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RESUMEN.
ABSTRACT.
The article deals with what is meant by res judicata, particularly in relation to the
sentences that put an end to the controversy that must be resolved through the
process; it also deals with the primordial effect of the sentence passed in the
authority of res judicata, which is its immutability, and its exceptions, as well as
the preclusion as an institute necessary to carry out a process until its conclusion
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and, finally, legal certainty, that is achieved through the predictability of
sentences and the stability of legislation.
1.- INTRODUCCIÓN.
El proceso judicial, una vez iniciado, tiene por necesidad lógica que tener un fin,
acabar definitivamente en algún momento por sentencia firme, que es la que ha
adquirido la calidad de cosa juzgada (firmeza) porque a) ha quedado consentida,
o b) se han agotado los medios impugnativos para reformarla o anularla, sin éxito.
Esto es lo que se conoce en doctrina y jurisprudencialmente como “cosa juzgada
formal”; luego veremos su diferencia con la llamada “cosa juzgada material”, que
es la misma resolución vista, desde un aspecto positivo y negativo, como
inmutable.
Para que esto se produzca, es decir para llegar a la etapa resolutoria donde el juez
dicta la sentencia que, finalmente, adquirirá la condición de cosa juzgada por
causa de la ocurrencia de uno de los dos supuestos que acabamos de ver, es
necesario que dentro del proceso mismo funcionen dos institutos: la preclusión,
que hace avanzar el proceso hacia su final mediante el agotamiento de etapas
sucesivas e irrevisables, y la cosa juzgada de las resoluciones dictadas dentro del
proceso, que finalmente hacen tránsito a la sentencia que le pone fin al mismo
una vez que ésta pasa, también, en autoridad de cosa juzgada.
Entonces, antes de entrar de lleno a lo que significa la cosa juzgada y a sus efectos,
es necesario detenernos a revisar algunas nociones relativas a la preclusión.
2.- LA PRECLUSIÓN.
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La preclusión es uno de los principios que rigen el proceso considerado como un
mecanismo articulado con el fin de resolver una controversia con relevancia
jurídica por medio del sistema de justicia de un estado, y consiste en el hecho que
las diversas etapas del proceso se desarrollan en forma sucesiva, mediante la
clausura definitiva de cada una de ellas para dar paso a la siguiente; el
fundamento de la preclusión se encuentra en el orden consecutivo del proceso,
es decir, en la especial disposición (sucesión) en que se desarrollan los actos
procesales desde la etapa inicial hasta la etapa final.
Como vimos, para avanzar por etapas es necesario la preclusión y para dar por
concluida una etapa (precluida) y pasar a la siguiente debe haber una provisión
legal que así lo indique o tiene que dictarse la resolución correspondiente, que
tiene que pasar en autoridad de cosa juzgada; un ejemplo nos ayudará a verlo
con más claridad: la etapa inicial del proceso es la llamada etapa postulatoria, que
se inicia con la demanda y concluye con la contestación de la misma; esta primera
etapa del proceso concluye como tal por mandato de la ley procesal, sin
necesidad de una declaración judicial; luego el proceso debe pasar a la etapa
siguiente, la de saneamiento procesal, en la que el juez sí debe decidir, mediante
un autor interlocutorio, si existe o no una relación jurídica procesal válida. En
nuestro código procesal civil esta está en el artículo 465. De haber excepciones
éstas tienen que ser resueltas previamente en el respectivo cuaderno, y si son
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infundadas puede el juez sanear el proceso (en caso contrario procede en las
formas previstas en el artículo 451 del CPC).
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3.- LA COSA JUZGADA.
Esto es un problema muy grave que afecta a los ciudadanos y residentes del
estado donde el sistema de justicia (el aparato jurisdiccional) resuelve de manera
aleatoria las causas sometidas a su decisión, pero también afecta seriamente a la
inversión extranjera, porque sin la garantía de la predictibilidad de las sentencias
toda inversión se vuelve riesgosa, lo que genera mucho mayores gastos de
transacción o, lo que es peor, desalienta esa inversión.
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3.2 Ahora bien, al lado de la predictibilidad de las sentencias, también es
fundamental para la estabilidad jurídica de un sistema determinado de derecho,
que la legislación que rige ese sistema permanezca estable en el tiempo, es decir
que no se modifique con cada cambio de gobierno, lo que parece ser una
tendencia generalizada en ciertos países de la región (me refiere a algunos países
latinos del continente), lo que, ciertamente, no contribuye en nada a la
estabilidad jurídica.
3.3 Establecido que ha quedado que la cosa juzgada, junto con el instituto
procesal de la preclusión, es un instituto sobre el cual reposa la viabilidad de todo
proceso, es necesario dejar en claro que la sentencia firme tiene un efecto
preclusivo respecto de cualquier proceso ulterior, como consecuencia del
principio de seguridad jurídica (no confundir con la estabilidad jurídica), que
garantiza que un proceso no pueda llevarse adelante nuevamente entre las
mismas personas y sobre el mismo objeto (si ocurre, la excepción de cosa juzgada
debe ponerle fin al nuevo proceso iniciado desconociendo le resuelto
anteriormente sobre lo mismo).
Para que la cosa juzgada surta efecto en otro juicio, es necesario que, entre el
caso resuelto por la sentencia y aquel en que ésta sea invocada, concurra la triple
identidad que exige la ley, esto es, que se trate de las mismas personas (la calidad
con que lo fueron), la misma causa y el mismo objeto.
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El principio de la cosa juzgada se proyecta también sobre la problemática
derivada de la no observancia del criterio jurisprudencial establecido en
sentencias previas al que nos hemos referido anteriormente, dado que las
sentencias judiciales deben tener un efecto replicativo (positivo) respecto de
procesos futuros similares.
