influencia española.
5 El censo oficial indígena de Venezuela indica que son 744 individuos (OCEI, 1993: 32).
6 Sobre estas múltiples vías de aproximación e interpretación del tema indígena, véase, por
ejemplo, el estudio Discovery of Guiana, de Walter Raleigh (Whitehead, 1995).
7 El área cultural del alto río Negro se extiende a lo largo de toda la frontera colombo-brasilera,
entre la piedra del Cocuy y la desembocadura del río Taraira, en el río Caquetá, punto desde donde
sigue una línea imaginaria que continúa por el río Curicuriari, hasta cerca de su desembocadura
GABRIEL CABRERA BECERRA | 367

Antes de abordar el asunto del geral, es necesario presentar ciertas características


de la zona del alto río Negro-Vaupés8 en la que se desenvuelve el estudio. En ella es
posible distinguir dos conjuntos sociales: los grupos sedentarios asentados cerca de
los cursos de agua, cuya subsistencia se basa principalmente en la horticultura itine-
rante, y los grupos de tradición nómada o makú que tradicionalmente han ocupado
las áreas interfluviales y cuya subsistencia se basa mayoritariamente en la caza y la
recolección (Ramos et ál., 1980: 135-141; Jackson, 1983a: 148-163; Correa, 1983-
1984: 97-123). Dentro del primer grupo se incluyen cerca de 20 etnias de filiación
Tukano oriental y seis de filiación Arawak (véanse mapa 1 y tabla 1). Los grupos

MAPA 1.
 

 
  
 





 


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en el río Negro, siguiendo de nuevo su curso hasta la piedra del Cocuy. Incluimos el Vaupés
colombiano en esta presentación, pues los grupos tukano orientales constituyen un conjunto
sociocultural que tiene población en ambos países. Acerca del área cultural del río Negro, véase
Oliveira (1995: 19).
8 Debemos precisar que, en términos políticos, las fronteras actuales entre los estados de Colombia
y Brasil fueron definidas en el siglo XX, y si bien durante la segunda mitad del siglo XIX toda la
porción colombiana del río Vaupés hacía parte del territorio del Caquetá, cuyos límites entonces se
adentraban en actual territorio brasileño, ninguna presencia efectiva se hizo allí desde Colombia.
Por tal razón, todo lo que aquí se trata hasta llegado el siglo XX cobija la cuenca del río Vaupés en
los dos países.
368 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

TABLA 1. FILIACIÓN LINGÜÍSTICA Y POBLACIÓN DE LOS GRUPOS INDÍGENAS


ACTUALES EN LA REGIÓN DEL ALTO RÍO NEGRO Y VAUPÉS.

TUKANO ORIENTAL TUKANO MEDIO ARAWAK


ETNIA POBLACIÓN POBLACIÓN ETNIA POBLACIÓN POBLACIÓN ETNIA POBLACIÓN POBLACIÓN POBLACIÓN
EN EN EN EN EN EN EN
COLOMBIA BRASIL COLOMBIA BRASIL COLOMBIA BRASIL VENEZUELA
A B A B A B C

Arapaso ---- 300 Cubeo 4.238 262 Baniwa 7.000 4.000 1.192
Bará 96 54 Bare ---- 2.790 1.226
Barasana 1.891 61 Cabiyari 277 ---- ----
Carapana 412 38 Curripaco 7.066 1.100 2.816
Desana 2.136 1.464 Tariana 332 1.595 ----
Guanano 1.172 487 Warakena ---- 491 428
Macuna 42
Piratapuyo 630 900 TUKANO NO CLASIFICADO MAKÚ-PUINAVE
Pisamira 46d ----
Siriano 715 ? ETNIA POBLACIÓN POBLACIÓN POBLACIÓN
POBLACIÓN POBLACIÓN
EN EN EN
Taiwano 19 ---- ETNIA
EN EN
COLOMBIA BRASIL VENEZUELA
COLOMBIA BRASIL
Tatuyo 294 ---- A B
E F

Tukano 6.837 3.670 Letuama 650 ---- Hupdu 235 +/- 1.208 ----
Tuyuka 570 530 Tanimuka 1.149 ---- Juhup 205 +/- 370 ----
Yauna 95 ---- Kakua o Bara 147 ---- ----
Yuruti 610 ---- CARIB
ETNIA POBLACIÓN POBLACIÓN POBLACIÓN
EN EN EN
COLOMBIA BRASIL VENEZUELA
Carijona 70G ---- ----

A) Raúl Arango y Enrique Sánchez (1998). Los pueblos indígenas de Colombia 1997. Desarrollo y territorio.
Bogotá. Tercer Mundo, DNP, pp. 120-123.
B) Instituto Socioambiental (2000). Povos Indígenas no Brasil 1996-2000. Carlos Alberto Ricardo (ed.). São
Paulo. pp. 10-15.
C) OCEI (1993). Censo Indígena de Venezuela 1992. Caracas, t. I, p. 32.

D) María Stella González de Pérez (1997). “¿Se extingue la gente de red, su lengua y su cultura? Condicio-
nes sociales de la lengua pisamira”, Lenguas amerindias. Condiciones sociolingüísticas en Colombia,
Ximena Pachón y François Correa (eds.), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, ICAN, p. 501.

E) Con base en diversas fuentes. Véase Dany Mahecha, Carlos E. Franky y Gabriel Cabrera (2000). “Nukak,
kakua, juhup y hupdu (makú). Cazadores nómadas de la Amazonia colombiana”, Geografía humana
de Colombia. VII (II). Bogotá. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Coordinador científico
François Correa Rubio, p. 134.

F) Jorge Pozzobon. “Os Maku - esquecidos e discriminados”, Povos Indígenas no Brasil 1987/88/89/90, São
Paulo, Cedi, p. 141.
G) Camilo A. Robayo (1997). “Babel de nuevo erigida. El caso de la lengua Carijona. Condiciones sociales de
la lengua pisamira”, Lenguas amerindias. Condiciones sociolingüísticas en Colombia, Ximena Pachón y
François Correa (eds.), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, ICAN, p. 554.
GABRIEL CABRERA BECERRA | 369

de filiación lingüística Tukano oriental del primer conjunto mencionan un lugar de


