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LOS DERECHOS HUMANOS: UN CONCEPTO EN EVOLUCIÓN

1.1. Conceptualización de los derechos humanos

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea


General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, inicia el proceso de comprensión
moderna de los derechos humanos, la que ha ido ganando complejidad al reconocer
su composición multidimensional o integral.

En el preámbulo de la Declaración Universal, así como en los más importantes


tratados internacionales de derechos humanos, se reconocen las distintas
dimensiones que comprenden los derechos humanos. Sin embargo, ha prevalecido
una comprensión jurídica, que se centra en los aspectos normativos y que presta
menos atención a las otras dimensiones. Frente a esto, es importante volver a
reafirmar la comprensión tridimensional de los derechos humanos.

La dimensión jurídica es la que reconoce que los derechos humanos son un


conjunto de normas originadas en los acuerdos entre Estados, y establecidas en
los tratados internacionales de derechos humanos (los pactos, las convenciones y
los convenios), pero también a través de su reconocimiento en la Constitución y en
las leyes de cada país. Esta dimensión es fundamental porque es la que permite
reconocer derechos exigibles y fijar las principales obligaciones para su debido
resguardo.
Una segunda dimensión releva el carácter de referente ético que tienen los
derechos humanos, como un conjunto de valores que permean la cultura y que
orientan el comportamiento social hacia una convivencia armónica, basada en la
igualdad de trato, la libertad, y la justicia. Esta dimensión es relevante, dado que
las relaciones interpersonales y nuestra cotidianeidad no puede estar del todo
normada ni tampoco nuestro quehacer se resume en ajustarse a normas legales
que permiten o prohíben determinados comportamientos. Las personas desarrollan
sus relaciones y toman decisiones en base a ciertas disposiciones valóricas y a
criterios de juicio, que, en general, las dispone a convivir en forma más o menos
armónica, a operar en un marco de respeto mutuo y a esperar ese mismo trato o
comportamiento de los y las demás integrantes de la sociedad.

Una tercera dimensión alude al carácter político, en el entendido de que suponen


un modelo de sociedad y una estrategia para llegar a instaurarla. Esta dimensión
se fundamenta en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH) que señala que los derechos humanos son un ideal por el cual todas las
naciones deben esforzarse en alcanzar. De esto se desprende que existe una brecha
entre la sociedad que vivimos y la que aspiramos, y que los derechos humanos
hacen un llamado a tomar medidas concretas para acercar la realidad actual al
ideal que proponen los derechos humanos, tanto a través de la protección judicial
como de la transformación cultural que es posible lograr a través de la educación
y la enseñanza. Es más, la misma Declaración Universal reconoce, entonces que
“Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en
el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan
plenamente efectivos” (art. 29).
Es importante notar que las tres aproximaciones al concepto de derechos humanos
están interrelacionadas y se retroalimentan, dado que las normas jurídicas que
representan derechos humanos contribuyen a generar y reforzar en la cultura
ciertos valores y actitudes acorde a dichas normas. Por otro lado, los referentes
éticos que logran asentarse socialmente, movilizan a la sociedad civil y a defensores
y defensoras de derechos humanos a luchar por una mayor profundización y
ampliación de éstos, exigiéndole al Estado avanzar hacia el horizonte ideal que
plantean los estándares de derechos y acortar la brecha entre la realidad que
tenemos y el ideal al que aspiramos.

Ninguno de estos aspectos por sí solo puede dar cuenta de lo que son los derechos
humanos. Una comprensión sólo normativa, reduce los derechos humanos a los
aspectos que están legalmente regulados, los que sin una orientación ética pueden
conducir a actuaciones que usen ese conocimiento para conculcar derechos en vez
de protegerlos. Una perspectiva que sólo releva lo valórico, hace recaer toda la
responsabilidad en la formación moral y/o ética individual, diluyendo el carácter de
obligaciones exigibles para los Estados, independientemente de los valores de cada
quien. Por último, una mirada sólo en torno al ideal, sin comprender que la norma
y la cultura constituyen caminos para alcanzarlo, no logra la movilización política y
estanca el proceso de materialización de los derechos humanos.

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