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Izquierda Libertaria Chile

Octubre 2018

MARCO POLITICO

PRIMERA FASE CONGRESAL


PROCESO DE CONVERGENCIA DE LA IZQUIERDA

I. Lectura del régimen y el periodo

a) Elementos centrales del régimen neoliberal en Chile

El neoliberalismo constituye una ideología y una modalidad específica de acumulación


capitalista en que la fracción del empresariado monopólico-financiero, comercial y exportador, a
partir de su adscripción valórica y de sus intereses de clase, determinó las condiciones de
reproducción del orden social, de representación política, así como las características centrales del
Estado y la relación de éste con la sociedad. De tal forma dicho patrón de acumulación subordina al
Estado imprimiendo fuertes rasgos autoritarios bajo un esquema de democracia restringida,
mediatizando en la sociedad un sistema de valores liberal en lo económico, bajo una lógica
totalizante.

El advenimiento de esta realidad se encuentra circunscrito en un proceso mundial de


transnacionalización de la propiedad, la producción y el poder político, que responde a la
necesidad expansiva de los monopolios, incentivada por el desarrollo sin precedentes de las fuerzas
productivas. Este proceso, que en el caso chileno tiene por inicio la brutal clausura del ciclo nacional-
desarrollista el 11 de septiembre de 1973, involucró no solo la aniquilación y dislocación de las
fuerzas políticas y sociales adscritas al proyecto socialista de liberación del trabajo, sino que también
la subordinación y asimilación de las fracciones de la burguesía industrial por parte de burguesía
monopólico-financiera, comercial y exportadora, configurando un patrón de la acumulación de base
primario exportadora y especulativa-financiera, integrada en el proceso de actualización de la
división internacional del trabajo a partir de la segunda mitad de la década del 70 marcada por el
proceso de financiarización de la economía. Este modelo es altamente sensible a las variaciones del
mercado externo, en que las crisis especulativas a nivel internacional impactan fuertemente en los
eslabones más débiles del mercado interno al afectar el tipo de cambio, fenómeno que igualmente
se expresa en ciclos expansivos de la actividad económica a raíz del carácter primario exportador,
denominado síndrome holandés.

El modelo descansa sobre el pilar de la máxima explotación del trabajo que tuvo su origen
en el taylorismo y que se evidencia en la actualidad de un modo específico derivado de la expansión
vertiginosa de la actividad económica y la transformación de los mercados globales que presionó la
rebaja o remoción de los límites y restricciones impuestas a la generación, desarrollo y término de
las relaciones laborales. Bajo este modelo se impuso un marco de relaciones laborales anclado en
el derecho individual a nivel de empresa y la neutralización del conflicto colectivo, que permitió la
instalación de un esquema de fuerte flexibilidad laboral y fragmentación de las formas de trabajo,
como la subcontratación, el suministro, el teletrabajo o el trabajo autónomo, en contrapartida de la
concentración por arriba de las facultades directivas en las figuras de Grupos Económicos, de
Empresas o Holding.

Asimismo, la clásica extracción de plusvalía en la fase productiva adquiere un carácter


ampliado a raíz de la apropiación privada del excedente destinado a la seguridad social en la fase
de circulación en el mercado financiero, en forma de capital crediticio. Esta modalidad de

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acumulación “por desposesión”, se expresa igualmente en la apropiación privada de los medios


de vida de la población y de sus recursos naturales o comunes a partir de la privatización de los
mismos y de los bajos estándares medioambientales, que, sumado a la sobresaturación de la
infraestructura productiva y energética, dan lugar a zonas de sacrificio asociadas a los clúster
logísticos-productivos primario exportadores. Esta modalidad de apropiación se expresa
igualmente en la extracción de recursos y bienes públicos que fluyen hacia el mercado en forma de
subsidios a la demanda de bienes y servicios, asociados a bienes intangibles como la salud y la
educación, lo que da cuenta del marcado carácter subsidiario de las políticas sociales que además
se encuentra circunscrita a la lógica de focalización del gasto social, dando paso a un proceso de
degradación de los servicios públicos, en contrapartida de un fuerte incremento del gasto asociado
a bonificaciones al sector privado.

Lo anterior da cuenta de un patrón de acumulación tendiente a la alta concentración de la


riqueza, expresada en la liberalización en las formas de explotación del trabajo y las amplias
facilidades y franquicias a la inversión, y los movimientos de capital que fuertemente contrastan con
el aumento progresivo de la brecha de desigualdad.

Lo anterior involucra una reconfiguración del rol económico del Estado, expresada en el
cercenamiento de la intervención directa en la actividad económica como agente productivo a raíz
del proceso de privatizaciones y política de concesiones públicas, a excepción de CODELCO. En
cuanto a las políticas económicas, el Estado deviene en un mero garante o fiscalizador del orden
público económico, dando lugar a la autonomización de las instituciones públicas ligadas al manejo
monetario y presupuestario. El Banco Central, del cual depende tanto la emisión monetaria, como
la regulación de la tasa de interés y de encaje, queda en manos de paneles tecnocráticos ajenos a
toda intervención gubernamental. De igual forma ocurre en materia de elaboración presupuestaria
con la autonomía del Consejo Fiscal Asesor. De esta manera se profundiza la brecha entre las
funciones económicas y políticas, en que éstas se subordinan exclusivamente a los equilibrios
macroeconómicos y a la regla del superávit estructural. Desde el punto de vista de la recaudación
fiscal, la liberalización en materia de comercio exterior y el incentivo a la inversión extranjera
involucró la eliminación de las barreras arancelarias que consolidó una estructura tributaria
regresiva basada en el impuesto al consumo, en contraste con la baja carga impositiva a las rentas
del capital, y el incentivo a la concentración a partir del sistema de integración impositiva.

El régimen capitalista neoliberal está fuertemente blindado por instituciones heredadas de


la dictadura, perfeccionadas desde inicios de la transición pactada en el marco de la adscripción
transversal de la tesis del compromiso histórico entre el centro y la izquierda, sosteniendo como
base política la estructura de consensos con la derecha, que a su vez se encuentra plenamente
subordinada a los intereses geopolíticos de los Estados Unidos en la región. De esta forma el modelo
de representación política y los marcos institucionales de la Constitución de 1980, se evidencian
fuertemente compenetrados con los intereses de la elite económica y el capital monopólico
transnacional, basado en un esquema de democracia tutelada (a partir de enclaves autoritarios) y
restringida (a partir de cerrojos institucionales), destinada a eliminar toda forma de alteración
democrática al régimen neoliberal.

Desde el punto de vista de la gestión pública, el neoliberalismo no solo pone en marcha una
poderosa fuerza de corrosión y debilitamiento de la democracia, sino que redefine sus sentidos y su
funcionamiento. Esto es, no la suprime simple y sencillamente, sino más bien es reorganizada a
partir de la lógica y el sentido común empresarial, con procesos como el benchmarking y la
incorporación de “buenas practicas” en la administración públicas asociadas a la gestión de recursos

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humanos y clientes, que toma forma en una determinada concepción de gobernanza y tienen su
origen en las conclusiones de la Comisión Trilateral en 1975. Al mismo tiempo se impone un
esquema de control social asentado en los mecanismos de la democracia liberal representativa,
consistente en eliminar y bloquear los canales y vehículos de representación y deliberación social,
imponiéndose un modelo de representación de intereses de clase en el Estado plenamente
subordinado al poder económico.

