You are on page 1of 8

Como Chesterton, aboga por el amor alegre a la realidad y a la vida ordinaria

Roger Scruton defiende la Tradición: «Hay 
una tristeza creada por la Revolución que 
nunca se ha ido»

Actualizado 30 junio 2017 - 0:0


ReL

 Roger Scruton es un filósofo valiente y 
rompedor que admira a la Iglesia: ¿por qué no 
es católico?

 «Aceptar la vida como un don, darle sentido 
con sacrificio, es algo que también el ateo 
puede hacer»

 Roger Scruton, filósofo inglés sin tapujos: 
«¿La ley sobre la homofobia? Como los 
procesos de Mao»

 «Yo no creía en Dios, pero sí en la 
Iglesia...hasta que vi que Dios es lógicamente 
inevitable»

Intelectual británico y autor de una abundante obra, Roger Scruton describe, libro a libro, 
los contornos de un auténtico pensamiento conservador. Ser conservador no significa mirar a 
una época dorada del pasado, sino negarse a sacrificar la vida ordinaria a los espejismos del 
progreso. Islamismo, populismo y liberalismo: el autor pasa revista a los desafíos
a los que se enfrenta Occidente. Contrariamente a los clichés que ofrecen una imagen 
ceñuda de la persona conservadora, Scruton nos ofrece una alegre lección de vida en esta 
entrevista concedida a Le Figaro.

-Hace unos meses nos esperábamos el triunfo de Theresa May. ¿Cómo se explica
el relativo fracaso de los tories en las legislativas? ¿Los ingleses ya no son
conservadores"?
-En mi opinión, Theresa May ha sido incapaz de explotar la situación que había heredado: 
ha sido elegida primer ministro a falta de otra opción, sin haber sido realmente elegida. Le 
falta carisma y ha llevado a cabo una campaña deshilvanada. El resultado ha sido una réplica 
del voto por el Brexit: se ha elegido el conservadurismo, sin la convicción de todo el 
electorado. No sé si los ingleses son conservadores, pero hay que reconocer que los
escoceses no lo son y que su voto siempre es, al final, decisivo. Lo que es asombroso es que 
Jeremy Corbyn, a pesar de su espantoso carácter de izquierdista posmoderno, haya 
recibido la proporción de votos que ha recibido. Como sucede en Francia, todo en nuestro 
país, incluida la política, es volátil y fugaz.

-Emmanuel Macron estima que la nueva fractura es la que existe entre los
"conservadores" y los "progresistas". ¿Considera usted que esta fractura es más
pertinente que la fractura entre derecha e izquierda?
-El problema de la política es que a menudo es binaria. El progreso contra el regreso, el futuro 
contra el pasado, los que son abiertos contra los que son cerrados: frecuentemente,  los que 
definen las oposiciones son los que quieren salir vencedores. Son clichés. Yo defiendo el
progreso en la ciencia, la tradición en las artes, la continuidad en la moral y
hacer sólo lo estrictamente necesario en política. En situación de paz y de relativa 
opulencia, creo que la política debe permanecer en su sitio. Para mí, esto es conservadurismo.

»En relación al progreso, es un eslogan. Fue utilizado por los jacobinos, los fascistas y los 
comunistas, que se veían a sí mismos como instrumentes del futuro. El futuro es una
excusa para cometer gran cantidad de crímenes. Es un ídolo que exige el sacrificio de 
los hombres del presente. El pasado no es una excusa para los crímenes del presente. Es lo 
que se ha conseguido, y no exige ningún sacrificio. El pasado es mucho más inofensivo
que el futuro. El progreso lo justifica todo, mientras que la Tradición no exige ninguna 
justificación. Desde un punto de vista racional, la idealización del futuro es extremadamente 
peligrosa.

-Se acusa a menudo al conservador de ser una persona ceñuda, replegada en sí


misma, triste y nostálgica. ¿Se puede ser un conservador alegre?
-Desde luego. Para mí el conservadurismo ¡es la filosofía del amor! El amor de lo que
existe, de lo que poseemos y hemos heredado. Cuando amamos de verdad aceptamos 
las imperfecciones del objeto de nuestro amor. Esta aceptación de la vida ordinaria, que 
es el fundamento del conservadurismo, puede ser feliz. Recordemos a Chesterton: es el 
ejemplo del vividor conservador, su obra está llena de una tierna risa hacia la humanidad y su 
estupidez.

»Como intelectual he pasado mi vida entre gente de izquierdas porque estaba obligado. ¡Son 
las personas más tristes del mundo! Se detestan los unos a los otros, tienen enemigos
en todas partes, rechazan el diálogo y les anima el resentimiento. ¿Qué hay de 
alegre en el marxismo grupuscular? ¿Qué alegría hay en los escritos de Lenin? Hay un poco 
en los de Marx, pero es una alegría de tipo sarcástico…
Roger Scruton es uno de los grandes críticos sustanciales de la cultura moderna, de su
orientación hacia la izquierda y de su capacidad de reconversión a pesar de sus fracasos en
la realidad. Pincha aquí para adquirir ahora su obra, ya un pequeño clásico, Pensadores de
la nueva izquierda.

