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SUCESORIA
I. INTRODUCCIÓN
La sucesión mortis causa implica la muerte de una persona y la transmisión de sus bienes,
derechos y obligaciones a sus causahabientes o sucesores. Al abrirse la sucesión de una
persona se llama a aquellos que tengan vocación sucesoria; esta convocatoria puede deberse
al llamado que haga el mismo causante (aquel que con su muerte causa la sucesión) a través
de un acto eminentemente formal llamado testamento, o puede deberse al llamado que haga
la ley en defecto de testamento y en todos los supuestos contemplados en el artículo 816 del
código civil (casos en que procede la sucesión intestada o legal).
Ahora bien, cuando una persona es llamada a una sucesión y no puede o no quiere aceptar la
herencia, la ley llama a sus descendientes quienes reciben la herencia que le hubiere
correspondido a su ascendiente.
Cuando nos referimos a que el sucesor no puede aceptar la herencia, lo hacemos en atención
a que ha premuerto al causante (ha muerto antes que él) o ha sido excluido de la herencia por
indignidad o desheredación. Por otro lado, cuando aludimos a no querer aceptar la herencia
es porque el sucesor, libremente, se aparta de la herencia a través de la renuncia pues, como
es sabido, no existe heredero a la fuerza (el heredero lo es porque quiere serlo mas no porque
le obliguen a serlo). De este modo, cuando los descendientes son llamados a recibir la
herencia de su ascendiente que no quiere o no puede recibir la herencia, ejercen un derecho
que toma el nombre de representación, más comúnmente, representación sucesoria.
La división de la herencia por representación opera por estirpes y no por cápita. Estirpe alude
al conjunto de personas que descienden de un sujeto; mientras que cápita – o por cabeza-
alude a la herencia, la misma que se divide en partes iguales entre los que concurren. Así,
ante una sucesión en la que el causante deja tres hijos, la herencia se dividirá en tres partes;
entonces la sucesión se ha dado por cabeza, en partes iguales. Pero si esa sucesión comprende
a dos hijos del causante que le sobreviven y a uno tercero que ha premuerto al causante, el
cual ha dejado a su vez cinco descendientes, entonces la herencia se dividirá en cápita a favor
de los hijos sobrevinientes del causante esto es, un tercio para cada uno, y el tercio restante
será para los cinco hijos del heredero premuerto, los cuales se distribuirán el tercio en partes
iguales, en este último caso se dice que estos descendientes han heredado por estirpe.
La división por estirpes en los países de tradición romanística debe remontarse a las institutas
(III, I6):” Cuando existe un hijo o una hija, con un nieto o una nieta habidos de otros hijos,
son llamados juntamente a la herencia del abuelo, y el más próximo en grado no excluye al
más distante. La equidad aconseja, en efecto, que los nietos y nietas sucedan en lugar del
padre”.
En instituciones del Derecho Civil Español, Clemente de Diego nos dice lo siguiente:”
cuando exista una pluralidad de sui (alude al derecho romano) de diferente grado (hijos,
nietos) los primeros sucedían en cápita, los segundos adquirían lo que a su padre habría
correspondido, es decir sucedían en estirpes (…)”.
Con Justiniano se consagro la representación sucesoria (aun cuando no era empleado todavía
el termino representación) hasta el infinito en la línea recta descendente; mientras que, en la
línea colateral, solo se reconoció a favor de los hijos de los hermanos pre fallecidos,
desconociéndose ese beneficio tanto para la línea ascendiente como para el cónyuge.
Existe toda una corriente para ubicar a la institución como autónoma, con características
propias; así, por ejemplo, Carlos Vattier Fuenzalida define el derecho de representación
sucesoria como “una institución sui generis y autónoma que se explica por sí misma y no
depende de otras, cuya singularidad radica como sabemos en la determinación del quantum
que se refiere al representante o representantes que la ley lleva a cabo mediante la división
de la herencia por estirpes”.
Siguiendo la corriente de reconocer autonomía a la representación sucesoria, a continuación,
exponemos nuestra posición respecto de las tres teorías que tratan de explicar la
representación sucesoria (teoría de la ficción jurídica, de la subrogación yde la sustitución
legal).
En la teoría de la ficción jurídica se entiende que todo sigue tal como si el representado no
hubiera fallecido. Es por esto que lo único que hacen sus descendientes (representantes) es
ocupar su lugar y recoger lo que le hubiera correspondido a este, desconociendo asi que el
representante actúa por derecho propio, que lo que hereda es para él y que no recibe nada
para el representado; derivando su derecho, no del representado, sino del causante como una
suerte de vocación hereditaria indirecta. Precisamente porque el representante sucede por
derecho propio, su habilidad para suceder se establece en relación a la persona del causante,
mientras que eventuales causas de inhabilidades para suceder en relación al representado son
irrelevantes.
También debemos señalar que la idea de representación hace pensar que el derecho del
representante nace del representado, pero no es así. Los representantes adquieren su derecho
directamente del causante por un llamamiento directo que les hace la ley, sucediendo por
derecho propio y no por el representado. Albaladejo dice al respecto que no se trata de que
los que suceden en el puesto del representado reciban nada para este, sino de que heredan
para sí; luego, no hay verdadera representación, (que es obrar por otro que recibe los efectos
de la actuación del representante) sino solo que lo que heredan para sí sería lo que el
denominado representado habría heredado de haber sido hábil.
Por su parte, Luis Echecopar García decía de la representación sucesoria que era un
beneficio que la ley concede a los hijos y en ciertos casos a los demás descendientes de una
persona que ha fallecido, o que ha perdido todo derecho a una herencia por renuncia,
indignidad o desheredación, para ocupar, en la sucesión de otra persona, el lugar que a ella
le hubiera correspondido de haber vivido, no haber renunciado a la herencia, no haber sido
declarado indigno o no haber sido desheredado.
El artículo 681 del Código Civil de 1984 señala que por la representación sucesoria los
descendientes tienen el derecho a entrar en el lugar y grado de sus ascendientes, recibiendo
así la herencia que a este último correspondería si viviese o si no la hubiese renunciado o
perdido por indignidad por desheredación. Tómese en cuenta que en lo que atañe a la
indignidad o desheredación, ambas se retrotraen al momento en que se abre la sucesión y por
ello al indigno o desheredado se le tiene como que si nunca hubiese sido heredero; en esa
medida, no pudo haber perdido nada pues nada tuvo; en consecuencia, el articulo 681 debió
utilizar el término “excluido “por “perdido”. De la definición precedente podemos inferir
que nuestros legisladores consideran a la representación sucesoria como institución
autónoma, no haciéndola depender de otras instituciones como la sustitución o la
subrogación, a la par de no condicionara para su procedencia ala hecho que los representantes
tengan que concurrir con otros herederos más próximos al causante.
