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V.- POLARIDADES

Paco Peñarrubia

En todo organismo, como en la naturaleza en general, los fenómenos actúan


dialécticamente: No se puede conocer el sueño sin tener conciencia de la vigilia, es
imposible la memoria sin la capacidad de olvido, no podemos calibrar el amor sin
reconocer en nosotros la existencia de odio…
Todos tenemos dentro un sistema de opuestos, o mejor dicho, cada parte de
nosotros tiene su correspondiente opuesto. Todo esto viene de una antigua tradición
filosófico-espiritual: recordemos la complementariedad del ying y el yang en el
taoísmo.
Como dicen los Polster: “La existencia de polaridades en el hombre no es
ninguna novedad, lo nuevo en la perspectiva gestáltica es la concepción del individuo
como una secuencia interminable de polaridades.”1: unas aparecen en un momento y
otras en otro pero todas están ahí y forman parte de nosotros. En realidad no existe
incompatibilidad entre opuestos, sino que somos nosotros quienes los juzgamos
erróneamente incompatibles, dando como resultado el estrechamiento de la
conciencia: al mirar las cosas desde un único sitio limitamos nuestra capacidad de
darnos cuenta:

“Si estamos dispuestos a quedarnos en el centro de nuestro mundo y no situar


el centro en nuestra computadora o en alguna otra parte en vez de donde
realmente corresponde, entonces somos ambidextros, vemos los dos polos en
cada acontecimiento.
Sabemos que la luz no puede existir sin la oscuridad. Si hay similitud ya
no cabe el darse cuenta. Si siempre hay luz, uno ya no vivencia la luz. Tiene
que estar presente el ritmo de luz y oscuridad. Derecha no existe sin izquierda.
Si pierdo mi brazo derecho mi centro se desplaza hacia la izquierda”2.

Este situarse en el centro como actitud de partida, Fritz reconoce haberlo tomado de
Friedlander. Ya en sus primeros escritos (“Yo, Hambre y Agresión” 1942-47), Perls
señala sus intenciones de revisar el psicoanálisis.

a) Reemplazando el concepto psicológico por un concepto organicista.


b) Reemplazando la psicología asociacionista por la psicología de la forma.
(Gestalt).
c) Aplicando el pensamiento diferencial, basado en la indiferencia creativa de
Friedlander.

En su obra “Indiferencia creativa” Friedlander dice (según cita Perls puesto que
esta obra desapareció en la segunda guerra y es inencontrable): “todo evento se
relaciona con un punto cero a partir del cual se realiza una diferenciación en opuestos.
Estos opuestos manifiestan, en su concepto específico, una gran afinidad entre sí. Al
permanecer atentos al centro, podemos adquirir una capacidad creativa para ver

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
1
!E.!y!M.!Polster,!op.!Cit.,!p.17!
!F.!Perls:!“Sueños!y!Existencia”.!Cuatro!Vientos.!Chile.!1974.!Pag.29!
2

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ambas partes de un suceso y complementar una mitad incompleta. Al evitar una


visión unilateral logramos una comprensión mucho más profunda de la estructura y
función del organismo.”

Perls alude a que los opuestos existen por diferenciación de “algo no


diferenciado (a lo que él llama pre-diferente) y punto cero es el punto donde empieza
la diferenciación. En la aplicación terapéutica esta diferenciación es importantísima: la
llamamos polarización, es decir, que los polos opuestos se definan con claridad (si
están indiferenciados no cabe ni dialéctica, ni darse cuenta ni integración), que
extremen sus posiciones para poder reconocer quiénes son estos contendientes; por
ejemplo, en un conflicto entre necesidades intelectuales y emocionales, si la “cabeza”
no expresa lo que quiere, lo que teme, etc. y si las “tripas” igualmente no explicitan sus
deseos legítimos, difícilmente vamos a poder establecer un diálogo entre ambos
donde se reconozcan, se escuchen, se entiendan y puedan llegar a algún tipo de
acuerdo.
El concepto de punto cero es una metáfora de la neutralidad perceptiva. Freud
habló de “atención flotante” y de “escepticismo benevolente” como recomendaciones
al analista. Perls trabaja desde esta actitud y así lo cuenta Claudio Naranjo como
testigo: “la terapia gestalt aboga por estar consciente sin auto-manipulación. Fritz lo
llamaba (siguiendo a Friedlander) “indiferencia creativa”. Con esto quería decir la
capacidad de mantenerse en un punto neutro, libre de los opuestos conceptuales o
emocionales en juego en cada momento del percatarse. Perls mostraba un grado
asombroso de indiferencia creativa como psicoterapeuta por su capacidad de
quedarse en el punto cero sin verse atrapado en los juegos de sus pacientes. Pienso
en el punto cero como un refugio del terapeuta gestáltico en medio de una
participación intensa; no sólo como una fuente de fortaleza, sino como su último
apoyo”3.