-Parece que la alegría sea propia del conservadurismo británico. En Francia, la


antimodernidad tiene algo de doloroso y trágico…
-Es muy complicado abordar el conservadurismo francés: está como enterrado en la literatura 
y el arte, pero no es explícito. En Viaje al fin de la noche, de Céline, los sentimientos de base 
son conservadores, pero la acción es totalmente sombría y negativa. Lo mismo pasa en 
Balzac, en el que el retrato social es conservador, pero también siniestro. Creo que hay una
tristeza creada por la Revolución que nunca se ha ido. Como el duelo de haber 
perdido la batalla, una nostalgia.

-Sí. A esto se añade que el conservadurismo tiene tan mala prensa que ningún
tipo de política osa definirse tal. ¿Sucede lo mismo en el Reino Unido?
-En el Reino Unido sólo el 10% de los universitarios votan al partido conservador y 
casi todos ellos estaban contra el Brexit. Pertenecen todos a la categoría cosmopolita de la 
sociedad y declaran estar contra la vida burguesa. Apoyando lo que decía John Stuart Mill, 
que declaró que "los conservadores son el partido estúpido", identifican el conservadurismo 
con el retraso y la estulticia. Para nosotros, conservadores, este tipo de declaración es lo que 
es estúpido. Además, en general, el conservador no puede disociar la política de una cierta 
forma de estupidez.

«Yo defiendo el
progreso en la -¿Por qué esta vergüenza de declararse conservador?
ciencia, la tradición -Porque al conservadurismo le cuesta justificarse. Es lo que dijo 
en las artes, la Burke en relación al prejuicio o Pascal a las razones del corazón: 
continuidad en la
moral y hacer sólo hay razones que la racionalidad liberal ignora, que son razones 
lo estrictamente enterradas en las prácticas humanas. Hay tradiciones que son el 
necesario en fruto de interacciones sociales. Es muy fácil justificar las ideas 
política»
liberales: su única propuesta es liberar al hombre, seguir adelante, 
combatir la injusticia. Podemos encontrar un montón de buenas razones para ser de 
izquierdas. Pero la verdadera razón, la razón profunda de la sociedad, escapa a este
tipo de razonamiento.

»Tomemos la cuestión del matrimonio. Si nos preguntamos sobre la razón última que hay 
detrás del matrimonio tradicional y para toda la vida entre un hombre y una mujer es muy 
difícil encontrar una razón. Como es muy molesto dar razones objetivas de la oposición al 
matrimonio gay. ¿Por qué no deberían tener ese derecho? La razón profunda detrás de la idea 
del matrimonio tradicional nunca ha sido conocida por la gente que lo ha llevado a cabo. Lo 
mismo con el incesto. Era un tabú sobre el que la gente ignoraba la razón, que estaba 
escondida en las profundidades de la naturaleza humana. El matrimonio no era un contrato 
de exclusividad entre individuos cuyo fin era el placer sexual, sino un voto entre dos personas 
para transcender el contrato, para dejar de lado el acuerdo y comprometerse totalmente
a algo que no aún no existía, una descendencia. No era un contrato de goce, sino
una renuncia. La racionalidad liberal sólo admite lo explícito, mientras que la conservadora 
incluye su fe en lo implícito.

-En un mundo liberal, ¿se pueden hacer valer aún las razones implícitas?
-La tradición existe, pero no recibe credibilidad política. Sin embargo, es imposible fundar 
una política únicamente en la razón. Si no, sería 1789 ó 1917. Es necesario que en algún
momento se respete lo que la gente es, su pasado. En caso contrario, se la tortura. 
Hoy en día, las buenas conciencias izquierdistas torturan a la gente pobre, la acusan de ser 
racista y xenófoba porque quieren que su país sea como era antes. Este desprecio por la
naturaleza humana ha causado la pérdida del poder a los laboristas y el Brexit a los 
cosmopolitas.

-Una expresión muy de moda es la de "populismo", palabra infamante destinada


a desacreditar toda crítica a la globalización liberal. ¿Es el conservadurismo una
forma de populismo?
-El populismo es una palabra utilizada por la izquierda para señalar al pueblo cuando éste no 
la escucha. Cuando el pueblo toma otra dirección distinta a la indicada por los intelectuales 
de izquierdas, estos llegan a la conclusión que aquel ha sido manipulado por los demagogos.

