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Desarrollo de la percepción

Si usted llegó a esta parte del libro, habrá practicado los ejercicios que
describimos en los otros capítulos. Estos ejercicios nos ayudan a desarrollar
nuestra propia energía, pero puede ser que aún no lo haya percibido
completamente. Probaremos entonces con la ayuda de un compañero, quien no
necesariamente deberá conocer sobre el tema, pero sí debe estar dispuesto a
colaborar con lo que le pida.

La prueba de desarrollo de la percepción tiene como objetivo reafirmar lo


practicado hasta ahora. No aportará más energía al sistema, sino que nos
brindará una comprensión práctica de los efectos que esta energía tiene en
nuestro cuerpo, mente y espíritu. A continuación practicaremos un ejercicio muy
simple.

Ubicándonos en la posición indicada en la fotografía, permaneciendo parados y


poniendo especial atención en la intención con que se realiza el ejercicio,
extendemos un brazo y nuestro ayudante lo flexionará, tomando de nuestra parte
superior y la muñeca queriendo llevar la mano hasta nuestro propio hombro,
respetando el movimiento natural del brazo. Nosotros no debemos permitir que
esto suceda, pero esta vez lo haremos con toda la fuerza muscular posible.

Notaremos que cuánto más fuerza hagamos y cuánto más fuerte cerremos el
puño para resistir, en algún momento el brazo cederá y el esfuerzo no habrá sido
válido.

Por el contrario, si nos limitamos a extender el brazo, totalmente relajado, con la


mano y los dedos extendidos hacia el horizonte, pero no rígidos -tampoco
flexionados-, actuamos al igual que una manguera que al pasar el agua, su
función es simplemente dejarla fluir. De la misma manera, en este ejercicio
centraremos nuestro pensamiento, no en la resistencia que debemos ofrecerle a
nuestro ayudante, sino en concentrarnos en nuestro Tantiem -si es necesario,
pondremos la mano libre sobre él-. Respiraremos y visualizaremos la energía
recorriendo el brazo y saliendo por la punta de los dedos, mucho más lejos de
donde está la persona.

Realizaremos este ejercicio, manteniendo los dedos de las manos abiertas y con la
intención de proyectar a través de la punta de los dedos, como si fuesen "haces
de luz de energía", hacia el horizonte. En ningún momento debemos pensar que
alguien nos quiere doblar el brazo, sino que viajaremos con cuerpo, mente y
espíritu más allá de lo que está sucediendo, observando algo a lo lejos y sin
prestarle atención a la otra persona. Seguramente, el ayudante nos podrá sacar
del lugar con su fuerza, pero nuestro brazo permanecerá extendido, relajado y
volcando energía.

Esta vez nos sorprenderemos por no encontrarnos, como en el paso anterior,


agotados ni cansados, ya que no habremos hecho ningún esfuerzo muscular y el
que estará vencido será nuestro ayudante.

Este ejercicio es válido para incorporarlo una vez aprendido físicamente, a


nuestro modo de pensamiento diario, dándonos cuenta de que con la resistencia
sólo se consigue el agotamiento y que si dejamos fluir las cosas, teniendo
presente sólo nuestro objetivo en el horizonte, todo será mucho más simple,
agradable y seguro.

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