El gestaltista piensa en términos de polaridades (pensamiento diferencial)


porque su filosofía es integrativa. El pensamiento lineal, por el contrario introduce
dualidades y dicotomías, genera disociación y conflicto interno:

“La filosofía básica de la terapia gestalt es la diferenciación e integración de la


naturaleza. La diferenciación conduce por sí misma a polaridades. Como
dualidades, estas polaridades se pelearán fácilmente y se paralizarán
mutuamente. Al integrar rasgos opuestos, completamos nuevamente a la
persona. Por ejemplo: debilidad y bravuconería se integran como una
silenciosa firmeza4.

Cuando en gestalt “polarizamos” o diferenciamos no estamos intentando dividir


la persona sino limpiando el campo para favorecer la integración:

“Gran parte del trabajo gestáltico consiste en encontrar y ejercitar la división, de


modo que las partes de la unidad puedan volver a juntarse. Así, alejados de
nuestro propio cuestionamiento y de nuestras exigencias, podemos disfrutar de

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
3
!C.!Naranjo:!“La!Vieja!y!Novísima!Gestalt”.!Cuatro!Vientos.!Chile.!1990.!Pág.!202!
!F.!Perls.!“Terapia!gestalt!y!potencialidades!humanas”,!en!J.!O.!Stevens,!“Esto!es!Gestalt”,!op.!Cit.,!p.19!
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la unidad del darse cuenta, donde la división dentro del yo desaparece al igual
que las divisiones entre yo y los demás, entre yo y el resto del mundo”5.

La integración es siempre el horizonte terapéutico. Kurt Goldstein, que


investigó los daños cerebrales, dice que la integración “es forzosa es un organismo
sano y complejo (ley de la economía). Sólo acarrea conflictos cuando la función
bloqueada se hace crónica y no está disponible en caso de necesidad”6. Igualmente a
nivel emocional, el extremo o polo no aceptado (por ejemplo la agresión o cualquiera
de los considerados sentimientos negativos frente a sus opuestos “positivos” o
socialmente aceptados) no sólo acaba por no estar disponible cuando haga falta, sino
que además perturba y dificulta la vivencia satisfactoria de la emoción opuesta (por
ejemplo, el amor).

En la práctica terapéutica algunas polaridades son clásicas por su frecuencia y


relevancia, bien por ser motivo habitual de conflicto interno o porque representan y
ejemplarizan las contradicciones culturales en que nos movemos. La división
tradicional de nuestra educación judeo-cristiana ha sido la dicotomía cuerpo/alma y
todas sus derivaciones (el espíritu y la carne, la razón y la instintividad, etc.) que en la
terapia suele representarse en forma de auto-tortura entre los dictados y las
exigencias de una y otra o como conflicto entre el control y la espontaneidad. La
actitud gestáltica en el enfoque de esta problemática es siempre reconocer la
legitimidad de lo organísmico y de los valores internos por encima de los valores
extrínsecos.

Otras polaridades a considerar en el trabajo gestáltico son:

a) La parte masculina y femenina de cada persona, que Perls localiza en la


mitad derecha o izquierda, respectivamente, del cuerpo; ambos son
componentes psicológicos de cada individuo, independientemente de su
sexo biológico.

b) Apoyo y relación, que Perls localiza en la mitad inferior y superior,


respectivamente, del cuerpo; la armonía entre ambas permite conjugar el
auto-apoyo personal y la relación con el entorno.

c) Resentimiento y aprecios. El odio y el amor no son dicotómicos ni


incompatibles respecto a un mismo objeto. Poderlos formular en la medida
que emerjan equilibra la vivencia de los sentimientos positivos y negativos
sin que unos anulen a otros. El trabajo con los resentimientos es una
constante en la terapia gestáltica porque son el ejemplo más claro de
situación inconclusa, de gestalt incompleta. Perls dice que el resentimiento
no expresado se convierte en culpabilidad, o visto de otra forma, que detrás
de la culpa (factor social) subyace un resentimiento (factor organísmico) y la
conclusión de esta situación culposa es poder expresar ese rencor y pedir o

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
!F.!Perls:!“Resolución”.!en!“Esto!es!Gestalt”.!Cuatro!vientos.!Chile.!1978.!Pág!78!
5

6
!KX!Goldstein:!“The!effect!of!brain!damage!on!the!personality”.!Mac!Millan.!New!York.!1964!

