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SEGUNDOS METALES DE TRANSICIÓN

Tres familias de elementos que se mezclan bien


Los nueve metales de transición, lustrosos y de un gris blancuzco, son conocidos con el
nombre de las tríadas, porque forman grupos de tres. Los de la primera tríada, hierro,
cobalto y níquel, son fuertemente magnéticos. Se mezclan con facilidad, y una aleación
de los tres, más aluminio y cobre, produce un metal llamado alnico que se utiliza en la
fabricación de un imán, 12 veces más potente que su semejante en acero.
Las dos tríadas siguientes, llamadas de los platinos ligeros y pesados, también se
mezclan bien. Las aleaciones de los seis, hay docenas de fórmulas, se utilizan en
joyería e instrumentos de precisión.
El hierro, el níquel y el cobalto se encuentran en forma pura en la naturaleza, y se
encuentran juntos. Pero en tal estado pertenecen a otro mundo. Las masas donde se
encuentran, que pesan varias toneladas, son meteoritos. El hombre primitivo
probablemente utilizó este metal antes de que beneficiase el hierro.
Tanto el platino como el paladio se encuentran en forma de pepitas puras, que forman
parte del patrimonio de la tierra. Pero estos metales se desgastan tan poco con el
tiempo, que una importante fuente de suministro son los antiguos objetos de platino y
paladio, fundidos.
Entre los elementos familiares, pocos son de estructuras electrónicas tan semejantes
como el hierro, el cobalto y el níquel: tienen dos electrones en su órbita externa, y 14,
15 y 16 electrones respectivamente en su capa interior. Las dos tríadas del platino
están relacionadas casi igual.

En el «cementerio de barcos» del Hudson, Nuevo York, se advierte la reacción del


hierro con el oxígeno al formar óxido de hierro.
TERCEROS METALES DE TRANSICIÓN
Dos clanes: uno rico, otro mundano
Tres de los metales de transición, cobre, plata y oro, son de propiedades casi opuestas
a las de los metales alcalinos. En vez de ser ligeros, blandos y reactivos, son pesados,
duros e inertes. Mientras que los metales alcalinos no se encuentran nunca libres en la
naturaleza, estos elementos de transición aparecen como pepitas puras. Sin embargo,
ambos grupos tienen un solo electrón en la órbita externa de sus átomos, y deberían
presentar propiedades semejantes.
La razón de sus diferencias se encuentra en la penúltima órbita electrónica. La mayor
parte de los metales alcalinos tienen ocho electrones en dicha capa. Y ocho es un
número mágico en los círculos electrónicos. Es la disposición más estable que puede
tener la órbita externa de un átomo. Por esto los metales alcalinos reaccionan
violentamente para librarse de su incómodo electrón externo y alcanzar una especie de
nirvana atómico. Pero el cobre, el oro y la plata tienen, no 8, sino 18 electrones en su
penúltima capa. Incluso cuando pierden su electrón externo están lejos de la
estabilidad de los ocho. Por esto no reaccionan, lo que explica su presencia en la
naturaleza en forma pura.
Mientras una aureola seductora ha rodeado siempre al oro, la plata y el cobre por su
uso en monedas y joyería, la segunda familia, cinc, cadmio y mercurio, es más
prosaica. Las aleaciones de cadmio son corrientes en los rodamientos de gran
velocidad. El cinc está en el cubo doméstico "galvanizado". El mercurio es un metal
líquido y se solidifica a 39°C.

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