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Composición molecular de los organismos

Toda la materia , incluso aquella de los organismos más complejos, está constituida por
combinaciones de elementos .

En la Tierra, existen 92 elementos naturales. Muchos son muy conocidos, como el carbono ,
que se encuentra en forma pura en el diamante y en el grafito; el oxígeno , abundante en el
aire que respiramos; el calcio , que utilizan muchos organismos para construir conchas,
cáscaras de huevo, huesos y dientes, y el hierro , que es el metal responsable del color rojo de
nuestra sangre.
En la tabla periódica de los elementos el número de ellos llega hasta 111 y en algunas hasta
118, debido a que se han agregado aquellos elementos que se producen de manera artifiical.
La partícula más pequeña de un elemento es el átomo . Los átomos, a su vez, están
constituidos por partículas más pequeñas: protones, neutrones y electrones .
En la actualidad, los físicos explican la estructura del átomo por medio del modelo orbital. Los
átomos son las piezas fundamentales de toda la materia viva y no viva. Aun así, son muy
pequeños y constituyen un espacio eminentemente vacío. Los electrones se mueven alrededor
del núcleo a una gran velocidad —una fracción de la velocidad de la luz— siendo la distancia
entre el electrón y el núcleo, en promedio, unas mil veces el diámetro del núcleo.

Moléculas complejas con solo


seis elementos.
Las reacciones químicas involucran el intercambio de electrones entre los átomos y pueden
representarse con ecuaciones químicas. Tres tipos generales de reacciones químicas son:
a. la combinación de dos o más sustancias para formar una sustancia diferente,
b. la disociación de una sustancia en dos o más, y
c. el intercambio de átomos entre dos o más sustancias.
Las sustancias formadas por átomos de dos o más elementos diferentes, en proporciones
definidas y constantes, se conocen como compuestos químicos .
Los seres vivos están constituidos por los mismos componentes químicos y físicos que las
cosas sin vida, y obedecen a las mismas leyes físicas y químicas.
Seis elementos (C, H, N, O, P y S) constituyen el 99 por ciento de toda la materia viva, sin ser
los elementos más abundantes en el planeta. Los átomos de estos elementos son pequeños y
forman enlaces covalentes estables y fuertes. Con excepción del hidrógeno, todos pueden
formar enlaces covalentes con dos o más átomos, dando lugar a las moléculas complejas que
caracterizan a los sistemas vivos.
El uno por ciento restante de lo que constituye la materia viva se reparte en los llamados
elementos traza, que se encuentran en pequeñísimas cantidades.
Representación esquemática de la composición elemental del cuerpo humano (porcentaje del
peso corporal).

Enlaces y moléculas
Cuando los átomos entran en interacción mutua, de modo que se completan sus niveles
energéticos exteriores, se forman partículas nuevas más grandes. Estas partículas constituidas
por dos o más átomos se conocen como moléculas y las fuerzas que las mantienen unidas se
conocen como enlaces.
Hay dos tipos principales de enlaces: iónico y covalente .
Los enlaces iónicos se forman por la atracción mutua de partículas de carga eléctrica opuesta;
esas partículas, formadas cuando un electrón salta de un átomo a otro, se conocen como
iones. Para muchos átomos, la manera más simple de completar el nivel energético exterior
consiste en ganar o bien perder uno o dos electrones. Este es el caso de la interacción del
sodio con el cloro que forma cloruro de sodio a través de un enlace iónico. Estos enlaces
pueden ser bastante fuertes pero muchas sustancias iónicas se separan fácilmente en agua,
produciendo iones libres.
Toda materia es una combinación de
elementos.
La capacidad de los átomos de carbono para formar enlaces covalentes es de extraordinaria
importancia en los sistemas vivos. Un átomo de carbono tiene cuatro electrones en su nivel
energético exterior. Puede compartir cada uno de estos electrones con otro átomo, formando
enlaces covalentes hasta con cuatro átomos.
Los enlaces covalentes formados por un átomo de carbono pueden hacerse con cuatro átomos
diferentes (los más frecuentes son hidrógeno, oxígeno y nitrógeno) o con otros átomos de
carbono.