Frente a este criterio de fallar en un mismo sentido en casos similares con el fin
de dotar de seguridad jurídica al sistema judicial, creando una estabilidad
jurisprudencial (que es un componente primordial de la estabilidad jurídica, junto
con un sistema legal de pocos cambios) está la propia ley, que no obliga al juez
de nuestro sistema continental a fallar conforme a lo decidido anteriormente in
casu consimili, el que puede apartarse sin necesidad de fundamentar por qué
decide no tomar en cuenta el criterio previo, porque en nuestro sistema de
derecho el juez no está vinculado (como sí lo está el juez anglosajón) al
precedente judicial (stare decisis) establecido para casos similares, a menos,
desde luego, que se trate de un precedente vinculante dictado por el Tribunal
Constitucional o de un criterio vinculante fijado por la Corte Suprema en Sala
Plena reunida para ese efecto.
En nuestro sistema de derecho procesal civil, el artículo 123 del Código Procesal
civil determina qué se entiende por cosa juzgada formal. Dice así:
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Artículo 123º.- Cosa Juzgada.
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Según hemos visto, en materia de cosa juzgada se distingue la cosa juzgada
formal de la cosa juzgada material: la primera reside en la seguridad jurídica y
en la idea misma del proceso entendido como un orden a seguir en su
tramitación (etapas, preclusión, etc.), mientras que la segunda (la material),
es el efecto externo que una resolución judicial firme tiene sobre los restantes
órganos jurisdiccionales o sobre el mismo juez o tribunal en un procedimiento
distinto, y consiste en una vinculación negativa y positiva.
A pesar del carácter de inmutable que predica por definición la cosa juzgada,
hay que tener en cuenta que ésta puede ser revisada en sede constitucional y
así lo señala el fundamento 7 de la misma sentencia del Tribunal
Constitucional que mencionamos arriba, que dice:
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o b) porque se han agotado los medios impugnativos para reformarla o anularla,
sin éxito.
Aunque importa una nueva digresión el discurso, debemos señalar que con
relación a esta particular acción de amparo que contempla el Código Procesal
Constitucional contra resoluciones judiciales firmes, la demanda respectiva
debe interponerse ante un juez Constitucional, que es un juez de Primera
Instancia que, colocado en la situación de resolver una demanda dirigida
contra 5 jueces supremos que han intervenido formando sala para resolver el
recurso de casación, y ante la posibilidad de tener que enmendarles la plana,
se refugia en el rechazo liminar de la demanda, la que en casi la totalidad de
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los casos es declarada improcedente, con lo que el demandante se ve obligado
a apelar de ese auto y esperar que el juez colegiado superior la admita, y si eso
no ocurre tiene que acudir al Tribunal Constitucional en vía recurso de revisión
para ver si, finalmente, se admite o no a trámite. En términos de tiempo esto
le toma al menos dos años, con lo cual, en la práctica, la acción de amparo
contra resoluciones judiciales firmes es una ilusión y no una herramienta
efectiva para defender un derecho de contenido constitucional.
Retomando el hilo del discurso, debemos recalcar el hecho que la cosa juzgada
material no es otra cosa que la cosa juzgada formal vista desde el ángulo de
los efectos que produce a nivel jurisdiccional: la inmutabilidad y la
imposibilidad de su revisión por cualquier otro órgano jurisdiccional o no, con
las excepciones que establece el Código Procesal Constitucional y el
precedente vinculante de la parte pertinente de la sentencia del Tribunal
Constitucional , dictada en consonancia con el art. 4 del mentado código.
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en sede penal cuando se trata del recurso de revisión, que supone el aporte de una
nueva prueba de descargo de tal significación que hace lugar a que la sentencia sea
revisada y modificada en beneficio del reo.
(…)
Con respecto a este instituto hay varias cosas que decir; en primer lugar, hay que
modificar el plazo de caducidad de seis meses por uno más amplio; en segundo lugar,
es atentatorio del derecho de acceso a la justicia condicionar la ejecución de la
sentencia como requisito para invocar la demanda de nulidad de cosa juzgada
fraudulenta; debe bastar conque la sentencia haya pasado en autoridad de cosa
juzgada porque de otra manera puede ser muy tarde para evitar los efectos
perniciosos de una sentencia obtenida fraudulentamente.
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todas las medidas cautelares que se correspondan con la controversia que se debate
en el proceso fraudulento.
En cuarto lugar, no obstante que del texto de la norma aparece que los efectos
rescindentes de la declaración de nulidad retrotraen el proceso “…hasta el estado
que corresponda”, la norma, interpretada desde el punto de vista sistemático y no
solo literal, plantea dudas sobre los efectos de la sentencia estimatoria de la
demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta porque aunque muchos autores
consideran que se debe reponer el proceso fenecido al estado en que se cometió el
vicio, lo cierto es que la sentencia atacada no es más que la culminación de un
proceso viciado por el fraude y, por esa razón, debe anularse el proceso en su
totalidad, haciendo lugar a un tercer proceso en vez de reponerse el fraudulento al
estado anterior a la sentencia anulada en el segundo proceso.
También el artículo omite referirse a los autos finales que le ponen fin a los procesos
de ejecución, donde propiamente no se dicta sentencia, pero que igualmente le
ponen fin con los mismos efectos de una sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada.
5. CONCLUSIONES.
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5.2 La cosa juzgada formal es toda resolución que queda firme porque a) ha
quedado consentida, o b) porque se han agotado los medios impugnativos para
reformarla o anularla, sin éxito.
5.6 La nulidad de la cosa juzgada fraudulenta, tal como está legislada en el artículo
178 del Código Procesal Civil requiere reformularse; algunos lineamientos en tal
sentido hemos consignado arriba, al ocuparnos de la misma.
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