Desde el punto de vista axiológico, los conceptos liberales han sido fuertemente instalados
en la esfera subjetiva de la sociedad chilena, apoyados en una matriz de opinión totalizante anclada
en la extrema concentración de los medios de comunicación. El ethos social que moviliza la
realización material se sustenta en el paradigma del esfuerzo eminentemente individual, la
dependencia del crédito como vehículo de la realización privada y las políticas sociales focalizadas
en la solución individual de baja cobertura. La ausencia de densidad del tejido social da cuenta de
escasos lazos colectivos y bajos niveles de asociatividad, lo que expresa identidades fragmentadas
que dan cuenta de un temor y desconfianza subjetivados y profundamente anidados en la sociedad
chilena. El espacio intersubjetivo está débilmente constituido a partir de valores tradicionales
asociados a la nacionalidad, el orden, la familia y la religión, sin perjuicio de que la clase social pueda
constituir una determinante central de la conciencia sociopolítica oposicional de los individuos.

b) Tendencias políticas centrales de la transición

1.- El primer ciclo político del proceso transicional que abarca los dos primeros gobiernos
de la Concertación dan cuenta del reflujo del movimiento popular y la desmovilización social, sobre
la base del temor a la reversibilidad del proceso democrático pactado; y la renuncia por parte de los
partidos de la concertación a la posibilidad de construir un sujeto encaminado a la superación del
paradigma neoliberal. Esta tendencia a la desmovilización y descomposición del campo social
coincide con el fuerte enraizamiento subjetivo del modelo económico neoliberal, basado en la
Integración de capas marginales por medio de políticas sociales focalizadas, de fomento al
emprendimiento y expansión del crédito de consumo, dando cuenta de un programa sustentado en
la administración del modelo y la promesa de humanizarlo en la medida que la expansión de la
economía lo hiciera posible. En el plano institucional a partir de 1989 se inaugura la política de los
consensos entre la centro izquierda y la derecha para la sustentabilidad del modelo neoliberal,
cristalizada en el plebiscito del mismo año, que termina por consagrar las componentes autoritarias
de la Constitución de 1980, expresados en la existencia de enclaves autoritarios (COSENA,
Senadores Designados, inamovilidad de los comandantes en jefe) y de cerrojos institucionales
(control preventivo del Tribunal Constitucional, quorum supra mayoritarios, materias de ley
elevadas a rango constitucional y Sistema electoral binominal).

2.- En el segundo ciclo político de la transición, que abarca el tercer y cuarto gobierno de la
Concertación, el régimen neoliberal alcanza su madurez dando cuenta de la consolidación del
consenso neoliberal, lo que da lugar al abandono paulatino de los militares del escenario político y
la consolidación de una democracia de baja intensidad. La Reforma Constitucional de 2005, elimina
los “enclaves autoritarios”, persistiendo los “cerrojos institucionales”, dando cuenta de una
tendencia a la normalización democrática, por arriba o sin ciudadanía, en el marco del régimen
neoliberal. En lo económico, la tendencia a las reformas infraestructurales de bajo alcance da
cuenta la legitimación del modelo económico en democracia, sin embargo, el corto alcance de las
políticas sociales neoliberales acrecienta las tensiones entre autocomplacientes y auto flagelantes,

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inaugurando una tendencia a la descomposición del arco de la centro izquierda. Ante la negativa-
imposibilidad de introducir cambios y sin ser capaces de concertar la promesa de “crecimiento con
igualdad”, comienza un proceso de radicalización y masificación del fenómeno de la protesta social
en ciertas franjas sociales (mochilazo, allegados, deudores habitacionales, pinguinazo, conflictos
laborales en sectores exportadores) que no logran ser procesados por la institucionalidad a través
de mesas e instancias con ciudadanía, definiendo el cuadro sin participación política de los actores
sociales. Ello coincide con el paulatino proceso de descapitalización de la base electoral de la
Concertación y el ascenso de la derecha al gobierno en un marco de unidad política y programática,
dando paso a la alternancia en el poder entre fuerzas neoliberales.

3.- El tercer ciclo del proceso transicional atraviesa el primer Gobierno de la derecha y el
de la Nueva Mayoría. El eje transversal será la crisis de representación, en que se evidencia cuadro
general de malestar y desconfianza agudizado a raíz de los casos de Corrupción político-
empresarial. Este escenario da lugar un proceso de politización de la protesta social a partir de 2011
a raíz del conflicto estudiantil (se funde gobierno y modelo a los ojos de la sociedad chilena)
ampliándose los marcos de las franjas movilizadas con cifras de convocatoria y participación que
contrastan fuertemente con la persistente caída de las cifras de participación electoral, fenómeno
que pretende ser contenido con la Ley de inscripción automática y voto voluntario, expresando la
tendencia a la contención institucional por arriba del consenso neoliberal. Tal contexto de
debilitamiento de la derecha, malestar y apatía política abre la puerta al cuestionamiento
estructural expresado en las demandas sociales. Sin embargo, la derecha responde al malestar con
políticas por abajo, destinadas a aliviar el sobreendeudamiento a partir de leyes como la de quiebra
de las personas y la ley DICOM que significó un virtual perdonazo para los pequeños deudores. La
agenda de cambios enarbolados por la movilización social significó un envión a la alicaída
concertación, que la obliga a dar paso a una nueva coalición con incorporación del PC denominada
Nueva Mayoría.

El programa de la Nueva Mayoría expresa la tendencia a reformas intraestructurales de


mayor alcance. En el plano político se combinan propuestas de largo plazo (Nueva Constitución),
con modificaciones de corto plazo al marco institucional como es el reemplazo del sistema
binominal por el sistema proporcional atenuado, combinando la tendencia a la normalización
democrática y contención institucional manteniendo los demás cerrojos institucionales (control
preventivo del Tribunal Constitucional, quorum supra mayoritarios, materias de ley elevadas a rango
constitucional). Durante el gobierno de la NM, subsiste tendencia del consenso neoliberal no
obstante tener mayoría en ambas cámaras. Sin perjuicio de la subsistencia de la movilización social
anti neoliberal (Estudiantes, No más AFP), emergen en las calles expresiones sociales de derecha y
un empresariado que se auto representa en la escena pública ante la crisis de la derecha política, lo
que es acompañado por una fuerte agenda de medios que golpea incesantemente las reformas del
gobierno, lo que da cuenta de la tendencia a la unidad de proyecto de la derecha. El tensionamiento
interno de la coalición paralizó al gobierno en sus propias contradicciones e indefiniciones,
provocando la crisis de paradigma de la centro izquierda, de este modo el fin del sistema binominal
dio paso al fin de la alianza de centro izquierda y el triunfo de la derecha que cristaliza la tendencia
a alternancia en el poder entre proyectos políticos neoliberales.

En síntesis las tendencias políticas centrales en las tres primeras etapas son:

- El proceso gradual de normalización democrática de las instituciones bajo una lógica de


contención institucional, por arriba o sin ciudadanía, del consenso neoliberal.

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- La consolidación del modelo económico bajo una lógica de reformas intraestructurales


de mercado.
- La tendencia a la descomposición del arco político de la centro izquierda
- La unidad de proyecto del arco político de la derecha
- La alternancia en el poder entre proyectos políticos neoliberales y su acuerdo
transversal, en el marco del debilitamiento y crisis del sistema de partidos.
- La devaluación del modelo económico en el orden social, malestar subjetivo y
contención por abajo.
- El proceso gradual de rearme del campo social, de la socialdemocracia y de la izquierda.

4.- El cuarto ciclo involucra la clausura del ciclo político abierto en 2011 y se encuentra
determinada por la consolidación de la unidad de proyecto de la derecha como alternativa de
gobierno en el marco de la tendencia a la alternancia en el poder, a lo que se agrega la instalación
en el escenario político de un ala neofascista de corte neoliberal; el vaciamiento del centro político
y profundización de la tendencia de la descomposición del arco de la centro izquierda, la
emergencia institucional de un tercer bloque socialdemócrata y de izquierda, sustentado en un
programa anti neoliberal coincidente con una tendencia al reflujo parcial del movimiento social y
a la carencia de ejes articuladores centrales que doten de direccionalidad anti neoliberales a nuevas
formas de impugnación social.

