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EL CENTAURO,

O UN VIAJE A LA UTOPIA

Ponencia en el Congreso Internacional de BARCELONA’97 (16


Febrero 97)

Carmen de Hita

Sirventa, Julio 94
Rivas, Octubre 96

EL CENTAURO
MEDIOS TECNICOS: Aparato de reproducción de vídeo y pantalla
de televisión (preferiblemente
grande)

La cinta contiene imágenes y sonido montado con:

- Grabación del acto de inauguración de la Olimpiada de Barcelona


1992.

Música:

- “Conquest of Paradise “, banda sonora de 1492, La Conquista del


Paraíso, VANGELIS.

EL CENTAURO
INTRODUCCION. LA TIERRA INTERMEDIA

Volver a las fuentes no significa necesariamente volver al pasado.


Encontrar la esencia que identifica a una colectividad es un viaje
apasionante.

En este caso he utilizado el Centauro, uno de los símbolos


mediterráneos por excelencia, para encontrarnos con el elemento
fuego en su aspecto más mental y transformador de la realidad.

El fuego, la pasión por vivir, la Utopía.

Hispania. Es trivial entre nosotros decir que España es un país


Sagitario. Somos el país del Occidente, La Tierra Intermedia. ¿Pero
intermedia entre qué y qué? :

Intermedia entre Europa y Africa, intermedia entre Europa y


América, intermedia entre la tierra y el océano. Intermedia entre el
Norte y el Sur. Nosotros somos los mediterráneos del occidente.
Como el Centauro, nosotros también estamos partidos en dos
mitades de naturalezas tan diferentes y sin embargo tan
interrelacionadas entre sí, que necesariamente hemos tenido que
desarrollar una forma muy propia de pensamiento y actitud ante la
vida.

EL CENTAURO
Sin utopías no podríamos sobrevivir. De hecho la utopía nos ayuda
a superar cada obstáculo de nuestro camino, pensando que los
tiempos mejores en que demos la espalda a nuestros problemas
están ahí, a la vuelta de la esquina.

Simplemente este pensamiento tiene la virtud de desmoronar los


obstáculos: ya vendrán tiempos mejores. Me pregunto si esta es la
reflexión de los utópicos, o más simplemente, la de los insensatos.

Sinceramente, me lo he planteado muchas veces... o de los


insensatos.

Insensatos o no, el caso es que si alguna probabilidad tenemos de


obtener algo positivo en esta vida, o primero estamos convencidos
de ello, o no lo conseguiremos nunca. Así que, démosle a la utopía
el valor que se merece.

ZEUS LLEGA AL PODER

Para empezar, y a fin de poder llegar a la esencia del símbolo, es


necesario separar la figura de Júpiter de la figura del Centauro.

En este, como en tantos otros casos, el Mito griego del Padre Zeus,
rey supremo del Olimpo, responde con más exactitud a la imagen
y al concepto que nos ocupa. Y aunque es más conocido por el
nombre de Júpiter, la normativa oficial romana sobre el dios no es
tan convincente como el dios griego: Zeus Olímpico.

EL CENTAURO
Zeus es el tercer hijo varón de Cronos, que estaba casado con
Rea, diosa a la que estaba consagrado el roble.

El roble es el árbol del séptimo mes lunar, emparentado


directamente con el dios del rayo, es decir con Zeus-Júpiter.

Rea, esposa de Cronos, tiene bastantes hijos con él, pero Cronos
no está satisfecho. Tanto Urano como la Madre Tierra le habían
profetizado que alguno de entre sus hijos le destronaría, así que
cada vez que Rea paría un hijo, Cronos se lo tragaba, sin
diferenciar entre hombres y mujeres.

Cronos engendró primero tres hijas, Hestia, Demeter y Hera, y más


tarde dos varones, Hades y Poseidón. De forma que, uno por uno,
tacatúm, tacatúm para adentro. Se los comía.

Cuando Rea quedó de nuevo preñada de Cronos para parir a Zeus,


por supuesto que ya tenía un plan para proteger al hijo. Aquí se
observa, ya desde el principio, como la madre tiene un plan de
salvación para Zeus.

