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Niño deseado,
niño feliz
guí as pa r a p a d r e s §| p a i d ó s
Françoise Dolto
Niño deseado,
niño feliz
Claves para aceptar,
comprender y respetar
las particularidades
de sus hijos
edidones
PAIDOS
Barcelona-Buenos Aires-México
lilulo original: Lorsque l'enfant paraît, tome 3
l’uhlicado en francés por Éditions du Seuil, Paris
Ir.ulucdôn de Alfredo Bâez
Sii|)(>rvisiôn de Nelba Martinez de Nasio
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de excavación. Dice luego: “Los dos tendríamos deseos de un
bebé, pero no imaginamos cómo podremos vivir en el futuro con
un hijo grande. Por razones de edad (esta señora tiene treinta y
cuatro años) y por razones financieras, sería nuestro único hijo.
I ji cuanto a mi marido, lo sacrifica todo a su trabajo. Yo lo
comprendo, pues a m í también me apasiona su t r a b a j o S e
pregunta si no será una tontería poner en peligro su vida de
pareja, que por lo visto es muy feliz, teniendo un hijo para hacer
como todo el mundo. Ella misma lo dice: “Es normal tener hijos,
es la verdadera vida”.
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Ya ves, te toco: soy yo, eres tú / 19
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tijeras, un libro), se lo decía siempre a los padres. Estos se
preguntaron entonces: “¿De manera que el diálogo no sirve para
nada?” Lo más grave tal vez fu e que la víspera de la llegada de la
abuela — y ésta es la razón que la lleva a escribirnos— , unos
vecinos vieron al pequeño encender papeles de los recipientes de
basura de un edificio próximo. Los recipientes quedaron fundidos.
Otro chico que estaba con él escapó corriendo porque tenía miedo;
en cambio, él permaneció en el lugar fascinado por las llamas. La
señora pregunta: “¿Qué hay que hacer? S i el diálogo no sirvió
para nada, ¿habrá que castigarlo? ¿Y cómo vigilarlo? Eso no es
posible. No se puede vigilar a un niño de esa edad durante las
veinticuatro horas del día. ¿Habrá que quemarle ligeramente una
mano para mostrarle que es peligroso el fuego? Eso me parece
cruel y extrem ado”. Una amiga de la fam ilia sugirió la idea de
quitarle el gusto por el fuego por obra del exceso, es decir por
ejemplo, obligarlo a encender todas las cerillas de veinte cajas. La
abuela quiere saber qué piensa usted de todo esto.
cum pleaños, cuando todavía era dem asiado pequeño para ha
cerlo solo, una persona m ayor le guiaba la mano para que
encendiera y reencendiera las velas de la torta. Lo cierto es que
minea hay que guiar la m ano de un niño p ara ayudarlo a hacer
algo que todavía no está autorizado a hacer p o r sí mismo. Y
esto es im portante porque el fuego es fascinante. Me pregunto
si este chico no tra ta de encontrar de nuevo una m ano que lo
guíe en todo, como cuando era pequeño; si no se acuerda de
una m anera bien clara, recuerda inconscientem ente aquel día de
Tiesta en el que, de pronto, hizo algo peligroso com o si fuera un
adulto, aunque sin darse en m odo alguno cuenta, en aquel
m om ento, de que lo ayudaban.
Es com o esos padres que sentados frente al volante tom an a
sus hijos en sus rodillas para hacerles “ conducir” el autom óvil.
Eso es espantoso. Y tam bién es espantoso que, siendo el niño
bastante grande (once o doce años), conozca los principios de
m anejar un autom óvil y se lo deje m anejarlo cuando la ley
prohíbe semejante cosa si no se han reunido los correspondien
tes requisitos; esta conducta es extrem adam ente peligrosa, p o r
que indica que el padre tam bién está fuera de la ley, fuera de
una ley que es la ley de todos.
En este caso particular, ¿qué sentido tiene el consejo de los
vecinos de obligar al niño a encender el contenido de veinte
cajas de cerillas? ¿Se pretende fastidiarlo? ¿A burrirlo? No será
aburriéndolo como podrá ayudárselo. Y si alguien puede pres
ta r ayuda a este niño, no será una mujer, ahora que tiene seis
años y considerando que el fuego es sím bolo de deseo; creo que
la persona indicada es el padre. Que la m adre lo vigile, que
hable con él del fuego, que le pida que dibuje llamas, que cada
vez que tiene ocasión de hacer algo relacionado con el fuego
(com o encender el gas o los leños, si hay una chimenea) le
enseñe la utilidad del fuego; que le diga: “ Voy a m ostrarte” .
Pero no debe hacerlo con dem asiada rapidez ni guiarle la m ano,
sino que habrá de m ostrarle como ella misma lo hace explicán
doselo con palabras. Luego el niño hará lo mismo. Si hay un
poco de peligro y si se quem a un poco, la m adre com entará:
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... y que hasta soñaba con ir al mar. Los padres debían decirle:
“Pero ahora estamos en invierno. No puedes ir...”
Hoy se habla mucho de bebés que nadan. ¿Está bien o está mal
meter la cabeza debajo del agua, en las piscinas, a bebés muy
pequeños?
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Evidentemente.