El agotamiento del ciclo anterior responde, en el plano subjetivo, a la derrota del proceso
de apertura social, deviniendo en la crisis de la expectativa de transformación incubada desde 2011.
A pesar de los esfuerzos desplegados y la legitimidad del movimiento social en la ciudadanía la
inamovilidad del régimen cristalizó subjetivamente la imposibilidad de concretar cambios,
agudizando el malestar de modo regresivo, dando paso al procesamiento negativo del conflicto
social. Esta situación terminó por consolidar la apatía política en la población, en que la derecha
echando mano a su capacidad de construir realidad intersubjetiva, agudizó la sensación de temor e
inestabilidad social, instalando los valores del orden y la aversión a lo colectivo. De esta manera la
derecha logra imponer, en parte, su interpretación del ciclo político previo, en cuanto anomalía
derivada de la crisis de expectativas de la población generada a partir del crecimiento económico y
las bondades del modelo, combinándose malestares e intereses de la población asociados a
seguridades sociales con deseos orden.

En este cuadro, la derecha comprende que para construir una mayoría política que permita
defender y proyectar él modelo, debe ser capaz de mantener unido el amplio espectro de
sensibilidades que la constituyen, pero asimismo asumir directamente las banderas de reformas
infraestructurales, ofreciendo un modelo de gestión modernizante que permita canalizar en un
sentido neoliberal los ajustes en las áreas más sensibles. Para ello pretende construir una alianza
con sectores tecnocráticos y neoliberales del centro político, en un contexto de abierta
fragmentación de la ex Nueva Mayoría, de reflujo y fragmentación del movimiento social, graves
problemas de instalación de la tercera fuerza socialdemócrata y de izquierda, que virtualmente
involucra la inexistencia de oposición política.

En la interna, la derecha evidencia la existencia de expresiones diferenciadas entre sí, pero


en el que subyace un acuerdo político de fondo de la necesidad de reforzar el modelo neoliberal y
profundizar sus lógicas de mercado en los más vastos ámbitos de la vida social. Así, además de una
derecha neofascista y neoliberal como la que se había mencionado, también existen sectores
minoritarios que están dispuestos a avanzar en algunos ámbitos como la democratización política.

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En síntesis, el proyecto político general de la derecha tiene un marcado carácter restaurador


y tiene por objeto contener la tendencia a la democratización del sistema político institucional y la
devaluación del régimen neoliberal en la ciudadanía acompañada de un fuerte relato tradicional,
conservador y basado en el orden. Para ello refuerza una agenda orientada a corregir las reformas
intraestructurales de mayor alcance del ciclo anterior, deconstruir el consenso social sobre la
historia reciente asociado a la legitimación del origen del modelo, retomando asimismo una agenda
conservadora en el plano valórico y liberal en lo económico, recodificando los sentidos comunes
instalados en el pasado ciclo.

En síntesis, las tendencias políticas centrales de la actual etapa son:

- La finalización del proceso gradual normalización democrática de las instituciones


- La consolidación del modelo económico bajo una lógica de reformas intraestructurales
de mercado.
- La tendencia a la descomposición del arco político de la centro izquierda y crisis del
centro político
- La unidad de fondo del proyecto de la derecha
- La alternancia en el poder entre proyectos políticos neoliberales y madurez del marco
de relaciones institucionales del sistema de partidos.
- La legitimación del modelo económico en el orden social
- La primacía valórica conservadora
- El reflujo parcial del movimiento social, carencia de ejes articuladores centrales que
doten de direccionalidad anti neoliberales a nuevas formas de impugnación social.
- Emergencia institucional de la izquierda

II. Definiciones tácticas

a) Oposición

1. Marco mínimo para la construcción de la oposición

El ciclo político que se configura a partir de la consolidación de la unidad de fondo del


proyecto de la derecha contrasta con la fragmentación objetiva y subjetiva del bloque político que
por razones de continuidad histórica estaba llamado a ser la oposición política al gobierno actual.
La Nueva Mayoría, a partir de su derrota electoral en toda la línea, dejó de existir, arrojando a sus
partidos en profunda descomposición política y orgánica, evidenciándose cautiva de maniobras
efectistas y de corto plazo, totalmente carente de un relato y de programa que viabilice su
restauración. No existe en el horizonte mediato la posibilidad de un reordenamiento que permita
abordar la disputa de la agenda con el gobierno, lo que intenta ser compensado con la
recomposición interna en miras de las próximas elecciones.

La derrota institucional del binominal, operada inicialmente como reforma intraestructural,


en el plano factual involucró no solo la descomposición de la Nueva Mayoría, sino la emergencia del
Frente Amplio como expresión de capitalización política y último estertor del ciclo anterior. Esta
emergencia se ve empujada por el cuestionamiento de un segmento de la población electoralmente
activa a la capacidad de orientación transformadora de los partidos que gobernaron en el ciclo
previo, que, a pesar del intento de capturar y canalizar las demandas sociales a raíz de la crisis de
representación del 2011, en su detalle técnico y de gestión política terminaron por encuadrase en
la lógica tecnocrática y de consenso neoliberal por arriba o sin ciudadanía, heredada de los

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gobiernos concertacionistas post-transicionales. A ello se suma, una franja del electorado que no
buscando una transformación profunda del modelo neoliberal, sí opta por alternativas que traten
de representar una salida a la crisis de representación de la política y los casos de corrupción.

De mantenerse el cuadro de descomposición en la oposición, la derecha podría proyectar


su gobierno para un segundo período, a fin de terminar de consolidar un proyecto de sociedad que
transite hacia una democracia formal, liberal en lo económico y financiero y receptiva del
conservadurismo en lo social y moral, orientando que el sentido común se desplace hacia la derecha,
esto es, hacia la naturalización de soluciones técnicas a problemas políticos.

El cuadro indicado expresa un nudo gordiano que dificulta la posibilidad de una articulación
de campo de la oposición: la existencia de un campo neoliberal transversal a los partidos de la ex
nueva mayoría (con excepción del Partido Comunista) que se encuentran cómodos con una
democracia de baja intensidad y con la existencia de cerrojos institucionales destinados a dar
sustentabilidad a un modelo que ya hicieron propio. La herencia binominal, asociada a la idea de
dos grandes bloques de partidos, constituye una tendencia centrípeta debido a la consolidación de
pactos tendientes al centro y por tanto subordinados a la razón neoliberal, lo que se confirma a raíz
de la correlación de fuerzas electoral desde 1988 a la fecha y que expresa una tendencia sostenida
a la mantención de la distribución de votos entre la derecha y la centro izquierda. Ello evidencia la
dificultad en la conformación de un arco o alianza amplia de oposición, toda vez que, de constituirse,
si bien su rendimiento electoral pudiera verse favorecido, lo cierto es que significaría para el Frente
Amplio transformarse en una muleta por la izquierda de partidos en los que sus respectivas
expresiones neoliberales poseen una gran capacidad de articulación y alineamiento político.

En este contexto los partidos que conformaron la Nueva Mayoría tienen escasas
posibilidades de restauración de su proyecto político, en parte por el aislamiento de la Democracia
Cristiana y su intención de recuperar su rol de fiel de la balanza del sistema de partidos a pesar de
su baja incidencia electoral. Por otra parte, el eje constituido por la Convergencia Progresista (PR-
PS-PPD) carece de relato que sobrepase el tradicional discurso de vencer a la derecha en las urnas,
además de evidenciar las clásicas tensiones internas entre sectores neoliberales y socialdemócratas,
que se expresa en el aislamiento del Partido Comunista, el que mantiene su orientación en torno a
una alianza política de centro-izquierda, esto es desde la DC al Frente Amplio.

En cuanto al Frente Amplio, la fase de instalación ha sido extremadamente compleja a raíz


de la inexperiencia, la ansiedad y el exitismo de figuras de la bancada y la ausencia de conducción
política de la Mesa Nacional, sin embargo, estas tensiones deberían tender a ceder en la medida
que los partidos avancen en sus procesos de realineamiento y la proyección en el horizonte del
próximo ciclo electoral, lo cual permitiría retomar cierta capacidad de incidencia en el cuadro por
venir. Ello obliga a definir un marco de entendimiento sobre la base del escenario real y las escasas
posibilidades de que se concrete una alianza amplia como la que plantea el PC, lo que está más bien
situado en ciertos acuerdos puntuales de omisión en el ámbito municipal o un acuerdo en torno a
la segunda vuelta presidencial sobre la base de mínimos compartidos.