En primer lugar, resulta necesaria la existencia de una sucesión abierta para que comience a
funcionar la representación sucesoria, pues si el causante estuviera vivo no podríamos hablar
de herencia alguna y serían irrelevantes los supuestos de la procedencia de la institución, así,
la premoriencia de uno de los herederos tendría repercusión alguna en tanto aún no se ha
abierto la sucesión del causante; en cuanto a la renuncia, como sabemos, no es posible
renunciar herencias futuras; y, en cuanto a la indignidad, ella opera judicialmente luego de
abrirse la sucesión, mientras que la desheredación solo cabe por testamento, el cual solo va
a tener efecto al producirse es deceso del testador.
Abierta la sucesión del causante, debe haber una primera convocatoria o llamado a los
herederos, y si los herederos o alguno de ellos no es hábil para heredar, y no lo es por
premoriencia, renuncia, indignidad o desheredación, entonces se procede al llamado de sus
descendientes. La premoriencia (supuesto en el que el convocado murió antes que el
causante) implica no haberse satisfecho uno de los requisitos para heredar, esto es la
existencia o sobrevivencia al causante; como sabemos sólo heredan los que existen al
momento en que se abre la sucesión, comprendiéndose dentro de la existencia a los
concebidos con la condición de que nazcan vivos; en este supuesto cabe plantearse si opera
la representación sucesoria en los casos de muerte conjunta de causante y heredero, no
pudiéndose certificar quién de los dos murió primero. Esta situación es resuelta por nuestros
legisladores señalando que entre los dos no hay sucesión (artículo 62 que recoge la tesis de
la conmorencia), pues si el heredero del causante ha dejado su propia descendencia, acaso
estas no tendrían derecho a representarlo y concurrir a la sucesión, por ejemplo, con otro hijo
hábil del causante. Sobre el particular hay dos tesis contradictorias: la primera tesis niega la
representación en tanto que, al no haber transmisión entre ellos por haber muerto juntos mal
pueden los descendientes del heredero esgrimir la representación de un derecho que el
ascendiente jamás tuvo (al respecto, Vattier dice que falta el marco de referencia que la ley
tiene en cuenta para determinarlo); en este caso la conmorencia equivaldría a la inexistencia
del sucesor y no a la premoriencia, entonces al no darse la representación los otros hijos
hábiles del causante acrecen su cuota y, de no haber hijos del causante, los descendientes de
quien podría haber sido representado heredan como nietos del causante. La segunda tesis
aboga por la procedencia de la representación; la premisa para que ésta opere consiste en que
el sucesor no hereda por no poder hacerlo, y si murió conjuntamente con el causante,
obviamente, no podría hacerlo; en este caso se equipara al conmorente con el premorente en
lo que se refiere a los efectos de este último. Borda y Zannoni señalan que la ley sólo
requiere que el representado no viva al momento de la apertura de la sucesión, lo cual ocurre
en el tema anteriormente planteado. Por nuestra parte, creemos que la misma razón de
equidad que justifica la representación se da en el tema de la conmorencia a fin de no dejar
de lado a los descendientes del heredero, a la par de que, como ya se señaló, el supuesto de
que el heredero (representado) no sea hábil cuando se abre la sucesión se da perfectamente
en el caso materia de análisis; por lo tanto, estamos a favor de la representación. Siguiendo
con la inhabilidad del heredero, éste también lo es por renuncia. Como sabemos, no hay
herencia impuesta; el heredero lo es porque quiere serlo y no porque lo obliguen a ello. La
renuncia deberá ser efectuada dentro de los tres meses de la apertura de la sucesión (aun
cuando el Código Civil no señala desde cuando comienza a hacerse el cómputo) si es que el
heredero se encuentra dentro de la República, o dentro de los seis meses si se halla en el
extranjero, debiendo precisarse que la renuncia se retrotrae al momento en que se abre la
sucesión. En lo que atañe a la indignidad, ésta es declarada judicialmente, debiendo
accionarse dentro del año de la toma de posesión del bien o los bienes de la herencia; también
se retrotrae a la apertura de la sucesión. Finalmente, en cuanto a la desheredación, ésta sólo
aparece por testamento y sus efectos también son retroactivos al momento de la apertura de
la sucesión. Cabe señalar que, en cualquiera de los supuestos mencionados, la convocatoria
no tuvo éxito y por ello se procede a un segundo llamado. La representación sucesoria es una
figura netamente familiar a través de la cual, y por consideraciones de orden ético, se pretende
amparar a los familiares del causante que al encontrarse en grados distantes a él y al concurrir
con otros familiares del causante con grado de parentesco más próximo que ellos, se verían
perjudicados al ser excluidos de la herencia en aplicación de la regla de que el pariente más
próximo en grado al causante excluye al más remoto; entonces la representación interviene
como una excepción a esa regla. Repárese en que lo que se persigue es que el patrimonio del
causante no salga del entorno familiar de éste y en esa medida se exige que el representante
en línea recta sea también un descendiente del causante y en línea colateral sea un sobrino
del causante; por lo tanto, si estuviéramos ante la hipótesis de una convocatoria de herederos
voluntarios (ante la ausencia de forzosos) ajenos familiarmente al causante, y ocurriera
alguno de los supuestos de la procedencia de la representación sucesoria, ésta no operaría en
tanto que esos descendientes del heredero voluntario no tendrían nexo familiar con el
causante. Así, por ejemplo, si el causante sin herederos forzosos instituye a tres amigos como
sus herederos voluntarios, y al abrirse la sucesión del causante le sobreviven sólo dos de sus
amigos, pues uno de ellos le había premuerto dejando descendencia, no operaría la
representación sucesoria a favor de éstos; por lo tanto, y dependiendo de la forma cómo se
ha instituido a estos sucesores, o acrece las cuotas de los herederos voluntarios, o retorna la
cuota del heredero inhábil a la masa hereditaria para su distribución a favor de los herederos
legales, si los hubiere.
Un requisito indispensable para heredar lo constituye la habilidad sucesoria en el convocado.
