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filosofla e historia

Infancia e historia
Título original: -
Infonzia e storia· Ensayo ~obre la destrucción de la experiencia
Traducción de Silvia Mattoni

Editores: •'
Edgardo Russo y Fabián Lebenglik
a Claudio Rugafiori
Diseño de cubierta e interiores:
Eduardo Stupía y Pablo Hernández
v."~

© Giulio Einaudi, Torino, 1978 y 2001


© Adriana Hidalgo editora S.A., 2001
Córdoba 836- P. 13- Of. 1301 J
(1054) Buenos Aires
e-mail: ahidalgo@infovia.com.ar

ISBN: 987-9396-53-7
Hecho el depósito que indica la ley 11.723

. Impreso por ·
Grafinor s.a.- Lamadrid 1576- Villa Ballester
en el mes de febrero de 2001 '
Ruff s Graph Producciones - Estados Unidos 1682 Yº

Impreso en Argentina
Printed in Argentina

Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito


de la editorial. Todos los derechos reservados.
¡Oh, matemáticos, aclaren el error!
El espíritu no tiene voz, porque donde
hay voz hay cuerpo
LEONARDO
•'

En la actualidad, cualquier discurso sobre la experiencia


debe partir de la constatación de ue a no es al o realiza-
~ ues as1 como e privado de su biografía, al hombre
contemporáneo se le ha expropiado su experiencia: más bien
la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea
uno de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mis-
mo. Benjamin, que ya en 1933 había diagnosticado con
precisión esa "pobreza de experiencia" de la época moder:--
na, señalaba sus causas en la catástrofe de la guerra mun-
dial, de cuyos campos de batalla "la gente regresaba enmu-
decida... no más rica, sino más pobre en experiencias
compartibles... Porque jamás ha habido experiencias tan
desmentidas como las estratégicas por la guerra de trinche-
ras, las económicas por la inflación, las corporales por el

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,,
hambre, las morales por el tirano. Una generación que ha- cotidiana, y no una supuesta mala calidad_o insignificancia
bía ido a la escuela en tranvías tirados por caballos, estaba de la vida contemporánea respecto a la del pasado (al con-
parada bajo el cielo en un paisaje en el cual solamente las trario, quizás la existencia cotidiana nunca fue más rica en
nubes seguían siendo iguales y en cuyo centro, en un cam- acontecimientos significativos). Es preciso aguardar al siglo
po de fuerzas de corrientes destructivas y yxplosiones, esta- XIX para encontrar las primeras manifestaciqnes literarias
ba el frágil y minúsculo cuerpo humano".
de·la opresión de lo cotidiano. Si algunas célebres páginas
Sin embargo hoy sabemos que para efectuar la destrucción de El ser y el tiempo sobre la "banalidad" de lo cotidiano -en
de la experiencia no se necesita en absoluto d~ una catástrofe y las cuales la sociedad europea de entreguerras se sintió de-
que para ello basta perfectamente con la, pacífica existencia masiado inclinada a reconocerse- simplemente no hubie-
cotidiana en una gran ciudad. Pues la jornada del hombre con- ran tenido sentido apenas un siglo antes, es precisamente
temporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda porque lo cotidiano -y no lo extraordinario- constituía la
traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en materia prima de la experiencia que cada generación le trans-
noticias que lo contemplan desde una insalvable lejanía, ni los mitía a la siguiente (a esto se debe lo infundado de los rela-
minutos pasados al volante de un auto en un embotellamien- tos de viaje y de los bestiarios medievales, que no contienen
to; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterrá- nada de "fantástico", sino que simplemente muestran cómo
neo, ni la manifestación que de improviso bloquea la calle, ni en ningún caso lo extraordinario podría traducirse en expe-
la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente riencia). Cada acontecimiento, en tanto que común e in-
entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos de significante, se volvía así la partícula de impureza en torno
un revólver retumbando en alguna parte; tampoco la cola frente a la cual la experiencia condensaba, como una perla, su
a las ventanillas de una oficina o la visita al país de Jauja del propia autoridad. Porgue la experiencia no tie~e su correla~o
supermercado, ni los momentos eternos de muda promiscui- necesario en el conocimiento, sino en la autondad, es decu,
dad con desconocidos en el ascensor o en el ómnibus El hom-
.~n la palabra y el relato. Actualmente ya. nadie parece ~is­
poner de autoridad suficiente para garantizar una ex~enen­
cia y, si dispone de ella, ni siq':J.iera es rozado por la tdea de
basar en una experiencia el fundamento de su propia auto-
ridad. Por el contrario, lo que caracteriza al tiempo presente
Esa incapacidad para traducirse en experiencia es lo que es que toda autoridad se fundamenta en lo inexperiment.::?~e
vuelve hoy insoportable -como nunca antes-la existencia y nadie podría aceptar como válida una autoridad cuyo úm-