Rea da a luz a Zeus e inmediatamente se lo entrega a su madre, la


Madre Tierra. Con este encargo lo pone bajo la custodia de la ninfa
del fresno y, todas confabuladas lo guardan en las cuevas y en las
montañas en una cuna de oro que colgaba de un árbol, de manera
que no estaba ni en la tierra, ni en el cielo, ni en el mar, para que
Cronos no pudiera localizar al niño en ninguna parte.

Los Cureter, hermanos de Zeus por tener la misma madre, cada vez
que el niño lloraba a gritos (ya tan pequeño estaba a gritos) hacían
ruido con los escudos, tronaban, para que su padre Cronos no
pudiera oírle.

Mientras, Rea continúa con el engaño y le entrega a Cronos una


piedra envuelta en un paño, presentándola como el hijo recién
nacido.
Por supuesto Cronos se la traga inmediatamente.

Así que Zeus, para comenzar, tiene suerte. Tiene suerte y se salva,
resiste, crece, es cuidado milagrosamente por todos los que están
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EL CENTAURO
cerca de él, y consigue eludir a su padre. Pero claro, se la juega,
aguanta y resiste, y a la edad núbil se va a por el padre.

Pide consejo a Metis sobre lo que debe hacer, y ella le incita a


pedir ayuda a Rea, su madre. Cuando llega a palacio, se alía con
Rea y le pide que le ayude a entrar al servicio del Rey. Como
Cronos no le conoce, es nombrado copero real. Su objetivo es
servir a Cronos una pócima con hidromiel, que se la proporcionó
Metis, para provocarle el vómito. Y así Zeus entrega a su padre la
copa de hidromiel, y éste comienza a vomitar:

Primero la piedra, luego a Hera, Hades y Poseidón, Hestia y


Demeter.

Entonces resurgen todos ellos y agradecidos a Zeus, le nombran


su paladín y se ponen a su servicio. En este momento se
manifiesta el liderazgo de Júpiter.

La guerra contra Cronos se plantea. Y Zeus la dirige.

Los Titanes deciden luchar con Cronos, Cronos había sido un Titán
antes que rey. Los Cíclopes y los Gigantes de las cien manos, que
han sido liberados del Tártaro por el propio Zeus, junto a los
hermanos del dios, luchan contra el Rey, y todos juntos vencen a
los Titanes. El Titán Atlante es severamente castigado jefe de los
vencidos.

En agradecimiento por la victoria y la libertad conquistada, los


Cíclopes regalan a Zeus el rayo, a Hades el casco de oscuridad y
a Poseidón le entregan el tridente.

Cuando han vencido a los Titanes, toman rumbo al palacio de


Cronos, donde se refugia el Rey.

Entonces Hades desarma a Cronos portando el casco de


oscuridad. Poseidón se enfrenta al Rey con el tridente, pero es solo
una maniobra disuasoria, ya que el ejecutor es nuevamente Zeus
que lo fulmina. Le arrebata el poder y todos los dioses lo
proclaman rey.

EL CENTAURO
A partir de ese momento aparece una nueva estructura, se
establece el Olimpo.

Zeus es el indiscutible rey del Olimpo. No solo domina el rayo, sino


que rige las leyes cósmicas de la evolución de los planetas. Desde
un principio rige las leyes de la astronomía, marca las leyes
universales.

Esta es la historia de la llegada al poder del Rey del Olimpo, Padre


de todos los dioses. Luego Zeus tendrá mil y una historias:
extravagantes y lujuriosas.

Su madre que lo conoce, sabe que es un lujurioso y le prohibe


casarse, como respuesta Zeus la amenaza con violarla. Rea en
respuesta se transforma en serpiente, y él a su vez se transforma
en una serpiente macho y la viola.

A partir de ese momento violará a todas las mujeres, ninfas y


diosas que va a encontrar en su camino. Para ello va adoptando
cualquier forma, aspecto humano, animal u objeto. Un aspecto
fundamental del dios es que no se debe provocar su cólera, ya que
si se llega a esa situación él podría expresarse en todo su
esplendor, es decir, en su esencia, el rayo, y entonces puede
fulminar.

Este fue el caso de una de sus amantes, Semele una mujer mortal
con la que convivía desde hacía seis meses, tiempo del embarazo.
Zeus había tomado la forma de un campesino. Hera, que conoce
esto, incita a la mujer a pedir a su amante que se manifieste en
toda su magnitud, y él se niega. Ella insiste, y él se niega. Pero
cuando la mujer vuelve a insistir, Zeus entra en cólera y se
expresa en todo su poder, con el rayo, fulminándola. Ella queda
quemada.