Habilidad significa aptitud para ser heredero, por lo tanto, no debe haber sido excluido por
indignidad o desheredación, a la vez que debe existir al momento en que se abra la sucesión
y, por cierto, no debe haber renunciado a la misma. Estos mismos condicionamientos se
exigen al representante respecto del causante lo que significa que el representante debe ser
hábil para heredado; adviértase que no estamos señalando que la habilidad se refiera al
representado, eso no interesa e incluso se puede dar el caso de que el representante sea inhábil
con respecto al representado (indigno, desheredado o renunciante), ello no le impide ser
representante pues de lo que se trata es de la sucesión del causante y no de la sucesión del
representado; sobre el particular recordemos lo que ya hemos señalado líneas precedentes: el
derecho del representante no viene del representado sino directamente del causante.
En conclusión, se trata de una sola sucesión: la del causante al representante. Esto lo decimos
sobre todo para precisar cuándo estamos ante el supuesto de la premoriencia, en la que el
heredero del causante ha fallecido antes que él; pues bien, cierto es que se abrirá la sucesión
de ese heredero y se llamará a sus sucesores; sin embargo, no es esa sucesión la que nos
interesa, sino la del causante de ese heredero, a quien se llamó para participar de ella pero no
pudo hacerlo por su muerte y entonces se procedió a llamar a sus descendientes para que
concurran a esa sucesión.
Dos son las formas como aparece la representación sucesoria: la primera es la referida a los
descendientes del heredero del causante, llamada representación en línea recta, y que alude
al parentesco en línea recta (personas que descienden unos de otros); y la otra que atañe a los
parientes colaterales del causante (personas que sin descender unos de otros tienen un
ascendiente común). Esta segunda forma, llamada representación sucesoria en línea colateral,
parte de una premisa: la no existencia de herederos forzosos del causante, pues si los hubiera
no procedería ningún llamamiento sucesoral de colaterales, en tanto que, como es conocido,
los parientes en línea recta (herederos forzosos) excluyen siempre a los parientes en línea
colateral. Antes de analizar por separado la representación en línea recta y en línea colateral,
bueno es precisar que en nuestro país no se acepta la representación en línea ascendente ni
tampoco la del cónyuge; veamos a continuación por qué ocurre ello. -No hay representación
en línea recta ascendente. - Admitir la representación sucesoria en línea recta ascendente
significaría, como se suele decir, reconocer el derecho de un abuelo para representar a su hijo
en la herencia de su nieto. Señalan algunos que normar una situación de esta naturaleza sería
contrariar el orden natural; sobre el particular, la nota de Vélez Sarfield al artículo 3559 del
Código Civil Argentino resulta interesante: "La representación no tiene lugar a favor de los
ascendientes porque no está en el orden de la naturaleza que los ascendientes representen a
los descendientes. El derecho de los descendientes a suceder, decía un orador francés, es tan
natural como legítimo, más el de los ascendientes es contra la marcha ordinaria de los
sucesos. Se cree ver un río hasta su origen; el orden de la naturaleza está invertido. No debe,
pues, haber representación para este caso extraordinario". En nuestra legislación, cuando no
hay descendientes heredan los ascendientes, aplicándose en este caso la regla de que el
pariente más próximo en grado excluye al más remoto; así, al faltar los padres a la herencia
de su hijo le suceden los abuelos y, en defecto de ellos, los bisabuelos y así indefinidamente.
Y, finalmente, cuando no hay ascendientes ni cónyuge suceden los colaterales.
Ferrero nos dice que esta representación sucesoria es admitida en Alemania, la cual legisla
sólo la representación en la línea recta para descendientes como ascendientes mas no la
concede para la línea colateral, así al no existir los padres heredan los hermanos del causante
como hijos de aquellos. -No hay representación en el caso del cónyuge.
Podría plantearse el tema dado que le corresponde una cuota igual a la del hijo del causante,
pero no: una vez muerto un cónyuge, el otro no tiene derecho a representarlo; admitir ello
sería reconocer el derecho de representación de la nuera respecto de su suegro, en este caso
el causante. Argentina, con la ley 17111 de 1968, aparentemente la admite; dice el texto: "La
viuda que permaneciere en ese estado y no tuviese hijos o que si los tuvo no sobrevivieren
en el momento en que se abrió la sucesión de los suegros, tendrá derecho de la cuarta parte
de los bienes que hubiesen correspondido a su esposo en dicha sucesión".
El artículo 682 del Código Civil es claro al señalar que la representación sucesoria en línea
recta descendente es ilimitada a favor de los descendientes de los hijos, sin distinción alguna,
lo que significa que en la representación pueden concurrir nietos del causante con hijos del
causante, o biznietos con nietos del causante y así indefinidamente. A propósito de la
Constitución de 1979, que consagró la igualdad de los hijos y que tuvo gran repercusión en
el derecho familiar y, por cierto, también en el sucesorio - porque, por ejemplo, se dejó atrás
la norma del artículo 762 del Código Civil de 1936, que refería que los hijos ilegítimos
heredaban la mitad de lo que heredaban los legítimos-, hoy todos los hijos tienen iguales
derechos sucesorios respectos de sus padres; así, los hijos matrimoniales, los
extramatrimoniales y entre éstos los reconocidos y declarados y los adoptivos, todos ellos
tienen iguales derechos sucesorios. Sin embargo, sobre esta igualdad, que está declarada en
el artículo 818 del Código Civil y que no deja lugar a dudas, nos preguntamos si también rige
con respecto a los otros descendientes, esto es, los nietos; ¿también todos ellos tendrán
iguales derechos sin interesar su procedencia, es decir, si vienen de una relación matrimonial
o extramatrimonial, con reconocimiento o declaración judicial, e incluso los adoptivos? El
artículo 818 del Código Civil dice textualmente que "todos los hijos tienen iguales derechos
sucesorios respecto de sus padres. Esta disposición comprende a los hijos matrimoniales, a
los extramatrimoniales reconocidos voluntariamente o declarados por sentencia respecto a la
herencia del padre o de la madre y los parientes de éstos, y a los hijos adoptivos".