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co título de legitimación fuese una experiencia. CEl rechazo a
las ~azones de la experiencia de parte de los movimientos ju- Glosa
veniles es una prueba elocuente de ello.)
De allí la desaparición de la máxima y del proverbio, que Un relato de Tieck, que se titula "Lo superfluo
e~an las formas en que la experiencia se situaba como auto- en la vida'', nos muestra a una pareja de amantes
ndad. El esl?gan que los ha reemplazado es el proverbio de arruinados que poco a poco renuncian a todos los
~na .humamdad que ha perdido Ja experiencia. Lo cual no bienes y a toda actividad externa y terminan vivien-
sigmfica que hoy ya no existan experiencias. Pero éstas se do encerrados en su habitación. Finalmente, ya sin
efectúan fuera del hombre. Y curios~nte el hombre se disponer de leña para el fuego, para calentarse que-
queda cont~mplándolas con alivio. Desde este punto de vista, man también la escalera de madera que conectaba
resulta particularmente instructiva una visita a un museo 0 · su habitación con el resto de la casa y quedan aisla-
a un l.ugar de p~regrinaje turístico. Frente a las mayores dos del mundo exterior, in o sin otra
~aravtllas de la tierra (por ejemplo, el P,tio de los leones en ocu ación ue su amo Esa escalera -nos da a en- ;;,e
1'} Alhambra), la aplastante maya da de la humanida~e tender Tieck- es la experiencia, que ellos sacrifi~an ~
nie a a ad uirir una ex eriencia·· r e la ex enencia
· · en las llamas del "conocimiento puro" Cuando e
sea capturada por la máquina de fotos. Ñaturalmente no dueño de casa (que representa as razones de la expe-
se trata de deplorar esa realidad, sino de tenerla en cue~ta. riencia) regresa y busca la vieja escalera que condu-
Ya que tal vez en el fondo de ese rechazo en apariencia de- cía al piso alquilado a los dos jóvenes inquilinos,
m~n.te se escon?a un g~rmen de sabiduría donde podamos Enrique (es el nombre del rota onista) lo ridiculi-
adivmar la semdla en hibernación de una experiencia futu- za con estas alabras: "Pretende basarse en la vieja
ra. La tarea que nos proponemos -recogiendo la herencia experiencia del que permanece en el piso y quiere
del programa benjaminiano "de la filosofía venidera"- es moverse lentamente, subiendo un peldaño después
preparar~! lugar lógico donde esa semilla pueda alcanzar su de otro, hasta la más alta comprensión, pero nunca
maduracwn. podrá alcanzar nuestra intuición inmediata, pues
nosotros ya hemos abolido todos esos triviales mo-
mentos de la experiencia y de la sucesión para sacri-
ficarlos al conocimiento puro, siguiendo la antigua
ley de· los Parsis, con la llama que limpia y vivifica''.