Para decirlo todo, hay que admitir que después de esta abun
dante correspondencia que hemos recibido sobre el bilingüismo,
éste no determina grandes problemas en la mayoría de los casos.
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lilancanieves es alguien que trajina desde la mañana a la noche / 39
belleza y con su soledad, como parece ser el caso aquí, lin esta
niña hay algo que me inquieta: ese fastidio, esa evasión única
mente a un m undo im aginario en el que ella se habla a sí
misma, esa nulidad en los quehaceres domésticos, esa pasividad
en la escuela y en la casa, perdida continuam ente en su sueño,
esperando a un hipotético príncipe encantador para extasiarse.
¡Ah, sí!
Eso es.
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Explicar los ruidos y hacer amar la música amándola / 53
dos por el agua que desaparece. Estas cosas hay que decírselas
con palabras, cuando todavía no están dispuestos a m irarlas y
luego hay que hacérselas observar; así se acostum brarán muy
pronto.
Pero sobre todo, no hay que burlarse de un niño que tiene
miedo de un ruido. No hay que decirle nunca: “ ¡Ah, qué tonto
eres! ¡Es la aspiradora!” Hay que considerar que un niño quiere
saber y entonces hay que explicarle el ruido con palabras y
tranquilizarlo.
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señor es m alo” . Tam bién hay chicos que dicen: “ M ira esa
mujer. ¡Qué azul es!” o “ ¡Oh, qué roja es!” Esto quiere decir
que les parece agradable esa señora. A los cuatro años, los
niños expresan a veces en colores los sentim ientos que experi
mentan respecto de alguien. Lo pueden confiar a la m am á que
com prende, porque está en coloquio con su hijo. D eberá expli
car: “ ¡Sí! Roja en brom a dices, porque lo que realm ente quieres
decir es que es sim pática o que no es sim pática” . N o puedo
decir nada más. Este niño sólo tiene cuatro años...! ¡Que no lo
sermoneen!
padres debieron hacerse cargo del negocio y trabajar allí; por eso
confiaron a los dos hijos a la abuela que acababa de enviudar.
Esta los llevaba todos los días al cementerio: “Creo que eso tal
vez influyó en él. En aquel momento no me atreví a pedir a m i
suegra que no llevara a los chicos al cementerio, porque me daba
cuenta de que estaba profundamente apenada y que la visita al
cementerio le hacía mucho bien”. Esta señora agrega que los
primeros años de su matrimonio no fueron m uy buenos, que a
menudo ella y el marido reñían días enteros sin tener en cuenta si
los hijos lo advertían o no. Ahora las cosas marchan mucho mejor
entre ellos.
niño calum niador que denigra a los dem ás, falsa víctima o
víctima real, nunca podrá llegar a ser autónom o. Siempre re
currirá a la autoridad protectora y al hacer castigar al otro
o btendrá una lam entable venganza. Poco a poco será detestado
p o r los demás chicos y considerado com o un espía enemigo.
A hora bien, si la soplonería está m otivada p or la inquietud
que provoca la trasgresión de un reglam ento, será reafirm ando
ese reglam ento violado como se ayudará al niño a saber condu
cirse, según su propia conciencia, en lugar de dejarse tentar
com o un carnero de Panurgo y hacer a su vez la misma bribo
nada del otro.
El chico que anda con cuentos es un ser débil que siente
celos o envidia de otro más fuerte, más listo, más hábil que ha
triunfado sobre él. Se lo ayuda negándole el beneficio que él
calculaba que obtendría de su chisme y así se lo ayuda a
corregirse de esa sensibilidad quejum brosa o acusadora que le
impide hacer amigos. Los niños que juegan poco y mal, los
malos cam aradas siempre dispuestos a denigrar a los demás, los
niños juiciosos en lo tocante a instancias tutelares se convierten
rápidam ente en niños solitarios y desdichados, entre los de su
edad, si la autoridad parental se deja m anipular.
Lo repito, nuestra misión de educadores consiste en arm ar a
los niños para la vida en com unidad con los de su edad, en
ayudarlos a que sepan “ autom aternarse” en las pruebas adver
sas y “ autopatern arse” en su conducta con referencia a la
prudencia y a la ley, aun cuando otros les den el ejemplo de que
es posible transgredir la una sin daño y la otra sin escrúpulos.
“ No hagas tú lo m ismo, puesto que sabes muy bien que él obró
mal o que fue im prudente.”
9. El propio niño debe hacerse responsable
(O rganización del trabajo escolar)
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El propio niño debe hacerse responsable / 71
tal hora harás esto otro; si todo sale bien, habrás term inado a
tal h o ra ” . Y entonces se anotan esos horarios en un papel que
se deja cerca del chico. La m am á recordará las horas fijadas y
acudirá p ara controlar: “ A hora basta. Ya has trabajado suficien
tem ente con esta lección, pasa a la o tra ” . Si no se procede así
los alum nos se ven ahogados por el trabajo; los profesores
piden m uchas cosas y nunca se term inaría con el prim er asunto
estudiado. Poco a poco, al cabo de algunas sem anas, el niño
llegará a adm inistrar bien su tiem po, a aprender lo esencial y a
dejar de lado lo que no lo es, porque tam bién hay que saber
dónde detenerse. Entre la negligencia y el perfeccionismo se
trata de encontrar el justo medio, el de la eficacia suficiente.