Es otra de las formas como aparece la representación sucesoria. En este caso, alude a la
representación en línea colateral y parte del supuesto de que al causante no le ha sobrevivido
ningún heredero forzoso, esto es, descendientes, ascendientes o cónyuge; en ese caso
particular, la herencia, como decía el maestro Jorge Eugenio Castañeda, se desplaza hacia los
costados y se llama a los hermanos del causante. Sin embargo, puede ocurrir que alguno de
estos hermanos sea inhábil para heredar, entonces se llama a los descendientes de éste,
quienes concurren a la herencia del causante no como sobrinos de éste, sino como
representantes de su ascendiente inhábil. La representación sucesoria en línea colateral
funciona en los supuestos de premoriencia, renuncia e indignidad, mas no con la
desheredación pues ésta es una figura típica de la legítima y, como sabemos, el hermano no
es un legitimario (heredero forzoso). Por lo tanto, el artículo 683 del Código Civil, que trata
este tema, yerra cuando al regular la representación colateral se remite a todos los supuestos
del artículo 681, numeral éste que señala los cuatro supuestos de procedencia de la
representación y en los cuales se ubica la desheredación, la cual sí funciona en la
representación sucesoria en línea recta pues los descendientes sí son herederos forzosos. El
artículo 683 dice: "En la línea colateral sólo hay representación para que, al heredar a un
hermano, concurran con los sobrevivientes los hijos de los hermanos premuertos que tengan
derecho a representarlo en los casos previstos en el artículo 681 ". Obsérvese que se pone
énfasis en los hermanos premuertos, con lo cual pudiera entenderse que la representación
sólo funciona en los casos de premoriencia tal como ocurrió con el Código Civil de 1936 que
en su artículo 680 decía: "En la línea colateral sólo hay representación para que al heredar a
un hermano se considere con los sobrevivientes a los hijos de los hermanos premuertos,
quienes recibirán las partes que a éstos corresponderían si viviesen". Sin embargo, la
representación sucesoria en línea colateral, según el Código Civil de 1984, funciona no sólo
en el caso de la premoriencia sino también en los casos de renuncia e indignidad; no funciona
en la desheredación pues, como ya lo tenemos señalado, al no ser el hermano heredero
forzoso no cabe la desheredación. En la representación sucesoria en línea colateral, los
sobrinos del causante, que son parientes colaterales de tercer grado, terminan excluyendo a
los tíos del causante, que igualmente son parientes colaterales de tercer grado; y ello sucede
así pues, como ya se ha afirmado, los sobrinos no concurren a la herencia como tales sino
ocupando el lugar y grado de su ascendiente, esto es, hermano del causante y, por lo tanto,
son parientes de segundo grado; entonces los sobrinos, al ocupar el segundo grado, excluyen
a los de tercer grado, que vendrían a ser los tíos del causante.
IX. EFECTOS DE LA REPRESENTACIÓN POR ESTIRPES. -
El artículo 684 del Código Civil refiere que quienes concurran a la herencia por
representación sucesoria, reciben por estirpes lo que habría correspondido al heredero a quien
representan. Sobre el particular, y tal como ya lo hemos señalado, estirpe alude a la
descendencia de una persona, más precisamente, al conjunto de personas que descienden de
un sujeto; por lo tanto, si la estirpe de un representado lo componen 10 personas, significará
que lo que le habría correspondido al representado se divide por igual entre los 10
descendientes, y si la estirpe la constituye un solo hijo, él solo recibe lo que habría recibido
su representado. De la definición que dimos de la representación sucesoria podemos extraer
algunos efectos de la misma. Así, el representante ocupa el lugar de su representado y
adquiere el mismo grado de éste y, por lo tanto, se pone a la par de otros parientes realmente
más próximos que ellos al causante; en efecto, si el causante tiene dos hijos (parientes
consanguíneos en línea recta de primer grado) y al abrirse la sucesión le sobrevive sólo uno
de ellos, representan al otro hijo premuerto sus descendientes, que vendrían a ser nietos del
causante (parientes consanguíneos en línea recta de segundo grado). Sin embargo, no
concurren a la herencia como nietos sino como representantes del padre premuerto, y, en esa
medida, ocupan su lugar y ahora ostentan el primer grado, con lo cual se han puesto a la par
del otro hijo del causante.
SUCESIÓN TESTAMENTARIA
I.CONCEPTO:
ART.686.-
Por el testamento una persona puede disponer de sus bienes, total o parcialmente, para
después de su muerte, y ordenar su propia sucesión dentro de los límites de la ley y con las
formalidades que ésta señala.
La ley defiende pues, la parte que pasa a los herederos forzosos., el causante tiene libre
disposición sobre el total de los bienes, lo que indica que el Código concilia el principio de
la libre disposición con el de la herencia deferida por ley, la herencia de libre disposición
limitada en la primera hipótesis con la disposición total en la segunda, que se defiere
únicamente por actos de voluntad, sucesión testamentaria, que es lo que vamos a estudiar.
No hay otras formas de deferir la herencia sino por ley o por testamento; no se le puede
deferir por otro acto jurídico como el contrato, por ejemplo, porque el Código excluye esta
posibilidad en el artículo 1338 cuando dice:
"Se prohíbe todo contrato sobre el derecho de suceder en los bienes de una persona que no
ha fallecido o cuyo fallecimiento se ignora" [Art. 1405 del C.C. de 1984].
El Código peruano como todos los Códigos modernos dijimos, concilia los dos principios: el
de la sucesión legal y el de la libre disposición.
Ahora bien, por un acto de la voluntad del testador, en nuestros días, se puede deferir la
herencia a un tercero. Anteriormente en el Derecho Romano sólo existía la herencia legal,
basada en relaciones familiares, pues los vínculos de sangre creaban la herencia y no se
consentía que el causante la diera a otro que no estuviera relacionado por vínculos de sangre.
Pero más tarde se establece el principio de que debía respetarse la voluntad del causante y
permitir que dispusiera libremente de sus bienes. Ya desde las Siete Partidas se consideraban
ambos principios, que son los consolidados también, en el Código Civil peruano.
3.-Los que carecen, en el momento de testar, por cualquier causa, aunque sea transitoria,
de la lucidez mental y de la libertad necesarias para el otorgamiento de este acto.
Sabiamente dice la Partida que el testamento es una de las cosas del mundo en el que más
deben los hombres tener cordura cuando lo hacen. A tan sencilla razón, la de la cordura,
obedece la necesaria exigencia legal de capacidad para disponer por testamento, que se
conoce como testamentifactio activa, para distinguirla de la pasiva o capacidad para recibir
por testamento. En sede testamentaria el legislador se ha expresado implícitamente,
señalando, sin decirlo, que pueden otorgar testamento todas las personas (naturales, claro
está, porque las jurídicas no pueden testar, pero sí recibir por testamento) que no estén
comprendidas en las causales de incapacidad que el precepto señala. Es decir, que tienen
idoneidad jurídica todos los que expresamente no están impedidos. No vaya a pensarse, por
cierto, ¿que las únicas incapacidades son las enumeradas en el artículo 687 C.C.; ésas son
las que podríamos llamar generales o absolutas, que determinan la invalidez de toda y
cualquier modalidad testamentaria. Además de esas causales general que principalmente
cubren los supuestos atinentes a la capacidad intelectiva (saber razonar y decidir con un
mínimo de inteligencia: ser sano de espíritu, como exigen los artículos 489 y 901 del
ordenamiento francés)están las previstas en los artículos 692, 693 Y 694, que se contraen a
ciertas incapacidades físicas limitantes para concretar modalidades de testamento, y que el
legislador, equivocadamente, a mi juicio, ha colocado en el rubro de las disposiciones
comunes a las formalidades de todos los testamentos, pese a no ser casos que tengan que ver
con formalidad, sino de capacidad para documentar ciertas especies de testamento.