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Incluso la actual toxicomanía.de masas de\;>e ser
Tieck justifica la supresión de la esc~era, es de-
vista en la perspectiva de esa destrucción de la e~­
cir, de la experiencia, como una "filosofía de la
periencia. Quienes descubrieron la droga en el si-
pobreza que les impuso el destino". Una similar glo XIX (acaso los menos lúcidos entre ellos) toda-
"filosofía de la pobreza'' puede explicar el actual
vía podían abrigar la ilusión de que efectuaban una
rechazo a la experiencia de parte de los jóvenes (aun-
nueva experiencia, mientras que para los hombres
qu~ no sól? d~ los jóvenes: indios metropolitanos y
actuales ya sólo se trata de desembarazarse de toda
tunstas, hippies y padre§ de familia están manco- . .
munados -mucho más de lo que éi,Starían dispues- expenencia.
tos a reconocer- por una idénti<f<t expropiación de
la experi~ncia). Pues son como áquellos personajes
de histoneta de nuestra infancia que pueden cami~
nar en el vacío hasta tanto no se den cuenta de
ello: si lo advierten, si lo experiwentan, caen irre-
mediablemente. · "'
II
~or eso, si bien su condición <:s objetivamente
ternble, nunca se vio sin embargó un espectáculo
En cierto sentido, la expropiación de la experiencia esta-
más repugnante de una generación de adultos que
ba implícita en el proyecto fundamental de la ciencia mo-
tras haber destruido hasta la última posibilidad
derna. "La experiencia, si se encuentra espontáneamente,
de una experiencia auténtica, le reprocha su mi-
' se llama 'caso', si es expresamente buscada toma el nombre
s~ria ~una juventud que ya no es capaz de expe-
~O"' de 'experimento'. Pero la experie~cia común no ~s más que .
~IenCia. En un momento en que se le quisiera
una escoba rota, un proceder a nentas como qmen de no-
Imponer a una humanidad a la que de hecho le
che fuera merodeando aquí y allá con la esperanza de acer-
ha si?o expropiada la experiencia una experiencia .
. tar el camino justo, cuando sería mucho más útil y pruden-
mampulad31 y guiada como en un laberinto para
te esperar el día, encender una luz y luego dar con la calle.
ratas, cuando la única experiencia posible es ho-
El verdadero orden de la experiencia comienza al encender
la luz; después se alumbra el camino, empeza~do p~r la
rror o mentira, el rechazo a la experiencia puede
entonces constituir -provisoriamente- una defen-
experiencia ordenada y madura, y no por aquella disconnnua
sa legítima.

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calculable y cierta pierde inmediatamente su auto:ida~. N~
y enrevesada; pri~e~o de~uce los axiomas y lu~'go procede
se puede formular una máxima ni contar. un~ htstona alh
con nuevos expenmentos . En esta frase de Francis Bacon
donde rige una ley científica. La ~xp~nencia ~e la ~ue
la ~x.periencia en se?tido tradicional-la que se traduce e~
Montaigne se ocupa estaba tan poco mclm:da ~aci~ lacten-
max.Imas y proverbios- ya es condenada sin apelación. La
cia que éste define su material. como un, s~~¿et mforme,
dis.tin~ión entre verdad de hecho y verdad de razón (que
qui ne peut rentrer en producnon ouvragere y en el cual
:eibntz formula al afirmar que "cuando se espera quema-
no es posible fundar ningún juicio constante ("il riy a au~une
nan~ salga el s~l, se actúa empíri~amente, porque ha pasa-
constante existence, ny de notre estre, ny de celm des
do siempre asi hasta hoy. Sólo el astrónomo juzga con ra-
objects ... Ainsin i1 ne se peut establir ríen de certain de 1' un
zón") sancionó ulteriormente esa condeqa. Pues contraria- .
mente a lo que se ha reperidº ~QP freCuencia, la ciencia a' 1' autre... "2) .
La idea de una experiencia separada del conocimiento se
ha vuelto pa;a nosotros tan extraña ue hemos olv~da~o
moderna nace de una desconfianza sin rec _
~ión a la experiencia t como era tradicionalmente ente~­ que, hasta e nacimiento de la ciencia mo~erna, exp,enenc:a
gida (Bacon la define como una "selva'' y u~"laberinto" d~nde
iciencia tenían cada unas~ lugar propto. Y n~ solo e~to,
pre:ende poner orden). De la mirada en el perspicillum de
también era diferente el suJeto del cual &pendtan. SuJeto
Galileo no surgirán fidelidad y fe en la ex~eriencia, sino la
de la experiencia era el sentido común, presente en cada in-
~u~a de Desc~tes y s~ c~lebre hipótesis de un demonio cuya
dividuo (es el "principio que juzga'' de Aristóteles Y la vis
umca ocupacion consistiera en engañar nuestros sentidos.
aestimativa de la psicología medieval, que todavía no son
, La certificac.ión científica de la experiencia que se efec-
lo que nosotros llamamos el buen sentido), mientras que
tua en e~ expenmento -que permite deducir las impresio-
sujeto de la ciencia es el nous o el intelecto agente, que
está separado de la experiencia, "impasible" ! ':divino'~
nes sensibles con la exactitud de determinaciones cuantita-
ti~as .Y por ende prever impresiones futuras- responde a esa
(mejor dicho, para ser más precisos, el conoctmtento m
per~Ida de certeza que de~plaza la experiencia lo más afuera
siquiera tenía un sujeto en el sentido moderno de u.n ego,
posible del hombre: a los instrumentos y a los números.
sino que más bien el individuo singular era el sub-Jectum
~ero de este modo l~a experiencia tradicional perdía en rea-
lidad todo valor. Porque como lo muestra la última obra de · "tema informe, que no puede ingresar en una pr?ducción elaborada"; se
utiliza la ortografía antigua del francés d~ Montatgne. (T) . .
la cul~ura .europea que todavía se funda íntegramente en la 2 "no hay ninguna existencia constante, m en nuestr? ser, m en el de los
expene~cia: los Ensayos de Montaigne, la experiencia es in- objetos ... De modo que no es posible establecer mnguna certeza sobre
compatible con la certeza, y una experiencia convertida en uno u otro ... " (T).