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exigir lo que en su momento no se hizo y luego se transformó en


enconamiento.

d) Perro de arriba y perro de abajo: hablaremos de esta polaridad más


adelante, como representación prototípica del funcionamiento neurótico.

e) Contacto-retirada. Las polaridades que vamos revisando hasta ahora son


ejemplos de la visión globalizadora de la gestalt y, en la práctica
terapéutica, son potentes orientadores de trabajo.
Contacto/Retirada tiene una dimensión más amplia puesto que es la
polaridad donde se engloba la gestalt teóricamente.
Antes hemos hablado de auto-regulación organísmica como la esencia
del enfoque gestáltico. Esto supone que ese organismo que somos (y que
tiende a la organización) es inseparable de su entorno; precisamente es en
dicho entorno o medio donde desplegará sus tendencias reguladoras para
orientarse, satisfacer sus necesidades, crecer, defenderse, etc.
El enfoque gestáltico no es una visión intra-psíquica ni tiene una teoría del
funcionamiento interno de la psique (como sí la tiene el psicoanálisis en su
descripción de las tres instancias sencillas: ello, yo y superyó). Es más bien un
modelo situacional: percibe al individuo desde dentro (yo) y en su relación con
un espacio y un tiempo (aquí y ahora). Por eso se cataloga a la terapia gestalt
entre los enfoques existenciales o experimentales, porque la vivencia de sí en
el momento y la situación presentes es la experiencia existencial por
excelencia.
De distintas maneras venimos refiriéndonos a estos al hablar de escucha
interna/externa, darse cuenta de sí y del mundo (disolviendo la zona
intermedia), la importancia del aquí/ahora y el Yo/Tú como esencia dialógica de
la gestalt.

“Ningún individuo es auto-suficiente. El individuo puede existir únicamente en


un campo ambiental; es inevitablemente en todo momento parte de algún
campo”. (Perls. 1976. Pág. 29).
El organismo y su medio, como la figura y el fondo, son inseparables. “están en
una relación de reciprocidad. Ninguno es víctima del otro. Su relación es de
hecho una relación de opuestos dialécticos” (Perls 1976. Pág. 31).
En esta dialéctica de interacción e intercambio puede haber desajustes (déficit
o exceso) que generan malestar o enfermedad. Contacto-retirada es la
polaridad a través de la cual la gestalt entiende estos desajustes e intenta
intervenir correctamente.
Contactar es salir del mundo, intervenir en el entorno para satisfacer cualquier
necesidad. El mero hecho de respirar es el contacto más primario: necesitamos
del oxigeno para no morir y lo mismo podríamos decir de las demás funciones
de sobrevivencia (beber, comer…) A nivel emocional ocurre lo mismo puesto
que necesitamos calor, afecto, sexo…, así como intercambiar ideas, confrontar
diferencias, etc.
Retirarse es el movimiento inevitable tras el contacto satisfactorio. Es un
retraerse, descansar y prepararse para lo siguiente. Retirarse es también

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función de sobrevivencia (escapar de un peligro) así como emocional


(despedirse) o intelectual (soltar una idea fija).

Una forma de entender en gestalt la conducta neurótica es precisamente


cuando este ritmo de opuestos no fluye de forma natural. Puede ser por dificultad para
contactar como ocurre con personas retraídas y también por dificultades de retirarse
(aquellos que no pueden estar solos). En la práctica terapéutica lo más frecuente no
son tanto estos extremos sino el mal contacto o la mala retirada: falsear lo que uno
necesita, manipular para conseguirlo, estar apegado al pasado sin cerrarlo y retirarse,
etc.… “Si el contacto es demasiado prolongado se torna inefectivo o doloroso, si la
retirada es demasiada prolongada, interfiere en el proceso de la vida” (Perls 1976.
Pág. 35).

Lecturas complementarias:

9.- “Límite del contacto”. (Fritz Perls).


10.- “Perspectiva interior del conflicto psicológico: la pareja interior”. (Norberto Levy).

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TEXTO 9.- LIMITE DE CONTACTO

Fritz Perls

Resumimos una parte del capítulo 1 de “El enfoque gestáltico. Testimonios de


terapia” (Cuatro vientos. Chile 1976) donde Perls desarrolla la polaridad de
Contacto/Retirada.