El deseo de llegar al conocimiento total puede fulminar nuestra


naturaleza, y a lo mejor hay que conformarse a veces con el
conocimiento posible, sin intentar llegar al fondo de las cosas en
algunas ocasiones, ya que el conocimiento profundo del padre
Júpiter puede terminar por calcinarnos.
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EL CENTAURO
La búsqueda de la verdad absoluta, de la utopía, puede
calcinarnos. El que se arriesgue, debe medir bien lo que arriesga.

EL ROBLE y EL FRESNO

En el alfabeto celta del Ogham se encuentra el árbol del roble.


Roble en gaélico se pronuncia Duir, raíz de la palabra inglesa Door,
que significa puerta. Antiguamente en Inglaterra y Gales las
puertas de las casas se construían con madera de roble, por
tratarse de una madera extremadamente dura y poderosa.

Pero hay un doble sentido en esta imagen, la palabra puerta es la


palabra que separa el adentro y el afuera, es la frontera entre dos
cosas distintas. El roble es el árbol del mes central del calendario
lunar celta, es la frontera entre la primera mitad y la segunda
mitad del año. Era considerado el rey del bosque, él más fuerte de
los árboles. Está representado por el rayo. Sabe sobrevivir al rayo y
retoñar después de su impacto..

El roble es capaz de sobrevivirnos, no años, sino siglos,


generación tras generación.

Las hogueras de la fiesta del solsticio de verano se hacían con


madera de roble. Es el árbol de Zeus.

El roble también estaba dedicado al dios Jano, el de la doble cara.


No el dios mediterráneo, sino el gaélico dios In, también de doble
cara, que con la conquista de las Islas por Roma, se transforma en
el dios Jano, dedicándose sus santuarios a este dios.

El fresno o Nuim, también está incluido en el Ogham. Dedicado al


quinto mes lunar de su calendario su simbología añade contenido
a la historia sobre la crianza de Zeus.

Cuando la Madre Tierra acepta proteger al niño que Rea le entrega


para salvarlo de la irá de Cronos, responsabiliza de sus cuidados a
la ninfa del fresno, y ésta cuelga la cuna de las ramas del árbol.

EL CENTAURO
El fresno, entre los celtas, representaba los tres círculos de la
vida, pasado, presente y futuro. Pero también mundo inferior, tierra
y cielo. El fresno era el encargado de poner en contacto los tres
niveles de la existencia, representada por tres círculos
concéntricos, de forma que desde cualquiera de ellos se podía, por
semejanza, conocer los otros.

Punto de contacto entre las leyes del microcosmos y el


macrocosmos, lo que es arriba es abajo, la cuna donde se cría
Zeus está colgada del fresno. Ni en la tierra, ni en el cielo, ni en el
mar. Él será quien, más tarde, regirá las leyes universales.

SAGITARIO

Todo lo dicho sobre Zeus, remitiéndonos al signo de Sagitario,


representa una de las facetas del signo que he dado en denominar
de “la gran resistencia”, del liderazgo por definición, del control de
las leyes cósmicas, pero fundamentalmente de la resistencia.
Dicen que el roble tiene tantas ramas como raíces. Es igual de
poderoso arriba y abajo.
Todas estas cualidades se suman a una faceta de luz, luminosidad,
de tremendo poder transformador de la realidad.

La cólera divina, lo más temible de Zeus, pone a Sagitario al borde


mismo del concepto divino de la cólera del hombre. Sagitario roza
el sentido de la divinidad. Es la Casa que representa la divinidad. Y
esta es la parte más espectacular y llamativa del signo, aunque
hay otra, menos brillante, pero igual de interesante.

Paradójicamente, el signo regido por Júpiter, está representado


por un Centauro.

El Centauro tiene una característica definitoria en su mitad


hombre, mitad caballo. El Centauro es una puerta de
diferenciación, o de entrada, de trasvase entre lo que es
puramente material y lo que es espiritual. El caballo del Centauro
representa la parte del ser anclada al suelo, a la tierra, todo
aquello que forma en sí parte de la materia, también la parte

EL CENTAURO
animal del hombre. Los centauros eran unos seres lujuriosos y
salvajes, a excepción, por supuesto, del centauro Quirón.

