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Los milagros de Jesús

1. Jesús convierte el agua en vino (Juan 2:1-11)


Este relato bíblico en el evangelio de Juan se conoce como el que registra el lanzamiento del ministerio del Señor
Jesús en una ocasión que demanda una intervención divina, un milagro. En esta ocasión en Señor Jesús está
acompañado de su madre María y unos cuantos discípulos (no todos… lista de nombres más abajo). Esta vez,
todos ellos son parte de una boda que se celebra con toda alegría judía.
Como puedes observar María se ve preocupada por una situación que no le debería parecer tan personal. Ella
recurre a Jesús teniendo en mente que él posee algo especial que podría cambiar las circunstancias. Jesús por otro
lado no comparte la preocupación de su madre y le hace reflexionar sobre el tiempo que debe esperar para
mostrar esa tarea que ella tanto está deseosa por ver.
Con un par de palabras que no son tan “sorprendentes”, Jesús cambia el entorno y todo vuelve a su lugar. Nadie
más que los que escucharon sus órdenes sabe (más o menos) que fue lo que ocurrió. El encargado de la fiesta se
dirige al novio para hacerle ver lo curioso del caso, pues nadie sirve de la manera que él había servido la fiesta.
Dando lo mejor al final.
Como última nota el escritor nos comparte que esto ayudo a los discípulos a fundar una fe que se basara en
hechos, más que palabras. Fue así como el ministerio del Señor Jesús comenzó y su gloria se sentía por todo lugar
que el visitaba.
Tomaremos 3 verbos de estos pasajes bíblicos para reflexionar sobre la aplicación de este mensaje para nuestras
vidas. ¿Porque lo haremos así? Bueno por el hecho que las palaras de Jesús son tan sencillas en este caso que
debe ser en las acciones que la manda donde podemos ver lo que trata de hacer. Nota que sus palabras son:
Llenen de agua las tinajas.
Ahora saquen un poco y
Llévenlo al encargado del banquete.

2. La curación del hombre con un espíritu inmundo (Marcos 1:23-28; Lucas 4:33-37)
Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a
gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús entonces le conminó
diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle
ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta!
Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.» Y su fama se extendió por
todos los lugares de la región.
3. Jesús sana a la suegra de Pedro (Mateo 8:14-17; Marcos 1:29-31; Lucas 4:38-39)
Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Pedro, donde la suegra de
éste estaba en cama y con fiebre. Se lo dijeron y rogaron por ella a Jesús, y él se acercó, se inclinó
sobre ella y tocó entonces la mano de ella, y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó, así que al
momento ella se levantó y comenzó a atenderlos.

4. Muchos sanados por la tarde (Mateo 8:16-17; Marcos 1:32-34; Lucas 4:40-41)
Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes
enfermedades los llevaron a Jesús; llevaron a Jesús muchas personas enfermas, endemoniadas; y él
puso las manos sobre cada uno de ellos. y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también
sanó a todos los enfermos. De muchos enfermos también salieron demonios, que gritaban: ¡Tú eres el
Hijo de Dios!, pero Jesús no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían, sabían que
él era el Mesías. Y el pueblo entero se reunió a la puerta. Esto sucedió para que se cumpliera lo que
anunció el profeta Isaías, cuando dijo: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras
enfermedades. Mateo 8:14-17; Marcos 1:29-34; Lucas 4:38-41

5. Milagro de los peces (Lucas 5:1-11)


Estaba Jesús en cierta ocasión a orillas del lago de Genesaret, y de repente se juntó un
gentío para oír la palabra de Dios. Vio entonces dos barcas a la orilla del lago; los
pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas,
que era de Simón, y le pidió que la separara un poco de tierra. Se sentó y enseñaba a la
gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema hacia dentro del lago
y echen las redes para pescar». Simón respondió: «Maestro, estuvimos toda la noche
intentando pescar, sin conseguir nada; pero, sólo porque tú lo dices, echaré las redes». Lo
hicieron y capturaron una gran cantidad de peces. Como las redes se rompían, hicieron
señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos. Vinieron y
llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se postró a
los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Pues tanto
Pedro como los que estaban con él quedaron asombrados por la cantidad de peces que
habían pescado; e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros
de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: «No temas, desde ahora serás pescador de
hombres». Y después de arrimar las barcas a tierra, dejaron todo y lo siguieron.