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donde el intelecto agente, único y separado, efectuaba el aprender únicamente a través y después de un padecer, que
conocimiento). excluye toda posibilidad de prever; es decir, de conocer.algo
En esa separación entre experiencia y ciencia debemos con certeza.
ver el sentido -para nada abstruso, sino extremadamente La experiencia tradicional (para entendernos, aquella de
concreto- de las disputas que dividieron a los intérpretes la que se ocupa Montai ne se mantiene fiel a esa se aración
del aristotelismo de la antigüedad tardía y del medioevo en de a expenencia y de la ciencia, del saber humano el saber
torno a la unicidad y la separacióp del intelecto y su comu- 1vmo. s preCisamente una experiencia del límite que sepa-
nicación con los sujetos de la experiencia,.. Para el pensa- ra ambas esferas. Ese límite es la muerte. Por eso Montaigne
miento antiguo (y al menos hasta Sant~ Tomás, también puede formular el fin último de la experiencia como un ace -
para el pensamiento medieval), inteligencia (nous) y alma
4
camiento a la muerte, como un llevar al hombre a la madu-
(psyche') no son en efecto la misma cosa, y el intelecto no es, rez mediante una anticipación de la muerte en cuanto límite
como estamos acostumbrados a pensar, una «facultad" del extremo de la experiencia. Aunque para Montaigne ese lími-
alma: de ning~n modo le pertenece, sin~que aquél, ((sepa- te sigue siendo ·algo inexperimentable, al que sólo es posible
rado, no mezclado, no pasivo", según la célebre fórmula aproximarse («si nous ne pouvons le joindre, nous le pouvons
aristotélica, se comunica con ésta para efectuar el conoci- approcher" 3); y en el mismo momento en que recomienda
miento. Por consiguiente, para la Antigüldad el problema "acostumbrarse" y "quitarle su extrañeza'' a la muerte ("ostons
central del conocimiento no es la relación entre un sujeto y luy 1'estrangeté, pratiquons le, n'ayon ríen si souvent en teste
un objeto, sino la relación entre lo uno y lo múltiple. De que la mort" 4), ironiza sin embargo sobre aquellos filósofos
modo que el pensamiento clásico desconoce un problema "si excellens mesnagers du temps, qu'ils ont essayé en la mort
de la experiencia como tal; y aquello que a nosotros se nos mesme de la gouster y savourer, et ont bandé leur esprit pour
plantea como el problema de la experiencia se presenta en voir que e' estoit ce passage; mais ils ne sont pas revenus nous
cambio como el problema de la relación (de la "participa- en dire les nouvelles" 5•
ción", pero también de la "diferencia", como dirá Platón)
entre el intelecto separado y los individuos singulares, entre 3 "si no podemos alcanzarlo, podemos aproximarnos a él" (T).
lo uno y lo múltiple, entre lo inteligible y lo sensible, entre . 4 "quicémosle su extrañeza, frecuentémosla, no teniendo en mente con tan-
ta frecuencia otra cosa que la muerte" (T).
lo humano y lo divino. Diferencia que subraya el coro de la 5 "tan excelentes dominadores del tiempo que han procurado degustar y
Orestíada de Esqu1lo al caracterizar el saber humano -con- saborear hasta la misma muerte, y han tensado sus espíritus para ver en
tra la hjbris de Agamenón- como un páthei máthos, un qué consistía ese pasaje; pero no han regresado para contarnos sus noveda-
des" {T).