Elementos biológicamente importantes


Los elementos son, por definición, sustancias que no pueden ser desintegradas en otras
sustancias por medios químicos ordinarios. Como ya dijimos, de todos los elementos naturales
de la Tierra, sólo seis constituyen aproximadamente el 99 por ciento de todos los tejidos vivos.
Estos seis elementos son el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, el oxígeno, el fósforo y el
azufre, a los cuales se los conoce con la sigla CHNOPS.
¿Por qué, cuando la vida se organizó y evolucionó, fueron estos elementos tan importantes?
Una de las razones más convincentes es que estos elementos, por la estructura de su última
capa de electrones, tienden a compartirlos entre ellos, es decir establecen enlaces unos con
otros. Además, son elementos relativamente pequeños, de modo que los electrones
compartidos quedan bastante cerca de los núcleos y esto los hace formar compuestos o
moléculas muy estables. Aunque no se puede ignorar que dado su reducido tamaño, es más
probable encontrarles en la superficie del planeta, lugar donde se origina la vida.
Más aun, con excepción del hidrógeno, los átomos de todos estos elementos pueden formar
enlaces con dos o más átomos, haciendo posible la constitución de las moléculas grandes y
complejas esenciales para las estructuras y funciones de los sistemas vivos.
Ver: Biomoléculas

Niveles de organización biológica


Escherichia coli, combinación de átomos en
una bacteria.
Uno de los principios fundamentales de la biología es que los seres vivos obedecen a las leyes
de la física y la química. Los organismos están constituidos por los mismos componentes
químicos —átomos y moléculas— que las cosas inanimadas.
Esto no significa, sin embargo, que los organismos sean "solamente" los átomos y moléculas
de los cuales están compuestos; hay diferencias reconocibles entre los sistemas vivos y los no
vivos.
En cualquier organismo, como la bacteria Escherichia coli, los átomos que lo constituyen se
combinan entre sí de forma muy específica. Gran parte del hidrógeno y del oxígeno está
presente en forma de agua, lo cual da cuenta de la mayor parte del peso de la E. coli.
Además del agua, cada bacteria contiene aproximadamente 5.000 clases de macromoléculas
diferentes. Algunas de ellas desempeñan funciones estructurales, otras regulan la función
celular y casi 1.000 están relacionadas con la información genética. Algunas de las
macromoléculas actúan recíprocamente con el agua para formar una película delicada y
flexible, una membrana, que encierra a todos los otros átomos y moléculas que componen la E.
coli. Así encerrados, constituyen, notablemente, una célula, una entidad viva.
La E. coli es uno de los organismos microscópicos más conocidos. Su residencia preferida es
el tracto intestinal del ser humano, donde vive en íntima asociación con las células que forman
el tapiz de ese tracto. Estas células humanas se asemejan a la E. coli en muchos aspectos
importantes: contienen aproximadamente la misma proporción de las mismas seis clases de
átomos y, como en la E. coli, estos átomos están organizados en macromoléculas.
Sin embargo, las células humanas también son muy distintas de la E. coli. Por un lado, son de
tamaño mucho mayor; por otro, mucho más complejas. Lo más importante es que no son
entidades independientes como las células de E. coli, pues cada una forma parte de un
organismo pluricelular. En éstos, las células individuales están especializadas en cumplir
funciones particulares, que ayudan a la función del organismo en conjunto.
Las E. coli y otras células con las que interactúan ilustran lo que conocemos como niveles
de organización biológica .
En efecto, en los seres vivos la materia se ordena en los llamados niveles de organización
biológica. En cada nivel, la interacción entre sus componentes determina las propiedades de
ese nivel. Así, desde el primer nivel de organización con el cual los biólogos habitualmente se
relacionan, el nivel subatómico, hasta el nivel de la biosfera, se producen interacciones
permanentes.
Durante un largo espacio de tiempo estas interacciones dieron lugar al cambio evolutivo. En
una escala de tiempo más corta, estas interacciones determinan la organización de la materia
viva.
Gráfico que representa la aparición de distintos niveles de
complejidad.
A medida que la vida fue evolucionando, aparecieron formas de organización más complejas.
Sin embargo, los niveles más simples de organización persistieron en especies que también
fueron evolucionando, muchas de las cuales sobrevivieron hasta la actualidad.
La formas de vida con niveles de organización tisular, de órganos y de sistemas aparecen en el
registro fósil en el mismo período geológico. En el diagrama anterior no se representan los
numerosos tipos de organismos que se extinguieron a lo largo de la historia de la vida.