En este cuadro, la izquierda del Frente Amplio debe sostener como eje prioritario la
superación de los cerrojos institucionales de la constitución pinochetista enmarcada en una
“agenda de mínimos democráticos” que fije una línea demarcatoria entre las expresiones
neoliberales/antineoliberal en el espectro político y que abra la puerta a las demandas de
participación y cambio estructural esbozadas por el movimiento social.

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En ese contexto, entre estos mínimos se encuentran la eliminación de las atribuciones que
convierten al TC en una tercera cámara, y un programa de reformas para una nueva política y mejor
democracia, con énfasis en la austeridad de la función pública, la lucha contra la corrupción y el
narcotráfico; una sociedad de derechos para asegurar una vida, condiciones de trabajo, niñez y
vejez digna a los y las chilenas; la eliminación progresiva del subsidio a la demanda y el
fortalecimiento de la salud y educación públicas tendiente a la universalización; una reforma
tributaria sustancial y restricción presupuestaria al gasto en defensa. Asimismo, la necesidad de
avanzar en la elaboración de diseño orientado hacia Modelo de Desarrollo inclusivo y sustentable
para avanzar en la democracia económica, con especial énfasis en la diversificación de la matriz
productiva, del desarrollo logístico y el cambio en la matriz energética; el fomento cooperativo y de
la asociatividad e innovación, ciencia y tecnología de rango ministerial y creación de la Empresa
Estatal del Litio y capitalización de Codelco para una segunda fase productiva; la recuperación del
agua y una nueva institucionalidad ambiental. Finalmente resulta necesario abordar las demandas
de participación asociadas la soberanía de los territorios, sus organizaciones sociales e instituciones
a partir del fortalecimiento económico y decisional de las regiones y los municipios del país; además
de un nuevo trato con los pueblos originarios, contemplando el indulto presidencial a los presos
políticos mapuche como gesto unilateral para una solución política del conflicto Chileno-Mapuche.

La centralidad de las reformas políticos institucionales no involucra afirmar que avanzando


en éstas se irán concretando automáticamente las reformas destinadas a desmontar el modelo
neoliberal. A lo que hacemos referencia es a la posibilidad que se abre al concretar este tipo de
reformas y el alcance estratégico de las mismas, para lo cual es determinante una “agenda de co-
legislación social y de democracia territorial” orientada a potenciar la constitución de sujetos
colectivos en una lógica por abajo o con ciudadanía, que rompa la tendencia a la invisibilización del
mundo social y el bloqueo de la participación popular en la gestión y decisión de los asuntos
públicos. Este aspecto es clave en la apertura de una fase de confrontación democrática como
expresión de un proceso inicial de transición post neoliberal, cuya perspectiva estratégica estará en
disputa permanente, de cara a la consolidación de una izquierda que dialogue con el sentido
estructural de sus transformaciones y evite conformarse con salidas socialdemócratas, keynesianas,
cepalianas o de tintes similares que, aún con ropaje transformador, no alteran el rol de nuestro país
en el circuito internacional del capital.

2. Ejes diferenciadores con la herencia transicional

Como se ha indicado estos marcos están orientados a poner fin a las tendencias regresivas
del ciclo transicional y revertir la carencia de orientación política en un escenario de retroceso de
los gobiernos progresistas y de izquierda en nuestro continente. Si la derecha (y la ultraderecha) se
ha tomado buena parte de la iniciativa política, no se explica simplemente por las deficiencias
propias de cada uno de esos gobiernos, sino por la siempre activa y eficaz intervención del
imperialismo en las agendas políticas locales.

Nuestro país se ha mantenido ajeno a esta convulsión política transnacional. La certidumbre


para los inversores ha venido dada por el marco regulatorio vigente que, acompañado de una
institucionalidad política democráticamente débil, permite campear a sus anchas al capital
financiero e industrial. Con todo, el peligro que entraña esta nueva correlación geopolítica
continental es que el gran empresariado gozará de vasos comunicantes que, en lo político,
viabilizarán la profundización del consenso neoliberal. La derecha chilena se inscribe a fuego en esta
tendencia.

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Más allá de que el retroceso de la izquierda en América Latina ha querido ser signada como
“la segunda caída del muro”, lo cierto es que lo que está en juego en lo estratégico no es la sociedad
de derechos versus el mercado. Esta contradicción, coyuntural, se sitúa en campo de la necesidad
de salidas tácticas que abran espacio a que el movimiento popular y sus expresiones políticas
cuenten con mejores márgenes de maniobra, a partir de una orientación socialista y democrática

La crisis de paradigma de la centro izquierda debe ser pensada a partir de un trazado táctico
y estratégico, sin anular ninguna de estas dos dimensiones. No es solo la reminiscencias del viejo
debate sobre mínimos y máximos, sino que expresa, más profundamente, el movedizo terreno de
configuración de los actores políticos y sociales chilenos que se debaten entre la continuidad o no
del modelo.

Por ello, si la herencia transicional fue la lógica de los consensos y la alteración periférica de
los “excesos” del modelo, la izquierda de orientación revolucionaria debe apostar por la ruptura
definitiva en clave democrática, de los pilares de dicho modelo y sus lógicas subyacentes. La disputa
del sentido común pasa por encaminar, en un primer orden de prioridades, las reformas políticas al
régimen que faciliten la participación popular en la administración del poder, ya no como un fin en
sí mismo, sino como obertura de un espacio de disputa que encarne, dialécticamente, la tensión
social, política, económica y cultural entre el neoliberalismo y la soberanía popular.

Es en la dimensión estratégica en donde se sitúa la diferenciación con el eje transicional


puesto que, como hemos dicho, sectores de la ex Nueva Mayoría también ha respaldado iniciativas
tendientes a una gradual normalización democrática de las instituciones, lo que nos sitúa en un
plano superficial de acuerdos. La diferencia está en el sentido estratégico de esos mínimos
democráticos: si para administrar más eficientemente el modelo económico o para abrir espacio
político para su superación definitiva, combinando todas las formas de lucha posibles.

Finalmente, nuestro trazado debe contemplar el jalonamiento progresivo de estas


tendencias reformistas hacia un horizonte emancipatorio en clave socialista. Para ello, es ineludible
tomar posición sobre el régimen de propiedad vigente, la autonomía de la banca y las finanzas, la
centralidad del trabajo y el rol político de sus agentes, la circunscripción en el marco geopolítico,
entre otras.

3. Relación con el gobierno de la derecha

A partir de la instalación de la apertura democrática y las reformas políticas como un eje


central de un primer momento político, en perspectiva de ruptura central con los pilares del modelo
(evitando, su maquillaje periférico, por un lado, y su superación socialdemócrata, por otra), nos es
posible establecer que la polarización neoliberalismo/anti-neoliberalismo, marcará la agenda
política de los próximos años. La evidencia de esta polarización puede no tener la visibilidad nominal
anotada y es altamente probable que se escude en contradicciones y conflictos de orden secundario
que, circunstancialmente, copen el sentido de la disputa en un momento político dado.

No obstante aquello, estos elementos de orden secundario (como puede ser la resistencia
ante tal o cual reforma de parte del gobierno) siguen siendo un campo de batalla ante lo cual se
debe anteponer una salida que supere tanto una aparente “vuelta atrás” al concertacionismo , como
a la agudización neoliberal de la derecha. A modo de ejemplo, “la reforma a la reforma” en materia
laboral, no nos puede situar en la defensa de la reforma de la Nueva Mayoría toda vez que ésta no
alteró el modelo de negociación colectiva circunscrito a la empresa (aspecto medular) privilegiando
cuestiones procedimentales y técnicas por sobre el diseño político del régimen laboral. Por tanto,

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superar la dicotomía es abrir paso a una nueva manera de situar la contradicción al plano estratégico
de la superación del modelo.