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¿Por qué la escuela tiene que ser tan triste? / 79
Sí, pero los padres... ¿Cómo pueden los padres ayudar a sus
hijos? Porque no todo el mundo posee los medios de cambiar de
lugar, de liceo o de colegio. Además la madre se da m uy bien
cuenta de que lo que mortifica a su hijo es, no tanto un pequeño
defecto de pronunciación, como lo que sucede alrededor de él.
Lo que puedo decir es que tal vez sea mejor que no interven
ga la m adre, pues me parece que protege dem asiado a su hijo...
C orrespondería más bien al padre...
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Pero en este caso, ¿cree usted que los padres deberían ir a ver
a los profesores y hablar con ellos?
Pero todo esto me deja muy triste; quisiera que todos los
m aestros y m aestras que lean este libro aprovechen la lección de
lo que acabam os de decir y que nunca, nunca, un niño sea
hum illado por ellos o p o r sus cam aradas sabiéndolo los docen
tes. C uando los com pañeros se burlan de un niño que se expre
sa mal o que hizo m al un trabajo, el m aestro de escuela tiene el
deber de hacerlos callar diciéndoles: “ Lo que hacéis no es
hum ano. ¿Cómo procedéis de esa m anera? Parecéis m onos en
una ja u la ” . C laro está que el m aestro no debe conducirse com o
el m ono jefe de la jaula. La escuela está hecha para que el niño
se sienta en ella con confianza, aun cuando haga mal un deber
o com eta alguna tontería. C uanto más se ayude a un niño a
superar sus dificultades, más obra de profesor y de educador se
hará.
¿Lo extorsionan?
¿Por qué la escuela tiene que ser tan triste? / 83
“¡Claro está, son mujeres!” Lo digo porque cada vez que usted
habla de esta manera recibimos un alud de cartas: “Pero, ¿cómo?...
Entonces, porque somos mujeres, ¿no servimos para nada?”
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¡Prepárate para el futuro! / 87
Y esta señora precisa que la vida no les pasó por delante, que
todos practicaron deportes. “No teníamos televisión hasta el año
pasado, pero mis hijos practicaron danza, piano, ...”
C laro está.
en este m om ento son los padres los que sufren y que él mismo
no sufre nada.
H abría otras soluciones: El m aestro principal podría darle
lecciones una vez por sem ana y lo mismo podría hacer también
el segundo m aestro principal, pues en ese grado habrá probable
mente por lo menos dos. C uando esté curado se lo podría
colocar com o medio pupilo o pupilo en uno de esos colegios en
los que se recuperan clases atrasadas (esos colegios ayudan
m ucho a los niños que están en esa edad difícil, en la cual
todavía tienen necesidad de que alguien se ocupe de la organi
zación de su trabajo). De esta m anera sufrirá m enos por el
hecho de que sus padres, muy atareados, no puedan ocuparse
directam ente de él y tam bién sufrirá menos del hecho de que se
lo com pare con su herm ano m enor, sobre todo, si es alum no
pupilo y él desea serlo.
Esta otra madre tiene tres hijos: un varón de doce años y dos
niñas de once años y nueve años y medio. Le hace a usted una
pintura de la fam ilia: el padre está físicam ente presente, pero no
parece darse cuenta de la presencia de sus hijos sino cuando éstos
lo molestan. Las relaciones son difíciles sobre todo entre el padre
y el hijo. Hasta ahora, la madre había ayudado siempre a su hijo
en el trabajo escolar. Este año el niño está en sexto grado y ella
ya no se ocupa más de él. Esta señora escribe: “La consecuencia
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Por otro lado, para él no es posible vivir en una casa donde hay
dos niñas menores que él. Tiene que vivir con m uchachos; ¿por
qué no con esos scoutsl D urante las vacaciones tal vez podría
enviárselo tres meses a un barco de pesca que adm ita grumetes
o a orillas del m ar para que viviera con una fam ilia de pescado
res. La m adre tiene que buscar absolutam ente algo p o r el estilo.
Y luego, durante el año, podría encontrar un colegio en una
región m arítim a e inscribirlo para practicar actividades m arinas
los miércoles y los dom ingos. Ya no se ocuparía ella misma de
la escolaridad del hijo y éste sería feliz. Acaso de esta m anera el
m arido tam bién sería menos som brío, pues no la vería siempre
preocupada por ese hijo que, con el pretexto de la escolaridad,
acapara en realidad todos los pensam ientos de la madre.
Por el m om ento, me parece que esta señora va descam inada.
O tras cartas nos dan ejemplos de varones que pasan p o r un
proceso de regresión, se hacen pasivos, no m anifiestan interés
por nada, porque la m am á quiere conservarlos para sí, se aflige
p o r cualquier cosa y en definitiva esos niños no viven su propia
vida.
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¡Estoy hasta la coronilla! / 99
Estoy com pletam ente de acuerdo con esa opinión. Lam ento
m ucho esa ley que hace obligatoria la escuela hasta los dieciséis
años para niños que no tienen el gusto del estudio. El gusto por
los estudios se m anifiesta alrededor de los doce años; si a esa
edad no aparece el gusto, es conveniente que el niño esté ya
preparado a tener un valor en el trabajo que le guste hacer.