-Pero los demagogos existen. Hay en el populismo un "anti-elitismo" que parece


incompatible con el pensamiento conservador…
-Hay, efectivamente, una verdadera tentación populista que es decir "el pueblo tiene siempre 
razón contra los intelectuales". Pero en la vida, a veces los intelectuales tienen razón y a veces 
el pueblo está equivocado. La masa está siempre equivocada. ¿Qué es la política? El
intento de separar al pueblo de la masa, para que el pueblo sea una voz
organizada alrededor de una idea nacional. Creo que el populismo no es otra cosa que 
la explotación de los sentimientos conservadores de la masa. Trump y Le Pen no son en 
absoluto conservadores; sin embargo, cogen las aspiraciones conservadoras del pueblo pero 
sin transformarlas en proyecto. Nosotros, conservadores, no debemos ser demagogos. Pero 
sabemos que los sentimientos del pueblo cuentan, sobre todo los que no están
articulados o razonados, sino que proceden de la experiencia concreta de los 
miembros de un cuerpo constituido, de comunidades locales, de la sociedad, de una vida que 
exige sacrificios.
En El alma del mundo, Roger Scruton examina la importancia de lo sagrado para la
sociedad y la pérdida colectiva que supone renunciar a Dios. Pincha aquí para adquirir
ahora El alma del mundo.

-Benjamin Disraeli había teorizado el "torysmo" como "una nación" y había


defendido la responsabilidad de las élites hacia las masas. ¿Es éste el papel del
conservadurismo?
-Lo que Disraeli y su movimiento quisieron llevar a cabo era utilizar la política y la cultura 
para imponer unos límites a la especulación económica. Era contrario a los grandes directivos 
de las empresas, a los explotadores. Quería recordarles la profunda unidad social del país que 
estaban destruyendo al crear dos naciones, una de pobres y otra de ricos. Con la
globalización, hemos vuelto a esta situación de dos sociedades: una cosmopolita, 
que se aprovecha de los beneficios de las transfronteras y otra, la de la vida ordinaria, que 
hace funcionar el país. Ahora es incluso peor: en el siglo XIX, la burguesía se aprovechaba de 
los pobres, pero de pobres a los que estaba vinculada, con los que se cruzaba en el descansillo 
o en la iglesia. Actualmente, la clase liberal ya no tiene nada en común con las
personas a las que explota: ni siquiera las ve.

»Lo que Disraeli quería era la unidad de la nación, no sólo en relación al derecho a la 
propiedad, sino también en relación al deber que tenían los propietarios y los que
tenían éxito en la vida hacia los más necesitados, como en una familia. Es ésta la 
gran tarea de la derecha: reconciliar profundamente estas dos clases. No debemos 
contentarnos sólo  con injuriar a la élite liberal o mantener a golpe de subvenciones a los más 
necesitados. Hay que abrir un diálogo.

-Numerosos pensadores como Christopher Lasch o Jean-Claude Michéa han


demostrado una incompatibilidad fundamental entre liberalismo y
conservadurismo. ¿Cuál es su opinión?
-Hay una pregunta fundamental: ¿cómo controlar el mercado para que no destruya aquello a 
lo que estamos vinculados? Hay que reconocer que el mercado es necesario: nunca
hemos encontrado otro medio de coordinar la vida económica de una gran 
sociedad. Lo demostró de manera teórica la escuela austriaca y, de manera práctica, la URSS. 
La difusión de la información que exigen los intercambios económicos funciona sólo a través 
del mercado. Pero hay límites, cosas con las que no se puede mercadear, beneficios
excesivos que no se pueden tolerar. ¿Cómo reforzar estos límites? En el pasado, se sabía 
que había determinadas cosas que no se podían comprar: el amor, la maternidad, la familia, 
todo lo que surge de las relaciones humanas íntimas. Se dice que la prostitución es la 
profesión más antigua del mundo, pero su prohibición es también antigua; en todo caso, si 
era tolerada, también estaba marginada.

-Ante el aumento del peligro yihadista, ¿el conservadurismo debe, a partir de


ahora, "conservar" lo que ha combatido, es decir, la herencia hedonista y
libertaria del mayo del 68?
-Detesto la prensa satírica y la música pop. Mis hijos adoran la música pop. Pero para los 
islamistas no es una falta de gusto, sino un crimen. No atacan nuestras salas de concierto en 
nombre de Beethoven, sino en nombre de Alá, porque detestan la música en sí misma. Se
sienten ofendidos ante la vista de gente que se divierte, que acepta el mundo. Su 
religión, en su forma extrema, es un rechazo del mundo. Yo valoro más una civilización que 
permite que exista el mal gusto. Hay una jerarquía de valores y la libertad está por encima de 
la belleza.

-Pero nadie tiene ganas de morir por el liberalismo…


-Es verdad. Pero raramente morimos por un "ismo". La única cosa que ha creado el 
comunismo son los mártires por un "ismo". En general morimos por la libertad. Pero no por 
la libertad como abstracción, la libertad de la patria, de prensa, de pensamiento, sino por la
experiencia concreta de una comunidad en la que hay que defender la
existencia. Es el sentimiento fundamental de la decencia común que hemos olvidado: la de 
morir por aquello a lo que estamos unidos, vinculados.
Traducción de Helena Faccia Serrano.

You might also like