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En su búsqueda de la certeza, la ciencia moderna anula vez con la idea de un páthéma indecible·donde el iniciado
esa separación y hace de la experiencia el lugar -el "méto- efectuaba la experiencia de su propia muerte ("conoce el
do", es decir, el camino- del conocimiento. Pero para lo- fin de la vida", dice Píndaro) y adquiría así "previsiones
grarlo debe realizar una refundición de la experiencia y más dulces con respecto a la muerte y al término del
una reforma de la inteligencia, expropiando ante todo sus
. ,
tiempo .
respectivos sujetos y reemplazán~olos por un nuevo y único La concepción aristotélica de las esferas celestes
sujeto. Pues la gran revolución. de la ciencia moderna no homocéntricas como "inteligencias" puras y divinas, in-
consistió tanto en una defensa de la experiencia contra la munes al cambio y a la corrupción y separadas del mundo
autoridad (del argumentum ex re cont~ el argumentum ex terrestre sublunar, que es el lugar del cambio y de la co-
verbo, que en realidad no son inconciliables), sino más rrupción, recobra su sentido originario sólo si se la sitúa
bien en referir conocimiento y experiencia a un sujeto contra el fondo de una cultura que concibe experiencia y
único, que sólo es la coincidencia de ambos órdenes en un conocimiento como dos esferas autónomas. Haber pues-
punto arquimédico abstracto: el ego {-()gito cartesiano, la to en relación los "cielos" de la inteligencia pura con la
conc1enc1a. "tierra" de la experiencia individual es el gran descubri-
Mediante esa interferencia de experi;ncia y ciencia en miento de la astrología, lo cual la convierte no ya en ad-
un único sujeto (que al ser universal e i~pasible y al mis- versaria, sino en condición necesaria de la ciencia moder-
mo tiempo un ego reúne en sí las propiedades del intelecto na. Sólo porque la astrología (al igual que la alquimia,
separado y del sujeto de la experiencia), la ciencia moder- que está asociada a ella) había reducido en un sujeto úni-
na reactualiza aquella liberación del páthei máthosy aque- co en el destino (en la Obra) cielo y tierra, lo divino y lo
lla conjunción del saber humano con el saber divino que humano, la ciencia pudo unificar en un nuevo ego ciencia
constituían el carácter propio de la experiencia mistérica y experiencia, que hasta entonces dependían de dos suje-
y que habían encontrado sus expresiones precientíficas en tos diferentes. Y sólo porque la mística neoplatónica y her-
la astrología, la alquimia y la especulación neoplatónica. mética había colmado la separación aristotélica entre noús
Porque no fue en la filosofía clásica, sino en la esfera de la y psyché y la diferencia platónica entre lo uno y lo múlti-
religiosidad mistérica de la Antigüedad tardía donde el ple con un sistema emanatista en el que una jerarquía con-
límite entre humano y divino, entre el páthei máthos y la tinua de inteligencias, ángeles, demonios y almas
ciencia pura (al cual, según Montaigne, sólo es posible (recuérdense los ángeles-inteligencias de Avicenna y de
acercarse sin tocarlo nunca), fue sobrepasado por primera Dante) se comunicaba en una "gran cadena'' que parte del