origen común que se ubica en la cueva de Tocandira, sitio en donde la Anaconda
ancestral habría celebrado el primer ritual de iniciación. Los “grupos habrían llegado
hasta allí remontado un eje fluvial común” y “luego se habrían separado por diversos
afluentes” (Correa, 1996: 223). Como rasgo particular, entre los grupos de filiación
Tukano oriental existe el multilingüismo y la exogamia lingüística9. Entre los grupos
Arawak, sus tradiciones señalan a Hipana, un raudal en el río Aiary, como su lugar
de origen (Wright, 1983: 538).
En cuanto al segundo conjunto, los pueblos de tradición nómada o makú, ac-
tualmente se reconoce que existen seis grupos en toda la región central del noroeste
amazónico (Mahecha et ál., 1996-1997: 85-132; Cabrera et ál., 1999: 30-57; Reid,
1979; Silverwood-Cope, 1990), uno de cuyos rasgos característicos es su endogamia.
El origen de los makú parece encontrarse en una parte baja del río Negro, lugar desde
donde migraron segregándose a través del tiempo en los diversos grupos que hoy
conocemos (Mahecha et ál., 2000: 143). Desde la perspectiva cultural de los grupos
ribereños sedentarios, los llamados makú ocupan el sitio más bajo en las jerarquías
regionales, su endogamia e itinerancia por el bosque se asocia con una relativa condi-
ción de animalidad y su economía de caza supone la obligatoriedad de proveer carne
a sus vecinos sedentarios y prestarles diversos servicios (Mahecha et ál., 1996-1997:
100-111; Cabrera et ál., 1999: 38-46; Pozzobon, 1991: 141-142).
En términos históricos, la existencia de lenguas francas o vehiculares, es decir,
de aquellas empleadas “por grupos y personas cuyas lenguas maternas son diferen-
tes, para facilitar la comunicación entre sí” (Triana y Antorveza, 1997: 8) se remonta
al período de preconquista; en el caso del Perú, durante el imperio incaico el dominio
del quechua “no significó la desaparición de los idiomas locales, sino que contribuyó
a la superación de la fragmentación lingüística y cultural” (Zabala, citado en Triana
y Antorveza, 2000: 3). Igualmente, en el valle de México el náhuatl “había sido len-
gua franca utilizada en la prehistoria próxima a la llegada de los españoles” (Triana
y Antorveza, 2000: 3), y los mexicas llegaron incluso a impulsar su uso mediante
la fundación de academias y diversos procedimientos retóricos (Lastra y Horcasitas,
citados en Pineda, 2000: 53).
Con la dominación española, la corona decidió hacia 1550 que los indios del con-
tinente americano debían aprender el español, aunque en 1570 optó, gracias a la reco-
mendación del Virrey Francisco Toledo, por las lenguas generales para la evangelización
(Lastra y Horcasitas, citados en Pineda, 2000: 3). En el territorio colombiano, varias
lenguas indígenas fueron adoptadas como francas o generales: “el chibcha o muisca,

9 Véanse Sorensen (1967: 670-684); Jackson (1983b: 379-397); Gómez-Imbert (1986). Idealmente,
todos los grupos tukano orientales siguen el patrón de exogamia lingüística y solo los cubeo y
makuna son una excepción, ya que sus grupos de descendencia están clasificados entre sí como
hermanos o cuñados, de manera que entre los primeros no debe haber matrimonios. Acerca de
estas excepciones, véanse Goldman (1968) y Århem (1991: 83-95).
370 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

el quechua o lengua del inga, el siona y el sáliba. El quechua y el muisca recibieron


la sanción real. Las demás fueron utilizadas por los predicadores y encomenderos
en vista de su poder cohesionador y calidad instrumental, sin que para ello hubiera
intervenido la corona” (Torre Revello, citado en Triana y Antorveza, 2000: 3; Patiño,
1984: 469). Particularmente en la Amazonia, los misioneros franciscanos intentaron
implantar como lengua franca el siona en el área de predominio Tukano occidental
(Patiño, 2000: 169), y en otras regiones, como el Perú oriental, promovieron un dia-
lecto quechua, probablemente el quechua de San Martín, como lengua vehicular en
sus misiones del siglo XIX (Gow, 1996: 272). En el Ecuador, los jesuitas implantaron
el uso del quichua (Cabodevilla, 1994: 80 y 90).

PRIMER MOMENTO: LA LLEGADA DEL GERAL AL RÍO NEGRO


La lengua geral es de origen tupí, aunque cabe precisar que, según estudios recientes,
en el Brasil colonial hubo por lo menos cuatro lenguas de dicho tronco: el tupí da
costa o tupinambá, que actualmente se ubica en Sao Pablo; el tupí austral, en el sur;
el guaraní, en el norte, y el tupí septentrional, que es la primera lengua a la que se
alude cuando se habla de lengua geral (Borges, 1994: 10). Según Nimuendajú, “los
introductores de la lengua geral del río Negro fueron los conquistadores portugueses
y los indios domesticados oriundos de Pará” (1950: 166-167). Actualmente sabemos
con certeza que la presencia del geral en la zona se debe a los jesuitas. Estos religio-
sos introdujeron su uso con la intención de consolidar el control sobre los indígenas
y a su vez excluir de este al poder civil.
La primera entrada histórica de los jesuitas al río Negro tuvo lugar en 1657 (Leite,
1943: 283-287; Useche, 1987) y un siglo después se adelantaban hacia allí diversas ex-
pediciones para capturar esclavos (Azevedo, 1901: 139-140). Estas tareas siempre con-
taban con el acompañamiento de un religioso10, y con el paso del tiempo y tras la derrota
de los indios manao en 1725 se logró el acceso pleno hacia el río Vaupés. Las llamadas
“tropas de guerra” y “tropas de rescate” se consolidaron entonces como mecanismos de
captura de esclavos. En la zona del río Negro y el Vaupés las tropas de rescate fueron en-
cabezadas por Lourenço Belfort (1737-1739, 1744-1745), José Miguel Ayres (1739-1740,
1748-1749), João Cunha Correira (1740-1741) y Estacio Rodriguez (1741-1743); todas
estas tropas tenían como capellán al jesuita María de Achilles Avogadri (Wright, 1981:
122 y ss.). El impacto de estas capturas fue enorme, pues, como lo muestra un examen
detallado de la región del alto río Negro-Vaupés, miembros de al menos 16 de las etnias
actuales que sobreviven en la region fueron esclavizados (Wrigh, 1991: 149-179).

10 “28 Carta a Sebastia José sobre as incríveis irregularidades que se verificavam no descimento
dos índios; mencionando nela o Pe. Aquiles María Avogadre. Pará, 10 de novembro de 1752”.
Mendonça (1963: 291-292) menciona al respecto: “Era costumbre conducir al indio que se
debía juzgar esclavo o libre ante el misionero, cabo y escribano, y después de que el padre
juzgaba al cautivo, él pasaba a registro del escribano, que lo asignaba a un cabo de tropa, y
finalmente el misionero examinaba si era el mismo que él había juzgado como esclavo”.
GABRIEL CABRERA BECERRA | 371

Tempranamente, entonces, los jesuitas participaron en actividades esclavistas.


El espacio de sus trabajos fue definido mediante una Carta Regia hacia 1693, con la
cual se les otorgó la administración en “el trecho comprendido entre el [río] Urubu y
el [río] Negro y todo el valle de este” (Ferreira, 1989: 72). Un año después, una Carta
Regia del 29 de noviembre entregó a los mercedarios el río Urubu y a los carmelitas el
río Negro11. Las tareas misionales y los alcances de la conversión conseguidos con el uso
de la lengua geral eran referidos en 1751 por el entonces Capitão-General do estado
del Grão Pará e Maranhão, Francisco Xavier de Mendonça Furtado, así:

No se han convertido los paganos, porque al buscarlos en el bosque son traídos a las
aldeas; en ellas les enseñan una jeringonza a la que llaman lengua geral, que solo y
en las aldeas ellos están ejercitando la mayor parte de sus ritos; allí son levemente
instruidos en algunos ministerios de nuestra fe, tan superficialmente que creo que
son muy pocos los hombres que tienen leyes12.