Clasificación de las moléculas que se encuentran en los sistemas


vivos.
En el cuerpo encontramos diferentes clases de moléculas. Entre ella, los minerales constituyen
la clase de sustancias inorgánicas que en su mayoría existen en forma de iones, tales como
Na + , K+ , Mg 2+ , Ca 2+ , y Cl-. Las funciones de estos minerales en el cuerpo comprenden desde
la formación de la sustancia cristalina de los huesos, hasta la generación de corrientes
eléctricas en los nervios y células musculares; la mayoría de estas funciones depende del
hecho de ser estos iones partículas relativamente pequeñas y de una gran carga eléctrica.

Composición molecular del cuerpo


Constituyente % del peso hidratado
Agua 60
Proteínas 17
Lípidos 15
Minerales (Na, K, Cl, Ca, Mg, etc.) 5
Intermediarios y ácidos nucleicos 2
Carbohidratos 1
El agua y los elementos minerales constituyen los componentes inorgánicos del cuerpo; las
otras categorías, proteínas, lípidos, carbohidratos, productos intermedios, y ácidos nucleicos,
constituyen las moléculas orgánicas.
De manera muy breve analizaremos aquí cada una de estas categorías moleculares.

Proteínas

Las mejores proteínas animales


son el pescado, la leche, el pollo
(sin piel) y las claras de huevo.
El término proteína se deriva del griego proteios , que quiere decir de primer orden o de
primera categoría, y el cual describe en forma muy precisa la importancia de estos compuestos.
Las proteínas constituyen el diecisiete por ciento del peso corporal, y aproximadamente el
cincuenta por ciento de las materias orgánicas corporales. No existe otra clase de moléculas
que posea tantas funciones importantes en los organismos vivos.
Las proteínas participan tanto en las funciones estáticas como en las dinámicas de un
organismo. Son las unidades estructurales básicas de la arquitectura celular que dan a las
células y organelos su forma y aspecto. Las moléculas proteicas son como cordeles que unen
el organismo y le imparten unidad estructural.
El tejido conjuntivo del organismo, que forma una matriz estructural en todos los tejidos, y
comprende estructuras especializadas tales como la piel, el pelo, los ligamentos que conforman
las articulaciones entre los huesos, y los tendones que unen los músculos a los huesos, está
compuesto primordialmente de moléculas proteicas.
El papel estructural estático de las proteínas constituye solamente una de sus funciones en el
cuerpo. Las proteínas catalizan la mayoría de las reacciones químicas del organismo, las
cuales comprenden tanto los procesos de síntesis como los de degradación de las moléculas
orgánicas.
La capacidad del organismo para regular sus procesos químicos y derivar de éstos energía
depende de la naturaleza de las moléculas proteicas que facilitan estas reacciones.
La capacidad contráctil del músculo depende de la presencia de proteínas contráctiles
específicas dentro de estas células. Muchos de los mensajeros químicos del organismo,
hormonas tales como la insulina, son de naturaleza proteica. Muchas enfermedades resultan
de la presencia de proteínas extrañas que penetran en el organismo como componentes de las
bacterias o de los virus, los cuales a su vez son combatidos por proteínas específicas que
conocemos como anticuerpos. El color rojo de la sangre es producido por una proteína, la
hemoglobina, que posee la función de llevar oxígeno de los pulmones a los tejidos. Esta
enumeración parcial da apenas una idea de la enorme variedad de funciones que tienen a su
cargo las proteínas.