Seguram ente tendrá algún valor, pues los niños son siempre
industriosos, sobre todo si se los ha preparado cuando eran
muy pequeños y luego a partir de los doce años. Es desolador
el espectáculo de ver que se dé el mismo estilo de estudios a
todos los niños, cuando en realidad algunos querrían ingresar
en la vida del trabajo, ya a la edad de... —esta señora dice de
catorce, quince años— y yo diría que hasta antes. N aturalm ente
a los catorce años está bien, pues es la edad de la pubertad,
haciendo abstracción de los niños que tienen una pubertad
tardía a los quince o dieciséis años. En todo caso, en la puber
tad el chico sabe y siente aquello para lo que está hecho, y se
siente explotado p o r el Estado cuando se lo obliga a perm ane
cer sobre cuadernos y libros que no le interesan. Su presencia
física en la escuela, donde no hace nada, es la garantía de los
subsidios familiares.
Entre muchas otras he elegido una carta que, según creo, las
resume admirablemente a todas. Esta corresponsal que es docen
te, escribe: “Tiene usted razón. No puede imaginarse cuán penoso
y frustrante puede ser para un profesor que ama su profesión y a
sus alumnos no poder a veces impartirles una verdadera educación
y darse cuenta de que esos niños no se desarrollarán, cualesquiera
sean los esfuerzos que haga el profesor... Pero vivimos en un
mundo concreto, con sus leyes, su vida cotidiana, sus ritmos. La
escolaridad hasta los dieciséis años fu e de todas maneras una gran
victoria popular, pues antes sólo la gente rica iba a la escuela...
Dice usted que sólo cuenta el saber; en términos absolutos tiene
usted razón, pero el hecho de que usted se pronunciara, como lo
hizo, contra esa escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años,
mo es hacerle un poco el juego a todos aquellos que sólo desean
una cosa: tener mano de obra barata, ignorante y sin formación
orecisa? Soy comunista y, por lo tanto, veo a muchos trabajado
res, a personas que han debido interrumpir sus estudios y trabajar
7 los dieciséis años, y cuántas veces esas personas me dicen: ‘Si
oudiera volver a empezar’, ‘S i hubiera podido’, ‘S i mis padres
hubieran querido’. ” En realidad, esta corresponsal teme que quie
nes no hayan tenido estudios sean explotados después y lo
lamenten.
niños son realm ente explotados p o r los artesanos que los em
plean: algunos chicos ni se atreven a dejar el taller p ara asistir a
los cursos vespertinos; a otros se los hace trab ajar diez horas
por día. En tales condiciones, esos pobres niños viven una
situación que los agota y no les enseña ni el oficio que les
perm itiría adelantar ni a asum ir sus propias responsabilidades.
Algunos se hacen criticones; antes eran criticones de la escuela,
ahora lo son del oficio que se les enseña mal y de un m odo de
vida que los aplasta p o r completo.
Lo que hay que hacer es dar al niño la conciencia del oficio
que practica y enseñarle que es honroso defender su salud; que
es honroso defender el contrato en los térm inos en que está
redactado y no dejarse usar por el patró n , así com o otros se
dejan usar realm ente por la escuela obligatoria, m ientras perm a
necen sentados en sus bancos, m asticando gom a de m ascar,
esperando a cum plir dieciséis años para, p o r fin, poder m archar
se; y, en efecto, abandonan la escuela después de haber perdido
cuatro años y haber soñado de tal m anera con la libertad que
ya no obtendrán de ella ningún provecho.
Eso es; según esa reform a se perm ite a los niños de catorce
años frecuentar el taller de un artesano y seguir estudios única
mente vespertinos. N o hablo de esos niños que realm ente pier
den el tiem po en la escuela, que ahora no llegarán a leer y
escribir correctam ente... siendo así que tal vez a los dieciocho
a ñ o s lo harán m uy bien, si se sienten m otivados, si quieren
hacerlo o bien durante el servicio m ilitar, ¿no? A hora no me
estoy refiriendo a ellos. H ablo de niños inteligentes que, ya
desde la edad de once o doce años, si así lo desean, deberían
poder trab ajar una o dos veces por sem ana con un artesano de
•ai barrio, de su ciudad, que los tendría en el taller el día entero.
I iilonces esos chicos aprenderían un oficio sin interrum pir sus
estudios. ¿Que lleguen a hacerse intelectuales? ¿Y p o r qué no?
I'eio además tendrían un oficio m anual. N ada hace más inteli
gente que m anipular materiales de m anera seria, ju n to con
o t m i t o s serios. Podría instituirse un sistema de seguro p or las
j o m a d a s pasadas en los talleres (y en caso necesario con una
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(M étodos activos)
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Y con éxito.
Pero, ¿en casa qué hago? Voy a instruir a mis hijos, los voy
a iniciar en la cultura. Pues el m étodo activo es una iniciación
en la cultura y la com unicación. Y precisam ente la fam ilia está
hecha para eso. Si la instrucción es im partida en la escuela por
un m aestro, form ado para im partirla de la m anera en que él lo
hace, que la im parta así. ¿Por qué no? Pero todo lo que los
padres añadan es muy bueno para el niño, aun cuando los
padres no procedan de la misma m anera en que procede el
m aestro. Si el niño no quiere la lección paterna y dice: “ ¡Ah,
no! No quiero hacer cálculos contigo de esta m anera porque...”