Concretamente acerca del alcance del geral, el historiador jesuita Serafim Leite13,
señala (1938: 551):

El área, donde se habló, y aún hoy se habla la Lengua Geral, es mucho más amplia
que su núcleo primitivo. Se debe esto, según Teodoro Sampaio y Plinio Airosa, a los
misioneros y bandeirantes. A estos dos factores se suman las propias migraciones de
los tupis-guaranis, anteriores y siguientes a la llegada de los portugueses. La unidad
de la lengua, que ocurrió, sin duda, por la unidad brasileña, recibió de los Jesuitas
extraordinario aliento, por la apariencia culta, que le dieron, haciendo escritas sus
formas gramaticales y vocabularios. La influencia de la catequesis sobre la propagación
de la Lengua Geral [que los Padres impusieron] fue grande. Dice Barbosa Rodrigues:
En todos los colegios, siempre que llegaban nuevos misioneros, eran obligados a
aprender la Lengua Geral, para enseñarla a las tribus nheengaíbas, esto es, aquellas
que no hablaban el tupí. Tanto así es que, en el Amazonas, todas las tribus, que aún
existen, con dialectos muy diversos y que fueran misionadas, hablan la Lengua Geral.
Los mundurucus, maués, tucanos, desanas, ticunas, arauquis [Arawak], pariquis,
etc., todos hablan la Lengua Geral, que aprendieron.

La mención de Leite no solo alude a dos etnias cuyos territorios se encuentran en


la zona del río Vaupés (los desana y los tucano), sino que evidencia la amplia difu-

11 Se trata de los carmelitas calzados (O. Carm.) y no de los carmelitas descalzos o teresianos
(O.C.D.). Esta última orden fue fundada en 1568 y sus primeros miembros llegaron a Brasil en
1680, un siglo después de los primeros.
12 Es la primera carta de Francisco Xavier de Mendonça Furtado dirigida al Marqués de Pombal,
firmada en Pará el 21 de noviembre de 1751 y publicada en Mendonça (1963: 64).
13 Serafim Leite nació en São João da Madeira, Portugal, el 6 de abril de 1890. A los 15 años de
edad fue a Brasil y vivió en lugares como Belén y Manaos, recorriendo por cerca de ocho años
diversas regiones de la Amazonia. En 1913 regresó a Europa y en 1914 ingresó en la Compañía
de Jesús, donde fue ordenado en el año de 1926.
372 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

sión que tuvo la lengua geral y el papel desempeñado por los jesuitas en ello. La impor-
tancia del geral llegó a tal punto que prácticamente desde la llegada de los jesuitas en
1549 se inició su aprendizaje y ese mismo año se tradujeron algunas oraciones y, más
tarde, vocabularios y otras obras. Para los jesuitas el estudio del geral era obligatorio e
incluso en la provincia del Brasil llegó a primar sobre el mismo latín.
La catástrofe demográfica y la creciente demanda de mano de obra en la zona del
litoral, debidas al desarrollo azucarero del noreste brasileño, habían hecho indispen-
sables a los indígenas. Aunque en 1680 el Regimento das Missões había decretado la
libertad de los indios y puesto en manos de los misioneros el gobierno de las aldeas
indígenas, la aguda polémica por el costo de los esclavos negros ocasionó la pronta
derogación de la libertad de los indios. El control de los indígenas, sin embargo, con-
tinuó en manos de los religiosos.
Sería entonces mediante la creación de la Capitanía del Río Negro en 1750 y la
promulgación del Dirétorio dos Indios –cuya vigencia se extendió hasta 1798– que
la administración colonial dio un viraje y el Dirétorio se convirtió en el principal
instrumento de la política indigenista y el mecanismo para reducir el poder de los
misioneros. Este propósito se alcanzaba con el nombramiento de los directores o
agentes gubernamentales encargados de los aspectos relacionados con los indios. La
cabeza visible de la administración colonial de entonces, el Marqués de Pombal, fue
sin duda el más acérrimo crítico del gran poder económico de los jesuitas, arguyendo
que su gran riqueza no les hubiera sido posible lograrla sin el uso de la fuerza de tra-
bajo indígena y el empleo de la lengua geral. El Capitán General Mendonça Furtado
comentaba a su medio hermano, el Marqués de Pombal:

Por lo que respecta a la libertad de los indios, en que S. M. tiene tanto cuidado, y que
tanto desvelo le han dado para que se rinda justicia a esta miserable gente, que cada
día está en peor estado y padeciendo continuas vejaciones, siendo los misioneros los
principales en las aldeas donde no pueden tener el recurso que tienen los otros que se
encuentran en cautiverios particulares; porque estos, en justicia luego son juzgados
libres y están en su plena libertad; por el contrario los aldeanos, en libertad, son
por la misma justicia metidos en el duro juego del cautiverio perpetuo al que están
condenados14.

El Dirétorio entonces prohibió el empleo del geral en todos los campos, incluidas
las escuelas, las transacciones comerciales, las actividades religiosas de liturgia, la
confesión o conversión y la vida familiar. Explícitamente, el parágrafo sexto del Diré-
torio se refería a esta lengua así:

... geral; invención verdaderamente abominable, y diabólica, para que privados


los indios de todos aquellos medios, que los podían civilizar, permanezcan en la
agreste, y bárbara sujeción, en que hasta ahora se conservan. Para desterrar este

14 Primera carta de Francisco X. de Mendonça F. al Marqués de Pombal (Mendonça, 1963: 67).


GABRIEL CABRERA BECERRA | 373

pernicioso abuso, será uno de los principales cuidados de los Directores, establecer
en sus respectivas Poblaciones el uso de la Lengua Portuguesa, no consintiendo en
modo alguno, que los niños, y niñas, que pertenecen a las escuelas, y todos aquellos
indios, que fueran capaces de instrucción en esta materia, usen la Lengua propia
de sus naciones, o de la llamada geral; únicamente la Portuguesa, en la forma, que
Su Magestad ha recomendado en repetidas Órdenes, y que hasta ahora no se han
observado con la total ruina Espiritual, y temporal del estado”15.