La otra parte del Centauro es humana, pero no es solamente medio


hombre la parte que representa el contenido espiritual, superior
del ser. Es el torso, la cabeza, y además porta un arco,
fundamental en la comprensión del símbolo. Un arco tensado,
dirigido hacia arriba, hacia las estrellas. Está en posición previa al
lanzamiento.

El Centauro es la representación de un desarrollo mental:

A partir de nuestra realidad física, firmemente física, atada a este


mundo gravitacional, de peso no despreciable. Un caballo es un
animal relativamente grande, aunque eso no le impide ser veloz. A
partir de los conocimientos físicos, propios de nuestro mundo,
razonamientos muy concretos atados a nuestra naturaleza física y
corporal, el Centauro tiene la cualidad de transportar esa
sabiduría sobre un arco que esta a punto de ser lanzado hacia las
estrellas.

Este es el símbolo de la utopía. Quizás la pregunta sea si el


Centauro va a disparar, o no, la flecha hacia las estrellas, pero ya
de entrada podemos pensar que los humanos tenemos la peregrina
idea de que es posible y podemos disparar el arco.

Y tener la idea es tener la capacidad de disparar el arco. Ahí está


la auténtica utopía. Ese es el valor que tiene el Centauro dentro
del Horóscopo. El gran símbolo mediterráneo del Centauro.

Una gran aportación del mundo mediterráneo, del que toda España
forma parte.

OCCIDENTE

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EL CENTAURO
¿Cuál es el papel de España, aquí, en el Occidente del
Mediterráneo?

Nosotros hemos sido identificados con el signo del Centauro desde


tiempo muy lejano. Aquí no hemos inventado la mitología
mediterránea, pero esta tierra ha cumplido con un papel
fundamental en el trasvase de la utopía.

Por esta tierra, desde siempre pasaron y siguen pasando jinetes


que traen vientos nuevos que sirven de camino entre el Norte y el
Sur del Mediterráneo. De forma que Africa y Europa se juntan
através de nosotros. El Estrecho de Gibraltar es un salto mínimo.

Los pueblos del Norte bajaron por aquí para ir hacia Africa. Pero
también los pueblos africanos del Magreb, y más aun aquellos que
venían desde el Califato de Damasco, pasaron por el Magreb y
saltaron a la Península.

Esta es una tierra que, sobre todo en el sur, conserva el amor al


caballo. Esta es la Tierra Intermedia, una tierra propicia para
provocar el salto a la utopía.

Cuando los árabes se instalaron en Al-andalus crearon un califato


independiente, de mayor esplendor que el califato del que
procedían. Proclamaron su independencia religiosa, es decir de
pensamiento, y al construir la Gran Mezquita de Córdoba, en un
gesto absolutamente simbólico, se construye el Mimhrad mirando,
no hacia La Meca como es preceptivo en todas las mezquitas para
marcar la dirección de la oración, sino que en este caso está
mirando a Occidente.

El Occidente es el más allá. De nuevo la puerta. De nuevo el roble,


que aquí en estas latitudes se especializa como la encina,
también un Quercus.

La puerta entre el Mediterráneo y el Océano. Los árabes de


Córdoba rezaban mirando hacia el Océano, hacia el Occidente,
hacia la puesta del Sol.

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EL CENTAURO
Al mismo tiempo toda la tradición cristiana, desde la época de los
godos, sigue un camino telúrico que parte del centro de Europa,
que en un principio es descendente, de Norte a Sur, pero que una
vez que pasa los Pirineos se convierte en el Camino hacia el
Occidente, hacia Santiago de Compostela. De nuevo el Centauro
camina hacia el Occidente, al más allá, a la puerta entre lo
humano y lo divino, hacia el Océano y los monstruos, hacia lo
desconocido.

En aquella época, la navegación no estaba muy desarrollada, es


necesario que pase aún algún tiempo para que se invente un
elemento fundamental, la carabela, para que los habitantes de la
Península se conviertan en navegantes y descubridores de nuevos
mundos.

Hasta que este momento llega, el Finisterre se marca


simbólicamente a treinta kilómetros del Mar, donde se establece la
ciudad mítica de Santiago de Compostela, lugar de peregrinación.