¡Muy bien! Pero se pueden hacer m uchas otras cosas con un
niño. T odo puede servir para concentrar la atención del chico,
p ara hacerle ejercitar la memoria: el juego de las siete familias,
el juego de la lotería, las historias que se cuentan y que se
ilustran... Existen muchísimos juegos que ayudan a form ar el
espíritu y la inteligencia del niño, juegos que no es menester
escolarizar, poner en un program a. Simplemente se trata de vivir.
En el hogar, lo mismo que en la escuela, los niños están
alegres cuando el am biente es alegre. Si los chicos no tienen una
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jóvenes les pasa algo que no puedo designar con otras palabras
que con las de “ som brero de resorte” . Su psicología es como un
“ som brero de resorte” . De los seis a los once o doce años, todo
m archa bien, se desarrollan bien desde todos los puntos de
vista, parecen tranquilos, bien adaptados a la sociedad y de
conform idad con una m archa constante... Luego, de pronto,
m uestran trastornos que en realidad son una especie de repeti
ción de trastornos que padecieron cuando eran pequeños: esa es
la prepubertad. Por ejem plo, un niño que padecía de anorexia,
es decir que no podía tom ar sus biberones cuando era pequeño,
al llegar la p u b ertad de p ronto no quiere comer. ¡Eso no es
grave! H ay que decirle: “ ¡Ah, sí!, ya veo. Haces lo que hacías
cuando eras pequeño, y esto prueba que pro n to crecerás m ucho
o cam biarás m ucho. Tam bién ocurre que de pronto, con sus
insom nios —porque cuando era pequeño tenía períodos de
insom nio— , un m uchacho repita dificultades que tenía desde el
año a los tres años; y ese estado suele d u rar entre seis y nueve
meses. H ay que saberlo para no dram atizar las cosas.
De m odo que si esta m adre está preocupada y si ella y su
m arido, desde el punto de vista pedagógico, no logran hacerle
adm itir a la hija m ayor una nueva escuela, tal vez sería intere
sante que consultaran al centro m edicopedagógico de su ciudad
para que éste prestara ayuda a la hija, que está creciendo y en
plena transform ación. ¡Tal vez! Pero prim ero que esperen a que
todos vuelvan a adaptarse al nuevo am biente, puesto que con la
m udanza todo el m undo está perturbado. Si en el caso de la hija
m ayor las dificultades se prolongan, habría que com enzar una
psicoterapia.
Es muy interesante.
Es cierto.
lis
Siempre son inteligentes en algo / 119
En todos los casos, tanto los adultos como los niños prefieren
ignorar a los chicos con deficiencias, ¿no?
los demás? ¿Qué crees que piensan tus com pañeros de esto?”
C onocer sus dificultades y poder hablar de ellas facilita los
progresos que el niño pueda hacer y los hará m ucho más
rápidam ente de lo que los padres esperan. En tales condiciones,
el niño podría hablar con sus com pañeros y decir: “ Papá me
explicó que no soy como tú porque...” De esta m anera haría
amigos y él m ismo aceptaría su enferm edad. Estos niños se dan
muy bien cuenta de que nunca le piden su opinión sobre su
estado y que no les exigen tanto com o se les exige a los demás.
Y esto les choca; lo sé por niños a quienes atendí. Tengo
ejemplos de niños a los cuales se había ocultado su enferm edad
y que estaban perturbados, no p o r la enferm edad misma como
pensaban los padres, sino p o r el hecho de que no les hubieran
hablado de ella.
Por otro lado, sería menester que los padres ayudaran a sus
hijos “ norm ales” a tolerar a quienes tienen una enferm edad o
una desventaja diciéndoles: “ Esto tam bién habría podido
ocurrirte a ti. Es un niño, te quiere y quiere la vida. ¡A yúdalo!”
Es im portante que haya solidaridad entre los niños.
Por eso me afligen tanto, com o ya dije, esas segregaciones
que hacen con los niños que presentan alguna deficiencia y son
enviados a escuelas diferentes, en lugar de ponerlos en secciones
especiales de escuelas ordinarias: eso enseñaría a los demás
niños a ser tolerantes con todas las enferm edades, con todas las
diferencias. Es bueno que cada cual pueda conservar la confian
za en sí m ismo y com unicarse con todos los demás p o r diferen
tes que éstos sean de él. ¡La ayuda m utua! La ayuda m utua y la
com unicación entre los niños deberían ser los principios funda
mentales inculcados en la escuela p rep arato ria y prim aria; y el
ejemplo debería ser dado p o r el ejemplo de los adultos en la
escuela misma, en ese lugar que eligieron p ara dedicarse al
desarrollo de niños ciudadanos, cualesquieran sean sus atrib u
ciones, sus títulos, sus funciones (docentes, adm inistrativas o de
m antenim iento). Pero parece que éste es un problem a insoluble
entre nosotros, esa com unicación y esa ayuda m utua entre
todos los adultos de la escuela, entre los más y los menos
Siempre son inteligentes en algo / 129
2 Clases de pocos alumnos, sí, pero intensa vida familiar, social, recreos
con todos. N o se trata de separar a los menos dotados, a los deficientes y a
los niños con problemas de quienes se dice que “m olestan” a los otros y a
quienes se rechaza en las escuelas (tanto del Estado com o privadas) abiertas
a los demás.