SEGUNDO MOMENTO: EL IMPERIO BRASILEÑO CONTRA EL GERAL

A raíz de la intensa campaña antijesuita del Marques de Pombal y la posterior expul-


sión de la orden en 1759, el geral pasó durante el período colonial de ser catalogado
inicialmente como lengua bella a ser visto como lengua demoníaca (Borges, 1994:
125 y 127). Sin embargo, hay un momento de relativo silencio en torno al tema del
geral, que solo vuelve a ser mencionado años después bajo la administración del
imperio brasileño16. Hacia 1845, siguiendo las directrices del Regulamento ácerca das
Missões, se nombró poco después como director de indios en el Vaupés al teniente
Jesuino Cordeiro, comerciante y antiguo habitante del río Negro, que como militar
ejerció en las poblaciones de San Gabriel, Marabitanas y el Cocuy, siendo además no
solo un buen conocedor de los ríos Vaupés, Isana y Xie, al igual que de sus afluentes,
sino que además “hablaba mejor que el portugués el nhengatu (sic) y diversas jerin-
gonzas (dialectos) de esas naciones” (Tenreiro, 1907a: 56).
El 11 de febrero de 1852, la Presidencia de la Provincia del Amazonas creó la mi-
sión de los ríos Vaupés e Isana, encargando de ella al capuchino italiano Fr. Gregorio
María de Bene, quien adelantó su tarea entre 1850 y 1852 y estableció 13 aldeas sobre
el río Vaupés, una en el río Papurí y otra en el río Tiquié (Mattos, 1856: 126) (véase
mapa 2). La población misionada por los capuchinos17 ascendía a 2.286 individuos
y 163 casas habitadas y los moradores pertenecían a las etnias chucuana, tucano,

15 Moreira (1988: 168-169). Esta obra incluye el texto completo del Dirétorio. Énfasis agregado.
16 Calmón (1947a; 1947b: 3-180). De acuerdo con este autor, hacia 1807 y frente a la inminente
entrada de los ejércitos de Napoleón a Lisboa, la corte portuguesa se trasladó por completo a
Brasil. Sería, sin embargo, Pedro I –el hijo de Don Juan VI y su esposa, la princesa Carlota Joaquina–
quien declarara la independencia de Brasil, fundando el imperio y negándose a regresar a Lisboa
luego de que la estabilidad había retornado a la península ibérica. Pedro I reinó desde 1822 hasta
1831, año en que abdicó. Luego hubo un período de regencia de nueve años. Esta fue una época
de gran agitación política con grandes revueltas, como el llamado cabanagem, que se extendió
por la Amazonia en protesta por la fuerte presencia portuguesa en el manejo de sus destinos, o
la llamada sabinada, en Bahía, y la revuelta de los farrapos, en Porto Alegre. La inestabilidad
reinante solo pudo controlarse mediante el restablecimiento de la figura del emperador, por lo
cual se permitió que, aún siendo menor de edad, Pedro II –hijo de Pedro I– asumiera dicho cargo,
dignidad que ejerció desde 1840 hasta 1889, año en que culmina el período imperial.
17 Desligados de la Orden Franciscana Menor (O.F.M.). La división franciscana se dio en dos líneas,
una conventual y otra espiritual. La primera, de carácter reformista, fue la que dio origen a los
capuchinos.
374 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

MAPA 2. ALDEAS CAPUCHINAS Y FRANCISCANAS.




   
      


 

 

    
  

     


   
    
   

     
    
    
   
   
   

  

    



   

  
    


 


 

  






 







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tariano, juruá, cainatary, ananá (wanano), cubeo, bejú y pira tapuyo (Mattos, 1856:
124-131). Otra fuente cita dos aldeas más que elevan la cifra a 2.754 individuos e
incluye otras dos etnias: los makú en una aldea en la Cachoeira Mandy, y los mirití
tapuyo, en la aldea de Bacate Paraná18.
A mediados del siglo XIX, las casas e iglesias de las aldeas de misión capuchinas
regentadas por Fray Gregorio “eran de barro y cubiertas con techos de paja y sus
indios eran dóciles y hablaban el tupí (nheengatú o geral)” (Mattos, 1856: 126).
Mención que por supuesto reitera el lugar de importancia que continuaba teniendo
el geral como lengua franca y que se reafirma con la publicación del vocabulario de
Manoel Justiniano de Seixas en 1853 destinado al Seminario Episcopal de Pará, don-
de para entonces el autor y hablante de geral enseñaba dicha lengua (Borges, 1994:
127). Tanto Jesuino Cordeiro como Fray Gregorio visitaron también varios sitios en el
río Isana, en algunos de los cuales igualmente se hablaba el geral; estos lugares eran:
“Sitio Firmiano, N. S. do Carmo, Sitio Matheus, Nazareth, Santo Antonio do Tunuhi,
Sant’Anna do Cuiari, S. Lourenço do Iandú-Cachoerira, S. Joao do Cuaipane, Famo o
S. Pedro do Cuema, Cuaripane, S. José y S. Agostinho do Iappu-Cachoeira” (Tenreiro,
1907a: 68; 1907b: 111-152 ).

18 Jesuino Cordeiro, “Relaçao das Povoaçoes, e Aldeas e seus habitantes no Rio Uaupés”, en
Tenreiro (1907a: 60-62).
GABRIEL CABRERA BECERRA | 375

El lugar relevante del geral en las actividades de evangelización se conservó muchos


años más. Tras la efímera vida de las misiones capuchinas, hacia el año 1880, se creó la
misión del Vaupés, ahora en manos de los franciscanos19 y conformada por 11 aldeas,
cinco de las cuales se ubicaban en los mismos lugares de las misiones capuchinas que
dirigió Fray Gregorio. Jesualdo Machetti, quien fuera prefecto franciscano entre 1877 y
1890, menciona que para 1866 la población misionada ascendía a 2.977 individuos, y
a 2.897 para 1886, y que los moradores pertenecían a las etnias tucano, tariano, ara-
paso, piratapuyo, ananá (wanano) y makú (véase mapa 3). Los franciscanos fijaron sus
residencias definitivas en la región del Vaupés así: Fr. Mathieu Canioni se encargó de la
parte baja del Vaupés, abarcando las aldeas de Taraquá, Nanarapecuma, Micurapecu-
ma, Yurapecuma y San Joaquim. Fr. Venancio Zilochi se hizo cargo de las aldeas en el
río Tiquié: Tucano, Uiraposo, Maracajú y Turi; Fr. Iluminato Coppi asumió la zona del
alto Vaupés, que incluía siete asentamientos: Panoré, Ivitur Arapecuma, Juquira, Jaurité,
Umari, Carurú y Yutica. Entre los religiosos franciscanos, el fraile de origen italiano Giu-
seppe Iluminato Coppi ocupó un lugar de importancia y, de acuerdo con el viajero francés
Henri Coudreau, no solo era de carácter autoritario, sino que, pese a no conocer ningún
dialecto, ni el geral, “se hizo traducir por algunos regatões de paso cinco o seis sermones
en ‘nheengatú’ y los leía alternativamente en el púlpito con una seguridad perfecta”
(Coudreau, 1886: 152). Al acercarse entonces el final del siglo XIX, el geral seguía en uso,
no solo para la comunicación entre la población indígena y los comerciantes, sino como
un componente básico para la prédica evangelizadora de los religiosos.

MAPA 3. DISTRIBUCIÓN ÉTNICA EN EL VAUPÉS.