En Europa Occidental hay varios Finisterres a lo largo de la costa


atlántica europea: uno en Bretaña, otro en las costas de Irlanda,
pero el que tuvo mayor importancia como idea y como experiencia
global en Europa, fue el Finisterre gallego, el de Santiago, objetivo
del Camino por antonomasia europeo.

En el siglo XV se consigue disponer de las condiciones técnicas,


mecánicas y de cálculo, que permiten a los hombres soñar con ir
más allá. El caballo del Centauro se pone de nuevo en acción. Por
fin se construyen las naves capaces de alcanzar, con cierta
garantía de poder volver y contarlo, otras costas desconocidas.

El Centauro se prepara para el gran salto. Por supuesto que el


razonamiento justificará la aventura: es necesario abrir nuevas
rutas para llegar a las Indias Orientales por un nuevo camino,
saltando el Océano.

En este momento, aparece en escena un Centauro, Portador del


Sueño, Cristóbal Colón. Un extranjero en la Corte de Castilla
asume la tarea de convencer con su razonamiento para emprender
la utopía de que saltar es posible.
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EL CENTAURO
La verdadera tarea encomendada al Centauro es la de lanzar la
utopía hasta las mentes de los otros mortales, y convencerles de
que saltar es posible. Si por nosotros fuera, no saltaríamos el
Océano, es una idea descabellada disparar la flecha.

Colón los convence y los monta en las naves, les cuenta que va a
ser cosa sencilla y rápida, que ha calculado las distancias y el
viaje será corto, aproximadamente de un mes.

Al cabo de un mes, no han llegado, como ya sabemos, y esos


hombres están aterrados, en medio de un Océano desconocido, sin
retorno posible, a punto de la sublevación. Pero el Centauro se
prepara de nuevo. Ha apoyado fuertemente sus patas en el fondo
del Océano y no va ha desistir. Insiste, al otro lado hay tierra.
Entonces promete al primero que vea tierra que le dará un jubón
nuevo y una bolsa de oro. Que cosa más simple para convencer a
los hombres de no rendirse. La flecha ya no podía pararse, ya había
sido lanzada.

Hay momentos primordiales, mágicos en la historia de la


Humanidad, en los que necesitamos creer que la flecha ha sido
lanzada, y no tiene retorno.

Pero volviendo al suelo la reflexión sería muy distinta. Podríamos


pensar que la utopía no es alcanzable. La utopía es eso, utopía, y
esto le queda muy claro al Centauro. La flecha se dispara a las
estrellas y alguna vez cae. Lo importante es atreverse a lanzarla,
vencer el miedo a lo imposible. Poner en contacto la tierra con el
cielo.

ÍCARO

En el Mediterráneo tenemos muchos mitos para expresar esta idea,


uno de ellos es el Ícaro. Una historia muy triste, pero muy
hermosa. Se trata de una lectura trágica del símbolo del Centauro
de Sagitario:

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EL CENTAURO
Dédalo era un artista, ingeniero, astrólogo, mecánico,
arquitecto...hombre renacentista de su época, que vivía en la corte
del rey Minos. Dédalo había construido un laberinto, donde Minos
había encerrado al Minotauro.

El Minotauro era el resultado comprometido y vergonzoso de las


relaciones que la esposa del rey, Parsifae, había mantenido con un
toro sagrado blanco que el dios Poseidón había regalado a Minos
para ser sacrificado en su honor.

Dédalo había ayudado a la reina a tener estas relaciones, un tanto


antinaturales, con el toro. Había construido una vaca de madera,
donde la reina se metía, y desde donde ella había conseguido
seducir al toro y copular con él. Resultado de aquella unión nace el
Minotauro. Ante un hecho tan vergonzoso, el rey quiso ocultarlo
dejándolo en algún lugar donde nadie lo viera. Le pidió a Dédalo
que construyera un laberinto, y allí metió al medio toro, medio
hombre. Pero entonces el rey Minos se entera de la participación
de Dédalo en la intriga de la reina, y que es también culpable de
que el Minotauro exista. Como castigo, el rey lo encierra en su
propio laberinto, y no solo a él, sino que también encierra a su hijo,
Ícaro. Él lo fabricó, el se enfrentó a su propia obra.