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Uno y vuelve a él, fue posible situar como fundamento de miento- había sido asimilado a tal punto como principio de
la "ciencia experimental" un único sujeto. Por cierto que la nueva ciencia con la constitución de un nuevo sujeto que
no es irrelevante que el mediador universal de esa unión el aparato propiamente -mítico-adivinatorio ya se volvía su-
inefable entre lo inteligible y lo sensible, en~re lo corpóreo perfluo. La oposición racionalismo/irracionalismo, que per-
y lo incorpóreo, lo divino y lo humano fuese un pneuma, tenece tan irreductiblemente a nuestra cultura, tiene su fun-
un "espíritu", en la especulación_de la Antigüedad tardía y damento oculto justamente en esa copertenencia originaria
el medioevo, porque justamente ese "espíritu sutil" (el de astrología, mfstica y ciencia, cuyo síntoma más e-vidente
spiritus phantasticus de la _mística medieval) le proporcio- fue el reviva! astrológico entre los intelectuales renacentistas.
nará algo más que su nombre al nuevg sujeto de la cien- Históricamente, ese fund.amento coincide con el hecho -só-
cia, que precisamente en Descartes se presenta como es- lidamente establecido gracias a los estudios de la filología
prit. El desarrollo de la filosofía moderna está íntegramente warburgiana- de que la restauración humanista de la Anti-
comprendido, como un capítulo de aquella "semántica his- güedad no fue una restauración de la Antigüedad clásica,
tórica'' que definía Spitzer, en la contigüidad semántica de sino de la cultura de la Antigüedad tardía y en particular del
pneuma-spiritus-esprit-Geist. Y justamente porque el suje- neoplatonismo y del hermetismo. Por eso una crítica de la
to moderno de la experiencia y del conocipliento -así como mística, de la astrología y de la alquimia debe necesariamente
el concepto mismo de experiencia- tiene sus raíces en una implicar una crítica de la ciencia, y sólo la búsqueda de una
concepción mística, toda explicitación de la relación entre dimensión donde ciencia y experiencia recobraran su lugar
experiencia y conocimiento en la cultura modern'a está con- original podría llevar a una superación definitiva de la oposi-
denada a chocar con dificultades casi insuperables. ción racionalismo/irracionalismo.
Por medio de la ciencia, de hecho la mística neoplatónica Pero mientras que la coincidencia de experiencia y co-
·y la astrología hacen su ingreso en la cultura moderna, con- nocimiento constituía en los misterios un acontecimiento
tra la inteligencia separada y el cosmos incorruptible de inefable, que se efectuaba con la muerte y el renacimiento
Aristóteles. Y si la astrología posteriormente fue abandonada del iniciado enmudecido, y mientras que en la alquimia se
(sólo posteriormente: no se debe olvidar que Ticho Brahe, actualizaba en el proceso de la Obra cuyo cumplimiento
Kepler y Copérnico eran también astrólogos, así como Roger constituía, en el nuevo sujeto de la ciencia se vuelve ya no
Bacon, que en muchos aspectos anuncia la ciencia experi- algo indecible, sino aquello que desde siempre es dicho en
mental, era un ferviente partidario de la astrología), fue por- cada pensamiento y en cada frase, es decir, no un páthema,
que su principio esencial-la unión de experiencia y conoci- sino un máthema en el sentido originario de la palabra: algo

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que desde siempre es inmediatamente reconocido en cada certum est. Quandiu autem? Nempe qnandiu cogito; nam
acto de conocimiento, el fundamento y el sujeto de todo forte etiam fieri posset, si cessarem ah omni cogitatione, ut
pensamiento. illico totus esse desinerem").
Estamos acostumbrados a representar~os al sujeto como La impalpabilidad y la insustancialidad de ese ego se traslu-
una realidad psíquica sustancial, como una conciencia en ce en las dificultades que tiene Descartes para nombrarlo e
cuanto lugar de procesos psíquic()S. Y olvidamos que, en el identificarlo más allá del ámbito de la pura enunciación yo
momento de su aparición, el carácter "psíquico" y sustan- pienso, yo soy, y en la insatisfacción con que, forzado a abando-
cial del nuevo sujeto no era algo obvio. En el instante en nar la vaguedad de la palabra res, enumera el vocabulario tradi-
que se hace evidente en la formulación q .rtesiana, de hecho cional de la psicología ("res cogitans, id est mens, sive animus,
no es una realidad psíquica (no es la·psy;hé de Aristóteles ni sive intellectus, sive ratio"), quedándose finalmente, no sin va-
el anima de la tradición medieval), sino un puro punto cilaciones, con la palabra mens (que se convierte en esprit en la
arquimédico ("nihifnisi punctum petebat Archimedes, quo? edición francesa de las Meditations de 1647). Sin embargo,
. esset firmum ac immobile ... ") que justa¡nente se ha consti- inmediatamente después (con un salto lógico cuya incoheren-
tuido a través de la casi mística reducción de todo conteni- cia no se les escapaba a los primeros lectores de las MeditaCio-
do psíquico excepto el puro acto del pen~~r ("Quid vero ex nes, en particular a Mersenne y a Hobbes, que le reprochará a
iis quae animae tribuebam? Nutriri vel incedere? Descartes una.deducción análoga a "je suis promenant, done
Quandoquidem jam corpus non habeo, haec quoque nihil je suis une promenade"6), este sujeto es presentado como una
sunt nisi figmenta. Sentire? Nempe etiam hoc non fit sine sustancia, contrapuesta a la sustancia material, a la cual se le
corpore, et permulta sentire visus sum in somnis quae deinde vuelven a atribuir todas las propiedades que caracterizan al
animadverti me non sensisse. Cogitare? Hic invenio: alma de la psicología tradicional, incluidas las sensaciones ("Res
- cogitatio est; haec sola a me divelli nequit"). En su pureza cogitans? Quid est hoc? Nempe dubitans, intelligens, affirmans,
originaria, el sujeto cartesiano no es más ~ue el sujet~ d~l negans, volens, nolens, imaginans quoque, et sentiens"). Y este
verbo, un ente puramente lingüístico-funcwnal, muy slml- yo sustantivado, en el cual se realiza la unión de nom y psyché,
lar a la "scintilla synderesis" y al "ápice de la mente" de la de experiencia y conocimiento, suministra la base sobre la cual
mística medieval, cuya realidad y cuya duración coinciden el pensamiento posterior, de Berkeley a Locke, construirá el
con el instante de su enunciación (" ... hoc pronuntiatum, concepto de una conciencia psíquica que sustituye, como nuevo
Ego sum, ego existo, quoties a me profertur, vel m~nte
concipitur, necessario esse verum... Ego sum, ego eXlsto; 6 "estoy paseando, por lo tanto soy un paseo" (T).