Lípidos
Del griego lipos que significa grasa, un lípido se define como una molécula relativamente
insoluble en el agua, pero soluble en solventes orgánicos tales como la acetona, el cloroformo,
el éter o el benceno.

Lípidos: grasas e hidrocarburos.


Los miembros de esta categoría química poseen propiedades físicas comunes, más bien que
estructuras moleculares similares. Las grasas pertenecen a esta clase, y los términos grasa y
lípido se intercambian a menudo ya que la mayoría de los lípidos del cuerpo son grasas.
En rigor, sin embargo, las grasas constituyen sólo una de las varias subclases de moléculas
que conforman los lípidos.
Los lípidos están compuestos ampliamente de hidrógeno y carbono. Los lípidos más simples
son los hidrocarburos.
Los aceites y la gasolina son mezclas de hidrocarburos; las cadenas largas de hidrocarburos
conforman los aceites más viscosos, y las cadenas cortas se encuentran en la gasolina que es
más volátil. (La vida vegetal prehistórica que ha permanecido enterrada por millones de años,
es la fuente de aceite crudo, del cual se refinan los productos derivados del petróleo. Estos
hidrocarburos se derivan de toda clase de moléculas biológicas orgánicas, pero sólo unos
cuantos hidrocarburos más sencillos se encuentran en los organismos vivos.)
Los lípidos que se encuentran en el organismo pueden dividirse en tres subclases, en función
de sus estructuras químicas: las grasas neutras , los fosfolípidos y los esteroides . Las tres
subclases poseen la propiedad común de que sus moléculas son relativamente insolubles
porque no se disuelven en el agua pero sí en solventes orgánicos. Tomados en conjunto, los
lípidos constituyen el quince por ciento del peso corporal total, y aproximadamente el cuarenta
por ciento de la materia orgánica del cuerpo.

Carbohidratos o glúcidos
Aunque sólo constituyen el uno por ciento del peso corporal total, los carbohidratos
desempeñan un papel central en los procesos químicos del cuerpo. Es la degradación química
de las moléculas de los carbohidratos en bióxido de carbono y agua la que suministra la
energía química que utilizan las células.
Carbohidratos, importante fuente de energía.
Aunque los carbohidratos no constituyen la única fuente de energía, ellos permanecen como la
fuente más inmediatamente disponible de energía química, y muchas células los utilizan
prefiriéndolos a otros tipos de moléculas. Algunos tejidos, como los del cerebro, cuentan con
los carbohidratos como única fuente de energía.
El término carbohidrato se deriva de la fórmula general para la mayoría de estas moléculas,
C n (H 2 O) n , donde n es cualquier número entero. Como lo indica la fórmula, para cada átomo
de carbono de la molécula existe el equivalente de una molécula de agua. Por consiguiente, los
carbohidratos son cadenas de carbono hidratadas (que contienen agua).
Los carbohidratos más simples son los azúcares , y el azúcar más importante del cuerpo es
la glucosa , llamada comúnmente azúcar sanguíneo. La mayoría de los azúcares del cuerpo
posee cinco o seis átomos de carbono.
Mediante el enlace de cierto número de azúcares, pueden formarse moléculas mayores de
carbohidratos, en la misma forma en que se unen los aminoácidos para formar proteínas. El
azúcar de cocina, sucrosa o sacarosa, está compuesto de dos azúcares, glucosa y fructosa,
unidos mediante un enlace químico que se forma al quitarles a estos dos azúcares una
molécula de agua. Una molécula que contiene dos azúcares lleva el nombre de disacárido (del
griego saccaron , azúcar). Cuando están enlazados muchos azúcares, la molécula formada se
denomina polisacárido .
Los polisacáridos más importantes en los organismos vivos son el almidón , el glicógeno , y
la celulosa , los cuales se componen de millares de unidades repetidas del monosacárido
glucosa .