6. La curación de un leproso (Mateo 8:1-4; Marcos 1:40-45; Lucas 5:12-16)

"Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y


Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así
que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Entonces le encargó
rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al
sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. Pero ido él,
comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar
abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de
todas partes."

7. La curación de un paralítico (Mateo 9:1-8; Marcos 2:1-12; Lucas 5:17-26)


Jesús sana a un paralítico
(Mr. 2.1-12; Lc. 5.17-26)
9 Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
2
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten
ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
3
Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
4
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
6
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al
paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
7
Entonces él se levantó y se fue a su casa.
8
Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
8. Jesús sana al criado del centurión (Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10)
5Y cuando entró Jesús[a] en Capernaúm se le acercó un centurión suplicándole, 6 y
diciendo: Señor, mi criado[b] está postrado en casa, paralítico, sufriendo
mucho[c]. 7 Y Jesús le dijo*: Yo iré y lo sanaré. 8 Pero el centurión respondió y dijo:
Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra[d] y mi
criado[e] quedará sano.9 Porque yo también soy hombre bajo autoridad, con[f] soldados
a mis órdenes[g]; y digo a éste: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo:
“Haz esto”, y lo hace. 10 Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En
verdad os digo que en Israel[h] no he hallado en nadie una fe tan grande. 11 Y os digo
que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán[i] a la mesa con
Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero los hijos del reino serán
arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. 13 Entonces
Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creído, te sea hecho. Y el criado[j] fue
sanado en esa misma hora.

9. Curación del hijo de un oficial del rey (Juan 4:46-53)


"Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no
tiene honra en su propia tierra. Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las
cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta. Vino, pues,
Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un
oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea,
vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le
dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi
hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando
ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les
preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El
padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con
toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea."

10. Jesús resucita al hijo de la viuda de naín (Lucas 7:11-17)


11.Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus
discípulos, y una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo

único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo,

levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre

nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.


17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

11. Jesús calma la tempestad (Mateo 8:23-27; Marcos 4:35-41; Lucas 8:22-25)
22Y[a] uno de aquellos días, entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado
del lago. Y se hicieron a la mar. 23 Pero mientras ellos navegaban, El se durmió; y una violenta
tempestad[b]descendió sobre el lago, y comenzaron a anegarse y corrían peligro. 24 Y llegándose
a El, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y El, levantándose,
reprendió al viento y a las olas embravecidas, y cesaron y sobrevino la calma. 25 Y El les
dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Pero ellos estaban atemorizados y asombrados, diciéndose unos a
otros: ¿Quién, pues, es éste que aun a los vientos y al agua manda y le obedecen?

12. Los endemoniados Gadarenos (Mateo 8:28-34; Marcos 5:1-20; Lucas 8:26-39)
28
Cuando llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos endemoniados que salían de los
sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y[a]gritaron, diciendo: ¿Qué
tenemos que ver contigo[b], Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo[c]? 30 A cierta
distancia de ellos había una piara de muchos cerdos paciendo; 31 y los demonios le rogaban, diciendo: Si vas a
echarnos fuera, mándanos a la piara de cerdos. 32 Entonces El les dijo: ¡Id! Y ellos salieron y entraron en los cerdos; y
he aquí que la piara entera se precipitó por un despeñadero al mar, y perecieron en las aguas. 33 Los que cuidaban la
piara huyeron; y fueron a la ciudad y lo contaron todo, incluso[d] lo de los endemoniados.34 Y[e] toda la ciudad salió al
encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de su comarca.