El individuo quiere apropiarse o ganarse aquellos objetos o personas en el


ambiente que tienen una catexis positiva; el joven enamorado quiere desposar a la
muchacha que ama, el hambriento quiere comer. Al tratar de adquirir los objetos con
catexis positiva, el individuo contacta su ambiente, va hacia lo que le rodea. Por otra
parte, el individuo tiene una orientación completamente diferente hacia aquellos
objetos o personas que tienen una catexis negativa. A estos los quisiera aniquilar o
remover del campo. Esto es aplicable tanto a nuestra fantasía como también al mundo
real. El granjero tratará de dispararle al zorro que asalta su gallinero. Tratamos de
eliminar “malos” pensamientos y emociones indeseadas de nuestras “mentes” como si
fueran enemigos reales.
Desde luego que el modo más seguro de eliminar al enemigo es destruyéndolo
o tornándolo indefenso. Esto significa destruir aquellas cualidades que siguen siendo
amenazas para nosotros. Esto hizo precisamente Dalila al cortarle la cabeza a
Sansón. Lo otro que podría hacerse -aunque no tan óptimo- sería asustarlo o
amenazarlo, lanzarlo para afuera. Además de estos métodos de destrucción, podemos
encarar la situación y al objeto con catexis negativa, por medio de la aniquilación
mágica o fugándose del campo del peligro. Ambos son medios de retraerse.
La aniquilación mágica es bien conocida es psicoterapia bajo el nombre de
escotoma, es decir, punto ciego. Hay personas que literalmente no ven lo que no
quieren ver, no escuchan lo que no quieren escuchar, no sienten lo que no quieren
sentir –y todo esto con el único fin de dejar afuera lo que ellos consideran que es un
peligro-, aquellos objetos y situaciones que pudieran tener para ellos catexis negativa.
La aniquilación mágica es un retirarse parcial, un substituto para el retiro verdadero.
En esta época de psicoanálisis, tendemos a pensar que el retraerse es un
síntoma de neurosis. Pero esto es una mala comprensión del fenómeno. El retraerse o
retirarse, per se, no es ni bueno ni malo, sencillamente es un modo de enfrentar el
peligro. Podemos saber si es o no patológico únicamente mediante nuestras
respuestas a las siguientes preguntas: ¿Retraerse de qué?, ¿retraerse hacia qué?, y
¿retraerse cuánto tiempo?
Lo mismo puede decirse del contacto. El contacto en sí mismo no es bueno ni
malo, a pesar de que en nuestra época de preocupación por el “ajuste social”
tendemos a valorizar nuestra capacidad de hacer contacto casi por encima de todo lo
demás. Sin embargo, algunas formas de contacto no son en absoluto sanas. Ustedes
habrán tenido oportunidad de conocer personas que sencillamente tienen que
mantenerse en continuo contacto con uno: los pegotes. Todo psicoterapeuta sabe que
son tan difíciles de tratar como lo son las personas profundamente retraídas. Hay
personas que se sienten obligadas a quedarse en contacto con sus ideas fijas; están
tan perturbadas como aquellos esquizofrénicos casi completamente retraídos.

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Por lo tanto, no todos los contactos son sanos, ni todo el retraerse es enfermo.
Una de las características del neurótico es que ni puede establecer un buen contacto
ni puede organizar su retiro. Cuando debiera estar en contacto con su ambiente, su
mente está en otra cosa, de modo que no puede concentrarse. El insomnio, queja
frecuente del neurótico, es un ejemplo de la incapacidad de retraerse. También lo es el
aburrimiento. El aburrimiento ocurre cuando tratamos de quedarnos en contacto con
un objeto que no es de nuestro interés. Rápidamente extinguimos toda la excitación
que hay a nuestra disposición; nos cansamos y nos aburrimos. Queremos retraernos
de las situaciones. Al no encontrar una excusa adecuada el sobrecontacto también se
torna doloroso y lo expresamos exactamente en estos términos: “mortalmente
aburrido” o “llorando de aburrimiento”. Si dejamos que nos controle nuestro cansancio
nos retraemos a nuestra fantasía hacia un contacto más interesante.
El que nuestro cansancio sea asunto únicamente temporal, se hace evidente
al descubrir el renovado interés con que nos encontramos súbitamente escuchando a
un orador fascinante. Una vez más estamos en contacto, estamos por así decir “ahí
enteros”.
El contacto y el retiro son opuestos dialécticos. Son descripciones de los
modos como enfrentamos eventos sicológicos, son los modos que tenemos para tratar
en el límite de contacto con objetos en el campo. En el campo organismo/ambiente,
las catexis positivas y negativas (contacto y retiro) se comportan en forma muy similar
a las fuerzas atractivas y aversivas del magnetismo. El campo total compuesto de
organismo/ambiente es en sí una unidad diferenciada dialécticamente. Biológicamente
se diferencia en organismo y ambiente; psicológicamente, en lo propio y lo otro;
moralmente en egoísmo y altruismo, científicamente en objetivo y subjetivo, etc.
Cuando el objeto cataxial, ya sea su catexis positiva o negativa, ha sido
apropiado o aniquilado, contactado o alejado, o tratado de alguna manera satisfactoria
para el individuo, entonces tanto él como la necesidad con la cual está asociada
desaparecen del ambiente, se dice que la gestalt está cerrada. El objeto catexial y la
necesidad tiene una relación casi matemática entre sí; si la necesidad es un déficit, el
objeto catexial es una más (+). Si un hombre siente sed, siente que le falta líquido, su
necesidad es vivenciada como un déficit (-). En ese instante un vaso de agua tiene
para él una catexis positiva y se vivencia como un más. Se puede medir con exactitud
el número de unidades de líquido que precisa y al obtener esa cantidad del ambiente,
sus necesidades están satisfechas. La suma algebraica, de la necesidad más el objeto
catexial da por resultado cero.
Este “contactarse con” y “retirarse del” ambiente, esta aceptación y rechazo del
ambiente, son las funciones más importantes de la personalidad integral. Son los
aspectos positivos y negativos de los procesos psicológicos mediante los cuales
vivimos. Son opuestos dialécticos, forman parte de lo mismo, de la personalidad
integral. Aquellos psicólogos que sostienen un concepto dualístico del hombre ven a
estos opuestos naturales como fuerzas antagónicas que hacen pedazos al individuo.
Nosotros, por el contrario, los vemos como aspectos diferentes de la misma cosa: la
capacidad de discriminar. Esta capacidad puede confundirse como también puede
funcionar malamente. Al ocurrir esto el individuo se hace incapaz de reaccionar
adecuadamente y por ende lo describimos como neurótico. Pero cuando la capacidad
de discriminar funciona en buena forma, los componentes de aceptación y rechazo, de
contacto y de retiro están siempre presentes y activos.

