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 12 a.m.

 Edición Impresa

Se considera casi como una verdad absoluta que el conocimiento, la


tecnología, la educación y la ciencia garantizan desarrollo a los países
que invierten en ellas. Que la calidad de vida de sus ciudadanos es
superior al de países que no prestan importancia a tales indicadores.
Los países nórdicos, europeos y algunos asiáticos, entre los primeros.
De África y Latinoamérica, los segundos. Verdad relativa. Siempre hay
privilegiados y marginados en ambos grupos.
Existe ciencia y educación para hacer bien y para hacer mal.
Investigadores que aportan conocimientos para mejorar el estado de
seguridad y bienestar de una parte los ciudadanos del mundo, y también
para generar enfermedades y desastres a otra parte. A los menos
favorecidos, a los marginales, a las minorías étnicas por ejemplo.
Información reciente da cuenta de la existencia de 400 centros de
investigación norteamericanos que buscan códigos genéticos en
ciudadanos rusos y ucranianos. Antigua Europa del este.
¿Para qué? ¿Retorna el fantasma de Menguele? Buscarán información
molecular que permita encontrar áreas vulnerables para diseñar armas
biológicas y para generar desórdenes cognitivos (¿conducta,
pensamiento?) Esperemos que las Naciones Unidas y la OMS regulen
los protocolos a utilizar y no permitan repetir la historia de décadas
pasadas, donde las poblaciones indefensas eran utilizadas como
conejillos de indias para que la industria farmacéutica y bélica abunde en
utilidades.
Existe ciencia que genera resultados positivos, pero también negativos.
Las armas de destrucción masiva, los microrganismos (virus, bacterias y
hongos), las diferentes energías que intoxican y provocan cáncer, todas
son creadas por científicos. Genios del bien y genios del mal. ¿Quién
regula hacia dónde dirigir los conocimientos, la innovación, la
tecnología?... Otro tipo de mercado de conocimiento con fines lucrativos
es el ideológico.
El llamado mediático, donde se mezcla lo político, lo religioso y lo banal
(moda) para generar tendencias de consumo en poblaciones amplias.
Más del 60% del uso de la tecnología moderna es usada con estos fines.
Quienes diseñan y asesoran tales estrategias también son investigadores
en las áreas de la conducta y comportamiento humano y saben dónde
influir para provocar conductas obsesivas e impulsivas.
Información reciente de estudio de aprobación sobre decisiones políticas,
que fueron usadas en el siglo pasado, dan cuenta que la población de
países desarrollados que hoy gozan de niveles de vida alto aprobarían el
uso de armas atómicas y nucleares nuevamente si se utilizaran para
defender su statu quo.
Su abundancia material. Lo dijo CNN y no Telesur ni RT.
Deshumanización directamente proporcional al llamado desarrollo. ¿De
qué ha servido la educación entonces? No abona a la concientización y
el compromiso humano y moral? Dicho fenómeno es observado en el
lado izquierdo y derecho, sociológica y políticamente hablando. También
se observa en los estratos económicos altos, medios, bajos y
subterráneos. No existe discriminación alguna.
El llamado opio de los pueblos también cobra relevancia hoy día,
vinculado al tema tratado. Mundialmente, cuál pandemia, existen grupos
que viven bien vendiendo ofertas de vida nueva y paraísos terrenales
como sucursales de bienes raíces. Son capaces incluso de curar
cualquier enfermedad por encima de los grandes centros de
investigación que poseen evidencia científica que algunos males todavía
ni se conocen, menos aún sus tratamientos.
¿Estafadores? También reciben entrenamiento y educación para hacerlo.
Siguen repitiéndose los fenómenos como el de George Mason y su secta
suicida, a propósito de su reciente fallecimiento. La leyenda del atol con
el dedo y los espejitos a cambio del oro no quedó en la conquista de
hace más de 500 años. Como la materia, solo se transforma.
Entonces: ¿Cuánto contribuyen la educación, ciencia, tecnología e
innovación al desarrollo humano equitativo y justo?... Contestación de
grupo, como diría el finado profesor Sandoval. Mientras exista ciencia
para el bien y para el mal… Muy poco.
¡Salud para

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