20 :ev 17 al 23 de octubre de 2010
por las diócesis Diócesis de Arecibo
Homilía: Monseñor Daniel Fernández
En su toma
de posesión
“A ti Señor me acojo”. Son las palabras
que hemos escuchado hoy en el Salmo 7
y que hago mías al dirigirme a ustedes en
esta primera homilía como obispo de Are-
cibo, confiado en que el Señor me dará
la gracia de poder expresarle algunos de
los pensamientos y sentimientos que hay
en mi mente y en mi corazón al iniciar mi
servicio pastoral entre ustedes.
Son también las palabras que le dirijo
a Dios poniendo en sus manos mi vida y
mi ministerio episcopal, recordando ade-
más lo que nos dice el apóstol Juan en
su primera carta (1Jn 4,18): que “no hay
temor en el amor”.
“No hay temor en el amor”. Quisiera
que esta afirmación de San Juan Evange-
lista fuese como emblemática de lo que
deseo compartir con todas las personas
que viven en esta diócesis. Se trata de una
convicción personal que se ha converti-
do para mi en una fuerza interior que me
permite encontrar paz y tranquilidad aún
en medio de las dificultades. (…)
Si pensamos en nuestra realidad ac-
tual también nosotros nos podríamos
sentir como impulsados a preguntar a
Dios algunas cosas. ¿Hasta cuando Señor
va a continuar la violencia en nuestra so-
ciedad, que nos atemoriza, nos inquieta?
(…)Una esposa tal vez se pregunte: ¿has-
ta cuándo mi esposo va a seguir bebien-
do o hasta cuando mi hijo va a seguir en
las drogas? Unos padres se pueden estar
preguntando ¿qué será de mis hijos si el
mundo sigue como va?
Y ante todas las interrogantes yo
quiero decirles hoy a todos ustedes, hijo
e hijas de esta amada diócesis de Arecibo:
no hay temor en el amor. Dios les ama,
Dios nos ama. Confiemos en El. (…)
En el libro de Habacuc a las pregun-
tas dirigidas a Dios El responde diciendo:
“La visión espera su momento, se acerca
su término y no fallará; si tarda, espera,
porque ha de llegar sin retrasarse”.
Hay una promesa, hay una visión, hay
un nuevo mañana. Nosotros los cristianos
sabemos que caminamos hacia esa visión
de lo que sabemos serán los nuevos cielos
y la nueva tierra. (…)
Como hijos de Dios caminamos hacia
la plenitud de la comunión con Él y con
los hermanos. Mientras tanto la Iglesia
Católica de la que somos miembros es sa-
cramento, o sea, signo e instrumento, de
esa comunión. (…) En nuestra diócesis te-
nemos sin dudas un gran potencial evan-
gelizador. Los movimientos apostólicos,
los catequistas, los ministros extraordi-
narios de la comunión, los ministerios de
música, los niños, los jóvenes, los adultos,
los ancianos, los enfermos, las religiosas y
religiosos, y por supuesto, los sacerdotes.
A ustedes, queridos sacerdotes, quie-
ro hoy dirigirme con particular afecto.
Son ustedes los principales colaboradores
de todo obispo. Sé de sus esfuerzos y tra-
bajos por la Iglesia a la que aman y que
un día les consagró como llamados por
Dios a una vocación particular. (…)
Vivimos tiempos que desde cierta
perspectiva humana podemos calificar
de difíciles, los pecados graves cometidos
por algunos sacerdotes y obispos, la ma-
liciosa y exagerada cobertura de algunos
medios de comunicación, el desánimo y
cansancio de algunos, y, algo que con-
sidero especialmente grave, la crisis de
identidad sacerdotal. (…)
Es verdad además que son múltiples
los problemas de las personas que aten-
demos, es verdad que a veces hay que ha-
cer de todo un poco (…) Pero de ninguna
manera debe el sacerdote olvidar quién
es. (…) El pueblo de Dios nos necesita y
nos quiere sacerdotes.(…)
En la medida entonces en la que el
sacerdote consagre su vida y su tiempo a
lo que le es propio estará respondiendo a
lo que es su identidad y, por lo tanto, se
sentirá realizado y feliz.
Yo sé que la mayoría de ustedes se
esfuerzan por vivir así su sacerdocio, y se
los agradezco. Pero considero totalmen-
te pertinente hacer mías hoy las palabras
que San Pablo dirige a Timoteo y decir a
cada sacerdote: “Querido hermano: reavi-
va el don de Dios que recibiste cuando te
impusieron las manos”. (…)
Quiero que prestemos especial aten-
ción pastoral a todo lo que se refiere al sa-
cramento excelso de la Eucaristía. El Papa
nos ha dicho en su Exhortación Apostólica
Foto: Archivo EV / Fernando Román
Sacramentum Caritatis que: “La Eucaristía
es el origen de toda forma de santidad,
y todos nosotros estamos llamados a la
plenitud de vida en el Espíritu Santo. (…)
Como derivada de la misma celebra-
ción eucarística está el servicio de la ca-
ridad a los más pobres y necesitados de
nuestra diócesis. (…)
Un sector de la Iglesia y la sociedad
que es sin dudas una de las fuerzas reno-
vadoras de la Iglesia son los jóvenes. Ellos
tienen que seguir siendo otra de nuestras
opciones preferenciales.
Así también es necesaria, particular-
mente en estos tiempos, la promoción y
la defensa de la familia y el matrimonio,
el único que existe, entre el hombre y la
mujer, como debe ser, como Dios lo ha
querido desde la creación.
Finalmente me miro a mi mismo y
también me aplico las palabras de San Pa-
blo a Timoteo en un día como hoy. Quiero
yo también reavivar en mi el don recibido
el día de mi ordenación. Deseo, renovado
por la fuerza del Espíritu Santo, ser para
todos aquel que “escogido entre los hom-
bres es puesto a favor de los hombres en
lo que se refiere a Dios” (Hebreos 5, 1).
Anhelo ser para todos un obispo según el
corazón de Cristo, el Buen Pastor. (…)
Al iniciar mi servicio pastoral entre us-
tedes les aseguro que quiero “tomar parte
en los duros trabajos del Evangelio según
las fuerzas que Dios me de”. (…) Quiero
vivir con fe y amor cristiano teniendo de-
lante esa visión que contiene la promesa
de Dios. (…)
Que nuestra Patrona, la Virgen del
Perpetuo Socorro, como su nombre lo in-
dica, siempre nos cuide y proteja. Así sea.
(Para leer la homilía en su totalidad
acceda www.elvisitantepr.com)