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En realidad, esta función pareciera formar parte del ritmo mismo de la vida.
Durante el día, mientras estamos despiertos, estamos en contacto con el mundo.
Durante la noche al dormirnos, nos retraemos, renunciamos al contacto del mundo.
Durante el verano, por lo general, estamos más abiertos que en el invierno. Un
ejemplo perfecto del retraerse en la estación fría lo constituyen aquellos animales que
hibernan.
El contactar el ambiente es en cierto sentido la formación de una gestalt. El
retraerse es cerrarla completamente o bien reunir sus fuerzas para posibilitar el cerrar
la gestalt. EL boxeador hace contacto con la mandíbula de su contrincante, pero no
deja su puño ahí. Lo retira para dar al próximo golpe. Si el contacto es demasiado
prolongado se torna inefectivo o doloroso; si el retiro es demasiado prolongado, llega a
intervenir en el proceso de vida. El contacto y el retiro, es su forma rítmica, son
nuestros medios de satisfacer nuestras necesidades, de continuar los procesos
siempre en transcurso que constituye la vida misma…

Más adelante afirma Perls:


De aquí surgen algunas indicaciones para la psicoterapia. Anteriormente
describíamos la neurosis como la enfermedad que surge cuando de alguna manera el
individuo interrumpe los procesos en transcurso de su vida, cargándose a sí mismo
con tantas situaciones inconclusas que llega un momento en que no puede continuar
con el proceso de vivir. Contrastando con las interrupciones llamadas fisiológicas, las
interrupciones psicológicas o neuróticas son del tipo que ocurren a un nivel consciente
o un nivel que puede llegar a serlo.

Ahora vemos otra cosa del neurótico. Su ritmo de contacto-retirada está


descompuesto. No puede decidir por sí mismo cuándo participar y cuándo retirarse,
porque todos los asuntos inconclusos de su vida, todas las interrupciones de los
procesos en transcurso, han perturbado su sentido de la orientación y ya no puede
distinguir entre aquellos objetos o personas en el ambiente que tienen una catexis
positiva, de aquellos que tienen una catexis negativa; ya no se sabe ni cuándo ni de
qué retirarse. Ha perdido su libertad de elección, no puede escoger medios apropiados
para cumplir sus metas, porque ya no tiene la capacidad de ver las opciones que tiene
por delante.

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TEXTO 10.- PERSPECTIVA INTERIOR DEL CONFLICTO PSICOLOGICO: LA


PAREJA INTERIOR

Norberto Levy

Para ilustrar la polaridad Masculino/Femenino, hemos seleccionado este texto


del gestaltista argentino. N. Levy, quizá la persona que más profundamente ha
investigado este asunto bajo el epígrafe de “pareja interior”. Resumido de su
artículo publicado en ATRE, Boletín de la Asociación Transpersonal Española.
Nº1, Primavera 1995.