Son nulas las disposiciones testamentarias en favor del notario ante el cual se otorga el
testamento, de su cónyuge o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad y
segundo de afinidad, así como en favor de los testigos testamentarios.
Como consecuencia de estas prohibiciones que, por cierto, son expresas y no admiten ni
reducción ni exoneración resulta nula toda disposición testamentaria que la infrinja. Se trata,
desde luego, de una nulidad parcial, salvo que el testamento consista solo en esa disposición,
o que las demás deriven y dependan de ella de manera inexorable. La nulidad que el
ordenamiento predica es absoluta y definitiva. La regla es clara al estatuir nulidad y no
anulabilidad. No admite saneamiento ni otra suerte de convalidación para salvarla o
superarla. Simplemente, por efecto de la correspondiente declaración judicial de nulidad, la
disposición testamentaria aquejada del vicio se tiene por no puesta. Se la invalida y suprime.
Por cierto, ¿la nulidad no es automática; se requiere que alguien legitimado la solicite.
Las normas generales sobre las modalidades de los actos jurídicos, se aplican a las
disposiciones testamentarias; y se tienen por no puestos las condiciones y los cargos
contrarios a las normas imperativas de la ley.
También debe quedar descartado que las modalidades puedan imponerse solo y
exclusivamente sobre disposiciones aisladas del testamento. Antes bien, nada obsta que (con
excepción del cargo) en ciertos casos lo modalizado sea el testamento entero, sin merma,
por cierto, de su plena revocabilidad en cualquier momento. Sin embargo, esto requiere
aclaraciones en función de cada modalidad y del momento testamentario que se analice.
2. El plazo Según el artículo 689 que estudiamos, se aplican a las disposiciones testamentarias
las normas generales sobre las modalidades de los actos jurídicos. A tenor de ello, regirían
en materia de actos de última voluntad las reglas de los artículos 178 a 193 del Código,
relativas al plazo. En sede general de actos jurídicos, el ordenamiento distingue entre plazos
suspensivos y resolutorios. De conformidad con el artículo 178, cuando es suspensivo el acto
no surte efecto mientras el plazo se encuentre pendiente. Es decir, hasta que no llegue la fecha
fijada como término inicial. En cambio, cuando ha sido puesto con función resolutoria, el
efecto del acto dice la norma cesan a su vencimiento. O sea, cuando llega el término final. A
partir de este esquema vamos a examinar cómo se puede incardinar en los testamentos el
régimen general a que acabamos de aludir.
a) El plazo suspensivo A mi juicio es evidente que la ineficacia temporal propia del plazo
suspensivo puede estatuirse sobre el testamento entero sin perjuicio, desde luego, de su
revocabilidad.
La incidencia temporal suspensiva, en suma, solo funciona respecto del testamento como
acto en el sentido de querer testar, pero que lo querido no tenga valor durante cierto tiempo
en vida del testador. Porque no tiene sentido que una vez fallecido quede pendiente el modo
de tratar la sucesión hasta que el testamento adquiera vigor.
b) Sobre la institución a plazo suspensivo Con respecto a los legitimarios no cabe duda
alguna de la ilicitud de establecer plazo alguno, porque los artículos 733 y 736 del Código
excluyen claramente la aposición de modalidades en las designaciones de herederos forzosos.
Veamos, pues, lo tocante a los herederos voluntarios. Aunque el artículo 689 en su primer
párrafo alude a las modalidades en general, dejando implícita la inclusión del plazo, es
interesante advertir que el segundo párrafo solo menciona a las condiciones y cargos,
silenciando lo concerniente al plazo. Otro tanto sucede con los numerales 738 y 741, referidos
conjuntamente a herederos y legatarios: se alude en ambos a condiciones y a cargos,
omitiendo mencionar el plazo. En cambio, el 768 y el 769 sí contemplan esta modalidad,
pero se trata de normas exclusivamente reguladoras de los legados.
3. El caréo Las normas generales (artículos 185 a 189 C.C.) en materia de actos jurídicos
que disciplinan este elemento accidental de los negocios, no definen qué es el cargo o modo
(derivados del latín modus), pero proporcionan los indicios fundamentales para su
comprensión. Desde el punto de vista funcional, se puede decir que es una obligación que el
autor de una liberalidad impone al beneficiado con la misma. Se trata, no obstante, de una
obligación sui géneris cuya prestación puede ser exigida pero que, por no ser contraprestación
ni razón determinante de la atribución patrimonial, no supedita (y, por lo tanto, tampoco
condiciona) la adquisición de aquello en que la liberalidad consiste. Características del cargo
son las siguientes:
c) El beneficiado con el gravamen puede ser el propio disponente testador para satisfacer su
memoria, ¿por ejemplo; en favor del mismo beneficiado o gravado, imponiéndole, por
ejemplo, un deber de abstención respecto de aquello que recibe, y así ocurriría si se le lega
una cierta cantidad para que la aplique a sufragar sus estudios; en favor de un tercero
determinado; o en favor de una generalidad de terceros indeterminados.
Ahora bien, si lo que quería el legislador era simplemente disponer que se le abone al
legatario el gasto hecho para satisfacer el cargo cuando el legado sujeto a cargo quede sin
efecto por cualquier razón, y el bien o derecho respectivo retornen a la masa hereditaria, lo
lógico es que lo hubiera dicho así, sin necesidad de remitirse a una norma que confunde y
desorienta, porque los supuestos que contiene son aplicables a las donaciones, pero
inaplicables en sucesiones' mortis causa. Con todo, conviene hacer dos precisiones finales al
respecto.
Primera: que el principio de reembolso del valor del cargo satisfecho no tiene por qué
limitarse a los legatarios. También debe incluir a los herederos voluntarios, porque si el cargo
encuentra su razón en la liberalidad, al quedar ésta sin efecto también cesa la justificación
causal y económica del cumplimiento.