13. La curación de una mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-34; Lucas 8:43-48)

Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le
acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21 pues decía para sí: Si tan sólo toco su
manto, sanaré[c]. 22 Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha
sanado[d]. Y al instante[e] la mujer quedó sana[f].

14. Jesús resucita a la hija de Jairo (Mateo 9:18,23-26; Marcos 5:21-24,35-43; Lucas 8:40-42,49-56)
Jairo acaba de ver cómo curó Jesús a la mujer que tenía hemorragias, así que está seguro de que
también puede ayudar a su hija, aunque cree que ya debe de estar muerta (Mateo 9:18). ¿Podrá
todavía hacer algo por ella?

Mientras Jesús aún está hablando con la mujer a la que ha curado, llegan unos hombres de la casa de
Jairo y le dicen a Jairo: “Tu hija ya murió. ¿Para qué molestar más al Maestro?” (Marcos 5:35).

La noticia lo deja destrozado. Este hombre, que es alguien muy respetado en la comunidad, se siente
completamente impotente ante esta situación. ¡Su única hija acaba de morir! Sin embargo, Jesús, que ha
oído lo que le han dicho, lo mira y lo anima con estas palabras: “No temas, solo demuestra fe” (Marcos
5:36).

Entonces, Jesús lo acompaña hasta su casa. Al llegar, se encuentran con un gran alboroto. La gente está
llorando, gritando y golpeándose el pecho de tristeza. Jesús entra en la casa y les dice algo sorprendente:
“La niña no ha muerto, está dormida” (Marcos 5:39). Al oír eso, la gente empieza a burlarse de él porque
sabe que la niña está muerta. No obstante, Jesús está a punto de demostrarles que, con el poder de Dios,
es posible devolverle la vida a alguien que ha muerto, tal y como se despierta a alguien de un sueño
profundo.

Jesús hace salir de la casa a todo el mundo excepto a Pedro, Santiago, Juan y los padres de la niña.
Luego va con ellos hasta donde está echada la pequeña y, tomándola de la mano, le dice: “Tálitha
cúmi”, que significa “pequeña, te digo ‘¡Levántate!’” (Marcos 5:41). Al instante, la niña se levanta y empieza
a caminar. ¡Imagínese la inmensa alegría que sienten Jairo y su esposa! A continuación, Jesús pide que le
den a la niña algo de comer, dando así una prueba más de que está viva.

15. Curación de un Paralítico del estanque de Betesda (Juan 5:1-15)


(Jn 5:1-16) "Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en
Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco
pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el
movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y
el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier
enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor,
le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto
que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante
aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. Entonces los judíos
dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. El les respondió:
El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te
dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había
apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has
sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los
judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y
procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo."

16. La curación de dos ciegos (Mateo 9:27-31)

27
Al irse Jesús de allí, dos ciegos Lo siguieron, gritando: “¡Hijo de David, ten misericordia de
nosotros!” 28 Después de entrar en la casa, se acercaron a Los dos ciegos, y Jesús les dijo: “¿Creen que
puedo hacer esto?” “Sí, Señor,” Le respondieron. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Hágase en
ustedes según su fe.” 30 Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente: “Miren que
nadie lo sepa.” 31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron Su fama por toda aquella tierra.

17. La curación de un mudo endemoniado (Mateo 9:32-34; Lucas 11:14-15)


Del Evangelio según Mateo 9,32-38
Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a
hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel.» Pero los fariseos
decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y
aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda
enfermedad y toda dolencia.
Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas
que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad,
pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.»

18. Jesús sana al hombre de la mano seca (Mateo 12:9-14; Marcos 3:1-6; Lucas 6:6-11)
9
Pasando de allí, entró en la sinagoga de ellos. 10 Y he aquí, había allí un hombre que tenía una mano
seca. Y para poder acusarle, le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? 11 Y El les
dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta se le cae en un hoyo en día de
reposo, no le echa mano y la saca?12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito
hacer bien en el día de reposo. 13 Entonces dijo* al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue
restaurada, sana como la otra. 14 Pero cuando los fariseos salieron, se confabularon[a] contra El, para
ver cómo podrían destruirle.