Estamos habituados a entender al varón y a la mujer como dos entidades


sexuales absolutamente separadas e independientes. El varón es concebido como
alguien dotado de energía masculina y la mujer como alguien dotado de energía
femenina, es decir los percibimos exclusivamente de acuerdo con la imagen de
“esferas independientes y separadas en el espacio”. Tanto el varón como la mujer
están constituidos por las dos energías básicas: masculinas y femenina. La diferencia
entre ambos es una cuestión de grado o predominio. El varón es masculino-femenino
con predominio femenino. Es decir, ambos sexos albergan dos energías.

Este hecho ya fue reconocido desde muy antiguo por el taoísmo en su


descripción de la relación Ying-Yang y uno de los precursores en Occidente de la
misma concepción fue Jung, quien lo formuló en términos de “animus” y “anima”. El
primero representa la energía masculina y el segundo la femenina, y él introdujo la
idea de que ambos componentes están presentes e interactúan entre sí, tanto en
varones como en mujeres.

Muchas corrientes del campo de la biología afirman también que todo individuo
contiene las estructuras anatómicas e histológicas de los dos sexos, uno de los cuales
se desarrollan en plenitud y el otro involuciona. El ejemplo más evidente de este
proceso son las tetillas del varón, las cuales representan una parte del sistema
mamario no desarrollado. Lo mismo ocurre con los otros caracteres sexuales,
primarios y secundarios, de cada sexo.

Los atributos de las energías masculina y femenina son los mismos que
describimos para la energía ying y yang. Las presentaremos de un modo ampliado y
en cuadro comparativo para reconocerlas mejor:

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Energía Masculina Energía Femenina
Iniciativa búsqueda Capacidad de espera
Emisión penetración Receptividad
Tensión- Relajación Relajación
Fuerza física Flexibilidad
Dureza Delicadeza ternura
Acción Sensibilidad contemplación
Pensamiento Sentimiento
Anticipación del futuro Percepción del presente
Renovación Conservación y cuidado de lo existente
Percepción de “lo que hago” Percepción de la substancia de “la que estoy
hecho”
Percepción de la individualidad Percepción del conjunto del cual formo parte
Pensamiento lógico racional Intuición
Análisis Síntesis
Discriminación de las partes Percepción del conjunto sentido estético
Tiempo Espacio
Concepto Forma
Dirección del movimiento
Eje antero posterior Eje lateral
Forma de rasgos físicos
Líneas rectas ángulos puntas Líneas curvas redondeadas
Arquetipo celular
Espermatozoide Óvulo
Metáfora Plástica
Flecha tensa Esfera esponjosa

Cada conjunto de características constituye una organización funcional


específica. La masculina es la que se pone en juego cuando se realiza una actividad
que requiere, para ser realizada, una o varias de las funciones descritas en la columna
de la izquierda. Si tengo que escalar una montaña, explorar el espacio, salir al mundo
exterior y actuar sobre otros, etc., necesitaré apelar al equipo energético masculino.
Otro tanto ocurre con su opuesto: Si necesito realizar una actividad que requiera
delicadeza, relajación, ternura, receptividad, capacidad de cuidado, flexibilidad, o
cualquiera del resto de las características descritas en la columna de la derecha,
necesitaré apelar a mi equipamiento de energía femenina. Cada ser humano necesita,
para vivir, de ambas calidades de recursos.

Los varones, en una gran mayoría, hemos sido educados y formados según la
creencia que dice que cuanto más energía masculina, más y mejor varón se es. A
partir de tal creencia cualquier rasgo en un varón que estuviera vinculado con las
funciones femeninas (sensibilidad, delicadeza, capacidad de cuidado, ternura, etc.) era
interpretado como un déficit, como una falla en su condición de varón. De ahí los
típicos calificativos de “mariquita”, “maricón” con que se suele burlar a los niños que
expresan algún rasgo femenino. Tales términos quieren decir precisamente eso:
“varón fallado”.

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El otro temor asociado a los rasgos femeninos es la homosexualidad. Ambas


reacciones surgen de la misma confusión: considerar varón como sinónimo de
masculino y mujer como sinónimo de femenino. Ante esta creencia la emergencia de
un rasgo femenino en un varón no fue tomado como eso, un rasgo femenino de un
varón, sino como un “afeminamiento” del varón, es decir, una falla, un déficit en su
condición de tal.

Esta creencia ha producido verdaderos estragos en el desarrollo psicológico de


los varones (y también de las mujeres, cuyo análisis presentaremos más adelante). A
esta idea se ha asociado otra, igualmente errónea, que ha sumado su acción
devastadora sobre la posibilidad de un desarrollo armónico y equilibrado: es la que
cree que la energía masculina es mejor, más interesante o más vital que la energía
femenina.