Siempre son inteligentes en algo / 131
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Estar muy dotado en el plano escolar / 135
doce libros por mes a los once años; me parece que de todas
maneras es una cantidad notable. Los padres están sorprendidos
por la diferencia que hay entre el desarrollo físico y el desarrollo
intelectual de este niño que, por lo demás, sufre, sin razones
médicas, de dolores de cabeza desde los seis años, cuando ingresó
en el curso preparatorio. Es un alumno m uy brillante. Pero, según
escribe la madre, tiene una letra espantosa, circunstancia que lo
mortifica mucho.
Sí. En los Estados Unidos hasta hay escuelas en las que está
prohibido entregar un deber escrito a mano: debe estar escrito
a m áquina. ¡Y eso es muy inteligente! No se tra ta de prohibir la
escritura m anuscrita, pero sería bueno que se pudiese entregar
un deber escrito a m áquina o bien escrito a m ano; escribir a
m áquina es una adquisición para toda la vida.
Para terminar con esta carta, diremos que, por otra parte, este
chico difícilmente hace am istad con sus compañeros de clase,
considera que sus condiscípulos son tontos, admite en su cuarto y
en sus juegos al hermano, pero rechaza a la hermana a la que
llama “chinche”. Por la noche hace mimos a la madre, pero no al
padre. La señora aclara que el padre a menudo debió ausentarse y
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que los hijos sufrieron por esa ausencia. Ahora eso marcha un
poco mejor.
Estas dos cartas plantean en términos m uy generales, digamos,
el problema de los superdotados.
No, creo que han hecho muy bien, pues la chica se interesa
p o r todo. C uando un niño está adelantado en todo su desarro
llo y no solam ente en la inteligencia escolar, saltar cursos, en
casos excepcionales como éste, no acarrea inconvenientes. H ay
niños que necesitan absolutam ente el ritm o de vida y de instruc
ción de otros mayores que ellos. Pero aquí hay una condición:
su desarrollo debe ser hom ogéneo. Porque en efecto, vemos
niños muy agudos desde el punto de vista intelectual que no
saben vestirse solos, que no se ocupan de otra cosa que de su
vida im aginaria, que no saben desenvolverse ni en la realidad ni
en la sociedad. En verdad, están retrasados en el plano afectivo
y son niños muy pegados a su m adre. Desde luego, que esos
niños no son superdotados, pues no tienen un desarrollo hom o
géneo. El niño superdotado es aquel que posee un tem peram en
to rico, que quiere de todo, com o suele decirse, y que se protege
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Sí, a los tres años un niño es dem asiado sensible para co
rrer riesgos com o ésos. Más adelante, se lo agradecerá a sus
padres.
Felizmente no todas las abuelas son com o ésas. M uchas
enseñan a sus nietos a cantar, otras les hacen conocer juegos
inteligentes o les cuentan historias interesantes; y son muy
castas en su com portam iento con los nietos, pues les hacen
respetar su propio cuerpo y ellas mismas respetan el suyo frente
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usted esta carta, que es de una madre: “Por favor, ayúdeme usted
a negarle a m i madre que se lleve a mis hijos a su casa durante las
vacaciones”. Esta señora tiene un varón de once años y dos hijas
de diez y cinco años. En realidad, el problema se plantea y vuelve
a plantearse en las vacaciones. “M amá quiere que los niños pasen
las vacaciones en su casa. Como es viuda, ahora vive en una casa
de dos habitaciones, cómoda pero demasiado pequeña, desde lue
go, para recibir al mismo tiempo a hijos y nietos. Cuando la
visitamos, m i marido y yo dormimos en la sala y ella y los chicos
en la habitación de mamá. Esto ocurrió así durante muchos años.
Resulta difícil oponerse a la solución tan sencilla de hacer dormir
a uno de los niños con la abuela en su cama. ” De manera que la
pequeña duerme con la abuela. “Entonces, gran felicidad para las
dos. Apenas se despierta, la pequeña monopoliza prácticamente a
su abuela que entra en el juego: ‘Buenos días, señora, ¿cómo está
su hijo?’, etc. Las dos se encierran en el dormitorio para jugar,
cuando nosotros estamos allí... Debo decir que mi madre viene
regularmente varias veces por año a casa para permitirnos salir de
viaje. Entonces nos presta servicios apreciables, a pesar de algu
nos inconvenientes, que consisten en que no sabe decir no a los
pequeños, que procura no contrariarlos para estar siempre de
acuerdo con ellos y para no tener que oponer otra palabra a la de
los nietos. A sí se pasan mirando televisión todas las noches,
cualquiera que sea el programa; las comidas se componen prácti
camente sólo de postres, etc. M am á es m uy fe liz con sus nietos y
quisiera tenerlos con ella, en su casa, sin los padres, de vez en
cuando.”
Esta señora precisa más adelante que cuando los hijos iban
solos a la casa de la abuela, hace unos años, la abuela invitaba
también a las primas (que tienen dieciséis, trece, doce y nueve
años). El hijo era a menudo el único varón en medio de todas esas
chicas. Hace varios años, suprimió esta clase de vacaciones, por lo
menos en lo tocante al varón, “y con gran beneficio para éste”. Le
pide a usted que la ayude a decir no a su madre. Pues es difícil de
explicar.