Intermediarios

Metabolismo celular: funciones específicas


de las moléculas.
Dentro de una célula, las moléculas de carbohidrato, lípido y proteína están sujetas
continuamente a reacciones químicas que degradan estas estructuras en unidades
moleculares más pequeñas, de las cuales se forman simultáneamente nuevas moléculas.
Estas reacciones químicas que se efectúan en el interior de la célula se denominan, en forma
colectiva, metabolismo (del griego, cambio).
En el metabolismo celular (no confundir con el metabolismo basal ) se sintetizan moléculas
especiales que realizan funciones específicas en el interior de las células mientras otras
moléculas se degradan a fin de liberar la energía potencial almacenada en sus enlaces
químicos.
ENLACES QUÍMICOS ENTRE ÁTOMOS
Los enlaces químicos entre los átomos de los elementos se efectúan en estrecha relación con la cantidad
de electrones que posean en la última órbita. Esa cantidad de electrones determina el número de valencia
o de oxidación con la que los átomos realizan los enlaces químicos.

Banda de valencia

Se denomina banda de valencia al último nivel de energía u órbita más alejada del núcleo del átomo,
donde se efectúan las combinaciones químicas. La banda de valencia permite que los electrones que
giran en la última órbita puedan pasar de un átomo a otro, en dependencia de su "número de valencia" o
"número de oxidación", que puede ser positivo (+), o negativo (–), de acuerdo con las propiedades
específicas de cada elemento en cuestión. Así, según sea la electronegatividad o tendencia que tenga el
átomo de una molécula para atraer electrones de acuerdo con su número atómico o valencia, se forman
iones positivos o negativos.

En la siguiente tabla se presentan algunos elementos químicos con su respectivo número atómico,
número o números de oxidación o valencias y la cantidad de electrones que poseen en cada nivel de
energía. Como se podrá apreciar el Neón (Ne) no posee número de valencia por ser éste un gas noble o
inerte. Todos los gases de ese tipo contienen el máximo de electrones posibles en el último nivel de
energía, o sea, ocho, por lo cual ninguno de ellos reaccionan químicamente con otros elementos. Además
del Neón, entre los gases inertes se encuentran también el helio (He), argón (Ar), kriptón (Kr), xenón (Xe)
y el radón (Rn).

Símbolo Número Número de oxidación o Cantidad de electrones por


Elemento
químico atómico valencia nivel de energía
Hidrógeno H 1 +1, -1 1
Oxígeno O 8 -2 2–6
Neón Ne 10 No tiene 2–8
Sodio Na 11 +1 2–8–1
Silicio Si 14 -4, +2, +4 2–8–4
Cloro Cl 17 -1, +1, +3, +5 , +7 2–8–7
Hierro Fe 26 +2, +3 2 – 8 – 14 – 2
Cobre Cu 29 +1, +2 2 – 8 – 18 – 1
Plata Ag 47 +1 2 – 8 – 18 – 18 – 1
Oro Au 79 +1, +3 2 – 8 – 18 – 32 – 18 – 1

Diferentes tipos de enlaces

Los diferentes tipos de enlaces químicos que ocurren entre átomos de elementos simples son los
siguientes:

 Enlace iónico o electrovalente


 Enlace covalente
 Enlace metálico
Enlace iónico o electrovalente. Debido a la fuerza de atracción que
se ejerce entre los iones con cargas de signo contrario (positivas y
negativas), se originan enlaces iónicos o electrovalentes, que dan
lugar a la creación de moléculas de elementos químicos
compuestos. Por ejemplo, las cargas de un ión cloro negativo (Cl–) o
anión y la de un ión sodio positivo (Na+) o catión, se atraen
mutuamente para dar lugar a la formación de una molécula de cloruro
de sodio, más conocida como sal común (NaCl).

Enlace electrovante o iónico


entre. un ión cloro (Cl -) y un ión
sodio. (Na +).