Cuando se le pregunta a alguien ¿qué cree usted que es mejor, más


interesante o más vital: la iniciativa, la búsqueda, la acción, la renovación o la
receptividad, la espera, la contemplación, la conservación?, la respuesta más
frecuente es que lo primero es más interesante que los segundo, y a los rasgos
femeninos mencionados se los considera más bien como un déficit de la vitalidad.

Esta concepción afortunadamente no es universal, sino que está vinculada


específicamente con la cultura occidental. La tradición y el pensamiento de Oriente,
por ejemplo, han considerado a la energía femenina de un modo completamente
diferente. Han reconocido en ella una significación y una jerarquía que la cultura
occidental aún no ha logrado encontrar.

Si la energía femenina es poco valorada por nuestra sociedad y se cree


además que su presencia señala un déficit en la condición de varón, entonces quedan
dadas todas las condiciones para que el varón intente desconectarse completamente
de tal calidad de energía. Esta necesidad lo lleva a tratar de dominar cualquier
reacción o sentimiento femenino para que no se manifieste. Esta actitud quedó
convertida luego en señal de potencia masculina: “Los varones se aguantan el dolor y
no lloran…” Dicho en otras palabras: “Cuando más se domina a la energía femenina,
más varón se es”.

Estas cuatro creencias: 1) que varón es sinónimo de masculino y mujer es


sinónimo de femenino; 2) que la presencia de un rasgo femenino en el varón es una
falla en su condición de tal; 3) que la energía masculina es mejor que la femenina; 4)
que dominando a la energía femenina se exalta la condición de varón han producido
efectos devastadores en la relación masculino-femenino, tanto en varones como en
mujeres. La relación varón-mujer es el campo en el que dichos efectos se ven con
mayor inmediatez, pero es importante saber que los daños producidos trascienden
ampliamente dicho espacio.

De hecho existe una alta población de varones con su energía femenina muy
dañada. Dañada por no estar legitimada socialmente, por no ser reconocida
interiormente, por no ser expresada, ejercitada y disfrutada. Este daño se manifiesta
en la incapacidad de realizar experiencias que requieran energía femenina y en la

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sobreactuación compensatoria de la energía masculina. Por lo tanto el resultado


frecuente es: sobrecarga de la actividad, de la lucha, de la competencia, del esfuerzo,
de la tensión, de la constante búsqueda de logros, de la ausencia de relajación,
sosiego y disfrute, etc. Es decir: “estrés”. Como todos sabemos, el “estrés” es un
estado global de desequilibrio y agotamiento que cuando se resuelve evoluciona hacia
enfermedades de gravedad creciente.

Puede resultar útil agregar a esta lista padecimientos la experiencia que es la


representación paradigmática de la potencia masculina: el orgasmo. Se suele creer
que cuanto más masculino el varón, más potente su orgasmo. Y no es así.
Intentaremos explicarlo: durante el orgasmo se producen contracciones espasmódicas
de la musculatura lisa pelviana -que suelen extenderse a otras regiones del cuerpo- y
toda la actitud psicológica global de entrega y fusión vinculada con la emisión del
semen. Podríamos pensar que lo que se ha puesto en juego en dicha experiencia es la
pura energía masculina en su momento genital culminante, pero profundamente no es
así. Todo el aparato sexual masculino en su función emisora está sostenido por su
fase receptiva, que es precisamente la que le permite recibir la afluencia de estímulos
que le llegan de los centros superiores y de otras partes del cuerpo. El pene en
erección que penetra la vagina lo puede hacer en la medida en que él también es
capaz de ser receptivo a los estímulos que a él le llegan. Las contracciones
espasmódicas, componente energético fundamental de la potencia orgásmica, son el
resultado de la capacidad de relajación de la misma musculatura, la cual depende de
la disponibilidad de energía femenina. La potencia energética del espasmo depende
por igual de la capacidad de contracción y de relajación de la musculatura.
Habitualmente damos por sentado que la relajación ocurre sola, en todos por igual y
que no es una función variable. Y no es así. Ella es –como dijimos antes- el resultado
de una capacidad: la de relación y tal capacidad depende de la disponibilidad de
energía femenina. Una intensa contradicción que no tiene la relajación como punto de
partida ni como estado de retorno es tan insatisfactoria y fallida como una sístole sin
diástole.

Por último, la vivencia de entrega, disolución del yo y fusión con la compañera


en una unidad que los trasciende –tal vez el sentido más profundo de la experiencia
orgásmica- sólo pueden experimentarse en plenitud en la medida que se cuenta con la
capacidad de vivir tales estados, y ellos son la manifestación del componente
femenino que puede reconocerse parte de un conjunto más vasto y entregarse a él.
El varón apoyado exclusivamente en su energía masculina, tratando de
exaltarla en el autocontrol, el dominio y la posesión, no tiene la posibilidad de acceder,
por más que la busque en toda forma de exceso, a la plenitud y el éxtasis de esa
experiencia.