Dédalo sabe que de ese laberinto no se puede salir, él lo ha


construido. Hay caminos cerrados, hay espejos que engañan con
perspectivas falsas, hay luces y trampas. El constructor casi llega
a la desesperación hasta que, de nuevo, surge la utopía.

Solo existe una forma de salir del laberinto humano de la materia,


volar como los dioses. La imagen del Centauro se intuye en la
fábula disparando su flecha a las estrellas.

Dédalo consigue cazar unos gansos, pega sus plumas con cera a
sus brazos y a los de su hijo, y le dice: “Vamos a salir volando”.
Que es como simular que somos dioses, entrar en contacto con la
parte divina de nuestro ser. Pero cuidado que todo tiene su límite y
no podemos llegar a la utopía de ser dioses. Tan solo podemos
acercarnos un poco a ellos y volar como si fuéramos dioses.

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EL CENTAURO
Ícaro responde: “Si padre, te seguiré a donde vayas”. Y comienzan
el vuelo por encima del Mar.

Ícaro es joven, no le tiene miedo al riesgo, piensa que quizás su


padre no tenga ya más ilusión en la vida que salvarla y volar, pero
cree que él puede llegar más arriba.

“¡Ícaro, no te acerques a Helios, puede quemarte las alas!”


La expresión del dios en toda su plenitud puede quemar, calcinar a
quien se aproxima demasiado. Ícaro sigue subiendo y
acercándose al Sol, hasta que se le derritió la cera. Si nos
acercamos demasiado a la utopía, se nos derrite la cera, porque,
finalmente, el mecanismo que nos impulsa es un mecanismo
terrestre.

Todos sabemos lo que sucedió entonces: Ícaro cae, se ahoga y se


muere. Dédalo no pudo impedirlo.

AQUÍ, AHORA

¿Hasta donde nos abarcan los símbolos?

Ahora que Plutón transita por Sagitario, y Júpiter se une a Urano


en Acuario, y sabemos que significa el tiempo de la Caída del Ícaro
en esta Península. Ahora que nuestra nostalgia hace encender la
llama olímpica en su pebetero, cada año, en recuerdo de aquel
sueño hermoso que fue para Barcelona el verano del 92. Ahora
quiero recordar esta historia:

Es de noche y el silencio de la multitud se instala en las sombras


cuando un hombre entra corriendo en el Gran Estadio.

Se detiene al entrar y jadea.

En la mano, porta la antorcha con el fuego que acaba de robar del


Templo de Hera, en el Monte Olimpo.

Es el fuego que, ayudado del Centauro Quirón, ha robado a los


dioses para entregar a los hombres.
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EL CENTAURO
El origen de nuestra civilización comienza con este robo sagrado.

Prometeo, el atleta, será más tarde eternamente castigado por el


Padre Zeus, pero su misión se habrá cumplido.

Ceñida a su frente lleva la cinta blanca de la claridad de la


consciencia.
Muestra orgulloso la antorcha y luego emprende de nuevo la
carrera en un último esfuerzo. Corre y corre entre la multitud que
le abre camino.

Su carrera se inclina hasta llegar a la plataforma donde le espera


otro hombre, el último atleta.

Y alarga el fuego hacia él........................ (PROYECCION DEL


VIDEO, 10 min.)

. ........ Pero este hombre es distinto, no es un hombre más. Es un


atleta paralímpico. En un movimiento concentrado arrastra sus
piernas y se mantiene firmemente sobre sus pies anclados al
suelo. En las manos sostiene un arco y una flecha, que ha
aproximado a la antorcha sagrada. La flecha se ha inflamado.
Vuelve su cuerpo lentamente hacia el firmamento, fija su voluntad
en el objetivo y dispara.

Como un cometa, la flecha vuela hacia las estrellas.

Todos los que estabamos en el Estadio, o frente a la televisión,


miramos la trayectoria del pequeño fuego sagrado conteniendo la
respiración. Todos ayudamos, todos pensamos que los segundos
no se terminarán nunca. Y por fin, como en los sueños, la flecha
alcanza su destino.

La antorcha olímpica se multiplica por mil, por diez mil, por un


millón y todos lanzamos un grito al firmamento.

El hombre que ideó la escena tocó la fibra más sensible de nuestra


naturaleza hispana.

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EL CENTAURO
Porque nosotros somos la Tierra Intermedia,
El crisol donde se funden todas las razas.

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EL CENTAURO

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