Mimar a los nietos no significa amarlos / 149
IM
(rata de la fam ilia m aterna o paterna. Un niño se hace eco de lo
que sienten el padre o la m adre.
Para un niño muy pequeño tal vez sea m olesto verse educa
do de una m anera contradictoria, es decir, durante las vacacio
nes o los fines de sem ana, p o r u n a abuela y el resto del tiempo
por sus padres. Pero esto no tiene la m enor im portancia en el
caso de un niño que ya pasó los tres años. Por el contrario, se
le puede decir: “ Com o ves, en casa de tu abuelo y tu abuela, las
cosas son diferentes. Se tra ta de o tra generación. Si vas a su
casa, los que m andan son ellos, no nosotros. Tienen su propia
m anera de educar a los niños. Por lo dem ás, así me educaron a
mí. Y si los am as m ucho, llegarás a com prenderlos” .
A p artir de los tres años, los niños a quienes se íes habla de
esta m anera estarán siempre contentos de visitar a sus abuelos
-—a menos que éstos no sean realm ente personas sádicas, o
verdugos o personas deprim idas, p o r supuesto— o a gentes que
están en edad de ser abuelos; pues los niños tienen necesidad de
personas que pertenezcan a la generación anterior a la de sus
padres. Les gusta oír hablar de la m anera en que sus padres
fueron educados. Esto les da, sobre todo cuando esa m anera es
muy diferente, una posibilidad de distancia respecto del m odo
en que ellos mismos son educados en la casa. Tam bién les
permite com prender a los com pañeritos cuyos padres obran de
m odo diferente del de los suyos, de lo cual los pequeños se dan
perfecta cuenta, aunque sea sólo al salir del colegio.
A hora bien, cuando padres y abuelos están juntos y se
plantean un problem a sobre el niño, en lugar de disputar para
saber quién tiene razón —cuando los padres quieren o b rar de
una m anera y los abuelos de o tra — , hay algo que se puede
hacer para ayudar al niño: si los abuelos son dem asiado toleran
tes en com paración con la educación de los padres, que la
madre o el padre (m ejor la m adre cuando se tra ta de sus
propios padres y m ejor el padre cuando se tra ta de los suyos)
diga al hijo: “ Tienes m ucha suerte de que tus abuelos estén hoy
aquí. A provecha la ocasión... Lo paso, porque quiero a mi
padre (o a mi m adre) y no deseo co n trariarlo ” . Si p or el
¿Quién tiene razón? / 153
contrario los abuelos son m ucho más severos que los padres, se
le dirá al niño: “ Ya ves de vez en cuando lo que significa ser
educado con severidad. Tal vez tus abuelos tengan razón. Yo
hago lo que me parece mejor y ellos hacen lo mismo. Pero
todos te querem os. Todos deseamos que llegues a ser un m ucha
cho (o una m uchacha) excelente, tanto ellos com o nosotros.
Pero, com o ves, nosotros lo entendem os de o tra m anera. A ti te
corresponde llegar a ser alguien” .
Para volver a nuestra carta, creo que estos padres tuvieron
razón al pedir la opinión de su hijo. Que el niño vaya pues a
casa de sus abuelos m aternos puesto que lo ha dicho. Y sobre
todo que no hagan un dram a si ello lo fastidia terriblemente.
N ada de: “ Pobre querido mío, vam os a consolarte” . No. El
niño tiene a esos abuelos, que son su linaje. Y en un linaje cada
cual tiene su carácter. La m adre concibe la educación de m ane
ra diferente de la abuela. Y este chico a su vez educará a sus
hijos de m anera diferente.
18. Todo trabajo merece salario
(A buelos y padres)
Sí.
154
Todo trabajo merece salario / 155
158
Apéndice / 159
sado con los padres sobre el niño. Este debe contar con la
autorización de los padres para decir al psicoterapeuta todo lo
que pasa en la casa y contarle su propia historia; a los padres
ha de aconsejárseles aprem iantem ente que no interroguen al
niño sobre lo que éste pueda haber dicho en psicoterapia. En el
caso en que el niño —aquí se tra ta de uno de ocho años— se
negara a someterse al tratam iento antes de haber experim enta
do en qué consiste éste, no hay que forzarlo ni obligarlo; se le
pedirá que lo acom pañen su padre o su m adre a las entrevistas
para que con la presencia de ellos se sienta tranquilizado;
únicam ente se lo entrevistará a solas el día en que él mismo lo
decida.
¿En qué consiste el “ apoyo” ap o rtad o p or la psicoterapia?
Para el paciente, el cam po de lo im aginario y el de la realidad
están casi p o r com pleto confundidos p o r el hecho de que el
sujeto puede expresarse cada vez menos. Su cuerpo es el lugar
donde se inscribe (en síntom as, inhibiciones, pánicos, fatigas,
tensiones) un lenguaje con el cual el sujeto no puede pensar ni
com unicarse consigo mismo, salvo a través de las imágenes de
pesadillas durante un sueño que ni siquiera está ya protegido:
esas imágenes lo despiertan y él no guarda recuerdo de ellas.