De todo esto se desprende que el orgasmo del varón es, en su base misma, el
resultado del encuentro interior entre las energías masculina y femenina expresado
masculinamente a través del varón y que lo que el orgasmo revela es, en última
instancia, la calidad de tal encuentro, luego interior y exterior. Cuanto más armoniosa
la relación masculino-femenino interna, más intensa, más integra y profunda la
vivencia orgásmica. Otra de las consecuencias del daño de la energía femenina del
varón es que produce en él la tendencia a maltratar a la mujer. Es decir, tiende a

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reproducir en ella el mismo estado en el que se encuentra su propio aspecto femenino.


Además le hace a la mujer lo que le han enseñado que le hiciera a su propio aspecto
femenino: procurar dominarlo, impedirle su vida propia y tratar de que quede a su
servicio para afirmar su condición de varón. Es muy importante comprender que el
problema esencial no es entre varones y mujeres sino entre la energía masculina y
femenina. Que la energía femenina ha sido mal tratada, tanto en varones como en
mujeres, y que cada uno está padeciendo las consecuencias de dicho maltrato desde
su particular identidad sexual. Los conflictos en la relación varón-mujer son,
simplemente las consecuencias más visibles de aquel maltrato original. Veamos
entonces el modo en el que la mujer ha sido afectada en este proceso. También la
presencia de un rasgo masculino fue interpretada como una distorsión o déficit en su
condición de mujer. De ahí el término “marimacho” o “varonera” con el que se ha
burlado a las nenas con rasgos masculinos destacados. En tanto la mujer en su
representante natural, sobre ella ha recaído más la desvalorización social de la
energía femenina, y ha padecido entonces en mayor grado las discriminaciones –
económicas, legales, psicológicas, etc.- en relación con esa calidad de energía.
Tal desvalorización ha tenido su propia compensación: en este periodo se está
produciendo el movimiento de reincorporación de ambas energías en cada persona,
cualquiera sea su sexo. A la mujer le toca incorporar y asumir la energía masculina.
Como ésta conserva ese halo de jerarquización, se le hace más fácil incorporarla y se
puede ver en la rapidez con la que la mujer ha adoptado funciones masculinas a su
identidad sexual. Al varón, en cambio, le está resultando más difícil el movimiento de
incorporar la energía femenina. Le resulta más difícil porque implica para él incorporar
algo desjerarquizado y que amenaza su condición de varón. Este obstáculo sin
resolver le está perturbando seriamente su posibilidad de adecuarse al nuevo
momento que le toca vivir. Muchas veces el movimiento feminista luchó por reivindicar
el derecho de la mujer a disponer de su energía masculina, es decir, actuar en el
mundo externo, asumir cargos directivos de primer nivel y obtener equivalente
reconocimiento económico, y eso es, sin lugar a duda, muy justo y necesario. Tal vez,
a los efectos de nombrar con mayor precisión la energía específica que se intenta
reivindicar, el nombre más adecuado para tal tipo de movimiento sería el
“masculinismo de la mujer”, que, como dijimos antes, es necesario, beneficioso y justo.
Pero al nombrarlo así se haría evidente también que es lo que aún falta: un
movimiento feminista cuya tarea sea reivindicar a la energía femenina tanto en
varones como en mujeres. Devolverle el rango y la alta significación que tiene, para la
experiencia de vivir integralmente y en plenitud la relajación, la receptividad, la
sensibilidad, la entrega, la contemplación, la flexibilidad, la delicadeza, la capacidad y
conservar y cuidar lo que existe, la interioridad, el reconocimiento de la dependencia,
la intuición, etc. Esta es la asignatura pendiente que tenemos en Occidente. Hasta
tanto no se desarrolle un reconocimiento y una jerarquización equivalente de ambas
calidades de energía, seguiremos padeciendo –varones y mujeres por igual- las
consecuencias de tal desequilibrio: inquietud, falta de sosiego, insomnio, dificultad
para sentirse parte de un conjunto, dificultad para percibir y disfrutar el presente…
todas las formas de la aceleración y el belicismo: agitación, anhelo desmedido de
poder, vivir lanzado a un futuro que nunca se hace presente, adicción a estimulantes,
estrés, vivir la vida como una constante lucha con la zozobra y el inevitable
agotamiento que produce… y la tendencia a recurrir a la guerra para dirimir
desacuerdos, con el dolor y las miserias que todos conocemos.!

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