19. Alimentación de los cinco mil (Mateo 14:13-21; Marcos 6:32-44; Lucas 9:10-17; Juan 6:1-15)
13Al oír esto, Jesús se fue de allí en una barca, solo, a un lugar desierto;
y cuando las multitudes lo supieron[a], Lo siguieron a pie desde las ciudades. 14 Cuando Jesús desembarcó,
vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos. 15 Al atardecer se acercaron los
discípulos, diciendo: “El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para
que vayan a las aldeas y se compren alimentos.”
16
Pero Jesús les dijo: “No hay necesidad de que se vayan; denles ustedes de comer.” 17
Entonces ellos
dijeron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.” 18
“Traigan acá los panes y los peces,” les
dijo.
19
Y ordenando a la muchedumbre que se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos
peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos. Después partió los panes y se los dio a los
discípulos y los discípulos a la multitud. 20 Todos comieron y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los
pedazos: doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron unos 5,000 hombres, sin contar las mujeres y
los niños.

20. Jesús anda sobre el mar (Mateo 14:22-33; Marcos 6:45-52; Juan 6:16-21)
45
En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre
tanto que él despedía a la multitud.
46
Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47
y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48
Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la
noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49
Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50
porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: !!Tened ánimo; yo soy,
no temáis!
51
Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se
maravillaban.
52
Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

21. Las curaciones en Genesaret (Mateo 14:34-36; Marcos 6:53-56; Juan 6:22-25)
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron.54 Cuando salieron de la
barca, enseguida la gente reconoció a Jesús[a],55 y recorrieron apresuradamente toda
aquella comarca, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde
oían decir que El estaba.56 Y dondequiera que El entraba en aldeas, ciudades o campos,
ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el
borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados

22. Las curaciones junto al mar (2) (Mateo 15:29-31)


Pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó
29

allí. 30 Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos,


mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a Sus pies y El los sanó; 31 de modo
que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados
quedaban restaurados[a], los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios
de Israel.

23. La curación de un sordomudo (Marcos 7:31-37)


31
Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de
Decápolis.
32
Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
33
Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34
y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto.
35
Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36
Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37
Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos
hablar.
24. Alimentación de los cuatro mil (Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10)
32
Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que
están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el
camino.
33
Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar
a una multitud tan grande?
34
Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
35
Y mandó a la multitud que se recostase en tierra.
36
Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la
multitud.
37
Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.
38
Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39
Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala.

25. La curación del ciego de Betsaida (Marcos 8:22-26)


22 Cuando llegaron a Betsaida, algunas personas le llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo
tocara. 23 Él tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Después de escupirle en los ojos y de
poner las manos sobre él, le preguntó:
—¿Puedes ver ahora?
24
El hombre alzó los ojos y dijo:
—Veo gente; parecen árboles que caminan.
25
Entonces le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a
ver todo con claridad. 26 Jesús lo mandó a su casa con esta advertencia:
—No vayas a entrar en el pueblo.

26. Jesús sana a un muchacho endemoniado/epiléptico (Mateo 17:14-21; Marcos 9:14-29; Lucas 9:37-43)

Jesús sana a un muchacho lunático


14
Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:
15
Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el
fuego, y muchas en el agua.
16
Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar.
17
Respondiendo Jesús, dijo: !!Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con
vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.
18
Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
19
Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
20
Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de
mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
21
Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

27. La mujer sanado en un día del reposo (Lucas 13:10-17)


10
Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo;[a]
11
y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba
encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
12
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
13
Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
14
Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo,[b] dijo a la
gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de
reposo.[c]
15
Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de
reposo[d] su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
16
Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta
ligadura en el día de reposo?[e]
17
Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por
todas las cosas gloriosas hechas por él.