Dicho esto, consideramos que asistimos a la existencia de dos estrategias de relación con el
gobierno: la estrategia de la incidencia y la estrategia de ruptura. La primera, pone énfasis en lo
técnico antes que en la proyección política; a lo más, se considera importante la generación de hitos
o la cristalización de una oposición “responsable” o “situada al contexto”.

La segunda estrategia, si bien se adentra en el debate técnico y está dispuesta avanzar con
fuerzas en reformas que se orienten a conseguir los mínimos democráticos antes señalados, no
agota su despliegue en esta sola esfera, apostando por evidenciar los soportes estructurales del
modelo, en tanto pilares políticos (cerrojos institucionales), económicos (matriz neoliberal y disputa
del sentido del progreso) y culturales (disputa del sentido común) con el objeto de proyectar una
salida posneoliberal de orientación socialista.

Con estas coordenadas, la disputa al Gobierno se sitúa en el plano técnico, político,


simbólico y cultural. Una tarea que requiere de una flexibilidad táctica que sitúe prioridades en
función de cuatro objetivos: a) mejorar la correlación de fuerzas de la izquierda; b) generar
condiciones de procesamiento institucional de las demandas del movimiento social c) fortalecer la
lucha social y las movilizaciones de masas y d) evitar a toda costa elementos que profundicen la
orientar neoliberal de la sociedad chilena

Ser gobierno en el próximo ciclo implica por subordinar políticamente al arco de la Centro
Izquierda, invitando a sectores del progresismo a poner su agenda política en sintonía con la ruptura
democrática y la perspectiva de superación del modelo.

b) Frente Amplio

1. Qué tipo de política queremos impulsar en el FA

El FA es un esfuerzo de unidad de carácter estratégica. Su funcionalidad se explica, en buena


medida por una correcta lectura de su surgimiento. Los procesos de movilización social de la última
década evidenciaban un latente malestar con el sistema neoliberal impuesto en dictadura, pero
sobre todo un proceso de rearme de las organizaciones sociales y de la izquierda, que, superando el
estancamiento de las décadas anteriores, demostraron no solo una capacidad de movilizar el apoyo
de millones de personas, sino también de articular propuestas concretas para la recuperación de
derechos sociales. La incapacidad de los gobiernos de derecha y exconcertación de resolver las
demandas del campo social, generaron lo que se entiende como un ciclo de conflictividad orientado
a trastocar el orden vigente para la creación de nuevos equilibrios, que permitan posicionarnos en
un mejor escenario. A ello se suma la crisis de representación y la evidencia de los casos de
corrupción y colusión político empresarial, que motivan a parte de nuestro electorado a buscar
alternativas centradas en la renovación de la política y la democratización de la misma.

Para ello era necesario la disputa electoral, contar con representantes en los municipios, en
el congreso, en los consejos regionales, -y si pensamos más allá- en todos los espacios donde se
diseñan e implementan las políticas públicas. Ahora bien, esta incursión en el aparato del Estado,
no busca mantener una tribuna de denuncia, tampoco la acumulación de fuerza electoral para un
recambio de administración del modelo vigente. Lo que se quiere es incidir en la institucionalidad

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política, aprovechar la presión ejercida desde el campo social e innovar en las formas de
relacionamiento entro lo institucional y la sociedad desarrollando procesos virtuosos de
retroalimentación y constitución de nuevas subjetividades en función de un proyecto de superación
del modelo neoliberal.

El FA debe asumir la herencia yacente de vocación transformadora, lo que involucra el


desarrollo de un eje orientado a concretizar un proceso de ruptura del régimen político vigente que
permita la integración de los sectores excluidos en la toma de decisiones en la esfera del Estado,
pero asimismo un compromiso de participación social en la propia gestión institucional. Para
avanzar en ello debemos instalar la centralidad de las reformas políticas en un sentido democrático
y caminar nosotros mismos en ese sentido, orientando el andar hacia la superación de la actual
correlación de fuerzas como tarea fundamental en la actual etapa, preparando las condiciones
institucionales y subjetivas que permita la instalación de un proyecto alternativo de sociedad
(garantizar una democracia participativa, derechos sociales, sexuales y reproductivos; promover
otro modelo de desarrollo; una educación feminista; entre otros aspectos).

Como ya se ha mencionado la democracia constituye un principio fundamental para el


Frente Amplio, no solo por su voluntad de convocar e integrar de manera abierta y directa a
movimientos, organizaciones sociales, e independientes, sino que sobre todo porque encarna la
promesa de una democracia sustantiva como soporte de un sociedad distinta por construir, en la
que el Estado sea expresión de una democracia actuante y efectiva deviniendo en un instrumento
para la superación del mercado y la edificación de nuevas relaciones sociales de producción y de
vida.

Asumir tal desafío importa el necesario paso a la elaboración de un programa de gobierno


que apunte a transformaciones muy concretas orientadas a impactar en la calidad de vida de la
población, evitar la confrontación abierta en un primer momento para ganar experiencia en una
gestión proba y transparente de los recursos públicos, concretando resultados que sean valorados
positivamente por la población y en definitiva generar la correlación de fuerzas suficiente que
permitan enfrentar dicho desafío en toda su profundidad. Ello involucra asimismo identificar los
dispositivos neoliberales dispuestos en las políticas públicas de orden sectorial e intenciónar
transformaciones democráticas en el conjunto de la institucionalidad que coadyuve al proceso de
politización de la sociedad civil y a la disputa del sentido común neoliberal imperante, a fin de
facilitar la conformación de mayorías organizadas.

Lo anterior involucra aceptar la existencia de una prioridad estratégica en el accionar del


conglomerado durante este ciclo. Porque en definitiva la política del frente amplio no puede
reducirse a ejercer solo un rol como oposición política, o sumar a los desencantados de los partidos
tradicionales en un gobierno eventual, sino que debemos generar las condiciones que permitan
que la manifestación de la voluntad soberana expresada en la ley no sea escamoteada por
instituciones ajenas a la conformación democrática de los órganos co-legisladores.

Si bien la asamblea constituyente es una demanda prioritaria en el proceso de politización


y articulación social, no es algo que en la actualidad pueda instalar y “ganar” la bancada del FA en
el congreso y más allá, nuestro propio gobierno. Es una tarea histórica de enorme magnitudes y que
expresa un punto de llegada. Por lo anterior estimamos que la presión social y la articulación de
acuerdos desde una adecuada correlación de fuerzas pueden permitir evitar la influencia excesiva
de poderes fácticos, sobre todo institucionales – como el TC- e impulsar a leyes que permitan la
ampliación de la democracia en espacios municipales, sindicatos, juntas vecinales, etc.

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Por último, el frente amplio tiene posibilidades reales de dirigir un próximo gobierno, el
problema es que aún no contamos con las condiciones internas y externas para garantizar que ello
constituya una alternativa de gobierno, que se desmarque de la derecha y la exconcertación, no
solo por su forma de hacer política -probidad, democracia participativa- sino sobre todo en sus
contenidos, en su propuesta país. En este orden es clave asumir la conducción del conglomerado
para un Nuevo Chile.

2.- Cuál es el rol que tomamos en su interior buscando su conducción

Es decir, nuestra política hacia el frente amplio debe apuntar a dotar de robustez e
institucionalidad al conglomerado, expresado en la profundización del Programa de Muchxs a partir
de líneas específicas orientadas a desmontar y desactivar las lógicas neoliberales subyacentes en las
líneas de gobierno existentes y potenciar la creación de nuevas políticas públicas. En segundo
término, pensar en una coalición dispuesta a la construcción y la acumulación de fuerzas
transformadoras, involucra superar de manera gradual pero sostenidamente la lógica
eminentemente electoral de la coalición, dotándola de una institucionalidad que integre a los
Partidos, pero asimismo abrace a todos aquellos y aquellas que se ven reflejados por esta
referencialidad de cambio.