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19 Jorge Pinto (1993b: 128) señala que la orden de los franciscanos, fundada por San Francisco de
Asís en el año 1209, en Italia, se caracterizó por “la pobreza, el afán de vivir entre los infieles
y la firme voluntad de alcanzar la conversión de estos”.
376 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

TERCER MOMENTO: LA SUPERVIVENCIA DEL GERAL

A comienzos del siglo XX, el geral servía como medio de comunicación entre los
colonos e indígenas, durante la época de la cauchería en la zona del alto río Negro-
Vaupés (Ardila, 1989: 25-26), época para la cual el misionero montfortiano20 Pedro
Kok anotaba que el geral era “hablado por todos: blancos y racionales e indios o
indígenas” (Kok, 1920) y que entonces no había “casa o familia en la cual uno que
otro no [entendiera] ese dialecto; pero no [era] genérico de los demás” (Eco, 1920).
Incluso en 1970, Borges (1994: 131) señala su uso en la región, al ser lengua de po-
blaciones indígenas, tapuias y mestizas. Sin embargo, el período cauchero compren-
dido entre 1840 y 1912 ocasionó una fuerte migración en el interior de Brasil que
tuvo como consecuencia la expansión del portugués y la reducción del uso del geral,
limitado a áreas distantes como la zona del bajo río Negro y las regiones fronterizas
(Borges, 1994: 130-131). En el caso del territorio colombiano, la lingüista María
Emilia Montes precisa que la lengua geral:

…. es actualmente hablada en territorios fronterizos de la región amazónica y de


la Orinoquia por pequeños núcleos de indígenas que la adoptaron como lengua
materna. La impronta dejada por esta lengua en la gran región es muy fuerte y se hace
evidente, tanto en el léxico del español y del portugués regional, como en el de ciertos
campos semánticos de diversas lenguas indígenas. En la columna de la traducción de
los vocabularios que se presenta en este volumen muchos términos se han dejado en
geral; puede verse la recurrencia con que algunos términos del geral aparecen como
préstamos en diversas lenguas indígenas. Respecto a la situación de contacto entre
el portugués y el geral en la región del río Negro y el Vaupés hacia 1929, Nimuendajú
(1982) escribió interesantes observaciones consignadas en su informe de viaje por
territorio brasilero y colombiano. De acuerdo con los comentarios de ese autor, podría
pensarse que describía un proceso de convergencia lingüística entre el portugués y el
geral del río Negro (1996: 80).

El contacto del geral con el portugués había producido en el geral mutilaciones


fonéticas y gramaticales, al igual que la incorporación de neologismos lexicográficos
y gramaticales (Nimuendajú, 1950: 166-167). En sentido similar, el misionero mon-
fortiano Pedro Kok consideraba el geral como “una corrupción del Tupí” (Kok, 1920).
Nimuendajú (1950: 168) señalaba además que la presencia del geral en la región se
debió no a una necesidad histórica inevitable, sino más bien a una idea equivocada,
y agregaba que mejor hubiera sido introducir el portugués, ya que con el tiempo se

20 Los montfortianos o Compañía de María son una orden religiosa fundada en Francia por Saint
Louis-Marie Grignion de Montfort. Nacido el 31 de enero de 1673, en 1714 redactó la Regla
Fundamental, conocida como Regla de Sacerdotes Misioneros de la Compañía de María (S.M.M.).
En 1905, el estado colombiano le entregó oficialmente el manejo de las misiones de la Amazonia
nororiental colombiana, llamada entonces Llanos de San Martín, que cobijaba los actuales
departamentos de Guaviare, Guainía y Vaupés. Los trabajos en este último departamento
empezaron en 1914.
GABRIEL CABRERA BECERRA | 377

hubiera perfeccionado, en tanto que la lengua geral se corrompe con cada generación
que pasa.
El abandono del geral fue gradual; sin embargo, ha dejado su huella en la región
del alto río Negro-Vaupés, en donde “subsisten reminiscencias de su imposición en
topónimos, etnónimos y términos para algunos elementos culturales que identifi-
can como traducciones de su lengua a un español nativo” (Correa, 1987: 110; Kok,
1925: 624), como los vocablos nheengatú de uso extendido regionalmente: Curupira
y Yurupari (Stradelli, 1970-1971: 241-244). No sobra señalar aquí que este último
alude al complejo mítico-ritual de carácter fundacional en varios de los grupos de la
región, en el que se transmiten “los orígenes históricos de la exogamia, los inconve-
nientes de la endogamia, y los hechos básicos de la conducta reproductiva humana”
(Reichel-Dolmatoff, 1997: 276) y cuyo sentido no solo fue tempranamente compren-
dido por el religioso franciscano Iluminato Coppi en 1883, sino que fue trastocado
alterando su valor desde valores cristianos al referirse a él como “religión del diablo”
(Stradelli, 1890: 30), interpretación empleada aún en el siglo XX por los religiosos
montfortianos en Colombia21 y los salesianos en Brasil.
La creciente presencia de colonos y caucheros portugueses o colombianos duran-
te el auge cauchero de la primera mitad del siglo XX, al igual que el dominio regional
de la etnia tukano22 –cuyo tamaño poblacional supera hoy los 10.000 individuos–
llevaron al desuso del geral. Actualmente, “el tucano es la lengua franca al sur y
oriente de Mitú, y el cubeo es la lengua franca al norte y occidente de Mitú” (Grimes,
1986: 30). Sobre esta última mención, la lingüista Olga Ardila precisa que el “tucano
funciona como lengua franca en la región del río Papurí. En el área aledaña al río
Vaupés se utilizan tanto el cubeo como el tucano. Los habitantes de los ríos Tiquié y
Pirá-Paraná prefieren utilizar cada uno su propia lengua en situaciones de multilin-
güismo. El uso de las lenguas francas no funciona como estrategia de comunicación
en todos los grupos tucano” (Ardila, 1989: 25)23.
Que el tucano sea contemporáneamente una lengua franca en la región es in-
terpretado como un proceso de conquista territorial y hegemonía cultural (Borges,
1994). Empero, es desde mi perspectiva un fenómeno cuya existencia no es gratuita,

21 Andrés Linssen, “Crónicas del Vaupés. La vida en el río Papurí”, Eco de Oriente, 1764: 7, 15 de
junio de 1941, en Cabrera (2002: 170).
22 Coudreau (1886: 106-161) ofrece una relación de 21 grupos en la región del Vaupés hacia
finales del siglo XIX. Las cifras indican desde entonces la superioridad numérica de los tukano,
cuya distribución era así: tucano 1.800, tariana 800, uanana 200, subuanana (vasallos de
estos) 100, cobbéo 1.000 (sic), arapaso 100, tatumira 300, juruparimira 200, carapanamira
500, mirititapuya 100, arara 100, macú 700, desana 900; sobre los ocho grupos restantes
–piratapuya, tijuca, araratapuya, jahuna, corocoro (del grupo cobbéo), ipeca, omaua y baniva,
estos últimos en el Isana y Kerari– no presenta cifras. Menciona Kok (1925: 628), en igual
sentido: “Se puede decir más o menos que los Tokana (sic), la tribu más numerosa, tienen
aproximadamente 1.000 personas; los Desanas alcanzan apenas, creo, 500; los Degkapuras
entre 200 y 250”.
23 Correa (1997: 471, 488) coincide en estas precisiones con Ardila.
378 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