28. Jesús sana el hombre hidrópico (Lucas 14:1-6)


14 Aconteció un día de reposo,[a] que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era
fariseo, éstos le acechaban.
2
Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico.
3
Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de
reposo?[b]
4
Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.
5
Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará
inmediatamente, aunque sea en día de reposo?[c]
6
Y no le podían replicar a estas cosas.
29. La curación del diez leprosos (Lucas 17:11-19)
11
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12
Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
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y alzaron la voz, diciendo: !!Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
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Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron
limpiados.
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Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
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y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
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Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
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¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
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Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

30. La curación del ciego de nacimiento (Juan 9:1-41)


En aquel tiempo Jesús vio al pasar a un hombre ciego de nacimiento, escupió en tierra, hizo barro con
la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que
quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo. Los vecinos y los que solían verle antes, pues
era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No,
decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». Lo llevan donde los fariseos
al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos
a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me
lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre
ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» Él
respondió: «Que es un profeta». Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los
que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto
y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no
tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece».
31. Jesús resucita a Lázero (Juan 11:1-44)
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Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con
una piedra.
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—Quiten la piedra —ordenó Jesús.
Marta, la hermana del difunto, objetó:
—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.
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—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.
41
Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije
por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.
43
Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:
—¡Lázaro, sal fuera!
44
El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.
—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús.

32. Parábola de la higuera estéril


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Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en
ella, y no lo halló.
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Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala;
¿para qué inutiliza también la tierra?
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Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y
la abone.
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Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.

33. Jesús sana la oreja del siervo del sumo sacerdote (Malco) (Lucas 22:50-51)
Con cuánta prontitud desenvainó Pedro su espada y arremetió contra aquel siervo. En un acto de furia; muy
habitual en él, se tomó la libertad de defender al maestro de una forma que distanciaba mucho de la manera de
proceder que Jesús había enseñado.
Malco, un hombre sumido a las órdenes del sumo sacerdote sufrió en su propio cuerpo las consecuencias de
aquel acto violento. Jesús se acerca hasta él y obra el milagro. Recubre con amor lo que Pedro ha mancillado.
Sana la herida, mitiga el dolor, expande ternura propagando el significativo e inigualable aroma de una bondad
sin precedentes. Manifiesta que Él el Dios, y lo hace de la manera más correcta, más sublime, posicionándose
en el umbral de la humildad unida a la perfección.

34. La resurrección
Jesús murió un viernes en la tarde. Unos amigos rápidamente colocaron su cuerpo en una tumba en una ladera rocosa
y bloquearon la entrada con una enorme piedra. Unos guardias fueron enviados a proteger la tumba.

El domingo, cuando dos mujeres, una llamada María Magdalena y la otra María fueron a visitar la tumba presenciaron
un terremoto. Ellas vieron a un ángel acercarse y, este movió la enorme piedra que protegía la entrada a la tumba.
¡Los guardias estaban tan asustados que temblaron y se desmayaron!

El ángel dijo a las mujeres que no tuviesen miedo, que Jesús no estaba, que El había resucitado. ¡Esto significaba
que Jesús estaba vivo! El ángel les indicó que fueran rápidamente a notificarle a los amigos de Jesús que El estaba
vivo.

De manera repentina, Jesús se acercó y dijo: "No teman. Díganle a mis hermanos que vayan a Galilea, allí ellos me
verán."
¡Y así como Jesús había prometido, Él resucito de entre los muertos al tercer día después de su muerte!

35 LA PESCA MILAGROSA
Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba a su alrededor para oír
la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas
y estaban lavando las redes. Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la
apartase un poco de tierra. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón:
- Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó:
- Hemos pasado toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo dices, echaré la red.
Al momento la red se puso tensa y se rompía por la abundancia de peces. Hicieron señas a sus socios
que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarles. Estos socios eran el joven Juan y su hermano
Santiago. Las dos barcas se llenaron tanto que casi les entraba agua por la borda.
Simón se echó a los pies de Jesús y le dijo:
- Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
- No temas. Desde ahora serás pescador de almas.
Cuando llegaron a tierra Jesús pidió a Simón y a Andrés que le siguieran. Lo mismo dijo a Santiago y a
Juan. Ellos, dejando todo, se fueron con Él.

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