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Bután: La Felicidad Como Producto Bruto Interno

El PIB, o Producto Interior Bruto, es una baremo económico que se utiliza para conocer el nivel de riqueza de un país y su nivel de bienestar:
“considerando la cantidad de bienes y servicios útiles disponibles para una persona dentro de un país y contando con tres factores: productividad,
bajo la medida del valor monetario de la cantidad de bienes y servicios que produce un trabajador/a en un hora; el ratio de empleados por
población o porcentaje de la población total que tiene un trabajo remunerado, y el número de horas trabajadas por cada empleado/a al año”.
Este índice económico (PIB per cápita), no obstante, contradice muchas veces el bienestar emocional y psicológico de un pueblo. Es decir, no por
el hecho de ser un país rico y sus habitantes poseer bienes materiales, necesariamente, la gente que en él vive, puede considerarse agraciada por
la felicidad. Por esta razón principalmente, y observando a los países occidentales con un gran bienestar material pero muchas carencias en
cuanto a lo emocional, el PIB de un país no es un índice definitorio para asegurar que sus habitantes sean personas totalmente realizadas y
satisfechas con sus vidas; aun así, es obvio que el tener las necesidades materiales cubiertas ayuda a afrontar la vida en general. Poseer un
trabajo, tener una esperanza de vida aceptable y el acceso a los recursos básicos cuentan para evaluar el bienestar individual y colectivo.
Por otro lado, desde hace años, las Naciones Unidas, elaboran un índice, a través del (PNUD) sobre el bienestar socio-económico: Indice de
Desarrollo Humano (IDH), indice que considera varios factores por país:
• Vida larga y saludable, medida según la esperanza de vida al nacer.
• Educación (medida por la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta combinada de matriculación en educación primaria, secundaria y
superior).
• Nivel de vida digno (medido por el PIB per cápita PPA en dólares).
Además de las Naciones Unidas y otras organizaciones supranacionales, existe un país en la falda del Himalaya que cuenta con un original y
preciso modo de medir el bienestar de los habitantes de su país. Este país es Bután: una monarquía feudal que hace pocas décadas ha decidido
modernizarse y abrirse al mundo; y este concepto tan curioso es la “Felicidad Interior Bruta”.
Bután (que sus habitantes llaman Druk Yul, “País del Dragón del Trueno) es un país de unos 750.000 habitantes (el último país budista), del
tamaño de Suiza y rodeado al norte por el Himalaya y al sur por la India. La mayoría de los habitantes vive de la agricultura y la ganadería a pesar
de sólo disponer un 10% del terreno para el cultivo y el ganado. La capital de Bután es Thimbu (una ciudad sin semáforos) y este país es
gobernado por el rey Jigme Khesar Namgyal Wangchuck que en 2006 recibió el poder de su padre Jigme Singye Wangchuk, el cual abdicó en su
hijo y convirtió a Bután en una monarquía constitucional. Al abuelo del actual rey, Jigme Dorji Wangchuk se le considera el padre de Bután desde
que ocupara el poder tras la independencia de Gran Bretaña en 1949 y fuera aceptada su soberanía por la ONU. Tanto Singye Wangchuk (cuarto
rey de Bután) como el actual rey, han hecho que el país se abra al mundo creando las condiciones para conseguir que la sociedad salga de la
Edad Media en un equilibrio entre modernización y respeto a la cultura y costumbres de sus habitantes.
Este rápido proceso representa un gran reto para Bután, que hasta 1960 no poseía vehículos motorizados, ni teléfono o servicio de correos.
Además, en 1972 era uno de los países con el mayor índice de pobreza, analfabetismo y mortandad infantil del mundo, cuestiones que se han
logrado subsanar en parte: la tasa de alfabetización ha pasado del 10% en 1982 al 60% al día de hoy; la esperanza de vida, de 43 años a 66, y la
tasa de mortandad infantil, de 163 muertes por cada mil habitantes a 43. Con todo, tres de los grandes retos a los que se enfrenta Bután a día de
hoy son: las infraestructuras, el empleo (con una tasa de desempleo del 30%) y la educación de sus habitantes, que sólo en un 2% poseen títulos
universitarios.
Pero esta apertura tiene aspectos negativos. La delincuencia y el consumo de drogas han hecho aparición en la sociedad butanesa, además de no
haber podido solucionar aún la deportación de más de cien mil butaneses de origen nepalí, que actualmente viven en la India, en el mayor campo
de refugiados de oriente y organizado por las Naciones Unidas. A esto se une el hecho de que muchos ciudadanos tradicionalistas vean con recelo
el acceso a la democracia, ya que temen que este modelo político colocará a Bután en el caos.
En este proceso de modernización, el rey Jigme Singye Wangchuk creó el concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB), como mejor indicador para
saber la situación de sus habitantes. Este concepto mide el bienestar psicológico de los ciudadanos basándose en el acceso de los ciudadanos a
la asistencia sanitaria, la conservación de los recursos naturales del país o el tiempo que emplean con su familia.
Aunque este baremo parezca algo pintoresco comparado con los índices económicos que se manejan en el resto del mundo, para los butaneses
es algo muy serio y concuerda con la cultura y tradiciones que ningún butanés desea perder en su proceso de modernización.

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