pues al tamaño poblacional tukano y su dominio histórico (Sorensen, 1967: 670-671


y 679) debe sumarse el hecho de que su empleo fue especialmente impulsado para la
evangelización por los religiosos montfortianos en Colombia, elemento sobre el que
uno de sus superiores señalaba: “en la iglesia se habla el tucano, para que todos nos
entiendan, pero en la escuela la lengua oficial es el castellano, idioma que queremos
hablen pronto y bien, nuestros alumnos, por ser el suyo y maternal”24. Kok, el misio-
nero montfortiano más connotado por su orden no solo dedicó tiempo al aprendizaje
del geral (Cabrera, 2002: 166), sino que incluso elaboró un catecismo mayor y una
historia sagrada en las dos principales lenguas usadas en la región, el tucano y el
geral (Kok, 1920: 461).
Naturalmente, el éxito de los montfortianos en la implantación del tucano es-
tuvo acompañado de la disciplina impuesta en el internado; allí no solo se reunían
miembros de distintas etnias que eran separados por sexo, sino que adicionalmente
se les sometía a una rígida rutina de trabajos, clases y adoctrinamiento (Cabrera,
2002: 182-193). Pero el geral no solo fue usado por los misioneros católicos; Sophie
Muller, la principal misionera de la organización Nuevas Tribus en Colombia, tradujo
al geral parte de los evangelios para adelantar su proselitismo religioso en la región
(Galvão, 1970-1971: 98).

EL GERAL A LA LUZ DE LOS INTERCAMBIOS LINGÜÍSTICOS

La sola presencia de misioneros católicos o protestantes y su propósito evangeliza-


dor apoyado en el empleo de una lengua franca como el geral son insuficientes para
explicar de qué manera esta lengua desplazó en su momento a las lenguas propias
de los diversos grupos. Investigadores como Bourdieu afirman que todo intercambio
lingüístico va más allá del habla en sí y que, por el contrario, contiene la poten-
cialidad de un acto de poder (Bourdieu, 1999: 36 y 41). Es decir que el uso de una
lengua se hace legítimo “a través de una exposición más o menos prolongada”, si la
imposición va acompañada de la prohibición del empleo de las lenguas propias, tal y
como sucedió con el geral, por la reducción del ámbito donde estas se emplean y por
la obligación de usar la nueva lengua en determinadas actividades sociales, como
comercio, educación o evangelización. En conjunto estas circunstancias conducen
con el tiempo a un paulatino desplazamiento de una lengua propia en detrimento de
otra. Por supuesto, dicho proceso es lento y gradual y, de acuerdo con algunos inves-
tigadores, toma normalmente tres generaciones (Brenzinger, 1997: 282).
La existencia de algunos pequeños reductos donde aún hoy se emplea el geral,
al igual que su impronta en la toponimia o léxico de varias de las lenguas de la re-
gión demuestran que, lejos del desplazamiento o sustitución de las lenguas propias

24 “Las Misiones de la Compañía de María. Informe que sobre la reducción de Montfort Papurí
remite el R. Padre Huberto Damoiseaux S. M. S. Superior”, Eco de Oriente, 148, 24 de febrero
de 1918, en Cabrera (2002: 185).
GABRIEL CABRERA BECERRA | 379

en el área del alto río Negro-Vaupés, lo que se produjo fue el mantenimiento de las
lenguas. Desde un punto de vista lingüístico, diversos autores han analizado los fac-
tores por los cuales una lengua se mantiene, entre los que se mencionan el estatus,
el peso demográfico y el apoyo institucional (Giles et ál., 1977, citados en Appel y
Muysken (1996: 55 y ss.).
De acuerdo con estos autores, el estatus alude al menos a cuatro elementos:
condición económica, autoestima, historia y posición social. Si pensamos en las par-
ticularidades de la región del alto río Negro-Vaupés, es evidente que desde el pasado
todos los grupos de la zona, con excepción de los makú, tienen como base económica
el sistema la horticultura de tumba y quema acompañado de la pesca, caza y recolec-
ción, aunque con características particulares, según los ambientes (Correa, s.f.: 23);
así mismo, los grupos de la zona soportan diversos grados de especialización mate-
rial (Bruzzi, 1977; Searing 1980: 112; Reichel-Dolmatoff, 1986: 53; Chernela, 1993:
111; Ribeiro, 1995: 70 y ss.), jerarquías intergrupales e intragrupales (Goldman,
1968: 132 y ss.; Hugh-Jones, 1979; Jackson, 1983a; Chernela, 1993: 25 y ss.) y el es-
quema generalizado de exogamia lingüística (Jackson, 1983b; Gómez-Imbert, 1986:
18-22), elementos que ponen en un mismo plano social las lenguas de la región.
El peso demográfico se refiere al número de miembros de un grupo lingüístico y
su distribución geográfica. Resulta complicado establecer cifras ciertas para el pasa-
do en la región; las que se conocen ofrecen información de los asentamientos en la
zona del río Negro y detallan cifras globales de indios y no indios en las que se inclu-
yen otras categorías25. Por último, el apoyo institucional se entiende como la manera
en que una lengua está representada en diferentes tipos de organizaciones, como el
estado, la iglesia, etc. Y es este último aspecto uno de los elementos en los que Bour-
dieu hace énfasis, pues, según sus planteamientos, en la familiarización y adquisi-
ción de una lengua particular no solo es grande el peso de familia, sino también el
de un sistema escolar. No podemos señalar que una estructura escolar fuerte y sólida
estuviese presente y fuera continua en la región del alto río Negro-Vaupés desde la
segunda mitad del siglo XIX, pero sí, en cambio, es claro que la evangelización y otros
escenarios de intercambio lingüístico, como el comercio, se hacían en lengua geral,
y fue su uso lo que, como anota Bourdieu, otorgaba legitimitad y reconocimiento a
los actores del intercambio lingüístico. En la actualidad, un esfuerzo particular trata
desde la escuela –una forma institucionalizada– de sostener el geral en uso, labor
adelantada por una profesora indígena en la escuela primaria Miguel Alagna, en San
Gabriel de Cachoeira, a la que se suma el reconocimiento oficial del geral como una
lengua (Rohter, 2005).
Es posible entonces perfilar las razones por las cuales el geral constituye un inten-
to fallido en la imposición de una lengua. Pese al temprano esfuerzo jesuita, seguido
por los carmelitas, de crear nuevos asentamientos reuniendo indios cautivos en las