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sujeto metafísico, al alma de la psicología cristiana 'Y al noús de ca. A su lado, Sancho Panza~ el viejo sujeto de la experien-
la metafísica griega. cia, sólo puede tener experiencia, sin hacerla nunca.
La transformación del sujeto no dejó de alterar la expe-
riencia tradicional. En tanto que su fin era conducir al hom-
bre a la madurez, es decir, a una anticipación de la muerte Glosas
como idea de una totalidad ·acabada de la experiencia, era
en efecto algo esencialmente finito, era algo que se podía l. Fantasía y experiencia
tener y no solamente hacer. Pero una vez que la experiencia
comience a ser referida al sujeto de la ci~cia, que no puede Nada puede dar la medida del cambio produci-
alcanzar la madurez sino únicamente incrementar sus pro- do en el significado de la experiencia como el tras-
pios conocimientos, se vuelve por el contrario algo esen- torno que ocasiona en el estatuto de la imagina-
cialmente infinito, un concepto "asintótico", como dirá ción. Pues la imaginación, que actualmente es ex-
Kant, algo que sólo es posible hacer y n\tnca se llega a tener. pulsada del conocimiento como "irreal", era en
nada más que el proceso infinito del conocimiento. cambio para la antigüedad el medium por excelen-
Por eso quien se propusiera actualmel1¡te recuperar la ex- cia del conocimiento. En cuanto mediadora entre
periencia tradicional, se encontraría en una situación para- sentido e intelecto, que hace posible la unión en el
dójica. Pues debería comenzar ante todo por dejar de expe- fantasma entre la forma sensible y el intelecto po-
rimentar, suspender el conocimiento. Lo cual no quiere de- sible, ocupa en la cultura antigua y medieval exac-
cir que sólo con eso haya recobrado la. experiencia que a la tamente el mismo lugar que nuestra cultura le asig-
vez se pue~e hacer y se puede tener. El viejo sujeto de la na a la experiencia. Lejos de ser algo irreal, el
experiencia de hecho ya no existe. Se ha desdoblado. En su mundus imaginabilis tiene su plena realidad entre
lugar hay ahora dos sujetos, que una novela de principios el mundus sensibilis y el mundus intelligibilis, e in-
del siglo XVII (o sea en los mismos años en que Kepler y cluso es la condición de su comunicación, es decir,
Galileo publican sus descubrimientos) nos muestra mien- del conocimiento. Y desde el momento en que la
tras caminan uno junto al otro, inseparablemente unidos fantasía, según la Antigüedad, forma las imáge-
en una búsqueda tan aventurera como inútil. nes de los sueños, se explica la relación particular
Don Quijote, el viejo sujeto del conocimiento, ha sido que en el mundo antiguo vincula al sueño con la
encantado y sólo puede hacer experiencia sin tenerla nun- verdad (como en las adivinaciones per somnia) y

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