Las disposiciones testamentarias deben ser la expresión directa de la voluntad del testador,
quien no puede dar poder a otro para testar, ni dejar sus disposiciones al arbitrio de un
tercero.
1.La expresión. Prohibición de apoderamiento Según el numeral que comentamos, las
disposiciones testamentarias deben ser la expresión directa del testador. Si de mí hubiera
dependido, no hubiera redactado la regla de esa manera, porque si bien las disposiciones son,
en definitiva, expresadas (en el sentido de transmitidas o hechas conocer) directa e inmediata
del testador, la forma o manera de la expresión puede no ser estricta y únicamente suya. De
ordinario el testador pregunta y se asesora, de manera que, aunque las disposiciones contengan
su voluntad, las expresiones (en el sentido verbal o escrito) probablemente no sean del
testador. Lo que el legislador ha querido decir, en síntesis, es que el contenido del testamento
debe ser fiel reflejo ideológico de la voluntad del testador y que él debe exteriorizarla
personalmente sea verbalmente dictándola al notario, sea escribiéndola, aunque la forma
expresiva (las palabras expresadas) que abrace el contenido declarado haya sido compuesta
por otra persona. Lo que el precepto legal quiere, en suma, es que el testador sea soberano
señor de su testamento y que la voluntad que contenga sea la del propio testador, en el sentido
de exteriorización de su voluntad y de su facultad decisoria; que las disposiciones
testamentarias se correspondan con su intención y propósito; que en la formación intelectual
y decisión de querer testar con ese contenido no hayan intervenido otras personas que, a modo
de intermediarios en la transmisión, hayan podido desfigurar o distorsionar la voluntad. El
precepto alude, por tanto, a expresión como exteriorización de contenido, no a expresión como
forma o manera legal o literaria.
Nuestro ordenamiento no contiene una norma similar a la transcrita. Por lo tanto, hemos de
preguntamos si serían válidas las disposiciones referidas a otros documentos otorgados por
terceros. (De los otorgados por el propio testador se hablará más adelante, al tratar de la
interpretación del testamento). Aunque admito que el tema es discutible, a mi manera de ver
la respuesta debe ser afirmativa. Es decir, no encuentro razón que impida reconocer la validez
a una disposición testamentaria en la cual el testador se remita al contenido de un documento
de tercero, auténtico y de fecha cierta, del que pueda derivarse un determinado contenido
para su testamento. Lo que hace el testador en un caso como el propuesto es expresar su
voluntad de la misma manera que está expresada en un instrumento concreto y fiable; se
evita, así, tener que reproducirlo que en dicho documento se diga. Un supuesto que
ejemplifica lo anterior sería el de la disposición testamentaria en la cual el testador establezca
que la administración de una empresa que forma parte de la herencia, se haga de la manera
que haya sido señalada en el contrato con el otro socio del negocio.
Lamentablemente la Comisión Revisora no solo optó por no recoger la norma propuesta, sino
que se abstuvo d~ elaborar otra u otras sustitutorias, de manera que la versión final y oficial
del Código no tiene disposición sobre interpretación de testamentos. Digo lamentablemente,
porque las características propias del testamento hacen de él un negocio jurídico especial al
que no pueden aplicarse sin más las reglas de interpretación que sí funcionan para otras
categorías negociales. Estas características determinantes son:
a) Acto mortis causa. De ello se deriva la necesidad de indagar el sentido de la declaración
de la voluntad sujetándose a las circunstancias en que el testador se situaba en ese momento,
o que pudieron haber influido sobre él en la época en que hizo el testamento. Es decir, el
intérprete está obligado a indagar la real voluntad testamentaria tal como fue cuando se
expresó a través de la declaración del testamento mismo, sin que le sea posible tener en
consideración autónoma cualquier otra voluntad posterior no testamentaria, salvo que esta
ulterior voluntad proporcione criterios de entendimiento, o sea de explicación o de aclaración
de la voluntad anterior.
b) Acto unilateral y personalísimo. Esto es, es creado por la sola voluntad de una parte y
que se perfecciona y consuma (en su origen y existencia, no en sus efectos, que requieren en
primer lugar aceptación por los sucesores)con la sola voluntad del testador, ingresando a la
vida jurídica sin la participación genética o adhesión funcional de otras voluntades. Lo dicho
significa que para los fines de la interpretación debe prescindirse de cualquier otra voluntad
que no sea la del testador directamente manifestada por él mismo. De lo cual, a su vez, se
deriva (además de otras razones) que la guía para interpretar ha de ser la de los modos
expresivos del testador. O, para decirlo más claro: su lenguaje con el que él busca reflejar lo
que quiere. Porque el lenguaje, a la postre, corre el riesgo de distorsionar las imágenes y los
hechos, de manera que cualquier "interferencia" expresiva puede desfigurar la genuina
voluntad tal como el testador la entendía y quería. c) La declaración de voluntad del
testamento es no recepticia y revocable. El testamento es uno de los actos jurídicos con
declaración típicamente no recepticia, tanto porque su contenido no está dirigido a persona
determinada para surtir efecto cuando y desde que sea conocida por ella, sino también porque
lo declarado carece de contrainteresados. Por tanto, la interpretación de la expresión
testamentaria no toma en consideración las posibilidades de comprensión del destinatario de
la declaración, ni tampoco sus intereses particulares, porque se atiende a los intereses
personales del testador regulados en el testamento, no a los de los posibles beneficiarios (o
no beneficiados), cuya voluntad no ha sido materia de declaración, ni se ha declarado
esperando que acomoden su conducta a tenor de su contenido.
4. El artículo 168 del Código Civil Esta disposición estatuye que los actos jurídicos se
interpretan de acuerdo con lo expresado y según el principio de la buena fe. Como se advierte
de su texto, este artículo 168 contiene dos reglas racionalmente diferentes entre sí. Conforme
a la primera regla, el acto jurídico se interpreta "de acuerdo con lo que se haya expresado en
él': A mi manera de entender el texto, esto significa que la interpretación debe hacerse de
acuerdo con lo que se haya expresado. Resultan distintos, entonces, el objeto de la
interpretación que viene a ser la voluntad normativa exteriorizada, y el cómo o marco
conceptual al que deben sujetarse los resultados de la tarea interpretativa, dicho de otro modo,
la interpretación no debe llegar a conclusiones que estén en desacuerdo de lo expresado. Lo
expresado equivale a las fronteras límite dentro y a partir de las cuales se interpreta, porque
no es lícito encontrar una voluntad que no se corresponda siquiera mínimamente con lo
declarado (lo que no quita que lo oscuro situado dentro de los márgenes no pueda ser
entendido merced al auxilio de elementos de juicio complementarios).