25 Al respecto, véase el Anexo 1. Estadística poblacional del río Negro, en Cabrera (2002: 231).
380 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

llamadas reducciones o descimentos o incrementando la población de los núcleos ya


existentes, un grueso de la población indígena continuó con el mismo patrón dis-
perso de asentamiento. Las presiones para el empleo del geral estaban mayormente
circunscritas a las reducciones o descimentos o nuevos núcleos, así como a las inci-
pientes escuelas allí constituidas o a los tratos comerciales que allí se desenvolvían,
y pese a que hablar o no el geral podía tener una carga de prestigio diferenciador,
en el grueso de las comunidades o asentamientos indígenas distantes de los centros
misioneros, las lenguas propias seguían usándose activamente.
Como elemento adicional, cabe mencionar que las enormes distancias entre
asentamientos y la baja presencia de religiosos limitaron el alcance de una presión
directa para usar el geral. Durante la segunda mitad del siglo XIX, las misiones capu-
chinas y franciscanas contaban con pocos religiosos, “ni siquiera había un religioso
en cada una de ellas. La estrategia puesta en práctica por los religiosos fue entonces
su itinerancia: asentados en un lugar base, los sacerdotes se desplazaban desde allí
para visitar otros asentamientos o misiones” (Cabrera, 2002: 220-221). En otras
palabras, ni los principales agentes de donde derivaba la presión para hablar el geral
ni su radio de acción fueron constantes. Las comunidades, y en ellas sus núcleos fa-
miliares, se sostuvieron en gran medida, debido a que si se mantienen estos núcleos
familiares, que son el ámbito más importante del uso lingüístico, se mantiene el uso
de la lengua (Appel y Muysken, 1996: 57).
Adicionalmente, algunos estudios, como los de Clyne, han demostrado que,
cuando las culturas implicadas en el intercambio lingüístico son similares, existe
una tendencia mayor a la sustitución que cuando no lo son, lo que explicaría en-
tonces la razón por la cual el geral no se consolidó, pues como lengua pertenecía al
tronco tupí, en el litoral, una tradición distinta a la Tukano y Arawak (véase mapa
4). Este fenómeno de la proximidad entre culturas, denominado por algunos autores
como disimilaridad, explicaría entonces las razones por las cuales el tukano termina
adquiriendo en la zona del río Papurí, en Colombia, su carácter de lengua vehicular,
y no solo debido a su proximidad cultural y lingüística con los otros grupos vecinos;
adicionalmente, factores ya mencionados, como el estatus, la demografía y el apoyo
institucional, contribuyeron a su dispersión.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

El proceso de evangelización en América colonial tuvo, a grandes rasgos, dos estra-


tegias: una inicial de conversión bautismal o por vía sacramental y una segunda o
penitencial consistente en el convencimiento mediante la transmisión del mensaje
cristiano26. La primera se circunscribía al empleo del castellano y la segunda al apren-
dizaje y empleo de las lenguas indígenas. La Compañía de Jesús llegó a establecer un
centro de aprendizaje de lenguas nativas, ubicado en un lugar lejano, que fue punto

26 Bartomeu, citado en Pinto (1993a: 677-678).


GABRIEL CABRERA BECERRA | 381

MAPA 4. PRINCIPALES GRUPOS LINGÜÍSTICOS AL CONTACTO CON LOS EUROPEOS



  
  
   
  
     








 









   ! 

    

Fuente: Jonathan D Hill. y Santos-Granero Fernando (2002: 2).

de partida para su amplio proceso evangelizador (Pinto, 1993a: 679). Dentro de la


segunda estrategia empleada por los religiosos, el impulso de algunas lenguas con
carácter vehicular o general tuvo un lugar de importancia. La existencia de lenguas
vehiculares se remonta a tiempos prehispánicos, y algunas de ellas fueron apropia-
das por religiosos, tal como sucedió en el Perú con el quechua por los jesuitas (Pinto,
1993a: 679).
El fenómeno de valerse de estas lenguas o de introducir otras para la evangeli-
zación se extiende desde el período colonial hasta la primera mitad del siglo XX en
América, y dado que su aprendizaje fue requisito entre diversos religiosos, su empleo
tuvo como propósito el control pleno de los indígenas por parte de los religiosos y,
por ende, la marginación del mismo del poder civil. En el caso particular del geral
en la región del alto río Negro-Vaupés, nuestro paso a través de diversas fuentes
históricas permite identificar al menos tres momentos: la introducción, caracterizada
382 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

por el aprendizaje de la lengua geral por los religiosos –especialmente jesuitas– y la


posterior imposición en distintos ámbitos, como las misiones, los tratos comerciales
y las escuelas. Este período alcanzaría pleno desarrollo hacia 1725 en la parte alta
del río Negro-Vaupés tras la derrota de los indios manao. Un segundo momento es
el combate al geral, que se consolida con las medidas del Marqués de Pombal y en
especial con la implantación del Dirétorio dos indios vigente hasta 1898, aunque la
oposición a su uso no condujo a su desaparición, pues aún en la segunda mitad del
siglo XIX seguía siendo la lengua de la evangelización adelantada por capuchinos y
franciscanos, al igual que la lengua de las relaciones entre comerciantes e indígenas
y de estos últimos con agentes del gobierno civil, como Jesuino Cordeiro, director de
indios del Vaupés. Finalmente, un tercer momento, el de la supervivencia, coincide
con el período republicano de Brasil y Colombia: en la década final del siglo XIX, con
un carácter muy focalizado en la zona fronteriza, el geral se usaba para la comuni-
cación entre los caucheros y religiosos con los indígenas.
Hace más de una década, Walter Mignolo propuso que la apropiación de las
lenguas indígenas en el proceso de expansión colonial en América fue un compo-
nente más del proceso de dominación. Dicho fenómeno, llamado por el investigador
“colonización del lenguaje”, tuvo como base la apropiación de las representaciones
ideográficas y se acompañó de la introducción de grafías y gramáticas; en el caso de
México o Perú, este proceso culminó en el desarrollo particular de narrativas histó-
ricas escritas. El procedimiento además introdujo nuevos sentidos de origen euro-
peo que con el tiempo reemplazaron los sentidos propios de los indígenas (Mignolo,
1992: 303-314).
Pero la colonización del lenguaje se extendió también a las lenguas puramente
verbales. Con un procedimiento similar, se introdujo e impulsó el uso de ciertas len-
guas con carácter general. Su intención era borrar las diferencias étnicas y extender
la cristiandad, circunstancia que obedecía al desarrollo particular dado en el siglo
XVIII en Europa, donde las culturas nacionales se consolidaban y se asumía que
en el mundo colonizado debía imperar “la misma lógica de la homogeneidad de las
culturas nacionales” (Mignolo, 2000: 37). Pero la pretendida homogeneidad no solo
se alcanzaría por la vía lingüística, la estrategia que reduciría las distancias entre
blancos e indios sería el mestizaje. No en vano, el Dirétorio dos Indios señalaba:

... ninguno es más eficaz, que buscar por la vía de los matrimonios esta importantísima
unión. Por lo que recomiendo a los Directores, que apliquen un incesante cuidado
en facilitar, y promover de su parte los matrimonios entre los blancos, y los indios,
para que por medio de este sagrado vínculo se acabe de extinguir totalmente aquella
odiosísima distinción, que las naciones más educadas del Mundo abominaron
siempre, como enemigo común de su verdadero, y fundamental establecimiento
(Moreira, 1988: 201; énfasis agregado).