El dialogo sostenido a nivel de partidos es imprescindible, por lo que resulta necesario dotar
de mayor robustez a la Mesa Política desde el punto de vista de la elaboración colectiva de la
política, sintetizando posiciones que permitan digerir y conducir el debate interno de manera
virtuosa, evitando los exabruptos y salidas de libreto que afecten la credibilidad de la coalición ante
la opinión pública. En este sentido es pertinente la construcción de una agenda legislativa común y
canales expeditos para procesar las contingencias, así como la sistematización de experiencias
asociadas a nuestras expresiones institucionales a nivel comunal y regional, abriendo ambos
procesos al conocimiento y contribución de la ciudadanía frente amplista.

La inmadurez del conglomerado y la deficiencia de la estructura orgánica para resolver con


eficiencia y efectividad las diferencias políticas internas se originan en la falta de orientación política
a mediano y largo plazo. Debemos ser capaces de resituar la política como eje central de la
articulación interna del conglomerado, subordinando a ella al conjunto de las fuerzas y dirigentes a
fin de dotar de orden y facilitar la toma de decisiones conjuntas para superar la lógica de
caudillismos. La unidad, coherencia y seriedad en nuestro accionar debe estar a la altura de una
ciudadanía que hoy se inclina hacia el mandato de orden; no podemos dejar a la derecha que
capitalice la necesidad orden, estabilidad y seguridad; debemos ser nosotros quienes encarnemos
una alternativa seria y disciplinada y al mismo tiempo una propuesta radicalmente transformadora
y democrática desde donde abordar la demanda de seguridades de la sociedad chilena.

En este sentido la convergencia política debe tener como prioridad la generación de una
propuesta política desde la izquierda ecosocialista y feminista muy precisa, que permita visualizar
en concreto y con claridad las orientaciones y principios del tipo de sociedad que aspiramos
construir, orientada a la construcción de poder, de participación directa y vinculante con las
comunidades y organizaciones sociales que supere las lógicas clientelares propias de un modelo
destinado a eliminar la categoría de sujeto.

c) Movimiento Popular

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1. Sujetos versus individuos

Nuestro proyecto político se sustenta en una ideología que involucra una filosofía específica
expresada en una determinada perspectiva del ser humano, una determinada perspectiva de la
sociedad y la historia, una determinada perspectiva de la relación de la conciencia y la naturaleza,
etc., desde las cuales interpretamos la realidad y nos disponemos a actuar.

Esta filosofía parte de la concepción Hegeliana del ser humano como sujeto moral universal,
libre, esencialmente práctico y constructores de una subjetividad transindividual. Asimismo, el
mundo es una totalidad en movimiento y la contradicción el fundamento del ser, de ahí que tal
orden es inmanente, trasciende la historia y esté dentro de ella. Esta relación involucra la
concepción de nuestra filosofía como filosofía de la praxis en cuanto sustento de una ideología
liberadora y transformadora por la vía de la acción consiente resultante de la interpretación de la
realidad material.

Contraria a esta definición y por tanto a la negación de la totalidad emerge la


particularización subjetivista basada en el individuo que tuviera su origen en las definiciones
nominalistas de Guillermo de Ockham en torno a que lo único real es lo singular, sustenta el
concepto de libertad individual según la conciben los ideólogos liberales, desde Hobbes, Locke,
Hume, pasando por Smith y Stuart Mill, hasta Hayek. Esta noción de libertad individual y absoluta,
en que el dolor y el placer son los únicos criterios para definir lo bueno o lo malo y sin más norma
que la propia convicción, comprende a la sociedad como futo del consentimiento libre de los
individuos que la forman, que en función de su seguridad individual procuran su particular bienestar,
siendo el derecho la coraza de protección del individuo frente a la autoridad dada en razón del
pacto. De esta forma el liberalismo otorga a la institución de la propiedad en la sociedad de
individuos el carácter de soporte de todas relaciones sociales dado que partir de ellas se relaciona
con los demás individuos, siendo lo demás sentimientos y subjetividad pura.

2. La noción de sujeto en dos momentos

El análisis del sujeto permite identificar los intereses sociales y políticos que están detrás de
una crítica al neoliberalismo, del contenido de tal crítica y de la manera en que ella puede presentar
un proyecto alternativo a éste. Un análisis claro del sujeto permite definir dónde enfocar los
esfuerzos para organizar políticamente las incipientes demandas de cambio social existentes hoy en
día.

La idea de “sujeto” involucra distinguir dos momentos en los que éste se expresa. El primero
es el momento histórico, es decir, aquél referido sujeto de cambio histórico que llevará adelante las
transformaciones para la superación del modo de producción capitalista. En tanto expresión de los
explotados y oprimidos por el régimen capitalista, entendemos a este sujeto histórico como clase
trabajadora. La organización de la clase trabajadora es el elemento central para la superación del
capitalismo, el establecimiento de un régimen socialista autogestionario, así como para la defensa
de los logros obtenidos en el transcurso del proceso revolucionario.

El segundo momento de la idea de “sujeto” dice relación con sus expresiones concretas o,
en otras palabras, con las formas que éste toma en determinados contextos político-sociales. En
este sentido, esta segunda dimensión se relaciona con los agentes de la estrategia de Ruptura
Democrática, entendidos como los agentes que llevarán adelante las transformaciones
democráticas que permitan las condiciones que potenciarán la reconfiguración de la clase
trabajadora en tanto sujeto de la transformación histórica. A diferencia del sujeto en sentido

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histórico, los agentes que se observan en las coyunturas y los periodos políticos concretos no son
unívocos, sino que múltiples, plurales, y muchas veces contradictorios entre sí. Ellos se expresan en
demandas anti-neoliberales que pueden manifestarse en diversas maneras (por ejemplo,
organizaciones ecologistas, feministas, estudiantiles, de trabajadores/as precarizados/as, de
migrantes, etc.). Sin embargo, ellos sólo pueden tomar forma política a través de la construcción de
una identidad común—de una idea de “nosotros”—que sea capaz de unificar tal diversidad ante un
enemigo común (la clase dominante, “los ricos”, un gobierno neoliberal, etc.) a ese “nosotros”
denominamos Pueblo.

3. Caracterización del Pueblo y nuestro rol en la construcción de sujeto

Dicha identidad debe ser lo suficientemente amplia para integrar a todos los excluidos y
marginados de los privilegios, pero, al mismo tiempo, lo suficientemente clara para articular las
demandas anti-neoliberales en un eje de desarrollo de cambios estructurales de orientación
socialista, democrática, feminista y libertaria. Del mismo modo, dicha identidad debe ser lo
suficientemente flexible para integrar diversas formas de acción y, al mismo tiempo, lo
suficientemente clara a fin de entender que cualquier proceso de reforma en clave de ruptura debe
sostenerse en sectores sociales organizados.

La constitución de un “nosotros” o el Pueblo, involucra la tarea fundamental de generar las


condiciones para la organización de las clases, pueblos y segmentos sociales perjudicados por el
modelo neoliberal. Esto implica construir una fuerza institucionalmente incidente para alterar las
condiciones político-jurídicas que regulan las relaciones sociales de las y los oprimidos, junto con
propiciar procesos de politización de masas que sostengan la incidencia institucional en clave de
ruptura (es decir, procesos en los que lo institucional es entendido como herramienta para agilizar
cambios sociales de gran alcance).