5. El artículo 169 del Código Civil Según este canon, las cláusulas de los actos jurídicos se
interpretan las unas por medio de las otras, atribuyéndose a las dudosas el sentido que resulte
del conjunto de todas. Se ha disciplinado así lo que se conoce como criterio sistemático o de
la totalidad. Se trata de un principio de interpretación de los negocios que sin duda resulta
perfectamente aplicable a los actos de última voluntad, bien entendido que lo de cláusulas ha
de referirse a disposiciones testamentarias, con prescindencia de cómo vengan distribuidas o
divididas en el conjunto del acto.
6. El artículo 170 del Código Civil Preceptúa esta norma del Código que las expresiones de
los actos jurídicos que pudieran tener varios sentidos, deben entenderse conforme al que
resulte más adecuado según la naturaleza y objeto del acto. De las tres reglas sobre
interpretación contenidas en esta parte del Código, a la que ahora nos referimos es la única
que, genuinamente puede calificarse de interpretativa, porque las dos anteriores eran más
bien metodológicas e indicativas del modo de proceder, antes que atributivas de significado.
Al margen de esta advertencia, hay que indicar que conviene guardarse bien de aplicar a los
testamentos esta norma con ligereza o al pie de la letra. En efecto, ella estatuye que en la
duda sobre el sentido de la expresión, debe entenderse que es el que corresponda a la
naturaleza y objeto del acto
A partir de las consideraciones ya anotadas sobre las características de los testamentos que
guían su interpretación, y sobre las dificultades de aplicar latamente las disposiciones
generales sobre interpretación de los actos jurídicos, podemos ya apuntar las pautas que
gobiernan la investigación, examen y solución de los problemas de interpretación en esta
sede. a) El momento El testamento, como toda obra humana, es el reflejo de la personalidad
y voluntad de su autor en un momento determinado: cuando el testamento se hizo, y no
cuando surte eficacia por efecto de la muerte. Hacia ese momento de facción testamentaria
debe el intérprete volver su mirada y realizar su labor, intentando descubrir el correcto sentido
de lo declarado en función de la particular situación del testador cuando confeccionó su
última voluntad.
CLASES DE TESTAMENTO
a) Testamentos ordinarios:
En escritura pública.
Se le denomina también testamento auténtico, público o abierto; pues es aquel que el testador
otorga personal y directamente ante el notario público, quien con su puño y letra anota en su
registro todas las disposiciones testamentarias que, en presencia de dos testigos, le va
dictando el primero.
- Que estén reunidos en un sólo acto, desde principio hasta el fin, el testador, el notario y dos
testigos hábiles.
- Que cada una de las páginas del testamento sea firmada por el testador, los testigos y el
notario.
- Que el testamento sea leído clara y distintamente por el notario, el testador o el testigo
testamentario que éste elija.
- Que durante la lectura, al fin de cada cláusula se verifique si el contenido corresponde a la
expresión de su voluntad. Si el testador fuera una persona con discapacidad por deficiencia
auditiva o de lenguaje, podrá expresar su asentimiento u observaciones directamente o a
través de un intérprete.
- Que, el notario deje constancia de las indicaciones que, luego de la lectura, pueda hacer el
testador, y salve cualquier error en que se hubiera incurrido.
Cerrado.
Conocido también como testamento místico o secreto. Es aquel que el testador otorga en un
papel, escrito a mano o con medios mecánicos, que luego firma y guarda en sobre cerrado, y
que posteriormente entrega a la custodia del notario público en presencia de dos testigos,
extendiéndose el acta correspondiente.
- Que el documento en que ha sido extendido esté firmado en cada una de sus páginas por el
testador, bastando que lo haga al final si estuviera manuscrito por él mismo, y que sea
colocado dentro de un sobre debidamente cerrado o de una cubierta clausurada, de manera
que no pueda ser extraído el testamento sin rotura o alteración de la cubierta.
Tratándose de un testamento otorgado por una persona con discapacidad por deficiencia
visual, podrá ser otorgado en sistema braille o utilizando algún otro medio o formato
alternativo de comunicación, debiendo contar cada folio con la impresión de su huella
dactilar y su firma, colocado dentro de un sobre en las condiciones que detalla el primer
párrafo.
- Que el testador entregue personalmente al notario el referido documento cerrado, ante dos
testigos hábiles, manifestándole que contiene su testamento. Si el testador es mudo o está
imposibilitado de hablar, esta manifestación la hará por escrito en la cubierta.
- Que el notario extienda en la cubierta del testamento un acta en que conste su otorgamiento
por el testador y su recepción por el notario, la cual firmarán el testador, los testigos y el
notario, quien la transcribirá en su registro, firmándola las mismas personas.
Ológrafo.
Algunos autores sostienen que es más apropiado denominarlo testamento autógrafo, debido
a que es aquel que el testador otorga en un papel escrito en su integridad de su propio puño
y letra.
La única formalidad de este testamento es, pues, que sea totalmente escrito, fechado y
firmado por el propio testador.
Otorgado de este modo y una vez fallecido el testador, el testamento ológrafo será presentado
al juez dentro de los 30 días siguientes de haber tomado conocimiento de la muerte. Luego,
al igual que en el caso del testamento cerrado, se procederá a la respectiva comprobación de
autenticidad y cumplimiento de formalidades del testamento ológrafo, conforme a lo previsto
por el art. 817 y siguientes del Código Procesal Civil, para su posterior protocolización
notarial.
b) Testamentos especiales:
Militar.
Es aquel testamento que se otorga en tiempo de guerra. Es otorgado por los miembros de las
Fuerzas Armadas y Policiales que estén acuartelados o participando en actividades bélicas,
dentro o fuera del país. También puede ser otorgado por las personas civiles que sirvan o
sigan a dichas fuerzas (tal el caso del personal médico, administrativo, periodistas, etc.), y
los prisioneros de guerra en poder de las referidas fuerzas o en poder del enemigo.
- Que sea otorgado ante un oficial, o ante el jefe del destacamento, puesto o comando al que
pertenezca el testador. También lo podrá hacer ante el médico o capellán que lo asistan si
está herido o enfermo.
- Que sea firmado por el testador, por la persona ante quien se otorga y por los testigos.