Enlace covalente. Ocurre cuando dos átomos comparten sus


electrones como, por ejemplo, cuando se unen dos moléculas de
hidrógeno (H + H = H2) u otros elementos similares, como el
nitrógeno (N2), oxígeno (O2), cloro (Cl2), etc.

Enlace covalente entre dos átomos de hidrógeno (H2).

Enlace metálico. Se efectúa cuando los electrones que se encuentran girando en la última órbita de los
átomos de un metal se mueven por una estructura molecular, manteniéndola unida como ocurre, por
ejemplo, con el cobre: Cu

¿Qué es la radioactividad y por qué


entraña riesgos?
FRONTERA
La semana pasada los medios de comunicación se encargaban de recordarnos
que el 26 de abril se cumplía el XXX Aniversario de catástrofe nuclear de
Chernóbil. Treinta años del día en que miles de personas se vieron obligadas a
abandonar sus hogares, sus vidas, sus historias, sin mirar atrás y prácticamente
con lo puesto, porque una prueba de potencia en el reactor número cuatro de la
central ucraniana, desencadenó una reacción en su núcleo y provocó una
explosión del hidrógeno acumulado en su interior.

Un estallido que liberó enormes cantidades de materiales radioactivos como el


dióxido de uranio, el erbio, el carburo de boro o aleaciones de circonio y grafito,
entre otros, se estima que toda la energía liberada en estos 30 años es similar a
500 bombas nucleares como la que impactó contra Hiroshima el 6 de agosto de
1945.

El resultado de lo acontecido en Chernóbil fue la muerte directa de 31 personas,


la evacuación de más de de 130.000 que jamás volverían a sus casas, 155.000
Km² se vieron afectados y una alarma internacional que todavía hoy lleva a
muchos a dudar de las ventajas de la energía nuclear. Sin entrar en ese debate,
¿se sabe qué es la energía nuclear y porqué sus utilización puede ser tan positiva
como negativa?

¿Qué es la radioactividad?

La radioactividad es un fenómeno físico, advertido en 1896 por Henri Becquerel


y estudiado en profundidad posteriormente por el matrimonio de Marie y Pierre
Curie (los tres compartieron el Premio Nobel de Física en 1903). En general se
puede decir que son radiactivas aquellas sustancias que no presentan un
balance correcto entre protones y neutrones por lo que cuando el número de
éstos últimos es excesivo o demasiado pequeño respecto al número de los
primeros, se hace más difícil que puedan mantenerse unidos.

Ese desequilibrio se corrige de manera natural mediante la liberación del exceso


de neutrones o protones. Si lo hace en forma de partículas alfa (núcleos de
helio) aparece la radiación alfa y si lo hace con partículas beta (pueden ser
electrones o positrones) se emite radiación beta.

Caso distinto es el de la radiación gamma que se genera cuando el núcleo de un


elemento se transforma de manera espontánea en otro elemento. Esto ocurre
porque algunos elementos son muy inestables, es decir, su núcleo se encuentra
en estado de excitación o lo que es lo mismo, posee un elevado nivel de energía
que le lleva a transformarse continua y repetidamente en otros elementos más
estables hasta alcanzar un estado fundamental en el que sus propiedades se
mantienen invariables permanentemente.
Capacidad de penetración en materiales de los distintos tipos de radioactividad.
Imagen suministrada por el gobierno japonés a la población durante los
accidentes nucleares de Fukushima. Fuente: La pizarra de Yuri
La radioactividad es natural

Esas propiedades las tienen, de manera natural, todos los isótopos (los
átomos de un elemento con cantidad diferente de neutrones, es decir, que
aunque se encuentran en el mismo lugar tienen una masa diferente) de los
elementos con número atómico igual o mayor a 84 aunque hoy en día
ya es posible obtener isótopos radioactivos de elementos estables, es lo que se
conoce como radioactividad artificial y fue descubierta en 1934 por el
matrimonio formado por Fréderic Joliot e Irene Curie, hija de Marie y Pierre.

