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laizquierdadiario.com/Trotsky-marxismo-y-sindicatos
04 . 11 . 18
En este marco estratégico, un primer capítulo de las elaboraciones de Trotsky sobre los
sindicatos y la cuestión sindical está relacionado con los debates sobre la construcción del
comunismo francés. En Francia, una importante fracción de la corriente sindicalista
revolucionaria había confluido en el PCF, pero sin romper del todo con su anterior posición.
Para Trotsky, que interviene varias veces en estos debates entre 1923 y 1929, la ideología
del sindicalismo revolucionario francés de preguerra con su posición sobre la “minoría
activa” y su rechazo del reformismo representaba una especie de “teoría incompleta” del
partido revolucionario. Pero sostenía que la parte de verdad que expresaba la posición
sindicalista revolucionaria había sido incorporada en el comunismo francés y no se podía
retroceder a las posturas anteriores a la guerra y la Revolución rusa. En este sentido, frente
a los sindicalistas que hablaban de la independencia o autonomía sindical, Trotsky
señalaba que para que los sindicatos fueran verdaderamente independientes frente al
Estado, tenían que ser orientados por una estrategia de poder obrero, es decir, establecer
un lazo estrecho con el Partido Comunista. Los militantes comunistas buscarían ganar
influencia siendo los mejores militantes del sindicato, promoviendo la política del partido
en las bases y peleando por ella en las instancias de decisión democrática de la
organización sindical. A su vez insistía en que de los sindicatos no podía surgir un partido
político, con la excepción del laborismo en Inglaterra.
En este primer capítulo del debate, quedan planteados entonces algunos elementos
conceptuales y estratégicos sobre los que Trotsky siguió trabajando en sus elaboraciones
teóricas y políticas hasta 1940:
• La importancia de los sindicatos como organizaciones de masas, pero la necesidad de
desarrollar otras instancias de organización más abarcativas.
• La imposibilidad del sindicato de reemplazar al partido revolucionario. Relacionada con
esta cuestión, Trotsky señalaba la improbabilidad de que los sindicatos dieran lugar a un
partido de clase como definición más general. Veremos que esta última afirmación sufrió
ciertas modificaciones.
• La necesidad de que el sindicato adopte una perspectiva de poder obrero para no asumir
una posición conciliadora con el Estado.
Durante el período de entreguerras se dieron una serie de cambios en las relaciones entre
los partidos obreros, los sindicatos y el Estado, ligadas a los procesos de lucha de clases
frente a los cuales se reconfiguraron las formas del poder estatal. Estos fenómenos fueron
conceptualizados por Gramsci con su categoría de “Estado integral”. El Estado subordina
los sindicatos y partidos obreros como forma de canalizar el movimiento de masas
surgido de la guerra y la Revolución rusa. Esta circunstancia incide en un recrudecimiento
de la burocratización de las organizaciones sindicales. Pero también la crisis económica y
el crecimiento del fascismo en Europa empujan a los sindicatos a asumir programas
económicos y planteos políticos.
Esta política, bautizada por De Man como “planismo”, fue adoptada en otros países como
Suecia y Noruega durante los años de la Gran Depresión y por el gobierno laborista del
Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial. Surgía entonces un cambio en la
histórica ubicación de los sindicatos reformistas que siempre habían realizado una
división tajante entre demandas sindicales y programas políticos (salvo formulaciones
generales). Las grandes centrales sindicales europeas aparecían como actores políticos,
intentando crear una solución de compromiso con el capitalismo, que en Estados Unidos
había llevado adelante F. D. Roosevelt con el New Deal, pero en Europa la burguesía no
estaba en condiciones de promover. Frente a este cambio de ubicación de los sindicatos
(orientados por corrientes reformistas), Trotsky intervino señalando la necesidad de ligar
las medidas económicas puntuales con un método de lucha de clases y una estrategia de
poder.
La discusión sobre un posible “partido obrero” o “partido laborista” se venía dando en EE.
UU. desde comienzos de los años ‘30. El movimiento obrero norteamericano era muy
combativo en sus acciones pero políticamente no tenía una identidad socialista. De ahí
que la discusión sobre un posible partido surgido del movimiento sindical significara, en
perspectiva de Trotsky, un paso adelante en relación con su nivel de organización política
previo. Desde esta óptica, Trotsky y los trotskistas norteamericanos promovieron el debate
sobre la conformación de un Partido de Trabajadores, luchando a su vez en las instancias
de discusión democrática sobre la necesidad de que ese partido sostuviera un programa
de revolución social y no de reformas dentro del capitalismo. Si bien para Trotsky era una
situación singular (la historia no había sido pródiga en partidos surgidos de sindicatos o
movimientos sindicales), este posicionamiento planteaba nuevamente un cuestionamiento
a la división entre luchas económicas y políticas característica de las distintas variantes
sindicalistas, especialmente de aquellas burocráticas que en EE. UU. distribuían sus
actividades entre el corporativismo sindical y el apoyo político al partido demócrata. Si bien
era una situación particular, es decir, no implicaba una generalización de la consigna de
“partido de trabajadores basado en sindicatos” utilizada un poco abusivamente por ciertas
corrientes trotskistas en las décadeas posteriores, este posicionamiento de Trotsky era la
respuesta a una realidad híbrida que había dejado largamente por detrás las posiciones
“sindicalistas puras” que pretendían separar sindicatos y política (subordinando los
sindicatos a la política del Estado). También implicaba una modificación parcial de la
posición temprana de Trotsky sobre la imposibilidad de crear un partido de clase a partir
de la organización sindical.
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las “capas superiores del proletariado”, los sindicatos, en especial sus burocracias,
desarrollaban tendencias conciliadoras con el Estado burgués, incluso llegando a ser
ministros, como los anarquistas en la guerra civil española.
En este contexto, para Trotsky la tarea principal de los revolucionarios en los sindicatos
era luchar por la democracia obrera y por la independencia respecto del Estado. Esta era a
su vez una forma de plantear la independencia del movimiento obrero respecto del
movimiento nacionalista de Cárdenas, sin asumir una posición sectaria pero disputando la
hegemonía de la clase trabajadora respecto del campesinado comptiendo con la
“burguesía nacional”.
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económica y parlamentarismo en los marcos de una democracia burguesa liberal. Por el
contrario, en la época imperialista, caracterizada por las crisis, guerras y revoluciones y el
surgimiento de regímenes políticos autoritarios, bonapartistas y totalitarios, la burguesía
buscaba subordinar cada vez a la clase trabajadora mediante la burocratización de sus
organizaciones y su integración en el Estado. En este análisis, la imposibilidad de sostener
la democracia burguesa liberal iba de la mano con la de sostener sindicatos democráticos
independientes del Estado, salvo que estos defendieran una perspectiva abiertamente
revolucionaria, buscando superar el límite de las luchas económico-corporativas. Su
mirada estaba teñida del contexto configurado por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Los años del llamado neoliberalismo implicaron a su vez nuevos cambios en esa relación
entre Estado y sindicatos, sobre todo en países como Argentina donde una parte muy
importante de la burocracia sindical se hizo directamente empresaria. Sin embargo, estos
cambios no desmienten los fundamental de los análisis y líneas de acción trazadas por
Trotsky, que siguen siendo una brújula para pensar qué tiene que hacer la izquierda en los
sindicatos: la lucha por la independencia respecto del Estado, por la democracia sindical y
por la unidad de la clase trabajadora, creando organizaciones de democracia directa que
trasciendan los límites de la organización sindical, como parte de una estrategia de poder
de la clase trabajadora.
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