Ello será posible en la medida que nuestro proyecto sea capaz de apelar al sentido común
general para desde allí desarrollar un discurso que impulse la consecución de los objetivos de
nuestra estrategia de Ruptura Democrática. Esto involucra asumir condiciones de entrada asociada
a la fuerte penetración de una matriz liberal en lo subjetivo de la sociedad chilena y la ausencia de
densidad del tejido social da cuenta de escasos lazos colectivos y bajos niveles de asociatividad que
expresa identidades fragmentadas ancladas en el temor y la desconfianza. El espacio intersubjetivo
está débilmente constituido a partir de valores tradicionales asociados a la nacionalidad, el orden,
la familia y la religión, por lo que nuestra política debe sustentarse en contrarrestar la tendencia
regresiva de orden liberal y hacernos cargos de los valores subyacentes y combatir sus aspectos más
regresivos en la sociedad chilena de manera de disputarlos a la derecha. La idea de nación, familia
y la religiosidad deben ser abordadas desde la realidad social profunda del país, superando las
lógicas unilaterales de carácter patriarcales y conservadoras. Esta disputa debemos centrarla en
cotidianidad de la gran mayoría nacional, de los y las trabajadoras chilenas, inmigrantes y pueblos
originarios que constituyen una realidad plurinacional; desde las múltiples formas de familia y desde
un compromiso territorial que permita contener el avance de expresiones religiosas conservadoras
y reaccionarias. Igualmente debemos reivindicar a la clase trabajadora y la condición de
trabajadores y trabajadoras, como determinante central que permita cimentar la conciencia
sociopolítica oposicional de los individuos para construir un sujeto de cambio histórico.

Nuestra propuesta debe ser capaz de transmitir confianza y seguridad en la ciudadanía,


construyendo un discurso fuertemente anclado en el Estado, única institución que garantiza el
establecimiento de procesos generales capaces de abarcar toda la sociedad. Son las luchas sociales

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y la sociedad organizada la que debe disputar el carácter del Estado, por lo que debemos erigir una
alternativa de autoridad basada en el hacer y en el esfuerzo por hacer más con menos, sin temor a
la contraloría y participación social y con fuerte anclaje en mecanismos de transparencia y probidad
activa, pues solo desde la seriedad en el desempeño del ejercicio de la actividad pública y social
podremos irradiar orden, rigurosidad y seguridad para conducir los procesos a escala nacional y,
especialmente, comunal pues es en el territorio donde se enlazan las diversas realidades y en donde
es posible gestionar la res publica mejorando directamente las condiciones de vida de la población,
a la vez de cimentar un ethos social alter liberal y comunitario desde el cual alterar las correlaciones
de fuerza para transformaciones estructurales posteriores.

Finalmente, la disputa de la base material involucra integrar a la clase media profesional, así
como pequeños y medianos empresarios que tienen en común la posición de subordinación cultural
y material al gran empresariado y sus representaciones políticas de clase. Para ello se deben
establecer las medidas económicas y políticas concretas que transformen a dichos segmentos en
aliados del proceso de cambio. Asimismo, la disputa del control económico implica potenciar el
desarrollo de un sector cooperativo o asociativo hacia donde canalizar el gasto público para el
fomento, innovación e inversión de capital en sectores que posibiliten la emergencia de relaciones
sociales de producción distintas a las hegemónicas (basadas en el principio de cooperación y
autogestión). Finalmente, es necesario potenciar el desarrollo y expansión de empresas públicas en
plano territorial, municipal y nacional, dando lugar a motores de desarrollo fuertemente anclados
en la diversificación productiva, la sustentabilidad socio-ambiental y la pertinencia territorial en el
marco de un plan de desarrollo nacional.

El carácter plural de los actores subalternos es el germen que constituye a los agentes de
cambio necesarios para la Ruptura Democrática; el “nosotros” necesario para constituir política y
socialmente el cuerpo social que la movilice. Sólo a través de este camino será posible sostener un
programa de reformas profundas que sean la base para la consecución de los objetivos históricos
de superación del capitalismo.

d) Apuesta político electoral para las elecciones municipales

1. Caracterización de la apuesta político electoral

Chile está organizado sobre la base de un Estado unitario que no convence ni está preparado
para resolver las problemáticas más variadas de los territorios que componen el país, profundizando
con el tiempo un modelo centralista que ha dilapidado cualquier proyecto o intento de
descentralización con autonomía territorial. Durante los últimos años, hemos visto que se han
avanzado en reformas al nivel subnacional regional, como la elección directas de los consejos
regionales, sin embargo, en el plano local todavía no existen propuestas que vayan a subsanar la
crisis estructural de los municipios, tanto financiera como políticamente, que permita constituir y
construir gobiernos locales, y no solo una institucionalidad a cargo de administrar una porción
acotada de territorio, como está consagrado en la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades.

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La crisis de los municipios tiene distintas aristas. Por una parte hay una escasez financiera
estructural, donde la mayoría de los 345 municipios del país tienen una alta dependencia del Fondo
Común Municipal, es decir, una baja capacidad de generación de recursos propios, por tanto, este
mecanismo redistributivo tiene que ser profundamente re-evaluado, ya que mientras más pequeño
el municipio menos recaudación tiene, más dependencia genera, y evidentemente son aquellos
municipios donde más necesidades de la población existen. Este mecanismo de financiamiento ha
cumplido un ciclo y el momento político en el que fue diseñado (1979), ya no da cuenta de la realidad
del país ni de la compleja institucionalidad local.

Por otra parte, existe toda una elaboración en torno a los “gobiernos locales”, sin embargo,
la institucionalidad municipal en Chile las convierte en meras corporaciones administradoras de
programas, servicios y espacios públicos que, en su mayoría responden a políticas públicas
ministeriales del nivel central que no cuentan con financiamiento para su desarrollo y terminan
siendo más carga laboral y aumento de responsabilidades de los municipios y sus funcionarios/as,
al que deben responder, sobrecargando o duplicando esfuerzos inconexos sobre los territorios, pero
sin capacidad de planificación, coordinación o construcción de una estrategia de gobierno local en
co-gestión con las organizaciones sociales y ciudadanos/as de la comuna. Esto sin mencionar los
bienes y servicios estructurales que tienen que asumir los municipios, perforando profundamente
sus arcas y posibilidades de maniobra, como la salud primaria.

También, al no existir un proyecto comunal y municipal de parte de la izquierda o de las


fuerzas políticas tradicionales, estas estructuras muy vinculadas a la realidad particular de cada
territorio, pierden capacidad de incidencia a nivel regional y nacional, anclándose sus autoridades a
la administración de bienes y servicios locales, muchas veces sin dinamismo ni capacidad de trabajar
mancomunadamente ni disputar, hacia arriba, las políticas que se deciden en el nivel central. En
definitiva, los municipios son la institucionalidad más cercana a las comunidades, pero carecen de
facultades y medios para construir proyectos de incidencia política nacional, salvo excepciones que
buscan innovar en la forma de hacer gobierno local, incidiendo en su territorio y a escala nacional-
global por las capacidades humanas, voluntades y decisiones políticas de convertir los municipios
en espacios de construcción de políticas públicas, disputas de proyectos hegemónicos al
neoliberalismo y agentes de co-gobierno con las comunidades que lo componen.

Esta última forma de entender los municipios es una propuesta política importante, donde
debemos profundizar en nuestra apuesta electoral, sin embargo, debemos tener claro o, al menos,
profundizar nuestra mirada política y técnica sobre lo que está ocurriendo hoy en las comunas y
municipalidades, cuales son sus alcances, limites y posibilidades.

2. Construcción de relato de proyecto de gobierno local

El relato dice relación al grado de conocimiento de cómo funciona la institución y en qué


estado se encuentran los municipios del país. Reconocer cuales son nuestras principales
necesidades como comunas, y dentro de nuestras municipios, tanto en el plano urbano como rural.
En este último punto, debemos reconocer que comunas equilibradas y armónicas, así como con
múltiples capacidades de construcción de proyectos transformadores, son aquellas que ven tanto
en la urbanidad como en la ruralidad espacios de convivencia necesarios y potenciales. No hay que
ser más urbanos para tener mejor capacidades de desarrollo, y para esto hay que proponer la
planificación global de las comunas con herramientas vinculantes que nos permitan ordenar nuestro
crecimiento urbano y también nuestro crecimiento rural. En Chile no hay estrategias de desarrollo
ni instrumentos de planificación rural que den cuenta que este espacio también tiene un alto

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potencial de desarrollo y construcción de sociedad post-neoliberal, y más aún es urgente pues son
los espacios donde mayor conflictividad hay por mega-proyectos industriales, es decir fuera de la
ciudad.