Pocos años después, ya se daba cuenta de algunos progresos en el tema de los ma-
trimonios (Cabrera, 2002: 85). Sin embargo, y tal como se mostró para el nheengatú en
GABRIEL CABRERA BECERRA | 383

la zona del alto río Negro-Vaupés, ni el temprano combate del Marqués de Pombal a los
jesuitas ni la decretada prohibición de su empleo lo hicieron desaparecer. Su uso con-
tinuó durante un largo período, no solo en manos de los religiosos de otras órdenes,
como los capuchinos y franciscanos, en sus misiones de la segunda mitad del siglo XIX,
sino en manos de comerciantes y algunos agentes gubernamentales.
En el mundo colonial hispano, como bien lo demuestra Guido Barona (1998:
136), el Derecho Indiano fue un mecanismo refinado de control que significó una
transformación drástica de la diversidad india, redefinida con el establecimiento de
los pueblos de indios y los resguardos. Sin duda, algo similar puede decirse del lla-
mado Dirétorio dos Indios en el Brasil colonial y de las aldeas de misión, los directo-
res de indios, la prohibición del geral, así como del amplio espectro de temáticas que
contemplaba: control de la embriaguez, impulso de la agricultura, cobro de diezmos,
impulso del comercio, implantación de pesos y medidas y el ya mencionado matri-
monio entre blancos e indios.
Si bien el empleo del geral tuvo como propósito monopolizar en manos de reli-
giosos el control de los indígenas, su difusión no logró consolidar un tipo extenso de
comunidad regional, ello a pesar de que todos los grupos de la región lo hablaron.
En otras palabras, la imposición del geral jugo un papel vital en la modificación de
los grupos, pues con ella se introdujeron o difundieron nuevos valores –incluidos los
cristianos–, aunque, a la larga, las particularidades de gran parte de los grupos ét-
nicos persistieron a través del tiempo y actualmente estos grupos en su mayoría se
diferencian de los sectores mayoritarios de la población colombiana y brasileña.
Las expansiones colonial y republicana a la región del alto río Negro-Vaupés
tuvieron en la llamada “colonización del lenguaje” uno de sus componentes bási-
cos. Los indígenas no fueron sujetos pasivos en el proceso de imposición del geral
como lengua franca. El empleo de las lenguas propias estuvo supeditado a múltiples
escenarios, como el de la misión, lugar en donde convergían hablantes de distintas
lenguas, en relaciones de trabajo, viajes de visita o que daban lugar a momentos
de embriaguez indígena, y donde se usaba el español o portugués (Sorensen, 1967:
678). El indígena reacciona de manera distinta ante el embate de una lengua ajena.
Como bien anota Queixalos (1987:28): “la rechaza de plano, la rechaza con la posi-
bilidad de introducirla en situaciones sociológicamente marcadas, la aprovecha, sin
excluir el riesgo –en un plazo variable– de verse desposeído de la propia lengua”,
circunstancia esta que el geral no consiguió en la zona del alto río Negro-Vaupés.
Es decir, con el avance colonial se produjo un intenso proceso de “contacto lin-
güístico” cuyos componentes (el lenguaje, sus usuarios y la esfera de su uso) tuvie-
ron una dinámica particular. En el caso de la zona del alto río Negro-Vaupés, a la
introducción del geral como lengua franca se suma hoy en día la identificación de
un grupo étnico con este mismo nombre en Venezuela. Al respecto, González (2000:
389) anota: “mucho se ha discutido si considerarla una lengua o simplemente una
etnia mestiza, pero pensamos que debe diferenciarse como una lengua con su corres-
pondiente entorno y perfil etnocultural, independientemente de que haya tomado
384 | EL GERAL Y LA COLONIZACIÓN EN EL ALTO RÍO NEGRO-VAUPÉS

muchos elementos de las lenguas y culturas Arawak de la región, particularmente del


baré [sic]”. Otra investigadora señala que es difícil hablar de un etnia tupí en la re-
gión del río Negro, pues “muchos de sus hablantes son miembros de etnias arawak,
tukano, y caboclos mestizos con un alto índice de bilingüismo y aun de plurilingüis-
mo” (Laucho, 2000: 453); empero, agrega la misma autora que existen hablantes
absolutamente monolingües, circunstancia respaldada por otros autores que indican
que de 612 hablantes de yeral, en el estado Amazonas, en Venezuela, 68% es bilingüe
y 3% es monolingüe (Mosonyi et ál., 2003: 115). Ambas caracterizaciones y las cifras
nos colocan de lleno ante una pregunta de plena actualidad, y es ¿cómo se define el
carácter étnico de una determinada población o grupo humano?
Joshua A. Fishman (1997: 328-330) nos recuerda que la etnicidad no es solo un
término cuya existencia se remita a la posguerra, en especial para apartarse de las ideas
de raza y del racismo de su tiempo, y dice que si bien el lenguaje es un rasgo o criterio de
identidad, lo es de simple identidad lingüística. La existencia de un grupo particular en
Venezuela, llamado yeral, y de otro llamado bare, con una población de 1.025 individuos,
entre los cuales un 16% son bilingües y un 84% son hablantes de español (Mosonyi et
ál., 2000: 90), y la presencia del mismo grupo bare en Brasil, con 2.790 individuos que
tienen como filiación la lengua geral o nheengatú (ISA, 2000: 10), nos llevan a plantear
que quizá es mucho el peso que como agentes externos damos a la lengua como ele-
mento diferenciador. La lengua puede ser un criterio objetivo, pero es insuficiente. La
etnicidad es variable y situacional y la relación entre lengua e identidad no es constante
(Fishman, 1997: 330). La realidad nos muestra que en el uso de una lengua no solo está
involucrado el acto del habla, sino que, según su contexto, pueden estar involucrados
otros aspectos de diferenciación individual o grupal, como el prestigio, el control político,
el empleo, etc. (Bourdieu, 1999; Duranti, 2000). Particularmente, en la región del alto río
Negro existe un fenómeno de alta migración o movilidad (Brandhuber, 1999; Laucho,
2000: 253-254), circunstancia que complica aún más una definición objetiva de los in-
dividuos hablantes del geral.
Llama la atención, por ejemplo, que en uno de los grandes esfuerzos biblio-
gráficos sobre los grupos étnicos de Venezuela no se incluya a la etnia yeral y sí se
considere a los bare (Coppens et ál., 1980), o que en trabajos más recientes sobre
las lenguas indígenas se aborde superficialmente las preguntas por la condición del
yeral (González, 2000), que son muchas todavía: ¿Qué elementos –diferentes de la
lengua– definen en plenitud la identidad de aquellos a los que en Venezuela se los
llama los yeral? ¿Son individuos con un mismo origen, que perdieron su lengua y la
reemplazaron por el geral o nheengatú, o su origen es diverso? ¿En qué contextos y
qué significado social tiene el empleo actual del geral en Venezuela o Brasil?
GABRIEL CABRERA BECERRA | 385

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