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天目

TIAN MU
EL OJO CELESTIAL

Mingtang es el punto que “atrapa” el resplandor espiritual (Shenguang), una fuente de luz
externa que el adepto crea enviando su mirada a lo lejos y desenfocándola, para contemplar la
luminosidad de la energía original de la Naturaleza, para atraerla seguidamente hacia el punto
del “tercer ojo” e introducirla en la abertura de Mingtang. Si no se consigue trabajar con esta
luz y se intenta movilizar la energía mediante el esfuerzo mental, el resultado será la aparición
súbita de mareos y vértigo, acompañados de la sensación de que la cabeza está cubierta por un
gorro muy apretado, lo que puede indicar un posible ascenso de la tensión arterial.
Dongfang es el área en el que yin y yang se entrecruzan. En este caso, el yang es la luz
procedente del exterior, mientras que el yin es la sensación de luz reflejada en la parte
posterior del cráneo, proyectada como por un espejo que coincidiría con la cavidad de la
cumbre sobrenatural, señal de que la barrera cervical ha sido franqueada. Se dice que, si la luz
se refleja correctamente, el iniciado tendrá la sensación de que su cabeza está coronada por un
aura. Este halo radiante recibía el nombre de Luotai 羅臺 (terraza de la red) y actualmente se
considera que es un hito especialmente difícil de conseguir. Tradiciones orales antiguas
explican que la abertura Dongfang está custodiada por un anciano de cabello blanco, que es
una metáfora para la relajación, la abertura y la comunicación de este centro energético.
La tercera abertura, Niwan Gong, es visualizada como un espacio esférico hueco, donde se
resguarda el yuan shen, el espíritu original, emanación del Dao y única entidad en la psique
humana capaz de comunicar con éste.
Según las enseñanzas daoístas, antes de nacer, cuando estábamos en el útero de nuestra
madre, nuestros dos ojos y la abertura zuqiao contemplaban nuestro vientre, de modo que los
dos ojos “normales” no podían ver nada, pero el tercer ojo podía percibir sensaciones sutiles y
sentir la luz espiritual. También podíamos recibir información del mundo exterior,
respondiendo a cambios de temperatura o sintiendo el estado de humor de nuestros
progenitores. Esta imagen simbólica de lo que ocurre durante el período fetal dio a los daoístas
una metáfora que podía describir la tranquilidad del feto en ciertos momentos y su actividad
en otros, asociando esta recepción de información mediante una “mirada mística”, que
denominaron “ojo” (mu). Justo después del nacimiento, al ser cortado el cordón umbilical,
nuestras pupilas se separaron, haciendo que la mirada mística se desvaneciese y dejando de
contemplar el Misterio para ver solamente el mundo fenoménico posterior al Cielo.

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