En este sentido, nuestro ejercicio debe ser pedagógico para explicar la crisis actual de la
institución, pero también de la salida que nosotros vemos, que es compartida, global y transversal,
acusando un dejo de importancia de parte de los partidos tradicionales y de los sucesivos gobiernos
del momento político de los municipios en la actualidad. Pero también es necesario proponer
soluciones a esta crisis al corto, mediano y largo plazo, y que vayan a subsanar necesidades de
políticas para nuestros barrios, unidades vecinales, ciudades, localidades, villorrios y sectores
rurales que profundicen nuestros ejes programáticos, poniéndonos en disputa del modelo
neoliberal de desarrollo urbano y rural.

Nuestra apuesta política sobre los municipios debe ser estructural y coyuntural. Por una
parte, debemos saber reconocer la crisis que está viviendo esta institución y cómo poder apuntar a
subsanar su diseño en el mapa político-administrativo del país y sus mecanismos de financiamiento,
cambiando la Constitución y su Ley Orgánica Constitucional, aumentando el presupuesto nacional
hacia estos y sus posibilidades políticas, son construir mayor capacidad de maniobra para decidir
sobre su territorio y aumentar los grados de co-gobierno local con las comunidades organizadas. Y,
por otro lado, debemos proponer una política municipal que tenga sus pilares fundamentales en la
técnica y en la política local-nacional, profundizando un proyecto de municipalismo comunitario
que de cuenta de que cuando podemos llegar a conducir un municipio (alcaldes/as) o incidir en su
administración (concejalías), tenemos un modelo, un proyecto y una voluntad a seguir, la cual se
rige en los siguientes fundamentos:

3. Definición de ejes programáticos centrales para la campaña electoral

i. Municipios para las comunidades: son las organizaciones sociales y la ciudadanía en general
que habitan las comunas, los principales actores que se beneficiarán de las decisiones de la
municipalidad en el plano de la planificación, la estrategia comunal de desarrollo humano y
la ejecución de políticas públicas locales, tanto situando las políticas nacionales como
produciendo las propias según el territorio y sus necesidades. En este plano se debe avanzar
en la formación ciudadana para un nuevo municipalismo participativo y comunitario,
generando escuelas de formación y fortaleciendo o construyendo organizaciones,
cooperativas, corporaciones y empresas locales colectivas. Así como utilizar herramientas
tecnológicas para abordar la ciudad. Esto no es incongruente con que la administración
municipal tiene que generar capacidades políticas y técnicas propias del ejercicio de su labor.
Este proceso lo reconocemos como autonomía territorial, pues los municipios deben
convertirse en la casa de las luchas locales.

ii. Co-gestión municipal: en este sentido debemos apuntar a construir decisiones en base a
instituciones abiertas a la comunidad, con mecanismos claros y certeros de participación y
decisión popular, y con la generación de instrumentos conocidos que den cuenta de la
posibilidad que tienen las comunidades de aportar al desarrollo de la gestión municipal
(Presupuesto participativo, concejos municipales abiertos en los territorios, mesas
territoriales por Unidad Vecinal, co-diseño y ejecución de proyectos, administración
comunitaria de redes y planificación sectorial con perspectiva de coordinación comunal). En

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este plano también se adscribe la posibilidad de generar acuerdos y trabajos vinculados con
los gremios y sindicatos de funcionarios/as públicos/as y trabajadores/as dependientes del
municipio.

iii. Proyecto político comunal: en este punto debemos profundizar las políticas públicas locales
que queremos desarrollar en los territorios con una visión estratégica e ideológica, donde
imprimamos un sello a la gestión municipal, más allá de los mecanismos y la democratización
del municipio. En este sentido, debemos construir:

a. Una estrategia de las políticas en igualdad de género, construyendo la transversalidad


de una política feminista en el territorio y la vida urbana y rural;

b. Un municipalismo comunitario tiene también una perspectiva decolonial, es decir,


reconoce en la diversidad, la solidaridad y la construcción de un relato de unidad de clase
transversal, sin prejuicios ni infantilismos, capaz de construir un relato popular de la
necesidad de avanzar con todos/as y que el municipio somos todos/as, pues la comuna
es nuestro espacio de convivencia y la construcción de comunidad es trascendental. En
este punto es importante contar con una política de pueblos originarios, migración,
juventud, adultos mayores, infancia, conocimiento propio (estudios locales), etc.;

c. El desarrollo de la soberanía comunitaria, pues son las comunidades quienes debieran


tener la posibilidad y los mecanismos de decisión y co-administración de bienes
comunes, co-planificación territorial participativa y la co-gestión comunitaria de espacios
públicos, sin lucro ni exclusión al resto de la comunidad. En esta área se debe avanzar en
la co-administración popular de colegios, consultorios, sedes vecinales, gimnasios y
espacios públicos, además de la re-municipalización de bienes comunes como el agua, la
electricidad, la energía, los residuos, los servicios públicos (a baja y media escala), tanto
en el plano urbano como rural;

d. Reapropiación y defensa de la ciudad y la ruralidad comunal. Es fundamental que la


comunidad considere al municipio como un espacio o instrumento institucional que
genere la capacidad de poder vivir bien en el territorio donde por muchas razones
estamos habitando. Esta posibilidad requiere planificación, diseño y ejecución de
políticas de habitabilidad armónica con el lugar donde convivimos, mejorando los
espacios comunes, el transporte, las redes de organizaciones, la vinculación con el
municipio y otras instituciones subnacionales, y la defensa del patrimonio local, lo que
nos hace sentirnos parte de un determinado territorio.

e. Proyecto económico local. La disputa al modelo económico neoliberal en los territorios


y espacios comunales debe partir de la caracterización territorial y comunitaria, con base
histórica y estratégica, que posibilite y desarrolle la iniciativa popular de los y las
trabajadores y ciudadanos/as organizados/as de la ciudad y el mundo rural. En este
punto consideramos necesario que los territorios puedan aumentar su recaudación por
impuestos locales a grandes empresas que han marcado el desarrollo de su
comuna/región, impactando en la economía local (puertos, mineras, agro-negocio,
forestales, empresas energéticas, salmoneras, etc.) y decidiendo soberanamente sobre
la vocación económica de sus territorios y, en el contexto de la lucha contra las empresas
que generan externalidades sociales y ambientales irreparables, puedan transitar a la

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superación del extractivismo, para que ya no existan zonas de sacrificio ni far west
empresariales en diferentes territorios del país.

iv. Trabajo plurinacional mancomunado con otros municipios de la provincia, región, país o en
el plano internacional: la generación de redes entre municipios es importante para
profundizar, compartir experiencias y entablar trabajos comunes para las comunidades y la
defensa territorial, estableciendo acuerdos de colaboración, proyectos comunes e
intercambio de funcionarios/as y políticas con otros municipios, tanto para la disputa de
proyecto político-administrativo a nivel nacional e internacional, como la generación de
capacidades propias y colectivas. En este marco, también es necesario avanzar en el
intercambio y la construcción de institucionalidad plurinacional, con organizaciones
originarias e identidades territoriales, que tengan representación e interacción política
vinculante en el plano local, regional y nacional.

v. Finalmente, es necesario recalcar que la disputa electoral en las próximas elecciones


municipales (2020) y subnacionales 2021 (parlamentarias, consejerías regionales y
gobernaciones regionales), se tienen que dar en un plano de análisis certero y claridad de
proyecto político que ofreceremos en cada uno de los territorios donde participemos.
Consideramos, en este sentido, que nuestra mejor forma de avanzar cualitativa y
cuantitativamente en el plano electoral municipal es diseñando una estrategia común entre
los distintos niveles de autoridades electas y los comunales donde el Frente Amplio y nuestro
nuevo partido tiene posibilidades reales de elección, asegurando las alcaldías de comunas
con mayor posibilidad e intentando copar lo más posible los concejos municipales de todo
el país. Esto último se puede desarrollar a través del trabajo de una comisión electoral
permanente que de contenido y densidad política a nuestro proyecto municipal, y pueda
analizar de la mejor manera las posibilidades electorales de nuestro partido.

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