Precisamente, estos últimos descubrieron el Polonio un elemento altamente


tóxico, radiactivo y de peligroso manejo presente de manera natural en los
minerales de uranio (a razón de 100 microgramos por tonelada). También el gas
radón es radioactivo y está presente en grandes acúmulos subterráneos.

Como en todo, es la dosis la que marca la diferencia. El hecho de que los


elementos radioactivos se puedan detectar por gammagrafía hace posible su
utilización en una rama médica relativamente reciente: la medicina nuclear. Es
empleada para el diagnóstico de enfermedades oncológicas, cardiacas,
endocrinas, neurológicas, etc., permite técnicas no invasivas y no tiene efectos
adversos (radiodiagnóstico) además también se emplea para tratar algunas
dolencias (radioterapia).

¿Cómo pueden esta serie de elementos, que se encuentran libremente en la


naturaleza y que sirven para mejorar la salud, causar desastres nucleares como
el de Chernóbil o el de Fukushima?
El lado oscuro

Los efectos negativos de la radioactividad se deben a su poder ionizante:


cuando la radiación alcanza células vivas, con suficiente energía como para
liberar electrones de las moléculas que componen la célula formando iones que
consisten en moléculas con un número de electrones distinto al de protones. La
presencia de estos iones lleva a que se interrumpa el funcionamiento normal de
una célula.

Es curioso, por ejemplo, como la glándula tiroides, situada en nuestro cuello,


necesita del Yodo para su correcto funcionamiento. Por lo general se encuentra
en distintos alimentos como la sal yodada, el marisco o el brócoli y no es
radioactivo pero en un desastres como el de hace tres décadas se produce una
enorme cantidad de Yodo Radiactivo que también puede ser asimilado por la
tiroides.

Este Yodo, al ser radiactivo, queda acumulado en la glándula y periódicamente


emite partículas alpha o beta que al estar muy cerca del cerebro daña las células
del mismo, desarrollando cánceres y otras malformaciones. Es por eso que tras
un accidente nuclear una de las primeras medidas que se toma es administrar
pastillas de Yodo a la población ya que de esta forma la tiroides absorbe todo el
que necesita y ya no absorbe el que haya podido generarse con características
radioactivas.

El daño más severo a la célula resulta cuando se daña al ADN y esto puede
ocurrir de dos modos:

1. El agua en el cuerpo tiende a absorber una gran porción de radiación y se


ioniza. Cuando el agua es ionizada, rápidamente forma moléculas
altamente reactivas llamadas radicales libres. Estos radicales libres pueden
reaccionar con la molécula y dañar al ADN de la molécula.
2. La radiación choca directamente contra el DNA de la molécula, ionizándolo
y dañándolo.
El riesgo para la salud no sólo depende de la intensidad de la radiación y de la
duración de la exposición, sino también del tipo de tejido afectado y de su
capacidad de absorción. Por ejemplo, los órganos reproductores son 50 veces
más sensibles que la piel.

Los efectos mutagénicos de la radiación fueron identificados por primera vez


por Hermann Joseph Muller en 1927, investigación por la que recibió el Premio
Nobel de Medicina en 1946.

Beneficios múltiples

En el caso de la energía nuclear, entendida como aquella que aprovecha de


manera controlada las distintas reacciones físicas de elementos radioactivos
para uso humano mediante su transformación en energía eléctrica, térmica o
mecánica, sus beneficios son múltiples siempre que se emplee bajo las
condiciones de seguridad estipuladas.

Permite, por ejemplo, reducir el empleo de combustibles fósiles y por tanto las
emisiones de gases contaminantes, favorece la planificación energética dado que
su generación no depende de elementos naturales (como sucede con las
renovables) y su producción es más barata que otras.

Ahora bien, un problema en las instalaciones, un fallo humano o un desastre


natural puede acarrear la fuga de sustancias que, como hemos visto, afectan a
las células vivas. Y no solo ocurre durante el funcionamiento de las centrales
nucleares sino que los residuos que generan siguen siendo radioactivos durante
mucho tiempo.

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