Muerto el testador antes del plazo de caducidad del testamento militar (3 meses desde el final
de la campaña), los presuntos herederos o legatarios podrán pedir al juez en cuyo poder está
el testamento, la comprobación judicial y protocolización notarial, al igual que en los casos
de los testamentos cerrado y ológrafo.
Marítimo.
Este testamento es el que se otorga durante la navegación acuática. Puede ser otorgado por
los jefes, oficiales, tripulantes, pasajeros y cualquier otra persona que se encuentre embarcada
en un buque de guerra peruano, o en un barco mercante de bandera peruana, sea de travesía
o cabotaje, o que esté dedicado a faenas industriales o a fines científicos.
- Que sea otorgado ante quien tenga el mando de la embarcación o ante el oficial ante quien
se delegue tal función. Cuando el testador es la máxima autoridad se otorga ante quien le
sigue en el mando.
- Que sea firmado por el testador, por la persona ante quien se otorga y por los testigos.
Una vez otorgado este tipo de testamento se procede de la siguiente forma: si la embarcación
arriba a puerto extranjero donde hay agente consular se entregará a éste un ejemplar, quien
lo remite al Ministerio de Marina si se otorgó en buque de guerra, o a la
Fallecido el testador antes del plazo de caducidad del testamento marítimo (3 meses desde el
desembarque), los presuntos herederos o legatarios podrán pedir al juez en cuyo poder está
el testamento, la comprobación judicial y protocolización notarial, al igual que en los casos
de los testamentos cerrado, ológrafo y militar.
Para testar, es necesario que el juicio de quien ordena su sucesión sea cabal, es decir, que
quien dispone ha de tener no sólo capacidad, sino, además, capacidad suficiente para entender
y querer precisamente sus disposiciones.
Ahora bien, este juicio de capacidad que efectúa el notario ¿es inatacable? No. El juicio
notarial de la capacidad de testamentación, si bien está asistido de relevancia de certidumbre,
dado el prestigio y confianza social que merecen en general los Notarios, no conforma una
presunción iuris et de iure, sino iuris tantum, con lo que tal presunción puede ser desvirtuada
por prueba en contrario, sin que ello sea poner en duda la honestidad y buena fe o el prestigio
de dichos profesionales, pues puede suceder que los Notarios no puedan detectar el estado
mental del testador.
1. ELEMENTOS:
A) voluntad y comprensión:
El Código trata el consentimiento en relación con los contratos, aunque sería extensible a
otros negocios jurídicos. Lo configura como un elemento esencial del mismo (junto con el
objeto y la causa, art. 1261), de modo que, no habiendo consentimiento, no hay contrato. Esto
supone una capacidad del sujeto suficiente para ese acto. Cuando está viciada, o sea, cuando
no es plena para ese acto jurídico en concreto, el consentimiento es nulo, lo que acarrea el
perjuicio del contrato.
Considera como vicios del consentimiento el error, violencia, intimidación o dolo. Los
tres últimos dependen de influencias de otros, y a su vez distingue: la violencia o
intimidación, que anulan la obligación contraída por el sujeto pasivo de estas, y el dolo, que
anula el contrato. En todos estos casos, derivados de actuaciones ajenas al sujeto, realizadas
por los demás contratantes o por otros. Y no son propiamente consecuencias de una
discapacidad, sino de actuaciones ilegales.
El error a su vez recae sobre el objeto del contrato o sobre la persona, y anula el
consentimiento.
En el testamento recae sobre quien influye sobre el testador la violencia, vicios y querer
interrumpir sobre la voluntad del testador.
NULIDAD DEL TESTAMENTO:
ART: 667 C.C: “Exclusión de la sucesión por indignidad”
1.- Los autores y cómplices de homicidio doloso o de su tentativa, cometidos contra la vida
del causante, de sus ascendientes, descendientes o cónyuge. Esta causal de indignidad no
desaparece por el indulto ni por la prescripción de la pena.
2.- Los que hubieran sido condenados por delito doloso cometido en agravio del causante o
de alguna de las personas a las que se refiere el inciso anterior.
3.- Los que hubieran denunciado calumniosamente al causante por delito al que la ley
sanciona con pena privativa de la libertad.
B) IDENTIFICACIÓN:
Se producirá en el momento del otorgamiento del testamento o en otro posterior, como la
adveración judicial del testamento ológrafo.
C) DETERMINACIÓN DE LA FECHA:
Es el día en que se elaboró el testamento; donde y cuando.
D) EXTERIORIZACIÓN A OTROS:
Podrá hacerse en documento público, privado o incluso oralmente. En este proceso
pueden darse dos tipos de problemas: uno afectante a la no comprensión del contenido, sus
efectos jurídicos, que ocasiona que la voluntad está viciada o falte. Otro referente a las
comunicaciones de voluntad que se deben hacer. Quien no sea “capaz” de entender y querer
su contenido, o de transmitirlo a otro, será “incapaz” de testar. Quien no pueda comunicarse
con el funcionario o quien debe autorizar el testamento, o plasmarlo en su soporte, también.
A esto añade la legislación el requisito de una edad mínima, por debajo de la cual considera
que ni siquiera debe procederse a examinar los aspectos anteriores. Las dos primeras
constituirán, conceptualmente, incapacidades; la última, la edad, una prohibición, pues no
entra a analizarse la habilidad para otorgar el acto.
La legislación regula diversas formas de hacer testamento, en las cuales los elementos
anteriores se justifican por vías distintas. Lo que ocurre en la práctica es que una de ellas, el
testamento abierto, acredita el cumplimiento de todos los elementos esenciales, en
consecuencia, no necesita actuaciones posteriores y, por ser funcionario público el que lo
autoriza, hay una presunción de veracidad que hace muy difícil su impugnación, lo que
permite su ejecución directa. Todo esto, más el asesoramiento legal que lleva consigo, hace
que la inmensa mayoría de testamentos se acojan a esta forma.
La indignidad es sanción privativa de derecho sucesorio y, como todas las sanciones, también
han de aplicarse restrictivamente, para evitar abusos y arbitrariedades. Pero una cosa es la
interpretación restrictiva de la ley con miras a su aplicación, y otra distinta es que la ley sea
correcta.
BIBLIOGRAFIA:
http://aequitas.notariado.org/liferay/c/document_library/get_file?uuid=79c55779-269b-
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https://www.abogadoperu.com/codigo-civil-peru-1984-abogado-ley.php
http://www.derecho.usmp.edu.pe/postgrado/maestrias/maestria_derecho_civil/materiales20
161/Aspectos_Patrimoniales/TEMA%205/DERECHO%20DE%20SUCESIONES.pdf