A hora bien, a través de todo lo que el niño dice en la psicotera
pia sobre sus dibujos, sus m odelados o su vida, se perfila la
realidad alrededor de la cual lo im aginario construyó fantasías.
La presencia de un terapeuta que no emite juicio alguno sobre
el estado de im potencia a que ha llegado el niño, perm ite a éste
reconstruir, hablando, los lineam ientos de la realidad. Ese testi
go de sus palabras, ese testigo que lo escucha, le perm ite descu
brirse en lo que vivió. El terapeuta invita al paciente a afro n tar
lo con palabras y establece puntos de referencia simbólicos,
gracias a un lazo de sim patía, que no está contam inado p or la
angustia habitual que suscitan los allegados relacionados con el
sujeto por vínculos complejos, tam bién para ellos, y continuos.
El terapeuta, en cam bio, sólo se encuentra con el paciente breve
tiem po y de m anera reiterada respondiendo a un convenio. Así
se elabora una relación diferente de todas las otras relaciones
172
4 Sin duda por asociación con la operación del abuelo, con el parlo
prematuro en el hospital de la hermanita (diferencia sexual).
176
abuelos: (Vol. 1): 37, 55, 160. (Vol. artesanado: (Vol. 3): 106.
3): 143-157. autonomía: (Vol. 2): 66, 67. (Vol.
acostarse: (Vol. 1): 43, 76, 102, 172. 3): 71, 74.
(Vol. 3): 144, 148-149.
adopción: (Vol. 1): 84, 153.
besos: (Vol. 1): 126, 135.
agresividad: (Vol. 1): 186-188, 205,
bilingüismo: (Vol. 1): 143, 147. (Vol.
209.
3): 29-37.
agua: (Vol. 3): 25, 65.
burlas: (Vol. 1): 211.
alimentación: (Vol. 1): 117.
alumbramiento: (Vol. 1): 31. (Vol.
2 ): 11. calumnias: (Vol. 2): 137.
amar: (Vol. 1): 68, 124, 135, 139, caprichos: (Vol. 1): 21, 42, 46, 74.
168, 202, 208. castigos: (Vol. 2): 56.
culpa de amar: (Vol. 2): 153, 164. celos: (Vol. 1): 27, 44, 61, 99, 211.
peligro de amar: (Vol. 2): 154-155. comer (no comer): (Vol. 2): 109.
ambliopía: (Vol. 3): 124. comer convenientemente: (Vol. 1):
angustias: (Vol. 1): 76, 80, 123, 141, 174.
162-165. complejo de Edipo: (Vol. 1): 184,
angustias nocturnas: (Vol. 1): 68, 193, 198, 200, 203. (Vol. 2): 142.
72, 160. comunicación: (Vol. 3): 101,
animales: (Vol. 1): 151. 115-117, 127, 151.
aprendizaje: (Vol. 3): 105. contradecir: (Vol. 2): 100.
179
180
deambular: (Vol. 2): 25. habitación: (Vol. 1): 34, 64. (Vol. 3):
dejar llorar: (Vol. 1): 160. 148.
deporte: (Vol. 3): 65. hablar al padre, a la madre, a los
desarrollo: (Vol. 2): 185. (Vol. 3): niños: (Vol. 2): 65, 116, 126.
49, 135. héroe: (Vol. 3): 38.
desnudez: (Vol. 2): 129. hijo “de viejos” : (Vol. 3): 15.
dibujo: (Vol. 1): 112, 131. hijo único: (Vol. 2): 74, 75. (Vol. 3):
dinero: (Vol. 2): 83. 13, 121.
Dios: (Vol. 1): 194. homosexualidad: (Vol. 2): 144.
divorcio: (Vol. í): 81. hospital: (Vol. 1): 155, 158.
humillar: (Vol. 1): 135, 211. (Vol.
3): 81.
educación (liberal): (Vol. 2): 65.
educación sexual: (Vol. 2): 117, identificación: (Vol. 2): 69.
121, 123, 125, 140, 142. imaginación, imaginario: (Vol. 1):
en broma, de verdad: (Vol. 2): 101, 152, 187. (Vol. 2): 89, 120. (Vol.
137. 3): 18, 38, 40.
enseñanza: (Vol. 3): 78, 109, 112. impertinencia: (Vol. 1): 177, 193.
enuresis: (Vol. 1): 71. (Vol. 3): 61.
esclavo/a: (Vol. 2): 70, inadaptado: (Vol. 2): 171.
escolaridad obligatoria: (Vol. 3): incesto: (Vol. 2): 18, 132, 140, 141,
104. 142, 143.
escuela: (Vol. 1): 22, 38, 57, 119. injusticia: (Vol. 1): 44.
(Vol. 3): 61, 78, 98, 109, 142, 159 inteligencia: (Vol. 3): 48, 118, 137.
sigs.
esparcimiento: (Vol. 1): 149. (Vol. juegos: (Vol. 1): 76, 153, 186. (Vol.
3): 43, 46, 47, 54, 94, 146. 3): 26.
espejo: (Vol. 3): 18. juegos sensoriales: (Vol. 2): 27.
exasperación: (Vol. 2): 59. juguetes: (Vol. 2): 92.
Indice analítico / 181